Aquí tenemos una nostálgica reconstrucción de los anticuados métodos mayas. Los obreros equivocados con pensamientos equivocados son torturados a muerte en cuartos debajo de la pirámide… A un joven obrero se le ha dado un poderoso alucinógeno y un estimulante sexual… Lo desnudan y lo despellejan vivo… Los Dioses oscuros del dolor emergen desde la inmemorial noche de los tiempos… El pájaro Ouab está ahí parado, grita, mira a través de sus salvajes ojos azules. Otros son cangrejos de la cintura para arriba y van chasqueando sus pinzas en éxtasis, bailan alrededor e imitan al hombre despellejado. Los escribas están ocupados con bosquejos… Ahora el hombre es atado a un ciempiés segmentado de cobre y puesto cuidadosamente sobre una cama de brasas ardientes… Pronto los sacerdotes cavarán en la carne suave del caparazón con sus garras doradas… Aquí tenemos a otro joven atado a un poste puesto sobre un hormiguero embadurnados sus ojos y sus genitales con miel… Otros con cargas pesadas en las espaldas son conducidos lentamente a través de abrevaderos de madera en los cuales han sido clavados fragmentos de obsidiana… Así que los sacerdotes son los señores del dolor y del miedo y la muerte… Hacer lo correcto… Obedecer a los sacerdotes… ¿Equivocarse? La sola presencia del sacerdote y unas pocas banales palabras…
Los sacerdotes postularon y establecieron un universo hermético que ellos controlaban axiomáticamente. Con eso se convirtieron en dioses que controlaban el universo conocido de los obreros. Se convirtieron en Miedo y Dolor, Muerte y Tiempo. Habiendo hecho de la oposición algo aparentemente imposible fallaron en prever alguna oposición. Hay evidencia de que este sistema de control había colapsado en algunas áreas antes de la llegada del Dios Blanco. Fueron encontradas estelas pintarrajeadas y derribadas, evidencia muda de una revolución obrera. ¿Cómo sucedió esto? La historia de los movimientos revolucionarios muestra que a menudo son liderados por desertores de la clase dominante. El gobierno español en Sudamérica fue derrocado por revolucionarios españoles. Los franceses fueron expulsados de Argelia por argelinos educados en Francia. Quizás uno de los sacerdotes-dioses desertó y organizó una revolución obrera…
Los sacerdotes-dioses en el templo. Se mueven muy despacio, los rostros devastados por la edad y la enfermedad. Gusanos parasitarios infectan su carne. Hacen cálculos con los libros sagrados.
«En este día, hace 400.000.000 años sucedió algo grave…».
Calaveras de piedra caliza, lluvia a través de los pórticos. El Joven Dios del Maíz guía a los obreros mientras irrumpen en el templo y arrastran fuera a los sacerdotes. Construyen una hoguera con ramas, arrojan a los sacerdotes en ella y después a los libros sagrados. Distorsiones y curvaturas del tiempo. Los viejos dioses, emergiendo desde las inmemoriales profundidades del tiempo, estallan en el cielo… Mr. Hart está allí parado mirando las estelas rotas… «¿Cómo sucedió esto?».
Su sistema de control debe ser absoluto y de alcance mundial. Porque un sistema de control de esas características es incluso más vulnerable de ser atacado desde fuera que a través de una revuelta desde dentro… Aquí está el obispo Landa quemando los libros sagrados. Para tener una idea de lo que está sucediendo, imaginen nuestra civilización invadida por unos sinvergüenzas del espacio exterior…
«Traigan para acá unas topadoras. Limpien toda esta mierda…». Las fórmulas de todas las ciencias naturales, libros, cuadros, todo es amontonado y quemado. Y eso es todo. Nadie escuchó nunca hablar de eso.
Tres códices sobrevivieron al vandalismo del obispo Landa y están quemados en los bordes.
No hay manera de saber si aquí tenemos los sonetos, la Mona Lisa o los restos de un catálogo de Sears Roebuck luego de que la edificación anexa se quemara en un incendio. Toda una civilización ascendió con el humo…
Cuando llegaron los españoles, encontraron a los aristócratas mayas apoltronados en hamacas. Bueno, ha llegado la hora de mostrarles quién es quién. Cinco trabajadores prisioneros atados y desnudos son castrados en el tocón de un árbol. Los cuerpos sangrantes, sollozando y gritando, son amontonados…
«Que esto les quede grabado en sus míseras pelotas. Queremos ver una gran pila de oro y queremos verla enseguida. El Dios Blanco ha hablado».