NO-EXTRACTOS: En beneficio de la cordura, recuerda: Lo primero es el acontecimiento, el estímulo inicial; lo segundo es el impacto nervioso del acontecimiento, vía los sentidos; lo tercero es la reacción emocional basada en la experiencia anterior del individuo; lo cuarto es la reacción verbal. La mayoría de los individuos identifican las etapas primera y cuarta, y no se dan cuenta de la existencia de la segunda y la tercera.
—Es hora de cenar —dijo Nirene.
Gosseyn-Ashargin se puso en pie y los dos caminaron en silencio a lo largo del pasillo. El rostro de Nirene aparecía pensativo, y cuando deslizó sus dedos debajo del brazo de su compañero, pareció un gesto maquinal. Pero su misma naturaleza inconsciente subrayó para Gosseyn lo que ya había comprobado a través de la memoria de Ashargin, es decir, que aquel matrimonio se había convertido realmente en una relación afectiva.
—No creo que el privilegio de sentarme a la mesa real sea de mi agrado —dijo Nirene—. No acabo de decidir si significa realmente un ascenso de categoría para mí.
Gosseyn-Ashargin no contestó. Estaba pensando en el cuerpo de Gilbert Gosseyn caído en el almacén del Templo del Dios Durmiente. En cualquier momento, Secoh podía presentarse allí y descubrirlo.
Al lado de aquel hecho, la vida privada del príncipe y la princesa Ashargin resultaba insignificante.
Ni Enro ni Secoh se presentaron a cenar, lo cual no contribuyó a que Gosseyn se sintiera mejor. Tuvo una visión del Guardián decidiendo pasar precisamente aquella noche en el Templo. No había ninguna duda de lo que él mismo debía hacer, pero los detalles ocuparon su atención durante la mayor parte de la cena.
Súbitamente, alzó la mirada con la sensación de algo que no marchaba bien, y vio que las dos mujeres estaban muy pálidas. Patricia estaba diciendo:
—… no creo que mis sentimientos sean ésos, pero la posibilidad de una victoria completa de la Liga me intranquiliza casi tanto como me intranquilizaba pensar en una victoria incondicional de mi hermano.
Nirene dijo:
—Lo terrible de ser empujado a una guerra contra la voluntad de uno, es que, por poco que uno haya tenido que ver con ello, acaba por descubrir que su suerte está unida al destino de su bando.
En resumen, Gosseyn se vio distraído de sus urgentes propósitos particulares. Sabía lo que ellas estaban pensando, y tenía que haberse producido un verdadero revés para sacudirlas tan violentamente.
La derrota sería un desastre personal para todo el mundo en el Supremo Imperio. Habría humillación, ejércitos de ocupación, una implacable caza de criminales de guerra, venganzas con muy poca o ninguna comprensión de los posibles efectos sobre los sistemas nerviosos de vencedores y vencidos.
Entreabrió los labios para hablar y volvió a cerrarlos, asaltado por un súbito pensamiento.
«Si la situación era realmente grave, esto podría explicar la ausencia del dictador».
Antes que pudiera decir nada, Patricia confirmó aquella idea diciendo:
—Enro está con la flota. Han perdido cuatro divisiones sin que se haya encontrado rastro de ellas, y la batalla del Sexto Decant ha quedado interrumpida mientras planean contramedidas.
—¿Y dónde está Secoh? —preguntó Gosseyn.
Nadie lo sabía, pero Crang le dirigió una inquisitiva mirada. Sin embargo, lo único que dijo fue:
—Desde luego, es importante que no haya ninguna victoria completa. La rendición incondicional es una ilusión.
Gosseyn no vaciló. Era posible que ellos conocieran los hechos. Brevemente, sucintamente, sin citar su fuente de información ni describir las armas robóticas y su efecto, les dijo cuál sería el posible resultado de la guerra.
Terminó:
—Cuanto antes se de cuenta Enro que tiene una larga guerra de desgaste en sus manos, y haga o acepte proposiciones de paz, antes se pondrá a cubierto de lo que podría ser una ruina completa.
Se puso en pie.
—Si Enro regresa antes que lo haga yo, díganle que quiero verle.
Se disculpó y salió rápidamente del comedor.
Al llegar al pasillo exterior, se encaminó hacia el tejado. Había varios aviones estacionados cerca de la escalera por la cual había subido. Mientras se instalaba en el asiento delantero del más próximo, el cerebro electrónico del avión le habló a través de un altavoz.
—¿Adónde vamos?
—De momento, sobre la montaña —dijo Gosseyn—. Una vez allí indicaré el punto de destino.
Se remontaron rápidamente por encima de la ciudad. En su impaciencia, Gosseyn tenía la impresión que las luces que se extendían debajo de ellos no terminarían nunca. Finalmente, sin embargo, empezó la oscuridad, que no tardó en ser general a excepción de los dispersos puntos de luz que salpicaban el horizonte.
El roboplano habló de nuevo:
—Estamos sobre las montañas. ¿Adónde vamos?
Gosseyn miró hacia abajo. No pudo ver nada. El cielo estaba cubierto de nubes, la noche oscura como boca de lobo.
—Quiero que aterrices en un pequeño camino que se encuentra a casi un kilómetro a este lado del Templo del Dios Durmiente —ordenó.
Lo describió con detalle, calculando la distancia de varios grupos de árboles, y marcando las curvas del camino de acuerdo con los recuerdos de aquel escenario, muy vivos en Ashargin.
El vuelo continuó en silencio. El avión descendió en medio de la oscuridad y se detuvo con una sacudida.
Antes de bajarse, Gosseyn advirtió:
—Regresa aquí cada hora.
Saltó al camino, avanzó unos cuantos pasos y se detuvo. Esperó a que el aparato se remontara casi silenciosamente —una corriente de aire y un leve siseo—, y luego echó a andar a lo largo del camino.
La noche era cálida y tranquila. No encontró a nadie, tal como esperaba. Aquél era un camino que Ashargin conocía de antiguo. En más de un millar de noches como ésta lo había recorrido regresando de los patatales a su catre en uno de los barracones en los que se alojaban los trabajadores.
Alcanzó las sombras cada vez más profundas del templo y volvió a detenerse. Durante un largo minuto tendió el oído tratando de captar algún sonido que revelara actividad.
No oyó absolutamente nada.
Audazmente, pero al mismo tiempo con precaución, empujó la puerta metálica y descendió por la misma escalera de metal que había sido su camino durante el Desfile de la Contemplación.
Llegó sin ningún incidente a la puerta de la cámara interior y, ante su sorpresa, la encontró abierta. La sorpresa sólo duró unos instantes. Había traído un instrumento para abrir cerraduras, pero prefería no tener que utilizarlo con los dedos pobremente coordinados de Ashargin.
Se deslizó al interior y cerró suavemente la puerta tras él. El escenario ahora familiar de la cripta se extendió delante de sus ojos. Rápidamente, recorrió el pequeño pasillo que conducía a la oficina privada del Guardián del Templo.
En aquella puerta volvió a detenerse y escuchó. Silencio. Una vez dentro, se encaminó a la puerta del almacén. Contuvo la respiración mientras atisbaba al oscuro interior, y suspiró con alivio al ver el cuerpo tendido en el suelo.
Había llegado a tiempo. Ahora, el problema estribaba en llevar el cuerpo inconsciente a un sitio seguro.
En primer lugar, ocultó la matriz debajo de una caja de metal en lo alto de una estantería. Luego, rápidamente, se arrodilló al lado de la forma inmóvil y la auscultó. Oyó los latidos del corazón y del pulso, y captó el calor de la lenta y pausada respiración del inconsciente Gosseyn. Y fue una de las experiencias más extrañas de su vida encontrarse allí auscultando a su propio cuerpo.
Se puso en pie, se inclinó y deslizó sus manos debajo de las axilas. Tomó aliento, y tiró. El cuerpo se movió unos cinco centímetros.
Había previsto dificultades para mover el cuerpo, pero no tantas. Le pareció que lo importante sería ponerlo en marcha. Lo intentó de nuevo, y esta vez consiguió arrastrarlo. Pero los músculos empezaron a dolerle mientras cruzaba la pequeña guarida, y se tomó un primer descanso en la puerta.
El segundo descanso, un poco más largo, llegó al final del corto pasillo. Cuando alcanzó el centro de la cripta, casi veinte minutos más tarde, estaba tan agotado que sentía vértigo.
Se había decidido ya sobre el único lugar del templo en el que podía ocultar el pesado cuerpo. Ahora, se preguntó si tendría la fuerza suficiente para depositarlo allí.
Subió por la escalera hasta la parte superior de la cripta. Allí estudió el mecanismo de la cubierta; no las planchas transparentes cerca de la cabeza del durmiente, sino las que se extendían a lo largo del féretro de siete metros de longitud.
Se deslizaban hacia atrás. Así de sencillo. Se deslizaban hacia atrás, revelando correas, tubos y aparatos de sujeción para otros tres cuerpos. Dos de ellos eran de tamaño un poco más reducido que el otro. Gosseyn llegó a la conclusión que los más pequeños estaban destinados a cuerpos de mujer.
Esta nave espacial estaba diseñada para llevar a dos mujeres y dos hombres a través de los kilómetros de espacio interestelar y los años de tiempo entre sistemas estelares que no tenían establecida entre ellos viajes de similaridad.
No perdió tiempo reflexionando sobre las implicaciones de aquel hecho, sino que preparó sus músculos para la ímproba tarea de arrastrar el cuerpo de Gosseyn escaleras arriba hasta la cripta.
Perdió la noción del tiempo que invirtió en hacerlo. Los descansos se sucedieron ininterrumpidamente. Una docena de veces le pareció que Ashargin estaba siendo llevado más allá de todos los recursos de su físico poco privilegiado. Pero al final dejó el cuerpo bien atado en su lugar. Atado, porque tenía que existir un mecanismo para disponer de los cuerpos muertos. Y algunas partes de aquella máquina estaban tan estropeadas que probablemente no tenían posibilidad de saber cuándo un cuerpo estaba vivo. Eso podía explicar por qué las mujeres y uno de los hombres no habían sido reemplazados.
Además, no quería descuidar ninguna precaución.
Volvió a colocar la plancha en su lugar, y estaba de pie en lo alto de la escalera asegurándose que no quedase ninguna señal de sus manipulaciones cuando oyó un sonido procedente del almacén.
Se volvió, tenso.
Eldred Crang entró.
El detective no-A se detuvo en seco y se llevó un dedo a los labios a modo de aviso. Luego avanzó rápidamente, empujó la otra escalera hacia la parte posterior de la cripta y trepó por ella.
Con un rápido movimiento deslizó hacia atrás la plancha debajo de la cual Gosseyn-Ashargin había colocado el cuerpo de Gosseyn. Durante varios segundos contempló el cuerpo, hizo correr la plancha en sentido contrario, cerrando la abertura, descendió los peldaños y empujó la escalera hacia el lugar en el que había estado.
Entretanto, también Ashargin había bajado de su escalera. Crang le tomó del brazo.
—Siento no haber tenido ocasión de ayudarte a acarrearlo hasta allí —dijo—. Pero no estaba en mi apartamento cuando la máquina me envió el primer aviso. He venido tan pronto como me ha sido posible para asegurarme —sonrió— del hecho que lo habías ocultado en el lugar indicado.
»Y ahora salgamos de aquí, aprisa.
Gosseyn le siguió sin pronunciar una sola palabra. Nadie a bordo del Venus había puesto en duda las motivaciones de Crang, y no iba a ser él quien rompiera el fuego ahora. En su mente burbujeaban mil preguntas, pero estaba dispuesto a aceptar las implicaciones de las palabras de Crang en el sentido que era necesario darse prisa.
Cruzaron apresuradamente la pequeña oficina y el almacén. Crang se apartó a un lado cuando llegaron al Distorsionador.
—Tú primero —dijo.
Salieron a la biblioteca de Crang, el cual echó a andar tan aprisa como antes, y luego, a medio camino de la puerta, se detuvo y se volvió. Señaló el Distorsionador a través del cual Gosseyn había llegado de Yalerta la primera vez.
—¿Adónde conduce? —preguntó.
Cuando Gosseyn se lo dijo, asintió.
—Imaginaba algo por el estilo. Pero nunca pude comprobarlo. Salir de aquí depende de la manipulación de controles remotos, los cuales no he podido localizar.
Crang formulando una pregunta acerca de algo que ignoraba era una experiencia completamente nueva para Gosseyn. Antes que Gosseyn, por su parte, pudiera formular ninguna pregunta, Crang dijo:
—Enro ha estado ausente ocho días, pero se presentará de un momento a otro. Ésa es la noticia que hemos recibido poco después de cenar… De modo que regresa a tu habitación lo más aprisa que puedas… —Vaciló, sin duda pensando las palabras que iba a pronunciar a continuación— y duerme —concluyó finalmente—. No perdamos tiempo.
En el salón, Patricia le saludó en voz baja.
—¡Buenas noches!
En la puerta exterior, Crang dijo, en tono grave:
—Descansa bien. Y con ello me refiero a que debes dormir.
Gosseyn echó a andar sosegadamente a lo largo del pasillo. Se sentía extrañamente turbado, y tenía la impresión que habían ocurrido demasiadas cosas con demasiada rapidez. ¿Por qué había asegurado Crang que el cuerpo de Gosseyn estaba en el lugar indicado, después de haber sido avisado por una máquina? ¿Qué máquina? Que Gosseyn supiera, sólo había una que pudiera hacerlo. Y era el cerebro electrónico averiado instalado debajo de la cripta.
¿Había establecido Crang algún control sobre aquella máquina? Todo parecía indicarlo así.
Pero ¿qué había querido decir al insistir en que debía dormir?
Se encontraba dos pisos más abajo, caminando a lo largo del pasillo que conducía al apartamento de Nirene y Ashargin, cuando un arma robótica venusiana hizo presa en su mente.
Tuvo tiempo de llegar a una desconcertante conclusión: el arma no podía proceder del acorazado Venus gobernado por elementos no-A. La nave no podía haber llegado aún.
Sólo podía tratarse de un ataque en gran escala de la Liga. Pero ¿cómo podían haber llegado hasta allí?
Dejó de pensar. Estaba luchando desesperadamente para evitar que el cuerpo de Ashargin fuera controlado.