NO-EXTRACTOS: En beneficio de la cordura, recuerda: «El mapa no es el territorio, la palabra no es la cosa que describe». Siempre que el mapa es confundido con el territorio, se produce un «trastorno semántico» en el organismo. El trastorno persiste hasta que es reconocida la limitación del mapa.
A la mañana siguiente el poderoso acorazado remontó el vuelo a través de la oscuridad interestelar. Además de su tripulación no-A, estaba cargado con cien mil unidades robóticas controladoras de mentes.
A petición del doctor Kair detuvieron la nave después de la primera interrupción de la pauta.
—Le hemos estado estudiando a intervalos irregulares —le dijo a Gosseyn—, aunque es usted casi tan evasivo como podría serlo cualquiera. Sin embargo, hemos obtenido algo.
Sacó unas fotografías de su cartera de mano, y las repartió entre los presentes.
—Esta fotografía del cerebro adicional fue tomada hace una semana.
La zona resplandecía con millones de finas líneas entrecruzadas.
—Está lleno de excitación —dijo el doctor Kair—. Cuando se considera que hubo un tiempo en que su único contacto con el resto de su tejido corporal y cerebral parecían ser los vasos sanguíneos que lo regaban y las conexiones nerviosas que afectan directamente a la corriente sanguínea…, cuando se considera eso, la condición actual del cerebro adicional es, en comparación, de una enorme actividad.
Hizo una pausa.
—Ahora —continuó—, en lo que respecta a un adiestramiento adicional, mis colegas y yo hemos estado pensando en lo que usted nos dijo, y tenemos que hacer una sugerencia.
Gosseyn le interrumpió:
—Antes, una pregunta.
Vaciló. Lo que tenía que decir era hasta cierto punto ajeno a la cuestión. Y sin embargo, no había podido apartarlo de su mente desde su conversación del día anterior con Elliott.
—¿Quién dio las instrucciones para el adiestramiento que recibí de Thorson?
El doctor Kair enarcó las cejas.
—¡Oh! Todos nosotros hicimos sugerencias, pero en mi opinión la contribución más importante correspondió a Eldred Crang.
¡Otra vez Crang! Eldred Crang, que sabía cómo adiestrar cerebros adicionales; que había transmitido mensajes de Lavoisseur antes de la muerte de aquel primer cuerpo Gosseyn… El problema de Crang volvía a plantearse así súbita e intrincadamente.
De un modo resumido y objetivo, planteó al grupo el caso de Crang. Cuando hubo terminado, el doctor Kair sacudió la cabeza.
—Crang acudió a mí para que le examinara inmediatamente antes de salir de Venus. Se preguntaba si la tensión le estaba afectando. Puedo decirle a usted que es un no-A normal sin ninguna facultad especial, aunque sus reflejos y su integración alcanzan un nivel que sólo he visto un par de veces en toda mi carrera de psiquiatra.
Gosseyn dijo:
—¿No posee ningún cerebro adicional?
—Rotundamente, no.
—Comprendo —dijo Gosseyn.
Era otra puerta que se cerraba. En cierto modo, había esperado que Eldred Crang sería el jugador que había similarizado su mente al cuerpo de Ashargin. No quedaba eliminado del cuadro, pero parecía ser necesaria una explicación diferente.
La mujer psiquiatra intervino.
—Hay algo que ya hemos discutido —dijo—, pero que el señor Gosseyn es posible que desconozca. Si Lavoisseur enseñó a Crang a adiestrar cerebros adicionales, y ahora resulta que el método no es demasiado bueno, ¿debemos creer que los cuerpos Lavoisseur-Gosseyn sólo fueron adiestrados en lo que ahora parece ser un método eficaz? La muerte de Lavoisseur —concluyó— parece indicar que no poseía ninguna capacidad de previsión, y sin embargo usted se encuentra ya al borde de ésa y de otras capacidades.
El doctor Kair dijo:
—Podemos dejar esos detalles para más tarde. Ahora mismo, desearía que Gosseyn realizara un experimento.
Cuando hubo explicado lo que deseaba, Gosseyn dijo:
—Pero eso está a diecinueve mil años-luz de distancia…
—Inténtelo —insistió el psiquiatra.
Gosseyn vaciló, y luego se concentró en una de sus zonas memorizadas en la sala de control del remolque espacial de Leej. Se tambaleó como si sufriera un vértigo. Desconcertado, luchó contra una sensación de náusea. Miró a los otros con aire de asombro.
—Eso tiene que haber sido una similaridad por debajo de veinte decimales. Creo que puedo conseguirlo si lo intento otra vez.
—Inténtelo —dijo el doctor Kair.
—¿Qué haré si llego allí?
—Estudie la situación. Nosotros le seguiremos hasta la base más próxima.
Gosseyn asintió. Esta vez cerró los ojos. El cuadro cambiante de la zona memorizada llegó claro y definido.
Cuando abrió los ojos, se encontraba en el remolque.
No se movió inmediatamente de la zona de su llegada, sino que permaneció inmóvil, reuniendo impresiones. Había una corriente nerviosa tranquila procedente de las inmediaciones. Los sirvientes, decidió, seguían realizando sus tareas.
Avanzó unos pasos y miró al exterior. Navegaban sobre campo abierto. Debajo se extendía una inmensa llanura. Lejos, a su derecha, percibió un resplandor de agua. Mientras observaba, y la nave avanzaba, perdió de vista el mar. Aquello le dio una idea.
Se inclinó sobre los controles y volvió a incorporarse casi inmediatamente al ver cómo estaban fijados. El remolque estaba siguiendo aún la ruta circular que él había fijado poco antes de llevar a cabo su afortunada tentativa para capturar la Y-381907.
Decidió no tocar los controles ni modificar su posición. Alguien podía haber andado en ellos a pesar que todo parecía estar exactamente como él lo había dejado.
Trató de captar alguna corriente de fluido magnético, pero no encontró nada anormal. Relajó su mente, e intentó ver lo que iba a ocurrir. Pero la única imagen que obtuvo de la sala de control reveló que no había nadie en ella.
Aquello dio pie a la pregunta: «¿Adónde voy a ir ahora?».
¿Regresar al acorazado? Sería una pérdida de tiempo. Experimentaba el deseo de saber cuánto había tardado en llegar a Yalerta, pero eso era algo que podía comprobar más tarde.
Se estaban produciendo grandes acontecimientos. Hombres y mujeres de cuya seguridad se sentía parcialmente responsable estaban aún en zonas de peligro: Crang, Patricia, Nirene, Ashargin…
Un dictador debía ser derrocado, una poderosa máquina de guerra neutralizada por cualquier medio posible.
Bruscamente, tomó una decisión.
Llegó al Refugio del Discípulo en su zona memorizada al lado de la puerta de la planta de energía. Alcanzó el piso superior sin ningún incidente, y se detuvo a preguntarle a un hombre el camino hacia el apartamento del Discípulo.
—Estoy citado allí —explicó—, y tengo prisa.
El hombre se mostró servicial.
—Ha equivocado usted el camino —dijo—, pero si sigue ese pasillo lateral llegará a una amplia antesala. Allí le informarán.
Gosseyn dudó del hecho que alguien quisiera decirle lo que deseaba saber. Pero no tardó en llegar a una estancia que no era tan grande como había esperado, y tan corriente que se detuvo, preguntándose si había entendido bien las instrucciones del hombre.
Había varias personas sentadas en divanes, y frente a él se alzaba una pequeña valla de madera más allá de la cual había ocho escritorios. Los escritorios estaban ocupados por otros tantos hombres, que al parecer realizaban trabajos de oficina.
Más allá de los escritorios había una oficina aislada por mamparas de cristal, con otro gran escritorio.
Cuando cruzó la valla, varios de los oficinistas se levantaron de sus asientos, con una protesta en los labios, pero Gosseyn les ignoró. Estaba moviendo el alambre en la sala de control del remolque espacial, y quería entrar en la oficina acristalada antes que Yanar se diera cuenta de su presencia.
Abrió la puerta, y estaba cerrándola tras él cuando el Pronosticador le vio. El hombre alzó la mirada con un sobresalto.
Había otra puerta más allá de Yanar, y Gosseyn se encaminó directamente hacia ella. Yanar se levantó precipitadamente y le cerró el paso. Su actitud era desafiante.
—Tendrá que matarme antes de entrar ahí.
Gosseyn se detuvo. Había penetrado ya con su cerebro adicional a la habitación a la que daba acceso la puerta. No le llegó ningún impulso de vida. Esto no era una prueba definitiva del hecho que estuviera desocupada. Pero apaciguó considerablemente su impaciencia.
Miró a Yanar con el ceño fruncido. No tenía ninguna intención de matar al hombre, particularmente disponiendo de tantos otros medios para neutralizar al Pronosticador. Además, sentía curiosidad. Deseaba formularle algunas preguntas. Dijo:
—¿Estabas a bordo de la nave de Leej como un agente del Discípulo?
Yanar se encogió de hombros.
—Naturalmente —respondió.
—Supongo que con eso quieres decir que de otro modo la nave no hubiera estado esperándonos.
Yanar asintió con aire aburrido. Sus ojos se mantenían vigilantes.
—Pero ¿por qué permitió que escapara?
—El Discípulo le consideraba demasiado peligroso como para dejarle aquí. Podría haber destruido su Refugio.
—Entonces, ¿por qué me llevó a Yalerta?
—Quería tenerle en un lugar en el que los Pronosticadores pudieran seguir sus movimientos.
—Pero eso no dio resultado.
—Es cierto. No dio resultado.
Gosseyn hizo una pausa. En las respuestas había una implicación que le desconcertaba.
Una vez más, miró al Pronosticador con aire ceñudo. Había otras preguntas que deseaba formular, especialmente acerca de Leej. Pero en realidad no tenían importancia. Leej había actuado hasta entonces a su entera satisfacción, y los detalles podían esperar.
Similarizó a Yanar a la celda de la prisión que Leej, Jurig y él habían ocupado hacía unas semanas.
Luego abrió la puerta y entró en la habitación que creía que era la oficina privada del Discípulo.
Tal como había captado desde el exterior, el lugar estaba desocupado.
Gosseyn miró a su alrededor con ojos llenos de curiosidad. Frente a la puerta había un enorme escritorio. A su izquierda, la pared quedaba oculta por una serie de ficheros, y a su derecha vio un complicado sistema —parecía complicado y algo distinto— de mecanismos y controles de un Distorsionador.
Sintiéndose aliviado y decepcionado al mismo tiempo, Gosseyn reflexionó en cual tendría que ser su próximo movimiento. Yanar estaba fuera de combate. Y no es que importara demasiado. El hombre era un estorbo, pero no un peligro.
Gosseyn se dirigió hacia los ficheros. Todos estaban cerrados magnéticamente, pero fue cuestión de un momento abrir cada uno de los circuitos con su cerebro adicional. Los cajones eran de plástico, del mismo tipo que la guía del palacio que Nirene le había mostrado cuando estaba en el cuerpo de Ashargin.
El equivalente a docenas de páginas impresas aparecía en sucesivas capas de moléculas. Cada «página» se hacía visible al manipular la pequeña palanca situada en el borde.
Gosseyn buscó y encontró una plancha en la que figuraba su nombre. Había cuatro páginas impresas en ella. El relato era muy objetivo, y en su mayor parte detallaba lo que había sido hecho en relación con él. El primer renglón decía: «Nombre transferido de GE-4408C».
Parecía indicar la existencia de otro fichero en otra parte. Seguía una referencia a su adiestramiento bajo Thorson con la anotación: «Ha sido incapaz de descubrir a ninguno de los individuos que participaron en el adiestramiento, y lo ha descubierto demasiado tarde para evitarlo».
Habían varias referencias a Janasen, y luego una descripción del sistema de relevadores del Distorsionador que había sido utilizado para transportar a Gosseyn desde el apartamento de Janasen en Venus. «El ingenio había sido construido por la misma persona que hizo la F. para mí, de modo que pareciera una mesa de cocina corriente». Eso estaba impreso, pero había una nota a mano en el margen: «Muy astuto».
Gosseyn leyó las cuatro páginas con una sensación de decepción. Había esperado encontrar alguna referencia que encajara en su propio cuadro de lo que había ocurrido entre el Discípulo y él. Pero el relato era demasiado breve y demasiado vulgar. Al final de la cuarta página había una nota: «Véase Ashargin».
Gosseyn buscó la ficha de Ashargin. Era más extensa. En las primeras páginas el redactor trataba principalmente de la vida de Ashargin desde el momento en que llegó al Templo del Dios Durmiente. En la última página había un breve comentario: «Interrogado por Enro con el detector de mentiras, Ashargin hizo varias alusiones a Gilbert Gosseyn». Y al margen, escrito a mano: «Investigar».
El párrafo final sobre Ashargin decía:
«El matrimonio forzoso del Príncipe y la Princesa Ashargin parece haber evolucionado en una relación de hecho así como de nombre. El cambio producido en este hombre requiere una investigación urgente, aunque Enro le está dando vueltas a la idea que un Ashargin cooperativo será valioso incluso después de la guerra. Los Pronosticadores encuentran su conducta ejemplar durante las tres próximas semanas».
No había ninguna indicación acerca de cuándo habían empezado las tres semanas, ninguna mención del viaje a Venus que había iniciado la simbiosis Gosseyn-Ashargin, ni ninguna declaración concreta indicando que él hubiera regresado a palacio.
Gosseyn dejó la ficha en su lugar y continuó inspeccionando la habitación. Encontró una pequeña puerta hábilmente disimulada entre los tableros del Distorsionador. Conducía a un diminuto dormitorio con un solo mueble: una cama muy bien hecha.
No había ningún armario, pero sí un cuarto de baño de dimensiones muy reducidas con retrete y pileta de lavar. Una docena de toallas estaban puestas a secar en un colgador de metal.
El Discípulo, si éste era su cuarto de aseo particular, se hacía su propia limpieza.
Tardó la mayor parte del día en explorar el Refugio. El edificio no tenía características especiales. Había alojamientos para los criados, varias secciones enteras dedicadas a una plantilla de atareados oficinistas, la planta de energía en el sótano y un ala convertida en prisión.
Los oficinistas y los empleados de la planta vivían en unas casitas a lo largo de la línea de la costa más alejada del edificio principal. Yanar y otros cinco Pronosticadores tenían apartamentos en uno de los pasillos. En la parte trasera de la estructura había un hangar suficientemente grande como para albergar una docena de remolques espaciales. Cuando Gosseyn lo inspeccionó, había en él siete grandes máquinas y tres aviones pequeños. Estos últimos eran del tipo del que le había atacado después de fugarse de la prisión.
Nadie se metió con él. Se movió a voluntad a través de los edificios y alrededor de la isla. Ni una sola persona parecía tener autoridad o deseos de molestarle. Probablemente, una situación como aquélla no se había producido nunca en la isla, y al parecer todos esperaban que llegara el Discípulo y tomara una decisión al respecto.
También Gosseyn esperaba, no sin algunas dudas, pero con una firme determinación de no marcharse. Tenía la creencia que los acontecimientos se estaban desarrollando a una velocidad mucho mayor de lo que su pasiva estancia en el Refugio daba a entender.
Había elaborado sus planes, y sólo era cuestión de esperar hasta que llegara el acorazado.
La primera noche durmió en el pequeño dormitorio contiguo a la oficina del Discípulo. Durmió apaciblemente, con su cerebro adicional conectado para reaccionar a cualquier movimiento del Distorsionador. No había establecido aún que el Discípulo manipulaba su extraña sombra por medio de una cadena de Distorsionadores, pero todos los indicios apuntaban en esa dirección.
Y Gosseyn sabía exactamente lo que se proponía hacer para probar o descartar la teoría.
A la mañana siguiente se similarizó al remolque espacial de Leej, y desayunó con tres camareras revoloteando a su alrededor, ansiosas por atender sus menores deseos. A las camareras pareció intrigarles le cortesía de Gosseyn. Y éste no disponía de tiempo para adiestrarlas en el respeto a sí mismas. Terminó el desayuno y empezó a trabajar.
Lo primero que hizo fue enrollar la alfombra del salón. Y luego empezó a levantar planchas metálicas del suelo tan cerca como pudo recordar del lugar en el que el Discípulo se había materializado en la nave.
Localizó el Distorsionador a unos centímetros del punto donde esperaba encontrarlo.
Aquello era bastante convincente. Pero quiso realizar otra comprobación en la celda en la que había estado encarcelado a su llegada a Yalerta. Yanar le contempló con ojos salvajes a través de los barrotes mientras abría el camastro de metal aparentemente macizo, y también allí encontró un Distorsionador.
Sin duda, el cuadro se estaba haciendo más claro, más definido. Y la crisis no podía tardar en producirse.
La segunda noche transcurrió tan tranquilamente como la primera. Gosseyn pasó el tercer día examinando los ficheros. Habían dos páginas sobre Secoh que le interesaron, porque la información que figuraba en ellas no había formado parte de la memoria de Ashargin. Las cuarenta y siete páginas sobre Enro estaban divididas en secciones, pero se limitaban a confirmar lo que ya había oído, con numerosos detalles adicionales. Madrisol estaba catalogado como un hombre peligroso y ambicioso. El Gran Almirante Paleol era descrito como un asesino. «Un personaje implacable», había escrito el Discípulo, lo cual era todo un cumplido procediendo de alguien tan implacable como el Discípulo.
Investigó únicamente los nombres que conocía, y algunas referencias relacionadas con ellos. Se necesitaría todo un equipo de expertos para revisar las decenas de millares de fichas y redactar un informe completo.
El cuarto día, Gosseyn dejó los ficheros en paz y elaboró un plan para el acorazado y para él. Resultaba antieconómico, en términos de tiempo perdido por la nave, seguirle por toda la galaxia, cuando su objetivo, así como el de Elliott y los otros, era el de llegar a Gorgzid.
Escribió:
«Enro ha protegido su planeta natal mediante un sistema tan estricto de reparto de matrices para la base de Gorgzid, que es sumamente improbable obtener una de ellas por métodos normales.
»Pero un hombre dotado de un cerebro adicional tendría que ser capaz de obtener una matriz…».
Había llegado a ese punto de su resumen cuando el largamente esperado relevador se cerró en su cerebro, y supo que el acorazado se había similarizado a una interrupción de la pauta cerca de la base a mil cien años luz de distancia.
Gosseyn dio el salto de regreso al Venus instantáneamente.
—Debió similarizarse usted desde la nave a Yalerta en poco más de una hora —calculó el doctor Kair.
No podían calcularlo exactamente. Pero la velocidad era tan superior, el margen de error tan pequeño comparados con las noventa horas que el acorazado había necesitado para el viaje, que el tiempo involucrado apenas importaba.
Un poco más de una hora. Aterrado, caminó los trescientos metros hasta la elevada cúpula transparente de la sala de control del acorazado. Gosseyn no era precisamente un hombre al que tuvieran que explicarle lo inmenso que era el espacio, y eso hacía que el nuevo potencial de su cerebro adicional pareciera todavía más impresionante.
La oscuridad se apretaba contra el cristal. Gosseyn no tenía ningún sentido particular de la distancia en relación con las estrellas que podía ver. Eran diminutos puntos brillantes a unos cuantos centenares de metros de distancia. Ésa era la ilusión. Cercanía. Y, ahora, para él estaban cerca. Dentro de cinco horas y media podría similarizarse a sí mismo a través de la extensión de cien mil años luz de esta galaxia remolineante de doscientos mil millones de soles…, si tenía una zona memorizada a la cual pudiera ir.
Elliott se acercó a él, y le entregó una matriz que Gosseyn tomó.
—Será mejor que me marche —dijo—. No estaré tranquilo hasta que aquellos ficheros se encuentren a bordo del Venus.
Se aseguró de si la matriz estaba en la funda y luego se similarizó a la oficina del Discípulo.
Sacó la matriz de su funda protectora y la depositó cuidadosamente sobre el escritorio. Sería una lástima que el acorazado se similarizara realmente a la matriz, pero Leej estaba a bordo para asegurarse del hecho que el salto de la nave hacia Yalerta se interrumpiría a la distancia exacta.
Tal como había esperado, el Venus llegó sin novedad a la isla menos de tres horas más tarde. Fueron desembarcadas unidades de estudio, y Gosseyn subió a bordo para una conferencia.
Ante su sorpresa, el doctor Kair no planeaba ningún experimento ni ningún adiestramiento.
—Vamos a utilizar una terapia de trabajo —explicó el psiquiatra—. Usted se adiestrará a sí mismo realizándolo.
Amplió brevemente la explicación.
—Sinceramente, Gosseyn, el adiestramiento requeriría mucho tiempo, y usted se está desenvolviendo perfectamente. La ventaja que parece tener sobre Lavoisseur es que usted descubrió que había otras cosas que podían hacerse, y trató de hacerlas. Parece indiscutible que él no sabía nada de los Pronosticadores, ya que en caso contrario se los habría mencionado a Crang. En consecuencia, nunca tuvo ningún motivo para creer que podía adiestrarse a sí mismo para prever el futuro.
Gosseyn dijo:
—Eso significa que debo regresar inmediatamente a la oficina del Discípulo y revisar a fondo el Distorsionador.
Había otra cosa que tenía que hacer, y la hizo en cuanto llegó de nuevo al Refugio. Similarizó a Yanar a su única zona memorizada en la isla de Crest.
Cumplida aquella tarea humanitaria, se unió al grupo que investigaba el Distorsionador privado del Discípulo. Los resultados eran ya interesantes.
—Es la instalación más perfecta que hemos visto hasta la fecha —le dijo uno de los no-A—. Y más complicada. Tardaremos algún tiempo en localizar algunos de los circuitos impresos en el interior de ese artesonado.
Habían decidido ya trabajar sobre el supuesto que los Distorsionadores del Discípulo funcionaban sobre una base superior a una similaridad de veinte decimales.
—De modo que nos quedaremos en Yalerta algún tiempo, y le daremos a usted la oportunidad de regresar. Además, tenemos que esperar ese acorazado de Enro que usted ha mencionado. Llegará en cualquier momento a partir de ahora.
Gosseyn estuvo de acuerdo en que el objetivo final, al menos, era importante. Resultaba vital que no se enviaran más Pronosticadores a la flota de Enro el Rojo.
No estaba seguro acerca de lo de esperar su regreso. La acción que estaba a punto de iniciar podía complicarse y exigir un esfuerzo prolongado. No obstante, si el Distorsionador era realmente rápido, sólo el viaje a través de él requeriría tiempo. No podía estar seguro de similarizarse de regreso a la nave con un mínimo error de tiempo, y luego regresar de nuevo al lugar en el cual hubiera estado.
La opinión general fue que no había tiempo que perder, y que una minuciosa investigación de los instrumentos resultaría muy laboriosa.
Gosseyn se mostró de acuerdo una vez más. Su propia inspección le había revelado que el artesonado estaba dividido en dos secciones. En una de ella había tres Distorsionadores, cuyos controles podían ser ajustados a cualquier pauta.
La segunda sección albergaba un solo aparato. Tenía como control un solo tubo saliente que podía ser extendido o contraído por medio de una pequeña palanca. En el pasado, Gosseyn había descubierto que tales Distorsionadores de control único eran similarizables a cualquier destino al cual tuvieran una matriz permanente. Confió en que éste estuviera sintonizado al verdadero cuartel general del Discípulo en la galaxia.
Empujó la palanca sin vacilar.
Gosseyn no se movió inmediatamente después que terminó la oscuridad. Se encontraba en una amplia estancia tapizada de libros. A través de una puerta entreabierta pudo ver el borde de una cama.
Dejó que su cerebro adicional captara las manifestaciones de vida en el edificio. Eran muy abundantes, pero su nivel parecía tranquilo y apacible. Hasta donde era capaz de alcanzar, no había nadie en la habitación contigua.
Miró rápidamente a su alrededor. Vio que el Distorsionador al cual había estado similarizado era uno de dos instalados en ángulo recto el uno del otro en un rincón.
Aquello parecía completar el cuadro general.
Memorizó una zona del suelo a sus pies y luego avanzó y tomó uno de los libros de una estantería. Estaba impreso en el idioma de Gorgzid.
Aquello le produjo un momentáneo asombro, pero mientras abría el libro pensó:
«Esto no significa necesariamente que estoy en Gorgzid. En el Supremo Imperio mucha gente tendrá libros impresos en el idioma del planeta capital».
En aquel instante su pensamiento quedó interrumpido. Miró fijamente el nombre que figuraba en la guarda, sacudió la cabeza y volvió a dejar el libro en la estantería.
Pero en otros cinco libros que escogió al azar figuraba el mismo nombre en la guarda.
Era el nombre de Eldred Crang.
Gosseyn se dirigió lentamente hacia la puerta del dormitorio. Estaba intrigado, pero no excesivamente preocupado. Mientras avanzaba a través del dormitorio, captó la presencia de gente más allá. Cautelosamente, empujó un poco la puerta y miró a través de la rendija. Un pasillo. Abrió un poco más la puerta, se deslizó a través de ella y volvió a cerrarla.
En caso necesario, podía retirarse a la velocidad de la similaridad. Pero aún no estaba seguro que fuera a retirarse.
Llegó al final del pasillo y se detuvo. Desde el lugar en el que se encontraba podía ver la espalda de alguien que parecía ser Patricia Hardie. Luego ella habló y la identificación fue completa.
Las palabras de Patricia carecían de importancia, lo mismo que la respuesta de Crang. Lo importante era que estaban allí, y que en la biblioteca contigua a su dormitorio había un Distorsionador conectado con el Refugio del Discípulo en Yalerta.
Era un descubrimiento desconcertante, y Gosseyn decidió no enfrentarse a la pareja hasta haber discutido el asunto con Elliott y los otros.
Pero no estaba dispuesto a marcharse aún de Gorgzid. Regresó a la biblioteca y examinó el segundo Distorsionador. Lo mismo que el que había utilizado en el Refugio, tenía un solo control.
Parecía lógico descubrir adónde le conduciría. Apretó la palanca.
Llegó a lo que parecía ser un pequeño almacén. Había montones de cajas metálicas en un rincón, y varias estanterías. Una puerta cerrada parecía ser la única entrada normal.
No había ningún Distorsionador, aparte del que le había traído allí.
Rápidamente, Gosseyn memorizó una zona del suelo y luego empujó la puerta. Se abría a una oficina con muy pocos muebles: un escritorio, dos sillas y una alfombra.
Más allá del escritorio había otra puerta.
Gosseyn se acercó al escritorio y tiró de los cajones. Estaban cerrados con mecanismos de seguridad y no podían ser abiertos por un cerebro adicional sin la utilización de energía.
La puerta de la oficina se abría a un pasillo de unos tres metros de longitud, al final del cual había otra puerta. Gosseyn la abrió sin vacilar, cruzó el umbral y se detuvo.
La amplia cámara que se extendía delante de él vibraba con leves corrientes subterráneas de sonido. A seis metros de una de las paredes sobresalía un estrecho contrafuerte. Estaba tan hábilmente integrado que parecía ser una proyección de la propia pared, una prolongación curvada en vez de la superficie plana que normalmente tendría que haber sido la pared.
La curva más próxima de la pared saliente era transparente, y resplandecía con una luz que lo inundaba todo. Unas diminutas escaleras conducían desde el suelo hasta la cima de la cripta del Dios Durmiente de Gorgzid.
El efecto que le produjo a Gosseyn fue distinto del que le había causado al verlo a través de los ojos de Ashargin. Ahora, con su cerebro adicional, captaba las vibrantes corrientes de energía que alimentaban a las máquinas invisibles. Ahora, llegaba hasta él una leve sensación de fuerza vital, una corriente nerviosa humana, muy tenue pero constante, y sin apenas variación en su intensidad.
Gosseyn trepó por los peldaños que había escalado para la Ceremonia de la Contemplación y dejó caer su mirada sobre el Dios Durmiente de Gorgzid. Su inspección del rostro y de la cripta fue distinta de la de Ashargin, más intensa, más vigilante. Vio cosas a las cuales habían permanecido ciegos los sentidos más embotados del príncipe.
El «féretro» era una estructura de numerosas secciones. El cuerpo estaba sujeto por una serie de dispositivos semejantes a brazos y manos. Gosseyn reconoció su finalidad: estaban destinados a ejercitar los músculos. Si el Dios Durmiente despertaba algún día de su largo sueño, no se encontraría rígido y débil, como Gilbert Gosseyn después de haber permanecido inconsciente durante un mes en la nave Y-381907.
La piel del durmiente tenía un aspecto saludable. Su cuerpo parecía firme y fuerte. Quienquiera que hubiese planeado su dieta disponía de muchos más recursos de los que habían estado al alcance de Leej a bordo de la Y-381907.
Gosseyn descendió y examinó la base del féretro. Tal como había esperado, las escaleras eran móviles y los tableros de la base corredizos.
Los empujó hacia un lado y ante sus ojos apareció una máquina.
Casi inmediatamente se dio cuenta que había llegado al final de una pista. En todos sus viajes, en las naves más poderosas del Supremo Imperio, nunca había visto una máquina como aquélla.
Después de contemplarla durante largo rato sacudió la cabeza, maravillado. Los circuitos estaban impresos en complicados diseños, pero pudo identificar más de una docena de finalidades.
Reconoció un circuito Distorsionador, un detector de mentiras, un relevador robot y otros mecanismos más sencillos. Pero aquel cerebro electrónico no tenía menos de ciento cuarenta y siete circuitos principales, cada uno de los cuales era una unidad en profundidad, cuyas superficies estaban entrelazadas con muchos millares de circuitos más pequeños.
Incluso las armas robóticas casi humanas que Lavoisseur había proporcionado a los venusianos sólo tenían veintinueve secciones principales.
Gosseyn estudió con acrecentada atención el cerebro artificial. Al observarlos más de cerca, vio que varios de los cables parecían estar quemados. El descubrimiento le alarmó, y en rápida sucesión vio otros varios segmentos dañados. Resultaba difícil comprender cómo podía haber sido dañada una máquina tan bien construida y protegida, pero el resultado final era inconfundible.
Se necesitaría mucha habilidad para reparar el mecanismo y despertar al Dios Durmiente.
Probablemente no sería tarea suya. Gosseyn estaba en primera línea y no en el departamento técnico. Ya era hora de regresar al acorazado.
Se similarizó a sí mismo, y llegó al Venus a tiempo para oír sonar las sirenas de alarma.
Elliott le explicó que la batalla había terminado.
—Cuando nuestros robots entraron en acción, no creo que el enemigo supiera lo que les estaba atacando. Hemos capturado a todo el personal.
Era un triunfo muy satisfactorio, por más de un motivo. El acorazado capturado era el que Enro había enviado hacía más de un mes para reemplazar a la Y-381907. Estaba destinado a enviar una nueva remesa de Pronosticadores a la flota del Supremo Imperio. Se necesitaría tiempo para que otra nave lo reemplazara. Éste era un resultado.
El segundo resultado, en opinión de Gosseyn, era el más importante pensándolo bien: el Venus había quedado libre para seguirle a Gorgzid.
Ningún no-A tenía una explicación que ofrecer acerca del misterio de Eldred Crang. Elliott dijo:
—Sólo podemos suponer que no tenía noticia de los Pronosticadores y, en consecuencia, no hizo ninguna declaración a un nivel predecible concreto. Su descubrimiento parece indicar que Crang está más enterado de los próximos acontecimientos de lo que sospechábamos.
Poco después Gosseyn recibió otra matriz y Elliott le dijo:
—Nosotros saldremos inmediatamente, y nos reuniremos con usted dentro de tres días, aproximadamente.
Gosseyn asintió. Se proponía explorar el Templo del Dios Durmiente con más detalle.
—Quiero comprobar si el motor atómico se encuentra aún en condiciones de funcionar. Tal vez pueda transportar el templo entero al espacio. —Sonrió—. Eso podría ser acogido como una señal que el Dios desaprueba la agresión de Enro.
Concluyó, más seriamente:
—Aparte de eso, esperaré con impaciencia su llegada.
Antes de abandonar la nave se entrevistó con el doctor Kair. El psiquiatra le señaló una silla, pero Gosseyn rechazó la invitación. Permaneció de pie con el ceño fruncido, y luego dijo:
—Doctor, al final de la pista que estamos siguiendo hay algo que será completamente distinto de todo lo que esperábamos. Tengo algunas imágenes nebulosas…
Hizo una pausa. Luego continuó:
—Por dos veces, mi mente ha sido similarizada al cuerpo del Príncipe Ashargin. Superficialmente, parece como si alguien estuviera prestándome su ayuda para permitirme contemplar el escenario de los acontecimientos de un modo más amplio, y casi estoy dispuesto a aceptar que el motivo es ése.
—Pero ¿por qué tendría que ser a través de los ojos de Ashargin? ¿Por qué es necesario el príncipe?
—No es la primera vez que me hago esas mismas preguntas, y he llegado a decirme a mí mismo: Si es posible situar mi mente en los cuerpos de otras personas, ¿por qué no situarla en el cuerpo de Enro? Con Enro bajo mi control, creo que podría terminar con esta guerra así…
Hizo chasquear sus dedos.
—La lógica de este razonamiento parece tan indiscutible que sólo puedo llegar a la conclusión que estamos contemplando el cuadro desde un ángulo inadecuado. Tiene que haber otra respuesta, posiblemente una respuesta más importante que la propia guerra.
Permaneció inmóvil unos instantes, con las cejas enarcadas, como sumido en profundas reflexiones, y luego extendió su mano. El doctor Kair la estrechó en silencio.
Gosseyn se alejó unos pasos y, sujetando la matriz, se similarizó al pequeño almacén del Templo del Dios Durmiente en Gorgzid.
En el momento en que surgía de la oscuridad, comprobó con un talámico sentimiento de frustración que iba a despertar en el cuerpo del Príncipe Ashargin…
Por tercera vez en otros tantos meses.