Capítulo XV

NO-EXTRACTOS: Unos cuantos de los principios operativos de la Semántica General son los siguientes: (1). Los sistemas nerviosos humanos son estructuralmente similares unos a otros, pero nunca son exactamente iguales. (2). Cualquier sistema nervioso humano es afectado por los acontecimientos…, verbales o no verbales. (3). Un acontecimiento —es decir, un suceso— afecta al cuerpo-y-mente como conjunto.

Gosseyn no trató de volver a moverse inmediatamente. Tenía los ojos llorosos a causa del repentino chorro de luz, pero su visión era mejor. Le dolía el cuerpo. Todas las articulaciones y músculos parecían protestar por su tentativa de incorporarse.

Comprendió lo que había ocurrido. Había estado ausente de la nave durante casi un mes. Y, todo ese tiempo, su cuerpo había permanecido tumbado, inconsciente.

Comparados con la atención que los cuerpos Gosseyn debían recibir de sus «incubadoras» automáticas, los cuidados que él había recibido durante el mes que acababa de transcurrir podían considerarse como primitivos, en el mejor de los casos.

Captó de nuevo la presencia de Leej. Estaba sentada en el borde de la cama, contemplándole con ojos que brillaban de emoción. Pero ella no dijo nada, de modo que Gosseyn echó una ojeada a su alrededor, moviendo con cuidado sus rígidos músculos.

Se encontraba en un dormitorio amueblado con gusto, con dos camas gemelas. En la otra cama había dormido alguien, y Gosseyn supuso que había sido ocupada por Leej. Inmediatamente pasó a la idea que era probable que les hubieran encerrado juntos.

Era una suposición que se proponía comprobar lo antes posible.

Volvió a posar la mirada en ella, y esta vez Leej habló.

—¿Cómo te sientes? Las imágenes que tengo no son claras sobre ese extremo.

Haciendo un esfuerzo, Gosseyn le dirigió una sonrisa tranquilizadora. Empezaba a darse cuenta de lo desastroso que tenía que haber sido aquel mes para una mujer de su posición. A pesar de lo que el Discípulo había intentado hacerle, no estaba realmente acostumbrada al peligro ni a los contratiempos.

—Creo que estoy bien —dijo lentamente. Y la mandíbula le dolió con el esfuerzo realizado para hablar.

El delicado rostro de Leej se mostró preocupado.

—Un momento —dijo—. Voy a buscar un ungüento.

Desapareció en el cuarto de baño, y volvió a salir casi inmediatamente con un pequeño tubo de plástico. Antes que él pudiera darse cuenta de su intención, tiró de la ropa de la cama. Y Gosseyn vio entonces que estaba completamente desnudo. Leej apretó el tubo, depositando un poco de pomada en la palma de su mano, y empezó a frotar vigorosamente el cuerpo de Gosseyn.

—Lo he estado haciendo todo el mes —sonrió Leej—. Imagínate.

Por raro que pudiera parecer, Gosseyn supo lo que ella quería decir. Imaginar a Leej, una Pronosticadora libre, que tenía sirvientes para todos los menesteres, realizando semejante trabajo manual… El hecho que Leej se asombrara de sí misma hizo la intimidad del acto sutilmente correcta y normal. Él no era Enro, necesitado del suave tacto de unas manos de mujer para sentirse feliz, pero se quedó quieto mientras Leej frotaba sus piernas, brazos y espalda. Finalmente, ella se apartó y contempló sus vacilantes tentativas para incorporarse.

Para Gosseyn, su desvalimiento era una circunstancia alarmante. No realmente inesperada, pero sí una realidad que debería tener en cuenta en el futuro. Mientras ejercitaba sus músculos, Leej sacó sus ropas de un armario.

—Lo hice limpiar todo en la lavandería de la nave —dijo—, y te he bañado hace un par de horas, de modo que sólo tienes que vestirte.

El hecho que Leej hubiera logrado utilizar los servicios del departamento de lavandería interesó a Gosseyn, aunque no lo comentó en aquel nivel mundano.

—¿Sabías que iba a despertar?

—Naturalmente.

Leej debió notar la expresión interrogante de su rostro, ya que se apresuró a añadir:

—No te preocupes, todo volverá a ser borroso, ahora que estás despierto.

—¿Cuándo? —inquirió Gosseyn, súbitamente tenso ante la idea de la acción.

—Dentro de quince minutos.

Gosseyn empezó a vestirse con más rapidez.

Pasó cinco de los quince minutos caminando lentamente de un lado a otro de la habitación. Luego descansó un minuto, y durante otros dos minutos anduvo más aprisa, moviendo rítmicamente los brazos. Finalmente se detuvo y miró a Leej, que estaba sentada en una butaca.

—Antes me has dicho que estábamos perdidos en el espacio. Aclárame eso —dijo.

El rostro de Leej se ensombreció.

—Es cierto —dijo—. Alguien instaló un relevador que destruyó la Matriz del Distorsionador para la base más próxima. Eso ocurrió en el momento en que quedaste inconsciente, después que la Matriz había sido utilizada una vez.

Las palabras técnicas sonaban de un modo extraño en sus labios, pero al cabo de unos instantes sólo quedó de ellas el significado. En aquel primer momento de su despertar, cuando su perspicacia era subnormal, sólo había captado parcialmente las implicaciones de lo que ella había dicho. No es que no lo hubiera comprendido. Lo había entendido perfectamente. Pero su mente había saltado a la idea comparativamente insignificante que esto explicaba por qué la nave no había contestado a las insistentes llamadas video fónicas.

Ahora, un escalofrío recorrió su cuerpo.

Perdidos, había dicho Leej. A cuatrocientos años-luz de la base más próxima. Si el sistema de transporte por Distorsionador de la nave había sido puesto realmente fuera de servicio, dependerían de la energía atómica, con todas las limitaciones de velocidad de los viajes espacio-tiempo corrientes.

Entreabrió los labios para hablar. Leej no sabía virtualmente nada de ciencia. Las palabras que había utilizado debió captarlas durante el último mes, y probablemente significaban muy poco para ella.

Sería mejor descubrir lo antes posible a través de una fuente más autorizada la extensión de la catástrofe.

Se volvió y miró hacia la puerta, enojado ante la idea de encontrarse prisionero. Aquella gente no sospechaba lo que podía hacer con su cerebro adicional. Y, en consecuencia, las puertas cerradas eran barreras infantiles, irritantes cuando había tantas cosas que hacer. Decidió interrogar a Leej.

Ella se apresuró a decir:

—No está cerrada. No somos prisioneros.

Sus palabras se habían anticipado a su pregunta. El encontrarse de nuevo donde tales cosas eran posibles le hizo sentirse mucho mejor. Se dirigió a la puerta y la abrió sin esfuerzo. Vaciló, y luego cruzó el umbral y salió al pasillo. Estaba silencioso y desierto.

Tomó una fotografía del suelo al otro lado de la puerta y, debido a su concentración, transcurrió un segundo antes que se diera cuenta que debió haber utilizado su cerebro adicional en el preciso instante previsto por Leej.

Entró de nuevo en la habitación y miró a la joven.

—¿Era eso? —inquirió—. ¿Era ése el momento?

Ella se había puesto en pie para observarle. Ahora, con un suspiro, volvió a hundirse en su butaca.

—¿Qué has hecho?

Gosseyn no tenía ningún inconveniente en decírselo…, salvo por una cosa.

—Si llegaran a capturarte —explicó—, un detector de mentiras podría arrancarte una información que sería peligrosa para todos nosotros.

La miró, sonriendo. Por la expresión del rostro de Leej supo que ella sabía lo que iba a decir. Pero lo dijo, de todos modos:

—¿Cómo lo hiciste?

—Me apoderé de tu desintegrador.

—¿Tuviste una visión del mes que iba a seguir?

Leej sacudió la cabeza.

—¡Oh, no! Todo seguía siendo tan borroso como antes. Pero fui yo quien te descubrió caído en el suelo. —Se puso en pie—. Todo fue muy fácil, puedes creerlo.

Gosseyn asintió. Comprendía lo que ella quería decir. El capitán Free y Oreldon permanecieron con la mente en blanco durante unos segundos, sin darse cuenta de lo que estaba ocurriendo.

—No ofrecieron ninguna resistencia —dijo Leej—. Y les obligué a que te trajeran a nuestra habitación. Pero, un momento. He preparado un poco de sopa para ti.

«Nuestra habitación», —pensó Gosseyn—. «Era un tema que se proponía abordar con el mayor tacto posible. Pero tenía que abordarlo». Contempló a Leej mientras salía del dormitorio caminando rápidamente.

No tardó en regresar con una bandeja sobre la cual humeaba un plato de sopa. Se mostraba tan amistosa, tan servicial, se tomaba tan en serio sus relaciones, que Gosseyn cambió de idea y decidió posponer lo que pensaba decirle.

Se comió la sopa y se sintió mucho mejor. Pero cuando le devolvió la bandeja a Leej, sus pensamientos giraban de nuevo en torno a su apurada situación.

—Será mejor que vaya a ver al capitán Free —dijo.

Mientras caminaba a lo largo del vacío pasillo, Venus y todos los importantes acontecimientos de la galaxia parecían muy lejanos.

El capitán Free abrió la puerta de su camarote, y la primera impresión de Gosseyn fue que éste estaba enfermo. Estaba muy pálido, y en sus ojos castaños había un brillo febril. Se quedó mirando a Gosseyn como si estuviera viendo un fantasma. El color afluyó bruscamente a sus mejillas.

—Gosseyn —dijo, y su voz fue un graznido—, ¿qué le ha pasado? Estamos perdidos.

Gosseyn le miró fijamente, preguntándose si esta manifestación de miedo explicaba la ineficacia que le había permitido capturar la nave. Finalmente dijo, en voz baja:

—Tenemos trabajo. Vamos.

Caminaron uno al lado del otro a lo largo de los silenciosos pasillos de la nave hasta la sala de control. Al cabo de una hora Gosseyn había localizado la anomalía. Unos circuitos adicionales habían sido instalados en las Matrices que había en las tres ranuras de similarización del tablero de control. Estaban tan interconectados que si cualquiera de ellos era utilizado para interrumpir una pauta, quedarían desorganizadas las pautas en los tres.

La interrupción se había producido durante la similarización que había provocado también la inconsciencia de Gosseyn un mes antes. Las matrices desajustadas habían sido sintonizadas a las pautas de las tres bases más próximas. Dado que ya no funcionaban, resultaba imposible alcanzar la base mediante la similarización.

Gosseyn vio que el capitán Free creía cada una de las palabras de su explicación del funcionamiento del sistema, y eso fue suficiente para él, que también lo creía, aunque de un modo más calificado.

«Alguien», —se dijo a sí mismo—, «ha instalado esos circuitos. ¿Quién?».

El problema era más sutil de lo que podía parecer a primera vista. Era razonable suponer que la responsabilidad recaía sobre el Discípulo. Y, sin embargo, la Sombra le había dicho a Janasen, cuando los dos estaban en Venus, que no tenía condiciones para la mecánica.

La afirmación no era necesariamente cierta. No obstante, la gente que utilizaba los productos de la era de las máquinas no sabía automáticamente cómo instalar relevadores para sabotear el funcionamiento de máquinas complicadas.

Gosseyn se dirigió a la mesa del capitán y se sentó. Estaba más cansado de lo que se atrevía a confesarse a sí mismo. Pero no podía relajar su esfuerzo. En el lejano espacio había sido dada una orden fatal. ¡Destruir Venus! O, mejor dicho, destruir las poblaciones del Sistema Solar.

Una orden semejante no podía cumplirse en un abrir y cerrar de ojos, desde luego. Pero el tiempo transcurría inexorablemente.

Después de dos minutos de descanso, se puso en pie. Sólo había un método rápido y lógico de resolver el problema inmediato. A Gosseyn le pareció que estaba preparado para llevarlo a la práctica.

Memorizó cierto número de puntos clave a bordo de la nave, así como varias fuentes de energía. Y luego pulsó el botón que abría una de las puertas corredizas de la parte inferior de la nave. Hizo una seña al capitán Free para que le precediera.

En silencio, descendieron por la escalera.

Llegaron a un mundo distinto. Aquí había risas de hombres, gritos y sonidos de muchos movimientos. Para Gosseyn, aquello significaba una confusión en la percepción de corrientes nerviosas.

Las puertas de los dormitorios estaban abiertas, y había hombres a lo largo de los pasillos. Al paso del capitán Free, adoptaban la posición de firmes. Gosseyn dijo:

—¿Conocen estos hombres la verdad?

El capitán sacudió la cabeza.

—Creen que están efectuando un viaje entre dos planetas. He estado en contacto diario con los oficiales de servicio, y todo marcha bien.

—¿No les ha preocupado que las puertas de comunicación permanecieran cerradas durante un mes? —inquirió Gosseyn en tono incisivo.

—Sólo suben arriba cuando se les ordena hacerlo, y eso suele significar trabajo. De modo que no creo que les haya preocupado.

Gosseyn no hizo ningún comentario. Su teoría era la que alguien había subido sin que se le ordenara, y había trabajado duramente. Posiblemente hubiera podido localizar al culpable interrogando a cuatrocientos ochenta individuos con un detector de mentiras. Pero mientras lo hiciera, laboriosamente, la flota de Enro llegaría al Sistema Solar, una lluvia de isótopos radioactivos caería sobre Venus y la Tierra, y tres mil millones de personas morirían de un modo horrible sin haber recibido ninguna advertencia previa.

La previsión no aprovecharía a los Pronosticadores, pero no por ello era menos terriblemente realista. Gosseyn se estremeció y volvió rápidamente su atención al trabajo que estaba realizando. A sugerencia suya, el capitán Free ordenó un retorno general a los dormitorios.

—¿Tengo que cerrar las puertas? —inquirió.

Gosseyn sacudió la cabeza.

—Este lugar tiene varias salidas —insistió el capitán—. Supongo que ha bajado usted aquí con un propósito determinado. ¿Tengo que poner centinelas en las puertas?

—No —dijo Gosseyn.

El capitán le miró con aire intranquilo.

—Estoy preocupado —dijo—. Arriba no hay nadie libre a excepción de la mujer Pronosticadora. Sería muy desagradable que alguien subiera y cerrara las puertas de comunicación entre las dos secciones.

Gosseyn sonrió torvamente. El otro no estaba ni siquiera cerca de su apreciación de la situación. Aquél no era el peligro.

—Ya he pensado en eso —dijo.

Entraron en cada uno de los dormitorios sucesivamente. Mientras los oficiales de servicio y el capitán Free ordenaban formar, Gosseyn hablaba a los individuos. Su interrogatorio respondía a una pauta: «¿Cómo te llamas? ¿Te encuentras bien? ¿Estás preocupado por algo?». Con cada pregunta observaba no sólo las respuestas faciales del hombre sino también la corriente nerviosa que surgía de él como un aura.

Avanzó rápidamente en su tarea, de un modo especial cuando los miembros de la tripulación empezaron a contestar. «Estoy perfectamente, doctor». «Sí, doctor». Gosseyn no desalentó la suposición que él era un psiquiatra.

Estaba en el tercer dormitorio cuando se cerró un relevador en su cerebro adicional. Alguien estaba subiendo por la escalera que conducía a la parte superior de la nave. Se volvió a hablarle a Free, pero el capitán no estaba a la vista. Un oficial le informó:

—El capitán ha ido al lavabo. No tardará en regresar.

Gosseyn esperó. Calculó que el agente del Discípulo tardaría un minuto y medio en llegar a la sala de control desde la cual los Pronosticadores habían sido enviados a sus puntos de destino. Dado que todos los Distorsionadores subsidiarios funcionaban a través de la Matriz principal, el primer objetivo debía ser la sala de control.

Le hubiera gustado hablar con Leej, pero traerla aquí abajo por similarización resultaría demasiado sorprendente. Y, además, no tenía tiempo. Diciendo que regresaría enseguida, salió al pasillo, se agachó, y en aquella postura se similarizó detrás de la mesa del capitán en la sala de control.

Cautelosamente, atisbó por encima del borde de la mesa, pero sin hacer ningún esfuerzo para moverse; se limitó a permanecer allí arrodillado y vigilante. El hombre estaba sacando el tablero del Distorsionador directamente encima de las ranuras de similarización. Trabajaba rápidamente, y de cuando en cuando miraba por encima de su hombro hacia una u otra de las dos entradas. Y, sin embargo, Gosseyn no tuvo la impresión que actuara con frenética prisa. No le sorprendió; los traidores como él poseían siempre alguna cualidad notable —sangre fría o audacia— que les situaba por encima de sus compañeros. Un hombre así tendría que ser manejado con mucha cautela.

Mientras le observaba, el otro levantó uno de los tableros metálicos. Rápidamente, sacó la Matriz de la ranura, la dejó en el suelo y se incorporó inmediatamente con una forma curvada y brillante entre las manos. Debido a su brillo, era tan distinta de la otra que Gosseyn tardó unos segundos en reconocerla. Una Matriz de Distorsionador, no apagada, sino activada.

Salió de su escondite y avanzó hacia el tablero de control. Estaba a tres metros del mismo cuando el hombre debió oírle. Se envaró y luego giró lentamente sobre sí mismo.

—Perdone, señor —dijo—, pero me han enviado aquí para arreglar esta… —Se interrumpió. El alivio inundó su rostro. Añadió—: Creí que era usted uno de los oficiales.

Parecía a punto de volverse hacia el tablero cuando la expresión de Gosseyn debió alarmarle. O tal vez no quería correr ningún riesgo. Su mano se movió convulsivamente y en ella apareció un desintegrador.

Gosseyn le similarizó a diez metros del tablero de control. Oyó el zumbido del desintegrador, y luego un grito de asombro detrás de él. Se volvió rápidamente y vio que el otro estaba muy rígido, medio vuelto de espaldas. En la tensa mano del hombre captó el brillo de la culata del desintegrador. Rápidamente la fotografió, y mientras el otro se movía a sacudidas similarizó el arma a su propia mano. Ahora estaba decidido a todo.

Obtuvo el terror maníaco que deseaba, pero también algo más. Gruñendo como un animal, el hombre intentó alcanzar los interruptores del Distorsionador. Gosseyn le similarizó tres veces al punto de partida. La tercera vez, bruscamente, el otro renunció a su demencial esfuerzo. Sacó un cuchillo de un bolsillo interior, y antes que Gosseyn pudiera darse cuenta de su intención hundió la hoja en su propia tetilla izquierda.

Resonaron los pasos de alguien que corría. El capitán Free, seguido un instante más tarde por Leej, irrumpió en la sala de control.

—¿Qué ha pasado? —inquirió el capitán Free sin aliento.

Se detuvo en seco, mientras el traidor les dirigía una mueca, se estremecía…, y caía muerto.

El capitán le identificó como un ayudante del ingeniero de comunicaciones. Comprobó que la Matriz que el individuo había localizado en la ranura de similarización era para la base que se encontraba a cuatrocientos años luz de distancia.

Había llegado el momento de las explicaciones. Gosseyn ofreció los puntos principales del raciocinio que le había conducido a tender su trampa.

—Si era un agente del Discípulo, tenía que encontrarse aún a bordo. ¿Por qué? Bueno, porque no faltaba nadie. ¿Cómo sabía eso? Usted, capitán Free, se mantenía en contacto con los oficiales de servicio en los dormitorios, y ellos le hubiesen informado en el caso que hubiera faltado un hombre.

»De modo que estaba a bordo. Y durante todo un mes esperó en la parte inferior de la nave, aislado de la sala de control. Puede imaginar su estado de ánimo, ya que con toda seguridad no había planeado esperar tanto tiempo antes de escapar. ¿Por qué tenía un medio de escape? Lo creo porque un hombre siempre incluye un medio de escape al elaborar sus planes, y sólo acepta la idea de la muerte si se siente atrapado.

»Con todas esas presiones actuando sobre él, no perdió tiempo cuando se abrieron las puertas y subió inmediatamente.

»Desde luego, la nueva Matriz tendría también un circuito desintegrador que funcionaría en el momento en que la utilizara para escapar. Pero hay algo que me intriga. El capitán Free me dice que tenemos que detenernos en una base situada a dieciocho mil años luz de aquí, y recoger las Matrices que nos llevarán a Venus en i36000 theta 272° Z1400, y que cuando lleguemos allí debemos tener nuestros documentos en orden.

»Lo que me intriga es esto: ¿cómo esperaba un mecánico presentarse en una base sin disponer de alguna clase de documentos? Los miembros de las tripulaciones de las naves de guerra tienen que explicar por qué no se encuentran a bordo de sus unidades. Puede objetarse que el Discípulo le protegería, pero eso no es realmente lógico. No creo que al Discípulo le importase que Enro supiera que él era el responsable de privar durante todo un mes de Pronosticadores a las flotas de combate.

Alzó la mirada.

—En cuanto haya arreglado ese circuito, capitán, venga a verme. Estaré en mi habitación.