Capítulo XIV

NO-EXTRACTOS: En beneficio de la cordura, utiliza CITAS: Por ejemplo, mente «consciente» o «inconsciente» son términos descriptivos útiles, pero queda aún por demostrar que los términos en sí mismos reflejen exactamente el correcto «proceso» de los acontecimientos. Son mapas de un territorio acerca del cual posiblemente nunca podremos tener información exacta. Dado que el adiestramiento no-A es para los individuos, lo importante es tener conciencia del significado «multiordinal» —es decir, plurivalente— de las palabras que se oyen o se pronuncian.

A última hora de la tarde Gosseyn regresó al apartamento de Nirene. La joven estaba sentada a la mesa escribiendo una carta. Cuando él entró soltó la pluma, se puso en pie, y se dirigió hacia un gran sillón. Desde sus profundidades le miró fijamente con sus ojos grises.

—De modo que nos quedan unos dos meses de vida —dijo finalmente.

Gosseyn-Ashargin fingió asombro.

—¿Tanto tiempo? —dijo.

No hizo ningún comentario más. Lo que ella había oído acerca del incidente en el almuerzo o dónde lo había oído no tenía importancia. Lo sentía por ella, pero el destino de Nirene no estaba aún realmente en sus manos. Cuando un gobernante podía ordenar a una mujer que se convirtiera en la amante o la esposa de un desconocido porque se había parado medio minuto a hablar con él, el hecho desafiaba las expectativas normales. Ella había cometido el error de haber nacido miembro de la antigua nobleza, y vivía al borde del abismo de las sospechas de Enro.

Una vez más fue Nirene la que rompió el silencio.

—¿Qué vas a hacer ahora?

Gosseyn se había estado haciendo la misma pregunta, consciente de la complicación que significaba el hecho que en cualquier momento podría regresar a su propio cuerpo.

Pero supongamos que no se producía aquel regreso de un modo inmediato. Supongamos que permanecía aquí durante varios días más. ¿Qué, entonces? ¿Había algo que pudiera hacer y que resultara valioso ahora o más tarde para Ashargin o para Gosseyn?

Existía Venus. ¿Habían ya venusianos en el espacio? ¿Sabían siquiera lo que estaba pasando?

Y realmente tenía que echarle una ojeada al Dios Durmiente. Lo cual requería la obtención del permiso de Secoh.

Su mente hizo una pausa al llegar al punto número tres de su lista. Adiestrar a Ashargin. Miró a Nirene.

—He estado sometiendo al príncipe a una dura prueba —dijo—, y creo que será mejor que le conceda una hora de descanso.

—Yo te llamaré cuando haya transcurrido el tiempo —dijo Nirene, y su voz era tan amable que Gosseyn la miró, desconcertado.

En el dormitorio, Gosseyn preparó una grabadora de pared para que repitiera una pauta de relajamiento de tres minutos de duración. Luego se tumbó. Durante la hora siguiente no llegó a dormirse del todo. Siempre resonaba aquella voz en segundo plano, la monótona voz de Ashargin repitiendo las breves frases una y otra vez.

Tendido allí, permitió que su mente vagara en torno a los recuerdos más desagradables de los años de prisión de Ashargin. Cada vez que llegaba a un incidente que había causado una profunda impresión, hablaba silenciosamente al Ashargin más joven. Lo hacía de un modo tan real como si, en cada caso, el Ashargin de quince, dieciséis o veinte años fuera un ente vivo dentro de él. El Ashargin de más edad le hablaba al más joven en un momento en que este último estaba viviendo una experiencia traumática.

Desde su mayor altura de comprensión, le aseguraba al individuo más joven que el incidente afectivo debía ser considerado desde un punto de vista distinto al de un joven asustado. Le aseguraba que el miedo al dolor y el miedo a la muerte eran emociones que podían ser dominadas, y que a fin de cuentas el incidente que en otro tiempo le había afectado tan profundamente había dejado de tener cualquier significado para él. Más aún, en el futuro tendría una mejor comprensión de tales momentos, y nunca volvería a verse afectado de un modo aciago.

Era un medio más de adiestramiento no-A, como lo habían sido todos los demás. Pero era un sistema de auto-terapia científicamente correcto y que aportaría beneficios concretos.

«Relájate», susurraba la voz. Y debido a lo que estaba haciendo, cada palabra significaba: «Relaja las tensiones de toda una vida. Deja que todos los temores, las dudas y las inseguridades del pasado sean eliminadas del sistema nervioso».

El efecto no dependía de la creencia en que ocurriría algo, aunque la convicción lo hacía más intenso. Pero exigiría tiempo. Habían muchos recuerdos reprimidos que tendrían que ser aflorados hábilmente a la superficie, antes de poder aplicarles la terapia.

El Príncipe Ashargin no quedaría relajado de la noche a la mañana.

Sin embargo, cuando Nirene llamó suavemente a la puerta, no sólo había disfrutado del equivalente a una hora de sueño, sino también de una reorientación psicoanalítica que dadas las circunstancias no podría haber adquirido de ninguna otra manera.

Se levantó con nuevas fuerzas, sintiéndose preparado para la tarde y la noche.

Pasaron los días, y el problema era cómo adquirir noticias acerca de Venus.

Gosseyn tenía varias posibilidades. Todas ellas requerían una sugerencia sobre lo que deseaba saber. Enro podía captar el significado de aquella sugerencia con tanta rapidez como la persona a la cual fuera dirigida.

Era un riesgo que no podía correr hasta que hubiera agotado todos los otros medios.

Al cabo de cuatro días, Gosseyn era un hombre profundamente preocupado. Se veía a sí mismo aislado aquí en el cuerpo del heredero Ashargin, a pesar de su supuesta libertad de acción, sin poder hacer las únicas cosas que importaban.

Sólo los no-A venusianos podían frenar a Enro y a los Pronosticadores. Ésa era su creencia, basada en sus observaciones y su conocimiento de las cosas tal como eran. Pero, por lo que él sabía, los venusianos estaban desconectados y no podían actuar. Y podían ser destruidos fácilmente por un dictador que había ordenado ya el aniquilamiento de centenares de planetas.

Cada día esperaba ser devuelto a su propio cuerpo. Intentaba contribuir a ello. Utilizaba ascensores Distorsionadores para trasladarse de un edificio a otro siempre que le era posible. Cuatro veces en cuatro días realizó viajes de ida y vuelta a lejanos planetas. Pero su mente continuaba en el cuerpo del Príncipe Ashargin.

Esperaba una llamada informándole que había sido localizada la Y-381907. La llamada no llegaba.

¿Qué podía estar ocurriendo?

El cuarto día acudió personalmente al Departamento de Comunicaciones Interplanetarias. Ocupaba un edificio de noventa pisos de altura y diez manzanas de extensión. La sección de información tenía un centenar de roboperadores reexpidiendo llamadas a los centros adecuados. Gosseyn se identificó a uno de ellos.

—Oh, sí —dijo el roboperador—. Príncipe Ashargin. Hemos recibido instrucciones acerca de usted.

—¿Qué clase de instrucciones? —preguntó Gosseyn.

La respuesta tenía la franqueza de Enro detrás de ella. El roboperador dijo:

—Puede usted llamar a cualquier parte, pero hay que enviar copia de todas las conversaciones al Centro de Información.

Gosseyn asintió. No podía esperar otra cosa. Se dirigió al sector que deseaba y se sentó ante el videófono. Dijo:

—Quiero hablar con el capitán Free, o con alguien a bordo de la Y-381907.

Podía haber efectuado la llamada desde el apartamento de Nirene, pero aquí podía ver el Distorsionador que transportaba el mensaje. Podía presenciar la tentativa para establecer el contacto, mientras el roboperador marcaba la pauta que, de acuerdo con la placa transparente de treinta centímetros de espesor que contenía la lista de las naves, correspondía a la Y-381907.

Podía ver todo esto con sus propios ojos. Si le era posible evitar interferencias en la tentativa de establecer contacto con la nave, éste era uno de los métodos.

Otro era llamar desde un planeta visitado al azar. Lo había hecho dos veces, sin resultado.

Ahora, transcurrió un minuto. Luego dos minutos. Ninguna respuesta. Al cabo de casi cuatro minutos, el roboperador dijo:

—Un momento, por favor.

Pasados diez minutos, la voz del roboperador resonó de nuevo.

—La situación es la siguiente: cuando la Similaridad fue elevada al conocido límite mecánico de veintitrés decimales, se obtuvo una débil respuesta. Sin embargo, esto era un proceso automático. Es evidente que la pauta está aún parcialmente similarizada al otro extremo pero el deterioro es continuo. Es obvio que los que están a bordo de la nave no hacen absolutamente nada para conservar la pauta.

—Gracias —dijo Gosseyn-Ashargin.

Resultaba difícil imaginar que su cuerpo se encontraba en algún lugar desconocido en tanto que su ego razonador estaba aquí, unido al sistema nervioso del heredero Ashargin.

¿Qué podía estar ocurriendo?

El sexto día, Enro apareció en el videófono público con un mensaje. Exudaba júbilo por todos los poros de su piel, y su voz resonó triunfal al anunciar:

—Acabo de ser informado por el Gran Almirante Paleol, comandante de nuestras fuerzas en la zona del Sexto Decant, que la ciudad-capital de Tuul fue destruida hace unas horas por nuestra invencible flota. Ésta es una más de la interminable serie de victorias conseguidas por nuestros hombres y nuestras armas contra un enemigo que resiste obstinadamente.

»Ánimo, almirante. Los corazones de la gente y la confianza de tu gobierno están contigo.

¿Tuul? Gosseyn recordó el nombre con la memoria de Ashargin. Tuul era la fortaleza del Estado más poderoso del grupo de la Liga. Era un planeta más entre millares, pero el hecho de que estuviera etiquetado como «capital» resultaría simbólico para las mentes sin integrar que consideraban que un mapa, en un sentido semántico, era el territorio, y la palabra el acontecimiento en sí.

Incluso para Gilbert Gosseyn, la destrucción de Tuul fue un punto de inflexión. No se atrevió a esperar más.

Después de cenar invitó a Nirene a que le acompañara a visitar a Crang y a Patricia.

—Espero —dijo, recalcando mucho las palabras— que la Gorgzin y tú encontrarán muchos temas de conversación.

Nirene le miró con momentánea sorpresa, pero Gosseyn no le aclaró el sentido de sus palabras: su idea para neutralizar parcialmente el don de clarividencia de Enro no podía ser expresada abiertamente.

Nirene respondió perfectamente. Gosseyn no tenía la menor idea de lo que ella sospechaba que iba a ocurrir. Pero desde el primer momento habló sin interrupción.

Al principio, las respuestas de Patricia eran vacilantes. Parecía visiblemente aturdida por la voz que disparaba contra ella con la rapidez de una ametralladora. Y luego, súbitamente, debió comprender. Fue a sentarse en el brazo del sillón de Crang, y empezó a hablar con la misma volubilidad.

Nirene, a tres metros de distancia, vaciló, y luego fue a sentarse en el regazo de Ashargin. La conversación que siguió fue la más activa que Gosseyn había oído nunca entre dos mujeres. Apenas hubo un momento durante el resto de aquella velada en el que sus propias palabras cautelosas no fueran pronunciadas contra un fondo de cháchara femenina.

Gosseyn empezó declarando uno de sus objetivos menores.

—¿Sabes algo sobre adiestramientos de cerebros adicionales? —preguntó.

Era la primera vez que le mencionaba la palabra a Crang.

Los ojos salpicados de amarillo del delgado hombre le estudiaron pensativamente. Luego sonrió.

—Un poco. ¿Qué es lo que quieres saber?

—Es un problema de tiempo, creo —dijo Gosseyn—. La primera fotografía es demasiado lenta. Más lenta que una placa fotográfica química, y los tubos electrónicos más complejos son verdaderos relámpagos comparados con él.

Crang asintió y dijo:

—Es sabido que las máquinas especializadas pueden realizar cualquier función particular mucho más aprisa y frecuentemente mejor que un determinado apéndice u órgano humano. Éste es el precio de nuestra adaptabilidad virtualmente ilimitada.

Gosseyn se apresuró a decir:

—¿Crees que el problema no tiene solución?

El otro sacudió la cabeza.

—Es una cuestión de grado. Es posible que el adiestramiento original siguiera una pauta equivocada, y que un enfoque distinto pueda producir mejores resultados.

Gosseyn comprendió lo que Crang quería decir. Un pianista que aprenda un sistema de dedeo equivocado puede no convertirse en un virtuoso hasta que se enseñe laboriosamente a sí mismo el método correcto. El cerebro y el cuerpo humano como conjunto pueden ser educados para alcanzar resultados de modos muy distintos. Algunos de esos resultados son desalentadores, y otros son tan notables que el individuo corriente que ha sido condicionado adecuadamente llega a ser considerado como un genio.

La cuestión era: ¿cómo podía ser utilizada su comprensión de aquella verdad general para reeducar a su cerebro adicional cuando regresara a su propio cuerpo?

—Yo diría que es preciso implantar ideas correctas.

Hablaron de aquel tema extensamente. De momento, Gosseyn no estaba preocupado por lo que Enro pudiese oír. Aún en el caso que el dictador fuera capaz de aislar la casi continua vibración de sonido procedente de Nirene y Patricia, esta parte de la conversación no tendría ningún significado para él.

No perdió nada de su cautela, pero estaba preocupado con el deseo de descubrir cuál sería la naturaleza de una idea semejante. Crang hizo varias sugerencias, pero a Gosseyn le pareció que el detective no-Aristotélico se esforzaba aún en calcular la extensión del conocimiento de Ashargin.

Aquello, finalmente le decidió. Desvió la conversación al problema de la posesión de una mente por otra. Señaló que ello podía ser realizado por un cerebro adicional, y que el proceso de similarización involucrado podía ser un contacto a alto nivel entre un cerebro adicional plenamente desarrollado y el vestigio de uno de aquellos cerebros presentes en todos los seres humanos. Así, el mayor se acercaría al menor.

Crang enarcó las cejas, pensativo.

—Lo que me intriga —dijo finalmente— es lo que podría hacer el cerebro adicional mientras estuviera en posesión del rudimentario. ¿Dominaría a ambos cuerpos al mismo tiempo, o permanecería el mayor en un estado de relajamiento?

—De relajamiento, sin duda alguna —dijo Gosseyn.

Era un extremo que había estado deseando poner de manifiesto, y quedó complacido. A pesar de las dificultades, había logrado informar a Crang que el cuerpo de Gosseyn estaba inconsciente.

Dado que Crang sabía ya que Gosseyn se hallaba a bordo de la Y-381907, su cuadro de la situación debía estar aclarándose considerablemente.

—Hubo un momento —continuó Gosseyn— en que di por sentado que una situación semejante sólo podía ser mantenida por alguna tercera parte que forzara el intercambio. Resulta difícil de creer —vaciló—, que el Dios Durmiente dejara su mente en un cuerpo tan circunscrito como el de Ashargin si tenía la posibilidad de evitarlo.

Confió en que Crang captaría el detalle, es decir, que Gilbert Gosseyn no controlaba realmente su propio destino.

—Y, desde luego —continuó—, Ashargin no es más que una marioneta que ha hecho ya casi todo lo que podía hacer.

—Yo no diría eso —dijo Crang, deliberadamente.

De modo que bruscamente habían llegado al objetivo principal de su cauteloso intercambio.

«Al menos, era su objetivo principal», —reflexionó Gosseyn mientras observaba al otro—. «La actitud de Crang le intrigaba. El hombre parecía no hacer absolutamente nada. Había corrido el riesgo —el terrible riesgo, teniendo en cuenta lo que había hecho en Venus— de presentarse en el cuartel general de Enro. Y ahora estaba aquí sentado día tras día, sin hacer nada».

Su plan, si tenía alguno, tendría que ser muy importante para justificar su inactividad mientras la batalla del Sexto Decant avanzaba implacablemente hacia una decisión final.

Crang continuó vivamente:

—Tal como yo lo veo, Príncipe, esas discusiones místicas no conducen a nada práctico. Llega un momento en el que los hombres actúan. Ahora, Enro es un notable ejemplo de hombre de acción. Un genio militar de primera categoría. Pasarán siglos antes que la galaxia conozca a un hombre que pueda compararse con él.

Era un extraño elogio, saliendo de labios de Eldred Crang. Y, dado que falseaba los hechos —cualquier venusiano no-A adiestrado en tácticas militares podía igualar el «genio» de Enro—, era evidente que tenía una finalidad oculta.

Mientras instalaba a Nirene más cómodamente en su regazo, se dio cuenta de la oportunidad que le brindaba lo que Crang acababa de decir. Se apresuró a aprovecharla.

—Me parece que hombres como tú mismo dejarán su huella en la historia militar de la galaxia —dijo—. Sería interesante seguir el desarrollo de los acontecimientos, y saber algo acerca de ellos.

Crang se echó a reír.

—El tiempo lo dirá —declaró, y cambió de tema. Continuó—: Es una lástima que Enro no haya sido reconocido aún como el mayor genio militar que nunca existió.

Gosseyn asintió con aire sombrío. Reconoció que algo se estaba cociendo. Pero su propia pregunta había sido eludida. Estaba convencido que Crang había comprendido lo que él había tratado de decir.

«Y no me ha contestado», —pensó ceñudamente—. «Bueno, si realmente tiene un plan, que procure que sea bueno».

—Estoy seguro —dijo Crang— que después de su muerte incluso los pueblos del grupo de la Liga reconocerán y aclamarán la consumada maestría del ataque que está siendo desencadenado contra las potencias centrales.

Y ahora Gosseyn vio el plan. «Mayor genio militar…, que nunca existió». «Después de su muerte…».

Crang estaba proponiendo una tentativa para matar a Enro.

Gosseyn se sintió confundido. Hubo un momento en el que la idea de utilizar a Ashargin para matar a Enro le había parecido lo único provechoso que podía extraerse de un individuo tan insignificante. Pero la situación había cambiado. El heredero Ashargin había sido utilizado ya para influenciar a miles de millones de personas. Se sabía que estaba vivo. En el momento apropiado, su influencia podía ser decisiva.

Sacrificarle ahora en una tentativa de asesinar al dictador era algo comparable a prescindir de una reina en una partida de ajedrez. Incluso en aquel momento anterior había pensado en ello como en un sacrificio. Ahora, con lo que sabía de Enro, estaba convencido que Ashargin daría su vida inútilmente.

Además, la muerte de Enro no detendría a la flota. Paleol estaba allí, implacable y decidido. Paleol, y sus millares de oficiales que se habían puesto al margen de las leyes de la Liga, asumirían el control del Gobierno contra cualquier grupo que intentara apoderarse del Supremo Imperio.

Desde luego, si Ashargin moría al tratar de asesinar a Enro, presumiblemente Gilbert Gosseyn recobraría el control de su propio cuerpo. Para él, que seguía estando convencido de ser capaz de retornar normalmente, aquello era algo a considerar dentro de una semana. Y —por si acaso— el plan podía ponerse en marcha ahora. Se requerían algunos preparativos.

A regañadientes, con muchas reservas, Gosseyn expresó su asentimiento.

Aquello terminó la velada. Gosseyn había esperado que se discutieran los detalles, pero Crang se puso en pie y dijo:

—Hemos tenido una conversación agradable y amistosa. Tu visita me ha alegrado mucho.

En la puerta, el detective no-A añadió:

—Podrías tratar de imitar el reflejo necesario para una buena visión.

Era un método de adiestramiento posible que ya se le había ocurrido a Gosseyn. Asintió.

—Buenas noches —dijo secamente.

Su impresión de la visita, mientras regresaba con una silenciosa Nirene al apartamento de esta última, era de profunda decepción.

Esperó hasta que Nirene salió del apartamento, y entonces llamó a Madrisol de la Liga por el videófono.

Esperó tensamente mientras la llamada era cursada. Ya que esto podía ser interpretado como traición. Le había pedido a Enro autorización para llamar a quien quisiera, pero los individuos no establecen contacto con el enemigo en tiempo de guerra sin una autorización muy especial. Estaba preguntándose cuán de cerca le estaría vigilando el Departamento de Información, cuando llegó la voz de operador:

—El secretario de la Liga accede a hablar con el Príncipe Ashargin, pero sólo a condición que se especifique claramente que él es una autoridad legítima hablando con un fuera de la ley.

Gosseyn se dio cuenta inmediatamente de las implicaciones legales que se derivarían para Ashargin del hecho que él aceptara aquel planteamiento. Gosseyn se proponía hacer todo lo que estuviera a su alcance para ayudar a la Liga a ganar la guerra. Si la victoria se producía, Ashargin se encontraría en una posición peligrosa.

Se sintió contrariado, pero no tardó en encontrar una salida.

—El Príncipe Ashargin —dijo— tiene motivos imperiosos para hablar con Madrisol, y en consecuencia acepta la condición aunque sin prejuicio.

No tuvo que esperar mucho después de aquello. El delgado y ascético rostro de Madrisol apareció en la pantalla. El rostro del hombre parecía más delgado aún que cuando lo había visto por última vez con los ojos del cuerpo de Gilbert Gosseyn. El secretario de la Liga inquirió secamente:

—¿Trae una propuesta de rendición?

La pregunta era tan absurda que Gosseyn se quedó sin habla. Madrisol continuó en tono incisivo:

—Comprenderá que no puede haber ningún compromiso. Todos los individuos de la jerarquía gobernante del Supremo Imperio serán sometidos a juicio por el Tribunal de la Liga.

Un fanático. A pesar de su absoluta oposición a Enro, Gosseyn no pudo evitar que su voz se impregnara de ironía al decir:

—Señor, ¿no cree que se está precipitando en vuestras suposiciones? Esto no es una propuesta de rendición, ni yo estoy en condiciones de formularla.

Se apresuró a añadir:

—El motivo de mi llamada probablemente le sorprenderá. Es de vital importancia que no cite ningún nombre en relación con el asunto del que le voy a hablar. Lo que me propongo decir no tardará en llegar a conocimiento de Enro, y cualquier indiscreción por vuestra parte podría tener efectos desastrosos.

—Sí, sí, adelante.

Gosseyn no se conformó con aquello.

—¿Tengo vuestra palabra? —preguntó—. ¿Vuestra palabra de honor?

La respuesta fue fría.

—El honor está excluido de cualquier contacto entre una autoridad de la Liga y un fuera de la ley. Pero —continuó Madrisol—, me comprometo a no hacer ninguna revelación que pudiera resultar peligrosa para un planeta amigo.

Era la promesa que Gosseyn deseaba. Sin embargo, ahora que había sido hecha, vaciló. El recuerdo de Ashargin de sistemas solares enteros destruidos puso un freno a su lengua.

Si Enro llegaba a intuir de qué planeta se trataba, actuaría sin demora. Una simple sospecha sería suficiente. De momento, Venus era un incidente para el dictador. Mientras no cambiaran las cosas, los venusianos estarían a salvo, probablemente.

La voz de Madrisol resonó impaciente:

—Debo pedirle que entre en materia.

Gosseyn dio vueltas una vez más en su mente a las palabras que había preparado…, y se lanzó. Se refirió a la llamada que Gilbert Gosseyn le había hecho varias semanas antes a Madrisol, y la petición que había formulado.

—¿Hicieron algo al respecto?

Madrisol frunció el ceño.

—Me parece recordar vagamente el asunto. Creo que uno de mis técnicos trató de enviar una llamada.

—¿Qué pasó? —inquirió Gosseyn ansiosamente.

—Un momento. Voy a comprobar si se efectuó la llamada.

—Con cuidado —le advirtió Gosseyn.

Madrisol frunció los labios, pero asintió. Tardó menos de un minuto en regresar.

—No —dijo—, la llamada no ha sido efectuado aún.

Gosseyn contempló al hombre en silencio durante unos segundos. No estaba absolutamente convencido. Era esperar demasiado de un hombre en la posición de Madrisol: se negaría a facilitar cualquier información al Príncipe Ashargin. Pero Gosseyn recordó lo brusco que se había mostrado cuando le llamó desde Venus. Y esto encajaba.

Encontró su voz.

—Les apremio —dijo— a que establezcan contacto en seguida…, personalmente.

Cortó la conexión, deprimido. Parecía como si el desesperado plan de Crang no fuera el último recurso, sino el único recurso. Y, sin embargo…, ¡no! Paleol ejecutaría a todas las personas que se encontraban en palacio, Nirene, Patricia, Crang…

Gosseyn se esforzó por recobrar la calma. No servía de nada pensar en tales cosas. A menos que se emprendiera alguna acción decisiva, Nirene, Crang y Ashargin —como mínimo— no tardarían mucho en morir, de todos modos. Debía recordar el importante papel que Crang había jugado en Venus, y confiar en que el detective no-A continuaba siendo tan listo ahora como lo había sido entonces.

Gosseyn intentaría matar a Enro si Crang lo aconsejaba.

Tardó más de una hora en componer la pauta que deseaba. Y sólo cuatro minutos y cuarto en grabar las palabras.

A continuación inició un complicado proceso, complicado en el sentido que deseaba implantar respuestas en el nivel inconsciente de la mente, y modificar realmente las reacciones del sistema nervioso autónomo.

Lo que él intentaba era antiguo en la historia humana. Las soberbias legiones de Julio César derrotaron a ejércitos bárbaros más numerosos debido a que los sistemas nerviosos de los soldados romanos habían sido adiestrados para una lucha coordinada. Las legiones de César hubieran tenido pocas posibilidades contra los ejércitos del Imperio Romano de Oriente del siglo VI.

Las armas habían cambiado muy poco, pero el adiestramiento de los hombres había sido mejorado.

En 1940, el dictador Hitler había adiestrado los sistemas nerviosos de sus hombres para un tipo nuevo y distinto de guerra. No fue derrotado hasta que cantidades superiores de hombres y de máquinas adoptaron sus métodos. Las máquinas existían antes de la guerra relámpago, pero los sistemas nerviosos de los hombres que las manejaban tuvieron que ser adiestrados para la nueva integración. Cuando el adiestramiento fue completo, la superioridad existió de un modo automático.

En los días que siguieron a la precaria paz de la Segunda Guerra Mundial, un número creciente de personas empezó a aceptar las conclusiones que la nueva ciencia de la Semántica General estaba extrayendo laboriosamente de la masa de evidencias asequibles. Una de aquellas conclusiones fue: «El sistema nervioso humano es susceptible de un adiestramiento ilimitado, pero el factor decisivo es el método».

La idea de Gosseyn —y de Crang— estaba basada en un principio de visión. Un ojo relajado ve mejor. El ojo normal permanece relajado cuando se mueve con regularidad. Cuando, por cualquier motivo, un ojo capaz de una buena visión empieza a mirar con fijeza, la imagen se hace borrosa. Al revés de una cámara, el ojo sólo ve con claridad en el instante que sigue al movimiento relajador.

A Gosseyn le parecía que si podía, mientras estaba en el cuerpo de Ashargin —mientras estaba esperando—, descubrir un modo automático para relajar su cerebro adicional, obtendría una «fotografía» más rápida y más perfecta a efectos de similarización. ¿Cómo podía ser relajado un cerebro adicional? Una aproximación obvia sería el relajamiento asociativo del tejido circundante.

De modo que se proponía relajar los vasos sanguíneos de la corteza cerebral, del tálamo y de la subcorteza…, donde estaría ubicado el embrionario cerebro adicional de Ashargin.

Por asociación, todas las células que rodeaban a los vasos sanguíneos se relajarían también automáticamente. Ésta era la teoría, y había sido probada muchas veces.

Cada vez que la voz de la grabadora hacía la sugerencia, Gosseyn imitaba el método que utilizaba con su propio cerebro adicional en su propio cuerpo para obtener una zona «memorizada». Transcurrieron dos horas. Alcanzó el punto en el que podía seguir la pauta y pensar en otras cosas.

«Relájate…, mira… Relájate…, mira».

El plan de asesinato tendría que ser elaborado cuidadosamente si era cierto que Enro tenía guardianes que no le perdían de vista ni un solo instante vigilando a través de mirillas disimuladas en las paredes.

«Relájate…, mira… Relájate…, mira… Relájate…, mira».

Existían varias posibilidades, desde luego. Dado que se suponía que el ataque correría a cargo de Ashargin, había que considerar en todos sus aspectos la posición del príncipe. Suponiendo que Ashargin y Gosseyn estuvieran muertos dentro de una semana, ¿reviviría eso automáticamente el cuerpo de relevo de Gosseyn más próximo, en este caso el Dios Durmiente de Gorgzid? «Relájate…, mira… Relájate…, mira». Si fuera esto último, Gosseyn podía encontrarle mérito al plan. Trató de imaginar el efecto si el Dios Durmiente se levantara para enfrentarse con Enro y con Secoh.

«Relájate…, mira… Relájate…, mira… Relájate…, mira».

A Gosseyn le pareció que había un preliminar del cual debía encargarse personalmente.

Si la secuencia de acontecimientos seguía realmente la pauta que él había imaginado, tenía que llevar a cabo una investigación. Estaba suponiendo que el Dios Durmiente era un cuerpo Gosseyn.

Era preciso comprobarlo.

Enro no se presentó a almorzar. Secoh, que llegó tarde, explicó:

—Ha ido a ver al Almirante Paleol.

Gosseyn estudió al sacerdote mientras se sentaba a la mesa.

A los cuarenta años, el rostro del otro estaba marcado por las pasiones que le habían impulsado a luchar para alcanzar el elevado rango del que ahora disfrutaba. Pero había algo más que eso. A juzgar por lo que Secoh le había dicho a Enro el día en que le fue aplicado a Ashargin el detector de mentiras, parecía probable que el guardián del templo fuese un hombre que creía lo que predicaba.

¿Era éste el momento de abordar el tema de una entrevista? Gosseyn decidió que sí. ¿Cómo debía abordarlo? Su método, cuando finalmente habló, fue la franqueza. Cuando hubo terminado, Secoh le miró pensativamente.

Por dos veces entreabrió los labios para hablar. Por dos veces se removió en su asiento como si se dispusiera a levantarse y marcharse. Finalmente, dijo:

—El privilegio de ver al Dios Durmiente está reservado a los miembros de la Orden.

—Exactamente —dijo Gosseyn.

Secoh pareció desconcertado, y Gosseyn confió en que hubiera en su mente un cuadro de lo que significaría que se hiciera público que el heredero Ashargin se había convertido a la religión pagana que él predicaba. ¿Tenía una visión de toda una galaxia postrada en adoración delante de la video fónica imagen de la cripta del Dios Durmiente? Gosseyn esperó que sí.

Secoh soltó su tenedor y su cuchillo y apoyó sus manos sobre la mesa. Unas manos delgadas y de aspecto delicado…, pero en ellas había firmeza también. Cuando habló, lo hizo en tono amable.

—Hijo mío, no quiero desalentarte. Tu posición es muy anómala. Personalmente, me sentiría feliz admitiéndote al grado inferior de la Orden, y por una extensión de mis poderes discrecionales creo que podría hacerlo incluyendo la Ceremonia de la Contemplación.

De modo que ése era el nombre que se le daba.

—Sin embargo —continuó Secoh—, debo advertirte que la protección habitual que se presta a los novicios y a los iniciados no te sería otorgada. Estamos en trance de crear un estado universal y nuestro gran caudillo ha creído necesario adoptar duras medidas en lo que respecta a los individuos.

Se puso en pie.

—Mañana por la mañana —dijo—, a las seis, estarás preparado para ir al Templo. En vista de tu pretensión de la semana pasada, de estar poseído, tenía la intención de llevarte a la presencia del Dios Durmiente. Siento curiosidad por saber si habrá un augurio o no.

Dio media vuelta, alejándose de la mesa, y salió de la estancia.

En el caso de Gosseyn, la admisión en el grado inferior de la Orden formaría parte de la Ceremonia de la Contemplación. La historia del Dios Durmiente era tan fascinante como la mayoría de las leyendas populares.

El Templo del Montículo había existido antes que los hombres aparecieran en Gorgzid. En el nebuloso pasado, después de haber creado el universo, el Dios había elegido el planeta Gorgzid como lugar de reposo. Allí, custodiado por su pueblo elegido, descansaba de sus arduas tareas. Llegaría el día en que, despertando al fin de su breve sueño —breve en sentido cósmico—, se levantaría y continuaría su obra.

A su pueblo de Gorgzid le había sido asignada la tarea de preparar al mundo para su despertar. En aquel brillante día el Dios quería encontrar un universo unido.

Mientras se desarrollaban los ritos, Gosseyn se dio cuenta por primera vez de muchas cosas: ésta era la justificación para las conquistas de Enro. Si se aceptaban los supuestos iniciales, todo lo demás se daba por añadidura.

Gosseyn estaba impresionado. Estaba suponiendo por su cuenta que éste era un cuerpo Gosseyn. Si en torno a los cuerpos Gosseyn se construían esta clase de locuras, él, que era inmortal por medio de una serie de tales cuerpos, tendría que reconsiderar todo el problema de su inmortalidad.

Eran casi las nueve cuando le pusieron una larga túnica blanca y empezó el Desfile de la Contemplación. Siguieron un extraño camino, descendiendo unos peldaños encajados en una curvada pared metálica. Llegaron a un amplio rellano en el cual había una pila atómica…, y Gosseyn experimentó su segundo sobresalto.

¡Una nave espacial! El Templo del Montículo era una nave espacial esférica enterrada en el suelo desde hacía centenares, quizás miles de años.

Ahora subían por la curvada pared opuesta. Llegaron al piso central, y penetraron en una estancia que vibraba con una leve corriente subterránea de sonidos. Gosseyn sospechó la presencia de numerosas máquinas, pero no tenía su cerebro adicional para comprobar la sospecha. La pared más lejana se curvaba en la habitación. Desde cada una de las esquinas se arqueaba una pilastra. Las cuatro pilastras terminaban en un estrecho contrafuerte a unos ocho metros del lugar que tenía que haber ocupado la pared.

Podía haber sido la cabecera de un féretro. La pared interior era transparente y resplandecía con una luz que lo impregnaba todo. Unos cuantos peldaños conducían a la parte superior del contrafuerte. Secoh trepó por una de las escaleras e indicó a Gosseyn que trepara por la que ascendía por el otro lado. Cuando llegó arriba, un tablero se deslizó a un lado dejando abierta la porción superior de la cripta.

—¡Arrodíllate y contempla! —dijo Secoh con voz sonora.

De rodillas, Gosseyn pudo ver los hombros, parte de los brazos y el pecho, y la cabeza del hombre que yacía dentro. El rostro era delgado y muy fláccido, y los labios estaban ligeramente entreabiertos. Era el rostro de un hombre de unos cuarenta años. La cabeza era grande y el rostro tenía una expresión extrañamente vacua. Las facciones eran atractivas, pero sólo a causa de su simetría. Era el rostro de un adulto de inteligencia infantil. No tenía el menor parecido con Gilbert Gosseyn.

El Dios Durmiente de Gorgzid era un desconocido.

Llegaron a palacio a tiempo para el almuerzo, y al principio Gosseyn no se dio cuenta de la gran crisis que estaba sobre él.

Había dos huéspedes en el comedor además de Enro, Patricia, Crang y Nirene: en total ocho personas a la mesa. Los visitantes llevaban uniformes con el emblema de la graduación de mariscal. La conversación en la mesa estuvo dominada por Enro y los dos militares.

Su conversación versaba sobre un Comité de Encuesta que había investigado una llamada revolución. Gosseyn dedujo que la revolución había triunfado por motivos que aún no estaban claros. Los dos oficiales eran el Comité.

Gosseyn les observó con curiosidad. Por sus maneras y sus expresiones, los dos parecían hombres insensibles. Antes que anunciaran sus recomendaciones, decidió que dos individuos tan fríamente intelectuales resolverían inevitablemente el problema recomendando la destrucción de los planetas rebeldes.

Miró a Crang y vio que el detective no-A permanecía impasible pero que, a su lado, Patricia estaba dando señales de excitación. Pensó que antes de su llegada al comedor debió haberse hablado de la tarea del Comité. Los dos estaban visiblemente interesados en lo que se decía. Bruscamente, Patricia intervino en la conversación.

—Caballeros —dijo en tono incisivo—, espero sinceramente que no hayan elegido el camino más fácil para llegar a una decisión.

Los dos oficiales se volvieron a mirarla, y luego, como de mutuo acuerdo, miraron a Enro con aire interrogador. El Gorgzid estudió el rostro de su hermana, con una leve sonrisa en los labios.

—Puedes estar segura —dijo suavemente— que los mariscales Rour y Ugell sólo han tenido en cuenta las evidencias.

—Naturalmente —asintió Rour.

Ugell se limitó a mirar a Patricia con sus azules y fríos ojos.

—Antes de decidirme sobre ese extremo deseo oír las recomendaciones —replicó Patricia secamente.

La leve sonrisa permaneció inmutable en el rostro de Enro. Era evidente que se estaba divirtiendo.

—Creo recordar un rumor —dijo—. En el que mi hermana estaba especialmente interesada por el sistema objeto de discusión.

Gosseyn había comprendido la verdad muchos segundos antes. ¡Venus! Éste era el Comité de Encuesta que había sido nombrado para investigar la derrota de Thorson en el Sistema Solar.

—Bueno, caballeros —dijo Enro afablemente—, veo que todos estamos interesados en oír lo que tengan que decir.

Ugell sacó un papel de un bolsillo interior y se puso unas gafas. Alzó la mirada.

—¿Están interesados en los motivos de nuestra decisión?

—Desde luego —dijo Enro—. Por mi parte, quiero saber lo que ocurrió. ¿Cómo es posible que Thorson, uno de los hombres más eficaces del Imperio para acabar con toda clase de disturbios, fracasara en una misión que iba a ser un simple incidente en su carrera?

Rour permaneció silencioso. Ugell dijo:

—Excelencia, hemos interrogado a más de un millar de oficiales y soldados. Sus relatos coinciden: nuestros ejércitos capturaron con relativa facilidad las ciudades de los rebeldes. Luego, tras la muerte del mariscal Thorson, el nuevo comandante ordenó que Venus fuera abandonado. Naturalmente, la orden se cumplió. De modo que no puede hablarse de fracaso de nuestros ejércitos, sino de la acción de un hombre por motivos que no hemos logrado descubrir.

El cuadro era razonablemente exacto. Había omitido mencionar que los no-A venusianos habían defendido con éxito su planeta contra las fuerzas atacantes. La investigación no había sacado a luz el papel que Gilbert Gosseyn había desempeñado en la muerte de Thorson, pero los hechos que habían sido descubiertos eran una parte de la realidad.

Enro frunció el ceño.

—¿Fue asesinado Thorson por su sucesor? —preguntó.

—No hay ninguna prueba que apunte en esa dirección —dijo Rour, ante el silencio de Ugell—. El mariscal Thorson resultó muerto en el curso de un ataque que condujo personalmente contra una fortaleza rebelde en el planeta Tierra.

Enro estalló.

—¡El muy estúpido! —exclamó en tono salvaje—. ¿A quién se le ocurre conducir personalmente una tropa? —El dictador se dominó con un visible esfuerzo—. Sin embargo, caballeros, me alegro mucho de haber oído este relato. Coincide con algunas informaciones que ya poseía, y con algunas teorías. En estos momentos tengo un problema aquí, en mi propio palacio, donde algunas personas están conspirando neciamente contra mi vida, de modo que me gustaría que citaran el nombre del oficial que sucedió a Thorson como comandante de nuestras fuerzas en Venus.

Ugell leyó en el papel:

—Se llama Eldred Crang. No hemos podido encontrar ningún rastro de este traidor.

Enro miró fijamente hacia adelante.

—Y, caballeros. ¿Cuáles son sus recomendaciones?

Ugell leyó con voz monótona:

—Que las partes habitables del sistema sean rociadas con isótopos radioactivos, a fin que el sistema resulte inhabitable.

Alzó la mirada.

—El mariscal Rour se ha entusiasmado con una nueva idea que una joven licenciada en sicología le ha sugerido recientemente. La idea consiste en poblar algún planeta únicamente con personas afectadas de locura criminal. Aunque no ha sido incorporada al texto de nuestras conclusiones, creemos que podría ser un experimento interesante tan pronto como los planetas en cuestión vuelvan a ser habitables.

Entregó el documento a Enro, el cual lo tomó sin pronunciar una sola palabra. Se produjo una pausa mientras lo leía.

De modo que Enro lo había sabido desde el primer momento. Ésta era la idea que Gosseyn tenía en su mente. Su pequeña y estúpida conjura —que en realidad no había pasado de la fase embrionaria— probablemente le había servido de diversión mientras planeaba la réplica más devastadora a todas sus esperanzas.

Parecía evidente, también, que desde hacía algunos días sabía quién era Eldred Crang.

Enro entregó el documento a Patricia. Sin mirarlo, la joven empezó a romperlo.

—Eso es lo que opino de sus recomendaciones, caballeros.

Se puso en pie. Su rostro había perdido el color.

—Ha llegado el momento, Enro —dijo—, para que tus verdugos y tú pongan fin a esta demencial matanza de todos aquéllos que tienen el valor de oponerse a tu voluntad. Los pobladores de los planetas Venus y Tierra son inofensivos.

—¿Inofensivos? —dijo Rour involuntariamente—. Si son tan inofensivos, ¿cómo es que fueron capaces de derrotar a nuestros ejércitos?

Patricia se volvió hacia él, con ojos llameantes.

—En su informe, que acabamos de oír, se dice que no hubo ninguna derrota. Que la retirada se produjo obedeciendo órdenes del oficial que sucedió a Thorson.

Se inclinó hacia él.

—¿Es posible que estén tratando de encubrir una derrota de nuestras fuerzas mediante un falso informe, apelando a la vanidad de mi hermano?

Estaba fuera de sí, convertida en una furia talámica. Con un gesto interrumpió al mariscal, que se disponía a hablar, y contestó a su propia pregunta.

—No importa —dijo—, sus hechos son razonablemente exactos. Yo respondo de ellos. Porque yo le di la orden al oficial que sucedió a Thorson. Y él se vio obligado a obedecer a la hermana de su jefe supremo. Está sentado a mi lado como mi marido.

—Su precio fue muy alto —dijo Enro, con una risita burlona. Se volvió hacia los militares—. Caballeros, conocía la identidad de Eldred Crang desde hace varios días. No puedo castigarle por traidor porque aquí en Gorgzid la autoridad de mi hermana es muy similar a la mía, y mi fe religiosa me obliga a respetar sus derechos. Estoy tratando de convencer al guardián del Templo para que…, ejem…, anule el matrimonio de mi hermana, y espero su decisión.

Las palabras fueron pronunciadas con la mayor seriedad. Resultaba difícil creer que detrás de su aparente lógica se ocultara el propósito de Enro de utilizar aquella religión para obligar a su hermana a seguir la antigua costumbre Gorgzid del matrimonio entre hermanos. Y que todo lo demás era pura invención.

Patricia tomó la palabra:

—Los habitantes del Sistema Solar han desarrollado un sistema educativo del orden más elevado, una cultura que me gustaría que sirviera de modelo en toda la galaxia.

Se volvió hacia su hermano.

—Enro —dijo—, sería un grave error destruir un sistema que dedica todos sus esfuerzos a la educación. Si en algún momento fuera necesario ocupar esos planetas, probablemente podría hacerse sin derramamiento de sangre.

Enro se echó a reír.

—Un sistema educativo, ¿eh? —Se encogió de hombros cínicamente—. A Secoh le hará muy feliz contarte los planes que tienen los Templos para los planetas sojuzgados.

Se volvió hacia los mariscales, y había una nota salvaje en su voz cuando dijo:

—Caballeros, les ruego que disculpen el mal genio de mi hermana. Tiene la tendencia a olvidar que su autoridad como Gorgzin no se extiende más allá del sistema planetario del cual ella y yo somos herederos conjuntos. Al ordenar al teniente general Crang que retirara nuestras fuerzas de Venus, olvidó que el Supremo Imperio es un logro particular mío. Al casarse con él, y permitir que él y… —vaciló, y miró por un instante a Gosseyn-Ashargin—, otros advenedizos conspiraran contra mí bajo su protección, ha perdido todo derecho que pudiera tener a apelar al lado más benévolo de mi naturaleza.

Su tono se hizo más severo.

—Pueden tener la seguridad que yo no nombro Comités de Encuesta para luego ignorar sus recomendaciones. Y, como medida de precaución, para que la Gorgzin no pueda exponerse a un peligro cierto trasladándose a Venus, daré inmediatamente la orden para que no tenga acceso a ningún Distorsionador galáctico hasta que se haya dado cumplimiento a la recomendación de destruir la población del Sistema Solar. Gracias, caballeros. Les expreso mis mejores deseos.

Gosseyn observó que la prohibición no se extendía al Príncipe Ashargin. No dijo nada, pero en cuanto terminó el almuerzo se dirigió al sistema de Distorsioriador público del palacio. Ignoraba si era posible ir a Venus en una jaula de Distorsionador; en una nave, sí, pero no tenía ninguna posibilidad de apoderarse de una nave. De modo que su único recurso era el Distorsionador. Tenía que intentarlo.

Sacó de su bolsillo los fragmentos del informe venusiano y los unió rápidamente. Todavía estaba asombrado de la habilidad con que Crang los había recogido del plato de Patricia para estudiarlos brevemente y entregárselos luego con disimulo a Ashargin.

Las coordenadas galácticas de la posición en el espacio de Sol estaban impresas en la parte superior de la primera página. Leyó: Octavo Decant, r 36400, theta 272° Z1800

Treinta y seis mil cuatrocientos años-luz del eje galáctico, en un ángulo de 272° de la línea estándar —la cual estaba basada en alguna galaxia remota— y mil ochocientos años-luz del lado negativo del plano galáctico. Y su primera tarea tenía que ser la de alcanzar el Octavo Decant.

Mientras empujaba la palanca en la jaula, Gosseyn notó el cambio. Se sintió de regreso a su propio cuerpo…, libre de Ashargin.

Despertó en el rápido estilo del cambio, se incorporó bruscamente, y luego se tumbó de espaldas con un gemido mientras todos los rígidos músculos de su cuerpo se encogían protestando contra el brusco movimiento.

Resonó una exclamación femenina junto al lecho. Leej apareció dentro de su campo visual.

—Estás despierto —dijo, y su voz fue poco más que un susurro—. Pensé que algo iba a ocurrir, pero no podía estar segura.

Unas lágrimas asomaron a sus ojos.

—Tengo que decírtelo —murmuró—. Estamos completamente aislados. Algo le ha ocurrido al sistema del Distorsionador. La nave se encuentra perdida en el espacio. El capitán Free dice que tardaremos quinientos años en llegar a la base más próxima.

El misterio de la Y-381907, la nave perdida, estaba explicado.