Capítulo X

NO-EXTRACTOS: En beneficio de la cordura, ANOTA: No digas «Los científicos creen…». Di «Los científicos creían en 1956…». «John Smith (1956) es un aislacionista…». Todas las cosas, incluidas las opiniones políticas de John Smith, están sujetas a cambio y en consecuencia sólo podemos referirnos a ellas en términos del momento.

Lentamente, Gosseyn se permitió a sí mismo readquirir conciencia de lo que le rodeaba. Volvió la cabeza y miró hacia el comedor, donde los criados habían estado tan ocupados poco antes. No estaban a la vista. Podía ver el borde de la mesa, y todos los platos parecían estar en ella, pero la comida no era visible.

Su mirada saltó a Leej, se detuvo en ella lo suficiente como para observar que se estaba poniendo en pie, y luego se desvió hacia la puerta que conducía a la sala de control. Desde el lugar en el que se encontraba eran visibles toda la longitud del pasillo e incluso una parte de la cúpula transparente, pero no había ningún rastro de Yanar.

La nave se mantenía inalterablemente en su ruta.

Leej rompió el silencio entre ellos.

—Lo has hecho —susurró.

Gosseyn avanzó unos pasos apartándose de la pared. Se encogió de hombros ante las palabras de la mujer, sin decirle a su vez que el Discípulo acababa de anular cualquier victoria que pudiese haber obtenido.

Leej se acercó a él, con los ojos brillantes.

—¿No te das cuenta que has derrotado al Discípulo? —dijo.

Tocó su brazo con una rápida y trémula caricia de sus dedos.

Gosseyn dijo:

—Vamos.

Se dirigió hacia la sala de control. Cuando entró, Yanar estaba inclinado en actitud expectante sobre el receptor de radio magnético. A Gosseyn le bastó una ojeada para saber lo que el hombre estaba haciendo: esperaba instrucciones. Sin pronunciar una sola palabra, alargó una mano por encima del hombro de Yanar y cerró el aparato.

Yanar se sobresaltó, se incorporó y se volvió con una risa burlona en los labios. Gosseyn dijo:

—Empaqueta tus cosas, si tienes alguna. Te bajarás en la primera parada.

El Pronosticador se encogió de hombros. Sin decir nada, salió de la habitación.

Mientras se alejaba, Gosseyn le contempló pensativamente. La presencia del hombre le disgustaba. Era una irritación, una pequeña molestia cuya única importancia en el esquema galáctico de las cosas estribaba en que era un Pronosticador. Eso, a pesar de su carácter obstinado y mezquino, le hacía interesante.

Por desgracia, era sólo un hombre más entre dos millones de ellos, ni típico ni atípico de su clase. Observando a Yanar y a Leej, Gosseyn podía elaborar ciertas cautelosas hipótesis acerca de los Pronosticadores. Pero tales conclusiones debían estar sujetas a cambio sin previo aviso.

Apartó a Yanar de sus pensamientos y se volvió hacia Leej.

—¿Cuánto tardaremos en llegar a Crest, donde se encuentra el crucero?

La joven se acercó a una placa incrustada en la pared que Gosseyn no había visto antes. Pulsó un botón. Inmediatamente surgió un mapa en relieve. Mostraba agua, islas, y un diminuto punto luminoso.

Leej señaló el puntito brillante.

—Ésa es nuestra nave —dijo. A continuación señaló una masa de tierra mucho más arriba—. Ahí está Crest. —Cuidadosamente, contó unas líneas graduadas que entrecruzaban el mapa—. Alrededor de tres horas y veinte minutos —dijo—. Tenemos tiempo de sobra para cenar.

—¡Cenar! —exclamó Gosseyn.

Y luego sonrió, y sacudió la cabeza como disculpándose ante sí mismo. Tenía un hambre atroz, pero casi había olvidado que existían tales instintos normales.

Sería agradable relajarse.

Cenar.

Gosseyn observó cómo la joven criada le servía una especie de copa de cóctel que contenía unos trozos de algo que parecía pescado. Esperó mientras Yanar era servido por una de las mujeres de más edad, y luego intercambió las dos copas por similarización.

Probó el contenido de su propia copa. Era pescado, condimentado con muchas especias. Pero, superada la sorpresa de sus papilas gustativas, delicioso. Se lo comió todo. Luego soltó su tenedor, se echó hacia atrás en su asiento y miró a Leej.

—¿Qué sucede en tu mente cuando miras al futuro?

La joven estaba muy seria.

—Es algo maquinal.

—¿Quieres decir que no sigues ninguna pauta?

—Bueno…

—¿Haces pausas? ¿Piensas en un objeto? ¿Tienes que verlo?

Leej sonrió, e incluso Yanar pareció más relajado, incluso ligeramente divertido, con cierto aire de tolerancia.

La mujer dijo:

—Nos limitamos a hacerlo, eso es todo. No es algo en lo que haya que pensar.

De modo que aquéllas eran la clase de respuestas que se daban a sí mismos. Eran diferentes. Eran especiales. Respuestas sencillas para personas sencillas. En realidad, la complicación era de un orden sin igual. Los procesos de los Pronosticadores se producían a un nivel no verbal. Todo el sistema no-A era una tentativa organizada de coordinar realidades no verbales con proyecciones verbales. Ni siquiera en Venus no-A se había llenado del todo el foso entre interpretación y acontecimiento.

Gosseyn esperó mientras los criados se llevaban las copas vacías y les servían un plato conteniendo una carne de color pardo rojizo, tres clases de verduras y una salsa clara de color verdoso. Cambió el suyo por el de Yanar, probó cada una de las verduras y luego cortó un trozo de carne. Finalmente se arrellanó en su silla.

—Trata de explicarlo —dijo.

Leej cerró los ojos.

—Siempre he pensado en ello como en un flotar en la corriente del tiempo. Es un desparramarse. Acuden recuerdos a mi mente, pero no son verdaderos recuerdos. Muy claros. Muy definidos. Cuadros visuales. ¿Qué quieres saber? Pregunta acerca de algo que no esté relacionado contigo. Tú lo haces todo borroso.

Gosseyn había soltado su tenedor. Le hubiera gustado una predicción sobre Venus, pero eso exigiría una proyección de su futuro. Dijo:

—La muchacha que me está sirviendo.

—¿Vorn? —Leej sacudió la cabeza y sonrió a la muchacha, que estaba de pie en actitud rígida, y muy pálida—. Es demasiado duro para sus sistemas nerviosos. Más tarde te contaré su futuro en privado, si quieres.

La muchacha suspiró.

—¿La guerra galáctica en Crest? —dijo Gosseyn.

—Debes estar conectado con ella, porque aparece borrosa.

—¿Borrosa ahora? —inquirió Gosseyn, sorprendido—. ¿Antes que lleguemos allí?

—Sí. —Leej sacudió la cabeza—. Esto no es una respuesta a tus preguntas, ¿verdad?

—¿Podríamos pasar a otro sistema estelar si alguien se dirigiese hacia allí?

—Depende de la distancia. Hay una limitación.

—¿Hasta dónde?

—No lo sé. No he tenido suficiente experiencia.

—Entonces, ¿cómo conoces el asunto?

—La nave reclutadora galáctica emite comunicados.

—¿Comunicados?

Leej sonrió.

—Ellos no dependen enteramente de las órdenes del Discípulo. Tratan de conseguir que la cosa aparezca excitante.

Gosseyn podía imaginar cómo funcionaba aquello. Querían que el proyecto resultara fascinante para unas mentes que tenían mucho de infantil. Y los publicistas eran lo bastante listos como para señalar que se presentarían obstáculos.

—Esos cuadros mentales —dijo—. ¿Puedes seguir las líneas del futuro de alguna persona a la que conozcas y que esté sirviendo voluntariamente en un crucero?

Leej suspiró y sacudió la cabeza.

—Está demasiado lejos. El comunicado habló en cierta ocasión de dieciocho mil años-luz.

Gosseyn recordó que Crang había indicado en su conversación con Patricia Hardie, o más bien Reesha, hermana de Enro, que las bases de transporte por Distorsionador de la civilización galáctica no podían encontrarse a más de mil años luz de distancia.

Teóricamente, el transporte por similaridad era instantáneo, y teóricamente la distancia espacial no cambiaba las cosas. En la práctica parecía existir un margen de error. Los instrumentos no eran perfectos. Una similaridad de veinte decimales, el punto crítico en el que se producía la interacción, no era una similaridad total.

Al parecer, la facultad de los Pronosticadores también era imperfecta, incluso cuando no influía en ella la presencia de Gilbert Gosseyn. Sin embargo, fuera cual fuese la distancia sobre la cual podían predecir, sería apropiada a efectos de una batalla en el espacio.

Gosseyn vaciló. Luego dijo:

—¿Cuántos movimientos de naves pueden registrar al mismo tiempo?

Leej pareció sorprendida.

—Todos los que tengan relación con el acontecimiento, desde luego. En ese sentido es muy limitado.

—¡Limitado! —exclamó Gosseyn.

Se puso en pie y sin pronunciar una sola palabra se encaminó hacia la sala de control.

Había estado indeciso acerca de los Pronosticadores. Dispuesto a permitir que la nave galáctica siguiera reclutándoles hasta que él se hubiera trazado un plan de acción definitivo. Ahora, tenía la impresión que la demora podía resultar excesiva. Y un hombre no captura una nave de combate sin un minucioso planeamiento.

Era indispensable un movimiento preliminar.

Antes de salir del comedor, se detuvo y se volvió:

—Leej —llamó—, te necesito.

La joven se levantó rápidamente y unos instantes después estaba con él en la cúpula.

—Ha sido una cena muy breve —dijo ansiosamente.

—Terminaremos con ella más tarde —dijo Gosseyn. Enarcó las cejas, reflexionando—. ¿Hay alguna banda en esta radio que pueda ser utilizada para enviar un mensaje general?

—Desde luego. Tenemos lo que nosotros llamamos una banda de emergencia que… —Se interrumpió—. Es utilizada para coordinar nuestros planes cuando estamos amenazados.

Gosseyn dijo:

—Sintonízala.

Leej le dirigió una mirada desconcertada, pero en su expresión debió ver algo que la decidió a guardar silencio. Un momento más tarde Gosseyn estaba en el aire. Como antes —ahora fue algo completamente maquinal— movió el alambre inmediatamente antes de pronunciar cada frase. Dijo con voz resonante:

—«¡Llamando a todos los Pronosticadores! A partir de este momento, todo Pronosticador que sea descubierto o capturado a bordo de un crucero del Supremo Imperio será ejecutado. Se aconseja a los amigos que comuniquen esta advertencia a las personas que se encuentren ya a bordo de tales naves.

»Todos ustedes podrán juzgar la eficacia de esta amenaza por el hecho que no han previsto la llamada que estoy haciendo. Repito: todo Pronosticador que sea encontrado a bordo de un crucero de Enro será ejecutado, sin ninguna excepción».

Regresó al comedor, terminó de cenar, y luego volvió a la sala de control. Desde su ventajoso puesto de observación, dos horas y media después, vio las luces de una ciudad a lo lejos. A petición de Yanar, la nave fue atraída hacia lo que Leej llamó una estación aérea Pronosticadora. En cuanto volvieron a remontarse, Gosseyn situó el acelerador a su velocidad máxima y luego se deslizó hasta la cúpula y contempló la ciudad que se extendía debajo. Muchísimas personas. Vio las luces entrelazadas con innumerables y sinuosos dedos de agua. En algunos casos, el océano se adentraba hasta el mismo centro de la ciudad.

Mientras miraba, todas las luces se apagaron. La oscuridad fue completa. A su lado, Leej profirió una exclamación.

—Me pregunto por qué han hecho eso.

Gosseyn podía haber contestado la pregunta, pero no lo hizo. El Discípulo no quería correr ningún riesgo. Evidentemente tenía una teoría acerca de la naturaleza del control que Gilbert Gosseyn ejercía sobre la energía, y estaba dispuesto a que no hubiera ninguna energía a su alcance.

Leej dijo:

—¿Adónde iremos ahora?

Cuando Gosseyn se lo dijo, el color huyó del rostro de la joven.

—Es un crucero —dijo—. Hay centenares de soldados a bordo, y armas que pueden matarte desde muchas direcciones distintas al mismo tiempo.

Era cierto. El peligro de tratar de utilizar sus poderes especiales para capturar una nave estribaba en que sería virtualmente imposible neutralizar o controlar muchas docenas de armas manuales. En tales circunstancias los accidentes mortales podían producirse con demasiada facilidad.

Pero lo que había ocurrido le presionó para actuar más rápidamente de lo que había planeado. La realidad era que ya había utilizado sus armas más poderosas contra el Discípulo. En consecuencia, cuanto antes se alejara de Yalerta, tanto mejor. En alguna otra parte de la galaxia podía existir una comprensión científica de lo que hacía invulnerable al Discípulo y, de hecho, hasta que encontrara una solución racional al problema, lo mejor que podía hacer era mantenerse lejos del hombre.

Además, el crucero galáctico era el único método que conocía para alejarse de este aislado planeta.

Los mayores riesgos estaban previstos.

Al cabo de media hora vio una luz a lo lejos. Al principio, la nave galáctica no fue más que una brillante mancha en la oscuridad de medianoche, pero de pronto el resplandor de las luces que la rodeaban fue tan intenso que el cuerpo del buque se hizo claramente visible.

Gosseyn situó la aeronave de Leej en una amplia órbita alrededor de la otra, y estudió las posibles vías de acceso a través de un telescopio que funcionaba con energía magnética.

La nave desconocida tenía unos doscientos metros de longitud. Pequeña, en realidad, tratándose de una nave galáctica. Pero se comprendía, dado lo limitado de su misión sobre Yalerta. A bordo había un aparato de transporte Distorsionador del tipo que producía similaridad mecánica. Como invento, probablemente no tenía igual en la historia de la ciencia. Con él, el hombre podía moverse a través de inmensas extensiones de espacio como si el espacio no existiera. Un Pronosticador de Yalerta sólo tenía que entrar en el Distorsionador a bordo de la nave para ser transportado a una distancia de cien o mil años luz casi instantáneamente. El margen de error, tal como Gosseyn había descubierto con el distorsionador orgánico en su cabeza, era tan pequeño que podía considerarse inexistente.

La nave estaba posada sobre un plano horizontal. Durante los cuarenta minutos que Gosseyn dedicó a observarla, dos remolques surgieron de la oscuridad. Llegaron en momentos distintos y flotaron delante de un punto iluminado que debía ser una cámara reguladora de presión. Gosseyn supuso que los remolques transportaban voluntarios a la nave galáctica, y lo que le interesó fue que, en cada ocasión, el remolque se alejó antes que el voluntario fuera autorizado para subir a bordo.

Esos detalles eran precisamente los que había estado esperando descubrir.

Se acercaron audazmente. A ocho kilómetros pudo captar la energía de a bordo…, y recibió su gran decepción. Solamente electricidad, y en cantidades insignificantes. La pila motriz había sido apagada.

Mentalmente, Gosseyn dio un paso atrás. En su ansiedad, empezó a silbar por lo bajo. Se dio cuenta que Leej le observaba.

—Vaya, estás nervioso —dijo ella, asombrada.

«Nervioso», —pensó Gosseyn torvamente—, «inseguro, indeciso. Completamente cierto. Tal como estaban las cosas ahora, podía esperar confiando en mejorar su posición con respecto a la nave…, o podía intentar capturarla inmediatamente».

—Ese poder tuyo —dijo Leej—, tu manera de hacer cosas…, ¿cómo funciona?

De modo que al fin se estaba interrogando acerca de eso… Gosseyn sonrió y sacudió la cabeza.

—Es un poco complicado —dijo—, y sin querer ofenderte, creo que está por encima de tu capacidad científica. Es algo así: la zona extensional a la que llamamos espacio-tiempo es probablemente una ilusión de los sentidos. Es decir, cualquier realidad que puedan contener tiene muy poca relación con lo que tú ves, oyes o tocas. Del mismo modo que tú pareces estar mejor orientada (mejor orientada que el promedio de los individuos), con énfasis en el elemento tiempo, yo estoy mejor orientado, pero en mi caso el énfasis parece estar en el elemento espacio.

Ella no pareció haberle oído.

—¿No eres realmente todopoderoso? —inquirió—. ¿Cuáles son tus limitaciones?

—¿Te importa que conteste más tarde a esa pregunta? —dijo Gosseyn—. Acabo de tomar una decisión acerca de algo importante.

Una pálida Leej guiaba la aeronave a través de la noche y palidecía cada vez más a medida que escuchaba las instrucciones de Gosseyn.

—No creo que tengas ningún derecho a pedirme que haga una cosa así —dijo, con voz temblorosa.

Gosseyn dijo:

—Me gustaría hacerte una pregunta.

—¿Sí?

—Cuando estabas en la celda con Jurig, ¿qué hubiera ocurrido si él me hubiese matado? ¿Te habría rescatado el Discípulo?

—No, yo era simplemente un recurso para inducirte a realizar el mayor esfuerzo posible. Si fallabas…, era mi ruina también.

—¿Entonces? —susurró Gosseyn.

La mujer permaneció silenciosa, con los labios fruncidos. Su corriente nerviosa había variado de una ansiosa inquietud a una pauta tensa pero regular. Finalmente, alzó la mirada.

—De acuerdo —dijo—: lo haré.

Gosseyn palmeó su brazo en silenciosa aprobación. No confiaba plenamente en Leej. Era posible que también esto fuera una trampa. Pero la Sombra ya había descubierto que encarcelar a Gosseyn era algo más fácil de decir que de hacer.

El rostro de Gosseyn reflejó una fría determinación. Era un hombre que tenía que mantenerse en movimiento. Y confiaba en su capacidad para hacerlo, mientras la necesidad no le obligara a mostrarse demasiado cauteloso.

El rayo luminoso de un faro penetró en la cúpula, interrumpiendo sus pensamientos. Sonó un chasquido cuando el receptor magnético se encendió, y una voz de hombre dijo:

—Por favor, sitúense en la zona iluminada a un centenar de metros de nuestra entrada.

Leej hizo descender la nave sin pronunciar una sola palabra. Cuando se detuvieron, la voz habló de nuevo a través del receptor:

—¿Cuántos vienen?

Gosseyn levantó un dedo y le hizo una seña a Leej para que contestara.

—Uno —dijo ella.

—¿Sexo?

—Femenino.

—Muy bien. Una persona del sexo femenino saldrá de vuestra nave y se acercará a la oficina de admisión situada al pie de la escalerilla. El remolque se alejará inmediatamente a una distancia de diez kilómetros. Cuando llegue a esa distancia, el voluntario será autorizado a subir a bordo de nuestra nave.

De modo que los remolques debían alejarse diez kilómetros. A Gosseyn le parecía que los dos voluntarios que había observado antes habían sido admitidos sin que los remolques que les habían traído hubieran recorrido aquella distancia.

Ocurrió lo mismo con Leej. Gosseyn, que se había similarizado a sí mismo a la sala de control posterior, vio cómo se detenía en la pequeña estructura a un lado del extremo inferior de la escalerilla. Al cabo de poco más de un segundo, Leej empezó a subir por la escalerilla.

Gosseyn echó una ojeada al cuentakilómetros. El remolque había recorrido poco más de dos kilómetros yalertanos.

Esto podía significar una de dos cosas. Primero, se trataba de una trampa, y le estaban atrayendo a ella. Segundo, los veteranos del espacio estaban cansados de aquella misión y no se atenían ya a las normas.

Desde luego, podía ser una combinación de las dos. Una trampa del Discípulo, de la cual la tripulación de la nave no sabía nada. O quizás habían sido advertidos, y no se habían tomado en serio la amenaza.

Gosseyn analizó una por una las posibilidades en su mente, y cada vez retornó a la misma realidad. No había ninguna diferencia. Tenía que intentarlo.

Mientras vigilaba, Leej desapareció a través de la compuerta de la cámara. Esperó pacientemente. Se había fijado un plazo de cuatro minutos después que ella entrara en la nave. Hasta cierto punto, era mucho tiempo para dejarla sola.

Esperó, sin ninguna clase de remordimientos. Por un instante, cuando ella había protestado contra su inclusión en el plan, Gosseyn se había preguntado si no la estaba empujando demasiado lejos. Pero aquella inquietud se había desvanecido. Entonces le había parecido, y seguía pareciéndole, que la tripulación de la nave podía haber sido advertida contra un hombre, no contra una mujer. En consecuencia, ella debía asumir el riesgo de efectuar la entrada inicial.

Si ella entraba, entraría él. Había otros métodos, pero éste era el más rápido. Tenía planes para Leej, pero antes era preciso que ella se convenciera del hecho que su suerte estaba unida a la de Gosseyn.

Consultó el reloj y se estremeció ligeramente. Habían transcurrido los cuatro minutos.

Vaciló un instante más, y luego se similarizó a sí mismo a la portilla abierta al lado de la cámara reguladora de presión. Estuvo a punto de perder contacto mientras buscaba un punto al que aferrarse. Y luego su brazo rodeó el marco metálico de la portilla.

Le había parecido un buen lugar para entrar, de modo que lo había fotografiado a través del telescopio antes de acercar el remolque a la nave.

Deslizó su cuerpo a través de la portilla en forma de túnel.