NO-EXTRACTOS: La semántica está relacionada con el significado del significado, o el significado de las palabras. La Semántica General está relacionada con el enlace del sistema nervioso con el mundo que lo rodea, y en consecuencia incluye la semántica. Proporciona un sistema integrador para todo pensamiento y experiencia humanos.
Se produjo un silencio. El Discípulo parecía mirarle, ya que la masa de sombra permanecía ahora inmóvil. La breve e intensa ansiedad de Gosseyn empezó a desvanecerse. Observó a su enemigo con atención y, rápidamente, su actitud cambió.
En realidad, ¿qué podía hacer el Discípulo contra él?
Cautelosamente, Gosseyn desvió su mirada por un breve instante para captar el resto del escenario ante él. Si tenía que producirse una lucha, quería encontrarse en la mejor situación posible para luchar.
Leej estaba de pie donde se había inmovilizado. Su cuerpo estaba rígido y sus ojos anormalmente abiertos. Durante el fugaz momento en que su atención se demoró en ella, Gosseyn notó que las sensaciones nerviosas que fluían de Leej revelaban una intensa ansiedad. Podía tratarse exclusivamente del temor por su propia seguridad, pero Gosseyn no lo creyó así. La suerte de la joven estaba demasiado estrechamente unida a la suya. Descartó toda idea de peligro procedente de ella.
Sus ojos se desviaron hacia la puerta del pasillo que conducía a la sala de control. Durante una fracción de segundo dejó de ver al Discípulo. Desvió la mirada inmediatamente, pero ya había observado el fallo: la puerta estaba situada demasiado a la derecha, obligándole a volver demasiado la cabeza para verla.
Gosseyn empezó a retroceder hacia la pared que había detrás de él. Se movía con lentitud. Había varios pensamientos en su mente, varias posibilidades de peligro. Yanar. El Pronosticador, descubrió con una rápida exploración de su cerebro adicional, se encontraba aún en la sala de control. Vibraciones hostiles emanaban de él.
Gosseyn sonrió torvamente. Podía imaginar a Yanar perjudicándole seriamente en un momento crítico. De memoria, visualizó la pared detrás de él hasta localizar las rendijas de los acondicionadores de aire que necesitaba para su propósito. Se deslizó ligeramente a un lado, hasta que la suave brisa sopló directamente contra su espalda, y allí, con los tacones apretados contra la pared, estableció su posición.
Habiendo hecho lo que podía, estudió a su enemigo con ojos calculadores.
¿Un hombre? Resultaba difícil creer que una forma humana pudiera hacerse tan indefinida, tan insustancial. La estructura de oscuridad no tenía ninguna forma. Gosseyn vio, ahora que la observaba con la mayor atención, que oscilaba ligeramente. Mientras la miraba, fascinado, cambió y se difuminó en los bordes, sólo para volver a llenarse cómo si una presión detrás de ella la empujara hacia adelante.
Cautelosamente, Gosseyn exploró aquel espesor gaseoso. Estaba preparado para anular poderosas energías.
Pero allí no había nada.
Se tomó su tiempo acostumbrado para fotografiar un objeto. Pero siguió sin encontrar nada. No se formó ninguna imagen.
Es decir, ninguna imagen normal. Su cerebro adicional registró la presencia de aire. Pero la sombra en sí salió en blanco.
Recordó lo que Leej había dicho, que el Discípulo era un ser insustancial, desfasado. Por otros comentarios había supuesto que el hombre había descubierto una manera de desfasarse en el tiempo. Pero no en este tiempo. Aquí, pero no ahora.
Súbitamente, se dio cuenta que su suposición llegaba más allá. Había dado por sentado que Leej sabía de lo que estaba hablando.
¿Dónde había adquirido Leej la idea respecto a que el Discípulo estaba desfasado? ¡De la propaganda del Discípulo, naturalmente! Ni ella ni los Pronosticadores poseían ninguna capacidad crítica, al menos no en un sentido científico. Aquellos Pronosticadores robaban su ciencia de las islas. Y así, en su ingenuidad, habían aceptado el cuadro que les había pintado el propio Discípulo.
—¡Leej! —Gosseyn llamó a la mujer sin mirarla.
—¿Sí? —inquirió ella con voz temblorosa.
—¿Has visto alguna vez al Discípulo como un hombre, sin… —hizo una pausa, y terminó sardónicamente— su maquillaje?
—No.
—¿Conoces a alguien que le haya visto?
—Oh, sí, Yanar. Y, oh, otros muchos. Se ha desarrollado desde la infancia, ¿sabes?
Por un instante, Gosseyn imaginó que Yanar era la Sombra. Yanar, en la sala de control, manipulando la marioneta-sombra. Rechazó la idea. Las reacciones del hombre al ser interrogado, lo mismo hacia dentro que hacia fuera, habían sido de un nivel campesino. El Discípulo era un gran hombre.
La cuestión de cómo el Discípulo hacía lo que hacía no era algo acerca de lo cual pudiera emitir un juicio basándose en la evidencia a su alcance. Pero al menos podía eliminar las simples suposiciones de la gente que no conocía realmente la verdad. Gosseyn esperó.
Un dedo mental en su cerebro tembló sobre un nervioso gatillo que atraería la energía de la dínamo de cuarenta mil kilovatios del Refugio del Discípulo a través del espacio y la descargaría contra la Sombra.
No apretó el gatillo. Ésta era una ocasión en la que no tenía la intención de forzar el desenlace.
No tuvo que esperar mucho. Una voz profunda y resonante brotó del vacío de sombra.
—Gilbert Gosseyn, te ofrezco la asociación conmigo…
Para un hombre que había estado preparándose para un conflicto mortal, las palabras llegaron casi con la fuerza de un obús.
Su mente se reajustó rápidamente. Seguía estando intrigado, pero su escepticismo se desvaneció. En realidad, Leej ya había sugerido que podía ocurrir algo por el estilo. Al describir la visita del Discípulo a su celda mientras él estaba inconsciente, Leej le había informado que el Discípulo había dicho que prefería utilizar a la gente más bien que matarla.
Resultaba interesante, aunque no convincente, que ahora se hubiese decidido por un estatus de igualdad. Gosseyn esperaba ser convencido.
—Entre nosotros —dijo la cosa-sombra con su voz resonante—, tú y yo podemos dominar la galaxia.
Gosseyn tuvo que sonreír ante aquello, pero la suya fue una sonrisa desagradable. La palabra «dominar» no era la más indicada para ganarse la buena voluntad de un hombre adiestrado como lo había sido él.
Pero siguió sin contestar. Quería oír todas las palabras de la oferta sin hacer más comentarios que los indispensables.
—Te advierto, desde luego —dijo la Sombra—, que si resultas ser menos fuerte de lo que supongo, te verás reducido eventualmente a desempeñar un papel secundario. Pero de momento, te ofrezco una plena asociación, sin condiciones.
Gosseyn enarcó las cejas, con aire cada vez más sardónico. Éste era el lenguaje talámico. ¡Sin condiciones! No dudaba del hecho que lo que se esperaba de él era que colaborase con los proyectos del Discípulo. La gente tendía a proyectar sus propias esperanzas y deseos, y así un plan para el progreso personal se convertía en el plan.
El siguiente movimiento: terribles amenazas.
—Si no aceptas —dijo la voz resonante—, tú y yo seremos enemigos y serás destruido sin misericordia.
«Esto completaba el cuadro de la neurosis», —pensó Gosseyn con una buena dosis de cinismo.
Su análisis había sido correcto, por lo visto. Se produjo otro silencio, y una vez más, durante un breve espacio de tiempo, sólo se percibió el movimiento de la nave mientras corría a través del cielo nocturno sobre alas de energía magnética.
Era evidente que ahora se esperaba que él diera una respuesta.
Bueno, ¿qué debía decir?
Por el rabillo del ojo, Gosseyn vio que Leej retrocedía cautelosamente hacia una butaca. La alcanzó, y suspiró audiblemente al dejarse caer en ella. Aquello distrajo momentáneamente a Gosseyn, hasta que el Discípulo dijo en su tono más acerado:
—¿Y bien?
Gosseyn había tomado ya una decisión: la de poner a prueba la fuerza del otro. Ponerla a prueba ahora. Pero antes debía obtener el máximo de información posible.
—¿Cuál es la situación bélica? —inquirió para ganar tiempo.
—Preveo la victoria absoluta de Enro dentro de tres meses —fue la respuesta.
Gosseyn ocultó la impresión que le habían producido aquellas palabras.
—¿Ves realmente el momento de la victoria?
La pausa que siguió fue tan leve que Gosseyn se preguntó más tarde si se había producido, o si la había imaginado.
—Lo veo —fue la firme respuesta.
Gosseyn no podía aceptar aquello, puesto que no tenía en cuenta a su cerebro adicional. La evidente posibilidad a que le estuvieran mintiendo le hizo de nuevo sardónico.
—¿Ningún vacío? —dijo.
—Ninguno.
Se produjo una interrupción, un movimiento de Leej. La mujer se incorporó.
—Eso —dijo con voz clara— es una mentira. Yo puedo ver el futuro como pueda verlo cualquier otro Pronosticador. Y resulta muy difícil profetizar con detalle para más de tres semanas. E incluso eso sólo es factible dentro de ciertos límites.
—¡Mujer, cierra la boca!
Leej tenía el color muy encendido.
—Discípulo —dijo—, si no puedes ganar con el poder que realmente tienes, confiesa que estás perdido. Y no creas ni por un momento que me siento obligada a obedecer tus órdenes. No deseo, y nunca he deseado, tu victoria.
—Buena chica —dijo Gosseyn.
Pero frunció el ceño, y anotó un detalle para futura referencia. En las palabras de Leej había una velada implicación de una colaboración anterior con el Discípulo.
—Leej —dijo, sin mirarla—, ¿hay algún vacío en las próximas semanas?
—No hay absolutamente ninguna imagen —fue la respuesta—. Es como si todo estuviera desconectado. El futuro está en blanco.
—Tal vez —dijo el Discípulo, con voz suave pero igualmente resonante— eso sea debido a que Gosseyn está a punto de morir.
Añadió rápidamente:
—Amigo mío, dispones de cinco segundos para tomar una decisión.
Los cinco segundos transcurrieron en silencio.
Gosseyn había esperado que, si se producía un ataque, sería de uno de tres tipos. Primero, el Discípulo podía tratar de utilizar la energía magnética de la nave de Leej contra él; descubrió rápidamente que eso no daría resultado. Segundo, y más probable, utilizaría una fuente de energía en el Refugio, puesto que ésa era su base de operaciones. Descubrió prontamente que tampoco eso daría resultado. Tercero, utilizaría una fuente de energía exterior. En este último caso, Gosseyn confiaba en que actuara a través del espacio y no por similaridad mecánica.
Si llegaba por el espacio, los tubos que había montado la detectarían y su cerebro adicional podría similarizar entonces energía eléctrica al rayo conductor de los tubos.
Resultó ser una combinación. Un Distorsionador y una fuente de energía eléctrica en el Refugio. Gosseyn captó la brusca redirección de la corriente desde la dínamo de cuarenta mil kilovatios. Era lo que había estado esperando y para lo que estaba preparado. En su cerebro adicional había «interruptores» que, una vez adaptados a codas, funcionaban mucho más aprisa que un interruptor eléctrico.
El problema, con su método especial de controlar la materia y la energía, estribaba en que en un sentido comparativo se tardaba mucho tiempo en «establecer» la pauta inicial.
La coda era automática.
Toda la energía de la dínamo fluyó, no como la dirigía el Discípulo a un desintegrador, sino de acuerdo con la pauta del cerebro adicional de Gosseyn. Al principio Gosseyn dejó que se agitara inofensivamente en el suelo en una de sus zonas memorizadas en la isla. Quería que el Discípulo se diera cuenta que el ataque no se estaba desarrollando de acuerdo con su plan.
—Uno, dos, tres —contó deliberadamente, y luego, sin solución de continuidad, la similarizó al aire directamente frente a la Sombra.
Brotó una enorme llama, más brillante que el Sol.
La Sombra la absorbió, y resistió. Tomó todos los voltios y vatios, tambaleándose al hacerlo, pero resistió.
De pronto, el Discípulo dijo:
—Al parecer, estamos en un callejón sin salida.
Era una realidad que Gosseyn ya había captado. Tenía plena conciencia de sus propias limitaciones. Sin que resultara aparente, Gilbert Gosseyn era lamentablemente vulnerable. Un chorro sorpresa de una fuente de energía sobre la cual no hubiera establecido un control previo, y estaría muerto.
El hecho que su memoria perduraría en el cuerpo de un joven de dieciocho años, y que su vida tendría una aparente continuidad, no alteraba el significado de la derrota. Ningún joven de dieciocho años salvaría nunca una galaxia. Y si tal individuo, o incluso varios de tales individuos, se interferían demasiado, también ellos podrían ser eliminados de la escena por individuos de más edad y más poderosos, como el Discípulo.
El sudor inundó su rostro. Sólo por un instante apareció un plan en su mente, para intentar algo que no había intentado hasta entonces. Pero lo rechazó casi inmediatamente. La energía atómica era simplemente una energía más que él podía controlar con su cerebro adicional. Pero saber que podía hacerlo, y hacerlo realmente, eran aspectos completamente distintos del problema.
En este espacio limitado, la radiación atómica podía resultar tan fatal para el que la utilizaba como para la persona contra la cual era utilizada.
—Creo —la voz del Discípulo interrumpió sus pensamientos— que será mejor que lleguemos a un acuerdo. Te advierto que no he utilizado todos mis recursos.
A Gosseyn no le resultó difícil creerlo. Lo único que necesitaba el Discípulo era recurrir a una fuente de energía exterior, e inmediatamente sería el vencedor en esta batalla tensa y mortal. En el mejor de los casos, Gilbert Gosseyn podría retirarse a la isla del Discípulo. Lo cual incluía la posibilidad de volver a ser capturado ignominiosamente.
Y, sin embargo, no se atrevió a utilizar la energía atómica de la pila existente en el Refugio.
Hizo la famosa pausa córtico-talámica, y se dijo a sí mismo conscientemente:
«En esta situación hay algo más de lo que es aparente. Ningún individuo puede absorber la descarga de una dínamo de cuarenta mil kilovatios. En consecuencia, estoy haciendo una identificación. Tiene que existir una explicación para la Sombra que no está al alcance de mis conocimientos de física.».
«Pero ¿qué tipo de física? El Discípulo había confesado que sabía muy poco de tales materias. ¿Qué vasto conocimiento estaba utilizando?».
«El misterio parecía tan grande como el que planteaba la existencia de un ser como el Discípulo».
La Sombra rompió el silencio.
—Admito —dijo— que me has pillado por sorpresa. La próxima vez operaré sobre una base distinta. —Hizo una pausa—. Gosseyn, ¿estás dispuesto a aceptar algún tipo de asociación?
—Sí, pero con las condiciones que yo imponga.
—¿Cuáles son esas condiciones? —inquirió la Sombra, tras una breve vacilación.
—En primer lugar, que vuelvas a los Pronosticadores contra Enro.
—Imposible —replicó secamente el Discípulo—. La Liga debe desaparecer, y la civilización no tardará en perder su cohesión. Tengo un motivo muy especial para desear el establecimiento de un estado universal.
Gosseyn recordó dónde había oído aquello antes. Sacudió la cabeza.
—¿A costa de cien mil millones de muertos? —dijo—. No, gracias.
—Supongo que eres un no-A —dijo la Sombra aviesamente.
Era inútil negarlo. El Discípulo sabía que Venus existía, sabía dónde se encontraba, y podía presumiblemente ordenar su destrucción en cualquier momento.
—Soy un no-A —admitió Gosseyn.
El Discípulo dijo:
—Supongamos que te digo que estoy dispuesto a establecer un estado universal no-A.
—Vacilaría en aceptarlo como un hecho.
—Y, sin embargo, podría examinar esa posibilidad. No he tenido tiempo de estudiar con detalle esa filosofía no-Aristotélica, pero tal como yo la veo es un método de pensamiento científico. ¿Estoy en lo cierto?
—Es un modo de pensar —dijo Gosseyn cautelosamente.
La voz del Discípulo tenía un acento susurrante cuando habló de nuevo.
—Nunca he tenido ningún motivo para temer a la ciencia en ninguna de sus ramas. No creo que necesite empezar ahora. Permíteme plantearlo de este modo: vamos a reflexionar más a fondo, los dos, sobre este asunto. Pero la próxima vez que nos encontremos tienes que haber tomado una decisión. Entretanto, trataré de evitar que puedas utilizar más energía en este planeta.
Gosseyn no dijo nada, y esta vez el silencio se prolongó. Lentamente, la Sombra empezó a desvanecerse.
Incluso con la brillante iluminación de la estancia, resultó difícil decidir en qué momento se desvaneció del todo.
Se produjo una pausa. Y luego la dínamo del Refugio del Discípulo empezó a despedir menos energía. Al cabo de treinta segundos dejó de funcionar.
Otra pausa. Y luego la pila se apagó. Casi en el mismo instante, la energía magnética en el Refugio se disolvió en la nada.
El Discípulo había deducido correctamente lo que había ocurrido. Aunque no sospechara toda la verdad, las medidas que había tomado sólo podían derivar de un análisis tan completo como exacto.
Ahora, Gilbert Gosseyn controlaba únicamente la energía magnética de una pequeña nave.