Todos mis amigos dan forma a mi proceso creativo, y la mayoría percibirá el eco de experiencias compartidas en esta novela. Espero que esas alusiones os hagan sonreír. Sin embargo me gustaría darles especialmente las gracias a quienes me han ayudado de forma más directa para que este libro sea lo que es.
A David Simón, Michael Marlais y Veronique Plesch, que hicieron de mí un historiador del arte. A Boylan y Mills, que me enseñaron que lo que escribo tiene más mérito de lo que imaginaba. A mis amigos y colegas del mundo del arte y la policía, en particular a Bob Wittman, Bob Goldman, Dennis Ahern, Vernon Rapley, Silvia Ciotti y Gianni Pastore, quienes, gracias a la confianza que depositaron en mí, impulsaron mi viaje de estudio por los desconocidos mares de los delitos relacionados con el arte.
A los amigos que me ayudaron con sus sugerencias y correcciones, sobre todo a Sophy Downes y Patrick Tonks. A Katie Williams, por ser la primera profesional que vio algo prometedor en mi trabajo. A Peter Borland, excepcional editor y el mejor amigo que una joven novela puede tener. Y a Lois Wallace, por aceptarme como el miembro más joven de su legendaria y exclusiva clientela… y porque es lo más.