MUCHOS de los episodios narrados en este libro parten de una exhaustiva investigación histórica e, incluso, están escritos sobre documentos históricos de primera mano, como es el caso de Javein mesoula (Le fond de l’abîme), de N.N. Hannover, un impresionante y vívido testimonio de los horrores de la matanza de judíos en Polonia entre 1648 y 1653, escritos con tal capacidad de conmoción que, con los necesarios cortes y retoques, decidí retomarlo en la novela, rodeándolo de personajes de ficción. Desde que leí ese texto supe que no sería capaz de describir mejor la explosión del horror y, mucho menos, de imaginar los niveles de sadismo y perversión a los que se llegaron en la realidad constatada por el cronista y descrita por él, poco después.
Pero como se trata de una novela, algunos de los acontecimientos históricos han sido sometidos a las exigencias de un desarrollo dramático, en interés de su utilización, repito, novelesca. Quizás el pasaje donde con mayor insistencia realizo ese ejercicio está alrededor de los acontecimientos ubicados en la década de 1640, que en realidad son una suma de eventos propios de ese momento, mezclados con algunos de la década posterior, tales como la condena de Baruch Spinoza, el peregrinaje del supuesto mesías Sabbatai Zeví, o el viaje de Menasseh Ben Israel a Londres, con el cual consiguió, en 1655, que Cromwell y el Parlamento inglés dieran una tácita aprobación a la presencia de judíos en Inglaterra, proceso que pronto comenzó a producirse.
En los pasajes posteriores sí está respetada la estricta cronología histórica, con alguna pequeña alteración en la biografía de algunos personajes tomados de la realidad. Porque la historia, la realidad y la novela funcionan con motores diferentes.