Mi más sentido agradecimiento por introducirme en el arte de la forja y responder a interminables preguntas para el herrero Amo Eckhart, que aún hoy en día vive de forjar espadas. Él ha confeccionado a Athanor siguiendo las descripciones del libro, y gracias a él puede contemplarse durante mis lecturas.
Asimismo, fueron para mí de fundamental importancia las conversaciones con la forjadora Petra Schmalz, quien también creció en una herrería y, con ello, pudo ofrecerme una perspectiva única sobre la infancia de Ellen. También quisiera agradecerle al orfebre Fritz Rottler la ayuda prestada.
Las palabras de aliento y los consejos de Tanja Reindel, Eva Baronsky y Rebecca Gable, tan querida por mí, me ayudaron a no tirar la toalla en los momentos difíciles.
A mi agente, Bastian Schlück, y a mi lectora, Karin Schmidt, les agradezco su constructiva colaboración y la confianza que depositaron en mí desde un buen principio.
A mi amiga Françoise Chateau-Dégat le dirijo un agradecimiento muy especial, pues aligeró una inmensa cantidad de compromisos de mi vida cotidiana, cuidó de mis hijos con mucho amor y estuvo dispuesta a escucharme día y noche.
No obstante, sin mis padres, que tras sus reparos iniciales demostraron ser unos mecenas de lo más generosos, la realización de este proyecto no habría sido posible.