CAPÍTULO 28

A lo largo de los siguientes meses, Otto Lewison hizo que tres psiquiatras examinaran a Ashley. Utilizaron hipnoterapia y amobarbital sódico.

—Hola, Ashley. Soy el doctor Montfort y necesito hacerle algunas preguntas. ¿Cómo se siente con respecto a usted misma?

—Me siento maravillosamente bien, doctor. Es como si acabara de curarme de una larga enfermedad.

—¿Se considera una mala persona?

—No. Sé que ocurrieron algunas cosas malas, pero no me considero responsable de ellas.

—¿Odia a alguna persona?

—No.

—¿Y qué me dice de su padre? ¿Lo odia?

—Lo odiaba. Pero ya no lo odio. Supongo que él no pudo evitar hacer lo que hizo. Sólo espero que ahora esté bien.

—¿Le gustaría volver a verlo?

—Creo que sería mejor que no nos viéramos. Él tiene su vida y yo quiero empezar una vida nueva para mí.

—¿Ashley?

—Sí.

—Soy el doctor Vaughn. Me gustaría charlar un rato con usted.

—De acuerdo.

—¿Recuerda a Toni y a Alette?

—Desde luego. Pero se han ido.

—¿Qué siente con respecto a ellas?

—Al principio me sentí aterrada, pero ahora sé que las necesitaba. Y les estoy agradecida.

—¿Duerme bien por las noches?

—Ahora sí.

—Hábleme de sus sueños.

—Solía tener sueños espantosos en los que algo siempre me perseguía. Yo creía que me iban a asesinar.

—¿Todavía tiene esos sueños?

—Ya no. Mis sueños son muy pacíficos. Veo colores vivos y gente que sonríe. Anoche soñé que estaba en un centro de esquí y que descendía volando por las laderas. Fue maravilloso. Ya no le tengo miedo al frío.

—¿Qué siente hacia su padre?

—Quiero que sea feliz y yo quiero ser feliz.

—¿Ashley?

—Sí.

—Soy el doctor Hoelterhoff.

—¿Cómo le va, doctor?

—No me advirtieron lo hermosa que es. ¿Usted se considera linda?

—Me considero atractiva…

—Me dicen que tiene una voz hermosa. ¿Usted lo sabe?

—No es una voz entrenada, pero sí —se echó a reír—. Sé que soy afinada.

—Y también he oído decir que pinta. ¿Lo hace bien?

—Para una aficionada, me considero bastante buena. Sí.

Él la observaba con actitud pensativa.

—¿Tiene algún problema que le gustaría analizar conmigo?

—No se me ocurre ninguno. Aquí me han tratado muy bien.

—¿Qué siente con respecto a irse de aquí y salir al mundo?

—He pensado mucho en eso. Confieso que me da un poco de miedo, pero al mismo tiempo me resulta excitante.

—¿Le parece que sentirá miedo cuando esté allá afuera?

—No. Quiero construirme una nueva vida. Soy hábil con las computadoras. No puedo volver a la compañía para la que trabajaba, pero estoy segura de que conseguiré un empleo en otra empresa.

El doctor Hoelterhoff asintió.

—Gracias, Ashley. Fue un placer hablar con usted.

Los doctores Montfort, Vaughn, Holterhoff y Keller se encontraban reunidos en la oficina de Otto Lewison, quien estudiaba los informes de esos especialistas. Cuando terminó, miró al doctor Keller y sonrió.

—Felicitaciones —dijo—. Todos estos informes son positivos. Hiciste un trabajo excelente.

—Ella es una mujer maravillosa. Es muy especial, Otto. Me alegra que vuelva a tener su vida.

—¿Aceptó someterse a un tratamiento ambulatorio cuando se vaya de aquí?

—Absolutamente.

Otto Lewison asintió.

—Muy bien. Haré que preparen los papeles para el alta. —Se dirigió a los otros médicos—. Gracias, caballeros. Les agradezco mucho su colaboración.