CAPÍTULO 27

—¿TONI? ¿Toni, puedes oírme?

El doctor Keller vio la transformación que se operaba en la cara de Ashley.

—Lo escucho, doctorcito.

—Hablemos de Jean Claude Parent.

—Debería haber sabido que él era demasiado bueno para ser cierto.

—¿Qué quieres decir?

—Al principio parecía un auténtico caballero. Me invitaba a salir todos los días y lo pasábamos muy bien. Pensé que era diferente, pero era igual que todos los demás. Lo único que quería era acostarse conmigo.

—Entiendo.

—Me regaló un anillo precioso, y supongo que creyó que era mi dueño. Yo lo acompañé a su casa.

La casa era un hermoso edificio de ladrillo rojo de dos plantas y estaba lleno de antigüedades.

—Es preciosa.

—Hay algo especial que quiero mostrarte en el dormitorio del piso superior. —Y la llevaba arriba, y ella no podía impedírselo.

Estaban en el dormitorio, y él la abrazó y le susurró:

—Desvístete.

—Yo no quiero…

—Sí que quieres. Los dos lo deseamos.

Él la desvistió muy rápido, la acostó en la cama y la montó. Ella gemía:

—No. ¡Por favor no, papá!

Pero él no le prestó atención. La penetraba sin cesar hasta que de pronto dijo:

—Ah —y sus movimientos cesaron—. Eres maravillosa —dijo.

Y entonces la furia de ella estalló. Tomó el filoso abrecartas que había sobre el escritorio y se lo clavó en el pecho una y otra vez.

—No volverás a hacerle esto a nadie.

Y continuó con la entrepierna de Jean Claude.

Después se duchó, se vistió y regresó al hotel.

—Ashley… —La cara de Ashley empezó a cambiar. Despierta ya.

Lentamente ella salió del trance. Miró al doctor Keller y preguntó:

—¿Fue Toni de nuevo?

—Sí. Conoció a Jean Claude en Internet. Ashley, cuando estuviste en Quebec, ¿hubo algunos períodos en que parecías perder la noción del tiempo? ¿En que de pronto eran horas más tarde o un día después, y no sabías qué había ocurrido en ese tiempo?

Ella asintió con lentitud.

—Sí. Me pasó muchas veces.

—En esos momentos Toni tomó el comando de tu vida.

—¿Y fue entonces cuando… cuando ella…?

—Sí.

Los meses que siguieron transcurrieron sin ninguna novedad especial. Por las tardes, el doctor Keller escuchaba a Toni tocar el piano y cantar, y observaba a Alette pintar en el jardín. Todavía faltaba sacar a relucir un asesinato, pero él quería que Ashley estuviera muy tranquila antes de tocar ese tema.

Habían pasado cuatro años desde su llegada al hospital. Está casi curada, pensó el doctor Keller.

Un lunes por la mañana, hizo traer a Ashley y la observó entrar en el consultorio pálida, como si supiera lo que estaba por enfrentar.

—Buenos días, Ashley.

—Buenos días, Gilbert.

—¿Cómo te sientes?

—Nerviosa. Este es el último, ¿no?

—Sí. Hablemos del detective Sam Blake. ¿Qué hacía él en tu departamento?

—Le pedí que viniera. Alguien había escrito en el espejo del baño MORIRÁS y yo no sabía qué hacer. Pensé que trataban de matarme. Llamé a la policía y el detective Blake vino a casa. Era un hombre muy agradable y comprensivo.

—¿Le pediste que se quedara contigo?

—Sí. Tenía miedo de quedarme sola. Él dijo que pasaría la noche en el departamento y que por la mañana haría los arreglos necesarios para que me pusieran una vigilancia de veinticuatro horas. Me ofrecí a dormir en el sofá y que él lo hiciera en el dormitorio, pero él optó por dormir en el sofá. Recuerdo que revisó las ventanas para asegurarse de que estuvieran bien cerradas, y después le echó llave y le puso tranca a la puerta. Dejó su arma sobre una mesita que había junto al sofá. Le deseé buenas noches, me fui al dormitorio y cerré la puerta.

—¿Qué ocurrió entonces?

—Yo… lo siguiente que recuerdo es ser despertada por unos gritos en el callejón. Entonces vino el sheriff y me dijo que habían encontrado muerto al detective Blake. —Calló, su cara muy pálida.

—Está bien. Ahora te dormiré. Aflójate… Cierra los ojos y distiéndete… —Le llevó diez minutos. El doctor Keller dijo:

—Toni…

—Aquí estoy. Usted quiere saber qué ocurrió realmente, ¿no? Ashley fue una tonta en invitar a Sam a quedarse en el departamento. Yo podría haberle dicho lo que él haría.

Él oyó un grito procedente del dormitorio. Enseguida se levantó del sofá y tomó su arma. Se acercó a la puerta del dormitorio y escuchó un momento. Silencio. Sin duda era sólo fruto de su imaginación. Cuando comenzaba a volverse lo oyó de nuevo. Abrió la puerta con la pistola en la mano. Ashley estaba sobre la cama, desnuda y dormida. No había nadie más en la habitación. Ella hacía ruiditos, como gemidos. Él se acercó a la cama. Observó ese ser maravilloso que estaba acostado allí en posición fetal. Ella volvió a gemir, sumida en algún sueño terrible. La intención de él era sólo consolarla, tomarla en sus brazos y apretarla fuerte. Se acostó junto a ella y suavemente la atrajo hacia sí. Al sentir el calor de su cuerpo comenzó a excitarse sexualmente.

A ella la despertó la voz del detective que le decía:

—Ya todo está bien. Está a salvo. —Y sus labios estaban sobre los de ella, y le abrió las piernas y la penetró.

Y ella gritaba: «¡No, papá!». Y él comenzó a moverse cada vez más rápido y entonces se apoderó de ella un sentimiento salvaje de venganza. Tomó un cuchillo del cajón de la mesa de luz y comenzó a clavárselo.

—¿Qué pasó después de que lo mataste?

—Envolví su cuerpo en las sábanas, lo arrastré al ascensor y después, por el garaje al callejón del fondo.

—… y entonces —le dijo a Ashley el doctor Keller, Toni envolvió el cuerpo del detective en las sábanas, lo arrastró al ascensor y por el garaje lo sacó al callejón del fondo.

Ashley se quedó callada, su cara blanca como el papel.

—Ella es un monstruo… Yo soy un monstruo.

Gilbert Keller dijo:

—No, Ashley. Debes recordar que Toni nació de tu dolor, para protegerte. Lo mismo se aplica a Alette. Ha llegado el momento de ponerle a esto punto final. Quiero que las conozcas, Es el siguiente paso que conduce a tu curación.

Ashley tenía los ojos bien cerrados.

—Está bien. ¿Cuándo lo haremos?

—Mañana por la mañana.

Ashley estaba en un estado de hipnosis profunda. El doctor Keller empezó con Toni.

—Toni, quiero que tú y Alette hablen con Ashley.

—¿Qué le hace pensar que ella podrá enfrentarlo?

—Creo que puede hacerlo.

—De acuerdo, doctorcito. Lo que usted diga.

—Alette, ¿estás lista para conocer a Ashley?

—Si Toni lo dice, está bien.

—Está bien, Alette. Ya es tiempo. El doctor Keller hizo una inspiración profunda y dijo: —Ashley, quiero que saludes a Toni.

Se hizo un prolongado silencio. Después, un tímido:

—Hola, Toni…

—Hola.

—Ashley, saluda a Alette.

—Hola, Alette… —Hola, Ashley…

El doctor Keller lanzó un suspiro de alivio.

—Quiero que las tres se conozcan mutuamente. Todas sufrieron los mismos traumas terribles, que las separaron a unas de otras. Pero ya no hay razón para esa separación. Las tres se convertirán en una única persona sana. Es un largo camino, pero ustedes acaban de iniciarlo. Les prometo que lo más difícil ya pasó.

A partir de ese momento, el tratamiento de Ashley avanzó con rapidez. Ella y sus alter egos se hablaban todos los días.

—Yo tenía que protegerte —explicó Toni—. Supongo que cada vez que maté a uno de esos hombres estaba matando a papá por lo que te hizo.

—Yo también traté de protegerte —dijo Alette.

—Yo… bueno, se lo agradezco. Estoy muy agradecida a ambas.

Ashley miró al doctor Keller y le dijo con tono un poco burlón:

—En realidad, todas son yo, ¿no es verdad? Estoy hablando conmigo misma.

—Estás hablando con otras dos partes de ti —la corrigió él con suavidad—. Es hora de que todas ustedes se unifiquen y vuelvan a ser una.

Ashley lo miró y sonrió.

—Estoy lista.

Esa tarde, el doctor Keller fue a ver a Otto Lewison. El doctor Lewison dijo:

—Tus informes son muy buenos, Gilbert.

El doctor Keller asintió.

—Los progresos de Ashley son notables. Creo que dentro de pocos meses podremos darla de alta y continuar su tratamiento como paciente ambulatoria.

—Es una noticia excelente. Felicitaciones.

La extrañaré, pensó el doctor Keller. La extrañaré muchísimo.

—El doctor Salem acaba de llamar para usted, doctor Singer. Está en la línea dos.

—Muy bien.

David levantó el tubo, intrigado. ¿Por qué lo estaría llamando el doctor Salem? Habían pasado años desde la última vez que hablaron.

—¿Royce?

—Buenos días, David. Tengo una información interesante para usted. Se refiere a Ashley Patterson.

David enseguida se alarmó.

—¿Qué ocurre con ella?

—¿Recuerda lo mucho que intentamos descubrir el trauma que le había producido su enfermedad mental y lo inútil que fue nuestra búsqueda?

David lo recordaba muy bien. Fue el principal punto débil de la causa judicial.

—Sí.

—Pues bien, ahora tengo la respuesta. Mi amigo, el doctor Lewison, que preside el Hospital Psiquiátrico de Connecticut, me llamó hace un momento. La pieza que faltaba del rompecabezas es el doctor Steven Patterson. Él fue el que abusó de Ashley cuando ella era pequeña.

—¿Qué? —preguntó David con incredulidad.

—El doctor Lewison lo supo hace poco.

David permaneció allí sentado escuchando el relato del doctor Salem, pero sus pensamientos estaban en otra parte. Recordaba las palabras del doctor Patterson: «Tú eres el único en quien puedo confiar, David. Mi hija significa todo para mí. Tú le salvarás la vida… quiero que defiendas a Ashley y no permitiré que ninguna otra persona se involucre en este caso…».

Y de pronto David comprendió por qué el doctor Patterson había insistido tanto en que solamente él representara a Ashley. Sin duda estaba seguro de que si David descubría alguna vez lo que él había hecho, lo protegería. El doctor Patterson tuvo que elegir entre su hija y su propia reputación, y eligió lo segundo. ¡El muy hijo de puta!

—Gracias, Royce.

Esa tarde, al pasar por la sala de recreación, Ashley vio un ejemplar del The Westport News que alguien había dejado allí. En la primera página había una fotografía de su padre con Victoria Aniston y Katrina. El copete del artículo decía: «El doctor Steven Patterson está a punto de contraer matrimonio con la dama de alta sociedad Victoria Aniston, quien tiene una hija de tres años de un matrimonio anterior. El doctor Patterson entrará a formar parte del equipo de médicos del St. John’s Hospital en Manhattan, y él y su futura esposa han comprado una casa en Long Island…».

Ashley se detuvo y su rostro se transformó en una máscara de furia.

—Mataré al hijo de puta —gritó Toni—. ¡Lo mataré!

Estaba por completo fuera de control. Tuvieron que ponerla en una habitación acolchada donde no pudiera lastimarse, y tenía las manos y las piernas sujetas. Cada vez que los asistentes entraban a llevarle la comida, Ashley trataba de prenderse de ellos, así que debían tener cuidado de no acercarse demasiado a ella. Toni se había posesionado por completo de Ashley.

Cuando vio al doctor Keller gritó:

—¡Sáqueme de aquí, hijo de puta! ¡Ahora!

—Sí te sacaremos —dijo el doctor Keller con tono tranquilizador—, pero primero debes calmarte.

—Estoy tranquila —gritó Toni—. ¡Sáquenme de aquí!

El doctor Keller se sentó en el piso junto a ella y dijo:

—Toni, cuando viste esa fotografía de tu padre, dijiste que lo lastimarías y…

—¡Miente! ¡Lo que dije era que lo mataría!

—Ya hubo suficientes muertes. Tú no quieres apuñalar a nadie.

—No iba a apuñalarlo. ¿Ha oído hablar del ácido clorhídrico? Carcome cualquier cosa, incluyendo la piel. Espere a que yo…

—No quiero que pienses de esa manera.

—Tiene razón. ¡Un incendio sería mejor! Así no habrá que esperar a que llegue al infierno para que se queme hasta morir. Puedo hacerlo de forma en que jamás me pescarían si…

—Toni, olvídalo.

—Está bien, se me ocurren otras maneras incluso mejores.

Él la observó un momento, desalentado.

—Creí que ya nos habíamos librado de esos sentimientos. ¿Por qué estás tan enojada?

—¿No lo sabe? Se suponía que era tan buen médico. Él se va a casar con una mujer que tiene una hijita de tres años. ¿Qué le ocurrirá a esa chiquilla, Doctor Famoso? Yo se lo diré. Lo mismo que nos sucedió a nosotras. ¡Pero yo lo impediré!

—Toni, nada le pasará a ella. Creí que nos habíamos librado de todo ese odio.

—¿Odio? ¿Quiere oír hablar de odio?

Llovía, y el chapuzón continuo hacía que las gotas de lluvia golpearan contra el techo del automóvil que avanzaba a toda velocidad. Miró a su madre sentada detrás del volante, observando con ojos entrecerrados el camino que tenía por delante, y sonrió, feliz. Comenzó a cantar:

«All around the mulberry bush, The monkey chased…».

Su madre giró la cabeza y le gritó:

—Cállate. Te dije que detesto esa canción. Me haces sentir desdichada, pequeña…

Después de eso, todo pareció suceder en cámara lenta. La curva que apareció adelante, el auto que patinaba y se salía del camino, el árbol. El choque la arrojó por el aire. Estaba estremecida pero ilesa.

Se puso de pie. Alcanzaba a oír a su madre que, atrapada en el vehículo, gritaba:

—Sácame de aquí. ¡Ayúdame! ¡Ayúdame! Pero ella permaneció allí de pie mirando hasta que por último el auto explotó.

—¿Odio? ¿Quiere oír más?

Walter Manning dijo:

—Esta tiene que ser una decisión unánime. Mi hija es una pintora profesional, no una diletante. Hizo esto como un favor. No podemos decepcionarla. Esto debe ser unánime. Le damos al pastor Frank el cuadro de mi hija o no le regalamos nada.

Ella se encontraba con el auto estacionado junto al cordón de la vereda, con el motor encendido. Vio a Walter Manning cruzar la calle y enfilar hacia el garaje donde guardaba su automóvil. Ella puso la palanca en primera velocidad y apretó a fondo el acelerador A último momento, él oyó el sonido del auto que avanzaba hacia él y giró la cabeza. Ella vio la expresión de su rostro cuando el auto lo atropelló y después arrojó a un costado su cuerpo destrozado. Ella siguió conduciendo. No hubo testigos. Dios estaba de su parte.

—¡Eso es odio, doctorcito! ¡Eso sí que es verdadero odio!

Gilbert Keller la escuchó, consternado e impresionado por tanta crueldad. Canceló el resto de sus compromisos para el día. Necesitaba estar a solas.

A la mañana siguiente, cuando el doctor Keller entró en la celda acolchada, Alette estaba en control de la situación.

—¿Por qué me está haciendo esto, doctor Keller? —preguntó ella—. Sáqueme de aquí.

—Lo haré —le aseguró el doctor Keller. Háblame de Toni. ¿Qué te dijo?

—Dijo que debemos huir de aquí y matar a papá.

Toni apareció.

—Buenos días, doctorcito. Ahora estamos muy bien. ¿Por qué no nos deja salir?

El doctor Keller la miró a los ojos y en ellos vio un asesinato a sangre fría.

El doctor Otto Lewison suspiró.

—Lamento mucho lo sucedido, Gilbert. Todo iba tan bien.

—En este momento ni siquiera puedo ponerme en contacto con Ashley.

—Supongo que esto significa que es preciso empezar de nuevo el tratamiento.

El doctor Keller quedó pensativo.

—En realidad no, Otto. Hemos llegado a un punto en que las tres personalidades se conocen. Ese fue un gran progreso. El paso siguiente era lograr que se integraran. Tengo que encontrar la manera de conseguirlo.

—Ese maldito artículo…

—Es una suerte para nosotros que Toni lo haya visto.

Otto Lewison lo miró, sorprendido:

—¿Una suerte?

—Sí. Porque así apareció el odio residual de Toni. Ahora que sabemos que está allí, podemos trabajar en él. Quiero intentar un experimento. Si funciona, todo irá bien. En caso contrario… —hizo una pausa. Luego agregó en voz baja—: Entonces creo que será necesario confinar aquí a Ashley por el resto de su vida.

—¿Qué quieres hacer?

—Creo que es una mala idea que el padre de Ashley vuelva a verla, pero quiero contratar a un servicio de recortes de periódicos para que me envíen todos los artículos en que figure el doctor Patterson.

Otto Lewison parpadeó.

—¿Con qué finalidad?

—Le mostraré todos los recortes a Toni. Con el tiempo, su odio tendrá que autoconsumirse. Así lo podré monitorear y tratar de controlarlo.

—Eso puede llevar mucho tiempo, Gilbert.

—Por lo menos un año, quizá más. Pero es la única oportunidad que le queda a Ashley.

Cinco días después, Ashley volvió a aparecer. Cuando el doctor Keller entró en la celda acolchada, Ashley dijo:

—Buenos días, Gilbert. Lamento que todo esto haya sucedido.

—Me alegra que sucediera, Ashley. Así nuestros sentimientos saldrán a la superficie. —Le hizo señas al guardia para que le soltara las manos y los pies.

Ashley se puso de pie y se frotó las muñecas.

—Confieso que eso no me resultó demasiado cómodo —dijo.

Salieron al pasillo.

—Toni está muy enojada.

—Sí, pero se le pasará. Este es mi plan…

Todos los meses se publicaban tres o cuatro artículos sobre el doctor Steven Patterson. Uno decía: «El doctor Steven Patterson se casará con Victoria Aniston en una elaborada ceremonia nupcial que tendrá lugar este viernes en Long Island. Los colegas del doctor Patterson volarán hacia allí para asistir…».

Toni se puso histérica cuando el doctor Keller le mostró la nota.

—Ese matrimonio no durará mucho.

—¿Por qué lo dices, Toni?

—¡Porque él morirá!

«El doctor Steven Patterson renunció a su cargo en el St. John’s Hospital y encabezará el equipo de cardiólogos del Hospital Metodista de Manhattan…».

—Para poder así violar a las pequeñas allí internadas —gritó Toni.

«El doctor Steven Patterson recibió el Premio Lasker por su labor en medicina y está siendo honrado en la Casa Blanca…».

—¡Deberían ahorcar a ese hijo de puta! —aulló Toni.

Gilbert Keller se aseguró de que Toni recibiera todas las notas que se escribían sobre su padre. Y, a medida que fue pasando el tiempo, con cada una su furia pareció disminuir. Era como si sus sentimientos se estuvieran desgastando. Pasó del odio a la furia y, por último, a una aceptación resignada.

Apareció una mención de su padre en la sección bienes raíces. «El doctor Steven Patterson y su nueva esposa se acaban de mudar a una casa en Manhattan, pero planean comprar otra en The Hamptons, donde pasarán los veranos con su pequeña hija Katrina».

Toni comenzó a sollozar.

—¿Cómo pudo hacernos algo así?

—¿Tienes la sensación de que esa pequeña ocupa el lugar de ustedes, Toni?

—No lo sé. Estoy confundida.

Otro año transcurrió. Ashley tenía sesiones de terapia tres veces por semana. Alette pintaba casi todos los días, pero Toni se negaba a cantar y a tocar el piano.

Al llegar la Navidad, el doctor Keller le mostró a Toni un nuevo recorte, en el que había una fotografía de su padre, Victoria y Katrina. El epígrafe rezaba:

LOS PATTERSON CELEBRAN NAVIDAD EN LOS PTONS.

Toni dijo, con nostalgia:

—Solíamos pasar la Navidad juntos. Él siempre me hacía regalos maravillosos. —Miró al doctor Keller—. No era tan malo. Aparte de, bueno, de lo que usted ya sabe, fue un buen padre. Creo que realmente me amaba.

Era la primera señal de un nuevo progreso.

Cierto día, cuando el doctor Keller pasó por la sala de recreación, oyó que Toni cantaba y tocaba el piano. Sorprendido, entró en el salón y la observó. Estaba completamente enfrascada en la música.

Al día siguiente, el doctor Keller tuvo una sesión con Toni.

—Tu padre se está volviendo viejo, Toni. ¿Cómo crees que te sentirás cuando él muera?

—Yo… yo no quiero que muera. Sé que dije muchas estupideces, pero las dije porque estaba enojada con él.

—¿Ya no lo estás?

Ella pensó un momento.

—No estoy enojada sino dolida. Creo que usted tenía razón. Sí sentí que esa chiquita ocupaba mi lugar. —Miró al doctor Keller y dijo—: Estaba confundida. Pero mi padre tiene derecho de rehacer su vida, y Ashley también tiene derecho de rehacer la suya.

El doctor Keller sonrió. Estamos de vuelta en el buen camino.

Ahora las tres se hablaban entre sí con toda libertad. El doctor Keller dijo:

—Ashley, tú necesitabas a Toni y a Alette porque no podías tolerar el dolor. ¿Qué sientes ahora por tu padre?

Se hizo un breve silencio. Ella dijo en voz baja:

—Nunca podré olvidar lo que me hizo, pero sí puedo perdonarlo. Quiero dejar el pasado atrás y emprender mi futuro.

—Para hacerlo, debemos conseguir que las tres vuelvan a ser una. ¿Qué opinas al respecto, Alette?

Alette respondió:

—¿Si soy Ashley podré seguir pintando?

—Desde luego que sí.

—Entonces está bien.

—¿Toni?

—¿Yo podré seguir cantando y tocando el piano?

—Sí —contestó él.

—Entonces… ¿por qué no?

_¿Ashley?

—Estoy lista para que las tres seamos una. Quisiera agradecerles por haberme ayudado cuando yo lo necesitaba.

—Fue un gusto, mi amor.

—Anche per me —dijo Alette.

Había llegado el momento del paso definitivo: la integración.

—Muy bien. Ahora te hipnotizaré, Ashley. Quiero que te despidas de Toni y de Alette.

Ashley respiró hondo.

—Adiós, Toni. Adiós, Alette.

—Adiós Ashley.

—Cuídate mucho, Ashley.

Diez minutos más tarde, Ashley se encontraba sumida en un profundo estado hipnótico.

—Ashley, ya no tienes nada que temer. Ya dejaste atrás tus problemas. No necesitas que nadie te proteja. Eres capaz de manejar tu vida sin ayuda, sin sepultar las malas experiencias. Eres capaz de enfrentar cualquier cosa que suceda. ¿Estás de acuerdo conmigo?

—Sí. Estoy lista para enfrentar el futuro.

—Espléndido. ¿Toni?

No hubo respuesta.

—¿Toni?

Nada.

—¿Alette?

Silencio.

—¿Alette?

Silencio.

—Se han ido, Ashley. Ahora eres una sola persona y estás curada.

Vio cómo a ella se le iluminaba la cara.

—Despertarás a mi cuenta de tres. Uno… Dos… Tres…

Ashley abrió los ojos y una sonrisa beatífica le iluminó la cara.

—Sucedió, ¿verdad?

Él asintió.

—Sí.

Ella estaba transfigurada.

—Soy libre. ¡Gracias, Gilbert! Tengo la sensación de que un horrible telón negro ha desaparecido de mi vida.

El doctor Keller le tomó una mano.

—No puedo decirte lo complacido que estoy. Durante los próximos meses te haremos algunas pruebas, pero si salen como creo, te enviaremos a casa. Dispondré todo lo necesario para que sigas un tratamiento ambulatorio dondequiera estés.

Ashley asintió, demasiado emocionada para hablar.