Unas semanas más tarde aparecieron merodeadores, llevando a otras dos criaturas robadas. Ambas parecían ser niñas pequeñas. Los secuestradores no querían una mujer a cambio, sino tantas herramientas de metal y tanto oro como pudieran transportar; y libros, que valían más que el oro. En Fénix, dos parejas, con la ayuda ocasional de otros, trabajaban haciendo papel y tintas e imprimiendo los libros que era más posible que deseasen los otros poblados: Biblias. Usando los recuerdos de cada humano con el que habían podido ponerse en contacto, los investigadores de Fénix habían reconstruido la Biblia más completa que era posible hallar. Y también estaban los manuales prácticos, los libros de Medicina, los recuerdos de la vida en la Tierra antes de la guerra, los listados de plantas, animales, pescados e insectos comestibles, sus propiedades y peligros, así como los opúsculos de propaganda contra los oankali.
—No podemos tener niños, así que nos dedicamos a hacer estas cosas —le dijo Tate a Akin, mientras miraban como los bandoleros regateaban por una nueva canoa en la que poder llevarse todas sus nuevas mercancías—. Ahora, esos tipos son realmente ricos…, aunque, para lo que les va a servir…
—¿Puedo ver a las niñas?
—¿Por qué no? Vamos.
Caminó lentamente, dejándole seguirla hasta la casa de los Wilton, donde se habían quedado las niñas. Macy y Kolina Wilton habían sido los más rápidos a la hora de quedarse a las dos niñas para ellos. Eran la mitad de los editores de Fénix y, probablemente, se esperaba de ellos que diesen una de las dos niñas a otra pareja; pero por el momento eran una familia de cuatro.
Las niñas estaban comiendo almendras asadas y pan de mandioca con miel. Kolina Wilton les estaba sirviendo en pequeños cuencos una ensalada de frutas.
—Akin —le dijo cuando lo vio—. Bien. Estas niñitas no hablan inglés. Quizá tú puedas hablar con ellas.
Eran chicas morenas, con largo y denso cabello oscuro y ojos negros. Vestían lo que parecían ser camisas de hombre, con una cuerda fina como cinturón y cortadas a su tamaño. La mayor de las dos niñas había logrado ya liberar sus brazos del improvisado vestido. Tenía algunos tentáculos corporales alrededor del cuello y hombros, y el tenerlos confinados posiblemente le resultaba un tormento de picores y algo absolutamente cegador. Ahora, todos sus diminutos tentáculos se enfocaron en Akin, mientras el resto de ella parecía seguir interesado en la comida. La niña más pequeña tenía un grupo de tentáculos en el cuello, donde probablemente protegían un orificio de respiración sair. Eso significaba que su pequeña nariz, de aspecto normal, probablemente sólo era ornamental. Esto también podía significar que la niña podía respirar bajo el agua. Así pues, era nacida de oankali, a pesar de su apariencia humana. Esto era inusitado. Si era nacida de oankali, entonces el que fuera una hembra sólo era una pura cortesía. Porque no podía saber aún cuál iba a ser su sexo. Lo cierto es que en tales niños, si es que tenían algún tipo de órganos sexuales de apariencia humana, éstos tendían a parecer femeninos. Probablemente las niñas tendrían tres y cuatro años de edad, respectivamente.
—Tendréis que ir a sus huertos y a la selva para hallar las proteínas que os sean necesarias —les dijo Akin en oankali—. Ellos intentan alimentarnos, pero nunca parecen darnos lo bastante.
Ambas niñas bajaron de sus sillas y se le acercaron para tocarlo, probarlo y conocerlo. Se enfocó tan absolutamente en ellas y en lograr conocerlas que durante varios minutos no pudo percibir ninguna otra cosa.
Eran compañeras de camada…, una nacida de oankali, la otra de humana. La más pequeña era la nacida de oankali, y la que tenía el aspecto más andrógino de las dos. Probablemente se convertiría en macho, en respuesta a la aparente feminidad de su compañera. Su nombre, le había señalado, era Shkaht… Kaalshkaht eka Jaitahso-kahldahktohj aj Dinso. Era pariente de él: ambos estaban relacionados a través de Nikanj, cuya gente era Kaal. Feliz, Akin le dio a Shkaht la versión humana de su propio nombre, dado que la versión oankali no daba la suficiente información acerca de Nikanj: Akin Iyapo Shing Kaalnikanjlo.
Las niñas ya sabían que era nacido de humana y que esperaba convertirse en macho. Esto hacía de él un objeto de intensa curiosidad. Descubrió que le gustaba su atención, y les dejó investigarlo a conciencia.
—… no se comportan como los niños normales —estaba diciendo uno de los humanos—. Están unos encima de los otros, olisqueándose como una manada de perros.
¿Quién estaba hablando? Akin se obligó a enfocar de nuevo su atención al resto de la sala, a los humanos. Otros tres habían entrado en la habitación, y la que hablaba era Neci, una mujer que siempre le había considerado como una propiedad valiosa, pero a la que nunca le había agradado.
—Si eso es lo peor que hacen, nos llevaremos muy bien con ellas —dijo Tate—. ¿Cómo se llaman, Akin?
—Shkaht y Amma —le contestó el niño—. Shkaht es la más pequeña.
—¿Qué clase de nombre es Shkaht? —preguntó Gabe. Había entrado con Neci y Pilar.
—Tres de sus padres son oankali. Como también lo son tres de los míos. —No les iba a decir que Shkaht era nacida de oankali. Y tampoco dejaría que Shkaht se lo dijese. ¿Qué pasaría si, de enterarse, decidían que sólo querían a la niña nacida de humana? ¿La cambiarían por algo, o se la devolverían a los bandoleros? Era mejor que siguieran creyendo que tanto Shkaht como Amma eran nacidas de humana, y realmente hembras. Él mismo tendría que pensar en ellas en este modo, para que sus pensamientos no se convirtiesen en palabras y lo traicionasen. Ya les había advertido a ambas niñas de que no debían revelar este secreto. No comprendían el motivo, pero habían aceptado.
—¿Qué idiomas hablan? —preguntó Tate.
—Quieren saber los idiomas que habláis —les transmitió en oankali.
—Hablamos francés y twi —le dijo Amma—. Nuestro padre humano y sus hermanos eran franceses. Estaban viajando por la patria de nuestra madre cuando estalló la guerra. Mucha gente en el país de ella hablaba inglés, pero en su poblado natal lo que más se hablaba era el twi.
—¿Dónde estaba su poblado?
—En Ghana. Nuestra madre era de allí.
Akin le informó de todo esto a Tate.
—África de nuevo —comentó ella—; probablemente no sufrió ningún ataque. Me pregunto si los oankali habrán puesto en marcha colonias allá. Pero pensaba que toda la gente en Ghana hablaba en inglés.
—Pregúntales de qué poblado comercial provienen —le pidió Gabe.
—De Kaal —le contestó Akin sin preguntar. Luego se volvió hacia las niñas—. ¿Hay más de un poblado Kaal?
—Hay tres —le contestó Shkaht—: Nosotras somos de Kaal-Osei.
—Kaal-Osei —traspasó la información Akin.
Gabe sacudió la cabeza.
—Kaal… —miró a Tate, pero ésta negó con la cabeza.
—Si allá no hablan inglés —dijo—, no habrá nadie que conozcamos.
Él asintió.
—Habla con ellas, Akin. Averigua cuándo las cogieron y dónde está su poblado…, si es que lo saben. ¿Pueden recordar las cosas del modo en que tú lo haces?
—Todos los construidos recuerdan.
—Bien. Se van a quedar con nosotros, así que empieza a enseñarles inglés.
—Son compañeras de camada. Están muy unidas. Necesitan permanecer juntas.
—¿Sí? Bueno, ya veremos.
A Akin no le gustó esto. Tendría que advertirles a Amma y Shkaht que se pusiesen enfermas si las separaban. Únicamente llorar no serviría. Había que darles miedo a los humanos, tenían que creer que podían llegar a perder a una o a las dos niñas nuevas. Ahora tenían lo que probablemente no habían tenido nunca antes: niños que ellos pensaban que podían ser fértiles juntos. Por lo que había oído acerca de los resistentes, no tenía la menor duda de que parte de ellos creían a pies juntillas el que pronto podrían criar nuevos niños, de aspecto humano, y enseñarlos a ser humanos.
—Vamos fuera —les dijo a las niñas—. ¿Aún tenéis hambre?
—Sí —le contestaron al unísono.
—Entonces vamos. Os enseñaré dónde crecen las cosas más ricas.