RILKE A LOU ANDRÉAS-SALOMÉ EN GÖTTINGEN

«Es necesario morir porque uno las conoce». Morir

del indecible florecimiento de la Sonrisa; morir

de sus manos ligeras. Morir

de mujeres.

Que cante el adolescente las que provocan la muerte

cuando caminan altivas por el espacio de su corazón.

Que de su pecho ensanchado

se eleve su canto hacia ellas:

inaccesibles. ¡Ah! ¡cuán extrañas son!

Más allá de las cimas

de su corazón ascienden ellas y esparcen

trozos de noche suavemente metamorfoseados en el abandonado

valle de sus brazos. Brama,

el viento en su ascenso por entre la hojarasca de su cuerpo, centellean,

sus fugitivos arroyos.

Pero que el hombre

se calle, más agitado. Él, quien,

sin camino, durante la noche por los montes

de sus sentidos ha errado;

que se calle.

París, julio de 1914[5]