De aquí no salimos si no es con los pies por delante. El Cerro Oscuro es como el nuestro de los Curas y todo está lleno de nubes verdes que disparan desde todas partes. Es como si de repente el monte se hubiera pintado de colores y hasta las liebres fueran de un color distinto al de todos los días. La muerte nos va a llegar lejos del mundo, como llega siempre. Y con el ruido monstruoso que acompaña a las ametralladoras de los guardias, con ese ruido monstruoso que también servirá para ocultarle al mundo las palabras últimas de libertad que gritaremos cuando nos entren las balas en el cuerpo. Morimos lejos del mundo porque siempre se muere en otra parte, nunca en la que nos pertenece, en aquélla donde establecimos nuestros dominios y soportamos el frío y el calor y las traiciones de los nuestros. Sólo la traición convirtió en insegura la estancia en la montaña, en nuestra montaña del Cerro de los Curas, y allí se quedaron el cuerpo de Bernabé y la leyenda fantasma de Florencio, el tiro justiciero que se metió en la boca Justino y las carreras locas de las liebres buscando un refugio donde cobijarse del miedo. Como nosotros.
Ahora ya nada tiene remedio y sólo nos queda disparar contra los guardias de enfrente y contra las embestidas del olvido. La guerra se acaba, se acabó ya hace mucho tiempo y a esta guerra seguirá otra y a lo mejor otra y Sebas, allá donde se encuentre, seguirá preguntándose si son necesarias las guerras y si de verdad son unas y otras tan distintas. En la memoria de la gente sólo quedan las guerras ganadas por los vencedores, las otras se olvidan porque las victorias oscurecen la indignidad de la derrota y al final siempre habrá una suplantación de la verdad escrita por los cronistas del olvido. No quedaremos nadie en esa historia y donde quiera que consigamos llegar, sea a la muerte o a cualquier otro sitio, llevaremos con nosotros la amarga consternación de la desdicha. Porque si alguna vez creíamos salvar la tierra de tanta vergüenza como la que nos trajeron los fascistas habrá de llegar un día en que la libertad se confunda con el sentido ético de la convivencia pacífica y se cubrirán de olvido los esqueletos de los muertos. Lo veo aquí, cercado por los disparos certeros de los guardias, y lo empecé a ver cuando nos fuimos quedando solos en el Cerro de los Curas y nos llegaban noticias sobre el abandono de la lucha porque ya estaba fuera de lugar resistir a la desesperada y había que luchar contra Franco en los despachos más o menos lujosos del exilio. Ahí está Nicasio, pegando tiros y no volviendo la cara a los terroríficos cartuchos de nuestros enemigos. Y con él y con Sebas y los otros se morirá también una estirpe de luchadores que ya no tendrá continuidad en el futuro, porque se cubrirá su memoria con la tierra de la desmemoria y su muerte será una muerte doble a golpe de balas y silencio.
Morir es quedarte dormido más rato que de costumbre y cuando te das cuenta ya ha pasado tanto tiempo que no te apetece despertarte. Por eso algunas veces te mueres con los ojos abiertos, como si tuvieras miedo a dormir más de la cuenta, a encontrar la muerte por los caminos del sueño. Una vez maté un cura y un alcalde y los dos se quedaron con los ojos cerrados.
El tiro me ha dado en la pierna derecha y siento un reguero de sangre bajar por la pana rota del pantalón y cómo penetra viscosamente entre el calcetín de lana y la piel torturada de las botas de campaña. También siento el dolor y la seguridad de que dentro de poco la pólvora se mezclará con la sangre y endulzarán las dos el rompimiento obsceno de la voluntad de seguir viviendo. Se hace fuerte el dolor en la rabia cruel de los disparos y cuando ya no tenga fuerzas saldré a campo abierto para que sólo quede el dolor intransferible y último de la muerte rebotando contra las balas de los guardias. Ahí acabará todo. Más allá sólo nos espera el silencio, la losa desdichada del olvido. Nada.
Le hago una seña a Nicasio con los ojos todavía abiertos. Y salgo del ribazo a campo abierto. Lo último que veo, al fondo, es cómo se levanta una nube de color verde y cómo salen llamas rojas y amarillas de esa nube.