Muy cerca de Que-shu, el camino de la Salvia del Este permitió a los compañeros proseguir el viaje a través de las montañas de la Muralla del Este (o Montañas Desoladas) durante gran parte de la noche[1]. Al amanecer del día siguiente y tras recorrer sólo unos cuantos kilómetros, el viejo camino desembocó en un pantano: las Tierras Malditas[2].
Las distancias del interior del pantano se han calculado según el tiempo que emplearon los compañeros en el trayecto entre los lugares más importantes[3]. Durante la mañana encontraron a menudo puentes de enredaderas y lianas, así como aguas estancadas que tenían que vadear[4]. A mediodía los héroes llegaron a un terreno relativamente seco. Tras la comida reanudaron la marcha y durante la primera hora pensaron que habían dejado atrás el pantano. Sin embargo, poco después se encontraban de nuevo vadeando las cenagosas aguas, al menos durante otro par de horas, hasta que llegaron a una extensión de agua tan grande que ningún puente de lianas habría podido atravesarla; no obstante, había un inmenso árbol «garra de hierro» caído, que la cruzaba[5]. Tras la emboscada preparada en aquel lugar, los draconianos tomaron «un viejo sendero muy transitado»[6]. Al anochecer, aproximadamente media hora más tarde, llegaron al campamento de los draconianos[7].
Cerca de una enorme hoguera, en el extremo norte del claro, se encumbraba la negra silueta de un dragón que asomaba por «una media concha abovedada formada por unas ruinas»[8]. Los compañeros estaban encerrados en una jaula de bambú, cerca de los árboles que rodeaban el campamento[9]. Dichos árboles proporcionaban buena cobertura, si bien no eran tan densos como los «garras de hierro», lo que permitió a los compañeros escapar sin ser vistos[10].
Casi una hora más tarde se encontraron ante un obelisco caído, por el que llegaron a la orilla del pantano[11]. Estaban en tierra firme, en el área pavimentada de las ruinas de Xak Tsaroth[12].