En el extremo oriental de las llanuras centrales de Abanasinia, cerca de los cerros que están al pie de las montañas de la Muralla del Este, se encontraba Que-shu, el poblado de los bárbaros[1]. Goldmoon era la hija del Chieftain y Riverwind su enamorado. El amor de la pareja trajo la destrucción a su pueblo, pero dio esperanza al mundo de Krynn. En cumplimiento de la misión encomendada por el Chieftain, Riverwind regresó a Que-shu con la Vara de Cristal Azul; pero en lugar de ser recompensado con la mano de Goldmoon, fue maniatado y llevado hasta el Muro de los Lamentos para morir lapidado[2].
Aparte de este relato, todo cuanto se conoce acerca del poblado se limita a lo que los compañeros vieron cuando llegaron a las ruinas de Que-shu, calcinado por el fuego de los dragones. Teniendo a su disposición toda una cadena montañosa tan cerca, las estructuras principales del poblado estaban construidas en piedra. Tanis observó esa particularidad cuando vio «las grandes murallas, los inmensos templos, los espaciosos edificios de piedra con patios y estatuas de roca, el amplio estadio»[3]. Antes de su destrucción, los templos se utilizaban para rendir culto a los antepasados[4], y los grandes edificios y el estadio para transacciones comerciales, gestiones gubernativas y asambleas, como cualquier otra cultura civilizada. Sin duda, el epíteto de «bárbaros» tenía su raíz en la diferencia de costumbre y no en la carencia cultural de los Hombres de las Llanuras. No obstante, los hogares de los trescientos o cuatrocientos que-shus eran simples chozas y tiendas[5]. La mayoría se dedicaba a la caza y al pastoreo y al parecer estos bárbaros no necesitaban mucho más[6].
Ni siquiera las estructuras de piedra resistieron el fuego de los dragones. El recuerdo que quedó grabado en la mente de Tanis tras contemplar la espantosa destrucción fue que las piedras estaban fundidas[7]. En el estadio con forma de cuenco incluso se habían formado ondas en la piedra fundida de los bloques, y en el centro la hierba estaba carbonizada; sobre el suelo calcinado se había instalado un patíbulo: dos postes de tres metros de altura sustentaban un travesaño del que colgaban tres cadenas de hierro. En cada una de ellas se balanceaba el cadáver de un goblin. Era el escarmiento dado por Verminaard como advertencia[8].