Aunque la calidad de la exactitud (o inexactitud) del producto final de estas páginas recae por completo en la autora, el trabajo nunca se habría llevado a cabo sin el estímulo y apoyo de muchas personas:
Mi esposo, Todd, profesor adjunto de la cátedra de geografía, que contribuyó con sus conocimientos y sugerencias en relación con la geografía física en la creación de los mapas regionales y temáticos. Aún más importante fue el sacrificio continuo de toda la familia, de todos los que tuvieron que soportar comidas tardías y a una esposa y madre malhumorada a la que tuvieron que echar una mano cuando el plazo de entrega se acercaba.
Toda la gente maravillosa que conocimos en Johnston City, Tennessee, durante el curso de 1986/87 en que Todd fue profesor invitado de la Universidad Estatal de East Tennessee. Su amistad hizo que enseguida nos sintiéramos como en nuestra propia casa y evitó que me convirtiera en una ermitaña recluida en casa que no se apartaba del ordenador ni del tablero de diseño.
Mis antiguos maestros, en especial Beatrice Frank, mi maestra de arte en el instituto de enseñanza superior; y James M. Goodman, mi profesor de cartografía y director de tesis en la Universidad de Oklahoma. Con cada nueva publicación me siento más agradecida a sus maravillosas enseñanzas.
El personal de TSR que respondió (y planteó) preguntas, y respaldó el proyecto con un constante entusiasmo. Mi especial agradecimiento a Harold Johnson, de quien partió la idea original de hacer el Atlas del mundo de la Dragonlance y que fue mi contacto durante varios meses. Jean Black también me impulsó a continuar cuando la tarea parecía abrumadora en medio de dos pasos primordiales, al igual que Mary Kirchoff y Dave Sutherland, quienes me salvaron la vida en varias ocasiones en las últimas etapas de la producción de esta obra.
Los autores e ilustradores de la serie Dragonlance. Su trabajo hizo que este fuera el proyecto a la vez más sencillo y más difícil que he llevado a cabo hasta el momento, merced a la inagotable fuente de información y material que me suministraron. Sin embargo, mi mayor agradecimiento es para Tracy Hickman, que nunca dejó de atender mis inesperadas llamadas telefónicas aunque estuviera muy ocupado y que siempre dio respuesta a mis preguntas sin perder la jovialidad un solo momento.