Capítulo XVII

De regreso a su despacho, Mason halló a Paul Drake esperándole con más informes sobre Horacio Shelby.

—Ese tipo lo hace muy bien —dijo el detective—. Está en Ensenada gozando del sol y paseando con mucho más aplomo que cuando llegó allí, y parece muy contento.

—¿Ha hablado con alguien? —inquirió Mason.

—No como interviú. Pero uno de mis agentes consiguió enfrascarle en una conversación, mientras Shelby estaba paseando hacia el muelle, y el informe asegura que ese individuo es muy listo.

—De acuerdo, creo que podrá soportar otro choque —suspiró Mason.

—¿Vas a ir allí?

—Sí. Haré que Pinky me lleve en el bimotor a San Diego, luego Francisco Muñoz me recogerá en Tijuana y… ordénale a tu agente que me localice. Me reuniré con él delante del motel.

—De acuerdo.

—Quiero estar bien seguro de que no se pierde el rastro de Borden Finchley ni su esposa durante esta noche. Quiero que una sombra les siga a cada instante. Pon a dos o tres agentes al asunto, si es preciso.

—Ya están.

—¿Qué hacen los Finchley?

—Viven normalmente. Estuvieron en el Tribunal y regresaron a su casa.

—Que se les vigile estrechamente. Della y yo iremos a Ensenada. Vámonos, Della.

—¿Sin comer? —se apuró la joven.

—Una comida maravillosa —dijo Mason—. Auténtica sopa de tortuga, codorniz frita, un filete de venado y, si gusta, vino de Santo Tomás y…

—¿Comeremos en Méjico?

—Comeremos en Méjico —repitió Mason—. Llame a Pinky y a Francisco Muñoz, y larguémonos. Cuanto antes emprendamos la marcha, antes comeremos.

—Una chica no puede guardar la dieta en Ensenada —suspiró Della Street—. Sería un crimen pedir queso y ensalada en tales circunstancias.

Y sus dedos comenzaron a afanarse sobre el numerador del teléfono.

Mason se volvió hacia Paul Drake.

—Bien, Paul, tú conoces algo respecto a la técnica de coger unos alicates, colocar un pedazo de gamuza en tomo a las mandíbulas, de forma que puedan coger fuertemente el metal, pero sin dejar en el mismo ninguna señal especial, ¿verdad?

—Sí, lo he visto ya.

Mason le entregó a Paul Drake un pedazo de tubería.

—Haz que el agente que tienes en el motel Northern Lights cambie la sección de tubería que conecta el generador con el radiador por ésta.

Paul Drake cogió una tubería que le entregó Mason.

—¿Encajará?

—Sí —contestó el abogado—, han sido tomadas con todo cuidado las medidas.

Drake hizo girar lentamente la tubería entre sus manos.

—Ésta tiene unas señales —observó—, precisamente las señales de unos alicates, que tienen una melladura en una mandíbula.

—Exacto.

—Oye, ¿piensas sustituir la evidencia?

—¿Qué evidencia?

—Evidencia de asesinato. Al menos, evidencia en un caso de homicidio.

—Que tu agente quite cuidadosamente el sector de tubería, sin dejar señales —le instruyó Mason. Y añadió—: Que emplee una gamuza para que los alicates puedan morder, pero sin dejar señales delatoras. Luego coge en custodia la tubería retirada y guárdala hasta que el teniente Tragg te la pida.

—Seguirá siendo ocultación de evidencia,

—¡Y un cuerno! —gruñó Mason—. Tú tendrás la evidencia bajo tu custodia. Es una evidencia que Tragg no quiso. Vaya, muévete y procura que este trabajo esté listo lo antes posible.

Drake lanzó un suspiro.

—Siempre tienes que pisar terreno sumamente resbaladizo, y lo mismo cuantos te rodeamos.

—¿Tienes algún agente que pueda hacerlo inmediatamente?

Drake asintió.

—Tiene que ser inmediatamente —insistió Mason—. De esto depende casi todo. Deseo que se haya hecho antes de una hora, mientras Tragg está informando de lo que ha ocurrido en la vista de hoy.

—Pinky nos aguardará con el avión —dijo Della desde su mesa—, completamente a punto.

—Vámonos, pues —decidió Mason.

—¿Volveremos esta noche? —quiso saber Della Street.

—Volveremos esta noche —repuso Mason—, y mañana por la mañana estaremos en el Tribunal.