Dos días más tarde, agotados y en el límite de sus reservas, Titus e Inea pasaron la última de las sonrisas pintadas, la que estaba en el borde de la Estación Proyecto, y la saludaron como lo habían hecho con todas las demás que marcaban el camino a casa.
Arrastraban el trineo que habían construido con paneles de la pared y cables a fin de cargar a los dos bloqueadores heridos que habían encontrado entre los restos en que H’lim había convertido la caravana. Uno de ellos, casi completamente seguro, estaba muerto, pero el otro tal vez podía tener alguna posibilidad.
Inclinándose en el arnés que utilizaban para tirar del trineo, entraron en territorio de la estación, las cabezas inclinadas, los ojos clavados en el suelo. Aún quedaban tres botellas de oxígeno de reserva al lado de los dos maltratados trajes espaciales.
Inea se tambaleó por el agotamiento, y Titus dijo:
—No te detengas. Puede que no volviéramos a ponernos en marcha, y tal vez no repararan en nosotros durante días. —El sistema de comunicaciones de su traje no tenía por qué ser necesariamente oído a aquellas distancias.
—No te preocupes por mí —jadeó ella—. Puedo seguir otro día o dos. Pero tú debes estar muñéndote de hambre.
—No…
—¡Titus! —El rugido casi de toro arrastraba consigo un acento israelí y una alegría que Titus sólo había oído cuando un programa funcionaba al primer intento.
—¡Inea! —exclamó otra voz—. ¡Shimon, llame la ambulancia!
Los trajes avanzaban a toda velocidad hacia ellos como brotados del sol poniente. Titus apenas podía obligar a sus ojos a mirar al resplandor, pero distinguió una forma con un foco portátil y otra con la agitante antena de un poderoso transmisor oscilando sobre su casco. Inea llamó:
—¡Shimon! ¡Ernie! ¡Ernie Natches! —Su tirón del trineo se incrementó y Titus se tambaleó, intentando mantener su paso. Pero, cuando estuvieron más cerca, estuvo seguro de que sus rescatadores eran realmente el genio israelí de su propio laboratorio y el mentor de electrónica de Inea.
Dos veces durante su viaje habían visto aparatos pasar por encima de sus cabezas, pero no sabían si eran amigos o enemigos, de modo que se habían ocultado en vez de hacer señales. Ahora, en un confuso balbucear de preguntas, respuestas e intensivo interrogatorio que duró las cuatro horas que necesitó Biomed antes de permitirles pasar a la oficina de Colby, descubrieron por qué no habían visto marcas identificadoras.
Seguridad había hallado el cuerpo de Mirelle unas pocas horas después de la marcha de H’lim y Titus, y Colby envió la noticia a la Tierra. La opinión pública sobre el alienígena en los territorios controlados por las SS.MM cambió instantáneamente. Un monstruo que podía camuflarse como un amigo era peor que un monstruo abiertamente monstruoso.
Las Soberanías Mundiales habían capitulado inmediatamente con relación al alienígena. La Tierra no seguiría intentando contactar con nadie de «ahí fuera».
Como se había predicho, todo el apoyo a los secesionistas desapareció inmediatamente cuando fue hecha esa proclamación. La retórica cambió a prepararse para el caso de que la galaxia llegara a descubrir alguna vez la Tierra, y eso significaba una Tierra unida.
Con la guerra terminada y las Soberanías Mundiales de nuevo al control, la insignia secesionista había sido completamente erradicada y los bombarderos reconvertidos en cargueros.
Cuando Colby hizo entrar a Titus e Inea en su oficina y los hubo instalado en dos confortables sillas ante su escritorio, dijo:
—Lamento decirles que el hombre que trajeron, el que creyeron que sobreviviría, murió hace unos minutos. Nunca recobró la consciencia.
Titus tragó dificultosamente saliva. Al menos ahora no hay ninguna posibilidad de que nuestra historia sea contradicha. Luego se sintió instantáneamente avergonzado por el pensamiento y abrumado por un nuevo dolor. Todas esas muertes, y sólo nosotros sobrevivimos.
Inea enterró el rostro entre sus manos. Ninguna cantidad de agua fría había sido capaz de disimular la hinchazón de su tanto tiempo retrasado llanto.
—No hay ningún problema con ustedes —se apresuró a añadir Colby mientras se sentaba e inclinaba su pantalla a fin de poder leerla y verlos a ellos al mismo tiempo—. Todavía son considerados unos héroes. ¡Ah! ¡Aquí llega! Biomed los ha declarado completamente sanos. No ha quedado ninguna huella de la coerción hipnótica que ese monstruo les infligió.
Inea jadeo, se trago se trago un sollozo, luego echó la cabeza hacia atrás, bufo y se enfrentó a Colby.
—¿Aunque yo no crea que es un monstruo?
—Ustedes no han visto lo que le hizo a la doctora de Lisie.
—Dio su vida para salvar el Colector y la independencia de la estación de los bloqueadores.
—La guerra ha terminado —insistió Colby—. Terminó desde el momento mismo en que las naves de las SS.MM. acudieron al encuentro de los bloqueadores que atacaban los contenedores y les anunciaron el alto el fuego.
—Tengo entendido —dijo Titus— que los contenedores llegaron felizmente y a su blanco.
—Sí. —Colby aprovechó la oportunidad de cambiar de tema mientras tecleaba algo en su terminal—. Su trabajo fue perfecto, aunque mi equipo en el suelo no estuvo al nivel. Aquí está…, un disolvente de grado espectral fue enviado a su laboratorio. Shimon lo encontró allí ayer, pero no pudo encontrar ninguna petición al respecto. Nadie ha podido imaginar para qué necesita usted disolvente…, no en estas cantidades, al menos.
Bruscamente, Titus pudo sentir en su boca el sabor de la sangre clonada, algo muerto e insípido después del regalo vivo de Inea. Pero quizá, después de un ayuno tan prolongado, no sería tan mala.
—Si es lo que pienso, tiene que ver con un proyecto que H’lim tenía en mente…, o quizá el doctor Mihelich…, o tal vez algo que H’lim deseaba que el doctor Mihelich hiciera. No lo recuerdo. Lo comprobaré…
—No importa. Simplemente diré que lo almacenen.
—¡Oh, no! No se preocupe por ello. Yo me ocuparé. Tiene usted demasiado que hacer, y mi departamento va a convertirse en un peso muerto con el Proyecto anulado. De hecho, si la exploración espacial va a ser abandonada, puede que nunca vuelva a conseguir otro trabajo. —Eso no le había ocurrido nunca antes.
—No se preocupe. Ustedes dos son unos héroes reconocidos, y serán sustancialmente recompensados por todo lo que han hecho. Les he puesto en nómina de peligrosidad durante todo el tiempo que estuvieron en compañía del alienígena, y habrá una ceremonia de condecoración cuando todos regresemos a la Tierra. Oh, y Titus, hace unos pocos días llegó el pago del seguro de su casa, el valor total. Puede hacerla reconstruir antes de volver a ella, o aguardar y supervisarla usted mismo.
—Alguien dijo que la estación seguiría indefinidamente en cuarentena —comentó Inea—, así que quedaríamos atrapados aquí.
—Solo cinco años —respondió Colby—. Será anunciado dentro de unas horas. Se alcanzó un compromiso, y alguna gente de biotec vendrá para verificar los descubrimientos del doctor Mihelich. Mientras tanto, el programa del espacio cercano no va a ser totalmente abandonado. Una vez muera el furor, habrá un impulso hacia fortalecer las defensas de la Tierra y una red de advertencia, que es lo que el departamento de Titus tenía que hacer originalmente. No va a quedarse sin trabajo. Es decir, si aún está usted interesado. Considerando lo que ese monstruo les hizo a ustedes dos, y a Abbot también, nadie podrá culparle si…
—¡Oh, no! —objetaron Titus e Inea al unísono.
Su cuidadosamente construida historia se estaba convirtiendo en una tela de araña. Habían declarado que H’lim había usado su poder para llevarlos a las Ocho, lo cual era cierto. La gente suponía que habían sido mantenidos sojuzgados, lo mismo que Abbot. Titus e Inea insistieron en que todo lo que H’lim deseaba era volver a casa, y que la amenaza de no conseguir enviar un mensaje solicitando su rescate lo había conducido a la desesperación. Eso era cierto también, lo mismo que lo de Abbot, por una razón diferente. Las aberraciones menores en las respuestas fisiológicas de Inea y Titus bajo interrogatorio fueron atribuidas al horror de su prueba, así que no estaba proyectado nada más que una investigación de rutina. El software clandestino de Abbot había protegido a Titus durante la sesión de descondicionamiento hipnótico, y ahora seguridad estaba satisfecha.
Titus le dijo a Colby:
—Hay gente no humana ahí fuera. Fingir que no están ahí no protegerá a la Tierra. Ahora, más que nunca, tenemos que aprender sobre la galaxia, y sobre los principios que impulsan a la Kylyd. Y puede que tengamos que hacerlo sin atraer la atención. Quizá, en tiempos de nuestros bisnietos, la situación galáctica haya cambiado. Quizá pueda producirse finalmente un contacto pacífico. Tenemos que esperar y rezar y prepararnos para cualquier eventualidad.
Colby inclinó la cabeza hacia un lado, sonriente.
—Eso es exactamente lo que les dije, casi palabra por palabra. ¿Sabe?, puede que termine usted ocupando mi puesto.
Titus sopesó la expresión de Inea. La idea de permanecer en la Luna, o regresar a menudo a ella, no parecía trastornarla. Tomó su valor entre sus manos:
—Inea, ¿le pedimos que nos case? ¿Ahora?
Los ojos de ella se abrieron mucho, asombrados. Lanzó una rápida mirada a Colby, luego le dijo, como disculpándose:
—Él no permitirá que me traslade a vivir con él a menos… Las comisuras de la boca de Colby se curvaron hacia arriba y sus ojos chispearon.
—Bueno, si así son las cosas…, ¿cuándo les gustaría hacerlo? Dentro de una o dos semanas, podremos arreglar algunas decoraciones y un traje… Todavía no ha habido ninguna boda en la estación, y estoy segura de que todo el mundo querrá…
—¡No! —dijo Titus—. Ahora. —Ambos llevaban monos desechables con el logotipo del Proyecto Llamada, y él no tenía ningún anillo excepto su anillo de graduación, parte de su personalidad de Shiddehara. Se lo quitó—. Llame a su secretarlo como testigo. Estamos dispuestos. —Captó la mirada de Inea—. Ya lo hemos retrasado demasiado. No voy a permitir que otro accidente se interponga en nuestro camino. Es decir, si aún estás dispuesta, claro.
—Considerándolo todo, no hay nada bajo este sol o ningún otro que esté más dispuesta a hacer.