De los extendidos dedos de Ébano brotó un destello metálico…, una shuriken, la estrella arrojadiza de los ninja. La puerta se abrió.
Titus se lanzó hacia Colby con un grito. Cuando chocó contra ella, Suzy Langton, viendo a Titus atacar a Colby, se arrojó contra Titus. Los tres chocaron y cayeron sobre Abbot, con Langton encima.
Langton siseó y maldijo cuando la estrella rozó su rostro, dejando una línea de sangre mientras golpeaba el arma de afiladas puntas hacia un lado y colocaba el cañón de su pistola de dardos a dos dedos del rostro de Titus…, un disparo letal si le alcanzaba en el ojo.
—No se mueva o… —fue todo lo que pudo decir antes de que otro cuerpo la golpeara y la arrojara a un lado. Por el rabillo del ojo Titus vio que se trataba de Inea. Su peso no podía haber añadido más que quince quilos a la melóe, pero Abbot, debajo, gruñó y se agitó sin ningún efecto. Los cuerpos tenían la misma masa que sobre la Tierra, y resultaba igual de difícil ponerlos en movimiento…, o detenerlos.
Ébano saltó por encima de los enmarañados cuerpos, plantó un pie en el cuello de Titus y lanzó un grito capaz de destrozar los nervios cuando chocó contra el hombre de Brink —el único compañero de Langton— que permanecía firmemente plantado cubriendo el hueco de la puerta, con la pistola de dardos en la mano pero apuntando al techo.
Titus oyó un gruñido y un crujido estremecedor, y de pronto el aire se llenó de dardos anestésicos.
—¿Qué ha ocurrido? —preguntó Colby, debajo de Titus.
Simultáneamente, Langton clavó su pie en el plexo solar de Titus y se lanzó hacia delante. Titus se puso trabajosamente en pie y fue tras ella, gritando:
—¡No! ¡Suzy, está loca!
Pero Langton se lanzó contra Ébano con total confianza, como si hubiera ganado otras peleas contra la levantadora de pesas antes.
El hombre de Brink estaba tendido contra la jamba, con la cabeza torcida de una forma no natural. Su pistola yacía en el suelo fuera de la puerta.
Ebano hizo una finta con un pie, el inicio de una patada que despertó un reflejo de respuesta en Langton. Luego, bruscamente estuvo sobre la pistola del hombre de Brink al tiempo que giraba hacia Langton. Titus se reorientó con un pie y se lanzó contra Ebano.
Tres dardos rozaron su cuero cabelludo y se clavaron sordamente en la jamba. El anestésico entumeció su piel. Golpeó contra Ébano, y los dos resbalaron por el desierto y oscurecido pasillo.
—¡Shiddehara, salga de en medio! —gritó Langton.
Con una sola mano, Ébano arrojó a Titus contra Langton, apuntando la pistola con su otra mano. Langton se echó hacia un lado, giró y, con las piernas completamente extendidas, más altas que su propia barbilla, arrancó la pistola de la mano de Ebano con un pie.
Titus se levantó del suelo.
—¡Suzy, es una suicida!
Ébano se agazapó y cargó contra Titus, con su mano rebuscando de nuevo entre sus ropas. Los oscuros dedos emergieron con una nueva y resplandeciente shuríken, que lanzó girando contra Titus.
Titus eludió el lanzamiento a quemarropa de la shuríken.
Simultáneamente, Abbot rugió:
—¡Ébano, alto!
Pero ya era demasiado tarde.
Mientras Ébano obedecía a la Influencia de Abbot y fallaba en ejecutar su finta, el tacón de Langton se estrelló violentamente contra su sien, partiéndole el cuello. La mujer negra se derrumbó como una piedra, muerta antes de quedar inmóvil a los pies de Titus. Ni siquiera oyó el grito de Inea.
Frente a él, Suzy Langton se había recobrado del golpe que había lanzado con su actitud habitual y permanecía balanceándose sobre sus pies, atenta a cualquier nuevo ataque. Luego, de pronto, se derrumbó en una fláccida masa.
Titus se inclinó a su lado mientras su moribundo aliento jadeaba, formando a duras penas las palabras:
—Debía estar envenenada. Maldita sea.
Titus sujetó a la mujer entre sus brazos, sintiéndose dolido de la más peculiar de las maneras. Murió protegiéndome.
Inea se dejó caer de rodillas al lado de Titus.
—Está muerta —anunció, sorprendida por lo ronco de su voz—. Tan muerta como el otro guardia y Ébano. La shuríken lanzada contra Carol la rozó. Estaba envenenada.
—¿Estás segura de que está muerta? Carol está llamando a los médicos.
—Amor, idiota, a veces haces preguntas estúpidas.
—Supongo que sabes reconocer la muerte, ¿no?
La sombra de Abbot gravitó sobre ellos.
—Hubieras debido dejarme matarla en el criolab. La próxima vez te lo pensarás antes.
Inea se puso en pie y siseó:
—¡Tú no eres mejor que ella! Eres tú quien tendrías que estar muerto.
—Dile que salga, Titus, o nuestro acuerdo queda cancelado.
—Inea, no. Hay aún muchas cosas que no sabes.
Ella bajó la vista y su mano fue hacia la cabeza de Titus; la retiró ensangrentada.
—¡Estás herido!
Él se puso en pie.
—Ya está sanando. Si alguien pregunta, no es nada, ¿de acuerdo? —Su cuero cabelludo ni siquiera estaba entumecido ahora.
—Titus, ¿estás seguro? Si una de esas cosas envenenadas te alcanzó, y Langton está muerta…
—Por favor, no discutas. No aquí. Confía en mí.
La forma en que ella le miró le hizo sentir hambriento.
Un pelotón de hombres de Brink apareció por la esquina escoltando un equipo médico que se dirigió de inmediato a los tres cadáveres. Desde su puerta, Colby llamó:
—Titus, Abbot, Inea, vengan aquí dentro. Es más seguro. —Luego preguntó a los médicos—: ¿Están todos muertos?
—Sí, señora —respondió una mujer que los había supervisado.
Mientras Colby atendía a los agentes, Titus se retiró a la silla opuesta al videocom y se dejó caer en ella, enterrando el rostro entre sus manos. Había conocido una especie de intimidad con Langton. Era sorprendente lo mucho que dolía la muerte.
Bruscamente, la habitación se llenó con el crepitar de llamas. Su cabeza restalló en una oleada de adrenalina, luego se dio cuenta de que era tan sólo el noticiario. Mientras la cámara se enfocaba en una casa incendiada, el vecindario le pareció extrañamente familiar.
—…nadie dentro en el momento de la explosión. La policía de las Soberanías Mundiales investigará el asunto, pero los bomberos que acudieron al lugar de los hechos dicen que resulta claro que una bomba estalló en la casa, y que su pérdida es total. El doctor Shiddehara aún no ha sido contactado para que comente el suceso, aunque tenemos a uno de nuestros periodistas en la Estación Proyecto y suponemos que tendremos algo para ustedes por la mañana. Aquí Solomon Lawrence informando para la Independent News de Norteamérica.
—Mi casa —murmuró Titus.
—Oh, Titus —dijo Inea. Su simpatía casi los trastornó a ambos.
—No, no comprendes. La copia maestra de mi catálogo ha desaparecido. —Pero ahora ya no tienen ninguna razón para matarme.
Horas más tarde, Titus se arrastró hasta su apartamento. Más que cansancio físico se sentía interiormente vapuleado.
Colby se había recompuesto para ocuparse de todos los detalles de la investigación oficial de otras tres muertes además de los guardias del criolab. Ebano había vendido su vida a cambio de otras cuatro, pero todas habían sido guardias de Brink, no científicos clave. El Proyecto no había resultado dañado en absoluto…, excepto posiblemente por la publicidad.
Y Colby era capaz de arreglar esto. No permitió que Titus y Abbot fueran interrogados, insistiendo en que el trabajo de Titus recién estaba empezando, y que el tiempo de Abbot era demasiado Valioso para molestarle ahora que debían preparar una nueva cámara criogénica.
Ambos efectuaron sendas declaraciones notarialmente registradas, y tan pronto como los periodistas empezaron a llamar les dijo que pasaría las grabaciones en la reunión de la mañana, y que les proporcionaría una copia a cada uno de ellos.
Prometiendo enviar a los periodistas de vuelta a casa al día siguiente tal como estaba previsto, despidió a todo el mundo fuera de su apartamento. Al ver a Titus encaminarse hacia la puerta, añadió:
—¿Cuánto tardará en disponer de números de confianza? La situación en la Tierra es muy mala. Tendremos que acelerar de nuevo el lanzamiento de la sonda.
Titus sonrió ferozmente y prometió:
—Tendrá cifras de confianza cuando la sonda esté preparada. Confíe en ello.
Ahora, mientras avanzaba hacia su puerta, se preguntó si podría cumplir su promesa. Por la mañana, pensó, revisaría todas las entradas en la región de Tauro en las dos copias del catálogo. Quizá localizara las entradas manipuladas si las sustituciones eran torpes. Pero ahora lo que necesitaba era comer algo y dormir un poco.
Al rebuscar en el bolsillo de su mono desechable en busca de la llave de su puerta, recordó que ésta estaba con sus ropas en el criolab. El guardia había sido retirado de su puerta. Dio un furioso golpe con la mano abierta contra la hoja.
—¡Mierda!
Se volvió y se metió las manos en el bolsillo. El componente del transmisor estaba abriendo un agujero en el endeble mono.
—¿Titus?
Se volvió en redondo.
—¡Inea! —Ella estaba de pie en la puerta abierta del apartamento—, ¿Qué estás haciendo…, cómo…?
—Todavía tengo tu llave, y tú tienes la mía. ¿Vas a quedarte aquí fuera toda la noche?
Entró, cerró la puerta a sus espaldas y se reclinó en ella. No podía apartar los ojos de la mujer.
—Tu llave está en mis pantalones en Biomed. ¿Quieres que vaya a buscarla?
—Mañana. —El microondas hizo blip—. Imaginé que tendrías hambre, así que calenté un poco de agua. Espero haberlo hecho bien.
—Inea, ¿por qué haces esto? Me echaste fuera esta mañana. ¿O fue ayer? Y en Segal’s Castle, seguiste sin… —No deseaba pensar en las condiciones en que Abbot la había dejado—. Y luego, cuando denunciaste a Abbot para mí, y yo tuve que ayudarle de todos modos, pensé…
Ella se apartó ligeramente.
—Quizá nunca volvamos a ser amantes, pero somos socios. Me debes respuestas, pero no soy tan cruel como para pedírtelas cuando estás hambriento.
Titus se dirigió hacia el microondas, dejó la caja de metal sobre la mesa al pasar junto a ella, y observó que Inea había adecentado un poco la habitación.
—Has arreglado esto. —Ella había dejado el paquete de sangre y las tijeras justo como él lo hacía siempre. Apoyó una mano sobre el paquete. Me quiere.
La verdad de aquello se convirtió en un doloroso hueco en su interior que no había sabido que estuviera allí.
—Lo has hecho magníficamente —añadió, queriendo dar a entender: Te quiero.
—Gracias —respondió abstraídamente ella.
Titus se volvió para descubrirla estudiando el objeto como de peltre.
—Titus, esto es una potente fuente de energía para un motor en miniatura.
—¿De veras? —No lo había examinado atentamente.
—¿Dónde lo conseguiste?
—Es una larga historia. Pero te lo contaré todo.
Ella se sentó a la mesa para estudiar más de cerca el objeto.
—Primero cena.
—No ahora. —La débil esperanza que latía en su interior le hacía sentirse dispuesto a esperar.
Ella alzó los ojos hacia él y ofreció bruscamente:
—Sostendré la taza para ti mientras bebes, pero no dormiré contigo.
Él se dio cuenta de que su amor la desgarraba. Cayó de rodillas junto a ella. La abrazó, y la besó con aquella profunda y abierta comunión que la agitaba hasta lo más profundo.
Para que ella la sintiera, él tenía que dejarse empapar del ectoplasma de ella que despertaba su propia ansia de sangre hasta una repentina fiebre. Pero, antes de que ella tuviera la oportunidad de debatirse, se obligó a sí mismo a apartarse.
—Eso es lo que podemos tener…, esta noche, si estás dispuesta.
Ella se mordió el labio, con el aliento contenido, luego negó con la cabeza.
—Sostendré la taza para ti, Titus, pero no me pidas más.
Él permaneció arrodillado allí, los labios sólo a unos pocos centímetros de su desnudo brazo, pero bloqueando el contacto profundo. Era una de las cosas más difíciles que jamás hubiera hecho. Alimentarse era algo reflexivo, una función de los sentidos que sostenía la Influencia.
—Creí que comprendías. No es por mí; es por ti.
Ella tomó el rostro de él en sus manos y sus labios se agitaron. Él captó su tentación, y su confusión.
—No puedo. Todavía no.
Él mantuvo su contacto tanto tiempo como pudo, bloqueando su hambre, luego se apartó para sujetarse contra el fregadero.
Jadeando para recuperar el aliento, recompuso sus rasgos en una máscara de calma y se volvió para descubrirla doblada sobre sí misma, con el rostro entre las manos. Ella se enderezó.
—Inea, no me atrevo a aceptar tus energías si no me permites restaurarlas.
Ella negó mudamente con la cabeza.
—No puedo. Sólo la sangre.
—No. Finalmente te debilitarás, te sentirás apática, deprimida. Enfermarás y morirás incluso con las mejores atenciones médicas.
—¿Cómo Mirelle de Lisie?
—¿Qué?
—Después de abandonar la demostración me dirigí al centro comercial, pero vi a Mirelle salir de un apartamento. La había visto con Abbot antes, y de pronto se me ocurrió que él estaba… ¿tomándola? —Ante el asentimiento de Titus, repitió—: Tomándola. ¡Qué horrible término! Bien: Mirelle parecía absolutamente cadavérica, pálida, círculos oscuros…, se tambaleaba como si estuviera borracha. Al principio sólo pensé en ayudarla, pero luego empezamos a hablar, y me di cuenta de lo que había estado haciendo Abbot durante la demostración. Titus asintió.
—Pero hay una cosa que tú no sabes…, ella lleva su Marca. Aunque esperaba que la tratara mejor que eso. —Y le contó el incidente en la Estación Goddard, cuando Abbot le había robado a Mirelle en venganza por la destrucción por parte de Titus de uno de los componentes—. Sólo la deseaba por su posición en el Proyecto. Ella no puede ocultarle nada.
—Me niego a creer que Abbot pueda ser tan invencible.
—Oh, no lo es. Esto —dijo, señalando la caja sobre la mesa— es otro componente de su transmisor. Lo llevaba conmigo todo ese tiempo sin siquiera acordarme de él.
Ella abrió mucho la boca.
—Oh, Dios mío. ¡Y yo pensé que necesitabas ayuda!
—La necesito. Robar esto fue pura suerte, y… no estoy seguro de que el transmisor siga siendo su principal prioridad. —Inspiró profundamente, preguntándose si ella iba a salir gritando al corredor ante su próxima revelación—. ¿Estás preparada para otro shock…, uno tan malo como el de esta mañana?
Ella jugueteó con el componente.
—¿Qué he estado durmiendo con algo que ni siquiera es humano? ¿Qué podría ser peor?
—Dios mío, sabes cómo herir a un hombre, ¿verdad?
Ella frunció el ceño.
—Lo siento. No pretendía herirte. Es sólo que aún sigo sin ver cómo puede ser cierto. Después de todo, si podéis procrear con humanos, entonces…
—¿…debemos ser humanos? Bueno, quizá lo que sabemos de genética sea como la mecánica newtoniana…, ¿sólo un caso especial? ¿O tal vez toda la vida en la galaxia desciende de un único antecesor?
—La Navaja de Occam. ¿Quién necesita toda la vida en la galaxia cuando la Tierra posee suficientes mutaciones espontáneas? ¡Si una nave espacial así se hubiera estrellado en la Tierra, alguien se hubiera dado cuenta!
Estaba intentando convencerse a sí misma de que su linaje era humano a fin de poder dormir con él libremente. El deseaba casi desesperadamente permitir que lo hiciera. Muy suavemente, dijo:
—Alguien se dio cuenta.
—¿Qué? —Ella frunció el ceño—. ¿Te refieres a esas estúpidas pinturas de las viejas cuevas?
—No. Creemos que ocurrió a principios del siglo XVII…, a finales del período moscovita de Rusia. Cerca de Vanavara.
—Mira, comprueba tus hechos antes de mentirme, ¡El impacto cerca de Vanavara fue en 1908, no en el siglo XVII!
—En los años mil ochocientos estábamos en Transilvania —prosiguió él—. En 1908 resultaba claro que los científicos hubieran sabido qué era esa nave cuando la encontraran. No quedó mucho de ella después del choque, pero eso no destruyó el impulsor interestelar. En 1908, con la energía atómica siendo descubierta en la Tierra y los satélites no muy lejos, los restos tenían que desaparecer. Cuatro luren regresaron para activar esa explosión y minimizar los daños sin dejar rastros reveladores como polvo radiactivo. —Resistió el impulso de recitar sus nombres, como Abbot se los había enseñado—. Nunca regresaron.
Ella pensó unos instantes en aquello.
—¿Quieres decir que esa nave de ahí fuera podría…? ¡Dios mío, podría hacer volar la mitad de la Luna!
—No es probable que estalle. Lo que resulta sorprendente es que en 1908 aún retuviéramos los suficientes conocimientos como para hacer estallar el impulsor. Están diseñados para que nunca ocurra esto.
—Lo sorprendente —contraatacó ella— es que lo hicierais. Era vuestro último lazo con… vuestro hogar. ¿Fueron los Turistas o los Residentes?
—Dudo que hubieran esas dos facciones por aquel entonces. —Observó el componente—. Todos sabían lo que harían los humanos sí alguna vez sospechaban de nosotros. —Titus no había vivido ninguna purga así—. Simplemente piensa en cómo te hace sentir eso, el saber lo que soy.
—¡Pero yo no intento matarte!
—Eso es sólo porque me quieres. ¿Qué hay acerca de Abbot?
—Quiero atraparle, aunque fuera un humano. Es un pendenciero demasiado crecido con ilusiones de divinidad.
—Simplemente tiene otras creencias distintas a las nuestras. Y está aterrado de los humanos. —Abbot había conocido algunos luren que habían huido de la Europa oriental durante un recrudecimiento de las acciones contra los vampiros.
—¡Lo estás defendiendo de nuevo! ¿De qué lado estás?
Él estudió el alojamiento de la fuente de energía. Me gustaría saberlo.
—Titus, tal vez tengamos que matarle.
—No podría, no sólo porque sea contra la ley luren. Es algo más profundo…, una auténtica inhibición física. —Nunca la había desencadenado realmente, pero sabía que acechaba en su interior.
—Pero lo has desafiado. Me lo dijiste.
—Sólo cuando él me lo permitió. —Revivió aquel paralizante estallido de poder en su estado más puro que Abbot había lanzado contra Ebano, inmovilizando también a Titus. ¿Por qué no usó ese poder en el lavabo de caballeros en Goddard? Porque estaba jugando con su hijo, probando las fuerzas de su hijo. Se sentía muy confiado de sí mismo.
—Llegará un momento en que se confiará demasiado, y entonces nos libraremos de él.
—Será reemplazado. Al menos Abbot puede ser vencido.
—¿A quién estás engañando?
—A mí mismo, quizá. Pero creo que es nuestra única auténtica esperanza. Utilizar su propia fuerza contra él…, su sentido del honor. No es tan malo como algunos de los Turistas.
—Entonces no me gustaría conocer al auténtico McCoy.
—Sí, no te gustaría. Mira, eso fue auténticamente genial, abordar a Colby para que despidiera a Abbot. Si ella no hubiera estado tan fuertemente Influenciada por Abbot, hubieras conseguido que lo enviaran a casa.
—Lo sé. Antes de que Abbot entrara, estaba dispuesta a echarlo del Proyecto a patadas. No comprendo por qué le permitiste hacer que cambiara de idea de aquella manera. ¡Y luego lo defendiste!
—¡Ella estaba luchando contra la Influencia! —explicó él.
—¡Bien, estupendo! —interpretó mal ella—. ¡Ella no es ninguna tonta pusilánime!
—¡Lo cual no quiere decir nada! ¿Quieres saber por qué ese equipo hizo volar nuestra nave? ¡Porque tememos a los humanos! ¡Piensa! ¿Cómo distinguirían los humanos a los Residentes de los Turistas? ¿Y a quién le importaría?
—Pero…
—Abbot ha estado actuando rápido y libremente con las mentes humanas por toda esta estación. ¿Qué ocurriría si la gente descubriera que alguien está retorciendo las mentes de aquellos que toman decisiones importantes para toda la humanidad…, y que lo está haciendo para conseguir ventaja para su propia especie como algo separado de la humanidad?
—Pero es por eso precisamente por lo que Abbot tiene que ser…
—Sí, pero ¿cuánto tiempo transcurrirá hasta que me descubran a mí también, y luego nos rastreen hasta la Tierra? Nuestro estilo de vida es horripilante y tenemos poder sobre los humanos. ¿Cuánto tiempo pasará hasta que el pánico desencadene una caza de brujas global? Mira cómo te sientes por el hecho de dormir con un alienígena del espacio exterior, y me has conocido toda la vida. Me quieres, por el amor de Dios…, y mira cómo te sientes. Piensa, Inea. ¿Cuál es la única razón por la que puedo ponerme al lado de Abbot?
—Para mantener segura a toda tu gente.
—Así que tuve que impedir que Carol viera lo ilógico de no despedir a Abbot pese a lo que había hecho, y luego dedujera que había sido Influenciada por él. —Observó sus zapatos desechables—. Traicionarte fue la cosa más difícil que haya hecho nunca. Espero no tener que volver a hacerlo nunca más, pero lo haría de nuevo si fuera necesario. Así que, antes de que lo intentes otra vez, tienes que decírmelo antes, porque, no importa lo mucho que quiera decírtelo todo, siempre habrá algo que no sepas.
—Hasta ahora no has estado haciendo un buen trabajo en decírmelo todo. Como, por ejemplo, por qué te dijo Abbot que me hicieras salir, como si yo fuera tu perro,…, o como si tú me hubieras Marcado y él no pudiera tratar conmigo directamente.
—¡Yo no te he Marcado! Nunca te he mentido. No acerca de dónde se estrelló la nave, o cuándo, o cualquier otra cosa, ¡y especialmente no acerca de haberte Marcado!
Ella arqueó las cejas y aguardó.
El le contó el trato que le había arrancado a Abbot en el criolab.
—Así que ahora estás segura de él. Mantendrá su palabra.
—¿Y si no lo hace?
—No irá a por ti. Irá a por mí, directamente…, y puede hacer casi todo lo que desee conmigo. —Le contó el dato que Abbot había conservado para demostrar ante un tribunal luren que Titus se había vuelto feral—. Así que si tú rompes la ley luren, se tratará de mi cuello.
—Eso no es justo. Yo ni siquiera conozco la ley luren.
—Por eso tienes que consultar conmigo antes de hacer nada.
Ella agitó la cabeza y se frotó el rostro con una mano.
—Todo esto es demasiado para mí. Supongo que estoy cansada. —Se puso en pie—. Bien, si tu trato con Abbot es tu gran noticia de esta noche, la que me preguntaste si estaba preparada para oír…
—No lo es. —Tuvo que obligarse a pronunciar aquellas palabras.
Ella volvió a dejarse caer en su silla y buscó su rostro.
Sólo había una forma de decirlo.
—He estado intentando explicártelo: el luren en la cámara criogénica…, la razón por la que arriesgamos nuestras vidas con aquella bomba, es que aún está vivo.
Por un momento, la expresión de ella no cambió. Luego se puso rígida.
—Oh. —Al cabo de un largo momento añadió—: Hubiera debido adivinarlo. Debes pensar que soy terriblemente tonta.
—Es sólo que has recibido demasiados shocks, demasiado rápido. Últimamente yo tampoco me he mostrado demasiado brillante.
—¿Qué vamos a hacer? Quiero decir que, si calientan el cadáver…, quiero decir, el luren durmiente…, para obtener un espécimen clonado, volverá a la vida…, ¿no es así? Y lo hará furiosamente hambriento. Matará a alguien. Tenemos que decírselo a Carol. Alguien tiene que…
—Carol está bajo el control de Abbot, y Abbot firmó con el nombre de Carol la orden de intentar la clonación, o consiguió que ella la firmara e hizo que luego lo olvidara.
—Abbot. ¡Abbot! ¡Será el padre de… él!
—Eso supongo. —Le contó su primera visión del durmiente, y sus deducciones acerca de la investigación de Abbot referentes a su lenguaje—. Va a enviar su mensaje utilizando lo que ha aprendido de los ordenadores de la nave.
—Oh, Dios mío. Y has estado viviendo con esto durante todo el tiempo que hemos permanecido… Tienes razón. Nunca comprendí la situación. —En voz muy baja, preguntó—: ¿Hay algo más? Porque, si lo hay, dímelo ahora mientras aún estoy abajo. No creo que pueda soportar muchas más caídas como ésta.
—No creo que haya más factores realmente importantes que ya no sepas, pero los menos importantes pueden derrotarte.
—Un plan —dijo ella aturdidamente—. Necesitamos un plan para detenerle.
Él delineó sus enfoques y terminó:
—Pero, si supiera cómo detenerle, ya lo habría hecho. Cada vez que me mezclo con él, termina salvándome.
—No seas derrotista. Has demostrado que puedes ganarle. —Sopesó la fuente de energía—. Cuando descubra que esto ha desaparecido, habrá pasado tanta gente por allí, trasladando al alienígena…, quiero decir al luren, que no sabrá quién lo robó. Lo mantendremos haciendo suposiciones, subestimándonos, y demasiado sobrecargado como para pensar correctamente, y quizá ganemos.
Titus se apoyó en el borde del fregadero, revisando mentalmente cuál debía ser el aspecto de las cosas desde el punto de vista de Abbot.
—Puede que esté manteniéndose sobrecargado. O subalimentado. Vuelve a hablarme de Mirelle.
Ella le describió de nuevo la condición de la mujer francesa.
—No es propio de Abbot simplemente dejar de mostrarse en esa demostración. Hubiera podido hacer una breve aparición, luego desaparecer antes de que pudiera ser entrevistado. O yo hubiera podido verle haciendo su actuación en una emergencia en cualquier parte como una excusa para no mostrarse. Pero ¿un descuidado y abierto desafío a las órdenes? No. No es propio de él. Lo cual significa que no esperaba pasar ese tiempo con Mirelle. Lo cual significa que se había pasado del límite y sabía que no podría soportar aquella demostración en tal estado de hambre. ¿Por qué?
Titus le contó de nuevo el desdén de Abbot hacia sus los hábitos alimenticios.
—Está tomando a la vez sangre y ectoplasma de Mirelle, y quizá de otras cuatro. Ésa es su costumbre habitual. Con una población tan pequeña, tiene que ser circunspecto. Mantiene el número de sus proveedores tan pequeño como le resulta posible, y se está racionando.
—¿Qué podría hacerle sentir más hambriento de lo habitual?
—Usar la Influencia. Curar heridas. Latencia. Hacer de padre del durmiente. Pero eso no ha ocurrido todavía. Por lo que he averiguado de Mintraub, apostaría a que no ha dormido en absoluto y que ha estado utilizando demasiado la Influencia. —Describió la forma en que los médicos habían luchado contra la Influencia de Abbot—. Así que se encuentra con el inicio de problemas desesperados en sus manos…, problemas por intentar hacer demasiado, demasiado rápido, con demasiada gente.
—Si está sudando por ello, tenemos que seguir presionándole.
—¡Piensa en Mirelle, y en las otras! Tendrá que Marcar a otro proveedor o sobrecargar a los que ya tiene. Y, entre nosotros, diría que Mirelle necesita vitaminas y hierro…, grandes cantidades. Había un límite a la cantidad que Abbot pudo traer consigo… —Tuvo que hacer una pausa para explicar cómo se aseguraban los luren responsables de que aquellos a los que sangraban tomaran suplementos pesados.
—Pero ¿no está haciendo eso por Mirelle? ¿A cuántas otras está sangrando?
—No matará. No aquí. No hasta que esté desesperado, con esta meta a la vista, y aún está a mucha distancia de ello. Así que no violará ninguna de las reglas de seguridad que me enseñó a golpes.
—¿A golpes? ¿Necesitó mucha cantidad de golpes?
—Para ser brutalmente honesto, sí, la necesitó. Al principio yo sólo sabía lo hambriento que estaba…, no sabía lo que hacía.
—No me has mentido, ¿verdad?
—No. Intento muy intensamente no hacerlo.
—Has matado a humanos…, por su sangre.
—Sí. Pero eso fue hace mucho tiempo.
Apagadamente, ella anunció:
—Debería denunciarte por asesinato.
—¿No ves por qué, cuando hay peligro de quedar expuestos, estoy del lado de Abbot? ¿Y él lo está del mío, por mucho que lo aborrezca?
—He dormido con un alienígena, un asesino. ¿Hasta cuán bajo puedes caer?
Él deseó abrazarla y confortarla, pero ella escaparía de él si lo intentaba. Al mismo tiempo, parte de él la amaba porque el asesinato la alteraba tan profundamente.
—Imagina a todas las mujeres que han tenido que dormir con sus esposos que han regresado victoriosos de la guerra…, con sangre en las manos.
—No es lo mismo.
—No, pero hay asesinatos… y asesinatos. Yo nunca he matado deliberadamente. Abbot sí lo ha hecho, y no ve nada malo en ello. —Le dijo cómo Abbot había deseado tomar a Ébano.
De pronto, ella desvió la vista y se tironeó del cabello.
—Cuando Langton fue tras Ébano, te moviste como una centella. Quiero decir que nadie puede moverse tan aprisa. Y antes, cuando Ébano se lanzó sobre Carol, juraría que estabas en el aire antes de que Ébano hubiera llegado a chocar con ella. Si estás tan preocupado en ocultar lo que eres, ¿por qué hiciste eso?
Titus no había sido consciente de ello. Se desmoronó. Abbot ni siquiera le había dicho nada al respecto. Era inconcebible que no se hubiera dado cuenta.
—Sé por qué lo hiciste —afirmó Inea—. Porque tú te preocupas, mientras que Abbot no. Vi tu rostro cuando Langton murió. Arriesgaste tu vida, y tus secretos luren, para salvar a dos humanos, y perdiste a uno. Y lo lamentaste. Vi el rostro de Abbot también. Quizás hubieras debido dejarle que matara a Ébano, y así Langton y el otro guardia no estarían muertos ahora.
—No hubiera podido salirse con bien de ello.
—Ése es el detalle. ¡Hubiera sido enviado a la Tierra para ser juzgado!
—Sigo diciéndotelo, eso no es ninguna solución.
—Entonces, ¿cuál es?
Él suspiró.
—Convencerle de que nosotros tenemos razón. Utilizar sus propias fuerzas contra él. Trabajar sobre sus debilidades. Y, gracias a que tú te has dado cuenta de la condición de Mirelle, creo comprender ahora por qué Abbot deseaba a Ébano. No está consiguiendo lo que necesita de sus proveedores. Luchan contra él. Le odian. No está consiguiendo lo que tú me diste…, así que, mientras él se vuelve cada vez más débil, yo me vuelvo cada vez más fuerte.
—Así pues, ¿debo irme a la cama contigo como un deber?
—¡No! —restalló él. Estoy demasiado cansado para esto—. Si es ofrecido entre dientes rechinantes, o entregado por encima de defensas reprimidas, no sirve. Y tiene que ser en los dos sentidos, Inea, tiene que ser así o terminarás como Mirelle.
Ella estaba jugueteando con la caja.
—En ambos sentidos —repitió—. ¡En ambos sentidos! ¡Eso es!
—¿El qué?
Ella saltó en pie y se puso a caminar arriba y abajo, dando largos pasos mientras gesticulaba con la caja.
—En ambos sentidos…, una comunicación en dos direcciones, ¡Soy una idiota tan grande! ¿No lo ves? La auténtica ventaja de Abbot es saber lo que está ocurriendo antes que tú. Te tiene siempre mirando por encima del hombro en busca de uno de sus… proveedores, ¿no es así? ¡Tiene espías en cada esquina!
—No es tan malo como eso, pero…
—¡Escucha! Ningún ejército es mejor que su servicio de inteligencia; Has sido derrotado antes de empezar porque tú no tienes espías. Si los tuvieras, Abbot podría detectarlos en medio de cualquier multitud, ¿no? Así pues, tenemos que convencerle de que está siendo vigilado todo el tiempo, y mantenerle tan preocupado interrogándose sobre ello que no tenga tiempo de actuar. Y, mientras está enmarañado en su confusión, nos deslizaremos por un lado de su guardia y capturaremos su meta, el durmiente…, ¡y tú serás el padre del alienígena!
—¿Qué? —El shock resonó en la voz de Titus.
Ella agitó la caja ante su nariz.
—Bueno, ¿qué otra cosa tenías en mente? ¿Por qué si no robaste esto?
—No te sigo. Pero no importa, no voy a ir por ahí metiéndome en los cerebros de los humanos…
—¡Cállate! ¿Crees que deseo que lo hagas?
—No. —Se sintió avergonzado—. Pero…
Ella le golpeó en el pecho con la caja.
—¡Esto es una fuente de energía compacta! Recargable. —Cuando él siguió sin ver, le explicó—: Conecto esto a un sistema de detectores microscópicos, y tú te deslizas por ahí y los colocas, ¡y yo los monitorizo y te digo lo que él está haciendo! Y él piensa que está siendo vigilado por tus proveedores…, que no existen. Se siente tan observado que es como si nosotros estuviéramos a su lado. ¡Exactamente igual que cuando robaste esto, amor idiota! —Lo rodeó con sus brazos y le besó resonantemente.
El se hundió en el abrazo casi temerosamente. Pero ella retrocedió e inclinó la cabeza hacia un lado.
—Supongo que no hubiera debido hacer esto. Es incitarte. Lo siento…, lo olvidé.
—Esperaré. Tanto tiempo como necesites.
Ella miró la caja.
—Pero esto tomará un tiempo. ¿Cómo puedes sobrevivir? Quiero decir, tú también necesitas ectoplasma.
—Puedo obtener el suficiente para sobrevivir simplemente estando entre la gente. Y, si es necesario…, estoy seguro de que hallaré algún voluntario. —Ella palideció. Él se apresuró a añadir—: Pero no necesitaré eso por un tiempo. Tómate todo el que necesites. Acostúmbrate a saber lo que soy y comprueba si saberlo constituye una diferencia tan grande.
—La constituye —dijo ella muy seriamente. Sus ojos se posaron en el reloj—. Mierda. ¡Llevamos horas hablando! Tengo que dormir un poco. Ya no puedo seguir pensando correctamente. —Se metió la caja en el bolsillo y se dirigió a la puerta—. Nunca pensé que me sentiría agradecida por el entrenamiento que me has obligado a seguir, ¡pero ahora lo estoy, porque sé exactamente cómo atrapar a Abbot Nandoha!
Cada paso que ella daba dolía. Titus tuvo que aferrarse al borde del fregadero para obligarse a permanecer allí. Ella hizo una pausa en la puerta, y él dejó de respirar.
—¿Estarás bien?
Él asintió e intentó enfocarse en el plan de ella, en decirse a sí mismo que iba a dejar que se llevara el componente porque, aunque probablemente no captarían mucho de la actividad de Abbot con detectores, eso la mantendría lo suficientemente ocupada como para que no desafiara a Abbot. Además, quizá fuera de alguna ayuda.
—Vete. Estaré bien.
Mientras la puerta se cerraba tras ella, la mano de Titus se posó en el paquete de cristales de sangre en el desagüe del fregadero. Se estremeció ante el pensamiento de aquel fluido estéril descendiendo por su garganta. Tuvo que obligarse a sí mismo a recalentar el agua y preparar la solución. Hubo un tiempo en que vivió sólo de ella durante meses, y no había habido ningún problema. Ahora, tuvo que esforzarse para beberla. Pero tenía que hacerlo, simplemente para llegar al día siguiente.
Sentado a la mesa, rió quedamente ante el pensamiento de lo que diría Abbot si pudiera verle ahora. Eso le llevó a ponderar la condición de Abbot, y vio el arriesgado uso de Abbot de la Influencia y el despiadado ritmo que se había impuesto bajo una nueva luz. Sintió la desesperación de Abbot en sus propios huesos, y de pronto pudo creer en la visión de Abbot del fin de los luren sobre la Tierra.
Titus se vio a sí mismo a través de los ojos de Abbot como un niño díscolo que exigía la mayor de las paciencias. Sintió entonces el amor de su padre, como lo había compartido en la lanzadera que abandonaba la Tierra. ¿Quizá sea un error detener su SOS?
El pensamiento envió estremecimientos a través de todo su cuerpo.
¿Había dejado a Inea tomar el componente sólo para no tener que destruirlo, que lanzar ese golpe simbólico contra la misión de Abbot? ¿Hubiera podido hacerlo? ¿Y si él estaba equivocado y Abbot tenía razón?