12

—Uh —dijo Titus.

Shimon dejó a un lado la toalla, sujetó a Titus por el codo y lo condujo hacia su oficina.

—Dijeron que usted mismo había firmado su alta de la enfermería. Tal vez no hubiera debido hacerlo. Siéntese…

Titus apartó el codo.

—Estoy bien. ¿Tiene alguna idea de adónde fueron?

Shimon inclinó la cabeza hacia un lado, en un gesto típico israelí que otros en el laboratorio habían imitado.

—Abbot no va detrás de su chica…

—No se haga la idea de que es mi chica —ordenó Titus, con la suficiente Influencia como para colocarlo en su lugar—. Necesito hablar con los dos antes de la demostración para la prensa. ¿Adónde fueron?

Mecánicamente, Shimon dijo:

—Abbot mencionó el Segal’s Castle, pero no sé…

Titus se dio cuenta de que había golpeado a Shimon demasiado duro.

—Olvide que he mencionado esto. —Cambió rápidamente de tema—. Gracias, Shimon. Se merece todo el crédito por este milagro. —Hizo un gesto hacia los ordenadores reconstituidos visibles a través de los nivelores.

—Oh, no. No, no, no. Abbot…

—Abbot sólo hace lo que le resulta fácil. Usted se ha superado a sí mismo. Eso será tenido en cuenta.

Halló a Inea ante una mesita, ensimismada sobre un café. El mantel blanco estaba salpicado de migas de pan. Había una rosa roja en un pequeño jarrón de cristal, y una vela roja en el centro. La vajilla blanca y la resplandeciente cubertería mostraban que habían cenado dos.

Necesitó todo su nervio para cruzar la gruesa moqueta roja y sentarse en la silla de terciopelo rojo delante de ella.

Lentamente, como si se hallara sumida en un sueño muy lejano, Inea alzó los ojos para cruzarlos con los de él. Eran vacuos, su expresión flaccida.

Había hablado bajo una fuerte Influencia, pero Abbot no la había Marcado. Dejó escapar el aliento, aliviado. Si no la hubiera silenciado, ahora él sería el blanco de dos asesinos.

No había ningún signo de los secuaces de Abbot en el restaurante. Titus alejó al camarero con un gesto y pasó la mano por delante de los ojos de Inea. Ella no parpadeó. ¡Maldito sea ese hombre! El helado peso que había llevado en el estómago desde que ella lo había rechazado se hizo mucho más grande. Titus no le había hecho nada así a Sisi.

Pese a su promesa, Titus tuvo que utilizar su poder sobre ella. Inea no podía manejar a la prensa en aquel estado. Al cabo de unas horas reviviría espontáneamente. Pero no disponían de esas horas.

Abbot debía de haber dejado trampas para él, trampas que hicieran que él la dañara de algún modo si intentaba sacarla de aquel estado. Sabía que yo la encontraría, o no la hubiera dejado aquí en este estado. Pero ¿por qué desea que se pierda la demostración? Se echó hacia atrás en su asiento y anuló toda posible distracción.

—Háblame —ordenó, interrogándola y observando la respuesta de su aura. Finalmente, resultó claro que Abbot había utilizado una fuerza extrema porque Inea se le había resistido intensamente. Quizá le interrumpí, así que simplemente la dejó para que yo me ocupara de ella.

Era una buena hipótesis. No halló trampas ocultas…, no había ninguna razón para no despertarla. Envolviéndose en la apariencia de Abbot, adoptó la voz de Abbot y colocó su mano en el plano focal de los ojos de ella. Agitó la mano, captó la mirada de Inea, luego hizo chasquear los dedos, retiró la mano al plano de su propio rostro y dijo:

—¡Recuerda! —con la voz de Abbot.

Los ojos de ella se enfocaron, y se echó hacia atrás con un grito ahogado.

El retiró la ilusión de Abbot y dijo:

—Puedes hablar libremente ahora. Esta es una conversación privada.

Ella se encogió en su asiento.

—¿Quién eres? ¡Por el amor de Dios, adopta la personalidad correcta!

—Inea, soy yo…, Titus. He roto mi promesa…

—¿Eras tú todo el tiempo? Pero… ¿por qué…?

—¡No! Era Abbot. Te sojuzgó. Utilicé mi poder para romper tú trance y restaurar tu memoria de lo que él hizo. Creí que eso era lo que deseabas.

Ella empezó a respirar normalmente, pero sus manos aferraron su casi vacía taza.

—Ahora veo por qué te negaste a utilizar de nuevo esas ilusiones conmigo, después de la primera vez. No saber lo que es real… ¿Eres verdaderamente tú?

—Abbot nunca lo supo… Tuve un perro llamado Tippy, casi todo él spaniel negro. Se puso gordo mendigándole galletas a tu madre.

Una sonrisa jugueteó en los labios de ella.

—Sí, supongo que eres tú.

—Inea…, no creí que Abbot te hiciera eso. Te hubiera protegido de haber sospechado que…

—Dijiste que él era ético —murmuró ella, inexpresiva.

—Me lo advirtió… No supe a qué se refería, pero me lo advirtió. —Apoyó la palma de la mano sobre la mesa, sin atreverse a adelantarla para tocarla, pero sabiendo que ambos lo necesitaban. Ella ignoró su mano.

—No hubieras podido detenerle. Tú mismo lo dijiste la otra noche.

—Hubiera podido Marcarte. Entonces él nunca te hubiera tocado. —Y le explicó lo que significaba la Marca bajo la ley luren—. No deseé hacerlo la otra noche porque hubiera sido una señal llamativa de que eras importante para mí. Ahora ya es demasiado tarde para ocultarlo. Pero, si lo deseas, colocaré la Marca.

—Si me hubieras hablado de la Marca…, antes de decirme quiénes eran tu gente, te la hubiera pedido. Te hubiera pertenecido… —Él notó el empleo del pasado. El mundo se congeló a su alrededor. Cuando ella no dijo nada, Titus se sintió impulsado a añadir—: Deseaba contártelo todo, dejar que tú eligieras…

—Es demasiado tarde. Él ya ha hecho lo peor.

—No, no te ha Marcado para él. No te ha tomado. No ha dejado órdenes permanentes enterradas en tu mente. Sólo te interrogó…, brutalmente. Averiguó cosas que yo no deseaba que supiera, y se aseguró de que yo descubriera que las sabe. Pero no te hizo nada comparado con lo que hubiera podido hacerte. Lo hizo como una advertencia hacia mí.

No le había contado a Inea lo que él estaba haciendo contra Abbot. Su padre no había averiguado nada importante…, excepto lo preciosa que era Inea para él.

—No creo que te moleste de nuevo porque has empezado a odiarme. —Hizo su siguiente sugerencia con un claro estremecimiento—. Si lo deseas, puedo extirpar el recuerdo de este interrogatorio.

—¡No! —Ella retrocedió. Luego se frotó el rostro con ambas manos y, cuando alzó de nuevo la vista, era otra vez la vieja Inea la que le miraba—. Podrías hacerlo, ¿verdad? ¡Podrías hacer todo lo que él hizo!

Sorprendido, él asintió. Lobos de la misma carnada.

Sólo que ella añadió, con voz dura y positiva:

—Pero no lo hiciste. ¡Te mostraste dispuesto a pasar hambre, a enfrentarte a cualquier pesadilla, a aceptar cualquier humillación, antes que hacer eso!

—Hubiera podido perder esa resolución. Sólo soy una criatura de carne y hueso. No pienses que soy…

—Pero eres humano. Ese… individuo…, ¡no lo es!

—Se enorgullece de cultivar lo que cree que son los atributos luren. Pero es tan humano como yo.

—¿Cómo puedes defenderle?

—No puedo. Me opongo a él tan absolutamente como te quiero a ti.

—Oh, Titus…, yo… —Guardó silencio, agitando la boca como si deseara proclamar su amor. Finalmente apoyó su mano sobre la mesa, sin apenas tocar la de él—. Dame tiempo. Por favor.

—No lo tengo. Abbot está haciendo su juego. Déjame Marcarte como mía. Retiraré la Marca cuando me lo pidas. Pero, mientras tanto, estarás a salvo de él.

—Dijiste que la Marca en sí no le detendría.

—No. Es sólo una ley. Pero él moriría antes que violar nuestras leyes. —Tenía que ser brutalmente honesto—. Pero, como mi padre, podría obligarme a retirar mi Marca y luego tomarte. De todos modos, no lo haría a menos que yo le empujara demasiado lejos. Le he juzgado mal un par de veces, pero estoy realmente seguro acerca de cómo considera la Marca. Él mismo me lo enseñó. Se necesitaría una amenaza contra la Sangre para hacer que violara una Marca, y esperaría ser ejecutado por ello. Antes de que me obligue a retirar mi Marca, tendrá que estar dispuesto a matarme. Y no lo está. No descubrió el tiempo que estuviste sabiendo cosas y sin silenciar. Perdóname, pero lo comprobé antes de sacarte de esto.

Ella hizo unos garabatos en la mesa.

—Piensa. Él estará en la demostración. Si voy allí Marcada, él sabrá que te ha obligado a hacer un movimiento que no deseabas hacer.

Él agitó la cabeza.

—No me importa lo que piense… —Ni a ella. Ella no desea llevar una marca.

Inea cerró su puño y golpeó con él la mesa.

—¡No! ¡Debes tener cuidado con lo que él piensa! Dijiste que estabas aquí para ganar en nombre de toda la Tierra. Si ésa es la apuesta, entonces yo soy tan prescindible como cualquier soldado. Por una vez, escúchame. Vamos a entrar ahí fingiendo que no ha ocurrido nada en absoluto. A partir de ahora, vamos a tomar la iniciativa, vamos a arrinconarle, y luego lo azotaremos a conciencia. ¿Has entendido esto, doctor Shiddehara?

Un lento calor fundió la helada masa en la boca de su estómago. Una aliada. No una proveedora Marcada. ¡Una aliada!

—Lo he entendido.

Se inclinó hacia delante para coger su mano, pero ella se envaró de nuevo. Su voz tembló cuando susurró:

—Lucharé contra él contigo. Pero eso es todo lo que puedo hacer ahora.

La volveré a ganar para mí. Lo haré.

Titus regresó al laboratorio junto a Inea, escrutando incansablemente a todo el mundo en busca de espías de Abbot. Se acercaba el final del turno de día. Los chismorreos corrían de boca en boca a su alrededor, la gente hablaba de los periodistas, del asesino, de la amenaza de que el Proyecto fuera cerrado, de sabotaje.

La tensión en los humanos puso nervioso a Titus. Ciertamente, Abbot no iba a saltar de alguna planta ornamental en maceta y devorar a Inea. Estaría en el laboratorio. Colby había arreglado las cosas para que recibiera el reconocimiento general delante del trabajo que había efectuado.

En el ascensor, Inea se le acercó y murmuró:

—Dime. ¿Por qué lucha Abbot mientras trabaja tan duramente para el Proyecto? Si la sonda no es enviada…

—La mayoría de la gente de la Tierra quiere que se envíe la sonda, y tiene derecho a decidir cómo gobernar su mundo.

El ascensor que habían tomado estaba lleno, así que ella no pudo responder hasta que alcanzaron el corredor en el nivel del laboratorio.

—¿Acaso los Turistas no tienen el mismo derecho a ir a casa?

—Por supuesto. Pero no a ese precio. —Repitió su argumentación de que, con el tiempo, los humanos serían capaces de defenderse por sí mismos—. Y los Residentes ayudarán. —Si todavía existimos—. Éste es nuestro mundo. Nuestro hogar. ¿Tiene eso sentido?

—Sí. Pero estoy segura de que no todos los Residentes son como tú.

—Cierto. No hay dos iguales. Exactamente como los humanos. —Deseaba rodearla con sus brazos y besarla eternamente. Pero mantuvo las manos unidas a su cuerpo. Doblaron la última esquina, y hallaron un pelotón de guardias de seguridad de Brink en la parte de fuera de las puertas del laboratorio. Sus uniformes de gala brillaban, y permanecían militarmente firmes. ¿Fingiendo ser una guardia de honor?

Les tomó a los guardias cinco minutos validar sus identidades y dejarles pasar. Dentro estaba todo su equipo, con batas de laboratorio nuevas y expresiones solemnes. Entre ellos, Titus contó diez rostros nuevos…, los guardias de paisano.

Emblemas de las SS.MM. habían sido pegados a las consolas. Brink mantenía una entrevista frente a su oficina, entre una bandera de las SS.MM. y otra del Proyecto Llamada que no estaban allí antes.

Un hombre joven con una tablilla electrónica en las manos avanzó apresurado hacia ellos.

—Usted debe de ser el doctor Shiddehara…, ¿y usted es?

—Inea Cellura, astrónoma titular.

—Estupendo. Entonces, por favor, ¿quiere ponerse aquí, junto al equipo? —Comprobó algo en su tablilla—. Doctor Shiddehara, ¿quiere venir conmigo, por favor?

Titus deseaba llevarse consigo a Inea, pero ella hizo girar los ojos, luego se unió obedientemente a Shimon y los demás.

—Querríamos una foto de usted en la consola del observatorio que controla la Batería de las Ocho Antenas…, ¿es la que está más cerca de la estación? —Titus asintió, y el joven continuó—: Una foto de usted apuntando al conjunto a Tauro y enviando una señal a Ganso Salvaje sería espléndido. —Ignoró la protesta de Titus de que las Ocho no podían ver Tauro hoy, y de que la Ganso salvaje no estaba en ninguna parte cerca de Tauro—. ¿Ha visto usted al doctor Nandoha?

—No. No le he visto.

—¡Titus! —exclamó Colby—. Damas y caballeros, me gustaría presentarles al hombre responsable de todo esto, el doctor Titus Shiddehara.

La gente se metió sus blocs de notas bajo el brazo para aplaudir educadamente. Titus asintió con la cabeza y posó voluntarioso para las fotos y unas rápidas entrevistas. Aunque cada periodista representaba a más de una publicación, la gente reunida allí estaba poniendo a prueba el sistema de renovación de aire del laboratorio.

Cuando, inevitablemente, el tema giró hacia el reciente ataque contra la vida de Titus, Colby buscó a sus espaldas para traer a primera fila a una mujer ya mayor. Tenía aproximadamente la misma altura que Titus, la espléndida piel negra del África más profunda y un acento haitiano.

—Ésta es Rebeca Whithers, la abogada que representa al Proyecto en este asunto —dijo Colby, y listó sus títulos.

Titus no podía apartar los ojos de Whithers. El ajustado uniforme del Proyecto que llevaba revelaba no una figura «bien conservada», sino unos contornos que hablaban de una enorme fuerza. ¡Cómo «Ébano»!

Las asociaciones encajaron de pronto en un esquema. Había visto a Ébano fuera de la centrífuga cuando entró. Era de la talla adecuada para llevar el traje de ninja, y ciertamente tenía la fuerza necesaria. No era muy probable que tuviera muchos conocimientos sobre ordenadores. Una vez metida en acción, había olvidado las instrucciones exactas de cómo alterar los controles.

Mientras tanto, la abogada bloqueaba elocuentemente las preguntas que le lanzaban en tres idiomas. Luego, alguien cambió a preguntas más técnicas, y ella se echó a reír.

—¡Creo que es el doctor Shiddehara quien tendrá que responder a eso!

Titus se puso a explicar cómo los observatorios orbitales y extra-solares y las sondas habían rastreado la nave extranjera hasta su entrada en el Sistema Solar, cómo una sonda clave, la Ganso Salvaje, había quedado bruscamente en silencio…, pero aún podía regresar, trayendo nuevos datos vitales sobre la trayectoria.

Luego explicó cómo el rumbo de aproximación de la nave no era un dato suficiente. Biomed e Ingeniería podrían proporcionar pronto datos espectrales. Empezó a presentar su demostración.

—Con todos estos datos, podremos elegir un blanco lógico para el mensaje de nuestra sonda. Como probablemente habrán oído ustedes, tenemos ya una amplia región del espacio identificada, la región de Tauro.

Todo el mundo se echó a reír. Las especulaciones habían corrido alocadas acerca de toda estrella conocida de esa zona, desde que la aproximación de la Kylyd había sido detectada.

Titus citó probabilidades para demostrar que había pocas posibilidades de que el hogar de los alienígenas fuera alguna de las estrellas visibles. Los modernos instrumentos —tataranietos del primer telescopio orbital utilizado en los años noventa— habían revelado unas cuantas opciones, pero aún no disponían de todos los datos.

Un hombre al que Titus creyó reconocer avanzó un paso.

—Si puedo interrumpir por un momento, tengo algo que creo que sería adecuado presentar ahora.

Mientras se acercaba a Titus, los diez guardias en el laboratorio se tensaron. Titus pudo captar el crepitar en la atmósfera cuando el hombre sacó una pequeña caja negra.

—Esto, doctor Shiddehara, es una copia de su famoso catálogo estelar privado.

—¡¿Qué?! —exclamó Colby.

—¡No toque eso! —aulló uno de los guardias de Brink.

La mano de Titus se inmovilizó. El guardia que había gritado corrió y arrancó la caja negra de manos del periodista, disculpándose ante el hombre y llamándolo por su propio nombre. Titus se dio cuenta entonces de que aquel periodista era famoso por la integridad de sus investigados reportajes.

Titus captó su mirada y se encogió desconsoladamente de hombros.

—Seguridad. Después de ese ataque contra mí…, ya sabe…

—Entiendo. Bueno, es su propio catálogo, un regalo de fuentes que no puedo nombrar, hecho antes de que la copia oficial del Proyecto, la que le fue robada de su propia casa…, fuera manipulada.

—¡Manipulada…! —se atragantó Colby, luego se dio la vuelta y se lanzó hacia el fondo de la estancia, donde dio varias órdenes rápidas a un guardia de Brink. Éste se marchó, y Colby regresó junto a ellos, con todas las cámaras enfocadas en su persona.

—¿Puedo pedirles que se abstengan de informar acerca de esto hasta que lo hayamos verificado? En estos momentos no tenemos ninguna razón para creer que la copia del Proyecto que llegó en nuestra lanzadera haya sido alterada de ninguna forma. Lo más probable es que los fallos estén en esta copia pirateada, y creo que sólo el doctor Shiddehara será capaz de discernir la verdad en este asunto.

—La prensa siempre intenta cooperar, doctora Colby —objetó un hombre—. Pero en este caso tal vez no sea prudente…

—Por la mañana emitiremos una declaración oficial para todos ustedes —interrumpió ella—. Se tomarán las medidas necesarias para todos aquellos de ustedes que deseen una copia mañana al mediodía. Mientras tanto, tenemos una demostración de lo más interesante aquí. ¿Doctor?

Titus presentó a Inea, y ésta efectuó la demostración.

Abbot seguía sin aparecer. Mientras los periodistas observaban el interior del tanque de los químicos, Colby se preocupó:

—¿Qué puede haberle pasado a Abbot? ¿Debo empezar una búsqueda?

—No —respondió Titus en un susurro, mientras sus ojos contemplaban el maravilloso toro brahma patear y bufar entre las estrellas de Tauro…, con las estrellas de la constelación conectadas entre sí por destellantes líneas para mostrar la silueta mítica cambiar a lo largo de los siglos—. Puede que esté ocupándose de alguna embarazosa avería en los sistemas vitales de la estación. A los periodistas les encantaría eso.

—Bien pensado. Pero estoy preocupada. Dijo que estaría aquí.

—Puede que sienta timidez ante las cámaras —sugirió Titus. Los luren más viejos eludían la publicidad a fin de que les resultara más fácil cambiar de identidades. No se le había ocurrido que ésa pudiera ser la principal preocupación de Abbot en estos momentos.

Aún no había aparecido cuando el programa de Titus estuvo preparado para desarrollarse. Titus tuvo que permanecer entre los ordenadores con Shimon y explicar cómo aquello era una versión simplificada del programa que desarrollarían con los datos auténticos, y cómo había insertado suposiciones plausibles para sustituir los hechos que aún desconocían en beneficio de la demostración.

Shimon trazó la ruta de los datos a través del complejo sistema, a través de la comprobación de errores y vuelta a empezar, y se sumergió en sensacionales detalles técnicos para los periodistas científicos, explicando cómo el sistema era casi tan rápido como había sido. Titus interrumpió cuando los otros empezaron a disimular bostezos.

—Bien, pasémoslo y veamos lo que dice.

Su operador tecleó la orden, sonriendo para las cámaras. Las luces parpadearon por todo el laboratorio mientras los distintos sistemas se hablaban entre sí. Por encima del zumbido, Titus respondió a las preguntas acerca de cómo su catálogo sería integrado en aquel proceso cuando fuera leído por el sistema. Mencionó el método que había desarrollado para determinar si un distante sistema con una gigante gaseosa poseía realmente algún planeta de tipo terrestre.

Nunca había ensayado aquello, de modo que se sintió sorprendido de que sus palabras terminaran exactamente en el momento en que la impresora empezaba a vomitar páginas.

—A partir de mis suposiciones, el programa ha reducido el campo a quince estrellas, todas ampliamente separadas. No podemos enviar nuestra señal a tantas direcciones. Podemos abarcar dos, quizá tres estrellas agrupadas y esperar respuesta. Recuerden, esta sonda no será tripulada. Cuanto menos tenga que hacer por sí misma, más posibilidades tendrá de alcanzar el éxito sin averías.

Colby se acercó a Titus y sujetó su brazo. Detrás de una amplia sonrisa, susurró:

—¡Abbot no se ha presentado! —Y, en voz alta, anunció—: Así que, como pueden ver, el departamento del doctor Shiddehara está preparado. Ahora, si siguen a mis ayudantes más capaces, podrán examinar la sonda. Hemos efectuado progresos milagrosos en ella, y esperamos mantenernos dentro del presupuesto.

»Les veré de nuevo a todos ustedes en la gran sala de conferencias mañana por la mañana. Ahora, por favor, discúlpenme. Ha sido un día muy largo. —El grupo se dispersó, y Colby añadió a Titus—: Llevo de pie casi veinte horas, y no puedo recordar la última vez que di algo más que una cabezada. Necesito dormir un poco. Si ve usted a Abbot, no le deje que hable a solas con los periodistas. Lo avasallarán. Es tan inocente. Pero su principal trabajo ahora, Titus, es decirnos cuál de esos catálogos es el auténtico.

—Puede que eso resulte imposible. No he memorizado los datos. —¿Inocente? ¿Abbot? Mierda—. Pero haré todo lo que pueda.

Mientras observaban a los guías alinear a los periodistas para la excursión al vacío, Colby añadió, tambaleándose sobre sus pies:

—Le quiero mañana en esa reunión si puede autenticar uno de esos catálogos. Si no, permanezca alejado.

En aquel momento se abrieron las puertas, y todo el mundo se volvió. Titus esperaba que fuera Abbot, pero la figura que apareció allí era más baja, más vieja, y muy humana. ¡Abner Gold!

El hombre alzó los brazos y reclamó silencio.

—Tengo algo que decirles. ¡No permitan que ellos me hagan callar!

La gente de Brink que se acercaba subrepticiamente a él desde todos lados se detuvo y miró a Colby. Esta permaneció de pie inmóvil, con la boca abierta.

Gold anunció:

—¡Hay un proyecto secreto aquí! ¡Han conseguido un cadáver alienígena perfectamente conservado, y están planeando clonarlo y desarrollar un niño alienígena! ¿Ha ratificado alguna nación de las SS.MM. un plan así? ¿O han tomado esos científicos locos las decisiones morales de nuestra raza en sus manos?

¡Buen Dios!

Un rugido de preguntas y exigencia de pruebas llenó la estancia. Gold les dijo qué habitación de Biomed contenía el cadáver. Le arrojó un cartucho de memoria al periodista que había intentado entregar el catálogo a Titus. El hombre lo atrapó, y Gold dijo:

—Ahí dentro esta toda la historia…, las facturas de envío del equipo de clonaje, los nombres de todos aquellos aquí lo suficientemente locos como para intentar algo así, y —añadió con una mirada triunfal a Colby— las cantidades totales gastadas en este plan no autorizado.

¿Dónde puede haber obtenido todo eso? Entonces acudió a él la imagen de Gold téte-á-téte con Ébano. ¿Había sido ella la que lo había preparado todo? ¿O había sido Gold quien se lo había contado a ella?

Pero, si ella sabía que Gold iba a hacer saltar la tapa del proyecto de clonación, y si su grupo terrorista conocía que su catálogo estelar había sido alterado, entonces, ¿por qué había intentado asesinar a Titus?

¡Por supuesto! Había más de un grupo de terroristas. Y cada uno deseaba obtener el crédito de echar a pique el Proyecto.

Seguro que Ébano había sabido lo del proyecto de clonación de boca de Gold sólo después de haber saboteado la centrífuga. Tras el fracaso, necesitaba otra línea de ataque, y Gold había caído directamente en su regazo. Gold no debía de haber hablado con nadie hasta después de que Colby lo despidiera. Sin saber que Ébano era una terrorista, debía de haber ido corriendo a su instructora de levantamiento de pesas. Pero cuando la vio la siguiente vez, ella le presionó hasta sacarle toda la historia.

Colby subió los peldaños hasta la puerta y llamó la atención de todo el mundo, mientras tres guardias de Brink escoltaban a Gold fuera. Uno de los periodistas dijo:

—Doctora Colby, la visita a la sonda puede esperar. Necesitamos ver Biomed y Ciencias Cognitivas. Ahora.

—¿Y qué es lo que esperan ver? —desafió ella.

—Pruebas —respondió una periodista.

—Tonterías —dijo Colby—. Verán lo que el doctor Gold describió…, un cadáver alienígena perfectamente conservado en una cámara criogénica, en un pequeño laboratorio provisto de protecciones de esterilización completas, absolutamente completas. Ninguno de ustedes podrá entrar en esa cámara.

Hubo un rugir general.

—¡No estamos ocultando nada! —mintió Colby—. Informamos de que teníamos tejidos bien conservados. El doctor Shiddehara mencionó cómo el estudio de los ojos del alienígena nos proporcionará indicios acerca del espectro del sol alienígena. Los tejidos epidérmicos también. El análisis químico de la sangre puede revelar la composición de su sol, porque el planeta en el que evolucionaron se formó probablemente de la misma materia que se condensó en su sol. Es posible hacer cálculos. Pero no si el tejido está contaminado. Repito, para su seguridad y la Habilidad potencial de nuestros datos, ninguno de ustedes entrará en la cámara. —Estaba sudando.

Cuando se apagaron las protestas, prosiguió:

—Sin embargo, pueden ver la cámara a través de nuestros monitores. El personal de Biomed responderá a sus preguntas. Descubrirán que disponemos de la capacidad de efectuar una clonación. No podemos efectuar nuestro trabajo primario sin ello, porque aquellos que son expertos en los campos necesarios para nuestro trabajo son también prominentes en el campo de la investigación clónica. Sin embargo, no hay ningún proyecto de clonación en marcha. No ha sido instalado ningún equipo al respecto. No se nos ha dado ninguna autorización al respecto. No existe ningún presupuesto al respecto. Pueden comprobar ustedes todo esto.

—Entonces, ¿niega usted la acusación?

—¿La de que somos científicos locos? Por supuesto. ¿Son ustedes periodistas locos? ¿Niegan ustedes esa acusación?

—¡Somos periodistas furiosos! —dijo una mujer que representaba a tres revistas científicas—. Vimos Biomed, y ustedes nunca nos mostraron ese cadáver.

—Vieron ustedes cada fase de las investigaciones en curso en estos momentos. Les hemos proporcionado una imagen coherente del impulso de nuestra investigación. Había creído que experimentados periodistas como ustedes apreciarían eso. No esperaba que nadie excepto los buscadores de sensacionalismo vieran sus mentes desviadas por las histéricas alegaciones de un individuo profundamente alterado. ¿Por qué no prosiguen su visita, que hemos dispuesto de modo que altere lo menos posible nuestro trabajo, y más tarde comprobamos los hechos que hay tras esa pretendida evidencia que se les ha proporcionado? Entonces responderé a todas sus preguntas.

»Pero no toleraré una escalada de confusión. Este es un complejo de investigación, damas y caballeros, no un mercadillo de bienes de consumo. Aquellos que deseen visitar la sonda son bienvenidos a salir al corredor donde les aguardan los vehículos. Los demás pueden acudir a la lanzadera que partirá hacia la Estación Luna dentro de media hora. Hay lugar para los pocos que hayan completado su visita aquí. Daré instrucciones a los guardias de Brink para que les vean en el muelle de embarque.

Se volvió de espaldas y salió. Alguien intentó alcanzarla en la puerta, y ella le hizo gesto de que volviera al laboratorio.

Titus esperó un rugir general. Pero el murmullo de descontento no ascendió de volumen mientras los periodistas hablaban entre sí. Oyó a un grupo decidir no acusar a Colby de intentar ganar tiempo para ocultar la evidencia, sino enviar a uno de ellos como espía. Pero nadie se presentó voluntario. Al final, un grupo de escritores científicos se dirigió hacia los vehículos eléctricos que los llevarían hasta la esclusa para la visita a la sonda. Solos o en parejas, los otros les siguieron.

La persona a la que Colby había enviado fuera se acercó a Titus con dos cajas de memoria de ordenador, las dos copias de su catálogo.

—Si me firma la entrega, doctor Shiddehara, se las dejaré. La doctora Colby dice que espera que haya acabado con ellas cuando empiece su conferencia por la mañana. Entonces se las recogeré. Y dejaremos guardias aquí con usted, si no tiene nada en contra. Por el momento, esto es una prueba legal.

Shimon miró las cajas por encima del hombro de Titus.

—¿Cuál es cuál?

Una era la copia que había traído el periodista, y la otra llevaba el logotipo del Proyecto.

Al tiempo que inicializaba la tablilla electrónica del hombre de Seguridad, Titus respondió:

—Buena pregunta.

Mientras el laboratorio se vaciaba, Titus contempló las dos cajas depositadas ahora sobre una de las consolas. ¿Por dónde empezar?

Vio a dos guardias apartar a Inea de un grupo de periodistas. Ella miró hacia él mientras los guardias la dirigían hacia la puerta con los demás. Titus llamó:

—Ve a casa y duerme un poco. Mañana voy a tener auténtico trabajo aquí. —Ella frunció el ceño y dio un paso hacia él. Él negó con la cabeza—. Te llamaré. Tan pronto como tenga algo. Te lo prometo. —Lentamente, ella se alejó.

La contempló marcharse, deseando poderosamente poder ir con ella. Pero ella probablemente preferiría la soledad a su compañía. De nuevo se dio cuenta de que Abbot no había aparecido en ningún momento para descubrir que Titus no la había Marcado. ¡Al menos ella no lo estará buscando!

Sopesó las dos cajas de datos.

—Bien, ¿y ahora qué?

Shimon llamó hacia un grupo que se marchaba:

—¡Lorie!

Una pelirroja regordeta con gruesas gafas cojeó hacia ellos. Shimon la presentó:

—Titus, Lorie es una bruja del software en sus ratos libres. —Puso rápidamente al corriente a Lorie—. Así que, ¿cómo decimos cuál es la manipulada?

—Buena pregunta —observó Lorie—. ¿Quiere decir que la doctora Colby espera que haga usted esto para mañana por la mañana, doctor?

—Es una administradora, no una programadora.

—Con los debidos respetos, doctor, no creo que sea usted bastante programador como para conseguirlo a tiempo.

—Estoy de acuerdo. ¿Puede ayudar usted?

Ella tabaleó con una larga uña en cada una de las cajas.

—Quienquiera que haya estado haciendo trucos con esto debe de haber alterado los datos en la región de estrellas de Tauro…, y en ningún otro sitio. ¿Correcto?

—Una suposición razonable.

—¿Hay datos no publicados ahí dentro referentes a esas estrellas?

—Megabytes de ellos. Estudio docenas de parámetros para cada objeto. Utilizo una base de datos Carrington-Worthy muy personalizada. Infinitamente variable, de modo que no hay dos entradas iguales.

—Entiendo. ¿Tiene usted alguna documentación sobre esta personalización?

—En mi calculadora personal.

Lorie se sentó ante una consola cercana y la conectó.

—Actívela y pásemelo todo, más cualquier otra cosa que tenga sobre la operativa del catálogo. Apostaría a que los saboteadores no sabían nada acerca de la personalización. Luego quiero una lista exhaustiva de todo lo que hay en la región de Tauro. Y necesito su índice de resumen de atributos. Luego pida los suficientes bocadillos y café como para que duren toda la noche. Shimon, ¿cree que puede quedarse usted por aquí por si acaso necesito algo de ayuda? —Alzó las cejas hacia Titus, como diciéndole: ¿Todavía está usted aquí?

—Le proporcionaré todo esto. Lorie —respondió Titus. Y a Shimon—: Están ambos en horas extras a doble tarifa.

—Me quedaré —respondió Shimon, y empezó a conectar los módulos de catálogo gemelos al sistema mientras le preguntaba a Lorie qué era lo que quería en su pizza.

Titus se retiró a su oficina y transfirió los datos que necesitaba Lorie, luego siguió con ello cuando ella le pidió otros detalles.

Casi dos horas más tarde, se echó hacia atrás en su silla para observarla ante su consola, con su intensidad creando un aura de belleza sexual. Ahora tenía seis monitores conectados a su alrededor, y estaba trabajando sobre tres teclados. Shimon flotaba tras ella, con cables sueltos colgados de su cuello, preparado para montar cualquier configuración que ella deseara, con toda su actitud traicionando lo atraído que se sentía hacia ella.

Ociosamente, Titus pidió el dossier de Lorie, para descubrir que su segundo apellido era impronunciable, y que sus cualificaciones en su campo eran abrumadoras. No era extraño que hubiera captado lo absurdo al primer momento. Simplemente, se estaba divirtiendo.

Finalmente, Titus se relajó lo suficiente como para considerar las cosas en perspectiva. Tomó algunas notas en su Bell 990 acerca de Ebano, listando las tenues pruebas que había contra ella, su físico, sus antecedentes políticos, su entrada en los archivos de Brink que indicaba su falta de conocimientos sobre ordenadores, y el que Gold estaba en una de sus clases.

Gold. ¡Gold! Se sentó envarado.

Supongamos que Ebano era una terrorista y sabía lo del proyecto de clonación y lo del durmiente. Destruye al durmiente, y hazlo parecer como si el Proyecto se estuviera protegiendo tras la acusación de Gold. Eso sería el fin del Proyecto Llamada.

Tal vez ya fuera demasiado tarde.

Titus salió a toda velocidad del laboratorio.