—¿Titus?
—¿Hummm?
—Creo que es por la mañana.
—¿Qué? —Se sentó, desorientado. El reloj decía que había dormido diez horas sin siquiera salir de la cama. Sus ropas estaban esparcidas por todo el suelo. En el fregadero asomaban los vasos y la jarra, secos y encostrados.
Inea tenía un brazo echado descuidadamente sobre su rostro, con los ojos enterrados en el hueco de su codo. Las yemas de sus dedos rozaban el hombro de él. Temblaban. El besó su palma, pero su contacto no desencadenó la respuesta esperada. No se trataba sólo de su condición saciada.
—¿Qué ocurre?
—Nada. Sólo una pesadilla. Odio contemplar las noticias antes de irme a dormir. Maldito sea ese Abramovitch.
¿Abramovitch? Fue un increíble esfuerzo extraer la asociación, pero finalmente lo consiguió: el ruso que deseaba demostrar que la Tierra era vulnerable al ataque de alienígenas del espacio exterior. ¡Su xenofobia! Un sudor frío lo cubrió de pies a cabeza. ¿La había juzgado mal? Sin embargo, si no había cambiado de actitud, ¿por qué estaba en el Proyecto?
Inea se volvió hasta el borde de la cama y examinó los controles maestros del apartamento en la cabecera.
—¿Uso la ducha primero? —preguntó—. ¿Y cómo lo hago para cargar la factura del agua a mi apartamento?
La alarma fue un lanzazo para Titus. Abbot podía rastrearla hasta él a través de las facturas. Todo lo que Abbot sabía seguro por ahora era que a Titus le gustaría alimentarse de Inea. No tenía la menor idea de lo mucho que significaba Inea para Titus, y así, si una comprobación casual no reflejaba otra conexión, Abbot no tendría ninguna razón para vigilar de más cerca a Inea, ninguna razón para tomar en consideración el utilizarla como arma contra Titus, y así ninguna razón para descubrir que Titus había roto la Ley de la Sangre no silenciándola con Influencia.
Luchando por parecer casual, se palmeó el sueño de los ojos.
—No importa, mi asignación de agua es generosa. Ve y dúchate, el jefe está demasiado atontado para moverse. —El jefe está repleto por primera vez desde que abandonó la Tierra. Quizá por primera vez en su vida.
El se tendió de espaldas y se puso el codo sobre los ojos cuando ella giró el mando para aumentar la intensidad de las luces.
—Simplemente déjame disfrutar de otros cinco minutos.
Ella pasó junto al fregadero sin echarle una mirada. Con los ojos fruncidos bajo el codo, él la observó, fascinado por el efecto que proporcionaba la gravedad limar a sus nalgas y pechos, jugueteando ociosamente con la idea de escribir las ecuaciones que describieran aquel fascinante movimiento: un Cantar de los cantares escrito en física, celebrando la similitud entre el brotar del plasma estelar y el efecto incendiario de la carne semifluida.
Derivó hacia el estado abstracto en el que se ocupaba de la física, dejando que la deliciosa relajación se apoderara de él.
Pareció que habían pasado sólo unos momentos cuando Inea emergió, vestida, peinándose el liso y húmedo pelo y llevando algo en una mano.
—Te tomé prestado el peine. Traeré mis cosas esta noche… —Entonces miró al fregadero—. Y, cuando me traslade aquí, tendremos que hacer algo acerca de esto.
Abbot. ¿Cómo puedo advertirla acerca de Abbot? Si Abbot investigaba alguna vez su mente, descubriría que Titus se había puesto en peligro no sólo a sí mismo, sino a su propio padre y a todos los luren, dejándola ir por ahí sin silenciar. Peor aún, si ella tenía tan sólo la sospecha de que Abbot constituía alguna especie de peligro para él o para ella, tomaría inmediatamente medidas para investigar a Abbot, y así atraería su atención. Pero si Titus intentaba asustarla para impedir que atosigara a Abbot, entonces se traicionaría a sí misma por puro nerviosismo. No, no se atrevía a decirle nada si valoraba la vida de ella…, y la suya propia.
Cuando él no respondió, ella se volvió, con una expresión que era un reflejo de la consternación de Titus. Con una loca alarma asomando a su voz, exclamó:
—¡No puedo creer que esto sea tan sólo otra estancia de una noche!
Antes de darse cuenta de ello, él ya estaba fuera de la cama y abrazándola.
—¡No! Esto es para siempre. Permanente. Exclusivo. Me casaré contigo…, haré cualquier tipo de promesa que me pidas…, tan pronto como volvamos a la Tierra.
Ella se envaró.
—¿Por qué esperar? O, al menos, ¿por qué no vivir juntos si estamos durmiendo juntos?
Buscando genéticamente una forma de decirlo, la condujo a la mesa y la hizo sentar.
—Allá donde estoy, siempre hay peligro. Siempre. Si la gente observa que soy… extraño, puede que no me dé cuenta hasta que sea demasiado tarde. Les ocurre a todos los de mi sangre, y sobre todo en las comunidades pequeñas. Si esto me ocurre aquí, no quiero que resultes herida.
Ausentemente, ella depositó una pequeña botellita marrón sobre la mesa, la medicación para la presión sanguínea de él.
—¿Qué te hace pensar que yo no podría ayudarte ahora que sé la verdad?
—No quiero que lo hagas. Cuando las cosas van tan mal, cualquiera que defienda a uno de nosotros resulta quemado también. No quiero que corras ese riesgo.
—¿Tú no deseas que yo corra ese riesgo? Si piensas que voy a aguardar hasta la Tierra para hacer de nuevo esto, estás muy…
—Sólo hasta esta noche. En tu apartamento. ¿De acuerdo? Nadie sabrá que estoy ahí excepto tú. Y tú lo sabrás. Te lo prometo.
La besó, y cuando empezaba a acariciarla ella lo apartó y lo estudió.
—Llegaré tarde al trabajo. ¿Qué dirá mi jefe?
—No dirá absolutamente nada —reconoció él—, Pero el jefe de tu jefe puede chillarnos a todos.
—¿Carol? Ella nunca chilla a nadie. —Se levantó y se dirigió a la puerta—. Pero Shimon sí nos chillará si no terminamos mañana. Además, ¿qué diría Abbot si falláramos ahora? Pasará a la historia como un genio por reconstruir este sistema en un tiempo récord.
—Por supuesto. Los récords son importantes. —Se adelantó para besar su sien, pero ella se apartó ligeramente.
—¿Qué es lo que le ocurre?
Ella inclinó la cabeza hacia un lado, estudiándole de aquella forma que le ponía nervioso. Luego se echó hacia atrás su húmedo cabello y añadió socarronamente:
—Además, me entrenaste para hacer este trabajo para Shimon, ¡y voy a hacerlo! Simplemente recuerda eso la próxima vez que vengas con una brillante idea para alejarme. Yo no desaprovecho las cosas que aprendo, aunque no las necesite.
Y con eso salió por la puerta. Un momento más tarde asomó de nuevo la cabeza y añadió:
—A las ocho, en punto. T.T.P.S. Yo tomaré pizza y cerveza. —Y se fue.
T.T.P.S. podía significar Tráete Tu Propia Sangre. Su agudeza le hizo sonreír pese a su repentina inseguridad respecto a ella. Al menos Abbot no sabía lo que ella significaba para él, y ella no sabia qué hacer con Abbot. Pero ¿cómo podía mantener las cosas así? Cumplir con sus citas con Inea sin despertar sus sospechas acerca de sus ausencias, mientras merodeaba por ahí buscando los proveedores no Marcados de Abbot, podía ser un desafío colosal.
Cuando llegó al laboratorio, el reensamblaje del sistema había empezado. Shimon había establecido un ritmo que permitía una comprobación paso a paso al tiempo que mantenía el avance, espoleando a todos a seguir. El hombre se había ganado definitivamente una promoción, lo mismo que todo el resto del personal. Sabiendo que el pensamiento se perdería entre los asuntos que le aguardaban, Titus llamó inmediatamente a Colby.
—¡Oh, doctor Shiddehara! —respondió un ayudante. Era un negro alto y delgado, carilargo, con unos rasgos vagamente orientales. Titus había oído decir que había renunciado a un importante puesto en el Sindicato de Consumidores para aceptar aquel trabajo—. He estado intentando localizarle. La doctora Colby desea hablar con usted.
Oh-oh.
—Está bien. Pásemela.
Tras una larga espera, la mujer apareció en la pantalla, con el rostro enrojecido y sin aliento. Podía muy bien haberle estado chillando a alguien.
—Oh, por fin está aquí, Titus. Ya era hora.
—Sí, lo siento. Yo…
—No hable, simplemente escuche. ¿Ha estado siguiendo la prensa acerca de ese asesino? Bueno, ése no fue el primer infiltrado que atrapamos. Pero la publicidad ha impresionado a las más altas esferas del gobierno con el tamaño el movimiento anti-Proyecto. Vamos a perder nuestra asignación, y nuestra reputación científica, a menos que convenzamos a la gente de que estamos gastando juiciosamente su dinero. Así que Nagel se ha visto obligada a aceptar condiciones… He luchado, pero yo también he tenido que capitular.
»Veinte periodistas estarán aquí pasado mañana para dar una vuelta por la estación e informar directamente a la gente. Si sabemos manejarlos bien, esta estupidez morirá por sí misma, y los terroristas serán criminales, no héroes. Pero si damos la impresión de que dilapidamos u ocultamos algo, eso será el fin del Proyecto.
»Ahora necesito su ayuda, Titus. Usted se halla en el foco de todo esto debido al coste extra de su ordenador. Tiene que estar arreglado y funcionando pasado mañana…, y tiene que hacer con él algo espectacular de lo que ellos puedan tomar fotos.
Titus digirió aquello. Abbot debía de haber tenido noticias de aquello unos días antes, y ése era el motivo por el que se sentía tan ansioso por ayudar. Abbot, cuya misión era enviar un SOS, había estado a punto de arruinar todo el Proyecto con su desquite de Titus aquel primer día.
Abbot el invencible. ¡Ja!
—¿De qué se siente tan feliz? —preguntó Colby. ¡Piensa rápido!
—Carol, déjeme que haga entrar a Shimon en la línea. Llamó al escritorio de Shimon sin obtener respuesta, luego recurrió al más viejo de los métodos de comunicación en una oficina: asomó la cabeza por la puerta y llamó: —¡Shimon! ¡Coja el dos!
Cuando volvió al videocom, la pantalla estaba partida en dos, mostrando a Carol hablando con Shimon. Cuando terminó, Shimon estudió inexpresivamente la imagen de Titus. El silencio se prolongó hasta que Titus dijo:
—Shimon, sé que no necesitaremos la ayuda de Nandoha en esto. —Sus ojos se posaron fijamente en los de Shimon. Shimon sabía que Titus había luchado tanto como había podido para evitar la presencia de Abbot.
Titus casi podía ver girar las ruedas en la mente del hombre. Se había tragado su resentimiento ante la arrogancia de Abbot con estoicismo profesional, e incluso respetaba la habilidad de Abbot. Pero le disgustaba intensamente el hombre. Sin embargo, había captado muy pronto la medida primaria de Colby de que el valor de un empleado era la lealtad de ese empleado hacia su inmediato supervisor así como hacia el Proyecto. Finalmente, Shimon asintió y declaró:
—No hay ningún problema, doctora Colby. Terminamos esta noche, incluso vamos adelantados según el horario previsto. Comprobaremos mañana y prepararemos algo visual para la prensa.
Colby se mostró radiante.
—Ahora veo por qué Titus tiene tanta fe en usted. Déme una buena muestra de ello pasado mañana, Shimon, y obtendrá una buena promoción, retroactiva.
—Cuente con ello.
Colby cortó la comunicación, y un momento más tarde Shimon entraba en tromba en la oficina.
—¡Mochrotayim! ¡Esa mujer tiene que estar bromeando! —Paseó en un furioso círculo, con una mano sobre la cabeza.
—Gracias por respaldarme, Shimon. Sé que va a ser duro. Simplemente dígame lo que necesita, y lo tendrá.
El hombre se detuvo, con las manos en las caderas.
—Titus, si no hubiera enviado usted a Inea a ser entrenada para esto, nunca lo hubiéramos conseguido. ¿Puedo decirle al equipo que cobrarán el doble por las horas extras de esta noche si se quedan hasta que hayamos terminado?
—Sí, eso es una buena idea.
—Puede ser toda la noche. Un solo componente defectuoso…
—Lo sé. Mientras tanto, conseguiré un programa de demostración.
Shimon frunció los labios hacia el techo en el gesto típico israelí.
—Rega, regal ¡El proyecto de Inea! ¡Será perfecto! Escribió ese programa como diversión para una proyección holográfica de la región de Tauro…, completo, con un realista toro bufando y pateando. Luego todo gira, de modo que uno puede ver nuestro sol desde el otro lado de la constelación. Luego ofrece un animado primer plano de cada una de las estrellas… Ella dice que sólo es un juguete porque utilizó datos antiguos para la localización de las estrellas. No pretendo entenderlo. Pregúntele a ella.
Titus asintió.
—Estupendo, pero ¿tenemos un proyector para él?
—No, pero antes de que llegaran los químicos utilizábamos su tanque. Quizá puedan prestárnoslo de nuevo.
Los químicos utilizaban un tanque visor tridimensional para manipular moléculas orgánicas complejas.
—¿Es en color?
—Sí, y también lo es el programa de Inea. Le añadió esto al final.
Sería una impresionante demostración, aunque fuera irrelevante.
—De acuerdo, haremos un par de docenas de copias de calidad vídeo profesional y nos aseguraremos de que el copyright de Inea esté en ellas.
Necesitó tres horas para organizarlo todo, pero finalmente pudo llevar la caja negra de Connie al laboratorio. Inea y la mitad del equipo estaban en el observatorio, discutiendo sobre unos esquemas, con humeantes tazas de café abandonadas tras ellos.
Trabajando rápido, envuelto en un mínimo de Influencia, Titus conectó el comunicador en su circuito y volvió a colocar las placas que lo rodeaban, ocultándolo de la vista. Si no funcionaba mal en la primera prueba, enviaría su mensaje la primera vez que contactaran con la Tierra. Había reforzado ya la ceguera de todo el equipo hacia la caja negra. Sólo Inea podía verla, y ella no diría nada.
Regresó a su oficina y codificó su mensaje a Connie en la unidad de su escritorio. En el momento en que su sistema conectara con el sistema del Proyecto en Houston, Sydney o Beer Sheva, la caja negra llamaría al texto de la unidad de su escritorio y lo enviaría a una caja negra similar en el otro extremo. Lo único que esperaba era que uno de los elementos de Connie, y no un Turista, lo recogiera.
En este informe ponía al corriente a Connie de su situación con respecto a la sangre, y le recordaba tensamente que, pese a su éxito hasta el momento, no podía manejar solo a Abbot. También la advertía del Proyecto clandestino, y le esbozaba sus planes. Esperaba que todo fuera tan simple como sonaba. Mientras observaba ociosamente a Inea, todo lo que deseó fue escribir poesía sobre la física y hacer el amor. Pero se extrajo de esos pensamientos y salió al laboratorio, diciendo a todo el mundo que iba a la nave. Luego fue en busca de los proveedores de Abbot.
Ya había comprobado a todos los que habían tenido acceso en alguna ocasión a su propio laboratorio, sin hallar rastros de ninguna intromisión de Abbot. No lo había esperado. Ahora recorrió los pasillos, examinando a todos los que se cruzaban con él. Buscó en los refectorios y cantinas, y dio una vuelta por el gimnasio. Su presa más valiosa sería alguien a quien Abbot hubiera Influenciado pero hubiera dejado sin Marcar, y eso era difícil de descubrir. Así que se movió lentamente, y desencadenó alguna que otra reacción beligerante mirando. ¡Abbot podría hacer esto sin trastornar a la gente!
Sin ninguna otra cosa que hacer por el momento, se encaminó hacia la Kylyd.
Desde los primeros años posteriores a su doctorado, había aprendido que la única forma de mantenerse alto en las ramas de un proyecto complejo era realizando frecuentes apariciones personales. Los otros jefes de departamento hacían lo mismo, así que no llamaba en absoluto la atención.
Puesto que tenía asuntos legítimos de los que ocuparse en la nave, se vistió abiertamente su traje y acompañó a un grupo de trabajadores en su salida. Mientras el sol había estado alto había temido sus salidas abiertas, pero ahora estaban de nuevo en las sombras.
Vagabundeó un poco en torno a la nave, inseguro de si había reconocido o no la Marca de Abbot en uno de los humanos enfundado en su traje de vacío. La presencia vital quedaba bloqueada por el traje, pero él había Influenciado a humanos con trajes espaciales. Algo no quedaba bloqueado por el aislamiento. Partículas fracturadas danzando a la luz lunar, partiendo hacia el olvido.
La poesía se agitó en su alma, poesía y magia, magia e Inea. No existe la magia. Hay una explicación racional para todo. Cierto. Trepó por un suelo inclinado y cruzó la rota compuerta con un arco cortado en ella.
Se agachó para observarla. La última vez que había estado allí, desesperaban de poder cortar aquel metal. Progresos.
—¿Ocurre algo, doctor Shiddehara?
El traje a su lado llevaba el nombre de un técnico que le era familiar. Se levantó y preguntó acerca del corte mientras estudiaba al hombre.
—Oh, el doctor Gold lo hizo ayer, con las tijeras magnéticas que se fabricó en el laboratorio de Biomed. Aplicas un campo magnético cortador planar, y se parte como si fuera papel. Supongo que no es exactamente un metal…, bueno, ése no es mi campo.
No llevaba rastro del contacto de Abbot, pero el cuello de Titus hormigueó. Biomed. Ése era un lugar por el que él no podía andar libremente, pero Abbot sí.
—Tijeras magnéticas. Fascinante. —¡La próxima vez, te enterarás de que han fabricado un destornillador sónico!
—Vi al doctor Gold irse por allí —dijo el técnico, señalando—. Le encanta explicar eso, pero no creo que haya hallado todavía a nadie que comprenda de qué está hablando.
Titus siguió la dirección indicada por el hombre y trepó a un lugar amplio donde los mamparos habían sido dislocados por el impacto. Dos técnicos estaban forcejeando con un artilugio que parecía unas tijeras lo bastante grandes como para cercenar de cuajo un arce. Cuando las tuvieron en posición, las tijeras se deslizaron por el retorcido mamparo, y retiraron cuidadosamente el amplio panel.
A través de la nueva abertura, Titus vio los trajes de Abner Gold y de Carol Colby, y un traje más pequeño con el distintivo de Biomed.
Gold gesticulaba tan enfáticamente que sus pies abandonaron la cubierta y trastabilló. Titus se dirigió hacia ellos, cuidando de que los filos cortantes no dañaran su traje, y buscó los canales de comunicación hasta que halló la voz de Abner.
—¡…Sisi, no es eso lo que usted me dijo! Colby, ella está mintiendo, pero yo sé lo que sé. Me debe usted respuestas. ¡Hay algunas cosas de las que no quiero formar parte!
—Tranquilícese, doctor Gold —advirtió la directora—. Todos estamos bajo mucha presión, y las cosas se van a poner peor aún si nos vemos obligados a trabajar bajo los focos. Dentro de pocos días…
—¡Unos pocos días! ¡Ahora, o renuncio! ¡Piense en eso, Colby! ¿Puede permitirse usted que yo renuncie después de lo que he conseguido?
—Abner, nadie es indispensable. Y su actitud muestra una cierta falta de lealtad que…
—¿Lealtad a qué? ¿O eso no le importa? ¿Usted se limita a hacer aquello para lo que le pagan y nunca piensa en…?
—Doctor Gold, a partir de este momento está usted separado del Proyecto, sus acreditaciones quedan revocadas. Se le entregará su liquidación y…
—¿Separado del Proyecto? No puede usted hacerlo. Simplemente, renuncio. —Giró en redondo y se alejó a grandes zancadas en dirección a Titus.
Titus lo detuvo. Ardía en curiosidad acerca de lo que había hecho tomar a Gold aquella decisión, pero simplemente preguntó:
—Abner, ¿está seguro de que quiere hacer usted esto? ¡Piense! No he oído de qué se trataba, pero este Proyecto es ya desde ahora mismo historia.
Gold inspiró profundamente, se enderezó, y miró a Titus con una sonrisa tensa.
—Gracias, Titus, pero me he pasado toda la noche considerando esto.
—Bueno, yo deseo una copia de su comunicación sobre las tijeras magnéticas. Es una obra brillante.
Gold irradió.
—Veré que consiga una.
—Después de que los periodistas terminen con mi laboratorio, pasaré a verle. Supongo que se marchará usted con ellos. —Quizás entonces pueda decirme qué es eso tan terrible que no ha podido soportar.
El rostro del otro se hundió.
—Supongo que sí. —Abstraído, adoptó una pose digna—. Buena suerte, Titus. Es usted un buen hombre.
El cumplido dicho maquinalmente hizo que Titus se sintiera inexplicablemente bien mientras se volvía hacia el grupo que les observaba. Interesantemente, pudo percibir el brumoso esquema de la Influencia de Abbot en torno a Colby, pese a la ausencia de Marca. La misma signatura aparecía en el aura en torno a la técnico de Biomed.
Se dirigió hacia ellos.
—Lo siento, Carol, no pretendía inmiscuirme.
—No es ésta la primera vez que despido a alguien, pero…, ¡maldita sea, no desearía tener que hacerlo! —Profundamente alterada, se aferró a las formalidades—. Oh, lo siento, Titus, ¿conoce a Sisi Mintraub? Se ocupa del equipo de mantenimiento Biomed. Sisi, éste es el famoso doctor Shiddehara.
—Encantada. —Ofreció la otra con una dulce voz de soprano.
—Lo mismo digo —respondió Titus—. Artículos médicos, ¿eh? ¿Sabría usted dónde se halla el tanque de los químicos ahora?
—No es mi jurisdicción, pero lo vi ayer. ¿Por qué?
Le contó a Carol la idea de la demostración, y ella asintió.
—Suena bien. Sisi, dígale a quien sea que tenga el tanque que, si no lo está utilizando, astrofísica lo necesita para la demostración.
—Se lo diré. —Ofreció una deslumbrante sonrisa a Titus—. Pero los químicos son un grupo muy posesivo.
—Si es necesario, dígales que me llamen a mí —añadió Colby.
Cuando Mintraub se hubo ido, Colby urgió:
—Hábleme de esta brillante idea. Creo que es la mejor que ha tenido ningún departamento hasta ahora.
—En realidad es de Inea y Shimon —protestó él, y explicó el programa visual de Inea—. Lo que me preocupa es que no se trata de nada relevante para nuestro trabajo.
—Sin embargo, parece relevante. Por otra parte, tiene usted razón, algunos de los periodistas saben algo de ciencia. ¿No se le ocurre algo que ellos puedan apreciar?
—Bueno, para eso vine precisamente aquí, para ver si hay algo nuevo acerca del sistema de iluminación. Con el sistema en funcionamiento, podría utilizar un catálogo estelar estándar para escoger algunas estrellas con el espectro correcto, y al menos mostrarles cómo vamos a hacerlo cuando dispongamos de todos los datos.
—Hasta ayer no había nada nuevo. Pero vale la pena comprobarlo. Lindholm, Rubens y esa mujer holandesa cuyo nombre atraca puedo recordar estaban abajo junto a lo que creemos que es la cámara del impulsor. Hallaron un panel de luces que sospechan que aún es operativo, pero no admitieron saber nada.
—No se les puede culpar por ser cautelosos. Nada acerca de esta nave sigue las expectativas. ¡Tijeras magnéticas! ¿Dónde demonios obtuvo Abner esa idea?
—Titus, discúlpeme, pero no quiero hablar de Abner ahora. Y voy retrasada para una reunión con los ingenieros. Si pueden resolver sólo uno de los misterios de la fuente de energía, podremos energizar ese panel de luces y descubrir su espectro. Nuestra energía simplemente los quema.
Mientras se alejaba, Titus fue a echar un vistazo al panel de luces intacto y ver qué podía averiguar a partir de él.
Horas más tarde regresó al laboratorio, con muy poco que ver ya por aquella tarde excepto la aparición del tanque de los químicos. Inea había encargado que trajeran pizza. La gente comía mientras monitorizaba las pantallas a medida que se desarrollaban los programas de prueba.
Inea hizo un gesto a Titus.
—Conseguí mi pizza. Pero no tengo la menor idea de cuándo terminaremos. Hay un millón de cosas que funcionan mal.
—Bueno, mira, me alegro que te presentaras voluntaria a seguir con esto esta noche. Después…, bueno, ya volveremos a programarnos después.
—Espero que sí —respondió ella firmemente.
Él empezaba a sentirse hambriento, pero tenía que mantener su mente lejos de aquello.
—Carol se ha mostrado encantada con tu demostración. —Le relató su encuentro con la directora—. No he conseguido ningún nuevo dato espectral, pero voy a elaborar algo utilizando los datos de «mejores hipótesis» basadas en el trabajo efectuado hace algunas décadas con el primer telescopio orbital y algunas de las hipótesis basadas en indicios hallados en la nave. Puedo preparar una simulación para los periodistas utilizando eso, y simplemente mostrarles que lo único que queda por hacer es conectar con los datos reales apenas los obtengamos. —Tenía la mayor parte del programa introducido ya en su calculadora.
—Suena bien. ¿Necesitas alguna ayuda? —Empezó a levantarse.
—Eres más valiosa aquí donde estás. —Envolvió las palabras y dejó que su voz descendiera hasta una caricia—. Lo que necesito tiene muy poco que ver con ello. Más tarde, Inea, cumpliré con mi promesa.
Con gélida calma, ella preguntó:
—¿Qué soy para ti, una posesión decorativa o una persona?
—Eso es injusto. ¿Te he dado algún motivo para…?
—Sí: —Ella mantuvo su voz baja, pero feroz—. Esta mañana deseabas protegerme, y esperabas que yo me contuviera y dejara que una multitud te hiciera pedazos antes que hablar en tu favor. Y tu única razón era que tú no deseabas que yo corriera ningún riesgo, como si fuera un objeto de tu propiedad. Ahora me ordenas que realice un trabajo técnico cuando emplearía mejor mí tiempo ocupándome de astronomía. De acuerdo, tengo que someterme a ello a causa de los periodistas. Pero tú no sabías que ellos venían cuando me enviaste a aprender esto. Fuera por lo que fuese por lo que lo hiciste, no constituyó ningún avance en mi carrera. No fue por respeto profesional. Así que te froté un poco la nariz en ello esta mañana, pero no lo decía realmente en serio y era en privado. Ahora, justo en medio del laboratorio, empiezas a decirme para lo que me deseas realmente. Y no es para escribir programas de astronomía. Una persona escribe programas de astronomía.
Asombrado, Titus sacudió la cabeza.
—Persona u objeto —reiteró ella—. Ésa es la roca con la que tropezaron todas mis demás relaciones. Quiero las cosas claras desde un principio. ¿Qué soy para ti?
—No deseo hacerle el amor a una posesión decorativa. Nunca he comprendido a los hombres que lo hacían. No sabes cómo me excitó descubrir que tu programa juguete puede salvar los fondos de este Proyecto. No sabes cómo he estado buscando una persona como tú, pero tú eres una en un millón. Hubiera debido saberlo. Hubiera debido volver a ti hace años.
Los labios de ella temblaron y sus ojos chispearon.
—Espero que esto lo digas en serio. Espero que sepas lo que significa decirlo.
—Tú me enseñarás. Y te prometo…, tan pronto como termine este trabajo, estarás de vuelta en el observatorio. Nunca deseé apartarte. Fue una decisión administrativa, y tú admitiste que necesitabas algo de espacio para pensar en todo ello.
—Titus, no voy a besarte aquí. No importa lo demás. ¿Comprendes? No sería profesional.
—Supongo que es lo mejor. Te veré luego esta noche.
Después de eso, no pudo concentrarse en los cálculos de su modelo. Era tan aburrido como una mezcla de exámenes para cursos de estudiantes universitarios no graduados. Simplemente no era real. Pero la presencia de Inea fuera en el laboratorio era tan real que no podía apartar la mente de ella. Se preguntó si ella consideraría eso como tratarla como un objeto…, como un orl. Fue el pensamiento más inquietante que jamás hubiera tenido.
Cuando terminó su programa, utilizó el código de Brink para comprobar a Sisi Mintraub. No halló nada de interés, excepto que estaba a cargo del equipo que mantenía al luren durmiente en un entorno aislado y frío.
Pudo ver por qué Abbot la cultivaba con un toque tan ligero como el que usaba con Colby. Sería peligroso si ella empezaba a sospechar, pero peor aún era la forma en que Seguridad la monitorizaba a ella. No habían observado ningún comportamiento inconsistente…
Buscó el número del apartamento de Sisi. Estaba en el mismo domo que las galerías comerciales. Era la única de los espías de Abbot que había encontrado hasta ahora y, puesto que no estaba Marcada, no era ningún crimen el que utilizara la Influencia sobre ella.
Desde su escritorio, contempló a través de la puerta a Inea trabajando al lado de Shimon. Si Influenciaba a Sisi, ¿tomaría Abbot represalias con Inea? Pero Inea no mostraba ninguna huella de la Influencia de Titus. Abbot no podía concebir a ningún luren alimentándose de un humano sin Influencia. Puede que eso sea todo lo que la salve si Abbot descubre que he estado con uno de sus humanos.
Sin embargo…, si Marcaba a Inea, Abbot no podría tocarla. No. No deseo Marcarla sin su consentimiento. Para eso tendría que explicarle toda la historia, a fin de que ella supiera por qué tenía que ser Marcada. Pero temía perderla. Y era peor desde que había saboreado lo que podían tener juntos. Pero ¿cuál era el mayor riesgo, que Abbot la tomara, o que él la alienara siendo demasiado apresurado? De cualquier forma, la perdería. Para protegerla, tendría que abordar a Mintraub sin despertar las sospechas de Abbot. ¡Al menos eso no es tratar a Inea como una posesión!
Decidido, se dirigió al apartamento de Mintraub, pero ella estaba fuera. Decidió que sería mejor pasar hambre hasta que Inea estuviera libre que ir al apartamento y beber sangre muerta, y se dirigió a las galerías comerciales.
Las puertas del ascensor se abrieron a un entrepiso con un arco de cielo azul sobre su cabeza. Anchos y lujuriantes arbustos verdes habían sido plantados a lo largo del paseo. Una centelleante fuente chapoteaba sobre roca lunar al fondo. Se inclinó sobre la barandilla y contempló una tienda de donuts Skychief con mesas dispuestas sobre un suelo transparente, iluminado desde abajo. No dio crédito a sus ojos cuando vio el primer pez. Luego un banco de otros más grandes pasó como un relámpago, y se dio cuenta de que estaba contemplando el tanque piscifactoría donde Skychef desarrollaba todo el pescado fresco que se servía en la estación.
Descendió los anchos escalones, consciente de que los arquitectos de la Estación habían diseñado las áreas públicas para que fueran lujosas y las estancias privadas espartanas para que la gente socializara.
Paseó por algunas tiendas. Había oído ya hablar de los precios, pero se sintió sorprendido ante lo pequeño de la selección y cómo los artículos estaban atestados en las diminutas tiendas. En un almacén, las batas colgaban de cajas de zapatos apiladas hasta el techo. En otra, las mesas estaban repletas de trajes de baño y ropa interior. Bajo la mesa, las camisas estaban apiladas por color y talla. Las dependientes llevaban uniformes de Skychief y atendían las tiendas como trabajo secundario. Todas parecían muy cansadas.
Titus recordó cómo, a su llegada, había sido amenazado con un destino en la cocina. Había escapado tan sólo porque ahora había personal para los trabajos extra.
Titus escrutó la gente en busca de algún signo de la Marca o Influencia de Abbot, y observó varios rostros familiares. Allá, paseando con Suzy Langton, estaba uno de los cocineros del Gourmet Lounge cerca de su apartamento. La estatua de ébano de una instructora de levantamiento de pesas abandonaba el lugar con Abner Gold.
En la parte de atrás de la quinta tienda, Titus halló un conjunto de utensilios de cocina para microondas y equipo de picnic.
Compró un termo color oro oscuro y un juego de jarras con su caja. Estaban previstas para uso en el microondas, pero al parecer la grate que no tenía cocinita las utilizaba para llevar fuera su comida. No llamaría la atención si trasladaba su sangre de su microondas al apartamento de Inea. Alguien a su lado compró un calentador de alimentos conectable a cualquier enchufe, diciendo que un grupo de técnicos iban a pagarlo entre todos a fin de poder comer pizza caliente mientras veían cintas.
En una tienda de ropa interior de señora halló una cosa diáfana casi sin masa que apenas costaba algo más de lo que costaría en la Tierra. Pensó en Inea dirigiéndose al cuarto de baño aquella mañana. Aunque había disfrutado con la vista, pensó que ella apreciaría una bata. Eligió una en el tono favorito de rosa de ella —esperaba que siguiera siendo aún su favorito— y un juego de artículos para el baño.
—Envuélvalo y envíelo mañana por la mañana —le dijo a la dependienta.
Estaba examinando un estante de artículos deportivos marca Glynnis cuando divisó a alguien que parecía Mintraub salir de la tienda de donuts, masticando una larga trenza de pasta. Sólo la había visto con su casco, y luego en fotografías. Pero se le parecía. Se acercó más a ella. Llevaba un chándal verde, con el pelo recogido por una banda rosa. Se alejó como si siguiera el camino más corto hacia un destino previsto.
Pero la perdió cuando se metió en un ascensor lleno. Tomó el siguiente y salió en su apartamento, pero no estaba allí. De nuevo en el ascensor, intentó la parada más popular, el corredor que conectaba con los demás domos. Ella iba vestida para el gimnasio, así que se encaminó hacia allí.
Tras firmar, circuló por las zonas más concurridas, y comprobó la piscina desde la sala de observación. Se preparaba para marcharse cuando detectó la Marca de Abbot. Aparte Mirelle, era la primera que encontraba.
La mujer en cuestión era una esbelta y estatuaria rubia que llevaba un traje de baño blanco diseñado sin ningún adorno. Subió hasta la más alta plataforma de saltos y se lanzó, aprovechando la gravedad para ejecutar una maravillosa serie de maniobras antes de hendir limpiamente el agua.
—¿Sabe usted quién es? —preguntó Titus al hombre a su lado, que llevaba ropa interior para el espacio, no de gimnasia.
—La llaman la Bella Buceadora. No sé su nombre, pero está aquí cada noche dando un espectáculo. Dicen que en realidad es una de esas aburridas doctoras de eso o de aquello.
—Oh. Gracias. —Titus preguntó a otros, pero sólo obtuvo el apodo, que hablaba con acento georgiano, y que era antropóloga física. Era suficiente para permitirle encontrar su archivo, pero no tuvo que hacerlo. Abbot había escogido a otra con autorización para estudiar el «cadáver» alienígena.
Puesto que estaba Marcada, no se atrevió a tocar a la Bella Buceadora, así que siguió su camino en torno al gimnasio. Gold estaba en la clase de levantamiento de pesas con la estatua de ébano, trabajando como si quisiera quemar toda su rabia. Tiene un motivo. Necesito hablar con él.
Cuando Titus pasaba la clase terminó, pero Gold no se dio cuenta de su presencia. Se encaminó ciegamente hacia los vestuarios. No había rastro de la Influencia de Abbot en él. Después de eso, Titus vio a la estatua de ébano dos veces más mientras seguía dando vueltas. Pero no había ninguna señal de Sisi Mintraub. Estaba a punto de marcharse cuando recordó que debía tiempo en la centrífuga. Si se limitaba a firmar su salida del gimnasio, el Departamento Médico estaría tras él inmediatamente.
Pero, cuando se apuntó para la centrífuga, allí estaba el nombre de Sisi, en la lista de espera, inmediatamente encima del suyo. El empleado le tendió un traje y le dijo:
—La número tres estará preparada para empezar a girar dentro de cinco minutos. Y no olvide la telemetría.
Las cinco unidades centrífugas separadas funcionaban según un horario regular, pero con tiempos escalonados a fin de que no hubiera esperas.
Se cambió rápidamente, decidido a entrar en la misma unidad en que lo hiciera Sisi. El traje verde pálido hacía su complexión más llamativa, pero dispuso un grado bajo de Influencia a su alrededor a fin de que la gente percibiera su relativa palidez como algo normal. Sus antepasados humanos le habían bendecido con una piel oscura, así que no parecía tan absolutamente blanco como algunos otros luren.
Cuando salió, observó de nuevo a la estatua de ébano por ahí cerca, pero no pensó nada acerca de ella. Halló a su presa dentro de la cámara cilíndrica, sujeta con las bandas elásticas de seguridad, lista para echar a andar en la noria. Era la única otra persona en aquella sesión, pese a que la cámara podía acomodar a ocho personas en las norias y a seis más sentadas.
Titus ocupó la noria contigua a la de ella y aseguró su toalla a una barra. Mientras se sujetaba las bandas dijo:
—¿No la conozco? Nos hemos conocido hoy en la astronave, ¿verdad?
Ella le miró. Era hermosa, y sin duda acostumbrada a todo.
—Soy Titus Shiddehara —añadió él.
—¡Oh! Sí, la doctora Colby nos presentó. ¿Consiguió el tanque de los químicos?
—Sí. Gracias.
—Es sorprendente que me haya reconocido. Yo no le reconocí a usted. —El timbre de advertencia sonó, y sujetó las manijas del molino—. Ahí vamos.
Un sonido elegantemente apagado heterodino a un agradable y multivocal zumbido cuando el tanque empezó a girar, y las plataformas chocaron contra los lados del tambor. Flexionaron las rodillas y alejaron con un parpadeo la ligera desorientación de la fuerza de Coriolis, y luego estuvieron ambos caminando.
Titus había conectado sus monitores de telemetría a un dispositivo que le alimentaría datos típicos humanos, así que no tuvo que preocuparse de que el técnico de servicio observara algo raro en él. Pudo concentrarse en Mintraub.