Titus sabía que ganarle a Abbot era una fantasía, pero lo alimentó como una potente bebida mientras se dirigía hacia las compuertas que conducían a la nave alienígena. Abbot había estado jugando su juego demasiado tiempo. Pero, por otra parte, había algo que decir respecto a la juventud, flexibilidad y desesperación. No Inea. No va a conseguir a Inea.
Tenía que pensar. Durante el día que llevaba en la estación, Titus no había pasado más de cuatro horas en su habitación. Dentro de seis horas tenía que estar de vuelta en el laboratorio, y luego irían tras él para que realizara sus ejercicios físicos y su registro de rendimiento en el gimnasio. Por todo lo que sabía, eso podía ser tan necesario para los suyos como para los humanos, a fin de poder regresar a la Tierra con todos los huesos sanos.
Si iba ahora a la nave alienígena, alguien podría observar que no descansaba nunca. No harían nada inmediatamente con ello. Todo el mundo allí era un voluntario ansioso. Pero la dedicación era una cosa, y el rendimiento sobrehumano otra muy distinta. Así que no se atrevió a acercarse abiertamente a la nave alienígena.
Se entretuvo en una intersección hasta que el corredor estuvo vacío, luego se envolvió con Influencia. Descubrió que las cámaras de vigilancia estaban situadas tan sólo allá donde era necesario el control de la gente en una emergencia. Las eludió y halló los vestuarios, donde había un armario con su nombre que contenía un traje de vacío a la medida. Aguardó hasta que la habitación estuvo desierta, luego se vistió apresuradamente, utilizando la Influencia para repeler a cualquiera más allá de la puerta. ¡Abbot podría vestirse a plena vista de media docena de personas y conseguir que no se dieran cuenta de ello!, pensó Titus, intentando superar su propia falta de práctica.
El pensamiento del dominio de la Influencia por parte de Abbot le recordó que tenía que hallar alguna forma de mantener al Turista fuera del laboratorio y lejos de Inea. Simplemente arrojarlo furioso del laboratorio como había hecho antes no sería suficiente. Tenía que trabajar de alguna forma a Colby, conseguir que diera una orden.
Una vez vestido, Titus se unió a un grupo que empezaba su turno. Eran tres ingenieros, dos electricistas, un físico, un químico y un metalúrgico. Su charla estaba llena de referencias al diseño de la nave alienígena. Pero una cosa resultaba claro: ni siquiera una décima parte de lo que habían estado haciendo y pensando había sido informado aún a la Tierra, ni siquiera a los niveles de máxima seguridad.
Además, nadie comprendía todavía los motores de la nave o la fuente de alimentación. Las especulaciones, sin embargo, eran alocadas. Titus siguió el grupo hasta la bodega de embarque, donde les recogería el camión de superficie, escuchando atentamente.
—Te lo digo, esa cosa tiene que ser hiperlumínica. Trabaja sobre algún principio que nunca hemos imaginado. ¡No hay ninguna fuente de energía!
—Mira, quizá perdió las alas. Quizá no se suponía que se acercara tanto a una estrella. Quizá dejaron los motores más allá de Neptuno. Ése podría ser el motivo por el que no podemos analizar la propulsión…, ¡simplemente porque este módulo no tiene!
—Tal vez esto no sea más que un bote salvavidas desprendido de una nave mayor que sufrió un desastre. —El tercer ingeniero era el más joven. También era el más bajo del grupo, de pelo oscuro y apuesto, con una voz musical—. No podemos aventurar nada. Aunque nosotros no construiríamos un bote salvavidas con una bodega de carga tan grande como ésa.
—Si se trata de un bote salvavidas —argumentó el primer ingeniero—, dispondría de propulsión propia y energía para los apoyos vitales y las comunicaciones. ¿Quizá sólo sea un «contenedor» de carga?
—¿Sabes? —dijo uno de los otros—, creo que hay algo en eso…, un módulo de energía lanzado en órbita solar. Tiene sentido. La nave no estalló con el impacto. Podría ser que llegara con energía de baterías. Tendríamos que hacer que uno de los observatorios escrutara las órbitas lejanas tangentes a la línea de aproximación de la nave. Tal vez encontraran sus alas.
—No puede ser una idea nueva —dijo otro—. Apuesto a que ya han efectuado esta búsqueda.
—¿Y si no lo han hecho? Voy a escribirlo en mi informe diario, y veremos lo que ocurre. Eso es lo que quieren que hagamos, ¿sabéis?…, pensar independientemente a fin de que, si todos llegamos a las mismas conclusiones, piensen que lo tenemos.
Titus no sabía si faltaba un módulo o no de esta nave, pero, según Abbot, la nave en que sus antepasados llegaron a la Tierra lo había hecho más rápido que la luz, y no había estallado con el impacto tampoco. Titus había aceptado ya que algún accidente había forzado a esa nave a descender sobre la Tierra, pero a menudo se había preguntado adónde iba y por qué. ¿Habían sido exploradores, colonos, comerciantes, o incluso turistas? ¿Era esta nueva nave del mismo tipo, o diferente?
—Aquí está nuestro transporte —dijo uno de los hombres.
Las puertas de presión de la bodega de embarque se abrieron, y un camión se deslizó silenciosamente por el vitrificado suelo. Era un armazón abierto construido sobre dos orugas, y maniobraba ágil y silenciosamente en el vacío.
Titus sintió la vibración mientras el camión chocaba suavemente contra el borde del muelle de carga. Siguió a los demás por entre las viguetas de sustentación del vehículo y se asió a una de las correas de sujeción. La conductora estaba sentada en un banco ante una hilera de palancas que manipulaba con delicadeza.
—¿Todos agarrados? —Sin volverse para mirar, añadió—: ¡Ahí vamos!
El camión se apartó del muelle de carga y cruzó la puerta a la estrellada noche, entre una nube de polvo. El sol no era visible en aquel momento, cosa que Titus agradeció. Aunque su traje le protegería como ninguna otra cosa que pudiera llevar en la Tierra, aún seguía sin confiar plenamente en él. Había sido diseñado por humanos, con tolerancias humanas en mente.
Pero sus ansiedades se fundieron cuando giraron la esquina de las puertas de la bodega de embarque y la nave siniestrada apareció a plena vista.
Los trozos dispersados por el accidente habían sido arrastrados de vuelta junto al fragmento principal antes de que la estación fuera construida a su alrededor. La sección principal estaba retorcida, desgarrada y medio enterrada. Los focos arrojaban nítidamente definidos conos de luz, despojando al conjunto de todo hechizo o dramatismo. La nave parecía un montón de basura en el patio de un chatarrero. Pero ahora pudo ver algo que no había visto en las fotos tomadas con instrumentos sintonizados a la visión humana.
Consciente de pronto de las cámaras perpetuamente apuntadas al pecio, se movió de modo que la identificación de su traje quedara oculta mientras fruncía los ojos hacia los focos. Apenas podía distinguir los signos en el casco de la nave; herrumbre oscura contra herrumbre más oscura. ¿No habían captado los humanos los signos debido a que sus ojos no registraban la distinción? Resultaba débil incluso para él, pero sus ojos no eran tampoco ojos luren. Eran ojos humanos afectados por genes luren.
Quizá, para unos ojos luren, los signos resaltaran de forma brillante. Tomó nota metal de Influenciar a alguien para que efectuara un análisis espectral de todo el casco. Podía contener alguna clave respecto a las características de los ojos luren, y así respecto al sol luren.
Parte de la inscripción estaba desganada y parte enterrada en el polvo lunar. Pero Titus pudo leer lo que decía. Imaginando las partes que faltaban de las letras, las tradujo al inglés, intentando pronunciar la palabra, porque no sabía lo que significaba. Kylyd. ¿«Kaílaid»?
Posiblemente era una palabra en un idioma distinto del conservado entre los luren de la Tierra. O simplemente podía ser un nombre, una palabra que había perdido su significado hacía eones.
Mientras se acercaban al desgarrón en el costado de la sección principal que era utilizado como entrada, Titus sintió una hormigueante oleada de excitación. De pronto, la nave siniestrada ya no fue tan sólo un montón de metal retorcido. Era una astronave. Tenía una identidad, una historia, un orgulloso nombre, y una leal tripulación.
Titus se deslizó por el control de seguridad a la sombra de uno de los ingenieros, y se halló en libertad dentro del pecio. Nada lo había preparado para aquello.
Pese a lo retorcida y distorsionada que estaba, la distribución del espacio que habían dispuesto para sí los alienígenas pulsó un profundo nervio en Titus, un nervio humano. Aquel lugar era sutilmente erróneo. Era alienígena.
Titus había viajado por todo el mundo, y había sentido la vaga inquietud de los edificios extraños, un apenas perceptible componente del síndrome de tensión cultural. Pero esto era distinto. Esto gritaba en voz alta: ¡erróneo!
Se estremeció y se agachó para cruzar una compuerta que se había doblado y saltado con el impacto. Allá habían sido colocados también focos, puesto que los sistemas de la nave aún no habían sido conquistados. La iluminación de la nave, cuando la encontraran, debería de proporcionar a Titus un indicio vital acerca de la estrella nativa.
Los híbridos como Titus poseían normalmente una gran sensibilidad a los infrarrojos, así como una sensibilidad mucho mayor a los ultravioletas, junto con las tres sensibilidades normales de los humanos. Pero ¿y los luren de pura raza?
No muy lejos de la retorcida compuerta, llegó a dos estaciones de trabajo situadas en amplios lugares a ambos lados del corredor. Había manchas oscuras en el mobiliario color ante claro. Sangre.
Examinó un sillón bajo y echado hacia atrás, de modo que su ocupante estuviera medio reclinado y pudiera mirar al panel encima de su cabeza. Ahora el panel tan sólo era una mancha ovalada color rojo oscuro en el techo, pero la oscuridad tenía profundidad, como si estuviera mirando al interior de un tanque. Intentó imaginar cómo sería el display, pero no tenia ni la más remota idea de lo que se hacía en aquella estación.
Los controles se hallaban en los brazos del sillón, que eran anchos y salpicados con cuadraditos de la misma sustancia rojo oscuro que formaba la pantalla de arriba. Quizá, con la energía dada, el display en los brazos del sillón identificara la función de cada control. Eso sería necesario si las funciones de los controles podían ser cambiadas.
Estaba pensando como un humano, y lo sabía. No estaba seguro de que nadie en el Proyecto tuviera la imaginación suficiente como para comprender los controles luren. Contempló la estación de trabajo con una cierta maravilla. Era inesperadamente humillante, puesto que subconscientemente siempre había supuesto que comprendería los artefactos luren apenas verlos.
Miró a su alrededor con todos sus sentidos, y decidió que estaba solo. Se sentó, apoyó las manos en los controles y alzó la vista hacia el monitor…, si eso era. Abriéndose, intentó sentir lo que era aquel lugar.
Pero sólo le desconcertó. Esto es una lección. Criado como humano, educado por humanos, soy humano. Deseó que todos aquellos que suscribían la filosofía Turista pudieran sentarse aquí y sentir eso. Terminaría con su duro tratamiento de los humanos.
De pronto, la última de las no admitidas dudas que le habían deprimido desde su escaramuza con Abbot en los lavabos para caballeros de la Estación Goddard se desvaneció. Puede que resultara inútil retrasar el momento en que los luren hallaran la Tierra, pero tenía que hacerse. Con tiempo para estudiar esto, era posible que los humanos fueran capaces de protegerse a sí mismos.
Algo susurró en el borde de su percepción.
¡Influencia! ¡Abbot!
Saltó de la silla como un resorte y se agachó, ahogando su propia Influencia tanto como se atrevió. Regresando por el camino por el que él había venido, a través de la retorcida compuerta, Titus vio a Abbot detenerse, inclinarse y abrir un panel de acceso. Hizo algo en su interior, concentrado. La Influencia lo mantenía invisible a los humanos que pasaban.
Titus retrocedió por el corredor, alejándose de Abbot, buscando un lugar donde esconderse. Cerca halló una puerta que no había sufrido daños. Con los ojos centrados en Abbot, puso una mano tras él, tanteando el control con sus enguantados dedos. Su presa cayó de forma natural sobre un panel, y antes de que se diera cuenta estaba dentro de la habitación.
Era una estancia de unos dos metros por dos metros y medio.
Mientras sentía a Abbot avanzar bacía él, se afanó frenéticamente para cerrar la puerta. Ésta se cerró justo en el momento en que Abbot cruzaba de nuevo la retorcida compuerta. Antes de que le envolviera la absoluta oscuridad, Titus tuvo un atisbo de la mano de Abbot que sujetaba un dispositivo grabador.
Dispersando su propia Influencia, Titus se reclinó contra la puerta, con los ojos cerrados, concentrado en los movimientos de Abbot. No podía discernir la débil vibración que debían estar produciendo los pies de Abbot…, toda la nave pulsaba con movimientos humanos. Pero ese sentido de agudización que acompañaba a la Influencia rastreó a Abbot hasta las estaciones de trabajo que Titus había examinado.
Abbot se detuvo allí, y Titus captó la intensa concentración del viejo vampiro envuelta bajo una meticulosamente disciplinada Influencia. Titus no se atrevió a moverse. Apenas respiró. Simplemente aguardó, observando trabajar a Abbot.
Finalmente, Abbot se alejó más allá de la habitación donde se ocultaba Titus y desapareció. Cuando su última oleada de Influencia se hubo disipado, Titus dejó escapar un profundo suspiro. Entonces, como un mazazo, se dio cuenta de algo. Había espiado a Abbot y no había sido observado. Titus sonrió ferozmente. No estaba indefenso ante un maestro todopoderoso. Ahora se trataba de una auténtica confrontación.
Titus se apartó de la pared, y vio una absoluta y total oscuridad.
Activó la luz de su traje, siguió con la mirada el haz iluminado, y halló un cable Westinghouse que alimentaba las luces del techo. Halló el interruptor y lo conectó.
En el centro de la desnuda habitación, un cilindro de lucita de unos dos metros de largo permanecía tendido de lado sobre un oscuro bloque rectangular.
Y, dentro…, dentro había un hombre.
¡No! ¡Un luren!
La figura supina estaba desnuda. La piel tenía la blanca pigmentación que había convertido a Titus del oscuro color de piel del sur de la India a un bronceado caucasiano en la tumba. El abdomen era cóncavo, indicando los hundidos órganos abdominales y la escasa grasa corporal del luren típico criado en la Tierra. Su rostro era largo y chupado.
Las únicas diferencias eran de grado. Este individuo era mucho más blanco que ningún otro que Titus hubiera conocido. Y mucho más delgado. Su pelo no era gris ni blanco, sino de un plata metálico. Titus supuso que sus ojos debían ser pálidos también.
Parecía «alienígena» porque sus rasgos no eran ni orientales, ni hispanos, ni caucásicos, ni indios, ni negros. Eran algo no específico.
Su nariz no era tan prominente, sus ojos no demasiado extraños, sus labios no especialmente diferentes, y sus pómulos parecían normales. Sus orejas estaban razonablemente modeladas y situadas. Ni siquiera el corte de su pelo era exótico. Era en la suma de todas esas cosas donde residía la diferencia.
El cuerpo no mostraba ningún signo de descompresión explosiva. Un lado del pecho estaba deprimido. Un golpe había roto costillas y rupturado órganos…, unos daños menores, pero suficientes para inducir el sueño en un luren o matar a un humano. El cráneo parecía intacto.
El cilindro protector tenía indicadores para la presión del aire, la temperatura y la radiación. Los indicadores estaban unidos a un dispositivo telemétrico monitorizado a distancia.
Las conclusiones de todo aquello saltaron a la mente de Titus. No había habido ninguna alusión en la Tierra al hallazgo de nada más allá de cadáveres profundamente dañados celularmente. Este espécimen intacto estaba siendo conservado —probablemente en nitrógeno estéril puro— ¡para clonación! ¡Tenía que ser para clonación!
Todavía no se había efectuado por falta de presupuesto, pero finalmente lo harían. Todo lo que necesitaban era una perfecta célula germinal.
Lo que los humanos no sabían era que este «cadáver» no estaba muerto. Su espina dorsal y su cerebro estaban intactos. En un entorno apropiado, reviviría. Pero los humanos no sospechaban eso. Pese a, o quizá a causa de, todas las películas de horror realizadas, nunca habían sospechado eso.
De pronto se dio cuenta de lo que había hecho. Al encender las luces había enviado una señal a Seguridad. Ya debían estar en camino.
Apagó rápidamente las luces y tanteó hacia la puerta. Se le resistió. Tranquilízate. Tiene que estar abierta o, de otro modo, ¿cómo hubieras podido entrar? Cedió y lo arrojó al corredor, y tomó la dirección que había seguido Abbot. Tras él, un oficial de Seguridad cruzó la retorcida compuerta y se encaminó hacia la estancia donde yacía el durmiente.
Titus giró un recodo, eligió un corredor lateral y se detuvo, perdido. Sabía que estaba en lo que habían etiquetado como la popa. Estaba conectada al domo de investigación médica por un túnel presurizado de alta seguridad. Muy probablemente Abbot había seguido aquel camino, porque la única otra ruta de vuelta a la estación era vía superficie, más allá del control de Seguridad.
Con el corazón latiéndole fuertemente, Titus echó a andar hada la popa, fuertemente envuelto en Influencia. Mientras visualizaba las consecuencias de ser atrapado y acusado de infringir la seguridad, se deslizó por entre grupos de trabajadores. Públicamente, el Proyecto patrocinaba unas quinientas investigaciones paralelas, tanto en la nave alienígena como en los laboratorios de la estación. Pero la mente de Titus estaba en el durmiente. ¿Podía permitir que los humanos viviseccionaran a un luren indefenso? Y, aunque lo supieran, ¿no lo harían de todos modos? Podían obtener su espécimen clonado sin destruir al hombre. Pero, conociendo como conocía a los biólogos, Titus estaba seguro de que efectuarían una autopsia total, lo cual incluía la extirpación del cerebro…, un acontecimiento fatal para un luren. Si supieran que estaba vivo, ¿le permitirían despertar?
¿Podía Titus decidir lo que ellos debían permitir que los humanos hicieran con el durmiente? Quizás Abbot no supiera nada todavía acerca de él. Titus tenía que comunicárselo a Connie.
Eso significaba reconstruir su ordenador, con la esperanza de que el embarque de repuestos de la Tierra incluyera una nueva caja negra. ¿Había destruido Abbot la caja negra a propósito? ¿Conocía su existencia? Más aún, ¿podía Titus deslizar una caja comunicadora de reemplazo en el ordenador reconstruido sin que Abbot lo supiera? ¿Estaba Abbot en contacto directo con los Turistas?
¿Había recibido y comprendido Connie el críptico mensaje de Titus oculto en la petición que Carol Colby había enviado a la Tierra? Y, ¿podían los agentes de Connie contrabandear hasta él un comunicador? Al contrario que Abbot, Titus no poseía la habilidad necesaria para construir uno.
Titus llegó a una compuerta estanca no vigilada encajada a una compuerta de carga de la nave luren mediante un uso excesivo de material flexible de unión. La puerta estaba repleta con un aterrador surtido de pegatinas de cuarentena, pero la luz verde encima de ella estaba encendida. Se reclinó contra el mamparo, intentando concentrarse en lo que había al otro lado.
Al final, contuvo el aliento y se metió en la compuerta estanca. Mientras arrojaba un velo de Influencia para desviar la atención de los guardias, esperó que nadie se diera cuenta de lo que parecía ser el ciclo de una compuerta vacía. Tras un intervalo que puso sus nervios en tensión, emergió en la sección de investigación de Biomed, donde eran estudiados los cuerpos alienígenas. Era una zona a la que la acreditación de Titus no le permitía entrar.
Necesitarían sus resultados, pero no se había autorizado su presencia en el laboratorio. ¿Por qué? ¿Porque planeaban una clonación? Parecía bastante razonable, y entonces recordó a Mihelich. Si estaba conectado con la clonación…
La compuerta estanca desembocaba en un corredor donde todo el mundo iba vestido con trajes bioaislantes y los accesos a los laboratorios tenían sellos dobles. En la siguiente compuerta estanca las precauciones no eran tan rígidas, y había un laboratorio abierto donde los recipientes de cristal sujetos a tubos metálicos ascendían hasta el techo cerca de una pared alineada con incubadoras llenas con platinas de especímenes. Otras dos estancias más allá albergaban el bioordenador.
Más adelante halló una subestación de energía y mantenimiento vital capaz de mantener aquel domo independiente de los sistemas centrales de la estación. Por supuesto, Abbot estaba al control de la operativa de aquella unidad, así que tendría autorización para penetrar en aquella zona.
Titus se sintió profundamente tentado a demorarse allí, a escuchar e intentar descubrir si había instalada allí alguna unidad de clonación. Pero era demasiado peligroso. Ya había activado inadvertidamente una de las trampas de Seguridad. No más hoy.
Regresó a su habitación.
Titus pasó el siguiente par de días organizando las reparaciones. Shimon demostró ser un genio, e Inea se volvió valiosísima. Aunque no era experta en hardware de ordenador, era mágica con las reparaciones y mejor con sus manos que los demás.
En la primera reunión de jefes de departamento, Titus Influenció a uno de los ingenieros para que efectuara un estudio refractario del casco de la nave. Indujo al hombre a creer que podía resultar útil si los militares tenían que detectar naves hostiles.
Cuando no asistía a las reuniones obligatorias, participaba en comités, o leía los informes de las reuniones a las que se suponía que no debía asistir, Titus merodeaba por los almacenes. Halló ocho componentes vitales que habían desaparecido del inventario…, obra de Abbot, sin duda. Cada vez que regresaba con uno de esos tesoros, Inea lo estudiaba pensativamente.
Durante las horas de trabajo, ella lo trataba de una forma enteramente profesional. Sólo se producían algunos momentos aislados en los que ella hacía una pausa para sopesar algo que él había dicho o hecho, y él tenía la impresión de estar siendo juzgado…, no, que todos los luren estaban siendo juzgados.
No había vuelto a visitarla, no porque pasara la mayor parte de sus horas libres intentando romper los sellos de Seguridad para obtener más información sobre el personal de Biomed, sino porque cada noche, cuando se separaban, ella le decía buenas noches con un tono definitivo.
Al principio él pensó que era un acto destinado a decirle a todo el mundo que no había nada entre ellos, protegiendo así su fechada.
Pero, una vez que coincidieron en el ascensor, ella lo apartó secamente. Titus se sintió alarmado ante lo mucho que le dolió el que ella se retirara de él. Pero no se atrevió a forzar las cosas.
Al cuarto día llamó Carol Colby. Titus recibió la llamada en su oficina.
—Titus, tengo buenas y malas noticias. ¿Cuáles prefiere primero?
—Primero las malas.
—Tenemos una verdadera batalla de asignaciones en nuestras manos. Puede que no consigamos todos los repuestos que pidió. Y es probable que no los recibamos por envío especial. Me dijeron que los presupuestos no pueden cubrir eso. Cuando les dije que tenían que enviarnos los repuestos, o al menos transmitirnos una copia de su catálogo estelar, se me rieron. Esa transmisión costaría demasiado, me dijeron.
—Y tienen razón —admitió Titus—. Se necesitarían horas para transmitir todo el catálogo, y se producirían errores. La actividad de las manchas solares está haciendo picadillo todos los datos de los instrumentos de órbitas altas. Y piense que han de pasar por varios repetidores.
Al menos parte de su operación funcionaba bien. Estaba obteniendo algunos datos en bruto de los observatorios más alejados que escrutaban la región de Tauro a lo largo de la trayectoria de aproximación de la nave. Los demás no habían hallado nada más útil que un módulo de energía desechado, pero él estaba monitorizando un dispositivo de conteo de partículas desplegado sobre la superficie de Demos. Si el impulsor luren había dejado un rastro de partículas, podrían localizarlo. Pero no hasta que el ordenador estuviera de nuevo en funcionamiento.
Titus esperaba que las buenas noticias de Colby fueran que habían recuperado el contacto con la sonda que había rastreado la llegada de la nave alienígena, luego dejado de transmitir antes de enviar todos sus datos. Las sondas no tripuladas se arreglaban a menudo por sí mismas. Había una docena de buenos elementos trabajando en el problema, pero Titus necesitaba los datos pronto, porque la sonda había visto la aproximación desde un ángulo distinto.
—Bien —dijo animosamente—, entonces, las buenas noticias, ¿son que la Ganso Salvaje ha informado al fin?
—No, mis buenas noticias no son tan buenas como eso. Abbot Nandoha ha aceptado, tras considerable persuasión por mi parte, ayudarle en sus reparaciones. Técnicamente fue contratado para ocuparse de nuestra central de energía, pero su dossier indica que también es arquitecto de ordenadores. Espero que pueda rediseñar su sistema y ponerlo nuevamente on line con los repuestos de los que disponemos y los que nos lleguen.
Oh, mierda.
—Apuesto a que necesitó mucha persuasión.
—Vamos, Titus, me doy cuenta de la, esto, fricción que se ha generado entre usted y Nandoha. No acepto un comportamiento de este tipo de mis jefes de departamento. Espero que haga un esfuerzo. ¿Me explico claramente?
—Sí. —Ella no podía despedirle porque nadie más había pasado los últimos diez años identificando estrellas con planetas. Hacía algunas décadas, la búsqueda había sido la ocupación principal de los astrónomos. Pero el dinero fácil se había secado. Ahora, Titus era el único poseedor de un catálogo completo de tales estrellas, y montones de artículos no publicados al respecto. La falta de interés público había obligado a Titus a ganarse la vida con la enseñanza—. Haré un esfuerzo, doctora Colby. Y, en el futuro, cuidaré de no permitir que la fatiga erosione mi temperamento. Por favor, acepte mis disculpas.
—No se lo tome demasiado a pecho, Titus. Todos somos humanos. Cometemos errores. Si no vuelvo a oír nada más al respecto, no figuraré en su historial, su paga no será intervenida, y yo no me veré en la obligación de nombrar a alguien inferior para su departamento.
—Gracias, doctora Colby.
—Carol…, ¿recuerda?
Titus se obligó a relajarse visiblemente. Pero aquél era un mensaje de Abbot. Su padre podía apartarle a voluntad del proyecto simplemente creando «fricción».
—Mire, Carol —hizo una última tentativa—. No estoy seguro de que sea necesario retirar a un hombre tan imprescindible de los apoyos vitales. Shimon es un genio por derecho propio, y se ha mostrado diligente…
—No discuta conmigo, Titus. Le concedo a Nandoha por una semana. Dentro de cuatro días, quiero que me entregue una lista de lo que aún sigue necesitando que sea enviado de la Tierra. No desespere, se lo conseguiré de alguna manera. Pero sólo aquello de lo que Abbot no pueda prescindir. Buenos días.
Titus se echó hacia atrás en su asiento y contempló la pantalla vacía. Quizá los humanos anti-Proyecto estén bloqueando las asignaciones porque alguien sepa lo del durmiente. Si lo sabían, Connie debía saberlo ya también. Pero no podía suponer algo así. Tenía que enviarle un mensaje a Connie. Necesitaba concentrado de sangre. Necesitaba a alguien que pudiera enfrentarse a Abbot. Y tenía que saber qué hacer acerca del durmiente.
Antes de poder informar, tenía que verificar sus sospechas acerca de la clonación. Mihelich no era fácil de alcanzar. Su dossier estaba bajo llave de la más estricta seguridad. Incluso las peticiones de sus artículos publicados se veían bloqueadas. Y, mientras Titus había estado perdiendo el tiempo en el dossier de Mihelich, Abbot había hecho otro de sus movimientos evasivos, Influenciando a Colby. Controlará todo el Proyecto antes de que yo me dé cuenta de lo que está ocurriendo realmente.
—¿Titus? —Inea asomó la cabeza por la puerta de la oficina.
Con un esfuerzo increíble, Titus redispuso su rostro en una sonrisa de bienvenida.
—Entra. ¿Qué puedo hacer por ti?
Ella se aventuró dentro de la estancia.
—¿Qué ocurre?
¿Qué podía decir? ¿Qué otro vampiro se estaba preparando para luchar contra él por la posesión de ella?
—Nada nuevo.
—Titus —advirtió ella.
—Carol dice que no conseguiremos el embarque de los repuestos que necesitamos. No hay asignaciones.
—Malo. Pero es algo más que eso.
—Shimon va a prender fuego a su torá cuando descubra lo que ha hecho Carol.
Inea casi se tragó eso, pero en vez de preguntar lo que había hecho Carol sacudió la cabeza.
—Más.
Titus se preguntó cómo podía ser tan transparente a un humano.
—De acuerdo —confesó, como si se rindiera—. Estoy preocupado. No puedo pensar en cómo decirte… algo.
—Simplemente dilo.
—Puede que no vuelvas a hablarme nunca. No podría soportarlo. Ya ha sido bastante malo estos últimos días, contigo alejándote cada noche sin una palabra.
Ella le frunció el ceño, estudiándole de aquella manera que le ponía tan nervioso.
—Todavía no estoy preparada para hablar —dijo—. Más tarde. Te lo prometo.
—De acuerdo. Mira, mientras tanto, ¿puedes hacerme un favor?
—¿Cómo cuál?
Él pensó rápidamente.
—Has demostrado tener un talento apreciable con los circuitos. Cuando finalmente lleguen los pocos componentes que podamos conseguir, no tendremos mucho tiempo para trastear con ellos. Voy a enviarte con Ernie Natches de electrónica para un entrenamiento rápido. De esa forma serás de mucha más ayuda cuando te necesitemos realmente.
—¿Qué es exactamente lo que debo aprender? —desafió ella.
—Deja que Ernie decida. Tiene bancos enteros llenos con nuestro equipo que está intentando reparar. Tú puedes ayudarle.
Ella le estudió de nuevo, sopesando.
—Te estás inventando esto sobre la marcha.
Maldita mujer diabólica. Recordó no haber dejado de pensar aquello para sí mismo durante los años que había estado con ella.
—Inea, tengo un montón de problemas. Tengo que crear las soluciones sobre la marcha.
—¿Qué problema es el que requiere como solución que te libres de mí?
—Intentar conseguir que mi ordenador sea reparado y mantener mi culo fuera del fuego. La peor parte es que me paso todo el tiempo llenando formularios, escribiendo informes y yendo a reuniones en vez de ocuparme de la física. Estoy empezando a convertirme en un administrador frustrado.
—Me estás eludiendo de nuevo.
—Considéralo como un favor. Te lo deberé. Preséntate a Ernie por la mañana. ¿De acuerdo?
—En absoluto, pero lo haré. ¿Qué debo decirle, que todavía sigo en tu nómina?
—Por supuesto. Él me está haciendo un favor. Entrenándote.
Ella se dirigió hacia la puerta.
—Lo que me deberás a cambio es una explicación completa.
—De acuerdo. Tan pronto como volvamos a la Tierra.
—¡Titus!
Él se encogió de hombros.
—Sabes poner la mejor cara de pena que haya visto nunca —dijo ella—. De acuerdo, pero quiero mi explicación en la plataforma de aterrizaje de Quito.
—No hay trato. En todo caso, en el restaurante del aeropuerto. Nunca he podido olvidar ese sol abrasador.
—¡Sin evasivas! —Se marchó.
Mientras la contemplaba alejarse, Titus observó que resultaba difícil contonear las caderas en la Luna. Definitivamente, limitaba su estilo.
En el momento en que ella hubo salido por la puerta, llamó a Ernie por el videocom. Sólo había conocido al hombre en su odisea por los almacenes, pero le había sido de una ayuda extraordinaria. Le debía a Ernie varios favores, y ahora iba a pedirle otro.
Peor aún, tan pronto como terminara con Ernie, tenía que convencer a Shimon de que rotara al turno de noche. Con Abbot metiéndose en el asunto como si Shimon no pudiera hacerse cargo de su trabajo, no había forma alguna de que los dos pudieran congeniar.
Peor aún, Titus tendría que enfrentarse a Abbot después de haberlo echado públicamente del laboratorio.