Capítulo 18

Zek prosigue su relato

Estaba haciéndose de noche. Los pajarillos piaban dulcemente o emitían sus gorjeos entre la hierba de la llanura; las montañas desfilaban ordenadamente por el flanco derecho, oscuras en las raíces cubiertas de bosque y doradas en las cumbres coronadas de nieve; la tribu de Lardis el Viajero se movía en silencio, sin pronunciar palabra, acompañada únicamente de su cascabeleo natural, del crujir de sus carromatos y del chirriar de las narrias, como para anunciar que seguían su camino amparados en las sombras de los bosques que bordeaban las montañas que actuaban como una barrera.

Ahora hacía más frío y la luna se iba levantando lentamente como una moneda pálida lanzada a lo alto, atrayendo a los lobos salvajes que merodeaban en las cumbres, cuyos aullidos levantaban ecos de misteriosos presentimientos. El sol era una tajada de oro que resplandecía en el sur, brillando débilmente mucho más allá de la llanura y cubriendo de plata los meandros de los ríos serpenteantes.

Sólo Michael J. Simmons y Zekintha Föener seguían hablando, porque ellos eran habitantes de los infiernos y no sabían qué otra cosa habrían podido hacer. Pero también hablaban con voz contenida, ya que el sol no tardaría mucho en desaparecer y no era momento para armar ruido. Aun siendo extranjeros, lo sabían.

Jazz había construido una narria ligera; transportaba todas sus pertenencias envueltas en pieles y lo único que llevaba a la espalda era su metralleta, colgada del correaje. Zek le echaba una mano cuando el camino era duro, pero por lo general Jazz sabía arreglárselas solo. En el curso de unos pocos días sus condiciones físicas habían alcanzado niveles más altos de fuerza y resistencia.

Unos cuantos kilómetros atrás recogieron al grupo principal de los Viajeros y ahora la tribu de Lardis estaba al completo. Aquel afloramiento que utilizaban como refugio ya estaba a poca distancia; ya se divisaba su cúpula, resplandeciente por el sol que la revelaba como un cráneo enorme y amarillento, despojado de carne, que se perfilase a media distancia. De aquí en adelante los gitanos cubrirían su pista y no dejarían señal alguna que revelara que habían seguido este camino. Los wamphyri conocían perfectamente bien sus escondrijos, pero ellos no tenían intención de pregonar a los cuatro vientos su presencia en aquel paraje.

Hacía unos minutos que Lardis se había movido trabajosamente hasta el lugar donde se encontraban Jazz y Zek para decirles:

—Jazz, cuando la tribu esté instalada, ven a buscarme a la entrada principal. Yo y tres o cuatro de los míos podemos aprender a usar estas armas tuyas. El lanzallamas y los revólveres.

—¿Y las granadas?

Jazz hizo una pausa y se secó el sudor que le cubría la frente.

—¿Cómo? ¡Ah, sí! —dijo Lardis con una mueca.

—Pero la próxima vez, que los pescados sean más grandes, ¿eh?

La media sonrisa desapareció instantáneamente del rostro de Lardis.

—Esperemos que no tengamos que servirnos de ellas, de ninguna de ellas. Pero si lo hacemos… las saetas con puntas de plata de nuestras ballestas, las afiladas estacas que tenemos escondidas en nuestras cuevas, las espadas de plata que también tenemos ocultas… todo combinado con tus armas… Si nos toca luchar, lucharemos.

Entonces Zek habló:

—Esto es hablar por hablar, Lardis Lidesci. ¿Hay algo que te importune? Nos espera una nueva puesta de sol y antes de que llegue la próxima nos encontraremos con el Habitante. Esto es lo que tú prometiste a tu gente. Es evidente que hasta ahora las cosas han funcionado bien.

Lardis asintió.

—Hasta ahora, sí. Pero lord Shaithis tiene que ajustar cuentas. Antes de ahora no hubo sangre. Era el viejo juego del zorro y la gallina, como siempre. Pero resulta que ahora la gallina ha arañado el hocico del lobo. Él ya no siente curiosidad ni voracidad, lo que le pasa ahora es que está enfadado. Además…

Pero cerró la boca y se encogió de hombros.

—Dinos lo peor, Lardis —lo instó Jazz—. ¿Qué estás pensando?

Lardis se volvió a encoger de hombros.

—No sé, quizá no es nada… o quizás es un conjunto de cosas pequeñas. Pero detrás ha quedado una niebla y esto es algo que no me gusta para empezar.

Indicó con el dedo el camino que habían recorrido. A distancia, por la parte de levante, había un muro de niebla gris que bajaba rodando de las montañas y que quedaba suspendida, muy baja, sobre los bosques. Se arremolinaba en un movimiento de avance y retroceso, lamiendo las montañas igual que una lenta marea.

—Los wamphyri siguen los caminos de niebla —prosiguió Lardis—. Nosotros no somos los únicos que disimulamos los caminos que recorremos…

—¡Todavía hay sol! —protestó Jazz.

—Dentro de muy poco ya no lo habrá —intervino Lardis—. Y el gran desfiladero hace ya mucho tiempo que está a oscuras. Aquí, al socaire de estos bosques, abunda la sombra.

Zek se cubrió la boca con la mano.

—¿Crees que Shaithis se acerca? Yo no he notado nada. No he dejado un momento de explorar, pero no he detectado pensamientos extraños.

Lardis respiró profundamente, más bien había sido un suspiro.

—Eso es bastante tranquilizador. Si viene, lo recibiremos en igualdad de condiciones.

Echó una ojeada a las montañas.

—Antes los lobos aullaban, pero ahora han callado. Y nuestros animales también están tranquilos. Mira, no tienes más que mirar a Lobo.

El gran lobo de Zek corría a medio galope a una cierta distancia; tenía las orejas bajas y con el rabo iba barriendo la tierra. De vez en cuando se detenía, miraba para atrás y gemía un poco.

Jazz y Zek se miraron mutuamente y después miraron a Lardis.

—Pero quizás esto no quiere decir nada —dijo refunfuñando el jefe de los gitanos.

Y volviendo a encogerse de hombros, siguió adelante.

—¿Qué deduces de todo esto? —preguntó ahora Jazz a Zek en voz baja.

—No sé. Tal vez sea tal como él dice. De todos modos, cuanto más nos acercamos a la puesta de sol, más nervioso está todo el mundo. En esto no hay nada nuevo. A los Viajeros no les gusta la niebla y quieren que sus animales estén retozones. Todo lo que no se acomode a esto es mala señal. Pero es lo de siempre: una combinación de cosas diferentes.

A pesar de sus alentadoras explicaciones, se cruzó de brazos y se estremeció.

—¿Siempre optimista? —dijo Jazz con una sonrisa indecisa.

—Porque he tenido que pasar por muchas cosas —respondió Zek con viveza— y porque ahora ya estamos próximos al final.

—Sí, has tenido que pasar por muchas cosas —dijo Jazz volviendo a arrastrar la narria—. Y ahora que lo pienso, todavía no me has contado cómo lady Karen te dejó marchar.

—Hemos tenido otras cosas en que pensar —repuso Zek encogiéndose de hombros—. ¿Todavía te interesa saberlo?

De pronto tenía ganas de contárselo. Pensó que quizás así se le calmarían un poco los nervios.

—Sí —dijo Jazz—, pero primero querría hablar de un par de cosas que me preocupan.

—¿Qué cosas?

—Anacronismos —explicó Jazz asintiendo con la cabeza—. Los gitanos, esa lengua románica que hablan, su habilidad para trabajar metales. A menos que en este planeta haya muchas cosas que desconozco… Ya sé que en él hay cosas bastante raras, porque tiene un lado en el que hace calor suficiente para freír huevos y otro en el que hace tanto frío que puedes quedarte congelado… Aun así, esas cosas que he mencionado son anacronismos. Este mundo… este mundo es primitivo. Pero existen paradojas en él. Algunas de las cosas que hay en él son, comparadas con las nuestras, de alta tecnología.

Ahora era Zek la que asentía.

—Lo sé —dijo— y ésta es una cosa en la que a veces he pensado. Si hablas con los Viajeros sobre su historia y sus leyendas, como he hecho yo, posiblemente encontrarás la explicación… o algo que se le parece mucho. Según fuentes inmemoriales, su mundo no ha sido siempre así. Dicho sea de paso, las leyendas de los wamphyri hablan de los mitos de los Viajeros.

Jazz se sintió interesado.

—Continúa —le dijo—, habla tú y así yo ahorro fuerzas para arrastrar la narria.

—Pues bien, dicen las leyendas de los Viajeros que hubo un tiempo en que este planeta contaba con regiones muy fértiles, con océanos, casquetes polares, junglas y llanuras. Más o menos como en la Tierra. Y rebosaba gente. Tenía, además, sus pantanos de vampiros, si bien no eran tan activos como actualmente. La gente sabía de su existencia y los rehuía. Las comunidades locales habían levantado unas fronteras y las custodiaban. No se permitía que de ellos saliera nada con vida. El vampirismo recibía el mismo tratamiento que la rabia, si bien la única diferencia era que si un hombre era vampirizado, no intentaba la curación, porque en realidad no la había… Por eso se limitaban a clavarle una estaca y… bueno, ya sabes cómo funciona.

»Pero en general los vampiros eran mantenidos a raya y en aquellos tiempos no había wamphyri. La gente no emigraba, porque no tenía nada que temer ni nada de que huir; se regían por el sistema del trueque y, con menor frecuencia, por un régimen de tipo feudal.

»De todos modos, que yo sepa, estaban trescientos o cuatrocientos años más atrasados que nosotros. Por supuesto que había enormes diferencias. Para empezar, no habían descubierto la pólvora. Por otra parte, aunque poseían un lenguaje complejo, no se habían esforzado en reproducirlo sobre papel… o sobre piel. Ésta es la razón de que la mayor parte de este lenguaje tuviera que transmitirse de forma oral y de una generación a otra. Como es natural, este procedimiento provoca grandes distorsiones: cosas que tienen poca importancia resultan muy exageradas, mientras que otras que la tienen realmente pasan inadvertidas. Todos los héroes de los mitos de los Viajeros, por ejemplo, son gigantes, comen vampiros para desayunar y ni siquiera tienen dolor de estómago. Pero no hay nadie que recuerde quién fue el que desarrolló las habilidades del trabajo de los metales, ni quién diseñó el primer carromato, ni quién construyó la primera ballesta.

»Así pues, este mundo era de esa manera: como el nuestro, pero con un atraso de trescientos o cuatrocientos años, aunque en muchos aspectos menos peligroso, menos belicoso, menos alborotado. La mayor parte de la gente vivía en paz y, dejando aparte las pequeñas reyertas provocadas por ambiciones territoriales, estaban en plena libertad de cultivar la tierra, de pescar y de comerciar con los excedentes que producían. En nuestro mundo había sitios mucho peores y tiempos mucho peores también.

»¡Ah!, y quizá debería decir también que en aquellos lejanos tiempos el mundo tenía estaciones normales, al igual que días y noches más cortos, es decir, muy similares a los de nuestro planeta. Pero entonces…

»Entonces ocurrió algo.

»Según cuenta la leyenda del Viajero, una noche apareció en el cielo un "sol blanco". Surgió con tal rapidez en los cielos que parecía una barra de fuego: se desvió de la luna, salió proyectado hacia abajo y atravesó, llameante, toda la superficie del mundo. Pero, al caer, se encogió, pasó rozando la tierra igual que una bola de fuego, como cuando una piedra plana salta por la superficie del agua, y se posó más allá de las montañas.

»Pero aunque ese "sol blanco" era pequeño, su magia era enorme. Adelantó a la luna en su órbita, cambió el eje del mundo y provocó tensiones geológicas de terrible magnitud. Creó todas esas montañas, las tierras heladas del norte, los desiertos del sur. Y durante mil años después de su venida la superficie de este mundo fue más parecida al infierno que antes y dejó de ser aquel plácido lugar que había sido en otras épocas.

»Las estaciones desaparecieron para siempre, la luna se convirtió en un volador demoníaco que llamaba a los lobos y un cuarto de billón de personas quedaron reducidas a unos pocos miles. Los continentes cambiaron, las montañas desaparecieron del lugar donde antes estaban, empujadas hacia otra parte; los supervivientes tuvieron que soportar una pesadilla de tempestades marinas, tormentas y erupciones volcánicas. Sin embargo, aprendieron a vivir con ellas y el mundo acabó por entrar en una fase de asentamiento. Pero ahora hay una Tierra de las Estrellas y una Tierra del Sol.

»Han pasado los siglos. ¿Quién podría decir cuántos? La Tierra del Sol se convirtió en un desierto y la Tierra de las Estrellas… ya has visto en qué se ha convertido. Tan sólo las montañas y las colinas de la Tierra del Sol podrían dar cabida a la vida humana tal como nosotros la conocemos. La gente se estableció allí, comenzó a reconstruirlo todo, aunque lentamente, toscamente. Todavía no habían olvidado algunas de sus habilidades y se servían de ellas para empezar de nuevo. Y entretanto los pantanos, prácticamente igual que antes, fueron poblándose de vida vampírica y maléfica…

»Los exploradores atravesaron las montañas, cruzaron los pasos, contemplaron los desiertos helados que se extendían al otro lado. Las lluvias torrenciales, los elementos adversos y el hielo excavaron poderosas columnas en los flancos de las montañas, pero las tierras eran prácticamente yermas. A los hombres les era imposible vivir en ellas. Naturalmente, me estoy refiriendo a los hombres…

»Después vino la plaga… ¡Una plaga de vampiros!

»Las ciénagas rebosaban cosas malditas que infestaron hombres y animales en cantidades sin precedentes. Por la Tierra del Sol merodeaban cuadrillas de hombres vampirizados, que asesinaban durante la noche y se agazapaban en los agujeros durante los días interminables. La gente, que había quedado reducida casi a un estado salvaje a causa del desastre ocurrido en la Naturaleza, todavía vio empeorada su situación como consecuencia de aquel desastre no natural. Después las tribus se aliaron y comenzaron a cazar vampiros y a matarlos igual que habían hecho en los viejos tiempos. Para ello se servían de la estaca, de la espada, del fuego; sacaban a rastras a los vampiros de sus agujeros y los dejaban clavados en el suelo para que se friesen al sol.

»Por fin la Tierra del Sol volvió a apaciguarse, los pantanos comenzaron a tranquilizarse y aquel azote fue sometido a control. Pero los hombres que habían sido vampirizados siguieron la ruta del norte a través del gran paso. Como son seres de larga vida, se dedicaron a pelear entre sí para procurarse la sangre que constituía su sustento. Descubrieron a los trogloditas en las profundas cuevas de la Tierra de las Estrellas y vivieron de ellos. Después, cuando comenzaron a ocupar las columnas de las montañas, pasaron a convertirse en los señores del oscuro hemisferio. Fue entonces cuando construyeron sus nidos de águilas y se adjudicaron el nombre de wamphyri y, como poseían la inteligencia de los hombres y la energía de los vampiros, comenzaron a realizar incursiones por la Tierra del Sol. La gente que se convirtió en víctima suya consiguió sobrevivir convirtiéndose en Viajeros… que todavía siguen viajando. He aquí toda la historia…

—Ese «sol blanco» del que hablabas —preguntó Jazz al cabo de un rato—, ¿es la esfera…, la Puerta… o comoquiera que se la llame?

Zek se encogió de hombros.

—Supongo que sí. Se trata de una puerta espacio-tiempo, ¿verdad? No es únicamente una distorsión del espacio, sino también un puente a través del tiempo. ¿Sería posible que lo que apareció aquí hace miles de años fuera causado por el accidente de Perchorsk y que las dos cosas estén conectadas a través de la esfera? Como tú dices, es un anacronismo.

—Pero ¿de qué demonios se trata? —dijo Jazz frunciendo el entrecejo—. En Perchorsk hablan de agujeros negros, agujeros blancos e incluso de agujeros grises. Y tú has dicho que todo esto entronca con las leyendas de los wamphyri. ¿Qué quieres decir con esto?

—Las leyendas de los wamphyri dicen que el «sol blanco» vino del infierno o, en cualquier caso, de un lugar que para ellos era el infierno. En otras palabras, un mundo donde uno de los factores constantes era ese sol asesino, una pesadilla que se iba repitiendo regularmente y de la que había únicamente sólo breves interrupciones. Hace un tiempo, sólo unos pocos años, que la esfera a través de la cual vinimos de Perchorsk para salir a la llanura cubierta de piedras de la Tierra de las Estrellas, estaba sepultada. Se encontraba en el fondo de un cráter y lo único visible de ella era su parte superior, que irradiaba su luz blanca hacia el cielo igual que un proyector. Estaba a una profundidad de cuatro metros y medio o seis de profundidad, rodeada por la pared del cráter. Todo esto lo supe a través de Karen. Sin embargo, hace dos años de acuerdo con nuestro tiempo…

—¿En la época del accidente de Perchorsk? —se apresuró a observar Jazz.

—Sí —asintió Zek—, eso creo. De todos modos, fue entonces cuando se produjo un cambio. En el curso de la salida del sol, cuando los wamphyri estaban en sus columnas, parece que la esfera se elevó del lecho del cráter y se quedó tal como está ahora.

—¿Y qué explicación tiene eso?

Zek se encogió de hombros.

—La verdad es que yo no la tengo. Pero los wamphyri ven esto como un presagio. Sus mitos dicen que cualquier cambio que se produzca en la esfera, que es la Puerta que conduce a la Tierra de los Infiernos, anuncia grandes cambios generales, cambios que ellos mismos podrían instigar.

—¿Cuáles, por ejemplo?

—Pues bien, hace ya muchísimo tiempo que están hablando de reunir fuerzas y de declarar la guerra al Habitante. Y si fueran capaces de abandonar durante un cierto tiempo sus pequeñas reyertas, tal vez estarían en condiciones de hacerlo. De hecho, nosotros suponíamos un cambio. Cuando Chingiz Khuv comenzó a enviar a prisioneros políticos y otros sujetos «indeseables» a través de la Puerta como parte de una serie de experimentos… los wamphyri tuvieron una prueba fehaciente de que aquella Tierra del Infierno, que en realidad tenía algo de mítico, era auténticamente real.

Jazz frunció el entrecejo y volvió a morderse el labio.

—Aquí hay algo que no encaja —dijo—. Si el reciente accidente de Perchorsk ocurrido en nuestro mundo provocó el efecto del «sol blanco» hace millares de años, ¿por qué no aparecimos nosotros en aquella época? ¿Otro anacronismo? ¿Una paradoja espacio-tiempo? Yo no la acepto, porque no me suena a verdad. Ahora dime esto otro: ¿cuánto tiempo hace que los wamphyri se sirven de la Puerta como de un castigo? ¿Cuándo empezaron a enviar transgresores a través de la misma?

Zek lo miró fijamente.

—¿Por qué me lo preguntas?

—Se me acaba de ocurrir.

—Pues bien, que yo sepa, lo vienen haciendo desde que existen…, hace millares de años.

—¿Entiendes lo que quiero decir? —Jazz ahora estaba convencido de que lo que decía era importante—. Hasta el momento en que dejé Perchorsk allí sólo había habido habido unos cuantos «encuentros»… de los cuales sólo uno era un hombre… o en todo caso una criatura de los wamphyri.

Zek negó con la cabeza.

—No, aquél era un wamphyri de verdad. Era el heredero de Lesk el Glotón, Klaus Desculu. Llevaba dentro el huevo de Lesk, pero en lugar de lanzarse a buscar una columna, o de robarla para poder instalarse en ella, trató de usurpar el puesto de su padre, Lesk. El Glotón está loco, hasta los mismos wamphyri lo reconocen y saben que no es responsable. ¡Tiene pasiones terribles! Sometió a Klaus y lo tuvo diez años castigado, sujeto a crueldades increíbles, hasta que finalmente lo obligó a cruzar la Puerta. Fue aquel que cubrieron de fuego líquido en la pasarela. Pero comprendo lo que quieres decir. Si los wamphyri obligaron a cruzar la Puerta a todos sus malhechores desde los inicios de su historia, ¿adónde han ido a parar? No a Perchorsk, evidentemente, puesto que Perchorsk entonces no existía.

—En esta dirección —dijo Jazz como si reflexionara en voz alta—, es decir, de Perchorsk hacia acá, tan sólo hay una salida, la que da a la llanura cubierta de piedras de la Tierra de las Estrellas. Pero en la otra dirección, ¿habrá más de una salida en nuestro mundo? ¿Una que da a Perchorsk y otra que da a otro sitio?

Ahora le correspondía a Zek estar excitada.

—Yo ya me lo había preguntado —dijo—. Y de hecho esto explicaría ciertas cosas que me intrigaban… y que te intrigan a ti.

—¿Ah, sí?

Zek asintió con la cabeza.

—Por ejemplo, ¿cómo es que la lengua que hablan los Viajeros se parece tanto a las lenguas románicas de nuestro mundo? Y por otra parte, ¿por qué se encuentran tan cerca de ellos los gitanos? ¿Qué sabes acerca de las lenguas de la Tierra, Jazz? Estoy hablando de nuestra Tierra, por supuesto. Es evidente que tú eres un lingüista.

Jazz sonrió.

—Me preguntas qué sé acerca de las lenguas de la Tierra y debo decirte que sé bastante. Tengo diplomas de lengua rusa. Mi padre era ruso. Conozco las lenguas eslavas, por supuesto, y algo de lenguas románicas también. Ésta es la razón de que haya captado tan fácilmente el patots que hablan los Viajeros. ¿Por qué me lo preguntas?

—Es que tengo una teoría mía particular —respondió Zek—. Mi habilidad en materia de lenguas me viene de la telepatía. Las lenguas son fáciles si estableces una relación con la mente de un individuo. De todos modos, la conexión entre la lengua de los Viajeros y las lenguas románicas me parece obvia. Y los wamphyri, por supuesto, hablan la misma lengua.

Jazz se dio cuenta de lo que ella estaba insinuando y silbó.

—Los wamphyri expatriados enviados a nuestro mundo llevaron su propia lengua —dijo—. Zek, es una deducción lógica, pero…

—¿Sí?

—Pero entonces esto querría decir que las lenguas latinas tuvieron aquí su origen y no en nuestro mundo.

—También es ésta mi teoría. Y creo también que algunos de aquellos wamphyri antiguos que fueron desterrados se llevaron consigo a sus seguidores, es decir, los Szgany, los zíngaros, los Zigeuner, ¡los gitanos!

—¿Es que las lenguas románicas se difundieron desde Rusia? —preguntó Jazz desconcertado—. No lo creo.

—¿Quién ha hablado de Rusia? —respondió Zek—. Si hay más de una salida en dirección a nuestro mundo, no quiere decir que todas deban estar en Rusia.

—¿En Rumania quizá?

—Eso es lo que yo sospecho. No tienes más que hacerte esta pregunta: ¿de dónde surge en nuestro mundo la leyenda de los vampiros? ¿Dónde tiene sus raíces?

—En Rumania, por supuesto.

—¿Y cuál es la nación que mantiene prácticamente inalterable su lengua desde tiempo inmemorial, a pesar de estar rodeada de países que no guardan con ella ninguna relación lingüística, pues a su alrededor tiene las lenguas húngara y eslava? Entiendo —dijo Zck asintiendo con la cabeza— que será por las inyecciones periódicas de vampiros y seguidores, ¿no crees?

—Es posible. —Jazz comenzaba a admitir aquella idea—. Cuanto más lo pienso, más verosímil me parece —dijo finalmente—. Los primeros wamphyri emigraron (o fueron desterrados) a nuestro mundo hace muchos millares de años. Se llevaron a sus seguidores y su lengua consigo: los gitanos y su lengua, una forma latina. Se difundieron por todas las tierras situadas alrededor de Rumania, pero su tierra natal era Rumania. Pese a haber sido conquistados por los avaros, los magiares, los godos, los gépidos y todos los que quieras, la lengua sólo quedó un poco adulterada, pero no erradicada, porque cuando los conquistadores se trasladaban, había siempre nuevas oleadas de gentes que venían de ese lado de la Puerta y volvían a reforzar aquella lengua que ya se estaba perdiendo. Esto explica por qué Rumania se encuentra tan aislada en su uso de una lengua románica. Y, como dices, esto da pie para las leyendas de vampiros de la tierra. Pero ¿no se creía que los gitanos venían de la India? ¿De las montañas del Karakorum?

—Es posible que los primeros que cruzaron la Puerta fueran a la India —respondió Zek—. ¿Por qué no? Son viajeros, ¿no es verdad? Y de allí se difundieron por todo el mundo. El impulso que los lleva a viajar no es difícil de explicar: les fue inculcado por los wamphyri a lo largo de muchos cientos de años…

—Así es que, resumiendo, lo que tú dices es esto —dijo Jazz—: que en Rumania debe de haber otra Puerta y que a través de ella han estado entrando wamphyri a lo largo de miles de años.

—Nunca en grandes cantidades —respondió ella—, pero en realidad es así. Por lo menos ésta parece ser nuestra conclusión. Yo no he hecho otra cosa que una pequeña alusión y tú lo has deducido todo por tu cuenta. Como has dicho tú, la teoría es plausible.

—Pero ¿por qué no hay nadie que sepa nada acerca de esta Puerta rumana? Me refiero a que una cosa como una esfera tan extraordinariamente resplandeciente no puede mantenerse oculta durante mucho tiempo.

—De eso no sé nada —dijo Zek, volviendo a encogerse de hombros—. Pero lo que sabemos del Habitante nos hace pensar que, efectivamente, tiene acceso a nuestro mundo. Y si no utiliza la Puerta de Perchorsk…

—¿Qué puerta debe de utilizar?

—Eso es lo que yo digo.

Al cabo de un rato Jazz dijo:

—Hemos recorrido un buen trecho; así es que ahora, antes de que nos encontremos demasiado confundidos, pasemos a otra cosa.

—Como, por ejemplo, ¿por qué me dejó en libertad Karen?

—Sí, si no te importa.

—Pues bien, las cosas ocurrieron de la siguiente manera:

»No sé cuánto tiempo permanecí en el nido de águilas de lady Karen. En sitios así parece como si el tiempo se hubiera detenido, refrenado por el horror. Sin embargo, no parece prolongarse interminablemente, puesto que una gran parte del tiempo uno lo pasa durmiendo, a causa del agotamiento. Vivir en un sitio así acaba con cualquiera, tanto en el aspecto físico como mental. Da la impresión de que te acecha constantemente la amenaza, de que los nervios están tan tensos que van a romperse y de que, a pesar de que hasta la habitación más pequeña es inmensa, persiste la sensación de claustrofobia. Los silencios se prolongan horas enteras, rotos a veces por las carcajadas de los wamphyri o por gritos de la más espantosa agonía. Un nido de águilas es como una antecámara de Satanás.

»Y pese a todo, lady Karen se convirtió en amiga mía o todo lo amiga que puede ser una vampira de un ser humano.

»Tal vez no sea tan difícil de entender. Ella había sido una simple Viajera. Recordaba su vida anterior, conocía el horror de sus actuales circunstancias y preveía un futuro más monstruoso todavía. Había sido una de las mujeres más bellas de su tribu y yo tampoco carecía de atributos de belleza. Encontró puntos comunes en mí, y en las penalidades que yo había pasado también encontró ecos de las que ella había vivido. Sabía también que su faceta de vampira no tardaría en adquirir preponderancia y que, cuando ocurriera, sus acciones ya no serían totalmente suyas.

»Si no hubiera sido una mujer, si aquel nido de águilas hubiera sido el de uno de los señores, las cosas habrían sido muy diferentes. Yo ahora no estaría aquí para contarte esa historia. ¿Imaginas qué significa ser amada físicamente por uno de esos wamphyri? La palabra "amor" no forma parte de su lengua en el sentido espiritual, pero en su sentido físico…

»Cuando un vampiro coge a una mujer para obtener placer de ella…, no ya para alimentarse, sino para obtener placer sexual pura y simplemente…, te aseguro, Jazz, que la cosa no tiene nada de pura y mucho menos de simple. No hay nada prohibido en las cosas que puedan hacer juntos un hombre y una mujer en sus relaciones amorosas pero, cuando se trata de un vampiro y una mujer o de una vampira y un hombre… Los vampiros son seres muy poderosos. Ya has oído la frase que dice "un destino peor que la muerte", ridicula al fin y al cabo, porque ¿hay algo peor que la muerte? Sin embargo, creo que unas relaciones así deben de serlo y no quisiera tener que describirlas.

»Pero Karen era una mujer de pies a cabeza y sus elementos femeninos estaban potenciados por el parásito que había en ella. No tenía nada de lesbiana… por lo menos de momento, aunque sólo Dios sabe en qué puede convertirse más tarde. Por consiguiente, no creo que ni siquiera se le ocurriera que podía utilizarme como entretenimiento sexual…, en beneficio propio.

»Sin embargo, sus lugartenientes sí me deseaban.

»Por supuesto que disponían de mujeres, chicas Viajeras que habían raptado, pero ellas eran morenas y yo rubia. Yo era de un color totalmente desconocido para ellos, aparte de que era una habitante de la Tierra de los Infiernos. Tenía también otra cualidad: podía robar los pensamientos. Ahora bien, los wamphyri auténticos, los nacidos de un huevo de vampiro, poseen unas ciertas dotes telepáticas, cualidad que no tienen los seres inferiores de su estirpe… a menos que les sea inculcada específicamente al criarlos o como un don de sus amos. En resumen, yo constituía una propiedad sumamente preciada. Karen temía que, cuando el vampiro que había en ella alcanzase su madurez, perdería la poca compasión que todavía existía en ella, después de lo cual mi futuro se haría mucho más incierto y mi destino mucho menos predecible. Pero ella no deseaba esto para mí.

»Un día me dijo: "Zekintha, podrías hacer algo por mí y, cuando lo hayas hecho, te llevaré a la Tierra del Sol y te dejaré allí para que los Viajeros den contigo. No veo la razón de que tengas que convertirte en lo mismo que yo me he convertido, en lo que me puedo convertir todavía". "¿Me estás ofreciendo un camino para salir de este lugar?", le pregunté. "Dime, entonces, qué debo hacer." "Mira", me dijo, "hay una tregua. Los Wamphyri han convocado una reunión. Todos los señores se reunirán en un sitio, con sus múltiples banderas, para ver si pueden encontrar un terreno común para una determinada causa. Ahora bien, ¿no adivinas dónde van a reunirse?" "¿Aquí?" "En efecto. En el nido de águilas de Karen. Esto, que quieran tener aquí sus conversaciones, me parece altamente sospechoso, una cosa de muy mal agüero. De todos modos, yo tomaré mis medidas. Ahora bien, ¿qué piensas tú de todo esto?" "Yo sólo sé de esos señores lo que tú me has contado, señora", respondí, "lo que equivale a decir que les tengo un gran temor. Creo que si dejas entrar en tu castillo a Shaithis, a Lesk, a Lascula y a todos los demás, lo perderás. De entre todas las columnas, la tuya ocupa una posición preponderante, Karen, y es lógico que ambicionen ocuparla. Saben, además, que me tienes aquí y que yo tengo poderes mágicos. En consecuencia, soy deseable. Tus guerreros se pasarán a aquel que te mate, y ellos son los mejores guerreros que hay, pues no hay ninguno que pueda igualar a Dramal Doombody. Son tus propias palabras, que yo repito. Pero si tu castillo y tus animales y yo misma somos deseables, tú eres más deseable todavía, Karen. Ellos retozarían a gusto contigo, con las dos, antes de poner final a todo esto. Pero tú eres wamphyri y tú durarías mucho más tiempo que yo y, por consiguiente, también sufrirías mucho más que yo." "¿Has terminado?" "De momento, sí." "Normalmente estaría de acuerdo con todo lo que has dicho, pero siempre hay dos maneras de mirar las cosas. Por ejemplo, quizá no hay nada hostil en eso, por lo menos inmediatamente. Admite esto, por lo menos: que si los señores deben reunirse, deben hacerlo en un terreno neutral, aunque sólo sea para llegar a la conclusión de que no se entienden. Éste sería el sitio ideal, porque ellos no me tienen por una igual; lo único que hago es alquilarles una habitación. Yo les dije también que pondría unas condiciones, con lo que quería significar que tomaría precauciones contra la traición. En primer lugar, debían venir solos, sin sus lugartenientes. Ésta sería la primera condición. Y la segunda: nada de guanteletes." "¿Cómo?", dije yo, extraordinariamente sorprendida, "¿pero ellos van a hacerte caso? ¿Crees, en serio, que se avendrán a venir sin sus guanteletes de guerra?" "¡Aunque sólo fuera como protección personal!", dijo ella con una sonrisa casi humana, "de este modo no sentirían la tentación de pelearse entre ellos si el ambiente se caldeaba. Así es que… o nada de guanteletes… ¡o a la calle! Seguro que estarían de acuerdo, porque tienen muchas ganas de solucionar este asunto. Y finalmente, la tercera condición: la reunión tendría que ser en estas cámaras, en esta misma sala, con uno de mis guerreros en cada esquina. ¡Todos en jaque! Y al más mínimo intento de ataque contra mí, mis servidores se lanzarían al ataque. Recuerda, Zekintha, que pese a toda su fuerza y su poder, un vampiro no es otra cosa que carne y sangre. La muerte le sobreviene en las circunstancias adecuadas y dadas las condiciones correctas. Y una de esas condiciones es su disgregación en los ácidos gástricos de un guerrero. Por otra parte, los señores sabrán que si llamo a mis servidores sin que medie provocación, entonces ellos tendrán derecho a disponer de mí a su manera: una estaca clavada en mi cuerpo, la decapitación, un baño de aceite hirviendo… Como ya he dicho: ¡todos en jaque! ¿Qué dices ahora?" "Sigo encontrándolo engañoso." "Igual que yo, pero se ha hecho. Y es posible que yo incluso le saque provecho. Ahora mira aquí…"

»A través de una ventana se veían las montañas con su negra silueta, mientras que detrás de ellas se diluía en el cielo meridional un abanico de luz dorada. "Es la puesta del sol", dije yo, "pronto…" "Sí, pronto", repitió ella como un eco. "Cuando todos estos picos estén bordeados de un ribete rosado, entonces comenzarán a agitarse, se montarán en sus bestias y planearán de columna en columna. Aterrizarán después en los niveles de más abajo y a continuación continuarán subiendo a pie hacia arriba por el cuerpo de la columna. Irán llegando uno a uno. En mi mesa habrá platos… nada convencionales: cachorro de lobo con pimienta, corazones de grandes murciélagos en su propia sangre pero disfrazados con hierbas aromáticas, caza de las praderas de la Tierra del Sol y cerveza de hongos de las cuevas de los trogloditas. En fin, nada para inflamar sus pasiones." "Pero ¿cuál es tu propósito, señora?" Yo sentía una gran curiosidad, estaba aterrada, pero me sentía curiosa. "Sé que tú no quieres nada con estos señores, que tú no eres… como ellos. ¿No podrías rechazarlos de plano? ¿No tienen otro sitio mejor para celebrar su reunión?"

»Ella se quedó un momento pensativa y me dijo: "La mayor parte de estos hombres no han puesto nunca los pies en el nido de águilas de Dramal Doombody, actualmente mi nido de águilas. Creo que Shaithis fue a visitar una o dos veces a Dramal cuando éste era joven y había algo en común entre los dos. Solían cazar mujeres juntos durante la puesta de sol en la Tierra del Sol. No tanto por amistad como por rivalidad. Pero para los demás es una oportunidad ver qué tengo aquí. Sé que querían utilizar la visita para ver qué defensas tengo contra alguna posible invasión futura. En cambio, si yo me negara a su petición, si me resistiera a brindarles… hospitalidad, lo único que provocaría es que se unieran contra mí". "Antes me has dicho que tú tendrías ocasión de aprovecharte de su visita", le recordé, "¿en qué sentido te aprovecharías de ella?" "¡Ah, sí! Aquí es donde apareces tú", me dijo ella, "nosotros, los wamphyri, tenemos poderes, Zekintha. Tú no eres la única. Yo también tengo la facultad de robar los pensamientos de los demás. Por supuesto que se trata de un talento del vampiro que hay en mí, que se ha transferido a mi persona. Sin embargo, se trata de una facultad poco desarrollada, insegura en el mejor de los casos. Nunca puedo tener la seguridad de haber hecho una lectura correcta y, cuando la distancia es muy grande, ni siquiera merece la pena intentarlo. Por otra parte, como soy wamphyri, ellos pueden saber si la prospección que he hecho es suficientemente profunda. Nuestras mentes, por ser vampiros, son similares. Pero tú no eres wamphyri…" "¿Quieres que yo descubra sus pensamientos? ¿Y si ellos me descubren a mí?" "Ellos querrán descubrirte a ti. ¿De qué les iba a servir tener un ladrón de pensamientos y dejar que se pierda su talento? Pero la estratagema es ésta: hay que meterse en sus pensamientos sin que se aperciban de ello y estar muy atenta para que no lean los tuyos. ¿Qué te pueden descubrir mentalmente? Es posible, pero no existe un peligro real, como ya te he dicho, porque ellos pretenden lo mismo. No podrán descubrirte físicamente, porque te esconderé en lugar seguro. Las cosas que quiero saber son las siguientes: sus ideas y planes en relación conmigo; si el que celebren aquí su reunión es totalmente sincero o no es más que un truco mediante el cual esperan descubrir cuáles son mis puntos flacos; cuáles son sus fallos, sus puntos débiles, en el caso de que los tengan. Ve explorando sus mentes una por una y procura descubrir lo que haya en ellas. Solamente quiero hacerte una advertencia: no te preocupes de Lesk el Glotón. Tiene el cerebro podrido. El vampiro que hay en él está loco. ¿Cómo es posible descubrir la verdad en una mente tan veleidosa como la suya? Ni él mismo sabe poner orden en sus pensamientos, ni qué estaba pensando cinco minutos antes. Pero tiene un nido de águilas formidable y su fuerza es prodigiosa. De no ser así, los demás ya habrían acabado con él hace mucho tiempo." "Haré todo lo posible", le dije yo, "pero de momento todavía no me has explicado cuál es el objetivo de esta reunión. ¿Qué es lo que los impulsa a reunirse?" "Pues el causante es el que ellos llaman El-Habitante-en-su-Jardín-de-Occidente", respondió ella, "le temen, a él, a su alquimia y a su magia. Y como le temen, ¡le odian! Él se atreve a establecer su casa en los picos occidentales, a medio camino entre la Tierra del Sol y la de las Estrellas, sin ni siquiera pedir permiso a nadie. Da albergue a los Viajeros y los instruye en sus misteriosos caminos. Y si alguno se atreviera a levantarse contra él… ¡ah, la de historias que pueden contar!" "¿Y tú también estás contra ese Habitante?", le pregunté, a lo que ella, mirándome con sus ojos inyectados en sangre, me respondió: "Nosotros veremos lo que veamos, y ahora ve a descansar tus pensamientos, reposa y duerme. Así te preparas. Cuando sea el momento, te pasaré a buscar y te diré en qué sitio puedes esconderte. Haz lo que te digo y yo mantendré mi promesa". "No te fallaré", le dije yo encaminándome a mi dormitorio. Pero el sueño tardó mucho en llegar…

»Después llegó la puesta del sol y me desperté al oír los pasos de Karen. ¡Parecía tener mucha prisa!

»"¡Ven!", me dijo cogiéndome de la mano. Había una fuerza poco natural en sus dedos, al tirar de mí para que saliera de la cama. "¡Vístete aprisa! Ya llega el primero."

Viajeros vampirizados (esclavos, desangrados hasta la muerte y sacados de aquella situación debido al cambio experimentado por su fisiología y por la alteración de sus órganos y funciones) habían preparado la gran sala. La mesa estaba puesta y en un extremo se había colocado el poderoso trono de hueso de Dramal Doombody. Sobre una pequeña plataforma, parecía abrir desmesuradamente la boca en un bostezo como si quisiera tragarse toda la longitud de la mesa.

»"¡Aquí!", dijo Karen, "éste será tu escondrijo: métete en el trono de Dramal."

»Yo podía haber protestado, pero ella se me adelantó y acalló mis palabras antes de que tuviera tiempo de pronunciarlas.

»"¡Tienes que hacerlo! Nadie se sentará en el trono de Dramal. Yo lo hago para honrar al señor leproso, mi padre y mi dueño, cuyo huevo está dentro de mí. Esto es lo que ellos supondrán por lo menos. Yo ocuparé la gran silla situada al otro extremo de la mesa. ¡Ellos quedarán aprisionados entre las dos! O en todo caso, lo estarán sus pensamientos. Ya es demasiado tarde para efectuar cambios. ¡No quiero discusiones! Procede a llevar a cabo la parte del plan que te corresponde o lárgate. Y cuando digo que te largues quiero decir que te largues. Si no estás conmigo estás contra mí. Búscate nuevos aposentos en el nido o huye de él si es que puedes. Yo no pienso impedírtelo… aunque no puedo asegurarte qué harán los demás."

»Sabía que no me podía negar; dentro de ella se removía el vampiro que llevaba en su interior, despertado por la excitación que sentía. Era inútil, e incluso peligroso, tratar de disuadirla encontrándose en aquel estado. Me dirigí, pues, hacia el trono de hueso.

»¡Dios mío, qué silla tan monstruosa aquélla!

»Como ya he dicho, era la quijada inferior de una criatura cartilaginosa. Tenía alrededor de un metro y medio de largo y el colmillo formaba en la parte delantera un agarradero para la mano, por lo que los brazos del usuario descansaban a lo largo de las aristas blancas y brillantes de la materia cartilaginosa que en nuestras mandíbulas constituye el lugar de implantación de los dientes laterales o traseros. La mandíbula, por la parte de atrás, se eleva marcadamente para formar la articulación aunque, en este caso, faltaba la mandíbula superior. La inclinación plana y acusada de la parte de atrás de la mandíbula formaba el respaldo del asiento, sobre el cual se apoyaba normalmente un gran cojín rojo adornado con borlas. En la parte delantera y trasera y en cada uno de los cuatro ángulos había unas protuberancias cartilaginosas dirigidas hacia abajo que hacían las veces de pies perfectamente simétricos. La pieza estaba minuciosamente tallada y cubierta de arabescos, igual que un enorme objeto de marfil. Y, al igual que el marfil, también en otro tiempo había conocido un tipo de vida. La silla estaba colocada sobre una pequeña peana, debajo de la cual se hallaba mi escondrijo. Para meterme en él tenía que arrastrarme desde atrás, donde en otro tiempo había estado la tráquea, y acomodarme en su interior. Allí encontré un gran almohadón en el que me podía sentar como si estuviera en una canoa, perfectamente erguida y con la cabeza y los hombros metidos en la cavidad situada debajo de la mandíbula, y atisbar a través de aquellos arabescos tan diestramente tallados en el hueso. El gran cojín rojo no me impedía la visión, puesto que Karen lo había retirado, lo que me permitía observar todos los rostros en torno a la mesa. Es mucho más fácil saber qué piensa una persona cuando es posible verle la cara.

»Así pues, comenzaron a llegar.

»A medida que iban apareciendo, yo iba leyendo sus nombres en los pensamientos de Karen. Se comunicaban de manera muy escueta, mentalmente, a la manera de los wamphyri, intereambiando nombres y desafíos. El primero fue Grigis, el menos importante de los wamphyri. Se dio cuenta de que se trataba de una cuestión de prioridades; era evidente que había sido enviado para tantear el camino.

»"¡Ha llegado Grigis!" anunció al aparecer en la escalera. "Como puedes ver, señora, los wamphyri me hacen un gran honor. Mi rango es tal que he sido elegido para ser el primero en penetrar en tu nido de águilas. Sin embargo, veo guerreros en la sala. ¿Qué clase de recibimiento es éste?"

»"Es para protegerte, Grigis", le dijo ella, "y también para protegerme yo. Cuando cabezas tan grandes como la tuya y la mía se encuentran pueden pegarse un topetazo. Pero considera de momento a los guerreros como un adorno, un símbolo del poder de los wamphyri. No tienen instrucciones de ninguna clase. Si nosotros y los demás señores estamos tranquilos, también ellos se mantendrán tranquilos. Y ahora, bienvenido a mi mansión. Tú has entrado por propia voluntad y yo te doy la bienvenida. Siéntate, que los demás no tardarán."

»Grigis se acercó a grandes pasos a una ventana, se asomó e hizo una señal. Estaba oscuro, por supuesto, pero esto no cuenta para los wamphyri. Leí en la mente de Karen que un segundo visitante, volando en círculo cautelosamente, giraba hacia adentro y se apresuraba a alcanzar los niveles adecuados para aterrizar. A continuación Grigis tomó asiento a un lado de la mesa, muy alejado del trono de hueso. Grigis era, por supuesto, un auténtico vampiro de aspecto terrible, si bien no destacaba especialmente entre los wamphyri, por lo que no vale la pena perder más tiempo describiéndolo.

»Así es que siguieron llegando todos: abundaban los personajes menores, pero de vez en cuando refulgía entre ellos alguno especialmente destacado. Menor Maimbite era uno de ellos. Su blasón consistía en un cráneo fracturado colocado entre un par de mandíbulas sumamente agudas. Menor, de quien se decía que era inmune al kneblasch y a la plata, parece que en ocasiones como ésta llevaba una cajita con estos venenos, con los cuales se aliñaba los alimentos. Tanto su cabeza como las dimensiones de su boca eran enormes, incluso tratándose de un señor de los wamphyri.

»Cuando ya habían llegado una docena de ellos y una vez que se les dio la bienvenida, se sentaron y, no sin una cierta agitación, hablaron entre ellos en voz baja; fue entonces cuando apareció el más poderoso de todos ellos. Era Fess Perene, que medía dos metros y medio de estatura y no tenía necesidad de guantelete, porque en lugar de manos tenía garras. También estaba Belath, cuyos ojos formaban una simple ranura, implantados en un rostro descarnado en el que nunca asomaba una sonrisa, y cuya mente era nebulosa y secreta, totalmente inaccesible. Otro era Volse Pinescu, que deliberadamente se enconaba las heridas, costurones y granos que le cubrían el rostro a fin de que su aspecto fuera mucho más monstruoso. Y estaba también Lesk el Glotón que, según contaba la leyenda, en un ataque de locura ordenó a uno de sus guerreros que luchara con él hasta darle muerte. La historia contaba que se había escondido debajo de las escamas de la cosa, donde no podía darle alcance, y que lo había ido devorando y abriéndose camino hacia su cerebro hasta dejarlo absolutamente inútil. Pero cuando Lesk salía del interior de su cráneo a través de uno de los agujeros de la nariz, la bestia experimentaba una convulsión y trataba de morderlo. Esto le había acarreado la pérdida de un ojo y medio, que ahora usaba tapados con un enorme parche de cuero cosido a la mandíbula y a la sien. Sin embargo, para sustituir el ojo que le faltaba, había dejado que le creciera uno en el hombro izquierdo, que llevaba desnudo, y por eso llevaba la capa colgada del derecho. Lesk tomó asiento a la izquierda, muy cerca de mi escondrijo en el interior del trono, lo que desencadenó en mi cuerpo un violento temblor. Pese a todo, conseguí dominarme.

»El penúltimo fue Lascula Longtooth, que había perfeccionado y concentrado sus facultades metamórficas hasta tal punto que era capaz de alargar sus mandíbulas y sus dientes a voluntad y de la manera más inopinada, cosa que hacía muy a menudo, con el simple gesto de rascarse la barbilla. Y en último lugar estaba Shaithis, cuya columna era una fortaleza impenetrable, rodeado de leyendas tales que no necesitaban revestirse de adornos de ningún tipo. Entre todos era uno de los menos impresionantes, pero tenía una mente de hielo y calculaba al centímetro todos los movimientos que hacía, había hecho o pensaba hacer. Es posible que los wamphyri no se respetasen mucho entre sí, pero era indiscutible que todos respetaban a Shaithis…

»Yo me había preguntado qué ropas llevaría Karen… en el supuesto de que las llevara. De haber estado en su sitio, anfitriona a contrapelo de todos los monstruos, seguro que me habría arrebujado de ropa hasta las cejas, quizá me habría cubierto incluso con una armadura. Ella llevaba un vestido ceñido al cuerpo que la cubría hasta los pies, de una tela blanca tan fina y tan ajustado que a través de él se apreciaba su carne como si fuera desnuda. Llevaba el pecho izquierdo al aire y hay que decir que tenía unos pechos muy hermosos. La nalga derecha también la llevaba desnuda o prácticamente desnuda y, como no llevaba ropa interior, el efecto era realmente impresionante. Sin embargo, así que hubieron llegado todos los señores, quedó claro cuál era el propósito de Karen. En lugar de dejar vagar sus ojos y sus pensamientos sin rumbo fijo, los wamphyri los centraron inmediatamente en Karen.

»Hay que recordar que antes de ser wamphyri habían sido hombres y que sus apetencias, por muy exageradas que fueran, eran las apetencias de los hombres. Todos deseaban a Karen, cosa que impedía que sus pensamientos se desviaran hacia otros derroteros. No diré qué leí en sus mentes de vampiros y, en lo que se refiere a Lesk el Glotón en particular, no quiero ni siquiera recordar qué leí en la suya.

»Así es que, una vez todos reunidos y después de un breve preámbulo, habiendo catado los manjares que Karen les había preparado, se iniciaron las conversaciones…