El nido de águilas de Karen - Harry en Perchorsk
Antes de empezar, permíteme que te diga que no hay ser humano capaz de describir con precisión cómo es un nido de águilas de un wamphyri. Me parece que nuestro idioma, como cualquier otro de los idiomas del viejo mundo, no dispone de las palabras adecuadas para describirlo. Y en caso de que las tuviera, la descripción sería tan repetitiva, tan llena de adjetivos desagradables, que el intento llevaría implícito el fracaso.
»Por esto me limitaré a contártelo todo tal como yo lo vi, como si quisiera describirte un cuadro o una sucesión de cuadros, sin demorarme demasiado en las anomalías y anormalidades grotescas de… ¡bueno, tú ya me entiendes!
»El nido de águilas de lady Karen había pertenecido a Dramal Doombody, por lo que debe de ser perfectamente representativo de todos los nidos de águilas o de todos los castillos, si prefieres llamarlos así, asentados en el extremo superior de esas fantásticas columnas. Pero empecemos por las columnas propiamente dichas.
»Que yo sepa, se trata de un fenómeno natural y han sido formadas por las propias montañas en el curso de un lento retroceso. ¿Quieres saber por qué subsisten esas columnas mientras la tierra a su alrededor se desprende y se desmorona? Pues no lo sé, no soy geóloga. A lo mejor fueron en otro tiempo el núcleo de una serie de volcanes, cegado por un magma de basalto más duro que los conos existentes a su alrededor. Los cráteres hace tiempo que desaparecieron, pero subsisten esos cilindros titánicos. Todo esto es teórico, por supuesto, y de todos modos tiene poca importancia. Las columnas son reales y los wamphyri construyeron hace un tiempo inmemorial los nidos de águilas que se asientan sobre ellas.
»Sin embargo, si contemplas una de esas columnas a distancia, no ves el cuadro completo. Con esto quiero decir que no ves la columna de verdad. La columna está allí, dentro de su caparazón, pero lo que tú ves es el caparazón, que los wamphyri han ido construyendo a lo largo de los años en torno al núcleo interior. Así es que la pregunta siguiente debería ser: ¿de qué materia está hecha esta "piel" artificial?
»Mira, creo que la mejor manera de contestar a esta pregunta sería equiparando una de esas columnas al coral que se encuentra en ciertos bancos submarinos. La piedra está allí y el coral vivo forma una piel sobre la misma y después la piel muere y se convierte en piedra. Así es que en el banco submarino la "piel" es coral muerto, mientras que en las columnas… es carne muerta.
»Cuando hay que reparar o ampliar uno de esos nidos de águilas, los wamphyri crían criaturas cartilaginosas cuya única función consiste en tapar una abertura, pasar a formar parte de una pared o del tejado de una nueva sala o pasadizo. Lo que equivale a decir que sus cuerpos vivos forman el edificio o los materiales de reparación. Sin embargo, he dicho "crían" y no es la palabra exacta. En realidad, ellos no crían nada y lo único que hacen es limitarse a cambiar lo que ya existe. A lo mejor cogen un troglodita de los que tienen encerrados o castigan a un sirviente vampirizado que se ha mostrado remiso en su conducta o quizá roban un Viajero o dos de la Tierra del Sol. Todo lo que sea carne humana o subhumana es lo mismo para los wamphyri. La pueden coger, cambiar, adaptarla a sus necesidades individuales. Esas cosas cartilaginosas se colocan allí donde sea, mueren y acaban fosilizándose. Como originariamente son vampiros, puesto que fueron vampirizados, tardan mucho tiempo en morir… y a lo mejor ni siquiera mueren de la manera como nosotros entendemos la muerte, sino que lo único que hacen es envejecer y quedarse… fijados en su sitio.
»Lo que quiero decir es esto: que cuando uno se pasea por un nido de águilas, no pocas veces se encuentra rodeado de los huesos bruñidos y amalgamados y los pellejos duros y correosos de lo que en otro tiempo eran hombres. Y si uno mira con la suficiente atención, cosa que aprende rápidamente a no hacer, comienza a identificar las formas del costillar de las cajas torácicas, los fémures, las columnas vertebrales e, incluso…, me parece que ya me has comprendido.
»Los wamphyri soportan fríos extremos, lo cual no quiere decir que los prefieran, sino simplemente que los toleran muy bien. Con todo, cuando se encuentran sitiados, calientan sus columnas con un sistema de calefacción central extremadamente complicado. En la base de las columnas queman gases y canalizan el aire caliente a través de unas tuberías que, por lo general, no son otra cosa que enormes huesos huecos que caldean los diferentes niveles. Hay otros tubos que sirven para canalizar el gas, que puede ser quemado según las necesidades. Hay dos fuentes en las que se originan estos gases.
»Cada nido de águilas tiene su pozo de desechos. Para un wamphyri los "desechos" pueden ser cualquier cosa, desde residuos del cuerpo hasta cuerpos realmente desechados. Ya sabes de qué se alimentan los wamphyri. Bueno, de hecho no se sienten obligados a consumir ese tipo de cosas y pueden prescindir de la sangre e incluso vivir indefinidamente sin sustento alguno o variar sus dietas y consumir fibras vegetales, aceites diversos e incluso frutas, que recogen después de la puesta del sol en la Tierra del Sol. Tienen grandes almacenes donde guardan los alimentos, por no hablar además de las despensas en las que tienen en reserva trogloditas y Viajeros. En este caso vamos a considerar cuál es su dieta habitual.
»Cuando devoran una persona y no quieren que se convierta en vampiro, los restos de la comida van a parar al pozo de los desechos junto con otros residuos. Ten en cuenta que cada una de estas columnas que alberga un nido de águilas puede contener mil seres o más y podrás hacerte una idea de lo que hay dentro de ese pozo de desechos. Por supuesto que los gases se generan en grandes cantidades. Se trata de gases que se queman generalmente cerca de la fuente, en las entrañas de la columna. Los conductos usados por los wamphyri son sistemas no totalmente estancos, por lo que si se liberasen gases de este tipo… el ambiente que reinaría en el resto del nido de águilas sería irrespirable.
»En los niveles inferiores están los establos en los que se encuentran las bestias del gas. Su nombre describe cuál es su función. Se trata de vejigas vivas de gas, igualmente carentes de inteligencia que las criaturas cartilaginosas. Su única función consiste en la producción de gas. Se alimentan de hierbas toscas y de un poco de grano y, como es obvio, el gas que producen estas bestias es bastante parecido al metano. Creo que no es necesario dar más explicaciones…
»En cuanto al agua, ya te he dicho que los wamphyri, a su manera, son seres sumamente limpios. Lady Karen se bañaba con frecuencia, tan a menudo como yo. Yo la había observado mientras se bañaba y era como si tratase de sacarse de encima la contaminación que padecía su cuerpo, cosa que naturalmente era imposible. Pero no por ello dejaba de intentarlo. Hablaba con altivez a sus servidores, pero en realidad no era más que una pobre chica asustada, ya que esto era lo que había sido en realidad.
»De todos modos, sabes muy bien que el agua no sube tan fácilmente como el gas. En nuestro mundo tiene que ser bombeada para subirla a las montañas o impulsada a presión; en otros casos es conducida a través de un acueducto desde una fuente situada a mayor altura. Los nidos de águilas tienen sus sistemas de captación, consistentes en unos pellejos inclinados hacia adentro situados en todos los niveles. Sirven para canalizar el agua de la lluvia hacia unos grandes barriles provistos de un sistema que hace que el agua desbordada vaya a parar a otros barriles. Cuando llueve, los pozos situados al pie de las columnas están llenos hasta los bordes y, cuando los depósitos están repletos, se dejan los pellejos colgantes igual que banderas. De hecho, llevan tejido el escudo de los wamphyri, por lo que también tienen la función de estandartes. Sin embargo, las lluvias no son frecuentes y, si un nido de águilas fuera sitiado, este sistema por sí solo no supondría una garantía. Por esto hay que contar con una reserva.
»¿Sabes qué quiere decir "atracción capilar"? Es la manera como sube la savia a través de un tallo o el agua entre paneles de vidrio. Los wamphyri se sirven de la atracción capilar para elevar el agua desde sus pozos hasta la parte superior de sus nidos de águilas. Los tubos por dentro de los cuales circula el agua son literalmente tubos capilares, al igual que esos mismos tubos tan estrechos que conectan venas y arterias. Se trata de verdaderos tubos capilares, Jazz, cuyos propietarios se encuentran tumbados formando plácidos montones, llevando una falsa vida, en las habitaciones secretas situadas en lo alto de los nidos de águilas. Son habitaciones secretas, porque los wamphyri no toleran a sus criaturas salvo en los lugares que les corresponden. Conocen la diferencia que existe entre lo que es aceptable y lo que no lo es. Y el lugar que corresponde a algo cuyas venas cuelgan dentro de unos tubos que recorren un kilómetro o más a través de una columna es, evidentemente, la parte superior de dicha columna. Y como en realidad resultan indecorosos, los wamphyri los tienen escondidos.
»Fui a parar no sé cómo a esta habitación, entre sus habitantes, en el nido de águilas de lady Karen. Lo único que recuerdo del hecho es esto: que encontré la habitación y que después alguien me encontró a mí y me sacó de ella. Me había desmayado. Mi cerebro no había registrado nada de aquel episodio, salvo el que había ocurrido y nada más. Y supongo que si recordé esto fue sólo a la manera de advertencia, por si alguna vez lo olvidaba y volvía a extraviarme por aquel mismo camino. No es necesario añadir que nunca más volví a perderme por él.
»Otra cosa que había en las regiones inferiores eran los refugios de los guerreros. Los guerreros están encerrados, igual que los leones de los anfiteatros romanos, en un estado parecido al de la muerte por inanición. En cualquier caso, estarían en ese estado si no fuera porque, al igual que los wamphyri, no necesitan comer. Cuando comen, toman invariablemente carne, preferiblemente viva. Son carnívoros puros, creados para desgarrar, mutilar, matar… y devorar. Su recompensa en la batalla es comer hasta hartarse. Acuden volando a la batalla, aterrizan desde las columnas y espurrean a través del cielo igual que calamares gigantescos; sin embargo, si salen victoriosos, muy pronto se hacen tan voluminosos que ya no pueden volver a sus nidos de águilas por medio del vuelo y tienen que regresar atravesando las llanuras cubiertas de piedras lo mejor que pueden. Aparte de servirse de ellos durante las batallas propiamente dichas, los wamphyri también los utilizan para sitiar a los Viajeros. Después, si tienen éxito, son recompensados con un banquete ocasional.
»Pero dejémoslo ya. Si eres creyente, da gracias a Dios porque te ha ahorrado tener que verlos y, sobre todo, verlos durante las batallas…
»Las bestias voladoras se encuentran estacionadas en diferentes niveles. Tú ya las has visto y sabes cómo son. No son especialmente peligrosas, por lo menos en lo que a ellas estrictamente se refiere. Cuando caminan por tierra son torpes y estúpidas; cuando vuelan son graciosas a su manera, un poco extraña sin embargo. Están conectadas con sus amos, que se encargan de dirigirlas a través de la telepatía. Con este procedimiento las controlan los wamphyri cuando cabalgan sobre ellas para conducirlas a la batalla. Son los puestos de mando flotantes de sus amos.
»Otra cosa más acerca de los wamphyri durante la batalla: tienen sus propios códigos de combate y también sus "valores" distorsionados acerca de cosas como la valentía, la caballerosidad, etcétera. ¿Te imaginas? Pero ellos cambian esos valores para adaptarlos a la conveniencia de cada uno y en ventaja propia. En caso de llegar a una lucha cuerpo a cuerpo, es decir, de un individuo contra otro, la única arma permitida por los amos de alto rango que viven en los nidos de águilas (los señores y sus ayudantes o lugartenientes) es el guantelete. Estas odiosas armas se fabrican en un lugar situado al este, en una pequeña colonia de gitanos, y se hacen especialmente para uso de los wamphyri. Todas las cosas de metal se las hacen especialmente para ellos, porque ellos no entienden nada de metales o, para decirlo con más exactitud, sienten una especial aversión por los metales. La plata es veneno, el hierro es merecedor de desprecio; sólo el oro es relativamente aceptable.
»Ya te he contado unas cuantas cosas, contribuyendo con ello a que te hagas una ligera idea de la vida de los wamphyri y de cómo funcionan sus nidos de águilas. A mí me resulta todo tan complicado que me sería difícil entrar en más detalles. Ahora, si es que todavía te interesa seguir escuchando, continuaré y te hablaré de mis experiencias en el nido de águilas de lady Karen…
Jazz había terminado el baño y ahora estaba saliendo del río. Se sentía mucho mejor, más relajado, como si el agua lo hubiera liberado de aquella aguda tensión que momentos antes lo poseía. Se barrió el agua del cuerpo con el borde de las manos y se estremeció de frío ante los rayos de sol que iban debilitándose gradualmente a medida que iba bajando en el horizonte. Cuando ya empezaba a vestirse y antes de que Zek pudiera continuar su relato, descubrieron a Lardis que se acercaba por la orilla del río.
Jazz había desmontado la mayor parte de sus arneses del traje de combate, dejando únicamente el cinturón y los correajes cruzados de la parte superior con sus varios aditamentos. Al llegar, Lardis observó, no sin cierta sorpresa, los diferentes elementos del equipo desparramados por el suelo, por lo que Zek echó una mano a Jazz para ayudarle a ponérselos. Jazz prefería dormir totalmente enjaezado o por lo menos saber que todas las cosas estaban en su sitio, por si tenía que despertarse de repente y hacer frente a alguna eventualidad.
Finalmente, sacando un cigarrillo y encendiéndolo, Jazz se volvió hacia el jefe de los gitanos… en el mismo instante en que Lardis torcía y arrancaba la anilla de una granada.
Jazz aspiró profundamente, empujó a Zek hacia un lado, la derribó en el suelo y de un salto se plantó junto a Lardis. El otro no se había dado cuenta de la consternación que reflejaba la cara de Jazz. Frunció el entrecejo al ver la granada en su mano izquierda y la anilla en la derecha, pero Jazz aprovechó el momento para arrebatarle la bomba de las manos. Mentalmente ya se había puesto a contar: uno, dos, tres…
Y arrojando la granada al otro lado del río, prosiguió: cuatro, cinco…
Se oyó primeramente un pequeño chapoteo e inmediatamente después una deflagración.
El estampido retumbó con fuerza, pero una gran parte de la metralla se perdió en el río. Algunos fragmentos pasaron silbando sobre sus cabezas y se levantó en el aire todo un surtidor de agua que, después de subir a gran altura, volvió a caer. Desde las últimas estribaciones llegaron los ecos de la detonación y el agua del río barrió la orilla en forma de olas. Sobre la superficie del río flotaban ya docenas de peces muertos o atontados.
Lardis cerró la boca, contempló la aguja del percutor que tenía en la mano… y la arrojó con violencia lejos de sí.
—¿Cómo? —exclamó—. ¿Qué…?
Jazz, en tono de reconvención, le dijo:
—Sí, ha sido una pesca muy abundante…
Pero a Lardis se le escapó el sarcasmo.
—¿Cómo? ¡Ah, sí! Supongo que sí…
El hombre, sorprendido y un poco desorientado, se dio la vuelta y se dirigió a la orilla del río para calmar a su gente, que ya acudía corriendo.
—¡Y tanto que ha sido abundante! —dijo con cierto énfasis—, pero creo que prefiero pescar a mi manera.
Y echó una mirada a las armas que Jazz tenía desparramadas por toda la orilla.
—Ya me enseñarás todas esas cosas tan interesantes así que tengas un momento libre. Ahora tengo mucho que hacer.
Jazz y Zek lo observaron mientras se perdía en la distancia…
Mientras Jazz iba recuperando todas las piezas de su equipo y se disponía a echar un confortable sueñecito, Zek prosiguió su relato:
—Yo tenía también mi habitación en el nido de águilas de Karen. Ella y yo compartíamos el piso más alto, donde había literalmente una gran profusión de habitaciones, todas ellas enormes, y donde nosotras dos éramos los únicos seres humanos. Recuerda que los wamphyri son humanos; es el vampiro que anida en cada uno de ellos lo que los convierte en seres extraños y al vampiro de Karen todavía le faltaba mucho para conseguir su ascendencia total sobre ella. Así es que nosotras dos éramos las únicas personas que había allí arriba… aunque también había un guerrero. Era un personaje pequeño comparado con los suyos, con lo que quiero decir que tenía las dimensiones de un servidor personal, pero iba acorazado y era un ser terriblemente sanguinario. Estaba encargado de guardar la escalera que conducía al nivel inmediatamente inferior, lo que te dará una idea de lo poco que confiaba Karen en sus servidores.
»Estaban después las criaturas portadoras de agua, a las que ya me he referido antes. Y esto es todo: no había nada ni nadie más.
»De vez en cuando (calculé entonces que era aproximadamente cada veinticuatro horas) Karen celebraba una audiencia. Convocaba a los lugartenientes de abajo, siete en total, ninguno de los cuales tenía un huevo en su interior, y les encargaba los deberes del nido de águilas o comprobaba si habían cumplido las órdenes dadas con anterioridad. A continuación ellos presentaban sus informes, advertían de cualquier desviación del equilibrio que se mantenía dentro del nido y detallaban sus recomendaciones y otras cosas por el estilo. En cierto modo era como un grupo militar en el que Karen desempeñaba la función de mando. La cosa es que la desempeñaba muy bien. Estas fueron las únicas ocasiones en las que vi a los hombres de Karen sin sus guanteletes. El guerrero había recibido la orden, transmitida directamente a través de la mente, de atacar a todo aquel que entrara en su nivel llevando un guantalete.
»Pero no vayas a equivocarte respecto a Karen basándote en lo que te he dicho, ni cometas el error de creer que era una persona vulnerable. No lo era, por lo menos físicamente. Era un wamphyri, ésta es la verdad, y sus lugartenientes lo sabían perfectamente. Tenía el aspecto de una mujer joven y de momento quizá todavía pensaba como si lo fuera realmente, pero esto no era más que la envoltura.
»En su interior albergaba un vampiro que le había transmitido todos sus poderes, cada día más fuertes. Si parecía débil era simplemente porque no quería que sus subordinados la pusieran a prueba, no quería verse obligada a castigarlos de la manera que se había visto obligada a castigar a Corlis, porque podía significar tener que pedir ayuda al monstruo que albergaba dentro. Y quería seguir observando su postura, que consistía en mantenerlo a raya. Si dejaba que, aunque sólo fuera una vez, cobrara ascendencia sobre ella… estaba convencida de que la dominaría siempre. Y así acabaría por ocurrir, por supuesto, ya que ésta es la naturaleza del vampiro. Karen está condenada al cambio, a la metamorfosis, al deterioro gradual de lo que era para convertirse en otra cosa…
»Recuerdo que hacia el final de mi cautiverio en el nido de águilas, le pregunté qué había hecho Corlis para que ella deseara desterrarlo a la Tierra del Infierno. Quizá porque yo era la única persona con la que podía hablar sin tener que preocuparse por sus motivaciones, decidió contármelo todo.
»Corlis había sido el más grande de los hombres que había estado con Karen, y no sólo por sus dimensiones sino también por su rango dentro del nido de águilas. Era un hombre rudo, camorrista, el equivalente en wamphyri de un chauvinista cualquiera, pero en grado máximo. Incluso como Viajero había sido un bruto, pero esto había ocurrido hacía cuarenta años. Después había formado parte de una incursión y desde entonces estaba al servicio de Dramal Doombody; suponiendo que "estar al servicio" sea la palabra exacta. Sólo Dios sabe por qué Dramal lo toleraba, aun cuando siempre sea difícil saber cuáles son los designios de los wamphyri. Quizás hubo un tiempo en que Dramal quería inocular a Corlis su huevo, aunque esto no son más que meras conjeturas, por supuesto.
»Permíteme que te defina a Corlis de la siguiente manera: no era un auténtico wamphyri, pero si ha habido alguna vez un hombre que pudiera serlo, él era ese hombre. Y él lo sabía.
»La mayoría de los hombres se habrían echado atrás ante la idea, pero no Corlis. El quería recibir un huevo… y anhelaba el poder que podía proporcionarle. Quería convertirse en el señor del nido de águilas, un señor entre los wamphyri. No aspiraba a otra cosa que a cabalgar a lomos de una bestia voladora, al mando de sus guerreros en sus aterradoras batallas aéreas. Sin embargo, pese a que tanto él como los demás se daban el nombre de wamphyri, sabían que en realidad sólo eran los servidores no muertos de su señora vampira. Y ésta era la espina que Corlis tenía clavada en el costado.
»Había pedido a lady Karen que lo convirtiera en el señor de la guerra de su nido de águilas. A lo cual ella le replicó que no tenía necesidad de ningún señor de la guerra, pues no había ninguna guerra. El pedía un rango y una posición por encima de sus semejantes, sólo para enterarse de que no tenía ningún derecho a esta clase de honores. En un nido de águilas tan sólo hay sitio para un señor o una señora y en aquél la única señora era lady Karen. Corlis entonces se ofreció como consorte y protector de Karen, a lo cual ella, ya al límite de la paciencia, le respondió que prefería dormir con un guerrero. En cuanto a su propia protección, Corlis debía preocuparse de protegerse, especialmente si tenía intención de proseguir su campaña de maldades y acosos.
»Pero a Corlis no se le hacía callar tan fácilmente como eso, y él porfió ardorosamente alegando que los demás wamphyri planeaban guerras y que ahora que Dramal había muerto, el nido de águilas se había convertido en un lugar vulnerable y que Karen, por el hecho de ser mujer, no podía abrigar la esperanza de ostentar el mando del ejército durante la batalla. Tenía que buscar sin más demora a un paladín y le convenía que ese paladín no fuera otro más que él.
»Karen, al oír estas palabras, ordenó a Corlis que saliera inmediatamente de su presencia y a los otros seis con él. Cuatro de ellos la obedecerían, pero los restantes…
»Se habían pasado al bando de Corlis. Y lanzando una advertencia a los cuatro que se habían mantenido parcialmente leales a ella, Corlis y los otros dos (ya que seguramente los había sobornado) la rodearon mientras estaba sentada en su trono, el trono que en otro tiempo había sido el "trono de hueso" de Dramal Doombody, hecho con la quijada curva y fosilizada de una enorme criatura cartilaginosa, y uno de aquellos traidores se sacó de debajo de la chaqueta una estaca de madera, prohibida desde tiempo inmemorial en todos los nidos de águilas, y se la lanzó. El segundo, entretanto, sacó unas cadenas de hierro con intención de sujetarla con ellas.
»En cuanto a Corlis, estaba de pie, con los brazos en jarras, observando lo que sucedía. Su plan era éste: atravesar con la estaca el corazón de vampira de Karen y después, cuando estuviera indefensa, amenazarla con decapitarla y quemarla. Esperaba que bastaría con esta amenaza para que le proporcionara el huevo que tanto anhelaba, ya que hasta los vampiros más inmaduros acceden a ello cuando la muerte parece inminente. El huevo, pues, sería para él, pues Corlis tenía la intención de situarse en una posición tal que no dejara lugar a la existencia de un huésped alternativo. Es decir, se fusionaría sexualmente con su víctima.
»Pero Karen había adivinado su propósito. El hecho de ser wamphyri, la había dotado de talento telepático. Ahora, en aquel momento de infortunio para ella, utilizaría el talento no sólo para leer las intenciones de Corlis, sino también para llamar en su ayuda al guerrero que montaba guardia en lo alto de las escaleras. La criatura se presentó inmediatamente.
»Corlis y sus dos acólitos tenían sujeta a Karen. Aunque ésta no llevaba su guantelete, no por ello dejaba de debatirse. Se resistía a mantenerse quieta y no dejaba que la sujetaran con cadenas. Clavó las uñas en la cara de Corlis y dio repetidos puntapiés en la ingle al de la estaca. Los cuatro que se mantenían fieles a medias no sabían qué camino tomar: tan pronto se inclinaban a un lado como a otro, totalmente indecisos, sin saber qué hacer. Después, cuando vieron que se acercaba el guerrero de Karen… ya supieron qué determinación tenían que tomar.
»Dos saltaron sobre el que llevaba la estaca y se lo llevaron a rastras. El guerrero, furioso, lo arrancó de las manos de aquéllos, pero esto precipitó su fin. En él no había huevo: no era mas que carne, aunque fuera carne vampirizada, y los guerreros saben qué deben hacer con la carne. Los otros dos, igualmente fieles a medias, cayeron sobre Corlis cuando trataba en vano de violar a Karen y consiguieron sujetarlo. Esto dejó a la señora en situación de ocuparse de aquel que había tratado de encadenarla. A diferencia de Corlis, era bajo, y en Karen se había desencadenado toda su furia de vampira.
»Lo arrastró hasta el trono sin apiadarse de sus gritos y aplastó su cara contra el florón cartilaginoso formado con la cortante quijada utilizada para apoyar el brazo en el trono. Aquel florón era el colmillo de la criatura, cuya maciza quijada formaba el trono; penetró en la boca del traidor y se la atravesó hasta la base del cráneo, por lo que se desplomó de rodillas y quedó tan lacio como un pescado muerto de un arponazo. Fue arrojado al pozo de los desechos.
»Y Corlis, naturalmente, fue conducido a la Puerta…
Zek contempló a Jazz, que estaba despierto y escuchaba atentamente, aunque advirtió que tenía la vista nublada y estaba a punto de caer dormido.
—Yo también estoy cansada —dijo Zek—. Durmamos, y ya terminaré de contártelo todo en la próxima etapa del viaje. Supongo que pasaremos la larga noche en las cuevas. Entonces podrás hacerme las preguntas que quieras. Y para entonces sabrás tanto como yo.
Jazz asintió con la cabeza.
—Estás haciendo una obra de caridad —le dijo mirándola mientras se metía en el saco de dormir.
Después, reprimiendo un bostezo, dijo:
—¿Zek?
—¿Sí? —dijo ella volviendo la cabeza hacia Jazz y mirándolo con una extraña mezcla de espiritualidad e ingenuidad en el gesto.
—Cuando todo esto haya terminado, pienso que quizá tú y yo…
Ella negó con un movimiento de cabeza y lo interrumpió.
—Nos sentimos atraídos mutuamente porque no tenemos otra cosa —dijo Zek—. Cuando estemos en las cuevas podemos estar juntos, si es eso lo que quieres. Pero no te figures que sea una generosidad mía, porque la verdad es que también yo lo deseo. Pero no me hagas ninguna promesa ni me hables de que si pasa esto haremos esto otro ni de cuándo podemos hacerlo, ¿de acuerdo? Ahora no sabemos qué podremos hacer ni mucho menos cuándo. Si tenemos la suerte de volver a casa, será como salir de las tinieblas para penetrar en la luz. Es posible que entonces nos veamos con ojos muy diferentes. Dejemos las cosas tal como están.
Jazz esbozó una sonrisa, volvió a bostezar y asintió con la cabeza. ¡Vaya mujer endiablada!
—De acuerdo, Zek, pero yo siempre he sido optimista, y por eso ahora quiero asegurarte que nos saldremos con la nuestra.
Ella se dejó caer para atrás, cerró los ojos y dijo:
—Está bien, yo a eso también le llamo optimismo. Sería un final de viaje libre de preocupaciones… y del Viajero… y…
—Y en cuanto al futuro, ¿qué?
—¡Ah, el futuro! —dijo ella asintiendo—. ¡Brindo por el futuro! Dios sabe que tiene que ser forzosamente mejor que el pasado…
Desde Leipzig, Harry Keogh regresó directamente al cuartel general de la Rama-E de Londres. Se materializó en el arsenal, una habitación apenas más grande que un armario, cogió una pistola automática Browning de 9 mm y tres cargadores (para lo cual firmó el correspondiente recibo) y salió del lugar casi antes de que las alarmas comenzaran a sonar.
Después regresó al piso de Jazz Simmons, donde se puso una camisa negra, un jersey y unos pantalones. Finalmente se dirigió a Bonnyrigg, cerca de Edimburgo, para hacer una visita a su madre. Esto no era totalmente necesario, puesto que una vez Harry se había comunicado con un muerto, generalmente podía volver a hablar con él incluso a gran distancia, si bien siempre que le era posible, consideraba que era mucho más cortés, más íntimo y más personal establecer el contacto en el lugar de reposo final del difunto o en el lugar donde había muerto.
—Mamá —dijo, así que llegó a la orilla del río, donde el agua gorgoteaba oscura y profunda—, mamá, soy Harry.
¡Harry!, exclamó ella al momento. ¡Qué contenta estoy de que hayas venido! Ya estaba empezando a buscarte.
—¿Ah, sí? ¿Ocurre algo, mamá?
Me preguntabas por gente que había muerto en los Urales Superiores.
—¿Te refieres a Jazz Simmons?
Harry tuvo la sensación de que el suelo desaparecía debajo de sus pies. Si Simmons había muerto en este mundo, esto echaba por los suelos todas las teorías de Harry y de Möbius. Y dejaba a Brenda y a Harry hijo desamparados en cualquier parte.
Sin embargo, pareció que su madre quedaba sorprendida.
¿Quién dices? ¡No, no se trata de él! A éste no lo hemos podido encontrar. Se trata de otra persona, una que lo conocía.
—¿Una persona que conocía a Jazz Simmons? ¿Dónde? ¿En Perchorsk?
La voz de Harry dejaba traslucir una sensación de alivio.
—¿De quién estás hablando, mamá?
Dentro de la cabeza de Harry hablaba una voz diferente, una voz que le resultaba nueva. Una voz que decía:
Ella se está refiriendo a mí, Harry. Yo soy Kazimir Kirescu. Yo conocí a Jazz, realmente fue así, y ahora lo estoy pagando. No le echo las culpas a él, pero a alguien hay que echárselas. Sí, a varias personas. Así es que, hijo, si tú puedes ayudarme, también a mí me complacerá ayudarte.
—¿Ayudarte? —repitió Harry, que seguía de pie a la orilla del río, allí en Escocia, y hablaba con una persona muerta que en realidad se encontraba a cuatro mil kilómetros de distancia, cosa que le parecía perfectamente natural—. Pero ¿cómo puedo ayudarte, Kazimir? Después de todo, tú estás muerto.
Sí, pero se trata de la forma de mi muerte y del lugar donde ahora me encuentro.
—Quieres vengarte a través de mí, ¿verdad?
En parte sí, pero lo que quiero sobre todo es estar tranquilo…
Harry frunció el entrecejo, porque se daba cuenta de que los muertos a menudo eran más imprecisos que los vivos.
—Tal vez sería mejor que te hiciera una visita. Quiero decir que todo esto es muy impersonal. ¿Es seguro el lugar donde te encuentras?
Aquí nunca se está seguro, Harry, le dijo Kazimir. Y ese sitio donde estoy es realmente horrible. Lo que te puedo decir es esto: que me encuentro en una habitación del Perchorsk Projekt y que en este momento estoy solo. Por lo menos no hay nadie conmigo. Pero… ¿tienes buen estómago, Harry? ¿Cómo están tus nervios?
Harry esbozó una breve sonrisa.
—Tengo un estómago bastante fuerte, Kazimir, y creo que mis nervios aguantarán bien.
Pero de pronto la sonrisa se borró de su rostro al preguntarse cuál podía ser aquella situación.
Entonces ven, dijo el viejo, pero no digas que no te he avisado.
Harry se mostró más cauteloso. De todos modos, ya tenía intención de visitar Perchorsk. Ésta era la razón de que hubiera ido a ver a su madre, para que los amigos de ésta pudieran guiarlo a aquel lugar. Ahora, sin embargo…
—Dime esto simplemente —dijo—, si voy ahora mismo, ¿pondré en peligro mi vida?
No, ¡ni hablar! Ya te he dicho que puedes venir cuando quieras y que no habrá nadie que nos moleste…, pese a que esta posibilidad subsiste siempre. De todos modos… estoy con algo que no es desagradable del todo.
La voz mental del viejo era estremecedora.
—Está bien, iré —dijo Harry—. Procura no dejar de hablar conmigo y acudiré donde tú estás.
Conjuró una puerta de Möbius y siguió los pensamientos de Kazimir hasta su fuente…
En Perchorsk era la una de la madrugada. La habitación de la cosa estaba a oscuras y la única iluminación procedía de las luces rojas del techo. Harry salió del continuo de Möbius en aquel punto, echó una mirada a su alrededor, escrutó la oscuridad rojiza y sintió el siniestro corazón del lugar palpitando a través del suelo debajo de sus pies. Después vio el tanque y la forma que se movía en su interior, si bien de momento le fue imposible discernir de qué forma se trataba.
¡Soy yo!, dijo Kazimir Kirescu. Éste es mi lugar de descanso, aunque la verdad es que no descanso.
—¿No descansas? —repitió Harry, aunque en voz baja.
En la pared había interruptores eléctricos y Harry se acercó a ellos para encender las luces, que fueron iluminándose lentamente.
—¡Oh, Dios mío! —dijo Harry en un murmullo tembloroso—. ¿Kazimir?
Esto es lo que me comió, respondió el otro, hablando con una voz tan horripilante como la del propio Harry. Es aquí donde me encuentro. No me importa demasiado estar muerto, Harry, pero me gustaría estar tranquilo.
Harry atravesó, indeciso, la habitación en dirección a la criatura que estaba en el tanque. Se parecía a una babosa o a un caracol y su pie arrugado o la parte inferior de su cuerpo se movía con una especie de latido, agarrado como estaba a la pared de vidrio, mientras que en la parte superior de un cuello que pendía indolente se veía una cabeza casi humana con el rostro de un viejo. De unos hombros que tenían la consistencia de la goma colgaban unos «brazos» fláccidos que parecían no tener huesos en el interior, en tanto que varios ojos rudimentarios y húmedos observaban de manera inexpresiva a su alrededor, abiertos como ventosas en la piel oscura de aquella criatura. Sus ojos normales, los del rostro del viejo, se movían de acá para allá como para compensar el lánguido balanceo de la cabeza y se mantenían obstinadamente clavados en Harry. Pero su normalidad estribaba únicamente en el hecho de que ocupaban una cara; aparte de esto, eran uniformemente escarlatas.
Mi rostro, dijo Kazimir con un sollozo, pero no mis ojos, Harry. Vivo o muerto, ningún hombre debería convertirse en parte de esta cosa.
Y entonces, mientras Harry seguía observando aquella monstruosidad, Kazimir le contó todo lo que sabía del Perchorsk Projekt, así como los acontecimientos que lo habían conducido a la difícil situación en la que ahora se encontraba…
Quince minutos más tarde y a sólo cincuenta metros de distancia, el comandante de la KGB Chingiz Khuv se despertaba y se sentaba tembloroso al borde de la cama. Estaba caliente, febril. Había estado soñando, había tenido una pesadilla, pero los sueños estaban desvaneciéndose rápidamente ante la realidad. La realidad, como sabía muy bien Khuv, constituía a veces una pesadilla peor que el sueño. Especialmente aquí en Perchorsk. Pero era como si los sueños no recordados fueran premonitorios. Los nervios de Khuv se crisparon al oír el zumbido del timbre de la puerta. Se levantó, se echó encima una bata y acudió a la puerta.
Era Paul Savinkov, resoplando y jadeando debido a los esfuerzos y con las manos gordezuelas sacudidas por un temblor.
—¿Qué te pasa, Paul? —dijo Khuv barriéndose el sueño de los ojos con un gesto de la mano.
—No estamos totalmente seguros, comandante, pero… Nik Slepak y yo…
Khuv se despertó totalmente. Savinkov y Slepak eran seres especialmente sensibles, capaces de detectar y reconocer emisiones telepáticas extrañas, emanaciones psíquicas, todo cuanto fuera de naturaleza paranormal. Y en cuestiones de espionaje, eran especialistas en la detección y embrollo de sondeos ajenos.
—¿Qué ocurre, Paul? —preguntó Khuv esta vez—. ¿Es que nos están espiando?
Savinkov tragó saliva.
—¡Peor que esto! —dijo—. Creemos…, creemos que hay algo entre nosotros…
Khuv se quedó boquiabierto.
—¿Qué creéis que algo…? —dijo agarrando el brazo de su interlocutor—. Algo procedente de la Puerta, ¿quieres decir?
Savinkov negó con la cabeza. Su rostro grueso estaba reluciente y le brillaban intensamente los ojos.
—No, de la Puerta no. Las cosas esas que han llegado a través de la Puerta dejan un rastro viscoso en la mente. Son seres extraños… a este mundo, por lo menos. Lo que estamos notando aquí no corresponde exactamente a ese tipo de cosas, e incluso podría tratarse de un hombre. Eso es lo que piensa Nik Slepak. Lo que pasa es que no tiene ningún derecho a permanecer aquí. De dos cosas estamos seguros: sea lo que sea, tiene poder. ¡Y se encuentra aquí!
—¿Dónde?
Khuv se sacó la parte superior de la bata y pasó el brazo izquierdo a través del correaje de una pistolera que tenía colgada de una percha situada en la parte interior de la puerta. La pistolera contenía la pistola automática reglamentaria en la KGB. Atándose después el cinturón de la bata, empujó a Savinkov delante de él por el corredor exterior.
—He dicho que dónde —le gritó—. ¿Eres sordo ademas de chiflado? ¿Y Slepak también se ha quedado mudo?
—No sabemos dónde, comandante —dijo, jadeando, el gordo—. Hemos puesto a Leo Grenzel, el especialista en localizaciones, a trabajar en el asunto.
Mientras seguía farfullando excusas, Slepak y Grenzel doblaron corriendo la curva del pasillo y, al descubrir a Khuv y a Savinkov, se apresuraron a ir a su encuentro.
—¿Y bien? —preguntó Khuv a Grenzel, que era un alemán oriental bajito y de rasgos duros.
—El Encuentro Tres —murmuró Grenzel.
Tenía los ojos de un increíble gris intenso, muy grandes en su rostro pequeño, aunque nunca le habían parecido tan grandes como ahora.
Khuv lo miró con el entrecejo fruncido.
—¿Y la cosa del recipiente de vidrio? ¿Qué pasa?
—Está en su sitio —dijo Grenzel asintiendo con la cabeza.
Su cara estaba pálida, extrañamente serena, como la expresión de un sonámbulo. El talento que poseía lo afectaba de esta manera.
Khuv se volvió con viveza a Savinkov.
—¡Tú… ve corriendo a buscar a Vasily Agursky!
Savinkov desapareció rápidamente por el pasillo.
—¡He dicho corriendo! —le gritó Khuv—. Nos encontraremos en la sala donde está la criatura y aseguraos de ir perfectamente armados.
Harry había escuchado la siniestra historia que le había contado Kazimir, por la cual se enteraba del sino que había correspondido a la familia del viejo y en particular a Tassi. También sabía algunas cosas de Chingiz Khuv, de sus espías y de un puñado de matones de la KGB, aunque seguía sin saber nada sobre el secreto del Projekt, cuyas instalaciones estaban en el corazón de aquel lugar. Kazimir no le había ocultado nada, porque la verdad es que no tenía la más mínima idea del asunto.
—¿Y esto…? —dijo Harry—. ¿Sabes qué es?
No, la única cosa que sé es que es algo horrible, respondió Kazimir hablando a la mente de Harry.
—Es un vampiro —le dijo Harry—, por lo menos a mí me lo parece. ¿Sabes cómo ha venido a parar aquí? ¿Quizá lo hicieron aquí?
Yo no sé nada.
Harry asintió con la cabeza y se mordió el labio.
—En cuanto a tu hija, ¿sabes dónde está? Muéstrame un plano mental de este sitio o de la parte que conozcas.
Kazimir, que estaba contento de poder colaborar, dijo:
Ella estaba en la celda situada al lado de la mía.
Harry volvió a asentir con un gesto y dijo:
—Kazimir, te doy mi palabra de que, si consigo encontrarla, la sacaré de esto. Es más, si consigo encontrar a su madre, las reuniré a las dos en un lugar seguro.
El suspiro que mentalmente exhaló el viejo resultó casi audible.
Si lo consigues, no quiero otra cosa. No hace falta que te preocupes por mí.
—Naturalmente que me preocupo por ti. Kazimir. Esa cosa no eres tú. Tú estabas muerto cuando esto…, cuando tú…, tú ya estabas muerto.
Yo me siento parte de esta cosa, porque ella me ha absorbido.
Harry se mordió el labio con más fuerza. Había visto todos los accesorios de la habitación y concibió un plan, aunque no estaba seguro de si surtiría efecto.
—¿Y si yo matara esta cosa? Tú no puedes morir dos veces, Kazimir.
Si la eliminas, seré libre, de eso estoy seguro.
En la voz mental del viejo se advertía una nueva esperanza.
Pero ¿cómo puedes eliminarla?
Harry sabía cómo: la estaca, la espada y el fuego. Si aquella criatura tenía un vampiro en su interior, estas cosas acabarían con ella. Entonces ¿por qué no saltarse los dos primeros pasos y pasar directamente al tercero?
Fuera se oían pisadas, un ruido apenas audible. También oía una alarma, cuyo ronco sonido retumbaba en las entrañas del complejo subterráneo.
—Saben que estoy aquí —dijo Harry—. Hay que obrar con rapidez.
Acercó al recipiente de vidrio el carro de ruedas de Agursky que servía para emitir descargas eléctricas. Era un transformador eléctrico montado sobre ruedas, provisto de un cable grueso y flexible conectado a un enchufe de pared. Tenía un par de abrazaderas en unos plomos de extensión arrollados en espiral, que Harry conectó rápidamente a unos terminales situados en la pane lateral del recipiente. La criatura, al observar sus movimientos, pareció cobrar vida y comenzó a cambiar de color y de forma al tiempo que experimentaba rápidas metamorfosis. Sabía que aquélla era la caja de las sacudidas eléctricas y sabía qué vendría a continuación. O por lo menos eso era lo que se figuraba.
Harry no tuvo tiempo de observar sus contorsiones y, en cualquier caso, tampoco tenía ganas de observarlas. Aunque sentía un ligero mareo, enchufó… y vio que la cosa inmediatamente parecía enloquecer, Harry no perdió tiempo y conectó la corriente. Al punto vio que las abrazaderas comenzaban a chisporrotear, emitían chispas azules, echaban humo y unas fuertes emanaciones de ozono. Las luces de la habitación parpadearon un momento, pero enseguida se afirmaron y volvieron a brillar. A través de los cables eléctricos circuló una corriente de alto voltaje que se transmitió a las paredes de vidrio del recipiente y enseguida la criatura pasó a un primer plano. Inmediatamente se transformó en el retorcido títere de un hombre, con un brazo minúsculo pero con una mano enorme que se convirtió en un gigantesco puño cerrado, un puño casi tan grande como la cabeza de Harry, que se descargó una vez y otra contra la pared de vidrio de su prisión, la pared de su horno crematorio.
La cosa comenzó a derretirse, a gimotear y a fundirse. Todos los fluidos de su cuerpo se pusieron a hervir y emanar vapor. La piel se le arrugaba, se llenaba de ampollas, se agrietaba, iba ennegreciéndose por momentos. Por sus poros desgarrados salían bocanadas de repugnante vapor. Gritaba, gritaba sin parar con la cara de Kazimir, gritaba por su boca, pese a que su voz no era humana. De pronto se rompió el cristal y el enorme puño negro y humeante de la bestia salió al exterior, después de lo cual la criatura se retorció sobre sí misma y murió.
Quedó caída, medio cuerpo dentro y medio cuerpo fuera del recipiente roto, y permaneció inmóvil. Después…
La carne ennegrecida y humeante de su cabeza se rajó como una granada excesivamente madura. Era la cabeza de una cobra que iba contorsionándose movida por aquella sopa que tenía en su interior, una sopa que era el resultado de la fusión de sus sesos hirvientes y humeantes. ¡Era el vampiro! Y había muerto bajo la mirada de Harry.
¡Libre! ¡¡¡Soy libre!!!, gritó Kazimir.
Detrás de Harry la puerta se abrió de golpe… pero él había conjurado otra puerta propia y se fue por ella…