La muerte. Harry se preguntó por qué la habría temido. Porque entre todos los hombres, el necroscopio había sido el único que sabía que no era así. Porque ya había estado allí. Incorpóreo como todas las cosas muertas cuya materia ha fallado por fin, estaba libre de todo. Pero, en su caso, daba la impresión de que una muerte mundana no formaba parte del argumento.
Siempre tuvo constancia de que con la muerte no acababa todo, sino que todo aquello que un hombre persigue en la vida, continuará persiguiéndolo en la vida que hay después de la vida. Harry Keogh había sido un maestro del continuo de Möbius, por lo que no resultaba nada sorprendente encontrarlo allí, en el tiempo de Möbius, retrocediendo como un rayo hacia el pasado remoto de la Tierra de las Estrellas, entre los hilos azules, verdes y rojos. No era una sorpresa…, pero resultaba extraño, porque al final no había invocado una puerta. No había ideado una escapatoria.
Lo cual sólo podía significar que… ¿había sido rescatado?
¿Por quién? Si de verdad alguien había considerado adecuado salvar su mente incorpórea, ¿qué posibilidades podía tener ese Alguien cuando su cuerpo vampírico había sido quemado? Mientras Harry retrocedía velozmente hacia el pasado de la Tierra de las Estrellas, junto a él vio su cuerpo humeante que se enrollaba a su hilo escarlata en dirección a la entrada de la Tierra de las Estrellas, donde se perdía de vista. Y él iba con su cuerpo, pero en forma incorpórea, aparte, desplazándose ciegamente hacia eras desconocidas.
En cuanto al destino de su envoltorio destrozado y quién había sido su guía…
En vida, Harry nunca había estado completamente seguro sobre la existencia de Dios, o de un dios. Pero al regresar a la Tierra de las Estrellas, percibió la llegada, la presencia de una Fuerza y supo entonces que Shaitan también la había percibido. Más aún, había descubierto la fuente de esa Fuerza y que Möbius y Pitágoras estaban en lo cierto.
Harry y su envoltorio inerte eran simples impulsos en la Mente que él había denominado «continuo de Möbius», números enteros en la matriz infinita de la Gran Ecuación Desconocida. Cuando finalmente esa Mente habló, no sintió miedo.
Las cosas siempre tienen un sentido, Harry. ¿Qué sentido tiene la creación si tus esfuerzos han de ser desaprovechados? A veces se acierta y a veces se falla. Pero todas nuestras obras, las mejores y las peores, tienen siempre un sentido.
Harry no discernía si se esperaba que contestara, en cualquier caso no tenía respuesta. Pero sí tenía una pregunta para formular, aunque breve.
—¿Dios?
Percibió una especie de vasto ademán que restaba importancia a la pregunta.
¿Creador, consejero, ángel quizá? Dios está…, digamos que Dios está unos cuantos peldaños más arriba. ¡Ya sabes bien que su mente es vasta! Llevamos Sus pensamientos, damos curso a Sus deseos. Lo mejor que podemos.
—He tenido mis dudas —admitió Harry.
Todos hemos dudado alguna vez. También Shaitan dudaba cuando era uno de los nuestros… Aunque él habría tratado de convencer a todos de que tenía razón, en todos los Universos de Luz. ¡Los habría obligado a creer… en él!
Harry tuvo la sensación de que lo comprendía. Y con comprenderlo debería haber bastado. Pero como era o había sido humano, y como veía que su curso se torcía y apartaba de su cadáver, sintió curiosidad. Por eso preguntó:
—¿Y ahora qué?
Tus pies están en los primeros peldaños. Te has salido con la tuya, has escogido tu curso y lo has mantenido fielmente. Representas todo un éxito.
Nosotros aceptamos que nada se desperdicie; sin duda, no desperdiciaríamos a alguien tan valioso como tú. ¡Tal como le ocurrió a Shaitan, no te acordarás de nada, pero sabrás! Aunque a diferencia de lo que le ocurrió a él, que sólo conoció una gran oscuridad, tú conocerás la luz. En todos tus mundos.
—¿En todos mis…?
Dondequiera que te manifiestes. Porque Sus mundos son infinitos, igual que Sus pensamientos.
—¿Y… eso? —preguntó Harry, señalando su cuerpo ennegrecido, que aún avanzaba hacia un objetivo indefinido, y se veía pequeñito en la distancia.
Toda causa tiene su efecto, y todo efecto tiene su causa. No puede acontecer nada que no haya acontecido ya. El mundo de la Tierra del Sol y de la Tierra de las Estrellas fue un fallo en el que ganó el Mal. Tal vez lo pertinente sea ahora un cambio. En él también participará Shaitan, que se ha enfrentado a la luz en muchísimos mundos. Aquí está…, vuelve a empezar, desde el peldaño de abajo. Porque como ya sabes tú muy bien, Harry Keogh, lo que será ya ha sido. El tiempo es relativo.
Le tocó a Harry hacer un ademán, como restándole importancia a la cosa. Sin su vampiro, volvía a ser inocente. La esencia de la inocencia misma.
—Resulta muy difícil comprenderlo, pero supongo que iré aprendiendo a medida que avance.
¡Claro que aprenderás!, le prometió su interlocutor. ¿Estás preparado ya?
El cadáver de Harry se había perdido de vista en la bruma de infinitos matices del pasado. Carecía de cuerpo, era puro pensamiento y no tenía cabeza para asentir; pero su necrolenguaje asintió en su lugar. Mientras su mente incorpórea se fragmentaba en un glorioso estallido —cien esquirlas doradas se separaron y salieron raudas hacia otros tantos mundos—, sus pensamientos e incluso su necrolenguaje tocaron a su fin.
Pero todos y cada uno de esos brillantes fragmentos eran él… y sabrían.
Shaitan despertó sobresaltado y gritó.
Gritó al sentir un conocimiento que cubría una inteligencia anteriormente huérfana, una voluntad sin conocimiento que habitaba en una mente en blanco. Se vio arrodillado a la orilla de unas aguas estancadas y vio su imagen reflejada en las sucias profundidades. Al descubrirse desnudo, sintió vergüenza; pero cuando vio que era hermoso, se sintió orgulloso. Porque la vergüenza y el orgullo son producto del espíritu, no de la inteligencia.
Shaitan se incorporó y vio que podía andar. En la penumbra de un brumoso amanecer, avanzó junto al borde de las aguas oscuras y malolientes de una ciénaga. ¡Comprobó qué desolado y solitario era aquel lugar al que había caído, al que lo habían desterrado! Supo entonces que era un pecador y que aquel lugar era su castigo.
Y al saberlo, su naturaleza quedó definida: instintivamente entendió los conceptos del pecado y el castigo. Creyó que su delito radicaba en su hermosura, y esa creencia era en realidad producto de su orgullo, fuente de todas sus faltas. Porque para Shaitan la belleza era como un poder, y el poder era como un derecho, y el derecho era lo que él le impusiera que fuese.
Impondría a los demás su voluntad.
Con estas reflexiones, se apartó de las aguas hediondas y salió a imponer su voluntad en aquel mundo extraño. Pero en cuanto se apartó de las aguas, el cieno comenzó a hervir y él se detuvo para mirar atrás y ver que unas negras burbujas subían a la superficie.
Las hierbas se abrieron y Shaitan vio surgir ante sus ojos una silueta que flotaba en el aire. Tenía el cuerpo hinchado y quemado, pero el rostro entero. Supo entonces que aquello era un presagio, ¿pero un presagio de qué? Tenía voluntad: esperaría y descubriría qué iba a pasar, o bien continuaría andando, siguiendo su voluntad. Sospechaba que aquella cosa de la ciénaga contenía el Mal; ¿por qué si no iba a estar una cosa tan sucia allí, en un mundo que era nuevo? Permaneció inmóvil durante un momento, como si se encontrara en una encrucijada…, después volvió sobre sus pasos y se arrodilló junto a la ciénaga. Porque se había propuesto conocer ese mal.
Contempló una cara que jamás había visto, y que no recordaría hasta que no hubiera transcurrido una infinidad de años, y no percibió nada importante, salvo que tentaba al destino, cosa que lo enorgullecía y le alegraba hacer. Mientras las bestias de aquel mundo recién nacido se acercaban a aquellas aguas a beber, y mientras las brumas se levantaban de la ciénaga, el Caído contempló su propio futuro allí donde las hierbas lo anclaban al cieno y la escoria.
Al cabo de un momento, los miembros chamuscados del cadáver se abrieron y en ellos aparecieron apiñadas un montón de setas negras que crecían de la carne podrida y abrían las laminillas de sus sombreros. Lanzaron sus esporas en la penumbra que precede al amanecer y Shaitan las aspiró por propia voluntad: su último acto de inocencia.
La rueda ya había dado una vuelta completa y el ciclo había concluido.
Para volver a iniciarse…