Para Melissa, Heather, Anna y Eleanor,

que me invitaron a cenar y a beber vinos exóticos

mientras sus dulces labios evocaban temas extraños y obscenos

con el propósito de disgustar (¿y aguijonear, tal vez?) mi mente.

Hasta que, por fin —aunque demasiado tarde—, me pregunté:

«¿Qué hacen cuatro criaturas totalmente monstruosas como éstas

en un bonito restaurante chino como éste?».