… y fantasías
El necroscopio soñó entonces con Darcy Clarke; no fue exactamente un sueño, sino una especie de pesadilla, porque Darcy estaba muerto y su voz le llegó en forma de necrolenguaje.
Pero no lo recibió con claridad, sino distorsionado, como si mil ecos que reverberaran juntos desde todas direcciones se combinaran para formar un suspiro extraño y discordante.
No podía creer que me hubieras hecho eso, Harry, le dijo Darcy después de identificarse. Me di cuenta en el momento en que me mataron; cuando vi que de verdad podían matarme, supe que tú eras el responsable. Tenía que tratarse de algo que me hiciste en la cabeza cuando estuviste dentro de ella. Mataste aquello que cuidaba de mí y me hiciste vulnerable. Sigo sin poder creer que hicieras algo así y aún no he podido entender por qué. Creí que te conocía, ¡pero no sabía un carajo de ti!
Esto es un sueño, contestó Harry. Es mi conciencia, la poca que conservo aún, que me importuna por haber tratado de protegerme a costa de otro. Es una pesadilla, Darcy, y tú no estás muerto. Soy yo, que me culpo por haberme metido en tu cabeza y tocado unos cuantos hilos. En cuanto al porqué, lo hice para asegurarme de que fueras vulnerable en caso de que te volvieras contra mí, antes de que me marchase de aquí. Porque de todos los poderes que existen en la Sección PES, el tuyo es al que más temo. Te da un margen de acción, te hace invencible. Podría tratar de detenerte una y otra vez y fallar, y tú sólo tendrías que apretar el gatillo una vez para acabar conmigo. Para ti no sería nuevo, podrías hacerlo, porque lo has hecho en otras ocasiones.
La presencia de Darcy a través del necrolenguaje comenzaba a concretarse, a tomar más cuerpo, como si obedeciera a un acto de voluntad; así, su voz fragmentada perdió el eco de fondo y sonó autoritaria:
No es ningún sueño, Harry. Estoy muerto y bien muerto. Y aunque me he acercado a ti mientras estás dormido, deberías darte cuenta. Pero si dudas de mí, ¿por qué no se lo preguntas a tus miles de amigos, a la Gran Mayoría? Las huestes de los muertos te confirmarán que no miento. Soy uno de ellos ahora.
¡Eso es una encerrona!, respondió Harry sonriendo y sacudiendo la cabeza. No puedo recurrir a los muertos porque no quieren saber nada de mí. No olvides que soy un vampiro. No pertenezco ni a los vivos ni a los muertos. Sino que me encuentro en algún punto intermedio, Darcy. Muerto viviente. ¡Wamphyri!
Harry, no hay necesidad de tanto subterfugio, le recordó Darcy con amargura. A mí no me vengas con tus juegos de palabras wamphyri. Reconozco que has ganado. No sé por qué querías que muriera, pero te has salido con la tuya. ¡Estoy muerto! De verdad.
Harry se revolvió en la cama y comenzó a sudar. Algunas veces, como les ocurre a todos los hombres, sus sueños eran pura basura, otras, fantasías eróticas o esotéricas, o simplemente sueños. Pero en otros casos eran mucho más que eso. Aquello comenzaba a parecerle uno de esos casos.
De acuerdo, dijo por fin, aunque todavía no estaba del todo convencido y deseaba con todas sus fuerzas no convencerse, de modo que estás muerto. ¿Quién te mató y por qué?
La Sección, respondió Darcy con el típico tono casual que daba el necrolenguaje. ¿Quién iba a ser? No sé qué le hiciste a mi mente, pero el hecho de que estuvieras metido en ella provocó la aparición de niebla mental. Hurgaste en mi cabeza, desconectaste algo, me quitaste algo y me dejaste tu mancha, tu infección. No digo que me vampirizaras, sino que me…, me echaste a perder. Olieron tu presencia en mí, en el centro de mi ser, y no se atrevieron a correr ningún riesgo. Tal como habías planeado, ¿no?
Harry reflexionó unos instantes y luego respondió:
Darcy, si de verdad estás muerto, si esto no es producto de mi conciencia —porque tienes razón, interferí en tu mente y se que estuvo mal—, pero si de verdad estás muerto, podré averiguarlo cuando despierte. Porque podré volver a hablar contigo otra vez mediante el necrolenguaje, ¿no?
Te esperaré, Harry. Pero… no es fácil. Todavía no he aprendido a compaginarlo todo.
¿Cómo? ¿Quieres explicarte?
Me incineraron y esparcieron mis cenizas, respondió Darcy. Supongo que no hará falta que te explique el porqué. La cuestión es que por ese motivo carezco de punto de referencia. No pertenezco a ningún lugar en especial. Voy según sople el viento, floto a la deriva en las corrientes, ando perdido por las alcantarillas de la ciudad.
El necroscopio sospechó de repente que era verdad y, atormentado, comenzó a dar vueltas y más vueltas en la cama. Darcy percibió su tormento, porque cuando volvió a hablar lo hizo con un tono menos duro, más conciliador.
Si te agravio con mis acusaciones, Harry, es porque tú me has agraviado a mí.
Tiene que ser una pesadilla, dijo Harry, asombrado. ¡Tiene que ser una pesadilla, Darcy! No quería hacerte daño. ¡De todos los hombres que he conocido, eres el único al que no podía lastimar! Bajo ningún concepto. Y no por tu don, sino porque…, por ser tú. Por eso ésta tiene que ser una maldita pesadilla.
Darcy supo entonces que Harry debía ser inocente y que si había que culpar a alguien era a la criatura que llevaba dentro y con la que se estaba convirtiendo rápidamente en una unidad. Lo habría consolado de haber sabido cómo hacerlo, pero volvía a flotar a la deriva, a desintegrarse, y sabía que no tenía la fuerza y los conocimientos para mantenerse unido. Al fin y al cabo, hacía poco que se había muerto.
Volveré… cuando estés despierto, Harry. Trata de ponerte en contacto conmigo entonces. Será… más fácil… si… vienes a… buscarme…
Y Harry volvió a quedar solo. Al menos durante unos instantes. Se relajó, agradecido, se acurrucó en la cama y se hundió más en el sueño. Y como suele ocurrir con los sueños, no tardó en olvidarse del último y se dispuso a tener el siguiente…
El necroscopio soñó con otra persona. Pero en esa ocasión sabía con certeza que se trataba de algo más que un sueño y que su visitante era o había sido algo más que humano. Porque el parásito que llevaba dentro respondió a ese visitante —a ese otro vampiro— en el típico estilo wamphyri que obligó a Harry a preguntar:
¿Quién eres tú, que te atreves a entrar sigilosamente en mis pensamientos dormidos? ¡Responde ahora mismo…, pues en mi mente existen puertas capaces de tragarte entero!
¡Aahh!, le respondió de inmediato. Entonces es verdad. Venciste en el enfrentamiento con Janos, pero también perdiste. Cuánto lo siento, Harry. No sabes cuánto.
Harry lo reconoció.
¡Ken Layard!, exclamó. Te arrancamos la cabeza y quemamos tu cuerpo en las montañas de Halmagiu. Y fuiste de buena gana hacia la muerte.
La muerte no era nada comparada con la perspectiva de ser un muerto viviente, esclavo de]anos Ferenczy, respondió Layard en necrolenguaje. Él también me habría reducido a cenizas…, pero me habría tenido a su merced y me habría resucitado tantas veces como hubiera necesitado de mi poder. Pero es verdad, como tú mismo acabas de decir, que fui de buena gana. Porque sabía que me sería más difícil del otro modo. Y Bodrogk y los tracios actuaron con rapidez. No sentí nada.
A Harry se le amargaron los pensamientos en necrolenguaje.
Pero estoy en deuda contigo, ¿no es así? Una deuda difícil de saldar. Porque lo mires como lo mires, fui yo quien te capturó. Y ahora se disponen a capturarme a mí y por eso has venido a regodearte.
Layard se mostró desconcertado.
Estás muy equivocado, Harry. Escúchame, sé que últimamente has tenido dificultades con las huestes de los muertos, pero todavía conservas algunos amigos.
¿Has venido como amigo, entonces?
He venido a darte las gracias. Por lo de Trevor Jordan.
No te entiendo, dijo Harry, y sacudió la cabeza.
Te doy las gracias por lo que has hecho por él. Y también he venido para ofrecerte mi ayuda, si es que puedo hacer algo por ti.
El necroscopio comenzó a entender.
Trevor era tu amigo y tu colega, ¿verdad? Con él formaste uno de los mejores equipos, una de las mejores sociedades que la Sección PES jamás haya tenido.
¡La mejor!, exclamó Layard. Al morirme, era lógico que tratara de seguirle la pista para saber cómo le iba. Lo que mejor se me daba en vida, después de muerto me resultaba aún más fácil, y en vida fui un localizador como la copa de un pino. Fue una gran suerte para mí, de lo contrario las habría pasado moradas. ¿Yo? ¿Vampiro? Los muertos no querían saber nada de mí, Harry.
De modo que ocupaste parte de tu tiempo localizando a las personas que conociste en vida, ¿eh?
¿Parte de mi tiempo? ¡Todo mi tiempo! Cuando superas el miedo a la muerte, cuando desapareces, todo es muy aburrido. Localicé a Trevor y descubrí que también había muerto. Habría hablado con él, pero no sé qué me hizo la Gran Mayoría que quedé como bloqueado. Entre los muertos hay unos cuantos con poderes increíbles, Harry, y si se lo proponen, pueden hacer cualquier cosa. Cada vez que intentaba hablar con alguien, me lanzaban una descarga en necrolenguaje que me lo impedía. Pero por suerte hubo una excepción…
¿Yo?
¡Exactamente! Harán lo imposible por fastidiarnos, pero no se meterán con nosotros directamente. Si queremos hablarnos, de acuerdo entonces, con tal de que no intentemos pervertir a uno de ellos.
Comprendo, dijo Harry. De manera que el único modo de que pudieras hablar con Trevor era a través de mí.
Así es.
Lo que ocurre es que llegas tarde y tu necrolenguaje no te servirá de nada, porque Trevor está otra vez vivo. Lo cual significa que no podrás comunicarte directamente, sino que habrás de utilizarme como intermediario.
Complicado, pero, en pocas palabras, correcto.
Has elegido un mal momento, le explicó Harry, como disculpándose. Trata de ponerte en contacto conmigo cuando esté despierto.
De acuerdo. Entretanto…, tal vez pueda hacerte un favor.
¿Ah, sí?
Harry, fui un buen tipo durante mucho tiempo antes de que metiera la pata. Incluso hacia el final seguía siendo bastante dueño de la situación. Fui una de las criaturas de Janos, estuve esclavizado por él, sí, pero de haber tenido la más mínima ocasión, de haber sido posible, me lo habría cargado. No fue posible, al menos para mí, así que tuve que morir. Pero no sabes cuánto me alegro de que él también desapareciera. Así que tenemos una deuda pendiente. Y no de las peores. ¿Qué opinión te merece el poder de localizador? ¿Te gustaría ser un localizador, Harry?
Sin duda me vendría muy bien, respondió el necroscopio. Ya cuento con el necrolenguaje, la telepatía y un par de cosas más. Ser capaz de encontrar algo o a alguien a toda prisa sería un extra interesante.
Es lo que yo pensaba. Tal vez podamos hacer un intercambio. Te doy mi don a cambio de poder hablar contigo de vez en cuando y de que me vuelvas a presentar a Trevor Jordan. Quiero decir que nos sirvas de intermediario. A Trevor le gustaría, estoy seguro.
¿Qué implicaría? preguntó Harry, suspicaz.
Pues, verás, ya estoy en tu mente, bueno, al menos estoy en contacto contigo, de manera que supongo que lo que tendrías que hacer es abrirte y dejar que yo penetre. Sé cómo funciona mi don, el mecanismo que me permite ser un localizador, y si logro encontrar algo parecido en ti…
¿Lo activarías?
Sí, más o menos.
Quieres que abra mi mente voluntariamente, ¿no es así?
Layard lanzó una risita seca y ahogada.
Vaya, Harry, veo que ya has jugado a este juego.
Sí, y algunas veces las consecuencias fueron desastrosas.
Layard se puso serio de inmediato.
Harry, yo no llevo esa mierda dentro. Al morir seguía siendo yo. No escondo ninguna carta en la manga.
El necroscopio reflexionó un instante. ¿Qué tenía que perder?
Está bien, dijo, por fin, pero… ya te he advertido que mi mente es un sitio extraño. No trates de jugarme una mala pasada, Ken. No posees mucho, ya lo sé, pero te juro que si tratas de engañarme te quedarás sin nada.
¡Eh, no hace falta que me convenzas!
De acuerdo. Una última cosa. Dijiste que habías venido a darme las gracias por lo que hice por Jordan. Supongo que te refieres a su resurrección, ¿verdad? ¿Cómo te enteraste que lo traje de vuelta?
El hecho de que la Gran Mayoría no me hable no significa que yo no me meta en sus conversaciones de vez en cuando. Además, no sé si sabrás que los muertos no se mueven demasiado. Pero Trevor sí. Por eso deduje que lo que había oído era cierto. Harry, tienes a tu disposición un montón de poderes extraños. ¡Lástima que no consiguieras el de Darcy antes de que se lo cargaran!
El comentario hizo que el necroscopio centrara al máximo su atención en un punto. Permaneció así durante un momento.
¿Ha muerto Darcy? Creí que era una pesadilla. Esperaba que lo fuera. Eso significa que debo abrigar la esperanza de que ésta también lo sea.
Te expreso mis condolencias, Harry, le dijo Layard. Pero es la pura verdad.
Ya nadie me trae buenas noticias… Harry no supo qué decir, sacudió la cabeza y luego retomó el tema anterior. Está bien, Ken, mi mente está a tu disposición.
El localizador entró en ella y salió casi de inmediato.
Tienes razón, Harry, es un sitio de lo más extraño. Es como si fuera radiactivo: ¡caliente y frío a la vez! Pero encontré lo que buscaba o, mejor dicho, no lo encontré. No posees el mecanismo necesario. No hay nada que yo pueda activar.
De todos modos lo has intentado.
Pero tienes el tipo de mente de David Chung.
¿Chung? ¿El localizador espontáneo?
Sí, el mismo. De modo que lo que he hecho ha sido activar ese interruptor. Lo único que necesitarás ahora es algo que pertenezca a quien quieras localizar. ¡Te concentras en el objeto y bingo! Con la diferencia de que siendo quien eres y cuanto eres seguro que se te dará infinitamente mejor que a Chung.
Bueno, dijo Harry, Me parece que vuelvo a estar en deuda contigo. Gracias, Ken.
Ya vendré a cobrártela, le advirtió Layard. Trevor era como mi hermano menor, ¿sabes? Ya me voy y te dejo dormir un poco. Estás cansado, Harry, física y mentalmente cansado.
Layard retrocedió hasta desaparecer y la mente del necroscopio se despejó a la espera de lo que siguiera después. Y no tardó en llegar.
Soñó con Penny. ¿Pero sería un sueño… o sólo una fantasía? Incluso en sueños se lo preguntaba: ¿era una necesidad de la psique, formaría parte de la clasificación de los hechos mundanos del subconsciente en categorías como cosas olvidables, trivialidades varias, asuntos de extrema importancia, o sería sencillamente el resto de alguna sensación lujuriosa que le había inspirado la muchacha mientras estaba despierto?
Sabía que la muchacha muerta se había quedado prendada de él. Quedó claro incluso en el primer encuentro. Porque al fin y al cabo, ¿cuántos hombres logran ver a sus damas desnudas en la primera cita? ¡En la época de Harry, poquísimos! Tal vez aquello fuera la extrapolación de una elaboración de su subconsciente que debería haberse titulado «De cómo habrían sido las cosas si Harry Keogh hubiera tenido tiempo libre y no hubiera sido un asqueroso vampiro».
Fuera lo que fuese, resultaba como un bálsamo para su mente atormentada después de la pesadilla que había tenido con Johnny Found, el delirio de las acusaciones de Darcy Clarke y las revelaciones de Ken Layard; además, resultaba un alivio físico, porque reaccionó a las caricias de Penny y la amó con su cuerpo como cualquier hombre ama a una mujer. Sin embargo, la iniciativa fue toda de la chica —tenía que serlo—, de lo contrario, el cansancio que sentía lo habría hundido aún más en un sueño sin sueños.
Harry se preguntó también cómo era posible que la muchacha supiera hacer de todo. Porque le constaba que era inocente…, su pequeña inocente, cuya muerte pronto vengaría.
—¿No es suficiente que me hayas resucitado? —susurró ella, mientras guiaba sus dedos laxos hacia los pezones erectos—. ¿Es preciso que vayas tras él? ¿Sabes, Harry? He reflexionado mucho desde que todo esto ocurrió. Tengo muchos motivos para estar contenta. Estuve muerta y ahora estoy viva. Sería un poco ingrato de mi parte si quisiera vengarme. Al principio era cuanto quería, lo sé, pero ahora no estoy tan segura. Pero me contentaré contigo.
Harry se tumbó y la escuchó; sintió cómo sus deditos suaves se apretaban contra su carne allí donde latía, pero despacio, como un motor ronroneante a la espera de que se abra el estárter. Y en la oscuridad se sentó a su lado, encogida, encima de él, y le dio palmaditas con las manos hasta que él se balanceó de un lado al otro, dando manotazos en la oscuridad.
¿Son instintivas las artes sexuales en algunas personas? Harry no recordaba quién le había enseñado a él. ¿O acaso ya sabía? Tal vez lo recordara al despertar. Pero todavía no quería despertar. Así, dormido, era sólo un hombre. Ya no era el necroscopio, ni el vampiro, sólo un hombre que amaba y era amado y esperaba el dulce momento de éxtasis en que el corazón de la feminidad de Penny descendiera sobre su carne, que cantaba en silencio. Un hombre que esperaba contra toda esperanza que el sueño no desapareciera o cambiara de curso para poder alcanzar el orgasmo. Habían transcurrido algunas semanas desde la última vez que hiciera el amor, pero tenía la impresión de que llevaba ya una eternidad. Se notó henchido, a punto de estallar. Tal vez fuera porque estaba con aquella chica, con Penny, tal vez fuera porque actuaba sólo como un ser humano, algo que no volvería a ocurrir a partir de entonces.
El patetismo de aquella situación fue tan grande que, cuando por fin la muchacha deslizó su cuerpo joven y dulce sobre el suyo, eyaculó casi de inmediato, como un muchachito impetuoso al acariciar los pechos de su primer amor. Al sentirlo temblar dentro de ella —al notar el calor de su semen— se apretó más contra él hasta que dejó de moverse, después de derramar la última gota.
A continuación, el gradual resurgir de su deseo fue lento, firme, y ella lo guió sin titubear hasta que volvió a penetrarla.
Esta vez se tendieron de lado y con la mano izquierda él le acarició, le apretó y le comprimió la nalga derecha mientras el tubo estrecho de la vagina de la muchacha se cerraba alrededor de él en busca del néctar del amor y la vida. Harry pensó: Si esto fuera real, no me atrevería, por temor a dejarla preñada con mi maldito «néctar de la vida». Peor aún, ¡con mi esperma contaminado de wamphyri!
En el fondo de su ser, el vampiro que llevaba dentro se rió de él. ¿Néctar de la vida? La espuma salvaje de la lujuria, dirás más bien. Porque como todo el mundo sabe, sólo la sangre es la verdadera vida.
—¡Harry! —la muchacha le arañó los hombros, frotó con furia sus senos generosos contra su pecho—. ¡Harry! —volvió a gritar jadeante—. ¡Ya…, ya…, ya…, sí…!
Saber que ella había alcanzado el orgasmo, sentir su humedad y sus temblores lo ayudó a llegar el clímax. Pero también a recuperar el sentido. Despertó de pronto empapado en sudor, atenazado por fluidos y el olor penetrante de la reciente relación…, porque nada de lo que había experimentado se desvaneció para volver a quedar sepultado en las profundidades de su subconsciente. ¡Porque no había sido un sueño efímero! ¡Había sido terriblemente real!
¡Porque Penny estaba junto a él, en la cama!
Harry gritó asombrado, abrió los ojos y se sentó de golpe en la cama revuelta.
—¡Tranquilo, no te asustes! —le pidió Penny, lo asió por las muñecas y luego vio sus ojos—. ¡Oh! —exclamó, y se llevó la mano a la boca.
A Harry le daba vueltas la cabeza. ¿Qué diablos ocurría allí? ¿Cómo había entrado Penny en su casa? ¿Dónde estaba Jordan?
—¿Oh? —repitió él por fin—. ¡Maldita sea, Penny, no sabes lo que acabas de hacer!
Apartó las mantas, se vistió a toda prisa; ella lo siguió desnuda, lo detuvo y tendió la mano temblorosa para tocarle la cara iluminada de rojo en la oscuridad de la habitación.
—Cuando estaba muerta —le explicó con un hilo de voz—, trataron de decirme que eras un monstruo. No les hice caso, porque no quería hablar con los muertos. Pero recuerdo que me dijeron que existía la vida y la muerte y un lugar intermedio. Que la gente existe en los dos primeros lugares, pero no en el tercero, que queda reservado a…
—A los vampiros —la interrumpió Harry, con brusquedad—. Allí están ellos y sus víctimas, las personas a las que convierten en vampiros. ¡Y las muchachas tontas que por su comportamiento inconsciente permiten que las conviertan en vampiros!
—Pero no has tomado mi sangre, Harry. ¡Ni siquiera me has hecho sangrar! —gritó ella, desafiante—. Tengo casi diecinueve años y además no era virgen. Estuve…, estuve saliendo con un hombre durante un año entero.
—¡Salir con un hombre! —exclamó Harry—. ¡Eres una niña!
—¡Y tú eres un anticuado! ¡Estamos en mil novecientos ochenta y nueve! Hoy en día hay montones de chicas, de chicas británicas que se casan a los dieciséis o diecisiete años. Y muchas más prefieren no casarse y vivir con sus novios. No soy una niña. ¿Quieres decirme que mi cuerpo te pareció el de una niña?
—¡Sí! —exclamó; rechinó los dientes, la envolvió en sus brazos y gimió—: No. Te has comportado como…, como una mujer. Pero insisto en que has sido tonta. Penny, no lo entiendes. No es preciso que te hiciera sangrar. Ahora llevas dentro algo mío. No es mucho, pero no hace falta que lo sea, porque con poco basta para cambiarte.
—Pues me da igual con tal de poder estar contigo. —Lo atrajo hacia sí—. Tú me resucitaste, Harry, me devolviste la vida. Valga lo que valga, te la debo a ti. Toda. Y quiero que sea tuya.
—¿Te has escapado de casa? —preguntó, y la apartó de sí y la mantuvo a distancia.
—Me he marchado de casa —repuso con un suspiro—. No olvides que estamos en mil novecientos ochenta y nueve.
Tenía ganas de pegarle, pero no pudo. Y pensó: ¡Santo Dios, está unida a mí como una esclava! Pero ya lo estaba antes de que esto ocurriera. Con la diferencia de que entonces me dije que estaba prendada de mí. ¡Dios mío, por favor, no permitas que nada mío ni de eso esté en ella!
Se le despejó la cabeza; el sueño y cuanto lo había acompañado fue disipándose y entonces comprendió a fondo la situación.
—¿Qué hora es? —preguntó, mientras echaba un vistazo al reloj. Eran sólo las diez y media de la noche—. ¿Cómo me has encontrado? Y lo que es más importante, ¿cómo has entrado?
La muchacha percibió su nerviosismo y reaccionó preguntando, asustada:
—¿Ocurre algo malo, Harry?
Harry encendió las luces y entonces su cara adquirió un aspecto más normal.
—Cuando estuve aquí —dijo ella—, vi la dirección en unas cartas que te enviaron. Me acordaba de tu dirección del mismo modo que me acuerdo de todo lo referente a ti. La verdad es que no he dejado de pensar en ti ni un solo minuto. Sabía que tendría que volver a tu lado. Costara lo que costase.
—¿Y Trevor Jordan te dejó entrar? ¿Sin despertarme? —Harry abrió la puerta de su dormitorio de sopetón—. ¡Trevor! —gritó—. ¿Quieres subir ahora mismo, maldita sea?
No hubo respuesta; Penny sacudió la cabeza.
Harry la miró: las piernas largas, el cabello rubio, los ojos azules. Vio sus pechos firmes, sus muslos y su trasero, todo su cuerpo joven y hermoso. Y un mohín de la boca que no era del todo ingenuo, pero que le daba un aspecto sexy y un tanto provocativo. La primera vez que la había visto así, desnuda, su carne estaba plagada de agujeros negros. Pero ya estaba entera otra vez. Entera, pero probablemente impía.
—Será mejor que te vistas —le dijo—. ¿Y Jordan?
—Se ha ido —le explicó ella mientras se vestía—. Le dije que tenía que estar contigo, pero no le aclaré cómo. Me hizo prometer que cuidaría de ti y me pidió que me despidiera en su nombre.
—¿Es todo?
—No, también me dijo que no debía quedarme. Cuando vio que no me convencería, se marchó. Dijo que tú lo entenderías. Ah, recuerdo además que me dijo que esperaba que la…, ¿la Sección PES…? lo entendiera también. Por su bien.
—La Sección PES —repitió Harry, y después, al acordarse de su sueño, exclamó—: ¡Darcy!
—¿Qué? —Penny ya estaba vestida y lo miraba fijamente.
—Baja —le ordenó—. Prepara café para ti. En la nevera hay vino tinto. Sírveme una copa.
—Harry, yo…
—¡Obedece!
Bajó.
Cuando estuvo solo, Harry envió sus pensamientos en necrolenguaje en busca de Darcy Clarke y rogó para no encontrarlo…, pero lo encontró. Volaba con el viento, flotaba a la deriva en las corrientes, como pecios. ¿O tal vez como la carga lanzada al mar desde la borda de un barco en peligro? Sí, eso era. Sacrificado en aras de un bien mayor.
El necroscopio se sentó en el borde de la cama y derramó varias lágrimas calientes. Su humanidad reaccionaba amplificada por las abrumadoras emociones wamphyri. Aunque sólo hubiera sido humano también habría llorado, con la diferencia de que entonces sus lágrimas no habrían quemado como la erupción del volcán que rugía en su interior.
—Darcy, ¿quién fue?
Fuiste tú, Harry. El necrolenguaje de Darcy le llegaba débilmente, como el sonido del viento sobre el mar que se oye en una caracola.
—¡Dios santo, ya lo sé! —Harry sintió como si le hubieran clavado un cuchillo en el corazón—. ¿Pero quién fue el autor material? ¿Quién te quitó la vida? ¿Y… cómo has muerto? ¿No habrá sido al estilo antiguo?
¿La hoguera, la espada, el fuego? No, con una bala. En realidad fueron dos. Lo del fuego vino después.
—¿Y tu verdugo?
¿Por qué? ¿Para que puedas perseguirlo? No, Harry, no. Al fin y al cabo no hacía más que cumplir con su deber, y era evidente que sospechaba que yo era una amenaza letal. Además…, la verdad es que pude haber sido más prudente. De manera que tal vez la culpa sea tanto mía como tuya. Pero, por otra parte, si hubiera sabido que ya no estaba protegido, tal vez habría sido más cuidadoso.
—¿No vas a decirme quién te mató?
Ya te lo he dicho. Fuiste tú.
—Entonces lo averiguaré en otro momento, alguien me lo dirá.
¿Por qué no robas ese nombre de mi necrolenguaje mental?
—No hago esas cosas. Y menos a mis amigos. Si tú no me lo dices por tu propia voluntad, entonces tendré que averiguarlo por otro medio.
Has robado, y no sólo información, y sin duda no fue por mi propia voluntad. Por eso soy un amigo muerto. Uno más de la Gran Mayoría.
Una tercera persona preguntó:
—¿Qué es lo que averiguarás por otro medio?
Harry se sobresaltó. Era Penny, que estaba en el umbral de la puerta, con una copa de vino tinto en la mano. Había oído al necroscopio que hablaba solo.
Harry perdió la concentración, el necrolenguaje de Darcy Clarke se desintegró y perdieron el contacto. Pero Harry no estaba enfadado con Penny. Porque si hubiera continuado hablando con Darcy se habrían separado de una forma mucho más violenta.
—Bajemos —le dijo—. Salgamos al jardín. Hace una noche cálida. ¿Han salido las estrellas? Me gustaría ver las estrellas. Y pensar.
Le gustaría ver sus estrellas, sí, las constelaciones familiares. Porque, quién podía saberlo, tal vez fuera su última oportunidad. Y las estrellas de la Tierra de las Estrellas eran muy diferentes. Y quería pensar. Sobre lo que Penny le había dicho. ¿De verdad era necesario que se vengara de Johnny Found? ¿Y por qué diablos tenía que saber quién había matado a Darcy Clarke? Al fin y al cabo, Darcy tampoco era vengativo.
Además, estaban Ken Layard y su don. Harry era un localizador. En realidad, en cierto modo siempre lo había sido. Por medio de la telepatía podía buscar y descubrir sin dificultades a sus conocidos, como Zek y Trevor. Y cuando le presentaban a una persona muerta, a partir de ese momento siempre había sido capaz de llegar hasta su tumba. E, independientemente de la distancia, rara vez tenía dificultades para conversar con sus amigos muertos. Pero en ese momento, las huestes de los muertos ya no querían hablar con él.
Algunos sí, dijo otra voz en su mente metafísica, una voz que le cayó como una ducha en un día de calor bochornoso. Era Pamela Trotter y fue como un soplo de aire fresco.
Penny había salido al jardín con el necroscopio, pero evidentemente no había oído el necrolenguaje de Pamela. Harry le pidió que entrara, de lo contrario no habría hecho más que preguntar, hablar y distraerlo. Cuando se disponía a marcharse a la casa, le lanzó una mirada, como si fuera a llorar.
—No te aparto de mi lado —aclaró—, pero necesito estar unos minutos a solas. Después tendremos todo el tiempo para estar juntos. —Porque tendré que vigilarte hasta que esté seguro de que eres tú misma. Y si ha sucedido lo peor, hasta que esté seguro de que te has convertido en otra cosa.
Sus pensamientos estaban expresados en necrolenguaje y Pamela los captó. Penny regresaba a la casa cuando la ex prostituta intervino:
¿Una amante vampiro, Harry? ¡Estoy celosa!
—Pues no deberías estarlo. —Sacudió la cabeza y le explicó lo que había ocurrido y el problema en el que Penny se había metido.
¡Eh, ya lo quisiera para mí!, le espetó Pamela. ¡Ya me gustaría ser una muerta viviente con alguien como tú! Pero ya es tarde para eso. Ya no estoy para jueguecitos. Aunque quizás una última vez no estaría mal, ¿eh? Con el hombre adecuado, ¿sabes?
Se quedó callada y esperó una respuesta; una pausa larga y preñada que casi lo impulsa a echarse atrás. Pero no tenía esa intención. Finalmente le preguntó:
—¿Crees que deberíamos seguir adelante?
Pues, verás, no cabe duda de quién tiene la sartén por el mango.
—¿Ah, no?
Tú llevas ventaja, Harry…, tu parte humana, al menos. Porque si el que dominara fuera tu vampiro, no tendrías tantas dudas. Sabrías qué es lo correcto.
Harry lanzó un bufido y le contestó:
—¿Qué mi vampiro sabría qué es lo mejor? Lo mejor para él, tal vez sí.
¿Qué problema hay entonces? (Se estaba impacientando.) Eres una sola persona, o al menos lo serás.
—Mi problema es simple —respondió el necroscopio—. Si mi lado oscuro domina, el lado humano pierde…, quizá para siempre. Tal vez debería dejar que la policía atrapara a Johnny Found. Sé que si lo dejo en sus manos, acabarán atrapándolo, porque ya están sobre su pista. Pero…
¡Pero teníamos un trato!, lo interrumpió. No puedo creer que te eches atrás ahora. ¡Estabas tan convencido! ¿Crees que dejé que entraras en mi mente y leyeras lo que leíste para nada? ¿Y las otras chicas? ¿Es que han muerto por nada, sin la posibilidad de saldar cuentas? Eras la única oportunidad que tenemos, Harry. ¿Y ahora pretendes dejar que la policía lo atrape? ¡Qué le den por culo a la policía! ¡Seguro que ni siquiera sabrán qué hacer con él! ¡Acabarán internándolo en un manicomio durante un par de años y después lo volverán a soltar! ¡No! Tenías razón cuando dijiste que tiene que pagar ahora. La factura entera.
Levantó las manos y rogó:
—Espera, Pamela…
¡No espero nada! ¡Eres un vampiro… de mierda! ¿Es que yo y los demás hemos estado averiguando cosas para nada?
Aquello cogió a Harry por sorpresa.
—¿Los otros?
He hecho amigos, a ver si te enteras. Y quieren ayudar.
—Bueno, pues que ayuden…
Al cabo de una larga y angustiosa pausa, Pamela le preguntó:
¿Entonces no has cambiado de opinión?
Sacudió la cabeza y contestó:
—Ni por un momento. No hacía más que reflexionar en voz alta. Eres tú la que viene aquí hecha un basilisco.
Permaneció callada durante un instante y luego le dijo:
Creo que hace un momento permitiste deliberadamente que me saliera de mis casillas.
—Es posible —reconoció—. Pero nosotros, los vampiros de mierda, somos así, discutimos por el placer de discutir.
Lo siento, Harry (se sintió completamente tonta), pero es que ya lo tenemos todo dispuesto. Y la cuestión es que cuando me puse en contacto contigo, tuve la impresión de que estabas reconsiderando las cosas.
—No —repitió—, sólo reflexionaba en voz alta, o quizá discutía conmigo mismo, por el placer de hacerlo. ¿Qué querías?
Casi alcanzó a oír el suspiro de alivio de la muchacha.
Esperaba que tuvieras idea de cuándo podemos…
—Pronto —la interrumpió—. Tendrá que ser muy pronto. —Para sus adentros, añadió: Porque si voy a atrapar a Johnny Found, tendrá que ser antes de que la Sección PES me atrape a mí. Si es que no los tengo ya sobre los talones.
Tenía la fuerte sospecha de que era así…, no, sabía que lo seguían de cerca…, y la noche iba a probar que no se equivocaba…
Harry se terminó la copa y entró en la casa.
Penny lo esperaba, pálida y hermosa, con una pregunta escrita en el rostro: ¿qué será de nosotros? El necroscopio no estaba seguro todavía y se limitó a besarla. Fue entonces cuando la muchacha le preguntó cómo había ocurrido. Era algo que él se preguntaba una y otra vez, hasta que logró dar con la respuesta.
En pocas palabras le habló de la casa del viejo Faethor Ferenczy en Ploiesti, Rumania: las ruinas donde había vivido un antiguo padre de vampiros, donde a esas alturas las excavadoras lo habrían arrasado todo para permitir la construcción de un mausoleo de cemento que se elevaría hacia los cielos grises. Pero la enorme colmena no se erigiría en memoria de la maldad de Faethor (porque había sido misterioso hasta el final, de manera que ningún ser viviente lo recordaba ya), sino en memoria de la obsesión agroindustrial del demente de Ceausescu.
Allí ya no quedaba nada de Faethor, y si algo quedaba, era sólo un recuerdo. Pero era un recuerdo que no perduraba en las personas, sino en la tierra que el Gran Vampiro había contaminado.
—Perdí mis poderes —explicó Harry—. Ya no tenía el necrolenguaje y había quedado excluido del continuo de Möbius. Pero Faethor me dijo que él podía arreglarlo todo si me dignaba ir a verlo. Me encontraba con el agua al cuello y no me quedó más remedio; pero acabó devolviéndome mi necrolenguaje y me ayudó a redescubrir el continuo de Möbius. Pero todo aquello no fue más que una parte de su plan, que consistía en regresar, volver como un Poder y una Plaga al mundo de los hombres.
»En cuanto a cómo lo hacía, todavía ignoro si fue un acto de mala voluntad o la reacción automática de una naturaleza extraña. No sé si Faethor lo provocó todo o si sabía que ocurriría espontáneamente. No estoy seguro de si fue algo que él mismo puso en marcha «con premeditación y alevosía» o si sencillamente fue el último estertor del increíble instinto de supervivencia de su vampiro. Lo único que sé a ciencia cierta es que no hay nada más tenaz que un vampiro.
»La mecánica fue algo bien simple: Faethor murió cuando bombardearon su casa durante la guerra. Espetado por una viga que cayó del techo y decapitado por un hombre que pasó por el lugar, al que le dio mucha pena, y su cuerpo se quemó. Nada escapó al fuego… ¿o sí?
»¿Qué pasó con su grasa, su grasa de vampiro, que se fue colando por entre las rendijas que había entre las tablas del suelo para embeber la tierra mientras el fuego destruía el resto de la casa y de la carne de Faethor? Los sacerdotes cristianos de Grecia sabían cómo tratar a los vampiros, sabían que había que quemar hasta el último trozo de los vrykoulakas, porque hasta la más mínima porción tenía el poder de regenerarse.
»En fin, que así es como yo lo veo; el espíritu de Faethor, y no sólo eso, quizá, sino también una parte de la esencia física del monstruo quedaron allí, en la atmósfera de aquel lugar y en la tierra, esperando. ¿Pero esperando qué? ¿Una reactivación? ¿Pero una reactivación por parte de qué? ¿Por parte de Faethor cuando encontrara un contenedor, un vehículo adecuado para pasar al futuro? Yo creo que sí. Y también creo que yo he sido ese vehículo.
»Una parte de él, llámalos los fluidos esenciales, si quieres, había pasado a la tierra que había debajo de las ruinas y escaparon al calor insoportable, y cuando fui a verlo y me tumbé a dormir sobre ese mismo lugar (¡Dios santo, eso hice yo!), esa cosa salió a la superficie para entrar en mí. ¿Pero qué era? Allí no había visto nada más que unos cuantos murciélagos que volaban en la oscuridad y que no se me acercaron.
»No…, no es así, sí que vi algo.
En ese momento, el necroscopio desvió la atención embelesada de Penny hacia un estante de libros que había en la pared, junto a la chimenea. Había allí una docena de volúmenes sobre el mismo tema: los hongos. Miró fijamente los libros y luego a Harry y preguntó:
—¿Setas?
—Setas, hongos venenosos, hongos normales, como verás, poseo una amplia información sobre el tema. En realidad, estas últimas semanas han ocupado gran parte de mi tiempo. —Le entregó uno de los libros titulado Guía de setas y otros hongos y lo abrió en una página, hacia el final, bastante sobada—. No es ése —dijo, y dio unos golpecitos con la uña en la página ilustrada—. Pero es el más parecido que he logrado encontrar. Mi hongo era más negro…, y con toda razón.
La muchacha miró la página y preguntó:
—¿Un champiñón común?
Harry lanzó un bufido y contestó:
—¡No tan común! Al menos la variedad que yo vi no lo era. Cuando me tumbé a dormir no había nada, pero cuando desperté ahí estaban: crecían en anillo y tenían aspecto carnoso, eran como champiñones, pero más pequeños y negros; se pudrían y estallaban al más mínimo movimiento y soltaban unas esporas escarlatas. Recuerdo que estornudé cuando el polvillo me entró por la nariz.
»Y cuando se pudrieron del todo, el hedor que despedían se parecía a…, al hedor de la muerte. No, no se parecía, era la muerte. Recuerdo que el sol los evaporaba. Poco después de aquello, Faethor me deseó lo mejor; sólo eso debió servirme de advertencia; me aconsejó que no perdiera tiempo y completara la tarea que me había propuesto. Me pareció extraño que me dijera precisamente eso, y más rara la forma en que me lo dijo, pero no me paré a reflexionar.
La muchacha sacudió la cabeza y le preguntó:
—Es decir, ¿respiraste las esporas de una seta venenosa y te convertiste en…?
—En vampiro —Harry terminó la frase por ella—. Pero no eran las esporas de una seta venenosa cualquiera. Aquellas cosas se engendraron a partir de los restos de Faethor, de su podredumbre. Eran los engendros de su muerte. Pero… había mucho más. Porque con los años he desarrollado una amplia experiencia con los vampiros, tal vez aprendí demasiado sobre ellos. Quizás esto también forme parte de la cuestión, no estoy seguro. Ya ves por qué no deberías haberte acostado conmigo. En mi caso bastaron unas cuantas esporas. ¿En el tuyo…, qué?
—Pero mientras esté a tu lado… —comenzó a decir.
—Penny —la interrumpió—, no voy a quedarme aquí. Ni siquiera voy a quedarme en este mundo.
—¡No me importa a qué mundo te vayas! —exclamó la muchacha, y se echó en sus brazos—. Llévame contigo, dondequiera que vayas, así estaré siempre a tu lado, para cuidarte.
Bueno pensó, la verdad es que voy a necesitar a alguien. Y tú eres una criatura deliciosa. Y en voz alta dijo:
—Pero no podré irme a ninguna parte hasta que no haya acabado con Found. No es sólo por ti, sino también por las otras chicas que asesinó. Y por una en particular. Se lo prometí.
—¿Found?
—Se llama Johnny Found. Y tengo que capturarlo. Tiene que morir porque es…, es como yo y como todos los demás con los que he tenido que vérmelas: no debió existir nunca, en ningún mundo limpio, al menos. ¡Found tortura incluso a los muertos! ¿No basta la muerte para que, además, tenga que existir él? ¿Y si alguna vez engendrara hijos? ¿Qué serán, eh? ¿Acaso su madre los dejará en el primer portal como dejaron a Johnny? No, hay que detenerlo aquí y ahora.
De sólo pensar en el nigromante, Harry se había puesto furioso, y si no era él, sin duda el vampiro que llevaba dentro. Se preguntó qué estaría haciendo Found en ese momento. Tenía que averiguarlo.
Harry se liberó del abrazo de Penny, apagó la luz, permaneció en la oscuridad y comenzó a buscar con su mente metafísica. Sabía la dirección de Found y cómo llegar a su casa. Envió una sonda hasta allí, a Darlington, a la calle, el edificio, el apartamento de la planta baja y… lo encontró vacío.
Era su oportunidad de llevarse algo que perteneciera al nigromante. ¿Habría alguien vigilando en la calle? Tal vez. Pero con suerte no permanecería allí demasiado tiempo y nadie lo descubriría.
—Penny, ahora he de marcharme. Pero volveré en seguida. Como mucho tardaré unos minutos. Cierra todo con llave y espérame aquí, en la casa. —Sus ojos carmesíes brillaban—. ¡Es mi casa! Que se atrevan a…, a…, y…
—¿Qué se atrevan quiénes? —susurró—. ¿Los de la Sección PES? ¿Qué se atrevan a qué, Harry?
—Tardaré unos minutos, nada más —dijo con voz ronca—. Volveré en un santiamén.