Capítulo quince

Johnny Found[1]

—Le enseñé al guardia mi carnet de la Sección PES —comenzó a relatar Jordan—. Le dije que investigaba la muerte de la chica que habían encontrado al pie de los muros. Le comenté que en la primera investigación se nos cruzaron los cables, porque no era la chica que pensábamos y que por ese motivo volvíamos a empezar de cero.

»Los policías de servicio lo habían leído todo en los periódicos y no era yo el primer investigador que veían. Ni siquiera el primero de hoy. Me comentaron que en el castillo había ya dos policías de paisano que estaban en el comedor de sargentos. Cuando me enteré, la sorpresa me paralizó un momento, mientras le daba vueltas a la información, pero después pensé que daba igual. Al fin y al cabo, pertenezco a la Sección PES, ¿no? O al menos he pertenecido hasta hace poco. Además, nunca he tenido problemas al tratar con los representantes de la ley. De hecho, la policía siempre se había mostrado respetuosa conmigo y con la Sección PES en general. Y viceversa.

»Pregunté cómo llegar al comedor de suboficiales y sargentos y me fui para allí.

»El castillo de Edimburgo es un lugar inmenso y la mayor parte está cerrada al público en general y a los turistas. La mayoría de los turistas sólo sabe que la explanada del castillo es el sitio donde se celebra la Retreta de Edimburgo, y que allí hay espacio para construir un estadio para ocho mil espectadores, con palco real y todo, y una explanada en la que caben las bandas militares y los desfiles de motoristas y demás vehículos, espectáculos de todas partes del mundo, lo que quieras, pero el amplio complejo de piedra que está más allá de Mons Meg, el Cañón de la Una, y Ye Olde Tea Shoppe, o como se llame ese café del peñasco, todo eso sigue siendo un misterio para la mayoría de la gente. Y el castillo empieza a partir del cordón que impide el paso. Pero tú ya has estado allí, Harry, y sabes cómo es: un laberinto de callejones, pasadizos y patios…, un sitio fantástico. En el que es fácil perderse.

»Finalmente encontré el comedor de sargentos y a los dos agentes escoceses de paisano que hablaban con un tal sargento Cook y sus asistentes civiles e iban tomando notas. Les enseñé mi carnet y les pregunté si podía presenciar el interrogatorio, aceptaron sin decir ni pío. Estaban al tanto de que la Sección, a través de Darcy Clarke y tú, les había echado una mano en aquel asunto.

»En fin, que había llegado justo a tiempo, porque hablaban de la noche del asesinato, y hacían hincapié en las entregas de carne refrigerada que se hicieron esa noche en la cocina. Al parecer, los del departamento forense les habían informado que las ropas de Penny estaban manchadas con sangre animal.

»Imagínate cómo me sentí, Harry, estar presente cuando el sargento Cook sacó su registro de entregas para comprobar los detalles de las reses y medias reses que había entregado la Frigis Express. Como es natural, no dije ni palabra, agucé el oído, mantuve la boca cerrada y procuré captar lo máximo posible. Que no fue poco; porque aquel cocinero del comedor de sargentos, corpulento, de cara rojiza y ánimos acalorados es un hombre eficiente por demás. No sólo llevaba un registro con las fechas y las horas de todas las entregas de alimentos, así como copias de los albaranes que firmaba, y que llevaban las firmas de sus proveedores, sino que además apuntaba los números de matrícula de los camiones de reparto. Como es evidente, memoricé el número del camión que hizo el reparto de esa noche.

»El sistema de reparto funciona así:

»Durante el día, la explanada se llena de gente y, además, las calles de Edimburgo no están hechas para que durante el día las transiten camiones con remolque. Por lo tanto, Frigis Express hace el reparto por la noche. Claro que los vehículos grandes no pasan debajo del arco de la sala de guardia ni por el estrecho callejón, así que aparcan abajo, en la explanada, y la cocina manda un conductor en un Land Rover militar a recoger las reses. El conductor de Frigis pasa la carne directamente de la parte trasera del camión a la parte posterior del Land Rover, que después se encarga de subir el pedido a la cocina principal. El conductor de Frigis sube en el Land Rover para que le firmen el albarán de entrega. A veces se toma una cerveza con el sargento cocinero en el despachito de éste, antes de bajar andando hasta su camión, que lo espera en la oscura explanada. Por la noche, como es evidente, la explanada está vacía y al hombre le queda suficiente espacio para maniobrar y hacer girar el vehículo para salir del castillo.

»Bien, los agentes de paisano querían saber si la noche del asesinato se había seguido el mismo procedimiento y, efectivamente, así fue. De hecho, el sargento cocinero conocía bien al camionero; trabajaba para la sucursal de Frigis en Darlington; sí, Darlington, Harry, y cada tres o cuatro semanas hacía el reparto del castillo. Cuando el sargento tenía tiempo, se tomaban juntos una pinta en su oficina.

»En cuanto a su nombre, su firma era ilegible, es probable que lo hubiera hecho adrede…, pero la «F» del apellido se leía con claridad. ¡El sargento dijo que podía jurar que se hacía llamar Johnny!

»Y ahí concluyó la cosa. Cuando los agentes se mostraron satisfechos con lo que habían averiguado, yo salí con ellos. Mientras bajábamos, les comenté lo bien que lo estaban haciendo sin la ayuda de la Sección PES. Era evidente que no sabían a ciencia cierta qué papel desempeñaba la Sección en todo el asunto (diablos, ¿quién lo sabe salvo los miembros de la Sección?), pero intuían que somos una especie de organización de los servicios secretos de alta categoría que se dedica a «tontear», sin hacerlo del todo mal, con cosas psíquicas, como sesiones de espiritismo, adivinación y cosas por el estilo. Supongo que en cierto modo no les falta razón.

»Después nos dedicamos a mirar por encima del muro en distintos lugares y hacia abajo, hacia los jardines y Princes Street, y está claro que hay lugares donde podrías tirar un cuerpo sin que se le rompan los huesos. Los policías parecían interesados sobre todo en mirar en un sitio, y supuse que ahí debía de haber sido donde encontraron a Penny. Eché un vistazo en sus mentes, y supe que había acertado.

»Y al final, cuando me despedí de ellos en la explanada, les dije: «Estaremos en contacto, y si el tal Johnny no es el tipo que buscáis…».

»Pero uno de ellos me interrumpió y me dijo: «Estamos seguros de que él es el que buscamos. Podemos esperar unos días más. En realidad, nos gustaría pescar a este cabrón recogiendo a alguna chica antes de echarle el guante. Ha estado matando con frecuencia y deprisa, de modo que creemos que volverá a intentarlo dentro de muy poco. Como máximo, dentro de un día o dos. Y puedo asegurarle que lo seguiremos de cerca…». El agente se encogió de hombros y ya no quiso decir nada más.

»Les deseé buena suerte y eso fue todo. Me sentía estupendamente por estar vivo, y mucho más por haber logrado avanzar en el caso, así que decidí tomarme una cerveza en el Milla Real. Después de eso, esperé a que tú te pusieras en contacto conmigo. Fin de la historia…

El necroscopio parecía un tanto decepcionado.

—¿No conseguiste una descripción de ese hombre, ni averiguaste cuándo volverá a repartir para Frigis?

—Son cosas que no estaban en sus pensamientos —respondió Jordan, negando con la cabeza—. Además, de haberme concentrado para explorar sus mentes podría haber metido la pata y delatarme. Ya sabes que tú y yo somos telépatas. Cuando nos leemos el pensamiento y nos llega con toda claridad, es porque lo hacemos deliberadamente. Pero leerle el pensamiento a una persona corriente es algo distinto. Las mentes suelen comportarse de un modo disperso, rara vez se concentran en algo más que un momento.

—No era mi intención reñirte. Lo que has hecho es estupendo. Ha funcionado de maravilla…, hasta ahora. Pero quiero averiguar algo sobre los antecedentes de este tipo, como por qué actúa así. Esa clase de datos podrían ser útiles, es todo. Aunque no para mí, al menos para la Sección PES cuando yo me haya ido. Además, me intriga su nombre. Has mencionado antes que Dragosani era un niño expósito. Tal vez haya en eso más de lo que tú creías. Así que… hay un par de cosas que quiero conocer de este Johnny Found. Y quiero llegar a él antes que la policía. Sé que lo acusarán de asesinato, pero lo que ha hecho es mucho más grave y se merece más que eso. Ha actuado con mucha crueldad. Y así tiene que terminar.

El necroscopio acabó la frase con una voz ronca y profunda que se fue apagando cada vez más. Jordan se alegró de no estar leyéndole el pensamiento, pero no pudo evitar pensar para sí: Señor Johnny Found, seas quien seas, o lo que seas, no me gustaría estar en tu lugar ni por todo el oro de Fort Knox.

Ben Trask había convocado la reunión para las dos de la tarde y ante sí tenía a todos los agentes disponibles de la Sección PES. El ministro responsable también estaba presente, y lo acompañaba Geoffrey Paxton, al que Trask no esperaba ver. Pero no dijo nada; había comprendido que la tarea era demasiado importante como para dejar que interfirieran las personalidades de cada uno. Le parecía de lo más incongruente que un espécimen rastrero como Paxton estuviera a salvo y se lo considerara legal, mientras que los buenos elementos como Harry Keogh habían caído en desgracia y estaban a punto de convertirse en víctimas de sus propios métodos.

Porque había sido Harry quien le había enseñado a la Sección cómo proceder en esos casos. Cómo disponerlo todo, qué armas utilizar —la hoguera, la espada, el fuego— y cómo atacar para matar vampiros.

Cuando todos estuvieron presentes, Trask no perdió tiempo y fue al grano.

—A estas alturas, todos ustedes saben en qué se ha convertido Harry Keogh —comenzó—. Es la criatura más peligrosa que jamás haya existido…, en parte porque lleva la plaga del vampirismo, que podría consumirnos a todos y para la que no existe cura. Pues bien, hubo otros antes que Harry, y todos sucumbieron… ¡a manos del necroscopio en persona! Y eso es el otro aspecto que lo hace tan peligroso: lo sabe todo, sobre nosotros, sobre…, en fin, sobre todo. No quiero que me malinterpreten: no es un superhombre ni nunca lo ha sido, pero se parece bastante. Lo cual era estupendo cuando estaba de nuestro lado, pero en estos momentos ya no es tan maravilloso. Ah, sí, y a diferencia de otros vampiros con los que la Sección tuvo que luchar, Harry sabrá que lo perseguimos.

Dejó que comprendieran la importancia de ese detalle y prosiguió:

—Hay otras cosas que lo hacen peligroso. Se ha convertido en telépata, de manera que a partir de ahora los que se dedican a robar pensamientos de entre ustedes deberán vigilar sus mentes. De lo contrario, Harry se meterá en ellas. Y si se entera de lo que tramamos, no se quedará a esperar a que lleguemos, ¿verdad? Además, utiliza la teleportación; se vale de algo llamado el continuo de Möbius para ir y venir a su antojo. Puede estar literalmente en cualquier parte que desee instantáneamente. Ténganlo en cuenta…

»Y por último, pero no por eso menos importante, al menos que sepamos, Harry es también nigromante, como lo fue Dragosani; no, mejor que Dragosani. Porque Dragosani sólo examinaba a sus víctimas. Y Harry puede traérnoslas de entre los muertos, utilizando sus cenizas… y creemos que vuelven como vampiros. Y como tales, obviamente, trabajarán para él. En una palabra, lo que quiero decirles es que cuanto ha logrado anteriormente se encuentra ahora invertido: Harry Keogh es nuestro objetivo. Él y cualquiera que trabaje con él.

»Muchos de ustedes se preguntarán dónde está Darcy Clarke, de manera que voy a ponerlos al corriente. Darcy ha muerto… a raíz de un accidente. —Trask levantó de inmediato la mano para frenar las protestas, porque había visto que algunas caras comenzaban a crisparse y algunas bocas a abrirse para formular preguntas—. Fue una especie de accidente —repitió—, en cierta manera comprensible, aunque no del todo aceptable. He tenido que buscar a fondo en mi alma para aceptarlo así, por lo que comprendo la confusión que sienten ustedes en estos momentos. Pero a Darcy lo habían cambiado. No cabe otra explicación, de lo contrario, no habríamos podido matarlo. Han oído ustedes bien, he dicho «habríamos», y me refiero a la Sección. De haber estado vivo, habría sido nuestro enlace más débil, y tarde o temprano nos habríamos visto obligados a deshacernos de él. Pero está muerto y nadie puede traerlo de vuelta de donde está… ni manipular sus restos. Porque los hemos incinerado (sí, ya lo hemos hecho) y en estos momentos alguien se ocupa de esparcir sus cenizas. Si era uno de los hombres de Harry, lo cual parece probable, entonces, ha dejado de existir.

»Muy bien, he dicho que fue un accidente. Pero el verdadero accidente, o mejor dicho, la verdadera tragedia fue que Darcy Clarke y Harry Keogh eran amigos, y que habían estado estrechamente relacionados. Es así de sencillo. Harry sufrió su «accidente» en las islas griegas o, tal vez, con más probabilidad, en Rumania, hace unas cuantas semanas. Desde entonces, esa cosa se ha apoderado de él por completo. Y es posible que sin que Darcy se enterara, y también sin que el necroscopio mismo estuviera al corriente, la cosa, la enfermedad, el contagio, o como quiera que le llamen ustedes a eso, pasó del uno al otro. Al menos así es como lo veo yo.

»Pero la cuestión es que Darcy se encontraba afectado gravemente por la niebla mental y había perdido su ángel de la guarda, el don que lo había mantenido a salvo a lo largo de las misiones que la Sección le había encomendado durante todos estos años. En cuanto al hecho de que Darcy trabajaba con o para Harry, sabíamos que le pasaba información incluso antes de que tuviésemos la certeza de que lo habían transformado. Resulta difícil determinar cuándo se produjeron estas transformaciones. Tal vez estuvieran latentes durante un cierto tiempo, y acabaron por manifestarse anoche. Fue entonces cuando Harry visitó a Darcy en su casa. No se quedó mucho tiempo, pero cuando se marchó… Darcy quedó envuelto en una niebla mental.

»A eso me refería cuando dije que Darcy había sido transformado, cambiado. Cuando murió, ya no era Darcy Clarke, al menos no el que nosotros conocíamos. Y ahora no es nadie. Pero lo más importante es que ya no representa ni representará nunca una amenaza para la Sección ni para el mundo.

»Por desgracia, no podemos decir lo mismo de Harry Keogh, él sí que es una amenaza, igual que las personas que creemos que ha contaminado. Hay por lo menos dos: una joven llamada Penny Sanderson y… el telépata que conocíamos como Trevor Jordan. —Volvió a levantar la mano—. Ya lo sé, Trevor también era amigo mío. ¡Pero también estaba muerto! Y ya no lo está. Harry Keogh ha resucitado a estas dos personas de sus cenizas…, lo que sin duda confirma en qué se han convertido. ¡En muertos vivientes!

»¿Adónde nos conduce todo esto? Lisa y llanamente, nos encontramos ahora con una lucha entre manos, una lucha que requerirá la habilidad y el esfuerzo de todos y cada uno de nosotros. Porque si no ganamos esta batalla, ya no habrá otra. He aquí el plan de acción. A partir de esta noche, la chica llamada Sanderson quedará sometida a una vigilancia encubierta. Dejaremos el asunto en manos de la Sección Especial. En este caso no intervendrá ningún PES. ¿Por qué? Porque Harry Keogh o Jordan percibirían a los nuestros como si fueran radiactivos. De modo que será el policía británico de costumbre el que cubrirá esta parte del plan, pero sin saber exactamente de qué va el asunto. Para ellos será una vigilancia más. Suponemos que no habrá demasiado peligro, porque, por lo que sabemos, la chica no ha tenido contactos con Jordan ni con el necroscopio desde que Harry…, bueno, desde no importa qué hiciera para lograr que regresara. Dejaremos que los representantes normales de la ley se ocupen de su vigilancia hasta que sea la hora; entonces, los apartaremos de la misión y nos tocará a nosotros actuar. Para entonces ya sabremos cómo tratarla.

»Por cierto, si les parece que hablo de esto con mucha sangre fría, se debe a que así tiene que ser. Soy el único que queda del grupo veterano, lo que significa que soy el único que sabe lo que es el infierno. Lo vi durante el caso Bodescu y también en las islas griegas. El que crea que exagero es que no se ha leído los archivos de Keogh o el informe de Darcy Clarke sobre el caso griego. ¡Si alguno de ustedes no se ha leído ese material, más le vale que lo haga ahora mismo!

»Muy bien, pues, a partir de esta noche, tendremos vigilada a la chica y así seguirá hasta que estemos preparados. Pero ella es un pececito más del cardumen, porque los peces gordos, los tiburones, siguen nadando a sus anchas. Y de ellos tenemos que preocuparnos. ¿Pero hasta qué punto debemos preocuparnos? Hablemos de Jordan.

»Esta mañana estuvo en Edimburgo, en el castillo del Monte, para interesarse por el caso del asesino reincidente. Darcy Clarke había solicitado la ayuda del necroscopio en este asunto y, al parecer, Harry se obsesionó con él. Creemos que Harry y Jordan trabajan juntos; no me pregunten por qué, lo único que puedo decirles es que Penny Sanderson fue una de las víctimas del asesino. ¿Venganza? Podría ser, los vampiros son así. De ser así, tarde o temprano Harry y compañía tratarán de echarle el guante a ese maníaco sexual.

»¿Qué cómo nos enteramos de que Jordan estuvo en el castillo? Sencillamente porque se reunió como quien no quiere la cosa con un par de policías de paisano que investigaban el caso. Pudo hacerlo porque todavía conserva su carnet de la Sección. Posteriormente, uno de los investigadores mencionó el nombre de Jordan a un superior; el hecho de que la Sección PES tuviera a uno de sus hombres siguiendo el caso alertó a su jefe, que se puso de inmediato en contacto telefónico con nosotros para agradecernos el interés e informarnos de que ya no necesitaba nuestra ayuda, porque creen que ya han descubierto al asesino. Al menos hemos conseguido el nombre y la dirección del sospechoso, cosa que nos resultará útil. Según parece, se llama John o Johnny Found y tiene un apartamento en Darlington. Pondremos a un agente de policía a vigilar al señor Found y designaré a alguien para que los vigile a ellos, con la advertencia de que se mantengan al margen, por el momento, a la espera de que Keogh y Jordan decidan echarle el guante.

»¿Qué más puedo decirles sobre Jordan? Como ya sabrán, Trevor era, quiero decir, es, un telépata muy dotado. Es posible que Harry haya conseguido ese don de él. Porque no olviden que Harry es también nigromante. Y como tal es capaz de acumular los dones que va encontrando, del mismo modo que hacía Dragosani. Sin embargo, todo esto que les digo es pura especulación, porque no ha sido probado. Otro detalle sobre Jordan: siempre fue un hombre sumamente agradable. Ya sé, ya sé que no existe un vampiro bueno. ¡No hace falta que me lo digan! Pero quiero hacer hincapié en que no creo que la maldad sea en él algo natural. Probablemente se trate de un proceso gradual. Al menos eso espero, porque por supuesto su vampirismo aumentará velozmente sus ya de por sí potentes capacidades telepáticas. Después de lo cual… ¡no habrá manera de cogerlo por sorpresa!

»Muy bien, ya casi he acabado. Dentro de una hora recibirán más detalles sobre las nuevas misiones que se les encargarán, en cuanto logre que los elaboren. Aparquen todos los temas que llevaban hasta nuevo aviso.

»Haré un resumen de cómo actuaremos en este asunto:

»Conocemos la guarida preferida de Harry Keogh, el lugar que con todo derecho considera su «territorio», pues ha vivido allí casi toda su vida; se trata de una vieja casa cerca de Bonnyrig, no muy lejos de Edimburgo. Creemos que tiene allí su base de operaciones y que Jordan le ayuda en lo que está haciendo, sea lo que sea. Es posible que estén tras la pista de Johnny Found, o bien, si ya lo han localizado, se estarán preparando para que se haga «justicia». De manera que además de vigilar a la joven Sanderson y al señor Found, vamos a controlar de forma encubierta la vieja casa de Harry. He de insistir, y creo que por más veces que lo repita nunca será suficiente, he de insistir, digo, que la vigilancia ha de ser muy disimulada.

»Si logramos coger a la chica, a Harry y a Jordan al mismo tiempo, sobre todo si los encontramos a solas, entonces podremos actuar contra ellos. Tal vez nos veamos obligados a precipitar nuestra intervención si Harry y Jordan deciden eliminar a Found. Lo ideal sería que esperásemos a poder atrapar a los tres a la vez. De ese modo no podrán recibir aviso alguno. Lo que no debemos hacer es tratar de detenerlos uno por uno, porque de ese modo los demás quedarían sobre aviso. ¿Está claro?

»Por último, o mejor dicho, antes de pasar a examinar los instrumentos de nuestro oficio, debo comentarles algo que sé que no les sentará bien. El ministro, aquí presente, ha confiado en la Sección PES soviética para que nos auxilie en este asunto. —Trask fijó la mirada en el pequeño mar de caras asombradas, pero nadie pronunció una sola palabra.

—La cuestión es —prosiguió— que aunque encontremos la forma de atrapar al necroscopio, que evidentemente no será fácil, él estará en condiciones de huir a un lugar del que con toda probabilidad puede volver… acompañado de Dios sabe qué cosas. Sí, me refiero a la Puerta del Perchorsk Projekt, que está en los Urales. Desde que nos enteramos de esa pesadilla, no la hemos perdido de vista, y sabemos que los rusos han logrado mantenerla a raya mientras encuentran una solución más satisfactoria. Si logramos hacerle la vida intolerable, y con suerte, imposible, es probable que Harry intente marcharse a la Tierra de las Estrellas. Por eso hemos confiado en los rusos, porque no nos atrevíamos a dejar que se marchara a ese lugar. Sería magnífico si quisiera quedarse allí para siempre, pero monstruoso si alguna vez decidiera volver acompañado de quién sabe qué.

»¿Y qué nos hace pensar que tal vez trate de ocultarse en otro mundo? Una libreta que encontramos en el apartamento de Clarke hace una hora. Darcy había apuntado unas cuantas ideas, pero debió de ser antes de que Harry fuera a verlo. Puede que haya ido a verlo por eso. Las notas son una maraña de garabatos, pero de ellas se desprende que Darcy creía que Harry se marcharía a la Tierra de las Estrellas. Pues bien, los soviéticos están ya enterados de lo de Harry, al menos de todo lo que pudimos informarles, y se mantendrán alertas por si aparece. De manera que da la impresión de que la Puerta de Perchorsk está cerrada para él.

»Pasemos ahora a considerar nuestro… equipo. Y cómo utilizarlo. Después procederemos a formar grupos equilibrados y a preparar una lista preliminar detallada de sus tareas.

Trask quitó una manta que cubría diversas armas distribuidas sobre una robusta mesa plegable.

—Es importante que aprendan a utilizar estas cosas —dijo—. Los machetes hablan por sí solos. Pero manéjenlos con cuidado, porque están afilados como cuchillas. En cuanto a esto, supongo que todos ustedes saben que se trata de una ballesta. Pero el tercer elemento puede que no les resulte tan familiar. Se trata de un lanzallamas portátil, es un nuevo modelo. Será mejor que le echemos un vistazo primero.

»Aquí tienen el depósito de combustible, que se lleva en la espalda así, como les indico…

La reunión continuó de este modo durante otra hora más.

Después de la puesta de sol, Harry se dirigió hacia Darlington utilizando el continuo de Möbius. Dejó a Trevor Jordan dormido (no resultaba sorprendente que estuviera exhausto; su regreso del más allá seguía pareciéndole como un sueño del que temía despertar de repente) en un cuarto secreto debajo de los aleros de la casa, junto al río. Desde el cuarto del desván se podía llegar a la casa contigua, que estaba deshabitada y medio en ruinas, de manera que si llegaba a ocurrir cualquier imprevisto, Jordan podía utilizar esa vía para huir. Los dos PES habían examinado la «atmósfera» psíquica de la zona y no habían descubierto nada; en cualquier caso, Jordan había estado ocupado racionalizando sus temores en ese sentido y en realidad no se imaginaba a la Sección PES tratándolo como a Yulian Bodescu. Pasara lo que pasara, tenía la certeza de que no actuarían precipitadamente.

Johnny Found vivía en Darlington, en la planta baja de una vieja casa victoriana de cuatro pisos, ubicada en una hilera de edificios, en la periferia del centro. Los viejos ladrillos rojos se habían ennegrecido debido a la proximidad del edificio a una línea férrea; las ventanas aparecían difuminadas; tres escalones conducían desde un sendero del jardincillo lleno de maleza hasta el porche comunitario. Tras la fachada de ese porche —detrás de las ventanas mugrientas, con cagadas de moscas, en esas mismas habitaciones— vivía Found.

A Harry se le erizó la piel, bajo aquella luz tenue, al pensarlo y notó que sus ansiosos sentidos de vampiro se intensificaban al caminar primero calle arriba y luego calle abajo, delante de aquella residencia sombría de un nigromante del siglo XX. El asesino de la dulce y joven Penny Sanderson.

Un simple enfrentamiento habría sido lo más fácil, pero no formaba parte del plan del necroscopio. No, porque entonces el resultado habría sido precipitado, el acusado se entregaría sin chistar, tal como se decía en la jerga legal, o bien reaccionaría con violencia. Y Harry lo mataría. Y habría sido demasiado fácil.

Por otra parte, el modus operandi de Found era cruel, furtivo, pensado para aterrorizar incluso antes de que se cometiera el acto en sí, el monstruoso crimen. Pero tenía que haber algo parecido a un juicio. Pero un juicio como en una ordalía, y no como en un examen previo a una sentencia. Porque si Johnny Found era en realidad el hombre, la sentencia ya había sido emitida.

El día laborable había tocado a su fin; el tráfico iba decayendo en las calles en sombras; las personas se encaminaban a sus casas. Algunas entraban en el edificio donde vivía el nigromante; una mujer de mediana edad, con un abultado carrito de la compra, entró torpemente por la puerta principal; una joven con el pelo desordenado y un niño lloroso que le tiraba del brazo le gritó a la mujer del carrito para que la esperara y le aguantara la puerta abierta; tras ellas iba un hombre mayor, vestido con un mono, de aspecto cansado y cargado de hombros, que llevaba una bolsa de cuero llena de herramientas.

En una habitación de la buhardilla, bajo los aleros empinados, se encendió una luz. En la segunda planta se encendió otra luz con un pestañeo, y otra en la tercera. Harry apartó la mirada un momento, exploró ambos extremos de la calle y luego volvió a observar el edificio.

En ese momento vio que una cuarta luz, mucho más tenue, se encendía en una ventana de una esquina del apartamento de la planta baja. Pero no había visto entrar a Found.

El edificio se encontraba en una esquina, tenía que haber una entrada lateral; Harry esperó a que el tráfico se despejara, cruzó al otro lado del camino y dobló la esquina. Ahí estaba, una puerta metida como en un nicho en el costado del edificio. La entrada particular a la guarida de Johnny Found. Y Johnny estaba ahí dentro.

Harry cruzó la calle adoquinada, se alejó de la casa y se fundió en las sombras del edificio que había en el extremo más alejado. Se giró, se reclinó contra la pared y miró la luz que brillaba desde ese lado, a través de un ventanuco del apartamento de Found de la planta baja. Se preguntó qué estaría haciendo su presa ahí dentro, qué pensaría…, hasta que cayó en la cuenta de que no tenía por qué preguntarse nada. Porque Trevor Jordan le había dado el don de averiguarlo por sí mismo.

Permitió que sus dones telepáticos, aumentados por el vampiro, fluyeran hacia la noche, que se internaran en la oscuridad, cruzaran el camino, atravesaran la pared de ladrillo y entraran en la casa del mal, ennegrecida por el humo. Pero el sondeo no seguía un destino fijo, carecía de determinación y parecía inexperto; se extendía en todas direcciones, como el oleaje en un lago oscuro. Hasta que de pronto… el necroscopio encontró mucho más de lo que esperaba.

Su habilidad telepática hizo contacto con una mente —no, con dos— y supo de inmediato que ninguna de ellas pertenecía a Johnny Found. Para empezar, no se encontraban en la casa, y para terminar… ya estaban concentradas en él. ¡En Harry Keogh!

Harry inspiró con un profundo siseo de aprensión, luchó contra la urgente necesidad de agacharse, que no habría hecho más que delatar su precaución, y miró hacia ambos lados del callejón. ¿Serían de la Sección PES? No, porque no percibía ninguna fuerza, ningún don, ningún poder metafísico. ¿Qué y quiénes serían? ¿Y dónde estarían?

Un cigarrillo brilló en la oscuridad del callejón cuando alguien le dio una chupada, alguien que permanecía en las sombras, como el necroscopio. Al otro lado del camino principal, bajo una farola, había una silueta envuelta en un abrigo oscuro, con las manos solitarias hundidas en los bolsillos, que daba vueltas de aquí para allá, como si se tratara de un hombre al que le han dado plantón pero que no ha perdido las esperanzas de que su novia aparezca: un señuelo para que no se fijara en el que estaba en la oscuridad.

Y los dos se preguntaban cosas sobre Harry, de modo que percibió en ráfagas sus pensamientos directamente de sus mentes confiadas.

El que estaba debajo de la farola pensaba: Found está en casa, ¿pero quién será este tipo? Fíjate, va calle arriba y calle abajo, acechando como un gato… ¿Será el tipo del que nos dijeron que nos cuidáramos?… Dijeron que si aparecía no teníamos que meternos con él, pero… si lo pescamos, vaya triunfo…, ¿un ascenso a inspector?

Y el que estaba en las sombras salió de su escondite y se dirigió hacia Harry. Dijeron que era peligroso… Eso ya lo veremos. Si me obliga a defenderme… ¡le volaré la cabeza! (Harry notó cómo la mano del hombre apretaba nerviosamente la empuñadura de goma de la culata de la pistola que llevaba en el bolsillo.)

Mientras el de la pistola se le acercaba con paso decidido, el otro se enderezó, sacó las manos del bolsillo, cruzó el camino y se dirigió hacia Harry. Y como quien no quiere la cosa, pacientemente, pero con los corazones galopándoles en el pecho y la vista aguzada como dagas, fueron hacia él.

Harry les lanzó una mirada furibunda y se sorprendió al oír que de su garganta escapaba un gruñido. Un río de fuego le recorría las venas, encendiéndole algo que llevaba dentro y que le hablaba de asesinatos y de sangre roja manando con fuerza, que le hablaba de la vida y de la muerte. ¡Wamphyri! Pero su lado humano exclamaba:

—¡No! ¡Estos no son tus enemigos! Hace tiempo, antes de que te tomaras la justicia por tu propia mano, podían haber sido incluso amigos tuyos. ¿Para qué quieres lastimarlos si puedes huir de ellos con tanta facilidad?

¡Porque la naturaleza no me ha hecho para huir sino para plantar cara y luchar!

—¿Luchar? ¡No sería una lucha justa! Son como niños…

¿Ah, sí? ¡Uno de esos niños va armado!

El hombre que cruzaba el camino esperó a que una hilera de coches pasara por el primer carril; se encontraba a apenas diez o quince pasos de distancia. El otro estaría a unos veinte. Pero estaba claro que los dos iban hacia Harry. Su vampiro percibió el peligro, igual que él, y entró en acción para protegerlo. Un sudor frío le exudaba por los poros, y por la boca le manaba una extraña niebla que se le pegaba como una capa cada vez más densa. A medida que los dos policías se acercaban, la niebla de Harry salía de las sombras donde esperaba y se alzaba visible como las emanaciones del cuarto de una caldera.

Las armas ya no les sirven de nada. Con esto no me ven. Pero yo sí los veo, los huelo, los percibo, si quisiera, con sólo tender la mano hasta podría tocarlos. ¡Con sólo tender la mano podría borrarlos del mapa!

—¡Maldito seas! —exclamó Harry en voz alta, dirigiendo la maldición hacia sí mismo o más bien hacia la cosa que llevaba en su interior—. ¡Cosa asquerosa y rastrera!

—Bueno, no nos ofenderemos por eso —respondió uno de los policías al tiempo que se agachaba y apuntaba hacia la niebla empuñando el arma con las dos manos—. No es la primera vez que nos maldicen. Así que sal de ahí. Tanto vapor no te hará nada bien. ¿Quieres estropearte los pulmones? O prefieres que te los estropee yo, ¿eh? ¡Sal de ahí te he dicho!

No recibió respuesta alguna, sólo una repentina agitación, un remolino de la niebla al encogerse ésta sobre sí misma, como si alguien hubiera sacudido una manta o dado un portazo en su interior. Segundos después, la niebla se disipó, cayó al suelo, se convirtió en una capa de líquido que mojó los adoquines y los hizo brillar. Y la pared surgió alta, negra y vacía, sin el callejón y sin cuarto de calderas.

No había nadie.

Trevor Jordan estaba despierto en Bonnyrig; una pesadilla rápidamente olvidada lo había empapado de sudor y lo había hecho saltar sin aliento de la cama del dormitorio del desván; bajó a recorrer las habitaciones y pasillos de la vieja casa junto al río, encendió todas las luces, los nervios a flor de piel, y echó un vistazo entre las cortinas. No podía precisar por qué sentía aquella aprensión, pero percibía que algo lo acechaba. Una cosa terrible que le permitía conservar por el momento su energía, pero que estaba llena de un propósito monstruoso.

Jordan se preguntó si no se trataría de Harry. ¿No sería la cosa en la que Harry se estaba convirtiendo? Tal vez. ¿No tendría que ver con la suerte que pudiera correr Harry si la Sección PES actuaba finalmente contra él? Tal vez fuera eso también. ¿O estaba preocupado por su propio destino, por seguir en compañía del necroscopio? ¿Se había sentido igual Yulian Bodescu en Harkley House, en Devon, aquella noche cuando la Sección había actuado contra él y lo destruyó? Seguramente se habría sentido más o menos igual.

Jordan sabía que había llegado la hora de que abandonara a Harry, de que lo abandonara para siempre y volviera a mezclarse con los hombres corrientes. El telépata sabía que jamás sería una persona verdaderamente corriente, porque había estado en el más allá y había regresado. Pero podía intentarlo. Podría esforzarse por olvidar poco a poco que había estado…, le costaba esfuerzo pensar siquiera en la palabra…, que no había estado vivo y que al cabo de un tiempo había vuelto a ser un hombre, aunque fuera dotado de un don especial. Cuando Harry ya no estuviera junto a él, cuando hubiera huido a ese otro mundo que Jordan apenas podía imaginar, entonces él volvería a la Sección. Si lo aceptaban. Claro que, antes, los de la Sección tratarían de asegurarse. Comprobarían tanto su identidad como sus poderes.

Pero el problema radicaba en que no estaba seguro de ser la misma persona, y posiblemente en ese aspecto estuviera el origen de sus pesadillas. Porque si la horrenda metamorfosis de Harry continuaba acelerándose…

¡Harry!

Jordan inspiró hondo cuando la conciencia telepática del necroscopio inundó todo su ser. Tuvo la sensación de haber recibido un remojón en agua helada y se echó a temblar con violencia. Harry estaba allá afuera, en alguna parte, al otro lado del río. Y le leía el pensamiento. ¿Pero cuánto tiempo llevaba ahí fuera?

De hecho, sólo uno o dos minutos. Y no leía el pensamiento a Jordan, más bien exploraba telepáticamente la zona. Sin embargo, había detectado los miedos de Jordan, lo cual no contribuyó en nada a calmar a la bestia enfurecida que llevaba dentro, a la que había impedido manifestarse huyendo de los dos policías que vigilaban el apartamento de Johnny Found. Harry había decidido salir del continuo de Möbius entre los arbustos que se encontraban al otro lado del río y no directamente en la casa por una simple razón: al leer el pensamiento a los policías de paisano en Darlington había visto con toda claridad que lo esperaban. Más aún, alguien había informado al que llevaba pistola que Harry podía resultar peligroso. Era evidente que la Sección PES debía de haberlos prevenido de la posibilidad de que se presentara. De modo que a pesar de las explicaciones de Darcy Clarke sobre él a la Sección no había logrado romper el hielo.

Si lo buscaban en Darlington, estaba claro que no tardarían en ir a buscarlo allí también. Había conseguido asustar a Paxton (al menos por el momento), pero Paxton era sólo uno de ellos y, además, no era un espécimen típico. De manera que a partir de ese momento debería explorar a fondo como medida de precaución, antes de meterse en los sitios que hasta ese momento había considerado «seguros». Aquello no hizo más que reforzar la sensación de claustrofobia del necroscopio, una sensación de malos presagios que incluía el espacio de Möbius y que se cernía sobre él. Por no mencionar el tiempo.

Y descubrir que Trevor Jordan también le temía, que temía lo que Harry pudiera hacerle…, era demasiado…

Los muertos —incluido Möbius— se habían vuelto contra él; su madre se había consumido y lo había abandonado; en el mundo no le quedaba nadie, ni vivo ni muerto, que pudiera decir algo positivo en su favor. Y aquéllos eran el mundo y la raza por los que había luchado tanto y con tanto ahínco. Ni siquiera era su propia raza. Ya no.

Harry cruzó una puerta de Möbius y salió en un oscuro pasillo de la casa que estaba al otro lado del río; en silencio, comenzó a subir las escaleras para ir a su dormitorio. De repente lo invadió un cansancio inmenso; las preocupaciones le pesaban demasiado; el sueño sería curativo y…, ¡al diablo con todo! Que el futuro se ocupara de sí mismo.

La voz de Jordan lo detuvo cuando se encontraba en mitad del primer tramo de escaleras.

—¿Harry? —El telépata lo miraba desde el pie de las escaleras. Trevor Jordan le leía el pensamiento al necroscopio con la misma facilidad con que Harry se lo leía a él—. No…, no debí pensar esas cosas.

—Y yo no debí haberte leído el pensamiento —respondió Harry—. De todos modos, no te preocupes. Ya me has ayudado en lo que podías y te estoy agradecido. Estar solo no será tan malo, ya he estado solo en otras ocasiones. Así que si quieres irte, ¡márchate ahora mismo! Seamos realistas, con el transcurso del tiempo pierdo cada vez más la capacidad de controlar a esta cosa y, por lo tanto, lo más seguro sería que te fueras ahora mismo.

—No mientras tengas a todo el mundo en contra, Harry —repuso Jordan, sacudiendo la cabeza—. No te dejaré solo.

Harry se encogió de hombros, se volvió, siguió subiendo las escaleras y dijo:

—Como quieras, pero no tardes mucho…