Capítulo Dieciocho

James S. Campbell, licenciado en letras y doctor en medicina.

Sociedad de Médicos Hipnotistas

4, Victoria Terrace, Kingsway, Hove

Sussex, Inglaterra

14 de febrero de 1976

Al doctor Frederick Epstein

Instituto de Investigación de Fenómenos Aéreos

Massachusetts Avenue

Washington, DC

Estados Unidos

Querido Frederick:

Como continuación a nuestra conversación telefónica de esta mañana, te adjunto una transcripción de la sesión de hipnotismo más recientemente grabada con el joven Richard Watson.

Vuelvo a recordarte que hemos seguido un total de dieciocho sesiones en un período de aproximadamente seis meses, que la redacción de las transcripciones se ha llevado a cabo como medio de eliminar repeticiones y ambigüedades verbales, y que podrás escuchar las grabaciones completas de todas las sesiones en mis oficinas de Harley Street en cuanto llegues a Londres. Entretanto, aquí están los antecedentes que me has solicitado.

Richard Watson se presentó por vez primera en mi consultorio el 9 de septiembre de 1975, por recomendación de un colega (padre de la novia del muchacho), y contando con la aprobación de su médico de cabecera. El paciente había estado sufriendo pesadillas persistentes, insomnio y agudas crisis de ansiedad, todo ello originado por un período de amnesia de tres días que, al parecer, comenzó en la tarde del 7 de marzo de 1974, cuando el joven y una dama desconocida que le llevaba en su coche, sufrieron una experiencia que él consideró de encuentro con seres extraterrestres. El mencionado incidente se desarrolló en la A30, en Bodmin Moor, Cornualles.

Según la versión dada por el joven a su doctor y a la policía de Tottenham Court Road (acompaño asimismo datos médicos y una fotocopia de la entrevista realizada por la policía), el incidente comenzó cuando el coche, conducido por su propietaria, se quedó bloqueado y rodó hasta detenerse en una zona desolada entre Bodmin y Bolventor. Casi enseguida, un extraño aparato, descrito por el paciente como «enorme», descendió y de su interior se desprendieron dos discos voladores de un metro de diámetro. Los discos rodearon el coche, parecieron examinarlo mediante control remoto, dispararon luego «rayos luminosos» contra él, al parecer atontando a la mujer, y luego desaparecieron, volviendo a introducirse en la nave madre.

Poco después aparecieron otros dos discos voladores de mayor tamaño, procedentes asimismo de la nave madre y también rodearon el vehículo. Según el paciente, estos discos estaban pilotados por extrañas criaturas, y también proyectaron «rayos luminosos» contra el coche, que parecieron impulsarlo y atraerlo hacia la nave madre. Al llegar a este punto, dicha nave descendió casi a ras de suelo, pareció abrirse a lo largo por el fondo y luego el coche, por medios misteriosos, fue atraído a su interior.

El período de amnesia parece haberse iniciado en ese momento, concluyendo tres días después, cuando el paciente despertó y se encontró en una colina de Dartmoor, aproximadamente a unos cincuenta kilómetros del escenario del incidente. No volvió a ver ni a la mujer ni el coche.

Según el informe médico, el paciente no pudo recordar nada de lo sucedido durante esos tres días pasados en blanco, pero sufría numerosas pesadillas, todas ellas, evidentemente, relacionadas con el período que precedió a la amnesia. Como consecuencia de la misma o de los sucesos acaecidos, el paciente se volvió alcohólico, sufrió insomnios o pesadillas, se resintió de terribles jaquecas y erupciones (casi siempre por el rostro y el cuello) y cayó también en agudas depresiones y estados de ansiedad.

Con respecto a esto, conviene advertir que el médico del joven le describe —con anterioridad al incidente— como persona de gran nivel de inteligencia, emocionalmente estable e imaginativo.

Al producirse el hecho, el paciente estudiaba en el Hornsey College de Bellas Artes, al norte de Londres, donde cursaba dibujo. Sin embargo, fue abandonando los estudios y en la actualidad vive de lo que vosotros, los americanos, llamáis beneficencia.

Según el informe policial, el joven Richard dio cuenta de lo sucedido una semana después de haberse producido. Richard (historia repetida bajo estado hipnótico) manifiesta haber sido retenido en el departamento de policía toda la noche y entrevistado a la mañana siguiente por dos hombres vestidos de paisano que dijeron pertenecer a un departamento de proceso de datos del gobierno. Según declaraciones de Richard, en estado consciente e inconsciente, los hombres que le entrevistaron le dijeron que ya habían localizado a la conductora del vehículo, la cual negó todo el incidente y que describió a Richard como muy bebido cuando lo dejó cerca de Bodmin. Richard estaba realmente bebido en aquel momento, pero insistió, incluso sometido a hipnosis, en que el incidente había ocurrido en realidad y que la mujer había sido testigo de él.

Poco después de estas entrevistas con la policía y los delegados del gobierno, Richard, evidentemente deprimido y con menos confianza en la realidad de su experiencia, comenzó a sufrir jaquecas y erupciones. Como podrás apreciar por las transcripciones, podría muy bien tratarse de una manifestación psicosomática de la «marca de quemadura» del cuello que cree le causó uno de los supuestos seres extraterrestres.

Durante los siguientes dieciséis meses, Richard siguió sufriendo pesadillas e insomnio concomitante, y posteriormente se incrementó su afición a la bebida. Durante este período estuvo visitándolo regularmente su doctor, quien le trató sin éxito de las jaquecas y erupciones. Insatisfecho con los progresos de su paciente, recomendó a Richard tratamiento psiquiátrico, que él no se decidía a seguir. A fines de agosto de 1975, el padre de su novia, mi amigo y colega el doctor Robert C. Parker, le recomendó que acudiese a mis sesiones de hipnoterapia. La primera sesión, como ya he manifestado, se desarrolló el 9 de septiembre de 1975, y a ello han seguido otras dieciocho. La más reciente ha sido la celebrada el 10 de febrero de este año.

La realidad o no realidad de los ovnis no es de mi incumbencia. Por consiguiente, centré mi tratamiento en la reacción de ansiedad de mi paciente a la amnesia que formaba parte de la supuesta experiencia. Puesto que a todas luces Richard había desarrollado una firme aversión a la idea de revivir lo sucedido, me vi obligado a intentar una penetración en la amnesia, sometiéndole gradualmente a las tres primeras fases del hipnotismo: luz, ambiente y somnolencia, constituyendo esta última un estado del sonambulismo.

El tratamiento ha sido positivo hasta el momento, en un grado limitado. Como advertirás, cuando leas las transcripciones de la sesión hipnótica más reciente, existe un punto más allá del cual Richard se niega, sin más, a adentrarse, y podría ser peligroso tratar de obligarle.

Si la amnesia constituye un medio de olvidar una experiencia real o una fantasía en extremo dolorosa, en cierto sentido es algo que no importa; lo importante para mí es que el recuerdo parece ser real para el paciente y que el punto culminante de la experiencia o alucinación fue sin duda traumático. Por tanto, conviene advertir que en el período que media entre las dos últimas sesiones hipnóticas, durante el cual intenté, mediante sugestión, vencer la resistencia del paciente a un recuerdo absoluto, sus condiciones mentales y físicas han degenerado, y ha vuelto a sufrir jaquecas y erupciones. Estos síntomas, naturalmente, le han inducido a recaer en su anterior ansiedad.

Esta regresión, consecuencia del temor de mi paciente a un recuerdo absoluto, han hecho que me muestre reacio hasta ahora a utilizar pentotal para facilitar la ruptura. Sin embargo, si ésta dejase de producirse durante la próxima sesión hipnótica —mañana—, entiendo que deberemos arriesgarnos a superar estas alternativas.

Puesto que los acontecimientos que conducen al período de amnesia están detallados tanto en los informes policiales como en el del doctor, y dado que tales acontecimientos han sido corroborados por los recuerdos del paciente sometido a hipnosis, la transcripción adjunta comprende sólo la sesión hipnótica más reciente, durante la cual Richard comentó por fin lo sucedido durante parte del período de amnesia. Como advertirás, existe un punto más allá del cual el paciente todavía se niega a avanzar.

Espero que nos veamos en cuanto llegues.

Cordialmente,

James S. Campbell

PACIENTE: Richard Alexander Watson.

EDAD: Diecinueve años y siete meses.

SÍNTOMAS: Pesadillas seguidas de insomnio y estados de intensa ansiedad centrada en torno a un período de amnesia de tres días.

HISTORIAL: Véanse los informes médico y policial adjuntos.

DOCTOR: James S. Campell.

SESIÓN: 18, correspondiente al 10 de febrero de 1976.

DOCTOR: Te estás relajando, relajando; estás muy relajado. Estás durmiendo, estás muy dormido, profundamente dormido, muy profundamente dormido. Estás durmiendo muy cómodamente relajado, muy relajado. Estás profundamente dormido, muy cómodo, muy profundamente. Estás relajado y cómodo. Estás profundamente, intensamente dormido. Estás relajado y lo recordarás todo y responderás a mis preguntas.

RICHARD: Sí.

DOCTOR: De acuerdo, Richard. Vamos a retroceder hasta la tarde del 7 de marzo de 1974. Vas a situarte en aquel momento.

RICHARD: Sí.

DOCTOR: ¿Sabes dónde estás?

RICHARD: Estoy en el coche. A mi lado está la mujer. El coche se ha parado… Se oye un zumbido… No sé… Y la luz… ¡Oh, Dios mío, todo es blanco! ¡El cielo está estallando!

DOCTOR: De acuerdo. No quiero causarte daño. Tranquilízate. Relájate. ¿Puedes verlo? ¿Te sientes bien? ¿Puedes verlo?

RICHARD: Sí.

DOCTOR: De acuerdo, Richard; ya hemos comentado que una mujer te recogió en su Audi, que el coche quedó inmovilizado en medio de Bodmin Moor, que el cielo se llenó de luz y el coche fue atraído finalmente al platillo de mayor tamaño. Antes de seguir hablando de lo que sucedió dentro del platillo…

RICHARD: No quiero recordarlo.

DOCTOR: Antes de seguir comentando lo que sucedió dentro del platillo, me gustaría aclarar algunos puntos del período anterior. Quisiera que lo hiciéramos así, Richard.

RICHARD: Sí.

DOCTOR: Quisiera comenzar con la aparición de los dos discos más pequeños, aproximadamente de un metro de diámetro, salidos del ingenio mayor.

RICHARD: Sí.

DOCTOR: Dijiste que los dos discos menores giraron en torno al coche como si lo estuvieran examinando.

RICHARD: Sí.

DOCTOR: ¿Por qué crees que examinaban el coche?

RICHARD: Producían un zumbido. Despedían unos sonidos silbantes. Mejor dicho, silbantes no: extraños, como aleteos muy intensos, parecidos a una transmisión en morse. Me recordaban los ordenadores. Me hacían recordarlos. Tenía la sensación de que estaban examinando el coche, fotografiándolo, haciendo alguna especie de cálculo.

DOCTOR: Es una idea algo extraña. ¿Qué te hizo pensar en ello?

RICHARD: El modo en que rodearon el coche, los sonidos que estaban produciendo y que proyectaban luces dentro del vehículo. Éste comenzó a agitarse y un rayo de luz cayó sobre los ojos de la mujer y la hizo comportarse de modo extraño.

DOCTOR: Cuando cayó sobre ella el rayo de luz, ¿sufrió algún cambio la mujer?

RICHARD: Sí.

DOCTOR: ¿En qué sentido?

RICHARD: Al principio ella estaba muy asustada: se quedó casi paralizada por el temor. Luego el rayo luminoso le acertó en los ojos y cambió casi instantáneamente. Lo recuerdo con gran claridad. Me quedé casi fascinado. La mujer abrió la boca y se estremeció, cerró los ojos y se echó hacia atrás. Luego, cuando abrió de nuevo los ojos, estaba increíblemente tranquila. Me dijo que no me asustase. Repetía constantemente: «No pasa nada». Me miraba con fijeza, como si yo no existiese, y parecía casi feliz. Lo consideré extraño.

DOCTOR: ¿Y por qué no te afectó la luz de igual modo?

RICHARD: No la recibí cerca de los ojos. Yo me desplomé en el asiento. La luz pasó por la parte posterior de mi cabeza y me quemó en el cuello.

DOCTOR: Ya entiendo. Prosigue, por favor.

RICHARD: Luego los discos pequeños se alejaron, regresando al objeto de mayor tamaño, y cada uno se introdujo por una abertura distinta. Seguidamente, los paneles de cada extremo del objeto mayor se apagaron, quedando a oscuras.

DOCTOR: Describe nuevamente el platillo mayor.

RICHARD: Era oscuro, pero aumentó de tamaño y quedó rodeado por un resplandor. Las luces de colores situadas en el fondo comenzaron a encenderse y apagarse, y pude ver el objeto con gran claridad. Era rotundamente sólido. Parecía de metal blanco. Su parte delantera estaba rodeada por ventanas largas y estrechas que se curvaban a ambos lados como si abrazaran por completo el objeto. En aquellas ventanas había personas. No pude verlas; sólo distinguí sus siluetas. Se movían, pasaban por detrás de la ventanas y se adivinaban muy pequeñas y lejanas. El platillo de tamaño mayor era inmenso. No era grande… sino enorme. Tendría noventa o cien metros de ancho y dos o tres pisos de altura.

DOCTOR: Magnífico, Richard. Entonces los dos paneles se abrieron de nuevo y aparecieron otros dos discos.

RICHARD: Sí.

DOCTOR: Descríbelos, por favor.

RICHARD: Fueron directamente hacia el coche suspendidos sobre el terreno, uno a cada lado, y comprobé que eran distintos de los anteriores. Eran muchísimo mayores. Tendrían unos diez metros de diámetro. Su perímetro se curvaba hasta formar una cúpula hecha de algo parecido al vidrio. Dentro de ellos se veían personas.

DOCTOR: De acuerdo. Has dicho que había dos personas.

RICHARD: Dos personas en cada platillo.

DOCTOR: ¿A qué distancia se encontraba el platillo que tenías más próximo?

RICHARD: La parte del perímetro más próxima a mí estaba a un metro del coche y, la bóveda de vidrio, a unos nueve metros, estaba un poco por encima de mí.

DOCTOR: ¿Miraste más o menos directamente a los pilotos?

RICHARD: Sí, los miré directamente.

DOCTOR: Estás relajado, muy relajado. No sientes ningún temor. Quiero que recuerdes. Quiero que recuerdes claramente. Quiero que me digas qué aspecto tenían los pilotos.

(El paciente no responde).

DOCTOR: Nada hay que temer: estás relajado. Descríbeme el aspecto de los pilotos.

RICHARD: Extraño, muy extraño: tienen aspecto extraño y estoy asustado.

DOCTOR: No hay nada que temer. Estás relajado. ¿Qué aspecto tienen?

RICHARD: No tienen labios. Una máscara. Debe ser una máscara. El vidrio produce un efecto ondulante, de modo que debe tratarse de una máscara.

DOCTOR: ¿Qué más?

RICHARD: Tiene que ser una máscara. La nariz es metálica. La nariz está hecha de metal, está revestida de metal, de modo que debe tratarse de una máscara.

DOCTOR: Continúa.

RICHARD: Los ojos son como unos cortes. Parecen algo orientales. Creo que son hendiduras, pero puede ser por causa del efecto ondulante. Parecen orientales.

DOCTOR: ¿Y sus rostros?

RICHARD: Son blancos. Muy arrugados. Una especie de gris.

DOCTOR: ¿Blanco o gris? Concrétalo.

RICHARD: Una especie de gris. Muy arrugados. Parece carne muerta; no se diría en absoluto que se trate de piel humana. Tengo la sensación de que es piel muerta.

DOCTOR: ¿Piel muerta?

RICHARD: No lo sé. Me recuerda la de un cadáver.

DOCTOR: Concentra tus pensamientos. ¿Puedes decirme algo más sobre los pilotos?

RICHARD: ¡Oh, Jesús! Ha levantado una mano. La está levantando. ¡Oh, Jesús, su mano es una garra metálica!

DOCTOR: Tranquilo, relájate, duerme profunda, muy profunda, muy profundamente. Estás muy relajado, no tienes nada que temer… Bien, ¿puedes decirme ahora algo más sobre el piloto?

RICHARD: Ha levantado la mano. No tiene mano: es una garra metálica. Una especie de prótesis metálica.

DOCTOR: ¿La prótesis de una mano?

RICHARD: Ignoro qué es eso.

DOCTOR: No importa. Levantó la mano y tú le miraste. ¿Qué sucedió después?

RICHARD: Me desperté.

DOCTOR: No estabas dormido.

RICHARD: Debí de quedarme dormido. Él levantó una mano y cayó sobre mí un rayo de luz que me dejó en blanco.

DOCTOR: De acuerdo, supongamos que te quedaste en blanco. ¿Cuánto tiempo calculas que estuviste inconsciente?

RICHARD: No mucho: sólo unos segundos.

DOCTOR: ¿Cómo lo sabes?

RICHARD: Los platillos seguían fuera del coche, en la misma posición. La mujer también continuaba en igual posición: parecía hallarse en trance.

DOCTOR: Magnífico. ¿Qué sucedió después?

RICHARD: ¡Oh, Dios mío, está descendiendo! La nave madre está tomando tierra. Todas sus luces de colores están destellando y va cayendo lentamente, muy lentamente, sin producir ningún sonido. ¡Oh, Dios, aquí está!

DOCTOR: ¿Dónde?

RICHARD: ¡Oh, Dios! ¡Oh Dios mío!

DOCTOR: Relájate, relájate, estás relajado, te sientes cómodo, no tienes nada que temer, estás relajado. ¿Puedes hablarme?

RICHARD: Sí.

DOCTOR: ¿Dónde está la nave madre, Richard?

RICHARD: Se ha posado sobre el terreno. Está encima de la carretera, muy próxima aunque no en ella… Está exactamente encima de ella.

DOCTOR: ¿Se encuentra ahora delante del coche?

RICHARD: Sí.

DOCTOR: ¿Está encima mismo de la carretera?

RICHARD: Sí.

DOCTOR: ¿A qué distancia?

RICHARD: Está exactamente sobre la carretera. Descansa encima de ella. Se encuentra a unos quinientos metros del coche y es realmente enorme… ¡Oh, Dios, el coche vuelve a sufrir sacudidas!

DOCTOR: De acuerdo, de acuerdo; el coche sufre sacudidas. ¿Por qué?

RICHARD: Todo está agitado. El coche parece que va a volverse loco. Todo vuela dentro del coche y se da golpes contra el parabrisas… No puedo respirar, siento como si me ahogara, con todas estas cosas volando a mi alrededor, el coche está dando sacudidas y se adelanta sin producir ningún sonido; sólo avanza, impulsado por los dos platillos que tiene a sus lados, atraído hacia la nave madre.

DOCTOR: ¿Qué impulsa al coche, Richard?

RICHARD: Los platillos. Los platillos que hay a ambos lados lo impulsan hacia delante.

DOCTOR: ¿Cómo lo consiguen?

RICHARD: Lo ignoro. Creo que es consecuencia del rayo de luz. Los rayos luminosos que proceden de los platillos están proyectados a ambos lados del coche y los platillos se adelantan hacia la nave madre y nos arrastran consigo.

DOCTOR: ¿Rayos de luz o cables?

RICHARD: No hay cables ni cuerdas. Nada. Sólo rayos de luz.

DOCTOR: ¿Lo crees así, Richard?

RICHARD: Sí, así lo creo. Los rayos de luz nos arrastran hacia delante y… ¡Oh, Jesús, se está abriendo!

DOCTOR: La nave madre ¿se está abriendo?

RICHARD: Sí, la nave madre se está abriendo. Se separa por la parte inferior precisamente sobre las luces intermitentes… No se abre simplemente; forma una especie de rampa, el fondo forma una rampa que conduce a su interior y el coche se ve atraído adentro… ¡Oh, Dios mío, aquí dentro todo es blanco! ¡Toda esta gente…! ¡Oh, Jesús!

DOCTOR: De acuerdo, estás muy relajado, muy descansado, profundamente dormido, muy relajado y cómodo, muy tranquilo, no tienes nada que temer. Te has visto atraído al interior de la nave madre, no tienes nada que temer. Estás relajado y puedes recordarlo todo. Has sido atraído al interior de la nave madre. ¿Qué ocurre seguidamente?

(El paciente no responde).

DOCTOR: ¿Qué sucedió después, Richard?

RICHARD: Estoy en la colina, tengo frío. No sé dónde me encuentro. Yo…

DOCTOR: No estás en la colina, Richard. Has omitido algo. Te encuentras en el coche con la mujer y habéis sido atraídos al interior de la nave madre. ¿Qué sucedió allí?

(El paciente no responde).

DOCTOR: ¿Me oyes, Richard?

RICHARD: Sí.

DOCTOR: ¿Qué sucedió después?

RICHARD: Estoy en la colina. Tengo frío. No sé dónde me encuentro. Yo…

DOCTOR: Olvidas algo, Richard. Tres días antes. Retrocedamos al momento en que te viste atraído a la nave madre. ¿Qué pasó allí?

RICHARD: ¡Oh, Dios, todo es blanco! ¡Todo es blanco y muy brillante! ¡Hay mucha gente! ¡Siluetas! ¡Esto es enloquecedor! ¡Oh, Jesús! ¡Oh, Dios mío! ¡No quiero pensar en ello! ¡No quiero! ¡No quiero!

DOCTOR: Relájate, quieres relajarte, estás relajado. No tienes nada que temer. Estás durmiendo muy profundamente; estás profundamente dormido. Estás sumido en un profundo sueño, relajado y cómodo. Estás relajado, lo recordarás todo y responderás a mis preguntas.

RICHARD: Sí.

DOCTOR: Quiero que me digas qué crees que sucedió durante esos tres días en blanco.

RICHARD: No lo sé.

DOCTOR: Pero piensas mucho en ello.

RICHARD: Sí.

DOCTOR: ¿Te gustaría saber qué sucedió?

RICHARD: Sí. No, no quiero saberlo.

DOCTOR: Acabas de decir que te gustaría saberlo.

RICHARD: Sí, quiero saberlo. No, no quiero saberlo. Me asusta.

DOCTOR: No te asustará si hablas de ello; no te asustará más. Puedes recordarlo sin volver a sentir ningún temor. Lo recordarás, ya lo estás recordando.

RICHARD: Sí.

DOCTOR: Estás en el coche. Te encuentras en el coche con la mujer. El coche ha sido atraído dentro de la nave madre y ves la luz blanca. ¿La ves?

RICHARD: Sí.

DOCTOR: El coche ha sido atraído dentro de la nave madre y ves la luz blanca y siluetas. ¿Ves esa luz blanca y las siluetas?

RICHARD: ¡Oh, Jesús!

DOCTOR: ¿Ves la luz blanca y las siluetas?

RICHARD: ¡Oh, Jesús! ¡Oh, no!

DOCTOR: Estás relajado, muy relajado, profundamente relajado; no hay nada que temer. Estás dormido, profundamente dormido. Estás relajado y nada puede hacerte daño. Te encuentras perfectamente y puedes contestar a mis preguntas. ¿Ves la luz blanca y las siluetas?

(El paciente no responde).

DOCTOR: ¿Puedes oírme, Richard?

RICHARD: Sí.

DOCTOR: El coche ha sido atraído al interior de la nave madre. Ves la luz blanca y las siluetas. Ahora quiero que recuerdes todo lo que sucedió. Dime qué sucedió.

RICHARD: Todo es blanco.

DOCTOR: ¿Blanco?

RICHARD: Todo.

DOCTOR: Por favor, explícame eso, Richard.

RICHARD: Las paredes son completamente blancas, el recinto está lleno de luz y esa luz es tan brillante que casi me ciega. Eso es todo cuanto puedo ver. Las paredes blancas, el resplandor blanco. Las siluetas se mueven a mi alrededor, se adelantan hacia el coche.

DOCTOR: Prosigue.

RICHARD: Estoy comenzando a ver mejor. El lugar es realmente muy luminoso. Las siluetas son hombres con trajes metálicos que se mueven alrededor del coche. La mayoría son muy pequeños. Todos parecen medir un metro y medio de estatura. Visten trajes de una sola pieza —algunos, negros; otros, de un gris plateado— y tienen esa especie de piel gris y arrugada, narices metálicas y carecen de labios.

DOCTOR: De acuerdo. Estás muy cómodo. No tienes nada que temer. Dices que tienen narices metálicas y que carecen de labios. ¿Qué quieres decir exactamente con eso?

RICHARD: Narices metálicas. Sin labios.

DOCTOR: ¿Llevan máscaras, como los pilotos?

RICHARD: No lo sé; no estoy seguro. Parecen máscaras, pero también parecen fijas. Las máscaras les cubren la nariz y la parte media superior de la barbilla, y parecen estar moldeados en una pieza de un metal muy delgado. Por ello no tienen labios: el metal se los oculta. Puedo ver la piel arrugada en su frente y en torno a sus extraños ojos.

DOCTOR: ¿Extraños ojos?

RICHARD: Orientales.

DOCTOR: Ya lo has mencionado antes. ¿Algo más?

RICHARD: Los ojos son como la piel…, parecen muertos.

DOCTOR: ¿Son ciegos?

RICHARD: No. Los ojos me están mirando, pero parecen muertos.

DOCTOR: De acuerdo. De modo que esos hombres rodearon el coche.

RICHARD: Sí.

DOCTOR: ¿Qué sucedió entonces?

RICHARD: Abrieron las portezuelas y nos sacaron.

DOCTOR: ¿Tuvieron que sacaros?

RICHARD: No tiraron exactamente de nosotros. El hombre abrió la portezuela, me cogió del brazo y fue como si me ayudara.

DOCTOR: ¿No te resististe?

RICHARD: No.

DOCTOR: Creí que estabas asustado.

RICHARD: Estaba atontado. Creo que estaba atontado por el miedo. Me sentía deslumbrado y muy débil. Salí automáticamente.

DOCTOR: ¿Hizo lo mismo la mujer?

RICHARD: No lo sé. No la estaba mirando. Supongo que sí. La vi de pie a mi lado, fascinada, mirando en torno, sonriendo con aquel extraño resplandor en los ojos.

DOCTOR: ¿Podría encontrarse en trance?

RICHARD: Acaso, pero no del todo. Estaba completamente despierta.

DOCTOR: ¿Sugestión poshipnótica?

RICHARD: No sé qué significa eso.

DOCTOR: No importa. Los hombres te hicieron salir del coche. ¿Dónde estaba el coche?

RICHARD: Dentro de la nave madre.

DOCTOR: ¿Estás seguro de ello?

RICHARD: Sí. Miré en torno y vi la larga rampa que se retorcía y formaba parte de la pared. La rampa brotaba del suelo. Se cerraba y formaba parte de la pared. No emitió un solo sonido al cerrarse y luego vi la pared. La pared era blanca y estaba ligeramente curvada. Se curvaba de modo horizontal y vertical y formaba parte de una bóveda. Tenía la forma de un gajo de naranja. Era muy grande, muy blanca, muy brillante, como parte de un hangar de aviación.

DOCTOR: ¿Qué te hizo pensar en un hangar de aviación?

RICHARD: En una ocasión estuve en uno de ellos. Recuerdo aquel ruido a hueco. El coche estaba en esa especie de rampa que se ve en los garajes, y todo el lugar parecía un hangar, una especie de enorme taller.

DOCTOR: ¿Viste maquinaria?

RICHARD: Sí.

DOCTOR: ¿Qué clase de maquinaria?

RICHARD: No lo sé. No conozco gran cosa sobre maquinaria. Sólo me pareció un hangar de aviación porque tenía toda esa maquinaria y porque era grande y se notaba esa especie de eco. Además todos los hombres llevaban trajes metálicos.

DOCTOR: Y la pared curvada, ¿qué creíste que era?

RICHARD: Simplemente una pared curvada. Era el interior del costado de la nave madre, donde había descendido la rampa.

DOCTOR: De acuerdo. De modo que el coche fue impulsado por la rampa al interior de la nave madre, la rampa se quedó adentro y formó parte de la pared, y el coche se detuvo en una especie de plataforma junto a la pared interior.

RICHARD: Sí.

DOCTOR: Muy bien. Ahora la mujer y tú os encontráis junto al coche rodeados por los hombres con trajes metálicos.

RICHARD: Sí.

DOCTOR: ¿Qué sucedió después?

RICHARD: Miré a los hombres que me rodeaban, preguntándome si llevarían máscaras, y comencé a sentir más miedo y a estremecerme. Entonces uno de ellos se adelantó hacia mí. ¡Oh, Jesús, aquellos ojos muertos! Me miró fijamente y me pasó la mano por el rostro, y entonces me sentí mucho mejor.

DOCTOR: ¿No volviste a sentir más miedo?

RICHARD: Me encontré como debilitado. Quiero decir, muy débil interiormente. Como si estuviera vacío, seco por dentro y con la cabeza vacía, sintiéndome un poco aislado de todo aquello, igual que si se tratara de un sueño.

DOCTOR: Sin embargo, ¿estabas despierto?

RICHARD: Estaba seguro de encontrarme allí. Sólo que me parecía todo más distante e irreal, como si estuviera soñando.

DOCTOR: ¿Se percibían sonidos diferenciados en el hangar?

RICHARD: Un zumbido. Una especie de vibración similar a un constante zumbido.

DOCTOR: ¿Se asemejaba a lo que experimentaste dentro del coche?

RICHARD: Sí, pero de manera casi imperceptible. Apenas podía oírlo.

DOCTOR: ¿Oírlo o sentirlo?

RICHARD: Las dos cosas.

DOCTOR: ¿Te dijeron algo los hombres?

RICHARD: No, no tenían labios.

DOCTOR: ¿No emitían ningún sonido?

RICHARD: No.

DOCTOR: Sigue.

RICHARD: Había un ascensor cerca del coche en el que nos hicieron subir. Uno de los hombres iba delante de nosotros, otro se quedó detrás y un tercero me cogió del brazo y me ayudó a ir hacia el ascensor.

DOCTOR: ¿Qué hicieron los otros?

RICHARD: Rodearon el coche.

DOCTOR: ¿Por qué lo rodearon?

RICHARD: No lo sé. No miré hacia atrás.

DOCTOR: De acuerdo. Los hombres os llevaron a ti y a la mujer al ascensor.

RICHARD: Sí. El ascensor nos condujo por las lisas y brillantes paredes blancas hasta un pasillo que se curvaba, perdiéndose de vista.

DOCTOR: ¿El pasillo se curvaba hasta la pared de la nave madre?

RICHARD: Sí, así lo creo. Me parece que discurría por el borde de toda la nave.

DOCTOR: ¿Había ventanas?

RICHARD: No había ventanas en la pared exterior del pasillo. En la parte izquierda había puertas. Aquellas puertas eran como correderas…, de las que no tienen batientes ni goznes.

DOCTOR: Continúa.

RICHARD: Nos quedamos un momento arriba, en el ascensor, y entonces uno de los hombres nos indicó que siguiéramos caminando. Continuamos por el pasillo, pasando junto a muchas puertas cerradas, y luego, cuando llegamos ante una determinada, el hombre nos hizo detenernos.

DOCTOR: Aguarda un momento, Richard. Dijiste que uno de los hombres os indicó que siguierais andando.

RICHARD: Sí, nos ordenó que siguiéramos andando.

DOCTOR: Pero dijiste que esos hombres no hablaban.

RICHARD: Nunca hablaban; no tenían labios. El metal les cubría la boca.

DOCTOR: Sin embargo, dices que uno de los hombres te habló.

RICHARD: Nos dijo que siguiéramos andando.

DOCTOR: ¿Cómo os lo dijo? ¿Os habló?

RICHARD: No habló. Nos lo dijo. Yo lo supe.

DOCTOR: ¿Le oíste de modo real?

RICHARD: Nos ordenó que siguiéramos andando: debí oírle.

DOCTOR: ¿Crees haberle oído? ¿Sonó su voz en tus oídos?

RICHARD: No lo sé. Sencillamente, le oí.

DOCTOR: Pero ¿estás convencido de que aquel hombre habló realmente?

RICHARD: No habló, pero le oí.

DOCTOR: De acuerdo. Te has detenido delante de una puerta.

RICHARD: La puerta se abre. Parece abrirse automáticamente. Se desliza, desapareciendo en la pared, y la cruzamos. La puerta me recuerda las de los barcos; es como la escotilla de un buque. Entramos, la puerta se cierra a nuestras espaldas y nos encontramos en una habitación escasamente iluminada, una sala circular, con paredes blancas… ¡Oh, Dios mío! ¡No quiero pensar en ello!

DOCTOR: Todo va bien, estás relajado, muy relajado, profundamente dormido y relajado y puedes verlo todo y contármelo.

RICHARD: ¡Es fantástico!

DOCTOR: Sí. La habitación es circular y está escasamente iluminada.

RICHARD: La pared es blanca y completamente circular. Las camas forman un círculo en torno a nosotros. Hay gente en ellas: hombres, mujeres y niños. Van vestidos con batas quirúrgicas y tienen cables aplicados.

DOCTOR: ¿Cables?

RICHARD: Llevan los cables conectados. Son cables y tubos de goma. Todos llegan hasta la pared que hay detrás de los lechos y están fijos en unas máquinas. Las máquinas tienen pantallas de colores. No son colores, sino una especie de monocromía. Creí que se trataba de colores al ver las líneas brillantes que se movían arriba y abajo.

DOCTOR: ¿Has visto alguna vez un electroencefalógrafo?

RICHARD: Creo que sí: en el cine.

DOCTOR: ¿Se parecían a ellos esas máquinas?

RICHARD: Sí. La habitación parecía la sala de un hospital, con excepción de su forma.

DOCTOR: La forma circular.

RICHARD: Sí.

DOCTOR: De acuerdo. Continúa.

RICHARD: Nos hicieron ir al extremo opuesto de la habitación y allí cruzamos otra puerta y entramos en otra habitación también circular, mucho mayor y muy iluminada donde había un par de camas de reconocimiento… No, como mesas de operaciones… Había gente en torno a ellas y en las paredes se alineaban grandes urnas de vidrio… ¡Oh, por favor, Dios mío, no quiero seguir!

DOCTOR: Todo va bien; estás relajado, estás profundamente dormido, absolutamente dormido y muy relajado, y puedes hablarme. No hay nada que temer. ¿Qué es lo que no quieres?

RICHARD: No quiero mirar.

DOCTOR: ¿A qué?

RICHARD: No quiero mirar las urnas de vidrio.

DOCTOR: ¿Por qué no quieres mirarlas? ¿Qué se ve en ellas?

RICHARD: Gente. Gente desnuda. Dentro de las urnas de vidrio hay gente desnuda. Son como ataúdes. El vidrio parece ligeramente helado. Las personas desnudas yacen dentro de las urnas y tienen tubos aplicados. ¡Oh, Dios, no quiero mirarlas!

DOCTOR: De acuerdo, Richard. De acuerdo, estás relajado, no tienes que mirar. Relájate, Richard; sólo deseo que revises algo que puedes haber olvidado. En la habitación de la que venías, donde la gente estaba tendida en lechos, ¿te habló alguno de ellos?

RICHARD: No, no podían. Estaban inconscientes.

DOCTOR: ¿Y las personas que se encontraban en las urnas de vidrio?

RICHARD: ¡No quiero mirarlas!

DOCTOR: De acuerdo. No tienes por qué volver a mirarlas. Dime solamente si estaban inconscientes.

RICHARD: Estaban inconscientes o muertas.

DOCTOR: ¿Viste algo que se pareciera a un electroencefalógrafo?

RICHARD: Sí: había máquinas como ésa sobre y entre las urnas de vidrio.

DOCTOR: Las luces de las pantallas ¿oscilaban arriba y abajo?

RICHARD: Sí.

DOCTOR: Magnífico: eso significa que las personas estaban vivas.

RICHARD: Estaban vivas, pero inconscientes.

DOCTOR: Magnífico, Richard. Ahora háblame de los demás que se encontraban en la habitación.

RICHARD: Era gente normal.

DOCTOR: ¿Tenían aspecto de seres humanos normales?

RICHARD: Sí.

DOCTOR: De acuerdo. Prosigue. Te hallas frente a las personas que hay en la habitación.

RICHARD: Ambos son agradables. Me sonríen a mí y a la mujer. Uno es alto y delgado, con cabellos blancos y rostro atezado. Parece rondar la cincuentena, pero no tiene arrugas en la frente.

DOCTOR: ¿Eso es lo único anormal que adviertes en él?

RICHARD: Era normal, pero no tenía arrugas en la frente.

DOCTOR: ¿Y el otro hombre?

RICHARD: No tiene cabellos. Su aspecto es normal, pero es calvo. Parece mayor que el otro… No mucho, pero algo mayor…, y su cutis parece irreal, como si hubiese sido sometido a cirugía plástica.

DOCTOR: ¿Conoces el aspecto que resulta de la cirugía plástica?

RICHARD: Sí. Tengo un amigo que se quemó.

DOCTOR: ¿Había otros hombres en la habitación?

RICHARD: Sí. Tres o cuatro más. Todos llevan bata blanca y pantalones. Son muy jóvenes, adolescentes, de muy reducida estatura y con aire extranjero.

DOCTOR: Explica esto, por favor.

RICHARD: Parecen vietnamitas o algo semejante. No estoy seguro. Tienen ojos extraños, rasgados, orientales… No estoy seguro. Parecen irreales.

DOCTOR: ¿Todavía te sientes como si estuvieras soñando?

RICHARD: Nunca he tenido la sensación de estar soñando: era algo muy diferente. No he vuelto a sentirme asustado. No sentía nada. Como si estuviera lejos de allí.

DOCTOR: ¿Te habló alguno de aquellos hombres?

RICHARD: Hablaron con los que nos habían llevado allá y les hicieron salir a todos. El hombre vestido de blanco se quedó cerca de nosotros, pero no llegó a decir nada. Los dos hombres normales hablaban con nosotros.

DOCTOR: ¿Igual que antes?

RICHARD: ¿Qué quiere decir?

DOCTOR: ¿Oíste sus voces en tu interior o te hablaron oralmente?

RICHARD: Eran normales: nos hablaban. Hablaban conmigo y con la mujer. Eran amables y nos preguntaron cómo nos encontrábamos. Les respondimos que muy bien.

DOCTOR: ¿Os sentíais muy bien?

RICHARD: No, me sentía débil; me sentía muy lejano. Estaba confundido y como semidormido, como si realmente no me encontrase allí.

DOCTOR: ¿Por qué dijiste, pues, que te sentías muy bien?

RICHARD: Simplemente, lo dije: no quería disgustarles.

DOCTOR: ¿Y la mujer? ¿Qué dijo?

RICHARD: Ella no dijo nada: simplemente sonrió.

DOCTOR: ¿Qué sonido tenían las voces de los hombres cuando hablaron?

RICHARD: Me parecieron normales. Ambos se expresaban en inglés. El más joven y más alto también: se expresaba en inglés con cierto acento corriente americano… El mayor hablaba inglés como un extranjero. Su inglés era muy bueno, buenísimo, pero tenía un extraño acento.

DOCTOR: ¿Qué clase de acento?

RICHARD: No sé. Parecía algo europeo; creo que hubiera podido ser alemán.

DOCTOR: ¿De qué hablaron?

RICHARD: Hablaron bastante. Querían saberlo todo acerca de nosotros. Nuestros nombres, nuestras edades… Cosas como ésas… Y se comportaban con suma cortesía. El hombre de más edad se mostraba más distante. Observaba más que hablaba. Tuve la sensación de que era más viejo de lo que parecía, y resultaba algo frío. El más joven era más informal, y creo que se llamaba Aldridge. Nos estuvo preguntando cómo nos sentíamos y si estábamos asustados, y parecía muy complacido. La mujer no dijo nada. Yo le dije que me encontraba muy cansado. El hombre me preguntó si sabía dónde me encontraba y negué con la cabeza. Me preguntó si me gustaría saberlo y le dije que sí. Fue hacia la pared, pulsó un botón, y dos paneles se abrieron. Había un inmenso ventanal. Me acerqué y miré por allí. Primero me pareció estar mirando una pantalla pintada, y entonces sentí miedo realmente.

DOCTOR: Todo va bien. No hay por qué asustarse. ¿Qué viste entonces?

RICHARD: Estrellas.

DOCTOR: ¿Cómo dices?

RICHARD: Estrellas: muchísimas estrellas. No era el cielo, en realidad, sino las estrellas. Ni arriba ni abajo, ni a derecha ni a izquierda; sólo estrellas sobre un fondo negro. Entonces las estrellas se movieron. De pronto, la Tierra apareció en la ventana ocupándola totalmente. Se vio el borde curvado de la Tierra envuelto en una nebulosa azul y blanca, como en aquellas películas que nos envían los astronautas… Todo aquello parecía un sueño.

DOCTOR: ¿Estabas por encima de la atmósfera?

RICHARD: Sí. Pude ver Brasil y la Argentina. Estábamos muy arriba en el espacio.

DOCTOR: ¿Estás seguro de que no era una especie de ilusión?

RICHARD: ¿Ilusión?

DOCTOR: Al principio dijiste que te pareció una pantalla pintada.

RICHARD: Al principio pensé que debía serlo. Pensé que quería creerlo así, deseaba que fuese una pintura o un filme porque lo otro me asustaba.

DOCTOR: ¿Qué otra cosa?

RICHARD: Encontrarme realmente allí.

DOCTOR: En aquel momento, ¿dijo algo el hombre de la ventana?

RICHARD: Le pregunté dónde nos encontrábamos. Respondió que arriba, en el espacio. Dijo que en breve aterrizaríamos en Paraguay y entonces iríamos volando.

DOCTOR: ¿Volando? ¿Adónde?

RICHARD: No lo dijo, ni se lo pregunté.

DOCTOR: ¿No querías saberlo?

RICHARD: No pensé en preguntárselo; estaba asustado. Creo que estaba asustado.

DOCTOR: Antes dijiste que ya no estabais asustados.

RICHARD: No puedo explicarlo. No estaba tan asustado como debiera. Me sentía ligeramente irreal, como drogado… Pero era miedo. En el fondo se trataba de una especie de miedo. El miedo seguía allí, muy distante… Yo sólo deseaba complacerles.

DOCTOR: Dices que te sentías drogado. ¿Crees que ejercían cierto control sobre vosotros?

RICHARD: Yo no podía autocontrolarme: me notaba muy extraño.

DOCTOR: Mirabais abajo, hacia la Tierra. ¿Qué sucedió entonces?

RICHARD: El hombre más joven pulsó un botón y los dos paneles volvieron a cerrarse. Entonces se llevaron a la mujer; quiero decir que se fue con el hombre calvo. Creo que yo debía parecer algo preocupado porque el hombre más joven me tranquilizó.

DOCTOR: ¿El hombre llamado Aldridge?

RICHARD: Sí. Me dijo que deseaban examinar a la mujer y que no le harían daño. Dijo que el hombre calvo iba a examinarla y que él… es decir, Aldridge, quería examinarme a mí. Dijo que no me causarían daño, que era simple rutina. No sé por qué, pero aquello me tranquilizó realmente; parecía muy natural.

DOCTOR: ¿No te sorprendió que deseara examinarte?

RICHARD: Creo que hubiera debido sorprenderme, pero lo cierto es que no le di importancia. No logro recordarlo claramente.

DOCTOR: ¿Por qué no puedes recordarlo claramente?

RICHARD: Sencillamente, no puedo. Estoy tratando de pensar. Me noto muy cansado. De pronto me siento cansadísimo y voy a tenderme en la cama.

DOCTOR: ¿Sigues dentro de la nave espacial, Richard?

RICHARD: Sí.

DOCTOR: ¿Te ha ordenado el hombre que te tiendas en la cama?

RICHARD: Más bien es una mesa de operaciones.

DOCTOR: ¿Te ha ordenado que te tiendas en ella?

RICHARD: Creo que debió ser así; no puedo recordarlo. Me pasó la mano por el rostro y me tendí, sintiéndome muy cansado.

DOCTOR: Continúa.

(El paciente no responde).

DOCTOR: Te he dicho que continúes.

(El paciente no responde).

DOCTOR: ¿Puedes oírme, Richard?

RICHARD: Sí.

DOCTOR: Te encuentras tendido en la camilla. ¿Qué sucedió después?

RICHARD: Me desperté.

DOCTOR: ¿Estabas dormido?

RICHARD: Me desperté. Debía de haberme dormido. Me encuentro en otra habitación y el hombre, el llamado Aldridge, me esta despertando. Esta habitación es muy pequeña, relativamente pequeña. Sólo hay dos camas y la mujer se encuentra en la otra. Ella está inconsciente. Lleva un casco metálico del que salen cables.

DOCTOR: ¿Cuánto tiempo estuvisteis durmiendo?

RICHARD: Ningún tiempo: no existe sensación de tiempo. Sólo me siento adormecido.

DOCTOR: ¿De modo que el hombre te sacude para despertarte?

RICHARD: No; está allí. Yo me despierto; el hombre no me toca.

DOCTOR: ¿Cómo?

RICHARD: Es muy amable. Me sonríe. Estoy asustado porque es amable. No me parece natural que sea amable y me siento muy asustado.

DOCTOR: ¿Te dijo algo?

RICHARD: Sonrió y luego me preguntó cómo me sentía. Le dije que muy cansado. Respondió que todo iba muy bien, que era natural sentirse cansado y que yo tenía una voluntad muy firme, gran resistencia y que habría de volver. No supe qué quería decir con eso. Le dije que no le comprendía. Me respondió que no debía preocuparme, que pronto volvería a casa. Le dije que no le entendía, y le pregunté dónde estaba. Me sentía drogado e hice esa pregunta automáticamente, sin pensar en ella. Le pregunté dónde estaba. Dijo que si me levantaba me lo enseñaría. Me levanté y salimos de la habitación, pasando después por un laboratorio.

DOCTOR: ¿Un laboratorio?

RICHARD: Sí, un laboratorio. Parecía un laboratorio. Me asusté por lo que había allí y traté de no mirar.

DOCTOR: ¿Qué te asustó?

RICHARD: Los enormes jarros. Los objetos contenidos en jaulas. Todos los objetos que había en los enormes jarros. Los jarros estaban llenos de un líquido claro y aquellas cosas flotaban en él. Me sentí algo mareado. Comencé a sentirme realmente asustado. No reconocía la mitad de las cosas; seguía sintiéndome alterado.

DOCTOR: Dices no haber reconocido la mitad de las cosas. ¿Qué fue lo que reconociste?

RICHARD: Globos oculares, lenguas, acaso cerebros… No estoy seguro. Cosas que parecían hígados e intestinos…, cosas que me hicieron sentir enfermo.

DOCTOR: Esos órganos ¿eran humanos o animales?

RICHARD: No lo sé. No los miré mucho… Había un cadáver en una mesa, un cadáver humano, pero no tenía cabeza.

DOCTOR: ¿Algo más?

(El paciente no responde).

DOCTOR: ¿Puedes oírme, Richard?

RICHARD: Sí.

DOCTOR: Has mencionado jaulas. ¿Qué había en ellas?

(El paciente no responde).

DOCTOR: Todo va bien, Richard. No tienes nada que temer. Estás dormido, profundamente dormido; estás relajado, estás tranquilo. No tienes nada que temer. Estás tranquilo, relajado, tranquilo. Estás relajado. ¿Puedes oírme?

RICHARD: Sí.

DOCTOR: ¿Qué había en las jaulas?

RICHARD: ¡Cabezas…! ¡Cabezas humanas!

DOCTOR: Todo va bien. Olvídalo, olvídalo. Ya lo has olvidado. Estás tranquilo, muy tranquilo, muy relajado. Estás recordando. Recuerda, quiero que lo recuerdes. ¿Estás en el laboratorio?

RICHARD: Pasamos por un laboratorio. Seguimos por un pasillo curvado. El hombre me va diciendo que algún día volveré y que entonces lo veré.

DOCTOR: ¿Ver? ¿Qué, Richard?

RICHARD: Dónde nos encontramos.

DOCTOR: ¿Quieres decir que seguíais en la nave madre?

RICHARD: No, no creo que fuese la nave madre.

DOCTOR: ¿Qué te hizo pensar eso?

RICHARD: Las paredes del pasillo eran de roca sólida, habían sido excavadas en ella. El pasillo conducía a un inmenso taller con paredes de piedra viva. El taller no era grande, sino enorme. No era un simple taller… Se trataba de una especie de fábrica o taller mecánico, lleno de hombres y máquinas.

DOCTOR: ¿Qué clase de máquinas, Richard?

RICHARD: No lo sé. Máquinas muy grandes.

DOCTOR: Estás en el taller. ¿Qué más ves?

RICHARD: Las paredes eran de piedra o de roca y el techo también. Creí que nos encontrábamos en un lugar subterráneo. Bajo tierra. En una montaña.

DOCTOR: ¿Algo más?

RICHARD: Realmente no puedo recordarlo. No logro recordarlo claramente. Había muchísimas máquinas, muchísima gente, centenares de personas, y pasillos que corrían en torno a las paredes de piedra, uno sobre otro, junto a lo que parecían gigantescos ordenadores y habitaciones muy iluminadas. Parecía una fábrica. Una factoría subterránea. Las gentes trabajaban allí como autómatas. Había centenares de personas.

DOCTOR: ¿Parecían seres humanos normales?

RICHARD: Todos parecían normales.

DOCTOR: ¿Qué más viste?

RICHARD: Nada. Él me mostró dónde estábamos. Me hizo subir una escalera hasta una plataforma y entonces pulsó un botón. En la pared había paneles de acero que se abrieron y apareció una ventana realmente inmensa, como una pantalla de cinemascope. Los paneles se abrieron y vi dónde nos encontrábamos.

DOCTOR: ¿Dónde estabais?

RICHARD: No lo sé, no me lo dijo.

DOCTOR: De acuerdo, Richard. ¿Qué viste?

RICHARD: Hielo.

DOCTOR: Repito la pregunta: ¿qué viste?

RICHARD: Hielo. Sólo hielo. Colinas y valles de hielo. El sol resplandecía en él, reflejándose, y aquella luz casi me cegó.

DOCTOR: ¿Nada más que hielo?

RICHARD: No, no había nada más que hielo. Hielo, quizá nieve, un cielo brillante, muy azul. El sol caía con fuerza y se reflejaba en el hielo convirtiéndolo en prismas: era increíblemente hermoso. Casi me quitó la respiración. Allí no había más que hielo y la luz intensa que en él se reflejaba. El hielo se perdía hasta el horizonte. El cielo era muy azul. Miré arriba y vi un valle verde rodeado por más hielo. El hielo estaba por doquier…: arriba, abajo, en el cielo… Lo miré fijamente y pensé que era muy hermoso y que me asustaba de veras.

DOCTOR: ¿Por qué te asustaba?

RICHARD: Porque sabía que aquello debía ser otro mundo, que me encontraba lejos, muy lejos.

DOCTOR: ¿Parecía otro mundo?

RICHARD: Tenía que ser otro mundo. No existe nada como aquello en la Tierra; era sencillamente increíble.

DOCTOR: ¿Le preguntaste al hombre dónde os encontrabais?

RICHARD: Se lo pregunté: tenía que preguntárselo. Él no me contestó.

DOCTOR: ¿Qué te dijo?

RICHARD: Dijo que muy pronto lo descubriría, que tendría que regresar allí.

DOCTOR: ¿Volver allí?

RICHARD: Pensé que quería decir volver a la nave espacial. No puedo estar seguro.

DOCTOR: De acuerdo. ¿Qué sucedió después?

RICHARD: Oprimió el botón y los paneles se cerraron. Dijo que creía que ya había visto bastante. Añadió que yo no lo recordaría, que acaso pudiera recordar parte de aquello, pero que, fuese lo que fuese lo que recordara, me sentiría confundido y no significaría gran cosa. Me dijo que había opuesto gran resistencia, que era interesante, que la mayoría de gente olvida, pero que yo podía ser distinto. Me consideraba interesante y quería que volviese. Dijo que cuando cesara mi resistencia sería muy útil. Después de eso volvimos a cruzar el pasillo.

DOCTOR: Aguarda un momento, Richard. ¿Qué crees que quería decir con eso?

RICHARD: No lo sé.

DOCTOR: ¿No volviste a pensar en ello?

RICHARD: No lo recordé.

DOCTOR: De acuerdo. Volvisteis a pasar por el pasillo.

RICHARD: Volvimos a cruzar el pasillo, luego pasamos por el laboratorio y de allí a otra habitación donde había un par de camas de reconocimiento. Los hombres con bata blanca se encontraban también presentes. El jefe, el llamado Aldridge —creo que era el jefe—, me mandó que me tendiese en una de las camas. Mejor dicho: no era una cama de reconocimiento, sino una mesa de operaciones. No, no quería tenderme en ella. Me tendí, sin embargo, y los hombres me rodearon y me acercaron el casco metálico. Yo no quería que lo hicieran, no quería que hiciesen aquello. Traté de rechazarlos, pero no podía moverme, y me lo pusieron. Yo no quería que lo hicieran. ¡No quería! ¡No quería! ¡No quería que me pusieran aquello en la cabeza! ¡Oh, por Dios, por favor…! ¡No quiero, no quiero, no quiero!

DOCTOR: Todo va bien; estás tranquilo, estás relajado; profundamente dormido. Todo va bien. ¿Estás tranquilo ahora?

(El paciente no responde).

DOCTOR: ¿Me oyes, Richard?

RICHARD: Sí.

DOCTOR: ¿Qué sucedió después, Richard?

(El paciente no responde).

DOCTOR: ¿Qué sucedió luego, Richard?

RICHARD: Estoy en la colina. Tengo frío. No sé dónde me encuentro, yo…

DOCTOR: No estás en la colina, Richard. Has omitido algo. Estás en la mesa de operaciones y te han puesto un casco metálico. Ahora dime qué sucedió.

(El paciente no responde).

DOCTOR: No hay nada que temer, Richard. Puedes contármelo, puedes decirme qué sucedió.

RICHARD: Estoy en la colina. Tengo frío. No sé dónde me encuentro. Yo…

DOCTOR: Duerme, duerme profundamente. Estás dormido, profundamente dormido; estás relajado, no tienes nada que temer. Estás muy relajado. Te encuentras en la mesa de operaciones. Te están colocando el casco metálico en la cabeza. No tienes nada que temer. Estás relajado, puedes decirme qué sucedió. ¿Qué sucedió, Richard?

(El paciente no responde).

RICHARD: No.

DOCTOR: Puedes decírmelo. No tienes nada que temer. Estás relajado. Me lo dirás. ¿Qué sucedió, Richard?

RICHARD: No quería seguir tendido. Estoy tendido. No quería tenderme allí. Me tiendo y los hombres me rodean y bajan el casco metálico y yo no quiero que lo hagan. No quiero que hagan eso. Trato de rechazarlos, pero no puedo moverme y me lo ponen. No quiero que lo hagan. ¡No quiero, no quiero! No quiero que me pongan eso en la cabeza. ¡Oh, por favor, Dios mío! No quiero, no lo quiero. ¡No quiero…!

DOCTOR: Todo va bien. Estás tranquilo, estás relajado, estás dormido, dormido profundamente. Todo va bien, puedes contármelo. ¿Qué sucedió, Richard?

(El paciente no responde).

DOCTOR: ¿Me oyes, Richard?

RICHARD: Sí.

DOCTOR: ¿Qué sucedió después, Richard?

RICHARD: Estoy en la colina. Tengo frío. No sé dónde me encuentro. Yo…

DOCTOR: De acuerdo, Richard, lo dejaremos por ahora. Estás dormido, profundamente dormido, muy dormido. Estás relajado, estás muy relajado. Estás durmiendo, durmiendo profundamente. Dentro de un momento puedes despertarte. No recordarás nada de lo que se ha dicho entre nosotros. No lo recordarás hasta que yo te pida que lo recuerdes. Estás dormido, dormido, profundamente dormido, sumido en un profundo sueño. De acuerdo, Richard; ahora vas a despertarte, te estás despertando, estás despertándote lentamente. Te despiertas muy lentamente. Puedes despertarte, Richard.