Así, pues, cuando decimos que “Palmira es una vaca”, sólo notamos sus semejanzas con otras vacas y pasamos por alto las diferencias. Más aún: saltamos por encima de un inmenso abismo: del proceso dinámico que llamamos Palmira, torbellino de actividades electro-químicas-nerviosas, a la idea relativamente estática que representa la palabra “vaca”. Invitamos al lector a que estudie la gráfica de la página 165, titulada “La escala de la abstracción[1]”.
Como se observa en la gráfica, el objeto que vemos es una abstracción en su nivel más bajo, pero abstracción al fin, porque prescinde de muchas características del proceso que es la verdadera Palmira. Este nombre es el nivel verbal inferior de abstracción, porque omite otras características, como las diferencias entre la Palmira de ayer, de hoy y mañana, y sólo selecciona la semejanza. La palabra “vaca” sólo selecciona las semejanzas entre Palmira (vaca1) y las vacas 2, 3, 4, y así sucesivamente, y por tanto, pasa por alto más peculiaridades de Palmira. La palabra “ganado” abstrae sólo los elementos comunes entre Palmira, las ovejas, los cerdos, cabras, etc. La expresión “propiedad agrícola” sólo selecciona los factores que Palmira tiene en común con las dependencias, vallados, muebles, ganado, tractores, etc., de una granja, por lo que está a un alto nivel de abstracción.
Quizá parezca extraño y fuera de lugar lo que estamos diciendo sobre el proceso de abstracción, porque el estudio del lenguaje suele limitarse a cuestiones de pronunciación, ortografía, vocabulario, gramática y estructura de las frases. Los métodos de enseñanza de composición y oratoria según sistemas anticuados tienen en gran parte la culpa de esta idea tan extendida, de que el estudio del lenguaje debe ceñirse exclusivamente a las palabras.
Pero nuestra experiencia cotidiana nos dice que la enseñanza del lenguaje no es sólo cuestión de palabras, sino de relacionarlas con los objetos o hechos que representan. Aprendemos el lenguaje del béisbol jugándolo o presenciándolo y estudiando cómo se desarrolla. No basta con que el niño aprenda a decir “papá” o “perro”, sino que debe usar estas palabras aplicándoselas a sus objetos. Como ha dicho Wendell Johnson: “El estudio del lenguaje comienza con el estudio de su significado”.
En cuanto empezamos a considerar lo que significa el lenguaje, estamos frente al problema de cómo funciona el sistema nervioso humano.
Cuando llamamos perro, lo mismo a un pastor alemán que a un chihuahueño o a un pachón, tan distintos en tamaño, aspecto y reacciones, es que nuestro sistema nervioso ha abstraído lo que es común a todos ellos, prescindiendo de sus diferencias.
Este proceso de abstracción, de seleccionar unas características y dejar otras, es indispensable. Supongamos que vivimos en una aldea aislada e integrada por cuatro familias, cada una de las cuales tiene su casa, con su nombre particular. Necesitamos una expresión general, en un nivel más alto de abstracción, que tome en cuenta las características comunes de las cuatro casas; pero como sería muy complicado (y prolijo) repetir esa expresión-síntesis cada vez, hay que inventar un sonido abreviado, y así elegimos la palabra “casa”. De necesidades así surgen nuestras palabras, que vienen a ser expresiones taquigráficas. El invento de una nueva abstracción constituye un gran paso adelante, porque hace posible la discusión, ya no de una posible quinta casa, sino de cuantas puedan construirse o verse de viaje o en sueños.
Un productor de películas educativas dijo en cierta ocasión al autor de este libro, que no puede filmarse el “trabajo”. Podrá filmarse el sinnúmero de actividades laborales que es capaz de desarrollar el hombre, pero el trabajo en sí es una palabra taquigráfica, perteneciente a un nivel superior de abstracción, imposible de llevar a la pantalla. En cuanto al “trabajo” que estudia la física, se deriva evidentemente de la abstracción de características comunes a muchos tipos de trabajo.
Puede comprenderse lo indispensable de este proceso de abstracción, estudiando qué es lo que hacemos cuando “calculamos”. Esta palabra procede del latín calculus, que significa china, o guijarro. Los antiguos solían echar en un recipiente una de estas piedrecillas por cada oveja que salía del redil, y así, cuando volvían por la noche, podían comprobar si se había perdido alguna. Será todo lo primitivo que se quiera este ejemplo, pero muestra cómo operan las matemáticas. Cada guijarro es una abstracción que representa la “unidad” de cada oveja; es decir: su valor numérico. Y como abstraemos de los hechos extensionales principios claros y uniformes, los hechos numéricos de las piedrecitas son, salvo circunstancias imprevistas, hechos numéricos sobre las ovejas. Nuestras x, nuestras y y demás símbolos matemáticos son abstracciones de otras abstracciones numéricas, y las hay de nivel superior todavía. Valen para predecir hechos y realizar operaciones matemáticas, porque son abstracciones deducidas exacta y uniformemente del mundo extensional y, por tanto, las relaciones reveladas por esos símbolos serán, salvo circunstancias imprevistas, repetimos, relaciones existentes en el mundo extensional.
Contra lo que cree la gente, las definiciones no nos indican nada de las cosas. Sólo describen nuestros hábitos lingüísticos, los fonemas que emitimos en distintas circunstancias. Las definiciones son declaraciones sobre el lenguaje.
Casa. Esta palabra puede sustituirse en el nivel inmediatamente superior de abstracción, por la siguiente expresión: “Algo que tiene características comunes con la residencia de Mengano, con la morada de Zutano, con la choza de Perengano…”
Rojo. Se abstrae una característica común a los rubíes, a las rosas, a los tomates maduros, al pechuelo de los petirrojos, a la carne cruda y a la barra de labios, y esta palabra expresa esa abstracción.
Canguro. Los biólogos lo definen “mamífero hervíboro, marsupial de la familia de los macropódidas”, pero la gente lo llama “canguro” a secas.
Se observará que mientras la definición de casa y de rojo indica bajos niveles de abstracción, la de canguro sigue en el mismo nivel. Es decir: podemos ir a ver las viviendas de Mengano, Zutano y Perengano, deduciendo qué características tienen en común; así empezaremos a comprender cuándo debemos usar la palabra “casa”. Pero lo único que sabemos del canguro es que unos lo llaman de una manera y otros de otra. O sea: cuando nos quedamos en el mismo nivel de abstracción, no definimos nada ni damos dato alguno nuevo. Para no extenderse demasiado, los diccionarios tienen que dar por supuestos en muchos casos que el lector ya sabe de qué se trata. Consultamos en él la palabra “indiferencia”, y si se trata de un diccionario de bolsillo, lo llamará “apatía”; y a la “apatía” la definirá como “indiferencia”.
Pero son más inútiles aún las definiciones que suben a niveles más altos de abstracción por la escalera citada, a lo cual tendemos automáticamente. Pregúntele de sopetón a algún amigo:
—¿Qué significa la palabra rojo?
—Pues, un color.
—¿Y qué es color?
—Es una cualidad que tienen las cosas.
—¿Y qué es cualidad?
—Bueno… ¿se puede saber a qué viene todo esto?
Lo ha metido usted en un mar de confusiones. Está perdido.
Pero si, por lo contrario, adquirimos la costumbre de bajar a niveles inferiores de abstracción cuando se nos pregunta el significado de una palabra, nos perderemos menos en los laberintos verbales, nos apegaremos a lo real y sabremos de qué estamos hablando. He aquí un ejemplo:
—¿Qué quiere decir rojo?
—Cuando veas detenerse la circulación en un cruce, mira al semáforo. También puedes ir al departamento de incendios y ver el color de los camiones.
Ejemplo corrientísimo de la actitud desprovista de realismo (supersticiosa, a fin de cuentas) respecto a las definiciones, es el consejo manido académico: “Definamos nuestros términos para que sepamos de qué estamos hablando”. Como vimos en el Capítulo 4, no saber definir un partido de fútbol no quiere decir que no se entienda el significado de su nomenclatura. Y viceversa, poder definir muchas palabras no quiere decir que se sepan los objetos o acciones que representan concretamente. Al definir una palabra, la gente cree que se ha producido cierto tipo de comprensión, sin saber que los términos de una definición muchas veces encierran mayores confusiones y ambigüedades. Si lo entendemos así y queremos remediarlo definiendo los términos de la definición sin salir de nuestra confusión, continuaremos tratando de definir las palabras definidoras, y pronto nos habremos armado el gran lío. Lo mejor es reducir al mínimo las definiciones c indicar los niveles extensionales cuando sea necesario; es decir: poner ejemplos concretos de lo que estamos diciendo.
Otra manera de no perder de vista los niveles extensionales en las definiciones, es echar mano de las que llama el físico P. W. Bridgman “definiciones operativas”. Según él:
Para averiguar la longitud de un objeto, tenemos que realizar ciertas operaciones físicas. Por tanto, se establece el concepto de longitud cuando se realizan las operaciones por las cuales se mide la longitud… En general, no entendemos por un concepto más que determinada serie de operaciones; el concepto es sinónimo de su correspondiente serie de operaciones[2].
Así, pues, como explica Anatol Rapoport, definición operativa es la que indica “qué hay que hacer y observar para traer al campo de la experiencia el objeto definido o sus efectos”. Pone este sencillo ejemplo de definición de “peso”: vaya usted a una estación de ferrocarril o a una farmacia, busque una báscula, súbase a ella, meta una moneda por la ranura y lea el número que indica la aguja al detenerse; ese es su peso. Pero ¿si la cifra no es igual en básculas distintas? Pues entonces, su peso estará, por ejemplo, entre 70 o 75 kilos, según lo que marque cada báscula. Pero no hay peso que constituya una propiedad separada de las operaciones para medirlo. “Si la única manera que tenemos para averiguar el peso es la báscula, la definición del peso tendrá que hacerse en función de ésta”, dice Rapoport[3].
Este es el punto de vista científico sobre las definiciones operativas: excluye absolutamente las declaraciones no extensionales y sin sentido. Lo mismo ocurre en los problemas diarios de la vida y del pensamiento. De la misma manera que no hay longitud ni peso fuera de las operaciones que lo miden, no hay “democracia” fuera de la suma total de prácticas democráticas, como el sufragio universal, la libertad de expresión, la igualdad ante la ley, etc.; ni “hermandad” ni “caridad”, separadas de las acciones fraternales o caritativas.
Los ejemplos mejores de definiciones operativas corrientes, son las fórmulas de los libros de cocina en que se describen las operaciones por medio de las cuales puede experimentarse extensionalmente la entidad definida. He aquí una muestra: “Las alcachofas bien lavadas se colocan en la olla exprés sobre la parrilla de la misma. Previamente se habrá puesto media taza de agua en la olla…” No estaría nada mal que los escritores y oradores leyesen de cuando en cuando algún libro de cocina para aclarar y precisar sus definiciones.
En consecuencia, lo que más debemos evitar en el terreno del pensamiento, es no descender de los niveles superiores verbales de abstracción, para llegar al mundo extensional:
—¿Qué entiende usted por democracia?
—La defensa de los derechos humanos.
—Y ¿qué entiende usted por derechos?
—Los privilegios que Dios nos otorga… bueno, los privilegios intrínsecos
del ser humano.
—¿Como por ejemplo?…
—La libertad.
—Y ¿qué entiende usted por libertad?
—Pues… la libertad religiosa y política.
—Y eso ¿qué quiere decir?
—Pues la que disfrutamos en una democracia.
Claro está que se puede hablar sabiamente sobre democracia, como hablaron Jefferson y Lincoln, como habla Frederick Jackson Turner en The Frontier in American History (1950), Karl R. Popper en The Open Society and Its Enemies (1950), T. V. Smith y Eduard Lindeman en The Democratic Way of Life (1939), para no citar más que unos cuantos ejemplos. Cuando un orador no se apea de los niveles superiores de abstracción, el auditorio no sabe a qué se refiere, y él mismo pierde su capacidad discriminatoria. Al no posar los pies sobre la tierra, se pierde en círculos viciosos verbales, sin caer en la cuenta de que está profiriendo sonidos carentes de significado.
Esto no quiere decir que nunca podamos emitir fonemas sin significación extensional. Muchas veces los proferimos en el lenguaje directivo, al hablar sobre el futuro, en los rituales y en la conversación social. No debe olvidarse que nuestros altos poderes discursivos e imaginativos derivan de que los símbolos son independientes de las cosas simbolizadas, de modo que no sólo podemos pasar rápidamente de unos niveles bajos de abstracción a otros sumamente altos (de las zanahorias a su riego, de este a la prosperidad nacional, y de ésta a mejores generaciones humanas para el futuro) y a símbolos de cosas que no existen (“Si todos los camiones de carga existentes en el país se pusiesen en fila…”), sino que podemos manufacturar símbolos a capricho, aunque sólo representen abstracciones de abstracciones, sin contacto con el mundo extensional. Por ejemplo: los matemáticos hacen juegos malabares con símbolos sin contenido extensional, para averiguar nada más qué puede hacerse con ellos: a esto se llama “matemáticas puras”, que no son mero pasatiempo inútil, porque, aunque los sistemas matemáticos se elaboren sin pensar en sus aplicaciones extensionales, suelen resultar después aplicables de forma útil e imprevista. Pero generalmente los matemáticos saben lo que hacen al manipular símbolos no extensionales. También nosotros tenemos que saberlo.
Sin embargo, todos, hasta los matemáticos, hacemos ruidos involuntarios sin sentido en el lenguaje de la vida cotidiana. Ya hemos visto a qué confusiones se presta esto. El objeto fundamental de la escala de abstracción, es enuclear el proceso de la abstracción.
Utilizando nuestra escala de abstracción, podemos situar afirmaciones y palabras en diferentes niveles de la misma. “La señora Banuet hace buenas tartas”; he aquí una expresión en un nivel bastante bajo de abstracción, aunque omite muchos elementos, como qué quiere decir “buenas”, y las ocasiones raras en que no le salen bien las tartas. “La señora Banuet es una buena cocinera” constituye una abstracción más elevada, porque no sólo se refiere a su buena mano para las tartas, sino a su competencia para preparar asados, macarrones, ensaladas, etc., aunque no hace mención concreta de lo que es capaz de guisar. “Las mexicanas son buenas cocineras” es una afirmación de nivel aún más alto de abstracción: puede formularse con sólo consultar las estadísticas. “El arte culinario ha llegado a gran altura en América” estaría todavía en un nivel de abstracción más elevado, porque podía referirse a todo el continente y supone la observación de las comidas servidas en hoteles y restaurantes, el conocimiento de lo que libros y revistas americanos dicen sobre el arte culinario, lo que se enseña al respecto en los centros docentes y de educación doméstica, etc.
Por desgracia, aunque se comprende, en nuestros tiempos hay una tendencia a hablar con desprecio de las “meras abstracciones”. La capacidad de subir más y más peldaños en la escala de la abstracción es una virtud positivamente humana, sin la cual no serían posibles nuestros estudios filosóficos y científicos. Para tener una ciencia química, se ha necesitado alguien que arbitrase la fórmula del agua H2O, prescindiendo de su humedad, dureza en estado gélido o fragmentación en estado de rocío, y demás características extensionales del agua en el terreno objetivo. Para llegar a formular una “ética”, ha habido que pensar en los elementos comunes de la conducta en las distintas civilizaciones y circunstancias, abstraer lo que es común a la conducta del carpintero, del político, del industrial, del soldado, a lo que tienen de común las leyes que regulan la conducta budista, confuciana, judía y cristiana. La fórmula más abstracta puede ser también la más general. La famosa máxima de Jesús: “Haced a los demás lo que quisierais que ellos os hiciesen”, es en este sentido una brillante generalización de directrices más concretas, una generalización a un nivel tan alto de abstracción, que resulta aplicable a todos los hombres de todas las culturas.
Pero las abstracciones elevadas se desprestigian al emplearlas consciente o inconscientemente, como tantas veces ocurre, para confundir y desorientar a la gente. La resistencia a pagar las cuotas del seguro social puede calificarse de “defensa del sistema de libre empresa”; negar al negro norteamericano el derecho a votar, violando la Constitución, puede interpretarse como “defensa de los derechos de los estados”. La consecuencia de estos abusos de la abstracción en los asuntos públicos, es que el pueblo los va mirando con ojos escépticos, del tipo que sean.
Pero, como ha mostrado la escala de la abstracción, no conocemos sino abstracciones. Lo que sabe usted de la silla en que está sentado es una abstracción del total de la silla. Al comer un trozo de pan, no puede decir por su sabor si tiene o no vitamina B, lo que da por supuesto.
Lo que sabe usted de su esposa, aunque hayan estado casados desde hace treinta años, es también una abstracción. No puede desconfiarse sistemáticamente de todas las abstracciones.
Por eso, la prueba de las abstracciones no es si pertenecen a un nivel alto o bajo, sino si pueden referirse a niveles inferiores. Cuando uno habla de las artes culinarias americanas, debe estar en posesión de datos inferiores en la escala de abstracción, sobre restaurantes, cocinas hogareñas, técnicas, etc., hasta llegar a la señora Banuct. El profesor, predicador, periodista o político cuyas elevadas abstracciones pueden descender sistemática y seguramente a niveles inferiores de abstracción, no sólo está hablando, sino que dice algo, algo más que meras palabras.
El profesor de la Universidad de Iowa, Wendell Johnson, explica en su obra People in Quandaries (1946) un fenómeno lingüístico, que llama “abstracción a un nivel muerto” o fijo. Sin duda, hay individuos que se mantienen más o menos permanentemente en determinados niveles de la escala de abstracción, unos a niveles bajos y otros a niveles muy altos. Hay quienes, por ejemplo, se aferran a un persistente nivel bajo:
Todos conocemos a ese tipo de personas que charlan y charlan por los codos sin llegar a una conclusión general. Hay conversaciones interminables que se reducen a él dijo y yo dije y ella dijo y yo dije y él dijo, para terminar, ya entrada la tarde, con un “¡ Bueno, pues eso es precisamente lo que le dije!” A este genero pertenecen muchas cartas en que se describen las excursiones y viajes turísticos: se da todo tipo de detalles minuciosos sobre los lugares que se han visto, las horas de salida y llegada, lo que se ha comido, los precios pagados, lo duro o blando de las camas, etc.
Se caracteriza especialmente por su vaguedad, ambigüedad y hasta falta total de sentido. Con sólo recoger unas cuantas circulares, libros baratos, ejemplares de revistas de la “nueva idea”, etc., puede acumularse en poco tiempo un fichero considerable de material ilustrativo. Naturalmente, encuéntrase mucho más en las librerías, en los puestos de periódicos y en los programas de radio. Las conversaciones corrientes, las clases académicas los discursos políticos, las alocuciones de inauguración y los foros y discusiones de mesa redonda proporcionan abundantes ejemplos de palabra que han cortado las amarras y se desbordan a sus anchas.
(Hablaron una vez al autor de estas líneas, de cierto curso de estética, dado en una gran universidad del Oeste Medio, en que durante todo un semestre se daban clases de arte, de belleza y de los principios en que se basaban. Pues bien; el profesor se resistió tenazmente, aunque se lo pedían los estudiantes, a citar cuadros, sinfonías, esculturas u objetos bellos concretos, que acreditasen sus principios. Respondía invariablemente: “A nosotros sólo nos interesan los principios, no los casos concretos”).
Hay también aspectos siquiátricos en la abstracción muerta en los niveles superiores, porque, cuando proliferan exageradamente los mapas sin referencia a territorio alguno, el efecto es el engaño. Pero en cualquier nivel, la abstracción muerta siempre se queda a mitad de camino y es inexpresiva:
El que habla en un nivel bajo lo exaspera a uno porque no sabe qué hacer con la información que ha recibido. Y el aficionado a los altos niveles, porque, sencillamente, no sabe uno de qué está hablando… Lo mejor que puede hacer uno en ese estado molesto, que intensifican más las reglas de la cortesía (o de la asistencia a clase), es seguir tranquilamente sentado hasta que el que habla haya concluido, distrayéndose con sus propios pensamientos, no prestándole atención o echándose un sueñecillo.
Por tanto, el buen hablar y el buen escribir, lo mismo que el pensamiento claro y el bienestar sicológico, requieren una combinación constante de abstracciones de distinta altura y un juego constante de niveles verbales con niveles no verbales. En la ciencia, esto ocurre constantemente, las hipótesis se comprueban con las observaciones, y las predicciones con los resultados extensionales. (Sin embargo, el estilo científico de algunas publicaciones técnicas presenta ejemplos torturantes de abstracción casi muerta, por lo cual resulta tan difícil leerlas. No obstante, continua la combinación de niveles verbales y no verbales experimentales, porque de otra manera no habría ciencia).
También se observa así en las obras de los buenos novelistas y poetas, cuyo mensaje es de gran utilidad general por los aspectos que descubre sobre la vida. Pero el novelista o el poeta dan a sus generalizaciones vigor y carácter persuasivo, porque saben observar y describir las situaciones sociales objetivas y los estados mentales. George F. Babbitt, el memorable personaje literario de Sinclair Lewis, tiene valor descriptivo (en un bajo nivel de abstracción) como retrato de un individuo, y valor general como descripción de un hombre de negocios norteamericano “típico” de su tiempo. Igualmente, el líder político sabe combinar los altos y bajos niveles de abstracción. Un politicastro sólo conoce los niveles inferiores, las promesas con que puede arrancar los votos, la fidelidad, no a los principios, sino a las personas (por ejemplo, a los personajes del gobierno), y las ventajas inmediatas. En cambio, el teorizante político sólo sabe de abstracciones elevadas (democracia, derechos civiles, justicia social), pero no conoce bien los hechos concretos ni los tejemanejes de intriga para ser elegido. El gran líder político, a quien estarán eternamente reconocidos los estados y las naciones, o por lo menos, su estado y su nación, es el que sabe combinar las altas metas de libertad, unidad nacional, justicia, con fines tangibles de nivel inferior, como mejores precios para el maíz, salarios mayores para los obreros de la industria textil, etc.
El buen escritor, el informador escrupuloso, el pensador profundo y el individuo cuerdo actúan en todos los niveles de la escala de abstracción, trasladándose elegante y ordenadamente de los altos a los bajos, y viceversa, con la agilidad y gracia de los simios en un árbol.
Empezando por una de las afirmaciones que tengan nivel más bajo de abstracción, ordene las siguientes de inferior a superior.
Según lo explicado en este capítulo, sobre todo respecto a las “definiciones operativas”, aplique las palabras cuya lista va a continuación, a hechos del mundo extensional; es decir: vaya bajando por la escala de la abstracción e indique “qué hay que hacer y observar para traer al campo de la experiencia la cosa definida o sus efectos”. Si puede traducir en definiciones operativas las frases que acompañan a las palabras de la lista, hágalo. Si no, construya las definiciones operativas que se le ocurran.
FILOSOFÍA: “¡Hay algo más en el cielo y en la tierra, Horacio, de lo que ha soñado tu filosofía!”
—Hamlet, Acto I, Escena 5
LIBERAL: “El liberal se compadece vehementemente (aunque a veces caprichosamente también) de la gente en abstracto y de la masa; su respeto se cifra esencialmente en el pueblo común”.
—WILLIAM S. WHITE,Harper’s
CONSERVADOR: “El conservador siente cálida e inalterable compasión por el individuo; su respeto se polariza más bien hacia el hombre que hacia la Humanidad”.
—Ibld.
HONOR:
“Al Rey la hacienda y la vida
se ha de dar, pero el honor
es patrimonio del alma
y el alma sólo es de Dios”.
—LOPE DE VEGA, El Alcalde de Zalamea (Escena XVIII de la 1a Jornada)
LIBERTAD: “La libertad es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos”.
—CERVANTES, Don Quijote de la Mancha Parte II, Cap. 58
RAZÓN: “La razón es la sustancia, el poder infinito que anima toda la vida natural y espiritual; es, además, la forma infinita que pone en movimiento lo material. La razón es la sustancia de la cual procede el ser de todas las cosas”.
—HEGEL
Analícense los siguientes pasajes según sus niveles de abstracción :
Fobia es el temor persistente y repetido de un objeto o situación concreta que no representa peligro en la realidad objetiva, aunque el paciente perciba un peligro simbólico abrumador. Las fobias proceden de temores relacionados con determinada situación, y difieren de éstos únicamente por su “racionalidad”, aspecto simbólico y generalización en cuanto a los aspectos remotos de la situación. Por ejemplo: se comprende el miedo a un tigre rampante, pero pueden considerarse anormales las reacciones del paciente que tiene miedo a la distancia de un kilómetro y en un parque zoológico bien protegido… y se asusta ante un gato común en una película. Ni en el caso normal ni en el anormal, adviértase, es preciso que el miedo se base en una experiencia directa del objeto temido, aunque en los dos, naturalmente, el tigre se identifica simbólicamente con el peligro físico. La diferencia consiste en que la fobia, a diferencia del miedo, no se basa en razones conscientes, sino en experiencias profundamente reprimidas y no siempre relacionadas con un ataque directo de felino grande o pequeño alguno en toda la vida del paciente. Por ejemplo:
Caso 7: Ana A…, muchacha de dieciocho años, fue llevada a la clínica siquiátrica por su…
—JULES MASSERMAN, Principies of Dynamic Psychiatry
EJEMPLO DE ANÁLISIS: El autor comienza con una definición de fobia, explicando las condiciones generales en que puede llamarse fobia al miedo. También es general la frase segunda, que aporta información sobre el origen de las fobias y muestra cómo se diferencian de los “temores relacionados con situaciones determinadas”. Hasta ahora, parece que el autor escribe a un alto nivel de abstracción, sin subir ni bajar gran cosa de la escala. Pero en la frase siguiente desciende por ella hasta un ejemplo concreto, capaz de ser visualizado por el lector (“tigre rampante”) y poner casos particulares de fobias, como el del parque zoológico y el de la película. Después de otras explicaciones más generales, desciende a niveles más bajos todavía (descriptivos) de abstracción, con los datos concretos de Ana A. Podrán estar o no de acuerdo con el doctor Masserman otros especialistas, pero sabemos por lo menos que cuando aplica la palabra fobia a este caso se refiere a él. Desde el punto de vista de la relación entre niveles altos y bajos de abstracción, este pasaje es una buena definición de fobia, orientada extensionalmente.
Función… es una tabla que muestra la relación entre dos cantidades variables, cuando el cambio de una supone cambio también en la otra. El precio de una cantidad de carne es función de su peso; la velocidad de un tren, función de la cantidad de carbón consumido; el volumen del sudor, función de la temperatura. En cada uno de estos ejemplos, el cambio en la segunda variable —peso, cantidad de carbón y temperatura— está en relación con el cambio de la primera: precio, velocidad y cantidad de sudor. El simbolismo de la matemática permite que las relaciones funcionales se expresen sencilla y concisamente. He aquí ejemplos de funciones expresadas formulariamente: y = x, y = x2, y = sin x, y = cos x, y = ex.
—EDWARD KASNER y J. R. NEWMAN, Mathematics and the Imagination
ISLAS Alonso, Pedro, Reforma 406
ISLAS Álvarez, Antonio, Ave. Olmos 67
ISLAS Gutiérrez, María, Calz. Guadalupe 142
ISLAS Llanos, Andrés, Peña Redonda 279
ISUNZA Morales, Félix, Paseo Cipreses 13
—Fichero comercial
—Muy bien —le dije—; explíqueme qué entiende usted por recurrencia… ¿Sólo vivimos esta vida y luego desaparecemos, o todo se repite una y otra vez, quizá infinitamente, aunque nosotros no lo sepamos ni lo recordemos?
—Esta idea de la repetición —replicó Gurdjieff— no es la verdad plena y absoluta, sino lo que más se aproxima a ella. En este caso, la verdad no puede expresarse con palabras. Pero lo que usted dice se acerca mucho a ella. Y si comprende por qué no hablo de esto, se acercará más todavía. ¿De qué vale que el hombre sepa lo que es recurrencia si no es consciente de ello y no cambia? Podría inclusive decirse que, si el hombre no cambia, la repetición no existe para él. Háblele de repetición, y lo único que logrará con ello es que duerma mejor. ¿A qué viene esforzarse hoy cuando hay por delante tanto tiempo y tantas posibilidades… la eternidad entera? ¿A qué molestarse hoy? Por eso es por lo que el sistema [del pensamiento, de Gurdjieff] no dice nada de repetición y sólo toma en cuenta esta vida que conocemos. El sistema no tiene sentido ni razón de ser sin esforzarse en el propio cambio. Y ese esfuerzo tiene que empezar hoy, inmediatamente. Todas las leyes pueden verse en una vida. El saber a través de la repetición de vidas no añadirá nada al caudal del hombre si no ve cómo todo se repite en una vida, o sea, en esta vida, y si no se esfuerza por cambiar para escapar de esta repetición. Pero si cambia algo esencial suyo, es decir, si logra algo, no puede perderse.
—P.D. OUSPENSKY, In Search of the Miraculous
Y Sem vivió después de engendrar a Arfacsad quinientos años, y engendró hijas e hijas. Vivió Arfacsad cincuenta años, y engendró a Sale; vivió después de engendrar a Sale trescientos años, y engendró hijos e hijas. Vivió Sale treinta años, y engendró a Heber; vivió después de engendrar a Heber cuatrocientos tres años, y engendró hijos e hijas. Vivió Heber treinta y cuatro años, y engendró a Paleg.
—-Génesis, 11:11-18
Los pedagogos han hecho bastante menos de lo que pudiera haberse esperado razonablemente de ellos, por explicar a la juventud la naturaleza, las limitaciones y las enormes posibilidades para bien y para mal del más trascendental de los inventos humanos: el lenguaje. Debería enseñarse a los niños que las palabras son indispensables, pero que también pueden ser
fatales, que son los únicos orígenes de la civilización, de la ciencia, de la perseverancia en los buenos propósitos, de la bondad angélica, y también de la superstición, de la locura y estupidez colectiva, del satanismo peor que bestial, de la serie histórica de crímenes perpetrados en nombre de Dios, del Rey, de la Nación, del Partido, del Dogma.
Jamás ha habido, gracias a los medios de difusión, tantos oyentes tan completamente a merced de unos cuantos locutores. Jamás se ha abusado tanto y tan desastrosamente como hoy de las palabras, esos instrumentos terriblemente eficientes de todos los tiranos, beligerantes, perseguidores y quemadores de herejes. Los generales, eclesiásticos, anunciadores y gobernantes de los estados totalitarios tienen razones más que sobradas para aborrecer la idea de la educación universal en el uso racional del lenguaje. Para los militares, clérigos, propagandistas y autoritarios, esta enseñanza resulta (y se explica) profundamente subversiva.
A quienes estén convencidos de que la libertad es algo bueno… parece indispensable una educación a fondo sobre la naturaleza del lenguaje, con sus usos y abusos. Pero no sabemos todavía si las presiones cada vez más graves de la superpoblación y superorganización de un mundo entregado aún con tanto entusiasmo a la idolatría nacionalista permitirán que se adopte esta educación subversiva lingüística ni en las naciones más democráticas.
—ALDOUS HUXLEY, “Education on the Nonverbal Level”, Perspective, septiembre de 1962.
Fabio, las esperanzas cortesanas
prisiones son do el ambicioso muere
y donde al más astuto nacen canas.
El que no las limare o las rompiere,
ni el nombre de varón ha merecido,
ni subir al honor que pretendiere.
El ánimo plebeyo y abatido
elija, en sus intentos temeroso,
primero estar suspenso que caído;
que el corazón entero y generoso
al caso adverso inclinará la frente
antes que la rodilla al poderoso.
Epístola moral a Favio
Es el momento de hablar de estos
Que hicieron a ultramar el viaje extraño y largo,
Que cayeron en llamas por el aire.
Mas son muchos sus nombres. No nombraré sus nombres Aunque algunos de ellos eran mis conocidos;
Después de algunos años también muere el fantasma,
Y ese es el retrato de mi hijo en el muro Pero su novia ha tiempo que se casó. Eso es todo.
Murieron en el lodo, o murieron de gripe en los campos de concentración. Muertos están, y eso es cuanto hay.
—STEPHEN VINCENT BENÉT, “Oda Breve”
(Trad. de Jaime Tello, Cien Años de Poesía Norteamericana, 1965)
Lo que ha dado gloria a la literatura inglesa es la descripción; la descripción sencilla y concentrada, no de lo que sucedió ni de lo que se cree o sueña, sino de lo que existe y constituye la vida, la vida aislada, la vida aislada de cada día. Es natural que una vida aislada sea eso. ¿Qué podría interesar a una isla tanto como la vida aislada, la vida diaria completamente aislada…?
Y luego tenemos la poesía que procede de la vida aislada diaria, porque, suponiendo que una vida diaria de la isla es lo que es, y la vida diaria inglesa de isla ha sido siempre completamente lo que es, hace falta que la poesía no sea lo que pierden ni lo que sienten, sino las cosas en que se han encerrado, lo que se ha encerrado en la vida aislada diaria, en la vida diaria de isla sencillamente. Y así, la poesía de Inglaterra es lo que es, es la poesía de las cosas con que todas ellas se encierran en su vida diaria, en su vida de isla completamente diaria. Esto hace una poesía muy bella, porque cuanto está encerrado en ella puede cantar…
Es fácil comprender todo esto.
—GERTRUDE STEIN, Lectures in America
He aquí que salió el sembrador a sembrar.
Y al sembrar él, una parte cayó a la vera del camino,
y viniendo los pájaros se la comieron.
Otra parte cayó en los peñascales,
donde no tenía mucha tierra,
y luego brotó por no tener profundidad de terreno;
y en saliendo el sol, se quemó,
y por no tener raigambre se secó.
Otra cayó entre espinos,
y subieron los espinos y la ahogaron.
Mas otra cayó en la tierra buena, y daba fruto,
de a ciento, de a sesenta y de a treinta.
El que tenga oídos para oír, que oiga.
—Mateo, 13:3-9
Alfred Korzybski dice, en Science and Sanity (1933), que la conciencia de abstraer nos permite, entre otras cosas, enterarnos de lo que ocurre cuando, con una sola palabra, pasamos de los inferiores a los superiores niveles de abstracción. Por ejemplo: preocuparse porque uno se preocupa o tener miedo al miedo puede conducir a reacciones morbosas; pero, con otro grupo de palabras, el nivel superior de abstracción cambia o anula los efectos del nivel inferior, como en el “odio al odio”. Examine las reacciones que pueden producirse cuando usted
V. Si queremos evitar errores de valoración, nuestra conciencia de abstraer debe ser permanente o habitual.
Sabemos que cada palabra es una abstracción, pero se nos olvida. Sabemos que toda palabra es una palabra de clase, que sólo abstrae (escoge del objeto nombrado) las semejanzas de la clase a la que pertenece el objeto, y prescinde de las diferencias. Pero se nos olvida.
—BESS SONDEL, The Humanity of Words
Escriba una nota de trescientas palabras con los ejemplos que recuerde de este olvido en su experiencia personal. ¿Cuáles fueron las consecuencias prácticas de esa falta de memoria?