NOTA DEL TRADUCTOR

La traducción de un libro de esta naturaleza tiene que ser forzosamente algo más que una mera versión literaria e ideológica de su contenido: debe tener mucho de interpretación y, en algunas partes, no pocas, de adaptación para el lector de habla española.

EL LENGUAJE EN EL PENSAMIENTO Y EN LA ACCIÓN está escrito para un público de habla inglesa y sobre la perspectiva de la cultura, literatura y sociología británica y norteamericana, con un sentido del humor y un enfoque de los temas completamente distinto en muchos casos del que adoptaría un pensador o un escritor de habla española. Esto se traduce principalmente en las “Aplicaciones” de cada capítulo, llenas de citas, fragmentos, poemas, discursos y dichos, chistes y hasta expresiones paremiológicas que, conservadas y traducidas tal como están, no dirían gran cosa al lector y estudiante español o hispanoamericano.

Pues bien, como el libro es de índole evidentemente didáctica, y así lo manifiesta explícitamente el doctor Hayakawa en una porción de pasajes, como cuando dice, en las “Aplicaciones” al Capítulo 1, que “uno de sus objetos es ayudar al lector a entender más claramente cómo funciona el lenguaje y a aplicar este entendimiento a las situaciones prácticas de la vida”, me he permitido modificar, en aras de la utilidad para el lector, algunos matices expresivos de las ideas del libro, adaptándolas al fondo y al contexto cultural en que se mueve y está formado el público al cual va dirigida la obra. He sustituido las citas literarias, sobre todo los poemas, por otros fragmentos de obras españolas e hispanoamericanas, procurando conservar una equivalencia, más o menos lograda, en cuanto a tema, estilo y autor de cada una de estas citas literarias. Digo “más o menos lograda”, puesto que no puedo pretender que la equivalencia sea perfecta, primero, porque, objetivamente, no existen en muchos casos autores o fragmentos homólogos, y segundo, porque buscarlos en el océano inmenso de la literatura hispánica, y dar con réplicas o contrapartes exactas de los autores de habla inglesa, requeriría una selección crítica, a la que ya no podría llamarse interpretación ni adaptación, sino verdadera colaboración con el autor, cosa que no es el objeto de esta presentación sin pretensiones en castellano de la obra original del pensador Hayakawa.

El lector comprenderá que hay un capítulo, sobre todo el titulado “Poesía y publicidad”, en que se han hecho particularmente necesarias esta adaptación y estas sustituciones: ni el estilo de los anuncios, ni su sentido del humor, ni el objeto o artículo anunciado pueden ser iguales en las culturas norteamericana o británica y latinoamericana. En algunos casos, he respetado el criterio del autor con anuncios reales de mercancías o específicos reales. Pero, en general, me ha parecido más ético y menos comprometido inventar los anuncios, que he llamado “imaginarios”.

En todo caso, he procurado ser fiel al que considero primer mandamiento deontológico del traductor: respetar completamente la idea del autor (aunque no se coincida con ella, como ocurre en algún pasaje de este libro) y procurar expresarla con la energía, el colorido y la intención con que la expresaría él, de conocer el castellano y escribir en la lengua de Cervantes[*].

A esto añado que en un libro sobre el lenguaje y la palabra, este respeto debe ser particularmente esmerado, por lo trascendental del tema. En el mundo caótico de hoy, la paz y la serenidad tienen que venir de la Palabra, que es el Verbo, que es el Logos, que es Dios.

A. M. M.