A Sócrates le sigue su discípulo Platón, de igual modo que a Platón le sigue su discípulo Aristóteles, formando así los tres el triunvirato de los grandes filósofos griegos. Aristóteles desarrolló y criticó el pensamiento de Platón, introduciendo muchas ideas suyas y creando en el camino una filosofía propia, aunque la filosofía de Platón, conocida como platonismo, continuó floreciendo en la Academia.
Esta filosofía se expandió con la llegada del Imperio Romano, perdiéndose en el camino diversos aspectos de la filosofía de Platón. Obviamente, no era aconsejable el discutir sobre utopías políticas en un imperio regido por hombres como Calígula o Nerón, y otras ideas, como las matemáticas, no eran interesantes para los romanos, y simplemente las ignoraron.
El platonismo evolucionó con los años; algunos de sus practicantes más leales llegaron a la conclusión de que, aunque la filosofía de Platón era correcta, él mismo no sabía a veces de qué estaba hablando, y decidieron que ellos sí lo sabían; el resultado fue una nueva filosofía conocida con el nombre de neoplatonismo, en la que, por lo general, se acentuaron los elementos místicos del platonismo; creían en una jerarquía del ser, ascendente desde la multiplicidad a la última simplicidad de lo Bueno (o lo Uno).
El exponente principal del neoplatonismo fue el filósofo del siglo III a.C. Plotino, que había sido educado en Alejandría y que fue discípulo de un antiguo cristiano convertido al platonismo, lo que dio lugar a que muchas de las ideas de Plotino fueran de un tenor casi cristiano. Inevitablemente, cristianismo y neoplatonismo entraron en conflicto al extenderse por el Imperio Romano; por un tiempo, se vio en el neoplatonismo el baluarte principal contra la marea del cristianismo.
El siglo IV vio el nacimiento de san Agustín de Hipona, la más brillante cabeza filosófica desde Aristóteles. A san Agustín le inquietaba la falta de contenido intelectual en el cristianismo; se sentía, por otra parte, atraído por el neoplatonismo, así que llegó a reconciliar la filosofía de Plotino con la teología ortodoxa cristiana, dando de esta manera un fundamento más sólido a la cristiandad. Las ideas evolucionadas de Platón fueron injertadas en la única fuerza intelectual capaz de sobrevivir a la siguiente Alta Edad Media.
El platonismo (de una u otra tendencia) se hizo parte de la tradición cristiana que, a través de los siglos, produciría una sucesión de pensadores que comprendían a Platón mejor que él mismo, platónicos, neoplatónicos, san Agustín, etc., etc. Los platónicos siguieron floreciendo en las mayores universidades europeas —particularmente en Alemania y en Cambridge— hasta bien entrado el siglo XX, aunque se cree que la especie está hoy extinta.