Agradecimientos

Terminar de escribir una historia significa empezar a dar las gracias a los que me acompañaron en la travesía.

Gratitud infinita para mi editor desde tiempo inmemorial, Michael Korda. Cuesta creer que hayan transcurrido veintiocho años desde que juntáramos nuestras cabezas con ¿Dónde están los niños? Es un placer trabajar con él y, durante los últimos años, con su ayudante Chuck Adams. Son amigos y asesores maravillosos.

Lisl Cade, mi agente de publicidad, es mi auténtica mano derecha, animosa, perspicaz, colaboradora en tantos aspectos que no puedo mencionarlos todos. Te quiero, Lisl.

Doy las gracias también a mis agentes literarios Eugene Winick y Sam Pinkus. Amigos de verdad contra viento y marea.

La subdirectora de corrección de estilo Gypsy da Silva ha sido una vez más maravillosa y meticulosa. Muchísimas gracias siempre.

Doy las gracias a sus colaboradores Rose Ann Ferrick, Barbara Raynor, Steve Friedeman, Joshua Cohen y Anthony Newfield.

Una vez más, gracias y bendiciones eternas a mis colaboradoras y amigas Agnes Newton y Nadine Petry, y a la lectora de pruebas, mi cuñada Irene Clark.

Mi hija y colega Carol Higgins Clark siempre ha sido una valiosa y útil caja de resonancia. Nos seguimos comunicando los altibajos de la creatividad. Los altos empiezan cuando el libro está terminado.

Me siento muy agradecida a la ayudante de investigaciones clínicas Carlene McDevitt, quien contestó de buen grado a las preguntas que le formulé. Si no interpreté bien los detalles cuando contestó a dichas preguntas, me declaro culpable.

Termino dando gracias a mi marido, John, y a nuestras maravillosas familias combinadas, hijos y nietos, a los que nombro en la dedicatoria.

Y ahora, mis queridos lectores, todo está dicho. Espero de todo corazón que disfrutéis.