Tenía la radio encendida cuando volvía a casa desde Pleasantville, pero no escuchaba una palabra de lo que decían. No podía alejar la sensación de que mi presencia anunciada en las oficinas de Gen-stone había contribuido a la brusca decisión de cerrar sus puertas hoy. También tenía la sensación de que, fueran cuales fuesen los asuntos que Lowell Drexel tenía que tratar con Charles Wallingford, había ido también para echarme un buen vistazo.
Fue pura chiripa que Betty, la recepcionista, hubiera mencionado de pasada que una de las mujeres que examinaban el correo y enviaban las cartas preimpresas era la sobrina de la doctora Kendall, Laura. Si era ella quien había contestado a la carta de Caroline Summers, ¿le habría parecido lo bastante interesante para comentársela a la doctora Kendall?, me pregunté.
Pero aun en ese caso, ¿por qué no había contestado a la carta? La política de la empresa consistía en responder a todas las cartas.
Vivian había dicho que, después de descubrir que se habían llevado las notas de su padre, Nick Spencer dejó de apuntar sus compromisos en su agenda. Si Vivian y él eran tan íntimos como imaginaba la gente de la oficina, ¿por qué no le había contado el motivo de sus preocupaciones?
¿No confiaba en ella?
En tal caso, se abría una nueva e interesante posibilidad.
¿O la estaba protegiendo con su silencio?
«Vivian Powers ha sido…».
De repente, me di cuenta de que no solo estaba pensando en su nombre, sino que lo estaba escuchando en la radio. Subí el volumen con un movimiento del dedo, y después escuché con creciente consternación la noticia. Vivian Powers había sido encontrada, viva pero inconsciente, en el coche de su vecina. El coche estaba aparcado a un lado de la carretera, en una zona boscosa que distaba tan solo kilómetro y medio de su casa de Briarcliff Manor. Se creía que había intentado suicidarse, presunción que se basaba en el hecho de que había un frasco de píldoras vacío en el asiento de al lado.
Dios mío, pensé. Desapareció entre el sábado por la noche y el domingo por la mañana. ¿Es posible que estuviera todo ese tiempo en el coche? Estaba a punto de cruzar el límite del condado, camino de la ciudad. Me debatí durante una fracción de segundo y me desvié en la siguiente salida para volver a Westchester.
Tres cuartos de hora más tarde, estaba sentada con el padre de Vivian en la sala de espera de la unidad de cuidados intensivos del hospital de Briarcliff Manor. Estaba llorando, de alivio y miedo a la vez.
—Carley —dijo—, está dormida e inconsciente, pero parece que no recuerda nada. Le preguntaron cuántos años tiene, y dijo que dieciséis. Cree que tiene dieciséis años. ¿Qué se habrá hecho?
O ¿qué le han hecho?, pensé, mientras cerraba mi mano sobre la suya. Intenté improvisar unas palabras de consuelo.
—Está viva —dije—. Es un milagro que siga viva después de estar cinco días abandonada en un coche.
El detective Shapiro apareció en la puerta de la sala de espera.
—Hemos estado hablando con los médicos, señor Desmond. Es imposible que su hija permaneciera en ese coche durante cinco días. Sin ir más lejos, sabemos que hace dos días marcó el número del móvil de Nick Spencer. ¿Cree que podrá convencerla de que sea sincera con nosotros?