Ken y Don escucharon con sombría concentración cuando les hablé de mis encuentros en Westchester y la llamada que había recibido aquella mañana de la policía de Briarcliff Manor.
—¿Una reacción defensiva, Carley? —preguntó Ken—. ¿Se trata de una elaborada representación para convencer a todo el mundo de que algo más estaba sucediendo? Los caseros te dicen que saltaba a la vista que Nick Spencer y Vivian Powers eran tortolitos. ¿Es posible que te estuvieras acercando demasiado a la verdad? ¿Crees que ella estaba planeando ir a Boston una temporada, vivir con papá y mamá, y luego empezar una vida nueva en Australia, Tombuctú o Mónaco, en cuanto la noticia dejara de ser actualidad?
—Es muy posible —dije—. De hecho, si así es, debo deciros que dejar la puerta abierta y volcar una mesa y una silla me parece excesivo.
Dicho eso, vacilé.
—¿Qué pasa? —preguntó Ken.
—Ahora que lo pienso, me parece que estaba asustada. Cuando Vivian me abrió la puerta, dejó puesta la cadena de seguridad un par de minutos, antes de dejarme entrar.
—¿Llegaste allí a eso de las once y media? —preguntó Ken.
—Sí.
—¿Dio alguna indicación de por qué estaba asustada?
—Directamente no, pero dijo que el acelerador del coche de Spencer se atascó solo una semana antes de que su avión se estrellara. Había empezado a creer que en ninguno de ambos casos se trataba de un accidente.
Me levanté.
—Me voy a acercar hasta allí —dije—. Y después, volveré a Caspien. A menos que todo sea una charada, el hecho de que Vivian Powers me llamara para decir que creía conocer la identidad del hombre del pelo castaño rojizo significa que se había convertido en una amenaza para alguien.
Ken asintió.
—Adelante. Por mi parte, tengo algunos contactos. No hay mucha gente que ingresara en el pabellón de curas paliativas de St. Ann para morir y saliera por su propio pie. No tendría que ser muy difícil identificar a ese individuo.
Yo todavía era nueva en la oficina. Ken era el responsable del reportaje. Aun así, me vi forzada a decir:
—Ken, cuando le encuentres, me gustaría acompañarte en la entrevista.
Ken reflexionó un momento, y luego asintió.
—Me parece justo.
Sé orientarme bastante bien. Esta vez, no necesité el mapa de carreteras para llegar a casa de Vivian. Había un solitario policía apostado ante la puerta, y me miró con suspicacia. Le expliqué que había visto a Vivian Powers el día anterior y que había recibido una llamada telefónica de ella.
—Voy a comprobarlo —dijo. Entró en la casa y salió enseguida—. El detective Shapiro dice que puede entrar.
El detective Shapiro resultó ser un hombre de aspecto erudito y voz agradable, calva incipiente y ojos color avellana. Se apresuró a explicar que la investigación acababa de empezar. Se habían puesto en contacto con los padres de Vivian Powers, y a la vista de las circunstancias les habían dado permiso para entrar en su casa. El hecho de que la puerta principal estuviera abierta, la lámpara y la silla volcadas, y el coche todavía en el camino de entrada, les había parecido preocupante.
—¿Estuvo ayer aquí, señorita DeCarlo? —quiso confirmar Shapiro.
—Sí.
—Me doy cuenta de que, con la casa desmontada y las cajas de mudanzas, es difícil asegurarlo, pero ¿nota alguna diferencia de cuando estuvo ayer?
Estábamos en la sala de estar. Paseé la vista a mi alrededor, y recordé que había visto el mismo lío de cajas y mesas desnudas. Pero entonces, caí en la cuenta de que había algo diferente. Una caja sobre la mesita auxiliar que no estaba el día anterior.
La señalé.
—Esa caja —dije—. Puede que ella la fuera a llenar o la inspeccionara después de marcharme, pero no estaba aquí.
El detective Shapiro se acercó y cogió el expediente que había encima.
—Trabajaba para Gen-stone, ¿verdad? —preguntó.
Me descubrí proporcionándole tan solo la información de la que estaba segura, y callando mis sospechas. Imaginé la expresión del detective si le decía «Puede que Vivian Powers haya preparado su desaparición porque va a encontrarse con Nicholas Spencer, cuyo avión se estrelló y al que se da por muerto». O tal vez le resultaría más lógico oír: «Empiezo a preguntarme si Nicholas Spencer fue víctima de una trampa, si un médico de Caspien fue atropellado por alguien que se dio a la fuga a causa de las notas de laboratorio que guardaba, y si Vivian Powers desapareció porque podía identificar al hombre que se apoderó de dichas notas».
En cambio, me limité a decir que había entrevistado a Vivian Powers porque yo estaba colaborando en un reportaje sobre su jefe, Nicholas Spencer.
—¿La llamó después de que usted se marchara, señorita DeCarlo?
Supuse que el detective Shapiro era consciente de que no le estaba contando toda la historia.
—Sí. Había hablado con Vivian de que cierta documentación sobre experimentos de laboratorio pertenecientes a Nicholas Spencer habían desaparecido. Por lo que ella sabía, el hombre que los recogió, diciendo que Spencer le había enviado, no estaba autorizado a hacerlo. A juzgar por el breve mensaje que dejó en mi contestador automático, tuve la impresión de que tal vez podría identificar a esa persona.
El detective aún sostenía el expediente de Gen-stone, pero estaba vacío.
—¿Es posible que estableciera esa relación mientras examinaba este expediente?
—No lo sé, pero es posible.
—Ahora el expediente está vacío, y ella ha desaparecido. ¿Qué le sugiere eso, señorita DeCarlo?
—Creo que existe la posibilidad de que haya sido víctima de un engaño.
Me dirigió una mirada penetrante.
—Cuando venía desde la ciudad, ¿tenía encendida la radio del coche, señorita DeCarlo?
—No —contesté. No quería decir al detective Shapiro que, cuando estoy trabajando en un reportaje de este calibre, necesito el silencio del coche para pensar y sopesar las diferentes posibilidades que se presentan ante mí.
—Entonces, ¿no se ha enterado del rumor de que vieron a Nick Spencer en Zurich, propagado por un hombre que le había visto en varias asambleas de inversores?
Tardé un largo momento en digerir la pregunta.
—¿Está diciendo que considera creíble al hombre que afirma haberle visto?
—No, solo que se nos presenta una nueva perspectiva del caso. Comprobarán la historia con lupa, por supuesto.
—Si la historia es cierta, yo no me preocuparía mucho por Vivian Powers —dije—. En tal caso, supongo que ha ido a encontrarse con él, si es que no están juntos ya.
—¿Están liados? —preguntó al instante Shapiro.
—El ama de llaves de Nicholas Spencer lo creía. Eso podría significar que los presuntos documentos desaparecidos no son más que otra pieza de un complicado embuste. ¿No estaba la puerta abierta? —pregunté.
El hombre asintió.
—Tal vez la dejaron así para atraer la atención sobre su ausencia —dijo—. Seré sincero, señorita DeCarlo. Hay algo que no cuadra en todo esto, y creo que usted me lo acaba de decir. Apuesto a que esa mujer va a encontrarse con Spencer, esté donde esté.