EL OMBLIGO

LA PALABRA QUE CUADRA como definición del Cuzco es evocación. Un impalpable polvo de otras eras sedimenta entre sus calles, levantándose en disturbio de laguna fangosa cuando se holla su sustratum. Pero hay dos o tres Cuzcos, o mejor dicho, dos o tres formas de evocación en él: cuando Mama Ocllo dejó caer el clavo de oro en la tierra y éste se enterró en ella totalmente, los primeros incas supieron que allí estaba el lugar elegido por Viracocha para domicilio permanente de sus hijos preferidos que dejaban el nomadismo para llegar como conquistadores a su tierra prometida. Con las narices dilatadas en ambición de horizontes, vieron crecer el imperio formidable mientras la vista atravesaba la feble barrera de las montañas circunvecinas. Y el nómada converso al expandirse en Tahuantinsuyo, fue fortificando el centro de los territorios conquistados, el ombligo del mundo, Cuzco. Y así surgió, por imperio de las necesidades defensivas, la imponente Sacsahuamán que domina la ciudad desde las alturas, protegiendo los palacios y templos de la furia de los enemigos del imperio. Ese es el Cuzco cuyo recuerdo emerge plañidero desde la fortaleza destrozada por la estupidez del conquistador analfabeto, desde los templos violados y destruidos, los palacios saqueados, la raza embrutecida; es el que invita a ser guerrero y defender, macana en mano, la libertad y la vida del inca. Pero hay un Cuzco que se ve desde lo alto, desplazando a la derruida fortaleza: el de los techos de teja colorada cuya suave uniformidad es rota por la cúpula de una iglesia barroca, y que en descenso nos muestra sólo sus calles estrechas con la vestimenta típica de sus habitantes y su color de cuadro localista; es el que invita a ser turista desganado, a pasar superficialmente sobre él y solazarse en la belleza de un invernal cielo plomizo. Pero también hay un Cuzco vibrante que enseña en sus monumentos el valor formidable de los guerreros que conquistaron la región, el que se expresa en los museos y bibliotecas, en los decorados de las iglesias y en las facciones claras de los jefes blancos que aún hoy muestran el orgullo de la conquista; es el que invita a ceñir el acero y montado en caballo de lomo amplio y poderoso galope hendir la carne indefensa de la grey desnuda cuya muralla humana se debilita y desaparece bajo los cuatro cascos de la bestia. Cada uno de ellos se puede admirar por separado, y a cada uno le dedicamos parte de nuestra estadía.