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EL LAGO DEL SOL

EL LAGO SAGRADO sólo mostraba una pequeña parte de su grandeza ya que las lenguas de tierra que limitan la bahía donde está edificado Puno lo escondían a nuestra mirada. Una que otra balsa de totora boyaba en las aguas tranquilas y algún barquito de pescadores enfilaba hacia la salida. El viento era muy frío y el cielo plomizo y agobiante parecía adecuarse a nuestro estado de ánimo. Es cierto que habíamos llegado al pueblo directamente, sin hacer escala en llave, que habíamos conseguido un alojamiento provisional en el cuartel y una muy buena comida, pero ya todo se acababa: el comandante, con muy buenas maneras, nos había puesto en la puerta de calle, aduciendo que éste era un puesto de frontera y en ellos estaba estrictamente prohibido que los civiles extranjeros pernoctaran.

Pero no queríamos irnos sin conocer bien el lago, de modo que nos encaminamos al muelle para tratar de que nos llevaran afuera de la bahía y poder admirarlo así, en toda su magnitud. Recurrimos a un intérprete para formalizar la operación porque todos los Pescadores, de pura raza aymara, desconocen completamente el castellano. Por la módica suma de cinco soles logramos que nos llevaran a nosotros dos y al oficioso guía que se nos coló, y hasta hicimos un intent de bañarnos en las aguas del lago, intento que quedó trunco cuando palpamos la temperatura con la puntita del dedo meñique (aunque Alberto hizo toda una serie de demostraciones, sacándose las botas y la ropa y por supuesto, volviéndoselas a poner).

Como puntitos diseminados en la inmensa superficie gris, emergían una serie de islas en lontananzael guía nos contó la vida de los pescadores que allí habitan, algunos de los cuales apenas han visto un blanco en su vida y viven apegados a sus costumbres ancestrales, comiendo los mismos artículos, recogiendo la misma pesca en la misma forma que hace 500 años, y manteniendo inmaculados sus trajes, ritos y tradiciones.

Cuando volvimos al puerto, nos encaminamos a uno de los barcos que hacen la carrera entre Puno y un puerto boliviano, para tratar de conseguir algo de yerba que ya nos escaseaba bastante, pero en la zona norte de Bolivia no se toma casi el mate, de modo que no tenían ni medio kilo y apenas si la conocían. De paso, recorrimos el barco construido en Inglaterra y armado allí, de un lujo discordante con la pobreza general de toda la región.

Nuestro problema de alojamiento se solucionó en el puesto de la Guardia Civil, en que un alférez muy amable nos colocó en la enfermería, los dos en una cama, pero bien abrigados. A la mañana siguiente, tras de una visita a la catedral, bastante interesante, conseguimos un camión para seguir con rumbo a Cuzco.

Con una recomendación para el doctor Herniosa, que era un ex leprólogo radicado allí, dada por el medico de Puno.