Cuando leí por primera vez estas notas no tenían formato de libro ni sabía quién las había escrito. Yo era mucho más joven y de inmediato me identifiqué con la persona que había narrado con tanta espontaneidad sus aventuras. Claro que al ir leyendo tuve una idea de quien era este personaje y me sentí muy feliz de ser su hija.
No pretendo contarles nada de lo que deben descubrir en esta lectura, pero sin dudas cuando terminen querrán volver a disfrutar de algunos pasajes, por la belleza que describen o por lo intenso de los sentimientos que desprenden.
Hubo momentos que literalmente hablando despojé a Granado de su lugar en la moto y me apreté con fuerzo, a la espalda de papi, viajé junto a él por montañas y lagos; reconozco que lo dejé solo en algunas ocasiones, sobre todo cuando es capaz de describir tan gráficamente cosas que hace, que yo no contaría nunca, pero que al hacerlo demuestra una vez más hasta que punto puede ser un hombre honesto y poco convencional.
Si tengo que ser sincera, debo decir que al leer me fui enamorando del muchacho que mi padre había sido.
No sé si compartirán conmigo esas sensaciones, pero a lo largo de la lectura voy conociendo mejor al joven Ernesto, el que parte de la Argentina con deseos de aventuras y sueños de hazañas personales y que al ir descubriendo la realidad de nuestro continente va madurando como ser humano y se va desarrollando como ser social.
Poco a poco percibimos como van cambiando los sueños y las ambiciones; va captando el dolor y las preocupaciones de otros muchos y permite que todo esto comience a entrar dentro de él.
El joven que al inicio nos hace sonreír con sus disparates y locuras, nos va sensibilizando al narrar el complejo mundo del indígena latinoamericano, la pobreza en que viven, la explotación a que son sometidos. A pesar de todo no abandona el humor que llevó siempre consigo, pero aquí es diferente, es más sutil, más fino.
Mi padre, «ese, el que fue», nos muestra la América Latina que pocos conocemos, describe los paisajes con palabras que colorean la imagen que llega a nuestros sentidos, vamos viendo las cosas que han quedado en su retina.
Su prosa es fresca, usa palabras que nos permiten sentir sonidos que jamás hemos escuchado, logra compenetrarnos con el medio, ese que golpea con su hermosura y rudeza al ser romántico, que sin perder la ternura va fortaleciendo su anhelo revolucionario y sedimentando la conciencia de que lo que más necesitan los hombres humildes no son sus conocimientos científicos como galeno, sino sobre todo sus fuerzas y persistencia para provocar un cambio social tal que les permita vivir con la dignidad que fue robada y mancillada durante siglos.
Este joven aventurero con ansias de conocimientos y una gran capacidad para amar nos muestra cómo la realidad bien interpretada puede calar en un ser humano hasta el punto de ir transformando su manera de pensar.
Lean estas notas, que fueron escritas con tanto amor, soltura y sinceridad que son las que más cerca me hicieron sentir de mi padre. Espero las disfruten y deseo que puedan viajar junto a él.
Si alguna vez tienen la oportunidad de seguir realmente sus pasos descubrirán con tristeza que muchas cosas continúan igual o todavía peor. Esto significa un reto para todos los que, como este joven, que años después fuera el Che, nos hemos sensibilizado con la realidad que golpea a los más desposeídos y nos hemos comprometido con la necesidad de ayudar a construir un mundo más justo.
Los dejo ya con el hombre que conocí y al que amo intensamente por esa fuerza y ternura que demostró al vivir.
¡Buena lectura! ¡Hasta siempre!
Aleida Guevara March