Dificultad de transmitir «verdades objetivas» a través del lenguaje ordinario. Ciencia objetiva y ciencia subjetiva. La unidad en la diversidad. Transmisión de la ciencia objetiva. Los centros superiores. Mitos y símbolos. Fórmulas verbales. «Como arriba, así abajo». «Conócete a ti mismo». Dualidad. Transformación del binario en ternario. La línea de voluntad. El cuaternario. La construcción del pentagrama. Los cinco centros. El Sello de Salomón. El simbolismo de números, de figuras geométricas, de letras y de palabras. Otras simbologías. Comprensión justa y comprensión equivocada de los símbolos, según el nivel de desarrollo. La unión del saber y del ser: el Gran Hacer. «Nadie puede dar a un hombre lo que ya no posee». No se puede llegar sino por los propios esfuerzos. Diferentes «caminos» conocidos, que emplean símbolos. El lugar de esta enseñanza. Uno de sus principales símbolos. El Eneagrama. La Ley de Siete en su relación a la Ley de Tres. Examen del eneagrama. «Lo que un hombre no puede colocar en el eneagrama, no lo comprende». Un símbolo moviente. Experimentar el eneagrama por medio del movimiento. Ejercicios. El lenguaje universal. Arte objetivo y arte subjetivo. Música. La música objetiva está basada en las octavas interiores. La humanidad mecánica no puede tener sino arte subjetivo. Los diferentes niveles de ser del hombre.
Cuando G. estaba solo con nosotros, después de las conferencias públicas en las que había admitido gente de afuera, siempre volvía a ciertos puntos. El primero era el «recuerdo de sí»; subrayaba la necesidad de trabajar constantemente sobre sí para lograr esto; y el segundo era la imperfección de nuestro lenguaje, la dificultad de comunicar en palabras «la verdad objetiva». Como ya lo he dicho, G. daba a las expresiones «objetiva» y «subjetiva» un sentido especial, tomando como base la división de estados de conciencia en «subjetivos» y «objetivos». Así, toda nuestra ciencia ordinaria, que se basa en métodos ordinarios de observación y de verificación de observaciones, era, a sus ojos, una ciencia subjetiva; asimismo, llamaba subjetivas a todas las teorías científicas deducidas de la observación de hechos accesibles en los estados subjetivos de conciencia. Por el contrario, la ciencia fundada sobre los antiguos métodos y principios de observación, la ciencia de las cosas en sí mismas, la ciencia del Todo, era para él la ciencia objetiva.
Escribiré ahora sirviéndome a la vez de anotaciones tomadas por algunos alumnos de G. en Moscú y por mí en San Petersburgo.
—«Una de las ideas centrales de la ciencia objetiva, decía G., es la idea de la unidad de todas las cosas, de la unidad en la diversidad. Desde los tiempos más antiguos, los hombres que captaron el contenido de esta idea, y que al comprender el sentido vieron en ella la base de la ciencia objetiva, se han esforzado por encontrar el medio de transmitirla bajo una forma comprensible. Una transmisión justa de las ideas de la ciencia objetiva ha sido siempre parte de la tarea de aquéllos que la poseían. En tales casos, la idea de la unidad de todas las cosas, como idea central y fundamental, debía transmitirse primero, y debía serlo íntegra y exactamente. Se buscaba entonces el ponerla en formas apropiadas para asegurar su transmisión adecuada, sin riesgos de deformarla o corromperla. Con este fin, las personas a las cuales estaba destinada debían recibir la preparación conveniente; en cuanto a la idea misma, era presentada o bajo una forma lógica —como en los sistemas filosóficos que tratan de dar una definición del “principio fundamental” o “arque”,[14] desde donde todo nace— o bajo una forma de enseñanza religiosa que tiende a crear un elemento de fe y a provocar una ola de emoción, que eleva a la gente al nivel de la “conciencia objetiva”. Las tentativas, más o menos coronadas de éxito, que se han hecho sobre uno u otro de estos dos caminos, pasan a través de toda la historia de la humanidad, desde los orígenes hasta nuestros días, y bajo el aspecto de creencias religiosas o de doctrinas filosóficas, quedan como monumentos que atestiguan los esfuerzos realizados para unir el pensamiento de la humanidad al pensamiento esotérico».
«Pero la ciencia objetiva, incluyendo la idea de la unidad, no pertenece sino a la conciencia objetiva. Cuando las formas que expresan esta ciencia son percibidas por la conciencia subjetiva, son inevitablemente desnaturalizadas, y en lugar de la verdad, engendran más y más errores. Con la conciencia objetiva, es posible ver y sentir “la unidad de todas las cosas”. Pero para la conciencia subjetiva, el mundo está fragmentado en millones de fenómenos separados y sin conexión. Los esfuerzos hechos para religarlos, para reunirlos en algún sistema científico o filosófico, no llevan a nada, porque los hombres no pueden reedificar la idea del Todo partiendo de hechos aislados, y no pueden adivinar los principios de la división del Todo sin conocer las leyes sobre las cuales se basa esta división».
«Por cierto, la idea de la unidad de todas las cosas existe también en el pensamiento racional, pero su relación exacta a la diversidad no puede jamás ser claramente expresada por palabras o bajo una forma lógica. Siempre queda la dificultad insuperable del lenguaje. Un lenguaje que se ha formado al expresar impresiones de pluralidad y diversidad en estados de conciencia subjetivos, no puede jamás transmitir con claridad y plenitud suficientes, la idea de la unidad, que es inteligible y evidente solamente en el estado objetivo de conciencia».
«Al darse cuenta de la imperfección y de la debilidad del lenguaje ordinario, los hombres que poseían la ciencia objetiva han tratado de expresar la idea de la unidad bajo la forma de “mitos”, de “símbolos”, y de “aforismos” particulares, que habiendo sido transmitidos sin alteración, han llevado esta idea de una escuela a otra, y a menudo de una época a otra».
«Ya se ha dicho que, en los estados superiores de conciencia, funcionan en el hombre dos centros psíquicos superiores: el centro “emocional superior”, y el centro “intelectual superior”. El propósito de los mitos y de los símbolos era el alcanzar los centros superiores, el transmitir al hombre ideas inaccesibles a su razón, y el transmitírselas bajo formas tales que no pudieran ser interpretadas equivocadamente. Los mitos estaban destinados al centro “emocional superior”; los símbolos, al centro “intelectual superior”. Por este hecho, todos los esfuerzos emprendidos para comprender o explicar, con la razón solamente, los mitos, los símbolos, así como también los aforismos que dan un resumen de su contenido, están predestinados al fracaso. Siempre es posible comprender todo; pero en cada caso es necesario el centro apropiado. La preparación, sin la cual no es posible recibir las ideas de la ciencia objetiva, debe hacerse por medio del pensamiento, pues solamente un pensamiento bien preparado puede transmitir estas ideas a los centros superiores, sin introducir en ellas elementos ajenos».
«Los símbolos empleados para transmitir las ideas de la ciencia objetiva, incluían los diagramas de las leyes fundamentales del universo, y transmitían no solo la ciencia misma, sino que mostraban igualmente el camino para alcanzarla. El estudio de los símbolos, de su estructura y de su significación, formaba una parte muy importante de la preparación sin la cual no es posible recibir la ciencia objetiva, y era en sí una prueba, porque una comprensión literal o formal de los símbolos se opone a la adquisición de todo conocimiento ulterior».
«Los símbolos estaban divididos en fundamentales y secundarios: los primeros comprendían los principios de diferentes ramas de la ciencia; los segundos expresaban la naturaleza esencial de los fenómenos en su relación a la unidad».
«Entre los aforismos que daban un resumen del contenido de numerosos símbolos, el siguiente tenía una importancia particular: como arriba así abajo —primeras palabras de la Tabla Esmeralda de Hermes Trismegisto—. Esta fórmula significaba que todas las leyes del cosmos podían ser encontradas en el átomo o en cualquier otro fenómeno que existe como algo realizado conforme a ciertas leyes. El mismo sentido se encontraba en la analogía establecida entre el microcosmos —el hombre—, y el macrocosmos —el universo—. Las leyes fundamentales de las tríadas y de las octavas penetran todas las cosas, y deben ser estudiadas simultáneamente en el hombre y en el universo. Pero el hombre es para sí mismo un objeto de estudio y de ciencia más cercano y más accesible que el mundo de los fenómenos que le son exteriores. Por consiguiente, si se esfuerza por alcanzar el conocimiento del universo, el hombre debe comenzar por estudiar en sí mismo las leyes fundamentales del universo».
«Desde este punto de vista, otro aforismo: Conócete a ti mismo, toma un sentido particularmente profundo; es uno de los símbolos que llevan al conocimiento de la verdad. Así el estudio del mundo y el estudio del hombre se sostendrán el uno al otro. Al estudiar el universo y sus leyes, el hombre se estudiará a Sí mismo, y al estudiarse a sí mismo, estudiará el universo. En este sentido, cada símbolo nos enseña algo sobre nosotros mismos».
«El estudio de los símbolos puede ser abordado de la manera siguiente: ante todo, al estudiar el mundo de los fenómenos, el hombre debe ver en todas las cosas la manifestación de dos principios opuestos que, según sus conjunciones o sus oposiciones, dan tal o cual resultado, reflejando la naturaleza esencial de los principios que los han creado. Esta manifestación de las grandes leyes de dualidad y de trinidad, la ve el hombre simultáneamente en el cosmos y en sí mismo. Pero con relación al cosmos, él es un simple espectador, que no ve sino la superficie de los fenómenos, que le parecen moverse en una sola dirección, cuando en realidad se mueven en múltiples direcciones. Pero con relación a sí mismo, su comprensión de las leyes de dualidad y de trinidad puede expresarse bajo una forma práctica; cuando comprende realmente estas leyes, puede limitar la manifestación de ellas a la línea permanente de lucha contra sí mismo en el camino del conocimiento de sí. Y de esta manera, introduce la línea de la voluntad, primeramente en el círculo del tiempo, luego en el ciclo de la eternidad, cuya realización creará en él el gran símbolo conocido bajo el nombre de Sello de Salomón».
«La transmisión del sentido de los símbolos a un hombre que no ha adquirido ya una comprensión en sí mismo, es imposible. Esto parece una paradoja. Pero solo aquél que ya posee el contenido de un símbolo, puede descubrir su esencia. El símbolo entonces se torna para él una síntesis de su conocimiento, y le sirve para expresarlo y transmitirlo, como le ha servido al hombre que lo ha instruido».
«Los símbolos más simples»:
«O los números 2, 3, 4, 5, 6, que los expresan, tienen un sentido definido, en relación al desarrollo interior del hombre; muestran grados diferentes en la vía del perfeccionamiento de sí y del crecimiento del ser».
«El hombre, en su estado ordinario, es considerado como una dualidad. Está enteramente constituido de dualidades, o de “parejas de contrarios”. Todas las sensaciones del hombre, sus impresiones, sus emociones, sus pensamientos, están divididos en positivos y negativos, útiles y dañinos, necesarios y superfluos, buenos y malos, agradables y desagradables. El trabajo de los centros se hace bajo el signo de esta división. Los pensamientos se oponen a los sentimientos. Los impulsos motrices se oponen a la sed instintiva de tranquilidad. Es en esta dualidad donde se efectúan todas las percepciones, todas las reacciones, toda la vida del hombre. Y quienquiera sea capaz de observarse, aunque sea un poco, podrá reconocer esta dualidad en sí mismo».
«Pero esta dualidad aparece como una alternación; el vencedor de hoy es el vencido de mañana; lo que nos domina actualmente, pronto será secundario, subordinado. Y todo es igualmente mecánico, igualmente desprovisto de voluntad, igualmente despojado de meta. La comprensión de la dualidad en nosotros mismos comienza desde que nos damos cuenta de nuestra mecanicidad, y desde que llegamos a captar la diferencia entre lo que es automático y lo que es consciente. Esta comprensión debe estar precedida por la destrucción de este mentirse a sí mismo, que para un hombre consiste en tomar sus acciones, aun las más mecánicas, por actos voluntarios y conscientes, y en considerarse a sí mismo un ser uno y entero».
«Cuando esta mentira es destruida, y el hombre comienza a ver en sí la diferencia entre lo mecánico y lo consciente, entonces comienza una lucha para la realización de la conciencia en la vida, y para la subordinación de lo automático a lo consciente. Con este fin, el hombre se pone a hacer esfuerzos para tomar una decisión definida, basada en motivos conscientes, de luchar contra los procesos automáticos que se efectúan en él, según las leyes de dualidad. La creación de este tercer principio, principio permanente, será para el hombre la transformación de la dualidad en trinidad».
«Que él afirme esta decisión y la introduzca constantemente, sin desfallecer, en todos los acontecimientos donde antes no intervenían sino choques neutralizantes accidentales (dando solo resultados accidentales), esto creará una línea permanente de resultados en el tiempo, y ésta será la transformación del ternario al cuaternario. El grado siguiente, la transformación del cuatro al cinco y la construcción del pentagrama, no tiene un sentido único, sino muchos sentidos diferentes con relación al hombre. Ahora bien, entre ellos hay uno que se debe enseñar ante todo, y es de éste del que menos se puede dudar: concierne al trabajo de los centros».
«El desarrollo de la máquina humana y el enriquecimiento del ser, comienza por un funcionamiento nuevo y desacostumbrado de esta máquina. Sabemos que el hombre tiene cinco centros: intelectual, emocional, motor, instintivo y sexual. El desarrollo predominante de uno u otro de estos centros a expensas de los demás, produce un tipo de hombre muy unilateral, incapaz de todo desarrollo ulterior. Pero si el hombre lleva el trabajo de sus cinco centros a un desarrollo armonioso, “el pentagrama se cierra en él”, y llega a ser un tipo de hombre físicamente perfecto».
«El funcionamiento integral de los cinco centros los conduce a unirse a los centros superiores, los cuales introducen el principio hasta entonces ausente, y ponen al hombre en conexión directa y permanente con la conciencia objetiva, y la ciencia objetiva».
«El hombre deviene entonces “la estrella de seis puntas”, es decir, que al encerrarse en un círculo de vida independiente y completo por sí mismo, se aísla de influencias ajenas o de choques accidentales; encarna en sí mismo el Sello de Salomón».
«En el presente caso, la serie de símbolos dados —2, 3, 4, 5, 6—, se interpreta como aplicable a un solo proceso. Pero aun esta interpretación es incompleta, porque un símbolo no puede jamás ser interpretado íntegramente. Tiene que ser experimentado o vivido, de la misma manera, por ejemplo, que la idea del conocimiento de sí debe ser vivida».
«Este mismo proceso de desarrollo armonioso del hombre puede ser considerado desde el punto de vista de otro sistema de símbolos, el de la ley de octava. Según la ley de octava, todo proceso completo es el pasaje por una serie de tonos sucesivos de un do al do de la octava superior. Los siete tonos fundamentales de la escala de la octava expresan la ley de siete. La adición del do de la octava superior, que es el coronamiento del proceso, da el octavo escalón. Los siete tonos fundamentales, con los dos “intervalos” o los dos “choques adicionales”, dan nueve escalones. Si le agregamos el do de la nueva octava, tenemos diez escalones. El último, el décimo escalón, es el fin del ciclo precedente y el comienzo del siguiente. Así, la ley de octava, lo mismo que el proceso de desarrollo que ella expresa, contiene todos los números del 1 al 10. Tocamos aquí lo que se podría llamar el simbolismo de los números. El simbolismo de los números no se puede comprender sin la ley de octava, o sin una clara concepción de la manera en que las octavas encuentran su expresión en el sistema decimal, y viceversa».
«En los sistemas occidentales del ocultismo, existe un método conocido bajo el nombre de adición teosófica, que da la significación de los números de dos cifras o más, basándose en la suma de estas cifras. Para los que no comprenden el simbolismo de los números, esta manera de sintetizarlos parece absolutamente arbitraria y estéril. Pero para un hombre que comprende la unidad de todo lo que existe, y que posee la llave de esta unidad, el método de adición teosófica tiene un sentido profundo, porque vuelve a poner toda diversidad bajo las leyes fundamentales que la gobiernan, y que se expresan en los números de 1 a 10».
«Como ya se ha dicho, en la ciencia de las figuras simbólicas, los números corresponden a figuras geométricas determinadas, que le son complementarias. La “Cábala” usa igualmente una simbología de letras, que concuerda con una simbología de palabras. La combinación de los cuatro métodos de simbolismo —por los números, las figuras geométricas, las letras y las palabras— da un método complejo, pero más perfecto».
«Existe igualmente una simbología de la magia, una simbología de la alquimia, una simbología de la astrología, sin olvidar el sistema de los símbolos del Tarot, que los une en un solo todo».
«Cada uno de estos sistemas puede servir de medio para transmitir la idea de la unidad. Pero en las manos del ignorante y del incompetente, por buenas que sean sus intenciones, el mismo símbolo llega a ser un “instrumento de error”. La razón es que un símbolo nunca se puede tomar en un sentido final y exclusivo. En tanto que un símbolo exprese las leyes de la unidad en una diversidad indefinida, él mismo posee un número indefinido de aspectos a partir de los cuales se le puede encarar, y exige de quien se le acerque la capacidad de verlo simultáneamente desde diferentes puntos de vista. Los símbolos que se transponen en las palabras del lenguaje ordinario se endurecen, se obscurecen y se vuelven muy fácilmente “sus propios contrarios”, aprisionando el sentido en estrechos cuadros dogmáticos, sin dejar siquiera la libertad muy relativa de un examen lógico del asunto. La razón de esto es la comprensión literal de los símbolos, el hecho de no atribuírseles sino un solo sentido. Una vez más la verdad se encuentra velada por un tejido exterior de mentiras y su descubrimiento exige inmensos esfuerzos de negación donde se pierde la idea misma del símbolo. Se sabe cuantos errores tienen su origen en los símbolos de la religión, de la alquimia, y más aún en los de la magia, para aquéllos que los han tomado al pie de la letra y en un solo sentido».
«Sin embargo, la verdadera comprensión de los símbolos no puede prestarse a discusión. Ella profundiza el conocimiento, y no puede quedarse en teoría, porque intensifica los esfuerzos hacia resultados reales, hacia la unión del saber y del ser, es decir hacia el Gran Hacer. El conocimiento puro no se puede transmitir; pero si se expresa por símbolos, se encuentra cubierto como con un velo que, para los que desean verlo y saben cómo mirarlo, se vuelve transparente».
«En este sentido, es posible hablar de un simbolismo del lenguaje, aunque este simbolismo sea raramente comprendido. Pues aquí se trata de comprender el sentido interior de lo que se dice; esto no es posible sino a partir de un grado bastante elevado de desarrollo, y supone, en el que oye, un cierto estado y esfuerzos correspondientes. Cuando un hombre oye un lenguaje que es nuevo para él, si en vez de hacer esfuerzos por comprender, comienza a discutir, a contradecir, si sostiene una opinión que cree justa pero que por lo general no tiene la menor relación con el asunto, seguramente que de esta manera pierde toda oportunidad de adquirir algo nuevo. Para ser capaz de captar el contenido interior del lenguaje cuando se hace simbólico, es pues esencial haber aprendido previamente a escuchar. Escuchar es una ciencia. Y si esta ciencia falta, todo intento de comprensión literal está destinado de antemano al fracaso y está lleno de nuevos errores en la mayoría de los casos, sobre todo cuando el discurso trata del conocimiento objetivo y de la unión de la diversidad y de la unidad».
«Debemos insistir sobre este punto, porque el carácter intelectualista de la educación contemporánea impregna a la gente de una tendencia o de una inclinación a oponer definiciones lógicas y argumentos lógicos a todo lo que oye. Y sin que se den cuenta, este supuesto cuidado de exactitud los paraliza en todos los dominios donde, por su naturaleza misma, las definiciones exactas implican una inexactitud de sentido».
«En razón de esta tendencia de nuestro pensamiento contemporáneo, sucede a menudo que una ciencia exacta de los detalles en cualquier campo, si ha sido comunicada a un hombre antes de que él haya adquirido la comprensión de la naturaleza esencial de dicho campo, le haga muy difícil, precisamente, captar esta naturaleza esencial. Y, por supuesto, eso no quiere decir que la ciencia verdadera ignora las definiciones exactas; al contrario, solo ella las conoce, pero a su manera, que difiere extremadamente de la idea que nosotros nos hacemos de ella. Igual que un hombre se equivoca si se cree capaz de seguir el camino del conocimiento de sí guiado por una ciencia “exacta” en todos los detalles, o si espera adquirir una ciencia tal antes de haberse tomado el trabajo de asimilar las indicaciones que ha recibido acerca de su propio trabajo. Debe comprender ante todo que no llegará jamás a la ciencia antes de haber hecho los esfuerzos necesarios y que solo, su trabajo sobre sí mismo le permitirá alcanzar lo que busca. Nadie le podrá dar lo que no posea ya; nadie podrá hacer jamás en su lugar el trabajo que debe hacer para sí mismo. Todo lo que otro puede hacer por él, es estimularlo a trabajar, y desde este punto de vista, el símbolo comprendido debidamente, desempeña el papel de un estimulante con respecto a nuestra ciencia».
«Ya hemos hablado de la ley de octava, y del hecho de que cada proceso, cualquiera que sea la escala en que se efectúa, está totalmente determinado en su desarrollo gradual por la ley de la estructura de la escala de siete tonos. Con relación a esto, se ha indicado que cada nota, transportada a otra escala deviene a su vez una octava entera. Los “intervalos” mi fa y si do, que no pueden ser colmados con la intensidad de la energía del proceso en curso, conectan diversos procesos, por el simple hecho de que necesitan un choque exterior, una ayuda exterior por así decirlo. Por consiguiente, la ley de octava conecta todos los procesos del universo, y para quien conoce las octavas de transición y las leyes de su estructura, aparece la posibilidad de un conocimiento exacto de cada cosa o de cada fenómeno en su naturaleza esencial, así como de todas sus relaciones con otras cosas y con otros fenómenos».
«Para unir, para integrar todos los conocimientos relativos a la ley de la estructura de la octava, existe un símbolo que toma la forma de un círculo cuya circunferencia está dividida en nueve partes iguales por puntos, ligados entre sí por nueve líneas en un cierto orden».
«Pero antes de pasar al estudio de este símbolo, es esencial que se comprendan bien algunos aspectos de la enseñanza que lo utiliza, así como también la relación de esta enseñanza con otros sistemas que utilizan el método simbólico para la transmisión del conocimiento».
«Para comprender las correlaciones de estas enseñanzas, siempre hay que recordar que los caminos que llevan al conocimiento de la unidad se dirigen hacia ella como los radios de un círculo convergen hacia su centro: cuanto más se acercan al centro, tanto más se acercan los unos a los otros».
«Resulta de esto que las nociones teóricas que están en el origen de una línea de enseñanza, algunas veces pueden ser explicadas desde el punto de vista de los enunciados de otra línea de enseñanza, y viceversa. Por esta razón a veces es posible trazar un cierto camino intermediario entre dos caminos adyacentes. Mas en ausencia del conocimiento y de la comprensión completa de líneas fundamentales, tales caminos intermediarios pueden fácilmente conducir a una mezcolanza de líneas, a la confusión y al error».
«Entre las líneas de enseñanza más o menos conocidas, podemos distinguir cuatro»:
«Por otra parte, de la última no conocemos más que su filosofía, y de las tres primeras, solamente fragmentos de su teoría».
«Fuera de estas líneas, existen dos, conocidas en Europa, la teosofía y el llamado ocultismo occidental, que son los resultados de la mezcla de los caminos fundamentales. Estas dos líneas llevan en sí mismas granos de verdad, pero ni una ni otra poseen la ciencia integral, y en consecuencia, todos los esfuerzos tentados en estos caminos para lograr una realización efectiva no pueden dar sino resultados negativos».
«La enseñanza cuya teoría exponemos aquí es completamente autónoma, independiente de todos los otros caminos, y hasta ahora ha permanecido del todo desconocida. Como otras enseñanzas, hace uso del método simbólico, y uno de sus símbolos principales es la figura que hemos mencionado, es decir el círculo dividido en nueve partes».
«Este símbolo toma la forma siguiente»:
«El círculo está dividido en nueve partes iguales. La figura construida sobre seis de los puntos de división tiene por eje de simetría el diámetro que pasa por el punto superior. Este punto es la cima de un triángulo equilátero construido sobre los tres puntos situados fuera de la primera figura».
«Este símbolo no es conocido por los “ocultistas”. No puede ser encontrado en ninguno de sus libros, y tampoco es objeto de tradición oral. Los que conocían el significado de este símbolo le daban tal importancia que nunca quisieron divulgarlo».
«En toda la literatura, a duras penas se pueden encontrar algunos rastros o representaciones parciales de este símbolo.[15] Por ejemplo, una figura como ésta»:
Y otra de este género:
«El símbolo que toma la forma de un círculo dividido en nueve partes por puntos que están ligados entre sí por nueve líneas, en un cierto orden, expresa la ley de siete en su unión con la ley de tres».
«La octava contiene siete tonos, y el octavo tono es una repetición del primero. Con los dos “choques adicionales” que colman los “intervalos” mi fa y si do, hay pues nueve elementos».
«Considerado en su estructura integral, más compleja que aquella mostrada anteriormente, este símbolo es una expresión perfecta de la ley de octava. Sin embargo, lo que hemos dado es suficiente para hacer ver las leyes internas de una octava y para indicar un método para el conocimiento de la naturaleza esencial de una cosa examinada en sí misma».
«Tomada por separado, la existencia de una cosa o de un fenómeno que se examina, es el círculo cerrado de un proceso de eterno retorno desarrollándose sin interrupción. El círculo mismo es el símbolo de este proceso. Los puntos que dividen la circunferencia simbolizan las etapas de este proceso. El símbolo en su totalidad es do, puesto que este do tiene una existencia regular y realizada. Es un círculo, un ciclo logrado. Es el cero de nuestro sistema decimal; por su misma forma, representa un ciclo cerrado. Contiene en sí mismo todo lo que es necesario para su propia existencia. Está aislado de todo lo que le rodea. La sucesión de las fases del proceso debe estar relacionada con la sucesión de los números restantes, de 1 a 9. La presencia del noveno grado que llena el “intervalo” si do completa el ciclo, es decir que cierra el círculo, que parte nuevamente de este mismo punto. La cima del triángulo cierra la dualidad de su base, haciendo posibles las formas variadas de su manifestación en los triángulos más diversos. Esta misma cima se multiplica a sí misma indefinidamente sobre la línea de base del triángulo. En consecuencia, cada comienzo y cada realización del ciclo tiene lugar en la cima del triángulo, en el punto donde se funden principio y fin, donde el círculo se cierra y que resuena en el flujo cíclico sin fin como los dos do de la octava. Pero es el noveno punto el que cierra y vuelve a comenzar el ciclo. Es entonces en el punto superior del triángulo, correspondiente al do, donde se encuentra el número 9; y los números del 1 al 8 se reparten entre los otros puntos».
«Pasemos al examen de la figura compleja que está inscrita en el interior del círculo, para estudiar las leyes de su construcción. Las leyes de la unidad se reflejan en todos los fenómenos».
El sistema decimal ha sido construido sobre las mismas leyes. Si tomamos una unidad como una nota que contiene en sí misma una octava entera, debemos dividir esta unidad en siete partes desiguales correspondientes a las siete notas de esta octava. Pero en la representación gráfica, la desigualdad de las partes no es tomada en consideración, y para la construcción del diagrama, se toma primero una séptima, después dos séptimas, después tres, cuatro, cinco, seis y siete séptimas. Si calculamos las partes en decimales, obtenemos:
1/7 0,1 4 2 8 5 7…
2/7 0,2 8 5 7 1 4…
3/7 0,4 2 8 5 7 1…
4/7 0,5 7 1 4 2 8…
5/7 0,7 1 4 2 8 5…
6/7 0,8 5 7 1 4 2…
7/7 0,9 9 9 9 9 9…
«Si examinamos la serie de decimales periódicos así obtenidos, veremos inmediatamente que en todos, excepto el último, se repiten las mismas seis cifras, que cambian sus sitios según una secuencia definida; de modo que, cuando se conoce la primera cifra del período, es posible reconstruir el período entero».
Si colocamos ahora sobre la circunferencia los nueve números «el 1 al 9 y conectamos sus puntos correspondientes por líneas rectas según el mismo orden de los números del período que está determinado por el número del cual partió, obtendremos la figura que se encuentra en el interior del círculo. Los números 3, 6 y 9, no están incluidos en el período. Ellos forman el triángulo separado —la trinidad libre del símbolo—».
«Si hacemos ahora la “adición teosófica”, y tomamos la suma de los números del período, obtenemos nueve, es decir una octava entera. De nuevo, en cada nota distinta, se encontrará comprendida una octava entera sujeta a las mismas leyes que la primera. Las posiciones de las notas corresponderán a los números del período y el dibujo de una octava aparecerá así:».
«El triángulo 9-3-6, que une en un todo los tres puntos de la circunferencia no incluidos en el período, conecta la ley de siete con la ley de tres. Los números 3-6-9, no están incluidos en el período; dos de ellos, 3 y 6, corresponden a los dos “intervalos” de la octava; el tercero puede parecer superfluo, pero reemplaza la nota fundamental, que no entra en el período. Además, cada fenómeno capaz de entrar en contacto con un fenómeno similar por una acción recíproca, resuena como la nota do en una octava correspondiente. Por consiguiente, do puede emerger de su círculo y entrar en correlación regular con otro círculo; es decir desempeñar en otro ciclo el papel que, en el ciclo que estamos considerando desempeñan los “choques” que llenan los “intervalos” de la octava. Al tener esta posibilidad, aquí también do está conectado por el triángulo 3-6-9 a estos sitios donde intervienen los choques de origen exterior, y donde la octava puede ser penetrada para entrar en relación con lo de afuera. La ley de tres sobresale de alguna manera, sobre la ley de siete, el triángulo penetra a través del período, y estas dos figuras combinadas dan la estructura interna de la octava y de sus notas».
«En este punto de nuestro razonamiento, sería perfectamente justo plantear la siguiente pregunta: ¿por qué aquél de los “intervalos” designado por el número 3 encuentra su verdadero sitio entre las notas mi y fa, mientras que el otro, designado por el número 6, se encuentra entre sol y la, cuando su verdadero sitio está entre si y do?».
«Si las condiciones hubieran sido observadas en cuanto a la posición del segundo intervalo (6) en su propio sitio, habríamos tenido el círculo siguiente»:
«Y los nueve elementos del círculo cerrado habrían estado agrupados simétricamente de la manera siguiente»:
«La repartición que obtenemos»:
«Puede dar solamente el agrupamiento siguiente»:
«Es decir, en un caso, x entre mi y fa, y en el otro, entre sol y la —donde no es necesario».
«El hecho de colocar el intervalo aparentemente en un sitio equivocado muestra, a aquéllos que son capaces de leer el símbolo, qué clase de “choque” es requerido para el pasaje de si a do».
«Para comprenderlo, es esencial recordar lo que se ha dicho sobre el papel de los “choques” en los procesos que se efectúan en el hombre y en el universo».
«Después de nuestro examen de la aplicación de la ley de la octava al cosmos, representábamos la etapa “Sol-Tierra” de esta manera:».
«Con relación a las tres octavas de radiaciones, se ha indicado que en la segunda octava, la transición de do a si —el intervalo— está colmado en el organismo mismo del sol, y está colmado por la influencia de la masa del sol sobre las radiaciones que la atraviesan. En la octava cósmica, se ha indicado que este intervalo do si está colmado por la voluntad del Absoluto. El intervalo fa mi en la octava cósmica se llena mecánicamente, con la ayuda de una máquina especial que permite a fa adquirir, por una serie de procesos interiores, las características de sol situado justo encima de él, sin cambiar su nota; dicho de otra manera, esta máquina especial permite que fa acumule, en alguna forma, la energía interior requerida para pasar independientemente a la nota siguiente, a mi».
«Exactamente la misma relación se repite en todo proceso realizado. Si examinamos los procesos de nutrición en el organismo humano y la transformación de substancias que penetran en el organismo, encontraremos exactamente los mismos “intervalos” y los mismos “choques”».
«Como ya lo hemos dicho, el hombre absorbe tres clases de nutrición. Cada una de ellas es el comienzo de una nueva octava. La segunda octava, la octava del aire, se une a la primera, la octava del alimento y de la bebida, en el punto donde ésta se detiene en su desarrollo, en la nota mi. Y la tercera octava se une con la segunda en el punto donde ésta se detiene en su desarrollo, en la nota mi».
«Pero hay que comprender bien esto: al igual que en numerosos procesos químicos, solamente cantidades definidas de substancias, exactamente determinadas por la naturaleza, pueden dar compuestos de la calidad requerida —igualmente en el organismo humano, las “tres clases de nutrición” deben estar mezcladas en proporciones definidas».
«La substancia final, en el proceso de la octava del alimento, es la substancia si (hidrógeno 12 de la tercera escala) que necesita un “choque adicional” para pasar a un nuevo do. Pero ya que las tres octavas han tomado parte en la producción de esta substancia, su influencia se refleja también en el resultado final, al determinar su calidad. La cantidad y la calidad pueden ser reguladas, si bien se sabe dosificar las tres clases de nutrición absorbidas por el organismo. Solamente en presencia de un acuerdo perfecto entre las tres clases de nutrición, solamente al reforzar o al debilitar tal o cual parte del proceso, se puede obtener el resultado requerido».
«Pero es indispensable recordar que todo lo que uno haga arbitrariamente para regular su alimentación —en el sentido literal de la palabra— o su respiración, no puede llevar a la meta deseada si uno no sabe con exactitud lo que hace, por qué lo hace y qué clase de resultado se obtendrá».
«Además, aun si un hombre lograra dosificar dos de los componentes del proceso, el alimento y el aire, eso no sería suficiente, porque es todavía más importante saber cómo dosificar la tercera clase de nutrición —las “impresiones”».
«En consecuencia, aún antes de pensar en influir prácticamente en los procesos interiores, es esencial comprender la exacta relación mutua de las substancias que penetran en el organismo, la naturaleza de los “choques” posibles y las leyes que gobiernan la transformación de las notas. Estas leyes son las mismas en todas partes. Al estudiar al hombre, estudiamos al cosmos; al estudiar al cosmos, estudiamos al hombre».
«De acuerdo con la ley de tres, la octava cósmica “Absoluto-Luna” ha sido dividida en tres octavas subordinadas. En estas tres octavas, el cosmos es como el hombre: las mismas “tres etapas”, los mismos “tres choques”».
«Sobre el diagrama se han marcado las “máquinas” en el mismo sitio en que se encuentra el intervalo fa mi, tanto en las octavas cósmicas de radiaciones como en el cuerpo humano».
«El proceso del pasaje de fa a mi puede ser descrito muy esquemáticamente de esta manera: el fa cósmico entra en esta máquina como alimento del piso inferior y comienza su ciclo de transformaciones. Por lo tanto, al comienzo resuena en la máquina como do. La substancia sol de la octava cósmica desempeña el mismo papel que la substancia que entra al piso intermedio, o sea el aire en la respiración, lo que ayuda a la nota fa, dentro de la máquina, a pasar a la nota mi. Este sol cuando entra en la máquina también resuena como do. La materia obtenida está conectada al piso superior por la substancia del la cósmico, que allí entra igualmente como do».
«Como vemos, las notas la, sol, fa sirven de nutrición para la máquina. En su orden sucesivo conforme a la ley de tres, la será el elemento activo, sol el elemento neutralizante, y fa el elemento pasivo. El principio activo al entrar en reacción con el principio pasivo (es decir al unirse a él gracias al principio neutralizante) da un resultado definido, que simbólicamente está representado así»:
«Este símbolo muestra que la substancia fa, cuando se combina con la substancia la, da como resultado la substancia sol. Y como este proceso toma lugar en la octava desarrollándose en cierta forma en el interior de la nota fa, es posible decir que fa, sin cambiar de sitio, adquiere las propiedades de sol».
«Todo lo que se ha dicho sobre las octavas de radiaciones y las octavas de la nutrición en el organismo humano tiene relación directa con el símbolo del círculo dividido en nueve partes. Este símbolo, como expresión de una síntesis perfecta, contiene en sí mismo todos los elementos de las leyes que representa; es entonces posible sacar de él, y transmitir, gracias a él, todo lo que esté relacionado con las octavas y todavía mucho más».
* * *
G. volvió sobre el eneagrama en múltiples ocasiones:
—«Cada totalidad integral, cada cosmos, cada organismo, cada planta es un eneagrama, dijo. Pero no todos los eneagramas tienen necesariamente un triángulo interior. Cuando se encuentra el triángulo interior en un organismo dado, es la prueba de la presencia de elementos superiores, según la escala de “hidrógenos”. Este triángulo interior lo poseen plantas tales como el cáñamo, la adormidera, el lúpulo, el té, el café, el tabaco y muchas otras que desempeñan un papel en la vida del hombre. El estudio de estas plantas puede revelarnos mucho en lo que concierne al eneagrama».
«De una manera completamente general, se debe comprender que el eneagrama es un símbolo universal. Toda ciencia tiene su lugar en el eneagrama, y puede ser interpretada gracias a él. Y con respecto a esto, es posible decir que un hombre verdaderamente no conoce, es decir no comprende, sino lo que es capaz de situar en el eneagrama. Lo que no puede situar en el eneagrama, no lo comprende. Para el hombre que sabe utilizarlo, el eneagrama convierte los libros y las bibliotecas en algo completamente inútil. Todo puede entrar y ser descifrado. Si un hombre aislado en el desierto trazara el eneagrama sobre la arena, podría leer las leyes eternas del universo. Y aprendería cada vez algo nuevo, algo que ignoraba totalmente hasta entonces».
«Si dos hombres que han estudiado en escuelas diferentes se encuentran y trazan el eneagrama, con su ayuda serán capaces de ver inmediatamente cuál sabe más, cuál está más avanzado; en otros términos, quién es el mayor, el maestro, y quién es el alumno. El eneagrama es el jeroglífico fundamental de un lenguaje universal, que tiene tantos sentidos diferentes como hay niveles de hombres».
«El eneagrama es el movimiento perpetuo, es ese perpetuum mobile que los hombres han buscado desde la más lejana antigüedad —siempre en vano. Y no es difícil comprender por qué no podían encontrarlo. Buscaban fuera de sí mismos lo que se hallaba dentro de ellos; y trataban de construir un movimiento perpetuo como se construye una máquina, en tanto que el movimiento perpetuo es una parte de otro movimiento perpetuo y no puede ser creado fuera de éste. El eneagrama es un diagrama esquemático del movimiento perpetuo, es decir de una máquina de movimiento eterno. Pero claro está que es necesario saber cómo leer este diagrama. La comprensión de este símbolo y la capacidad de hacer uso de él, le da al hombre un poder muy grande. Es el movimiento perpetuo y es también la piedra filosofal de los alquimistas».
«La ciencia del eneagrama ha sido mantenida en secreto durante mucho tiempo y si ahora está puesta en cierta manera más al alcance de todos, no lo está sino bajo una forma incompleta y teórica, prácticamente inutilizable para quien no haya sido instruido en esta ciencia por un hombre que la posea».
«El eneagrama, para ser comprendido, debe ser considerado como estando en movimiento, como moviéndose. Un eneagrama inmóvil es un símbolo muerto; el símbolo vivo está en movimiento».
Mucho después —fue en 1922, cuando G. organizaba su Instituto en Francia y sus alumnos estudiaban danzas de Derviches—. G. les enseñó ejercicios que se relacionaban al «movimiento del eneagrama». Sobre el piso de la sala donde tenían lugar estos ejercicios, se había trazado un gran eneagrama y los alumnos se paraban en los lugares marcados con los números 1 a 9. Empezaron entonces a desplazarse de un sitio al otro según el orden indicado por el período de los números en un movimiento muy impresionante, girando uno alrededor del otro en los puntos de encuentro, es decir en los puntos de intersección de las líneas en el eneagrama.
En ese entonces G. dijo que los ejercicios de movimiento según el eneagrama ocuparían un sitio importante en su ballet «La Lucha de los Magos». Y dijo también que si no se participaba en estos ejercicios, si no se tenía ningún sitio en ellos era casi imposible comprender el eneagrama.
—«El eneagrama puede ser vivido a través del movimiento, dijo. El ritmo mismo de los movimientos sugerirá las ideas necesarias y mantendrá la tensión necesaria; sin ellos, es imposible sentir lo más importante».
Otro dibujo del mismo símbolo había sido establecido bajo su dirección en Constantinopla, en 1920. En el interior del eneagrama estaban representados los cuatro animales del Apocalipsis —el Toro, el León, el Hombre y el Águila— acompañados de una paloma. Estos símbolos suplementarios estaban relacionados con los centros.
A propósito del eneagrama considerado como símbolo universal, G. habló otra vez de la existencia de un lenguaje «filosófico» universal.
—«Hace mucho tiempo que los hombres se esfuerzan por encontrar un lenguaje universal, dijo. Y en este campo, como en muchos otros, buscan lo que ha sido encontrado desde hace mucho tiempo, y tratan de inventar algo cuya existencia era bien conocida en otros tiempos. Ya he dicho que no hay un solo lenguaje universal, sino tres. O para hablar con más exactitud, tres grados de un mismo lenguaje. En su primer grado, este lenguaje hace ya posible que la gente exprese sus propios pensamientos y que comprenda los de los demás, cuando se trata de cosas para las cuales el lenguaje ordinario es impotente».
—¿Qué relación tienen estos lenguajes con el arte?, preguntó alguien. Y ¿no representa el arte mismo este «lenguaje filosófico» que otros buscan intelectualmente?
—«No sé de qué arte habla usted, dijo G. Hay arte y arte. Sin duda usted habrá notado que en nuestras reuniones se me ha preguntado muy a menudo sobre el arte, y que siempre he eludido toda conversación sobre este tema. En efecto, estimo que todas las conversaciones ordinarias sobre el arte están enteramente desprovistas de sentido. Lo que la gente dice no tiene nada que ver con lo que piensa y ni siquiera se da cuenta de ello. Por otra parte, es perfectamente inútil tratar de explicar las verdaderas relaciones de las cosas a un hombre que no sabe ni el ABC acerca de sí mismo, es decir acerca del hombre. Pero hemos estudiado lo suficiente para que tengan ahora alguna noción de este ABC, así que hoy tal vez hablaré de arte con ustedes».
«Les recordaré primeramente que hay dos clases de arte, sin denominador común —el arte objetivo y el arte subjetivo. Todo lo que ustedes conocen, todo lo que llaman arte, es el arte subjetivo, que por mi parte me abstendría de llamar arte, porque reservo ese nombre para el arte objetivo».
«Lo que llamo arte objetivo es muy difícil de definir, ante todo porque ustedes atribuyen las características del arte objetivo al arte subjetivo; luego, porque cuando ustedes se encuentran frente a las obras de arte objetivo, las sitúan al mismo nivel que las obras del arte subjetivo».
«Les voy a exponer claramente mi idea. Ustedes dicen: un artista crea. Yo reservo esta expresión para el artista objetivo. Del artista subjetivo digo que en él “ello se crea”. Pero ustedes no diferencian; y sin embargo la diferencia es inmensa. Además, ustedes atribuyen al arte subjetivo una acción invariable; dicho de otro modo, ustedes creen que todo el mundo reaccionará de la misma manera a las obras de arte subjetivo. Ustedes se imaginan, por ejemplo, que una marcha fúnebre provocará en todos pensamientos tristes y solemnes y que cualquier música de baile, una komarinski, por ejemplo, provocará pensamientos alegres. De hecho, no es así. Todo depende de las asociaciones. Si sucede que oigo por primera vez un aire alegre, estando bajo la impresión de un gran infortunio, este aire provocará en mí en adelante y durante toda mi vida, pensamientos tristes y opresivos. Y si un día en que me siento particularmente contento oigo un aire triste, este aire provocará siempre en mí pensamientos alegres. Así en todo».
«Entre el arte objetivo y el arte subjetivo, la diferencia estriba en esto: que en el primer caso el artista “crea” realmente —hace lo que tiene intención de hacer, introduce en su obra las ideas y los sentimientos que él quiere. Y la acción de su obra sobre la gente es absolutamente precisa; ellos recibirán, cada uno según su nivel naturalmente, las mismas ideas y sentimientos que el artista ha querido transmitirles. Cuando se trata del arte objetivo, no puede haber nada accidental, ni en la creación de la obra misma, ni en las impresiones que ella produce».
«Cuando se trata del arte subjetivo, todo es accidental. El artista, ya lo he dicho, no crea; en él, “ello se crea por sí solo”. Lo que significa que tal artista está en poder de ideas, pensamientos y humores que él mismo no comprende y sobre los cuales no tiene el menor control. Ellos lo gobiernan, y se expresan por sí solos bajo una u otra forma. Y cuando accidentalmente han tomado tal o cual forma, esta forma, igualmente accidental, produce tal o cual acción sobre el espectador según sus humores, sus gustos, sus costumbres, según la naturaleza de la hipnosis en la cual vive. No hay aquí nada invariable, nada preciso. En el arte objetivo, por el contrario, no hay nada impreciso».
—¿No hay riesgo de que el arte desaparezca al precisarse así?, preguntó uno de nosotros. Y ¿no hay justamente una cierta imprecisión, un no sé que, que distingue el arte de —digamos, la ciencia? Si esta imprecisión desaparece, si el artista mismo cesa de ignorar lo que quiere obtener, si él sabe de antemano la impresión que su obra producirá en el público, entonces eso será un «libro»… Eso ya no será arte.
—«Yo no sé de qué habla usted, dijo G. Tenemos medidas diferentes: yo aprecio el arte según la conciencia que tenga. —Usted lo aprecia tanto más cuanto más inconsciente sea. No podemos comprendernos. Una obra de arte objetivo debe ser un “libro”, como usted dice; la única diferencia es que el artista no transmite sus ideas directamente a través de palabras, de signos o de jeroglíficos, sino a través de ciertos sentimientos que despierta conscientemente y de una manera metódica, sabiendo lo que hace y por qué lo hace».
—Ciertas leyendas, dijo entonces uno de los oyentes, hablan de estatuas de dioses, en los antiguos templos de Grecia —por ejemplo la estatua de Zeus en el Olimpo— que producían en todo el mundo una impresión bien definida, siempre la misma.
—«Completamente exacto, dijo G. Y el hecho de que tales leyendas existan muestra que los Antiguos habían comprendido la diferencia entre el arte verdadero y el arte falso; el efecto producido por el primero es siempre el mismo, el efecto producido por el segundo es siempre accidental».
—¿No podría indicarnos otras obras de arte objetivo? ¿Hay acaso algo que se pueda llamar objetivo en el arte contemporáneo? ¿Cuándo ha sido creada la última obra de arte objetivo? Casi todo el mundo había comenzado a hablar y a hacer preguntas de este orden a G.
—«Antes de hablar de todo esto, respondió él, deberían comprender los principios. Si los comprenden, ustedes mismos serán capaces de responder a todas estas preguntas. Pero si no comprenden los principios, nada de lo que les diga les podrá explicar algo. Es en referencia a esto que se ha dicho: mirarán con sus ojos y no verán, escucharán con sus oídos y no oirán».
«No les daré más que un ejemplo —la música. La música objetiva se basa enteramente en las octavas interiores. Y puede dar resultados precisos no solamente de orden psicológico, sino de orden físico. Existe una música tal que congela las aguas. Existe una música capaz de matar instantáneamente a un hombre. La historia de la destrucción de las murallas de Jericó por la música es una leyenda de la música objetiva. La música ordinaria, cualquiera que sea, jamás hará derrumbar murallas, pero la música objetiva verdaderamente puede hacerlo. Y no solamente puede destruir, sino que también puede edificar. La leyenda de Orfeo está tejida sobre tales recuerdos de música objetiva, porque Orfeo se servía de la música para enseñar. La música de los encantadores de serpientes en el Oriente tiende hacia la música objetiva, pero de una manera muy primitiva. A menudo, no se trata sino de una sola nota, apenas modulada, y prolongada indefinidamente; en esta simple nota se desarrollan sin cesar las “octavas interiores”, y en estas octavas se desarrollan melodías que no se pueden oír, pero que pueden ser experimentadas por el centro emocional. Y la serpiente oye esta música o, más exactamente, la siente, y la obedece. Una música de esta clase, solo que un poco más compleja, haría obedecer a los hombres».
«Así, ustedes ven que el arte no es solamente un lenguaje sino algo mucho más grande. Y si recuerdan lo que he dicho sobre los diferentes niveles del hombre, comprenderán lo que acabo de decir sobre el arte. La humanidad mecánica está compuesta de hombres números 1, 2 y 3, y naturalmente no pueden tener más que un arte subjetivo. El arte objetivo requiere por lo menos relámpagos de conciencia objetiva; para estar en condiciones de recibir algo de ello, se necesita una gran unidad interior y un gran dominio de sí».