¿Es posible alcanzar la «conciencia cósmica»? ¿Qué es la conciencia? Pregunta de G.: ¿qué se nota durante la observación de sí? Nuestras respuestas. G. indica que hemos dejado escapar lo más importante. ¿Por qué no notamos que no nos recordamos a nosotros mismos? «Ello observa», «ello piensa», «ello habla». Tentativas de recuerdo de sí. Explicaciones de G. La significación del nuevo problema. Ciencia y filosofía. Nuestras experiencias. Tentativas de división de la atención. Primera sensación del recuerdo de sí voluntario. Los recuerdos que nos quedan del pasado. Nuevas experiencias. Sueño en el estado de vigilia, y el despertar. Lo que ha pasado por alto la psicología europea. Diferencias en la comprensión de la idea de conciencia. El estudio del hombre debe seguir paralelamente al estudio del mundo. La primera ley fundamental del Universo: la ley de tres, y la segunda ley fundamental que la sigue: ley de siete o ley de octava. Ausencia de continuidad en las vibraciones. Octavas. La escala de siete tonos. La ley de «intervalos». Necesidad de choques adicionales. Lo que sucede en ausencia de choques adicionales. Para hacer, hay que ser capaz de dirigir los «choques adicionales». Octavas subordinadas. Octavas interiores. La vida orgánica ocupa el sitio de un «intervalo». Influencias planetarias. La octava lateral sol do. La significación de las notas la, sol, fa. La significación de las notas do, si. La significación de las notas mi, re. El papel de la vida orgánica en los cambios de la superficie terrestre.
Un día le pregunté a G. si creía posible alcanzar la «conciencia cósmica», no solo por un instante sino por un período más largo. Yo entendía por «conciencia cósmica» —tal como lo he expuesto en mi libro Tertium Organum— la conciencia más elevada que le es accesible al hombre.
—«No sé a qué llama usted “conciencia cósmica”, dijo G. Es un término vago e indefinido; cada cual puede llamar por este nombre lo que quiera. En la mayoría de los casos, lo que se llama “conciencia cósmica” no es sino fantasía, ensueño, asociaciones, todos ellos acompañados por un trabajo intensivo del centro emocional. Esto puede llegar hasta el umbral del éxtasis, pero muy a menudo no se trata sino de una experiencia emocional subjetiva al nivel de los sueños. Por lo demás, antes de hablar de “conciencia cósmica” debemos definir en general qué es la conciencia».
«¿Cómo define usted la conciencia?».
—La conciencia se considera indefinible, dije yo. Y, en efecto, ¿cómo podría definirse siendo cualidad interior? Con los medios ordinarios de que disponemos es imposible establecer la presencia de la conciencia en otro hombre. No la conocemos sino en nosotros mismos.
—«¡Palabrería científica habitual!, dijo G. Ya es tiempo de que se libere de toda esa sofística. No hay sino un punto justo en lo que ha dicho: es que usted no puede conocer la conciencia sino en usted mismo. Pero fíjese bien, usted no puede conocerla sino cuando la tiene. Y cuando no la tiene, no puede reconocer, en ese mismo momento, que no la tiene; solo más tarde podrá hacerlo. Quiero decir que cuando vuelva, usted podrá ver que ella ha estado ausente durante largo tiempo y recordar el momento en que desapareció o aquél en que volvió a aparecer. Podrá también determinar los momentos en que se encuentra más cerca o más lejos de la conciencia. Pero al observar en usted mismo las apariciones y desapariciones de la conciencia verá inevitablemente un hecho que nunca ve, del cual jamás se ha dado cuenta, y es que los momentos de conciencia son muy cortos y están separados los unos de los otros por largos intervalos de completa inconsciencia, durante los cuales su máquina trabaja en forma automática. Verá que puede pensar, sentir, actuar, hablar, trabajar, sin estar consciente. Si usted aprende a ver en usted mismo los momentos de conciencia y los largos períodos de mecanicidad, verá en los otros, con la misma certidumbre, en qué momentos son conscientes de lo que hacen y en qué momentos no lo son».
«Su principal error es el creer que siempre tiene conciencia, el creer, en general, que la conciencia siempre está presente o que nunca está presente. En realidad, la conciencia es una propiedad que cambia continuamente. Ora está presente, ora no lo está. Hay diferentes grados, diferentes niveles de conciencia. La conciencia y los diferentes niveles de conciencia deben comprenderse en nosotros mismos por la sensación, el sabor que tenemos de ella. Ninguna definición nos puede ayudar y no es posible ninguna definición, mientras no comprendamos lo que debemos definir. La ciencia y la filosofía no pueden definir la conciencia porque quieren definirla donde no la hay. Es necesario distinguir la conciencia de la posibilidad de conciencia. Nosotros no tenemos sino la posibilidad de conciencia, y raros vislumbres de conciencia. Por consiguiente, no podemos definir qué es la conciencia».
No comprendí inmediatamente lo que G. decía sobre la conciencia. Sin embargo, los principios básicos de su enseñanza llegaron a ser claros para mí en el curso de las conversaciones siguientes.
Un día, al comienzo de una reunión, G. nos pidió contestar por turno a esta pregunta: «¿Qué era lo más importante que habíamos notado durante nuestras observaciones?». Algunos dijeron que durante sus tentativas de observación de sí, lo que habían sentido con más fuerza era un flujo incesante de pensamientos que les había sido imposible detener. Otros hablaron de su dificultad en distinguir el trabajo de un centro del trabajo de otro centro. En cuanto a mí, evidentemente no había comprendido del todo la pregunta, o más bien contesté a mis propios pensamientos. Expliqué que lo que me había impresionado más fuertemente en el sistema era la interdependencia de todos sus elementos —estaban ligados entre sí de tal manera que formaban un solo todo «orgánico»— y el significado enteramente nuevo para mí que ahora tomaba la palabra conocer, que ya no solamente quería decir conocer tal o cual aspecto, sino la relación entre este aspecto y todos los otros.
G. estaba visiblemente descontento con nuestras respuestas. Yo había comenzado a adivinar que en tales circunstancias esperaba de nosotros testimonios de algo bien definido que se nos había escapado o que no habíamos podido asimilar.
—«Hasta ahora, dijo él, ninguno de ustedes ha captado la importancia capital del punto que, sin embargo, yo les había señalado. Ustedes siempre se olvidan, nunca se acuerdan de sí mismos. (Pronunció estas palabras con una insistencia especial). Ustedes no se sienten a sí mismos; no son conscientes de sí mismos. En ustedes, “se observa”, o bien “se habla”, “se piensa”, “se ríe”; ustedes no sienten: “Soy yo el que observa, yo observo, yo noto, yo veo”. Todo se nota por sí solo, se ve por sí solo… Para llegar a observarse realmente, ante todo hay que recordarse a sí mismo (insistió de nuevo). Traten de recordarse a sí mismos cuando observen, y más tarde me dirán lo que ha pasado, cuál ha sido el resultado. Tan solo tienen valor los resultados obtenidos durante el recuerdo de sí. De otra manera, ustedes mismos no existen en sus observaciones. Y en este caso, ¿qué valor pueden tener?».
Estas palabras de G. me hicieron reflexionar mucho. De inmediato me pareció que eran la llave de todo lo que había dicho antes sobre la conciencia. Sin embargo, decidí no sacar de ellas conclusión alguna, sino solamente tratar de recordarme a mí mismo mientras me observaba.
Desde las primeras tentativas, pude ver cuán difícil era esto. Al comienzo, las tentativas de recuerdo de sí no me dieron ningún resultado, pero me mostraron que de hecho nunca nos recordamos a nosotros mismos.
—«¿Qué más quiere usted?, dijo G. Comprender esto tiene en sí una importancia capital. Los que saben esto ya saben mucho. Todo el problema es que nadie lo sabe. Si usted le pregunta a alguien si puede recordarse a sí mismo, naturalmente le contestará que si. Si le dice que no puede recordarse a sí mismo, se enojará o pensará que usted está loco. Toda la vida está basada en esto, toda la existencia humana, toda la ceguedad humana. Si un hombre sabe realmente que no puede recordarse a sí mismo, ya está cerca de una comprensión de su ser».
Todo lo que decía G., todo lo que yo pensaba y sobre todo lo que me habían mostrado mis tentativas de «recordarme a mí mismo» me convencieron muy rápidamente de que me encontraba en presencia de un problema enteramente nuevo que hasta ahora la ciencia y la filosofía habían descuidado.
Pero antes de hacer deducciones, trataré de describir mis tentativas de «recordarme a mí mismo».
Mi primera impresión fue que los ensayos de recuerdo de sí, o de ser consciente de sí, de decirse: Soy yo el que camina, soy yo el que hace esto, al tratar continuamente de experimentar la sensación de este yo —detenían los pensamientos—. Cuando tenía la sensación de mí, ya no podía ni pensar ni hablar: las mismas sensaciones se obscurecían. Por eso no se puede «recordarse a sí mismo» de esta manera sino por algunos instantes.
Yo había ya hecho ciertos experimentos en «detener el pensamiento» del tipo de aquéllos que son mencionados en los libros sobre el yoga, por ejemplo el libro de Edward Carpenter: From Adam’s Peak to Elephanta, aunque en este caso se trata de una descripción muy general. Los primeros ensayos de «recuerdo de sí» me hicieron recordar mis tentativas anteriores. En efecto, ambas experiencias eran casi idénticas, con la única diferencia de que al detener los pensamientos la atención está totalmente orientada hacia el esfuerzo de no admitir pensamientos, mientras que en el acto del «recuerdo de sí» la atención se divide: una parte se dirige hacia el mismo esfuerzo, otra hacia la sensación de sí.
Esta última experiencia me capacitó para llegar a una cierta definición, posiblemente muy incompleta, del «recuerdo de sí», que sin embargo probó ser muy útil en la práctica.
Yo hablo del recuerdo de sí, en lo que se refiere a la división de la atención: siendo ésta su rasgo característico.
Me la representé de la siguiente manera:
Cuando observo algo, mi atención está dirigida hacia lo que observo.
Cuando, al mismo tiempo, trato de recordarme a mí mismo, mi atención está dirigida a la vez hacia el objeto observado y hacia mí mismo.
Habiendo definido esto, vi que el problema consistía en dirigir la atención sobre uno mismo sin permitir que se debilite o se eclipse la atención dirigida sobre el fenómeno observado. Más aún, este «fenómeno» podía estar tanto dentro de mí como fuera de mí.
Las primeras tentativas de hacer tal división de la atención me mostraron su posibilidad. Al mismo tiempo hice otras dos comprobaciones.
En primer lugar vi que el «recuerdo de sí» resultante de este método no tenía nada en común con la «introspección», o el «análisis». Se trataba de un estado nuevo y muy interesante, con un sabor extrañamente familiar.
En segundo lugar comprendí que momentos de recuerdo de sí ocurren de hecho en la vida, aunque raras veces, y que solo la producción deliberada de estos momentos creaba la sensación de novedad. Yo había tenido además la experiencia de tales momentos desde mi más temprana infancia. Llegaban, ya sea cuando me encontraba en circunstancias nuevas o inesperadas, en lugares nuevos, entre extraños, por ejemplo durante un viaje; uno súbitamente mira a su alrededor y se dice: «¡Qué extraño! ¡Yo, y en este lugar!», o en momentos muy emocionales, en momentos de peligro, en momentos en que es necesario conservar la cabeza, cuando uno oye su propia voz y se ve y se observa a sí mismo desde afuera.
Vi muy claramente que los primeros recuerdos de mi vida, que en mi propio caso eran muy tempranos, habían sido momentos de «recuerdo de sí». Y en el mismo instante tuve la revelación de muchas otras cosas. De esta manera pude darme cuenta que no me acordaba realmente, sino de los momentos en que me había recordado a mí mismo. De los otros momentos solo sabía que habían transcurrido. No era capaz de revivirlos enteramente, ni experimentarlos de nuevo. Pero los momentos en que me había «recordado a mí mismo» estaban vivos y no diferían en manera alguna del presente. Aún temía el llegar demasiado rápido a conclusiones, pero ya veía que me encontraba en el umbral de un gran descubrimiento. Siempre me había asombrado ante la debilidad y la insuficiencia de nuestra memoria.
¡Son tantas las cosas que desaparecen y que son olvidadas! Me parecía que todo el absurdo de nuestra vida tenía como base este olvido. ¡Para qué atravesar por tantas experiencias para luego olvidarlas! Además, había algo degradante en esto. Un hombre siente algo que le parece muy grande, piensa que nunca lo olvidará: pasan uno o dos años —y de ello nada queda—. Se me hizo claro entonces por qué esto era así y por qué no podía ser de otro modo. Si nuestra memoria realmente mantiene vivos solo los momentos de recuerdo de sí, entonces resulta claro por qué ésta es tan pobre.
Tales fueron mis experiencias de los primeros días. Más tarde, cuando comencé a aprender a dividir mi atención vi que el «recuerdo de sí» producía sensaciones maravillosas que no venían por sí solas, sino muy raras veces y en condiciones excepcionales. Así, por ejemplo, me gustaba mucho en ese entonces vagar por San Petersburgo en la noche y «sentir la presencia» de las casas y de las calles. San Petersburgo está lleno de estas extrañas sensaciones. Las casas, particularmente las viejas, estaban vivas para mí, no cesaba de hablar con ellas. No había «imaginación» alguna en esto. Yo no pensaba en nada, simplemente caminaba mirando a mi alrededor y tratando de «recordarme a mí mismo»; las sensaciones venían por sí solas.
De este modo iba a hacer luego muchos otros descubrimientos. Pero de esto hablaré más adelante.
Algunas veces el «recuerdo de sí» no tenía éxito; en otros momentos estaba acompañado de curiosas observaciones.
En cierta oportunidad estaba caminando a lo largo de la Liteyni hacia la avenida Nevski y a pesar de todos mis esfuerzos no era capaz de mantener mi atención en el «recuerdo de mí mismo». La bulla, el movimiento, todo me distraía. A cada instante perdía el hilo de mi atención, lo encontraba de nuevo y luego lo volvía a perder. Finalmente sentí una especie de ridícula irritación conmigo mismo y doblé hacia la calle de la izquierda, firmemente decidido, esta vez, a recordarme a mí mismo al menos por algún tiempo, y en todo caso hasta que hubiera llegado a la calle siguiente. Llegué a la Nadejdinskaya sin perder el hilo de mi atención salvo, quizás, por breves momentos. Entonces, dándome cuenta de que me era más fácil no perder la línea de mi pensamiento en las calles tranquilas y deseando probarme en las calles más ruidosas, decidí retomar la Nevski, mientras continuaba recordándome a mí mismo. Llegué a la Nevski sin haber cesado de recordarme a mí mismo y comenzaba ya a experimentar el extraño estado emocional de paz interior y de confianza que sigue a grandes esfuerzos de esta clase. Justamente a la vuelta de la esquina, en la Nevski, había una cigarrería donde compraba mis cigarrillos. Todavía recordándome a mí mismo pensé pasar por ahí y encargar algunas cajas.
Dos horas más tarde, desperté en la Tavrichesky, es decir, muy lejos. Estaba yendo en un trineo hacia la imprenta. La sensación de despertar fue extraordinariamente vívida. Casi puedo decir que volvía en mí. De golpe recordé todo. Cómo había estado caminando a lo largo de la Nadejdinskaya, cómo había estado recordándome a mí mismo, cómo había pensado en los cigarrillos y cómo, en este pensamiento, había caído como anonadado en un profundo sueño.
Sin embargo, mientras estaba sumido en este sueño, había continuado ejecutando acciones coherentes y oportunas. Había salido de la cigarrería, telefoneado a mi departamento en la Liteyni y luego al impresor. Había escrito dos cartas. Luego había regresado a la casa nuevamente y retomado la Nevski por la acera izquierda hasta la puerta Gostinoy con intención de llegar a la Offitzerskaya. Luego había cambiado de opinión porque se estaba haciendo tarde. Había tomado un trineo para ir a la imprenta en la Kavalergardskaya. Y por el camino, mientras me dirigía por la Tavrichesky comencé a sentir una extraña inquietud, como si hubiese olvidado algo. Y de pronto me acordé de que había olvidado recordarme a mí mismo.
Hablé acerca de mis observaciones y deducciones a las personas de nuestro grupo así como a varios amigos literatos y otros.
Les dije que éste era el centro de gravedad de toda la enseñanza y de todo trabajo sobre uno mismo; que ahora, el trabajo sobre sí ya no era una palabra, sino un hecho real, pleno de significación, gracias al cual la psicología se convertía en una ciencia exacta y al mismo tiempo práctica.
Dije que la psicología occidental había pasado por alto un hecho de una importancia prodigiosa, es decir, que no nos recordamos a nosotros mismos: que vivimos, actuamos y razonamos en un sueño profundo, en un sueño que no tiene nada de metafórico sino que es absolutamente real, y sin embargo, que podemos recordarnos a nosotros mismos si hacemos los esfuerzos suficientes: que podemos despertarnos.
Me llamó poderosamente la atención la diferencia de comprensión entre las personas de nuestros grupos y las de afuera. En general los nuestros comprendían de inmediato que habíamos establecido contacto con un «milagro», con algo «nuevo», algo que nunca había existido antes en ninguna parte.
Los otros no lo comprendían; tomaban todo muy a la ligera y algunas veces hasta comenzaron a demostrarme que tales teorías habían existido desde mucho antes.
A. L. Volinsky, con quien me había encontrado a menudo, con quien había conversado bastante desde 1909 y cuyas opiniones respetaba mucho, no encontró en la idea del «recuerdo de sí» nada que ya no conociese.
—«Ésta es una apercepción, me dijo. ¿Ha leído usted la lógica de Wundt? Allí encontrará su última definición de la apercepción. Es exactamente lo mismo de lo que usted habla. “La simple observación” es percepción. “La observación con el recuerdo de sí”, como usted la llama, es apercepción. Por supuesto Wundt la conocía».
No quise discutir con Volinsky. Yo había leído a Wundt. Y naturalmente, lo que Wundt había escrito no tenía nada que ver con lo que yo le había dicho a Volinsky. Wundt se había acercado a esta idea, pero otros habían llegado igualmente cerca y luego se habían desviado. Él no había visto la grandeza de la idea que estaba oculta detrás de lo que él mismo pensaba acerca de las diferentes formas de percepción. Y, no habiendo visto la magnitud de la idea, naturalmente no podía ver la posición central que debería ocupar en nuestro pensamiento tanto la idea de la ausencia de la conciencia, como la idea de la posibilidad de una creación voluntaria de ésta. Solo me pareció extraño que Volinsky no pudiera ver esto aun cuando yo se lo señalaba. Me convencí entonces de que un velo impenetrable ocultaba esta idea a los ojos de muchas personas por lo demás muy inteligentes; más tarde vi por qué esto era así.
La siguiente vez que G. vino de Moscú nos encontró sumergidos en experimentos de recuerdo de sí, y en discusiones sobre estos experimentos. Pero en nuestra primera reunión habló de otra cosa.
—«Según el verdadero conocimiento, el estudio del hombre debe proseguirse paralelamente al estudio del mundo, y el estudio del mundo paralelamente al estudio del hombre. Las leyes son las mismas en todas partes, tanto en el mundo como en el hombre. Habiendo comprendido los principios de una ley cualquiera, debemos buscar su manifestación, simultáneamente en el mundo y en el hombre. Además, ciertas leyes son más fáciles de observar en el mundo, otras más fáciles de observar en el hombre. Por lo tanto, en algunos casos es mejor comenzar con el mundo y después pasar al hombre, y en otros casos es mejor comenzar con el hombre y luego pasar al mundo».
«Este estudio paralelo del mundo y del hombre muestra al estudiante la unidad fundamental de todo lo que existe y lo ayuda a descubrir analogías entre todos los fenómenos de diferentes órdenes».
«El número de las leyes fundamentales que gobiernan todos los procesos, tanto en el mundo como en el hombre, es muy limitado. Diferentes combinaciones numéricas de un pequeño número de fuerzas elementales crean toda la aparente variedad de fenómenos».
«A fin de comprender la mecánica del universo es necesario reducir los fenómenos complejos a estas fuerzas elementales».
«La primera ley fundamental del universo es la ley de las tres fuerzas, o de los tres principios, o como a menudo se le llama, la Ley de Tres. De acuerdo con esta ley, toda acción, todo fenómeno, en todos los mundos sin excepción, es el resultado de una acción simultánea de tres fuerzas, la positiva, la negativa y la neutralizante. Sobre esto ya hemos hablado, y volveremos a esta ley con cada nuevo aspecto del estudio».
«La segunda ley fundamental del Universo es la Ley de Siete, o la Ley de Octava».
«A fin de comprender la significación de esta ley, es necesario figurarse que el universo consiste de vibraciones. Estas vibraciones se efectúan en todas las clases de materia, sea cual fuere su aspecto y su densidad, desde la más sutil hasta la más grosera; provienen de varias fuentes y prosiguen en varias direcciones, cruzándose entre sí, chocando, fortaleciéndose, debilitándose, deteniéndose unas a otras, y así sucesivamente».
«Según las ideas corrientes en el Occidente, las vibraciones son continuas. Esto significa que las vibraciones se toman usualmente como prosiguiendo ininterrumpidamente, ascendiendo o descendiendo, mientras continúa actuando la fuerza del impulso original y mientras vence la resistencia del medio en el cual ellas se desarrollan. Cuando la fuerza del impulso se agota y la resistencia del medio se impone, las vibraciones, naturalmente, decaen y se detienen. Pero hasta que llegue este momento, esto es, hasta el comienzo de su declinación natural, las vibraciones se desarrollan uniforme y gradualmente, y en la ausencia de toda resistencia, pueden aun prolongarse sin término. De modo que una de las proposiciones fundamentales de la física contemporánea es la continuidad de vibraciones —aunque esto nunca ha sido formulado de una manera precisa, porque nunca ha sido objetado. Es verdad, sin embargo, que las teorías más recientes comienzan a discutirla. No obstante, la física contemporánea está aún muy lejos de una noción correcta sobre la naturaleza de las vibraciones o de lo que corresponde a nuestra concepción de vibraciones en el mundo real».
«A este respecto, el punto de vista del conocimiento antiguo es opuesto al de la ciencia contemporánea, porque en la base de su comprensión de las vibraciones este conocimiento ubica el principio de la discontinuidad».
«El principio de la discontinuidad de vibraciones significa que la característica necesaria y bien definida de todas las vibraciones en la naturaleza, ya sean ascendentes o descendentes, es la de desarrollarse no uniformemente sino con aceleraciones y retardaciones periódicas. Este principio puede ser formulado aún más precisamente si decimos que la fuerza del impulso original en las vibraciones no actúa uniformemente sino, por así decirlo, se torna alternativamente más fuerte y más débil. La fuerza del impulso actúa sin cambiar su naturaleza y las vibraciones se desarrollan en forma regular solo por cierto tiempo que está determinado por la naturaleza del impulso, el medio, las condiciones circundantes y así sucesivamente. Pero en cierto momento interviene una especie de modificación: las vibraciones, por así decirlo, dejan de obedecer a esta fuerza y durante un breve período se retardan, cambiando hasta un cierto punto de naturaleza o de dirección. De esta manera, a partir de cierto momento, las progresiones ascendentes o descendentes de vibraciones se hacen más lentas. Luego de éste retardo temporal en el ascenso o en el descenso, las vibraciones vuelven a tomar su curso anterior, y suben o bajan de nuevo regularmente hasta que una nueva detención se produce en su desarrollo. Con relación a esto es importante reparar en que los períodos de acción uniforme de la inercia adquirida no son iguales y que los períodos de retardo de vibraciones no son simétricos. Uno es más corto, el otro es más largo».
«Para determinar estos períodos de retardo, o mejor dicho, las detenciones en el ascenso o descenso de vibraciones, se dividen las líneas de desarrollo de vibraciones en secciones correspondientes al doble o a la mitad del número de vibraciones en un lapso de tiempo dado».
«Imaginemos una línea de vibraciones crecientes. Considerémoslas en el momento en que su frecuencia es 1000. Al término de cierto tiempo, el número de vibraciones es el doble, llega a 2000».
«Se ha establecido que en ese intervalo, entre el número dado de vibraciones y un número dos veces más grande, hay dos sitios donde se produce un retardo en la progresión de vibraciones».
«El uno está a una pequeña distancia del punto de partida, el otro casi al final».
«Las leyes que determinan el retardo de vibraciones o su desviación de la primera dirección eran bien conocidas por la ciencia antigua. Estas leyes estaban debidamente incorporadas en una fórmula o un diagrama que se ha conservado hasta nuestros días. En esta fórmula, el período a cuyo comienzo se doblan las vibraciones, estaba dividido en ocho escalones desiguales, correspondientes al grado de progresión de vibraciones. El octavo escalón es la repetición del primero, con el doble de vibraciones. Este período, es decir la línea de desarrollo de vibraciones, medido a partir de un número dado de vibraciones hasta el momento en que ese número se duplica, se llama octava, es decir, compuesto de ocho partes».
«El principio de dividir en ocho intervalos desiguales el proceso, durante el cual las vibraciones se doblan, está basado en el estudio de la progresión no uniforme de las vibraciones en toda la octava. Los diversos escalones de la octava muestran la aceleración y el retardo de su desarrollo en diferentes momentos».
«Bajo el velo de esta fórmula, la idea de octava se ha transmitido de maestro a discípulo, de una escuela a otra. En tiempos muy remotos una de estas escuelas descubrió la posibilidad de aplicar esta fórmula a la música. Fue así cómo se obtuvo la escala musical de siete tonos que fue conocida desde la más remota antigüedad, después olvidada y reencontrada o “descubierta” de nuevo».
«La escala de siete tonos es una fórmula de ley cósmica que fue elaborada por antiguas escuelas y aplicada a la música. Sin embargo, si estudiamos las manifestaciones de la ley de octava en otras clases de vibraciones, veremos que las leyes son en todas partes las mismas. La luz, el calor, las vibraciones químicas, magnéticas y otras, están sometidas a las mismas leyes que las vibraciones sonoras; por ejemplo: la gama luminosa conocida en la física; en química el sistema periódico de los elementos, que sin duda alguna está estrechamente ligado al principio de octava, aunque esta correspondencia todavía no haya sido plenamente elucidada por la ciencia».
«El estudio de la estructura de la escala musical ofrece una base excelente para la comprensión de la ley cósmica de octava».
«Tomemos una vez más la octava ascendente, es decir la octava en la que la frecuencia de vibraciones se acrecienta. Supongamos que esta octava comience con 1000 vibraciones por segundo. Designemos estas 1000 vibraciones con la nota do. Las vibraciones se acrecientan, su frecuencia aumenta. El punto en que la frecuencia alcanza 2000 vibraciones por segundo, será el segundo do, es decir el do de la octava siguiente»:
«El período entre un do y el do siguiente, o sea una octava, está dividido en siete partes desiguales, porque la frecuencia de las vibraciones no aumenta uniformemente».
«La razón de la frecuencia de vibraciones de las diferentes notas o de su elevación, se establecerá como sigue»:
«Si tomamos do como 1, re será 9/8, mi 5/4, fa 4/3, sol 3/2, la 5/3, si 15/8, y el próximo do será 2».
«La diferencia en la aceleración de las vibraciones, o progresión ascendente de las notas, o diferencia de tono, será la siguiente»:
«Las diferencias entre las notas o las diferencias de altura de las notas se llaman intervalos. Vemos que hay tres clases de intervalos en la octava: 9/8, 10/9 y 16/15, lo que en números enteros da: 405, 400 y 384. El intervalo más pequeño: 16/15, se encuentra entre mi y fa y entre si y do. Éstos son precisamente los dos sitios de retardo en la octava».
«En la escala musical de siete tonos, se considera teóricamente que hay dos semitonos entre dos notas sucesivas, excepto los intervalos mi fa y si do, que tienen un solo semitono y en los cuales se considera como faltante el segundo semitono».
«De esta manera se obtienen veinte notas, de las cuales ocho son fundamentales: do, re, mi, fa, sol, la, si, do; y doce intermedios: dos entre cada una de los siguientes pares de notas:».
Y uno entre los dos pares de notas siguientes:
«Pero en la práctica de la música en lugar de doce notas intermedias solo se mantienen cinco, es decir un semitono entre:».
«Entre mi y fa y entre si y do, falta el semitono».
«De esta manera la estructura de la escala musical da un esquema de la ley cósmica de los intervalos o de los semitonos faltantes. Decimos además que cuando se habla de las octavas en un sentido “cósmico” o “mecánico”, solo se llama intervalo a los intervalos mi fa y si do».
«Si comprendemos todo su sentido, la ley de octava nos da una nueva explicación de toda la vida, del progreso y del desarrollo de los fenómenos sobre todos los planos del universo, dentro del campo de nuestra observación. Esta ley explica por qué en la naturaleza no hay líneas rectas, y también por qué no podemos ni pensar ni hacer, porque todo en nosotros se piensa, porque todo en nosotros sucede, y sucede en general de una manera contraria a la que deseamos o esperamos. Todo esto es manifiestamente el efecto inmediato de los intervalos o del retardo en el desarrollo de las vibraciones».
«¿Qué sucede precisamente en el momento del retardo de las vibraciones? Ocurre una desviación, ya no se sigue la dirección original. La octava comienza en la dirección indicada por la flecha:».
«Pero entre mi y fa toma lugar una desviación; la línea comenzada en do cambia de dirección»:
«Y entre fa, sol, la y si desciende haciendo cierto ángulo con la dirección original indicada por las tres primeras notas. Entre si y do se encuentra el segundo intervalo; una nueva desviación, otro cambio de dirección»:
«En cada octava la desviación es más acentuada, de manera que la línea de las octavas llega a formar un semicírculo y va en una dirección opuesta a la dirección original».
«En su desarrollo ulterior, la línea de octavas, o la línea de desarrollo de vibraciones puede volver a su primera dirección —en otras palabras, formar un círculo completo».
«Esta ley demuestra por qué nunca nada en nuestras actividades va en línea recta, porque al comenzar una cosa, en seguida hacemos otra totalmente diferente, que a menudo es todo lo contrario de la primera, aunque no nos demos cuenta y continuemos pensando que seguimos siempre la misma línea».
«Todos estos hechos y muchos otros más, no pueden explicarse sino por la ley de octava y especialmente por una comprensión clara del papel y el significado de los intervalos que obligan constantemente a la línea de desarrollo de fuerzas a modificar su dirección, a quebrarla, a curvarla, a tornarla en su “propio contrario” y así sucesivamente».
«Las cosas ocurren siempre así y estos cambios de dirección los podemos comprobar por todos lados. Después de cierto período de actividad enérgica, de emoción intensa o de comprensión justa, interviene una reacción, el trabajo llega a ser aburrido y cansador, momentos de fatiga y de indiferencia atraviesan el sentimiento, en lugar de pensar rectamente se buscan compromisos, se suprimen o se descartan los problemas difíciles. Pero la línea continúa desarrollándose aunque ya no en la misma dirección que al comienzo. El trabajo se hace mecánico, y el sentimiento, más y más débil, baja el nivel de los acontecimientos de la vida ordinaria. El pensamiento llega a ser dogmático, literal. Todo prosigue así durante un cierto tiempo, luego hay de nuevo una reacción, una detención, una desviación. El desarrollo de la fuerza puede continuarse aún, pero el trabajo que se había comenzado con ardor y en medio del entusiasmo, se ha tornado en una formalidad obligatoria e inútil; han entrado al sentimiento numerosos elementos que le son foráneos: consideración, molestia, irritación, hostilidad; el pensamiento da vueltas en círculo repitiendo lo que ya sabe y uno se desvía más y más».
«El mismo fenómeno se repite en todas las esferas de la actividad humana. En la literatura, la ciencia, el arte, la filosofía, la religión, en la vida individual y sobre todo en la vida social y política, podemos observar cómo la línea de desarrollo de fuerzas se desvía de su dirección original y al cabo de cierto tiempo va en una dirección diametralmente opuesta, conservando aún su primer nombre. El estudio de la historia, emprendido desde este punto de vista, hace resaltar los hechos más sorprendentes, pero la “humanidad mecánica” no quiere tenerlos en cuenta. Quizá los ejemplos más chocantes de tales cambios de dirección se pueden encontrar en la historia de las religiones, particularmente en la historia de la religión cristiana, si se la estudia sin pasión. Piensen ustedes cuántas vueltas habrá tenido que dar la línea de desarrollo de fuerzas para pasar de las predicaciones de amor del Evangelio hasta la Inquisición; o del ascetismo de los primeros siglos, cuando se estudiaba el cristianismo esotérico, a la escolástica que calculaba el número de ángeles que podían sostenerse sobre la punta de una aguja».
«La ley de octava explica muchos fenómenos de nuestra vida, que sin ella permanecerían incomprensibles».
«El primero es el de la desviación de fuerzas».
«Luego viene el hecho de que nada en el mundo permanece en el mismo lugar, o sigue siendo lo que originalmente fue; todo se mueve, todo se desplaza, cambia, e inevitablemente sube o desciende, se refuerza o se debilita, se desarrolla o degenera, es decir, se mueve sobre una línea de octava, ya sea ascendente o descendente».
«El tercer punto se refiere a que en el desarrollo mismo de las octavas, ascendentes o descendentes, se producen continuamente fluctuaciones, altas y bajas».
«Hasta ahora, hemos hablado sobre todo de la discontinuidad de vibraciones y de la desviación de fuerzas. Ahora nos es preciso captar claramente otros dos principios: el de la inevitabilidad, ya sea del ascenso o del descenso, en toda línea de desarrollo de fuerzas y el de las fluctuaciones periódicas, es decir, los aumentos y disminuciones, en toda línea, ya sea ésta ascendente o descendente».
«Nada puede desarrollarse mientras permanezca en el mismo nivel. El ascenso o el descenso es la condición cósmica inevitable de toda acción. No comprendemos y nunca vemos lo que pasa alrededor de nosotros y en nosotros, ya sea porque no tenemos en cuenta la inevitabilidad del descenso cuando no hay ascenso, o porque tomamos el descenso como un ascenso. Éstas son dos de las causas fundamentales de nuestras ilusiones sobre nosotros mismos. No vemos la primera porque pensamos siempre que las cosas pueden permanecer largo tiempo sobre el mismo nivel, e ignoramos la segunda por no comprender que los ascensos son de hecho imposibles allí donde los vemos —tan imposibles como desarrollar la conciencia por medios mecánicos».
«Una vez que hayamos aprendido a distinguir las octavas ascendentes y descendentes en la vida, tenemos que aprender a distinguir el ascenso y descenso dentro de las mismas octavas. Podemos ver en cualquiera de los dominios de nuestra vida que consideremos, que ahí nada puede permanecer igual y constante; en todas partes y en todo, prosigue sin cesar la oscilación del péndulo, en todas partes y en todo las olas se elevan y vuelven a caer. Nuestra energía aumenta de pronto en una u otra dirección, luego se debilita asimismo rápidamente; nuestros estados de ánimo se “mejoran” o se “empeoran” sin razón visible; nuestros sentimientos, deseos, intenciones, decisiones, todo pasa de trecho en trecho por períodos de ascenso y descenso, de fortalecimiento o debilitamiento».
«Y quizás hay en el hombre un centenar de péndulos en movimiento, aquí y allá. Estos ascensos y descensos, estas fluctuaciones de nuestros estados de ánimo, de nuestros pensamientos, sentimientos, de nuestra energía, de nuestras determinaciones, corresponden ya sea a los períodos de desarrollo de las fuerzas de un intervalo a otro, o a los intervalos mismos».
«Esta ley de octava, en sus tres manifestaciones principales, condiciona numerosos fenómenos tanto de naturaleza psíquica como de naturaleza orgánica, es decir, ligados directamente a nuestra vida. De la ley de octava depende la imperfección y estrechez de nuestro saber en todos los campos sin excepción alguna, porque comenzamos en una dirección y en seguida, sin darnos cuenta, vamos siempre en otra».
«Como ya lo he dicho, la ley de octava, en todas sus manifestaciones, era conocida por la ciencia antigua».
«Aun nuestra división del tiempo, es decir, los días de la semana repartidos en seis días de trabajo y un domingo, está en relación con las propiedades y las condiciones interiores de nuestra actividad, que dependen de la ley general. El mito bíblico de la creación del mundo en seis días, y un séptimo durante el cual Dios descansa de su trabajo, es igualmente una expresión de la ley de octava o un índice de esta ley, aunque incompleto».
«Las observaciones basadas en una comprensión de la ley de octava muestran que las vibraciones pueden desarrollarse de diferentes maneras. En las octavas interrumpidas, ellas surgen y caen, son arrastradas y engullidas por vibraciones más fuertes que las cortan o que van en una dirección contraria. En las octavas que se desvían de la dirección original, las vibraciones cambian de naturaleza y dan resultados opuestos a aquéllos que se hubieran podido esperar al comienzo».
«No es sino en las octavas de orden cósmico, ascendentes o descendentes, donde las vibraciones se desarrollan de una manera consecuente y ordenada, conservando siempre la dirección tomada por ellas al comienzo».
«Por otra parte, la observación muestra que el desarrollo de octavas correcto y constante, si bien raro, es posible en todas las ocasiones, tanto en la actividad de la naturaleza como en la actividad humana».
«El desarrollo correcto de estas octavas está basado en lo que parece ser un accidente. Sucede a veces que las octavas que progresan paralelamente a una octava dada, que la cruzan o que la encuentran, llenan sus intervalos de una u otra manera y permiten a las vibraciones de la octava dada evolucionar libremente y sin detenciones. La observación de este desarrollo correcto de octavas establece el hecho de que si en el momento necesario, es decir en el momento de pasar por un intervalo, una octava dada recibe un “choque adicional” de fuerza y de carácter correspondientes, entonces continuará desarrollándose sin trabas, siguiendo su dirección original, sin perder ni cambiar nada de su naturaleza».
«En tales casos, hay una diferencia esencial entre las octavas ascendentes y las descendentes».
«En una octava ascendente, el primer “intervalo” se encuentra entre mi y fa. Si una energía adicional correspondiente entra en este sitio, la octava se desarrollará sin dificultad hasta si, pero para que se desarrolle correctamente es necesario entre si y do, un choque suplementario mucho más fuerte que entre mi y fa, porque en este sitio las vibraciones de la octava están en un diapasón mucho más elevado y se requiere una intensidad mucho mayor para evitar una detención en el desarrollo de la octava».
«De otro lado, en una octava descendente, el intervalo mayor ocurre en el comienzo mismo de la octava, inmediatamente después del primer do, y los elementos que permiten llenarlo se encuentran muy frecuentemente, ya sea en el do mismo, o en las vibraciones laterales emitidas por do. Por esta razón una octava descendente se desarrolla mucho más fácilmente que una octava ascendente; y después de pasar el si, llega a fa sin obstáculos; aquí es necesario un choque suplementario aunque considerablemente menos fuerte que el primer “choque” entre do y si».
«Podemos ver el primer ejemplo completo de la ley de octava en la gran octava cósmica que nos llega en la forma, del rayo de creación. El rayo de creación parte del Absoluto. El Absoluto es el Todo. El Todo, que posee unidad plena, voluntad plena y conciencia plena, crea mundos dentro de sí mismo,» y comienza así la octava cósmica descendente. El Absoluto es el do de esta octava. Los mundos que el Absoluto crea en sí mismo son el si. El «intervalo» entre do y si se llena en este caso por la voluntad del Absoluto.
«El proceso de creación continúa desarrollándose por la fuerza de su impulso original, y bajo el efecto de un choque adicional. Si pasa a la, que para nosotros es nuestro mundo estelar: la Vía Láctea. La pasa a sol, nuestro Sol —el sistema solar. Sol pasa a fa, el mundo planetario. Y aquí, entre el mundo planetario tomado como un todo y nuestra Tierra, ocurre un “intervalo”. Esto significa que las radiaciones planetarias que llevan varias influencias a la Tierra no pueden alcanzarla o, para hablar más correctamente, ellas no son recibidas; la Tierra las refleja. Con el fin de llenar el “intervalo” que hay en este punto del rayo de creación, se ha creado un dispositivo especial para recibir y transmitir influencias que vienen de los planetas. Este dispositivo es la vida orgánica sobre la Tierra. La vida orgánica transmite a la Tierra todas las influencias destinadas a ella y hace posible el crecimiento y el desarrollo ulterior de la Tierra, que es el mi de la octava cósmica, y luego el de la luna o re, después de lo cual viene otro do: la Nada. Entre el Todo y la Nada pasa el rayo de creación».
«Ustedes conocen la oración que comienza con estas palabras: “Dios Santo, Dios Fuerte, Dios Inmortal”. Esta oración es un vestigio del antiguo conocimiento. Dios Santo significa el Absoluto o Todo. Dios Fuerte significa también el Absoluto o Nada. Dios Inmortal significa lo que está entre los dos, esto es las seis notas del rayo de creación, con “la vida orgánica”. Los tres juntos hacen uno. Esto es la coexistente e indivisible Trinidad».
«Debemos ahora detenernos en la idea de los “choques adicionales” que permiten a las líneas de fuerza alcanzar la meta proyectada. Como ya lo dije, pueden ocurrir choques accidentales. Por supuesto el accidente es una cosa muy incierta. Pero aquellas líneas de desarrollo de fuerzas que son enderezadas por accidente, y que el hombre puede a veces ver, o suponer, o esperar, mantienen en él más que cualquier otra cosa la ilusión de líneas rectas. Es decir, creemos que las líneas rectas son la regla y las quebradas e interrumpidas la excepción. Esto suscita en nosotros la ilusión de que es posible hacer; de que es posible alcanzar una meta proyectada. En realidad un hombre no puede hacer nada. Si por accidente su actividad produce algún resultado, que solo se asemeja en apariencia o en nombre a la meta original, un hombre se afirma a sí mismo y afirma a los otros que ha conseguido la meta que se había propuesto y llega a pretender que cualquiera es capaz de alcanzar su meta —y los demás le creen. En realidad esto es una ilusión. Un hombre puede ganar en la ruleta. Pero esto sería un accidente».
«El alcanzar la meta que uno se había propuesto en la vida o en cualquier campo de actividad, es un accidente del mismo orden. La única diferencia es que en la ruleta, al menos el hombre sabe sin equivocarse si ha ganado o perdido en cada apuesta. Pero en las actividades de su vida, sobre todo en las que tengan una resonancia social, cuando han pasado varios años entre el comienzo y el resultado de una acción, un hombre puede engañarse a sí mismo muy fácilmente y tomar el resultado “obtenido” por el resultado deseado, es decir, creer que ha ganado cuando al final de cuentas ha perdido».
«Para un “hombre máquina” el mayor insulto es decirle que no puede hacer nada, que no puede llegar a nada, que nunca podrá acercarse a ninguna meta y que al esforzarse hacia una meta, inevitablemente hace aparecer otra. Y en realidad esto no puede ser de otra manera. El “hombre máquina” está a merced del accidente, del azar. Sus actividades pueden caer por azar en un canal trazado por fuerzas cósmicas o mecánicas y pueden continuar en él, por azar, por algún tiempo, dando la ilusión de que se ha alcanzado cierta meta. Tal correspondencia accidental de resultados y de metas que nos habíamos asignado, en otras palabras, el éxito en ciertas pequeñas cosas, que no pueden tener consecuencia alguna, produce en el hombre mecánico la convicción de que es capaz de alcanzar cualquier meta, que es “capaz de conquistar la naturaleza” como lo pretende, que es capaz de “hacer” algo con su vida, etc».
«De hecho, por supuesto es incapaz de hacer nada, porque no tiene ningún control, no solo sobre las cosas que están fuera de él, sino sobre las que están en él mismo. Esta última idea debe ser claramente comprendida y bien asimilada; al mismo tiempo hay que comprender que el control de las cosas exteriores comienza por el control de lo que está en nosotros, por el control de nosotros mismos. Un hombre que no puede controlarse, es decir que no puede controlar lo que pasa en él, no puede controlar nada».
«¿Cuál es el método para obtener un control?».
«La parte técnica de este método puede ser explicada por la ley de octava. Las octavas pueden desarrollarse de manera consecuente y continua en la dirección deseada si los “choques adicionales” intervienen en el momento necesario, es decir cuando se produce un retardo de vibraciones. Si los “choques adicionales” no intervienen en el momento necesario, las octavas cambian de dirección. Naturalmente, no se trata de esperar que los “choques adicionales” vengan por sí mismos del exterior, en el momento preciso. Le queda entonces al hombre la siguiente elección: o encontrarle a sus actividades una dirección que corresponda a la línea mecánica de los acontecimientos del momento, en otras palabras, “ir por donde sopla el viento”, “seguir la corriente”, aun si esto contradice sus propias inclinaciones, sus convicciones, sus simpatías; o bien, resignarse a la idea del fracaso de todo lo que emprenda. Pero hay otra solución: un hombre puede aprender a reconocer los momentos de los intervalos en todas las líneas de su actividad, y a crear los “choques adicionales”; en otras palabras, puede aprender a aplicar a sus propias actividades el método que usan las fuerzas cósmicas cuando crean los “choques adicionales” cada vez que son necesarios».
«La posibilidad de los choques adicionales artificiales, es decir especialmente creados, da un sentido práctico al estudio de la ley de octava, y hace este estudio obligatorio y necesario para el hombre que quiere salir del papel de espectador pasivo de lo que le sucede y de lo que pasa alrededor de él».
«El “hombre máquina” no puede hacer nada. Para él, como alrededor de él, todo sucede. Para hacer es necesario conocer la ley de octava, conocer los momentos de los intervalos, y ser capaz de crear los “choques adicionales” necesarios».
«Esto no se puede aprender sino en una escuela, es decir en una escuela organizada sobre bases justas, según todas las tradiciones esotéricas. Sin la ayuda de una escuela, un hombre nunca puede comprender por sí mismo la ley de octava, el lugar de los intervalos y el orden en que los choques deben ser creados. No puede comprenderlo porque para alcanzar esta comprensión son indispensables ciertas condiciones, y estas condiciones no pueden ser creadas sino en una escuela creada ella misma sobre estos principios».
«Más adelante se explicará debidamente cómo se puede crear una “escuela” sobre los principios de la ley de octava. Esto les explicará uno de los aspectos de la interrelación entre la ley de siete y la ley de tres. Mientras tanto, se puede decir que en la enseñanza de escuela, se le da al hombre, de un lado ejemplos de octavas cósmicas descendentes (creatrices), y del otro, ejemplos de octavas ascendentes (evolutivas). El pensamiento occidental, que no sabe nada ni de las octavas, ni de la ley de tres, confunde las líneas ascendentes y descendentes, y no comprende que la línea de evolución se opone a la línea de creación, es decir que va contra ella, en contra de la corriente».
«Al estudiar la ley de octava, se debe recordar que para definir las relaciones entre las octavas, se las divide en fundamentales y subordinadas. La octava fundamental puede compararse al tronco de un árbol cuyas ramas serían las octavas subordinadas. Las siete notas fundamentales de la octava y los dos “intervalos”, portadores de nuevas direcciones, dan los nueve eslabones de una cadena, tres grupos de tres eslabones cada uno».
«Las octavas fundamentales están ligadas de una manera determinada a las octavas secundarias o subordinadas. De las octavas secundarias de primer orden salen las octavas secundarias de segundo orden, etc. Se puede comparar la estructura de las octavas con la estructura de un árbol. De todos los lados del tronco fundamental salen ramas que a su vez se dividen en pequeñas ramas, las cuales se hacen más y más pequeñas y finalmente se cubren de hojas. El mismo proceso ocurre en las hojas para la formación de las venas, los bordes dentados, etc».
«Como cualquier cosa en la naturaleza, el cuerpo humano, que representa una cierta totalidad, comporta las mismas correlaciones tanto en el interior como en el exterior. Según el número de notas de la octava y sus intervalos, el cuerpo humano tiene nueve medidas básicas expresadas por números definidos. Por supuesto que estos números difieren grandemente en los individuos, pero dentro de ciertos límites. Estas nueve medidas básicas que dan una octava completa de primer orden al combinarse de una manera especial, pasan a un orden de octavas subordinadas, que a su vez originan otras octavas subordinadas, etc. De esta manera es posible obtener la medida de cualquier parte, o de cualquier miembro del cuerpo humano puesto que todos están en una relación definida entre sí».
Naturalmente, la ley de octava dio lugar a numerosas conversaciones en nuestro grupo, dejándonos perplejos. G. no cesaba de ponernos en guardia contra un exceso de teoría.
«Tienen que comprender y sentir esta ley en ustedes mismos, dijo, y solo después la verán fuera de ustedes».
Esto era evidente. Pero la dificultad no estaba solo aquí. Tan solo una simple comprensión «técnica» de la ley de octava requiere mucho tiempo. Y volvíamos siempre a ella, ora como consecuencia de descubrimientos inesperados, ora porque acabábamos de perder, una vez más, lo que nos había parecido ya bien establecido.
Ahora me es difícil volver a encontrar cuáles ideas fueron el eje de nuestro trabajo en tal o cual período, aquéllas que más atrajeron nuestra atención, que originaron el mayor número de conversaciones. Pero de alguna manera la ley de octava llegó a ser su centro permanente de gravedad. Discutíamos sus diversos aspectos en cada reunión; gradualmente llegamos a considerar todas las cosas desde este punto de vista.
En el curso de la primera exposición que hizo G. de esta idea, no había dado sino sus líneas generales. Siempre volvía a ella para subrayar sus diversos aspectos.
En una de las reuniones siguientes, hizo resaltar de una manera muy interesante otra significación de la ley de octava, que tenía un profundo alcance.
—«Para comprender mejor el sentido de la ley de octava, hay que tener una idea clara de otra propiedad de las vibraciones: la de dividirse en “vibraciones interiores”. En efecto, en todas las vibraciones se producen otras vibraciones, y cada octava puede ser resuelta en gran número de octavas interiores».
«Cada nota de cualquier octava puede considerarse como una octava entera sobre otro plano».
«Cada nota de estas octavas interiores contienen a su vez una octava entera, y así sucesivamente por muchísimas veces, pero no hasta el infinito, porque hay un límite en el desarrollo de las octavas interiores».
Fig. 17
«Estas vibraciones interiores, que ocurren simultáneamente en “medios” de densidades diferentes, se interpenetran, se reflejan, y se engendran recíprocamente, arrastrándose, deteniéndose o modificándose unas a otras».
«Representémonos las vibraciones en una substancia o un medio de densidad definida. Supongamos que esta substancia o este medio esté formado por átomos relativamente groseros del mundo 48 y que cada uno de ellos sea, por así decirlo, una aglomeración de 48 átomos primordiales. Las vibraciones que se producen en este medio son divisibles en octavas y las octavas son divisibles en notas. Supongamos que hayamos escogido una octava de estas vibraciones con el fin de hacer ciertas investigaciones. Debemos darnos cuenta que dentro de los límites de esta octava se efectúan vibraciones de una substancia aún más fina. La substancia del mundo 48 está saturada de la substancia del mundo 24; las vibraciones de la substancia del mundo 24 están en una relación definida con las vibraciones de la substancia del mundo 48. Para ser más preciso, en las vibraciones de la substancia del mundo 48, cada nota contiene una octava entera de la substancia del mundo 24».
«Éstas son las octavas interiores».
«La substancia del mundo 24 está penetrada a su vez por la substancia del mundo 12. Esta substancia también está animada de vibraciones, y cada una de las notas de la octava de vibraciones del mundo 24 contiene una octava entera de substancias del mundo 12. La substancia del mundo 12 está penetrada por la substancia del mundo 6. La substancia del mundo 6 está penetrada por la substancia del mundo 3. La substancia del mundo 3 está penetrada por la substancia del mundo 1. En cada uno de estos mundos existen vibraciones correspondientes y el orden sigue siendo siempre el mismo, es decir que cada nota de la octava de vibraciones de una substancia más grosera contiene una octava entera de vibraciones de una substancia más fina».
«Si comenzamos con vibraciones del mundo 48, podemos decir que una nota de la octava de vibraciones de este mundo contiene una octava de siete notas de las vibraciones del mundo planetario. Cada nota de la octava de vibraciones del mundo planetario contiene siete notas de la octava de vibraciones del mundo del sol. Cada nota de la octava de vibraciones del mundo del sol contendrá siete notas de la octava de vibraciones del mundo estelar, etc».
«El estudio de las octavas interiores, el estudio de su relación con las octavas exteriores y la posible influencia de las primeras sobre las segundas, constituye una parte muy importante del estudio del mundo y del hombre».
En otra ocasión G. repitió y desarrolló lo que había dicho sobre el rayo de creación.
—«El rayo de creación, como todo otro proceso al momento de su logro, puede ser considerado como una octava. Ésta será una octava descendente en la cual el do pasa a si, el si a la, y así sucesivamente. El Absoluto o el Todo (mundo 1) será do; todos los mundos (mundo 3) serán si; todos los soles (mundo 6) serán la; nuestro sol (mundo 12) será sol; todos los planetas (mundo 24) serán fa; la tierra (mundo 48) será mi; la luna (mundo 96) será re».
«El rayo de creación comienza con el Absoluto. El Absoluto es Todo. Es do».
«El rayo de creación termina en la luna. Más allá de la luna hay la Nada. Esto es también el Absoluto —do».
«Al examinar el “rayo de creación” o la “octava cósmica”, vemos que en el desarrollo de esta octava habrá “intervalos”; el primero entre do y si, esto es entre el mundo 1 y el mundo 3, entre el Absoluto y todos los mundos; y el segundo entre fa y mi, esto es entre el mundo 24 y el mundo 48, entre todos los planetas y la tierra. Pero el primer “intervalo” está llenado por la voluntad del Absoluto. Una de las manifestaciones de la voluntad del Absoluto consiste precisamente en llenar este intervalo por la aparición consciente de la fuerza neutralizante que llena el “intervalo” entre la fuerza activa y la fuerza pasiva. La situación es más complicada en el segundo “intervalo”. Falta algo entre los planetas y la tierra. Las influencias planetarias no pueden pasar a la tierra plena e inmediatamente. Es indispensable un “choque adicional”; se necesita la creación de algunas condiciones nuevas para asegurar el paso adecuado de las fuerzas».
«Las condiciones que permiten asegurar el paso de las fuerzas se crean al establecer un dispositivo mecánico especial entre los planetas y la tierra. Este dispositivo especial, esta “estación transmisora de fuerzas”, es la vida orgánica sobre la tierra. La vida orgánica sobre la tierra ha sido creada para llenar el intervalo entre los planetas y la tierra».
«Por así decirlo, la vida orgánica representa el órgano de percepción de la tierra. La vida orgánica forma una especie de película sensible que cubre todo el globo terrestre y que recibe influencias de la esfera planetaria que de otra manera no podrían alcanzarla. En este sentido los reinos vegetal, animal y humano tienen igual importancia para la tierra. Una simple pradera absorbe las influencias planetarias de una clase determinada y las transmite a la tierra. La misma pradera cubierta con una multitud absorberá y transmitirá otras influencias. La población de Europa absorbe ciertas influencias planetarias y las transmite a la tierra. La población de África absorbe otras influencias planetarias, y así sucesivamente».
«Todos los grandes acontecimientos en la vida de las masas humanas son causados por influencias planetarias. Son el resultado de su absorción. La sociedad humana es una masa muy sensible a la recepción de influencias planetarias. Y cualquier pequeña tensión accidental en las esferas planetarias puede repercutir con animación creciente en una u otra esfera de la actividad humana durante años. En el espacio planetario se produce un accidente temporal: inmediatamente es sentido por las masas humanas, y la gente comienza a odiarse y a matarse unos a otros, justificando sus acciones con alguna teoría de fraternidad, igualdad, amor o justicia».
«La vida orgánica es el órgano de percepción de la tierra y al mismo tiempo es un órgano de radiación. Gracias a la vida orgánica, cada parte de la superficie terrestre emite a cada instante, en la dirección del sol, de los planetas, y de la luna, cierta clase de rayos. Desde este punto de vista, el sol necesita cierta clase de radiaciones, los planetas otra clase y la luna aún otra. Todo lo que sucede sobre la tierra crea radiaciones de este género. Y a menudo muchas cosas suceden solamente porque se necesitan ciertas clases de radiaciones de ciertas partes de la superficie de la tierra».
Por otra parte, G. nos llamó particularmente la atención hacia la no-conformidad del tiempo —o de la duración de los acontecimientos— en el mundo planetario y en la vida humana. Solamente después se hizo clara para mí la razón de su insistencia sobre este punto.
Al mismo tiempo recalcaba constantemente el hecho de que al producirse en la delgada película de la vida orgánica cualquier acontecimiento, sea el que fuere, siempre servía a los intereses de la tierra, del sol, de los planetas y de la luna; no podía producirse en ella nada inútil ni independiente porque había sido creada para un fin determinado, al cual ella quedaba sometida.
Un día, al desarrollar este tema, G. nos dio un diagrama de la estructura de las octavas en el cual uno de los eslabones era «la vida orgánica sobre la tierra».
—«Esta octava suplementaria o lateral en el rayo de creación comienza en el sol», dijo.
«El sol, que es el sol de la octava cósmica, resuena en un cierto momento como do».
«Es necesario darse cuenta de que cada nota de cualquier octava —en nuestro caso cada nota de la octava cósmica— puede representar el do de una octava lateral que sale de la primera. Sería aún más exacto decir que cualquier nota de cualquier octava puede al mismo tiempo ser cualquier nota de cualquier otra octava que la atraviesa».
«En el caso presente sol comienza a resonar como do. Al descender al nivel de los planetas esta nueva octava pasa a si; al descender aún más bajo, da tres notas: la, sol, fa, que crean y constituyen la vida orgánica sobre la tierra, en la forma en que nosotros la conocemos; el mi de esta octava se fusiona con el mi de la octava cósmica, o sea, con la tierra, y re con el re de la octava cósmica, es decir con la luna».
Al instante sentimos que esta octava lateral tenía un gran significado. Mostraba primeramente que la vida orgánica, representada en el diagrama por tres notas, comportaba dos notas superiores, una al nivel de los planetas, y la otra al nivel del sol, y que comenzaba a partir del sol. Éste era el punto más importante, porque una vez más, esto contradecía la corriente idea moderna de que la vida tiene su origen desde abajo. Según las explicaciones de G., la vida venía desde arriba.
Luego hubo numerosas conversaciones sobre las notas mi y re de la octava lateral. Por supuesto, no podíamos definir lo que era re. Pero este re estaba claramente conectado con la idea de alimento para la luna. Algunos productos de la desintegración de la vida orgánica van a la luna; esto debe ser re. Con respecto al mi, era posible hablar con precisión: sin duda la vida orgánica desaparecía en la tierra. El papel de la vida orgánica en la estructura de la superficie de la tierra era indiscutible. Había el crecimiento de islas de coral y de montañas calcáreas, la formación de yacimientos de carbón y de napas petrolíferas; las alteraciones del suelo bajo la influencia de la vegetación; el crecimiento de la vegetación lacustre, la formación de humus muy rico mediante los gusanos de tierra, el cambio de clima debido a la desecación de pantanos y a la destrucción de bosques, y muchas otras cosas conocidas y desconocidas.
Además, la octava lateral mostraba con claridad cuán fácil y correctamente se ordenaban las cosas en el sistema que estábamos estudiando. Todo lo que parecía anormal, inesperado y accidental desaparecía; un inmenso plan del universo, muy rigurosamente pensado, comenzaba a aparecer.