Capítulo
cinco

Exposición sobre la «mecánica del universo». El rayo de creación y su crecimiento a partir del Absoluto. Una contradicción en las teorías científicas. La luna como terminación del rayo de creación. La voluntad del Absoluto. La idea de milagro. Nuestro lugar en el mundo. La luna se nutre de la vida orgánica. La influencia de la luna. Cómo liberarnos de ella. Diferencias de «materialidad» de los diferentes mundos. El mundo como mundo de «vibraciones». Las vibraciones se retardan en función de su distancia del Absoluto. Siete clases de materia. Los cuatro cuerpos del hombre, y su relación con los diferentes mundos. ¿Dónde está la tierra? Las tres fuerzas y las propiedades cósmicas de la materia. Los átomos de las substancias complejas. Definición de la materia según las fuerzas que se manifiestan a través de ella. «Carbono», «Oxígeno», «Nitrógeno» e «Hidrógeno». Las tres fuerzas y las cuatro materias. ¿Es o no inmortal el hombre? ¿Qué significa inmortalidad? Un hombre que posee el cuarto cuerpo. La historia del seminarista y de la omnipotencia de Dios. Conversaciones sobre la luna. La luna comparada a las pesas de un reloj. Conversación sobre un lenguaje universal. Explicación de la Última Cena.

«Consideremos el universo tridimensional. Tomémoslo como un mundo de materia y de fuerza, en el sentido más simple y más elemental de estas palabras. Más adelante hablaremos de las dimensiones de orden superior, las nuevas teorías sobre la materia, el espacio y el tiempo, y de las otras categorías del conocimiento del mundo que la ciencia ignora. Ahora tenemos que representarnos el universo bajo la forma esquemática del rayo de creación desde el Absoluto hasta la Luna».

«El “rayo de creación” aparece a primera vista como un esquema muy elemental del universo, pero en realidad, al estudiarlo, llega a ser claro que este simple esquema permite coordinar y hacer la síntesis de una multitud de concepciones filosóficas, religiosas y científicas del mundo, actualmente en conflicto. La idea del rayo de creación pertenece al antiguo conocimiento, y un gran número de los ingenuos sistemas geocéntricos que conocemos, no son, en realidad, sino exposiciones imperfectas del rayo de creación o deformaciones de esta idea, debidas a una comprensión literal».

«Debemos tener presente que la idea del rayo de creación y de su crecimiento a partir del Absoluto contradice algunas teorías modernas —que, por otra parte, no son en modo alguno científicas. Consideremos por ejemplo la secuencia: Sol, Tierra, Luna. Según las concepciones habituales, la luna es un cuerpo celeste, frío y muerto, que anteriormente habría poseído, como la tierra, un fuego interno, y que en tiempos aún más remotos, habría sido una masa en fusión como el sol. Según las mismas concepciones, la tierra fue en otros tiempos como el sol, se está también enfriando gradualmente, y tarde o temprano llegará a ser una masa congelada como la luna. Se supone ordinariamente que el sol también se enfría, y que con el tiempo se volverá como la tierra, y aún más tarde, como la luna».

«Naturalmente, hay que notar que semejante teoría no tiene ningún derecho a ser llamada “científica” en el sentido estricto de la palabra, porque en la ciencia, es decir en la astronomía, o más exactamente en la astrofísica, hay una multitud de teorías e hipótesis diferentes y contradictorias sobre este asunto, ninguna de las cuales tiene una base seria. Pero esta teoría, es una de las más difundidas y en lo que concierne al mundo en que vivimos ha llegado a ser el punto de vista del hombre medio de los tiempos modernos».

«Lo repito, la idea del rayo de creación y de su crecimiento a partir del Absoluto, contradice en general todos los puntos de vista de nuestros contemporáneos».

«Según esta idea, la luna es un planeta que todavía no ha nacido, por así decirlo, es un planeta que está naciendo. Se está calentando gradualmente y con el tiempo (en el caso de un desarrollo favorable del rayo de creación) llegará a ser como la tierra y tendrá su propio satélite, una nueva luna. Un nuevo eslabón se habrá añadido a la cadena del rayo de creación. Tampoco la tierra se va enfriando, por el contrario, se calienta, y con el tiempo podrá llegar a ser como el sol. Por ejemplo, observamos un desarrollo análogo en el sistema de Júpiter, que es un sol para sus satélites».

«Para resumir todo lo que se ha dicho sobre el rayo de creación, que desciende del mundo 1 hasta el mundo 96, recordemos que las cifras por las cuales se designan los mundos, indican el número de fuerzas, o de órdenes de leyes, que gobiernan los mundos en cuestión. En el Absoluto no hay sino una sola fuerza, una sola ley —la única e independiente voluntad del Absoluto. En el mundo siguiente hay tres fuerzas, o tres órdenes de leyes. En el siguiente, seis órdenes de leyes; en el que sigue doce, y así sucesivamente. En nuestro mundo, es decir sobre la tierra, estamos sujetos a cuarenta y ocho órdenes de leyes, que gobiernan toda nuestra vida. Si viviéramos sobre la luna, estaríamos sujetos a noventa y seis órdenes de leyes, es decir que nuestra vida y nuestra actividad serían aún más mecánicas, y no tendríamos las posibilidades que tenemos ahora de escapar de la mecanicidad».

«Como lo he dicho, la voluntad del Absoluto no se manifiesta sino en el mundo que ha sido creado inmediatamente por él, dentro de sí mismo, es decir, en el mundo 3; la voluntad inmediata del Absoluto no alcanza al mundo 6 y no se manifiesta en él sino bajo la forma de leyes mecánicas. Más lejos, en los mundos 12, 24, 48 y 96, la voluntad del Absoluto tiene menos y menos posibilidades de manifestarse. Esto significa que en el mundo 3, el Absoluto en alguna forma crea un plan general de todo el resto del Universo, que de allí en adelante se desarrolla mecánicamente. La voluntad del Absoluto no puede manifestarse fuera de este plan en los mundos siguientes, y cuando se manifiesta de acuerdo con este plan, toma la forma de leyes mecánicas. En otros términos, si el Absoluto quiere manifestar su voluntad, digamos, en nuestro mundo, en oposición a las leyes mecánicas a las cuales este último está sometido, tendría entonces que destruir todos los mundos intermedios entre sí mismo y nuestro mundo».

«La idea de un milagro en el sentido de una violación de leyes por la voluntad que las ha creado, no se opone solamente al sentido común sino a la idea misma de voluntad. Un milagro no puede ser sino la manifestación de ciertas leyes ignoradas o muy raramente conocidas por los hombres. Un milagro, en este mundo, es la manifestación de leyes de otro mundo».

«Sobre la tierra, estamos muy alejados de la voluntad del Absoluto; estamos separados de ella por 48 órdenes de leyes mecánicas. Si pudiésemos liberarnos de la mitad de estas leyes, nos encontraríamos sujetos a solamente 24 órdenes de leyes, es decir, a las leyes del mundo planetario y estaríamos un escalón más cerca del Absoluto y de su Voluntad. Luego, si pudiésemos liberarnos de la mitad de estas leyes, nos encontraríamos sujetos a las leyes del sol (doce leyes) y, por consiguiente, estaríamos aún un escalón más cerca del Absoluto. Y si pudiésemos, una vez más, liberarnos de la mitad de estas leyes, estaríamos entonces sujetos a las leyes del mundo estelar y separados solamente por un escalón de la voluntad inmediata del Absoluto».

«Por lo tanto, para el hombre existe la posibilidad de liberarse gradualmente de las leyes mecánicas».

«El estudio de las 48 órdenes de leyes a las que el hombre está sometido no puede ser abstracto como lo es el estudio de la astronomía; no hay sino una manera de estudiarlas, esto es el observarlas en uno mismo y el llegar a liberarse de ellas. Al comienzo, un hombre simplemente debe comprender que él no tiene ninguna necesidad de permanecer esclavo de mil pequeñas leyes, fastidiosas, que otros hombres han creado para él, o que él ha creado para sí mismo. Pero tan pronto intente liberarse de ellas, verá que no puede. Si hace largos y persistentes esfuerzos en esta dirección, éstos no tardarán en convencerlo de su esclavitud. Estas leyes que tienen al hombre bajo su dominio, solo se pueden estudiar luchando contra ellas, y esforzándose por liberarse de ellas. Pero se necesita un gran conocimiento para llegar a liberarse de una ley sin crear en sí mismo otra en su lugar».

«Los órdenes de leyes y sus fuerzas varían de acuerdo con el punto de vista desde el cual consideramos el rayo de creación».

«En nuestro sistema, la terminación del “rayo de creación”, por así decirlo el último brote de la rama, es la luna».

«La energía necesaria para el crecimiento de la luna, es decir para su desarrollo y para la formación de nuevos brotes, le viene de la tierra, donde esta energía se crea por la acción conjunta del sol, de todos los otros planetas del sistema solar y de la tierra misma. Esta energía se recolecta y se conserva en un gigantesco acumulador situado en la superficie de la tierra. Este acumulador es la vida orgánica sobre la tierra. La vida orgánica alimenta a la luna. Todo lo que vive en la superficie de la tierra, los hombres, los animales, las plantas, sirven de alimento a la luna. La luna es un gigantesco ser viviente que se nutre de todo lo que respira y de todo lo que crece sobre la tierra. La luna no podría existir sin la vida orgánica sobre la tierra, así como la vida orgánica sobre la tierra no podría existir sin la luna. Además, en su relación con la vida orgánica sobre la tierra, la luna es un formidable electroimán. Si súbitamente se llegara a interrumpir la acción del electroimán, de inmediato la vida orgánica se desmoronaría hacia la nada».

«El proceso de calentamiento y de crecimiento de la luna está en intima conexión con la vida y la muerte sobre la tierra. En el instante de la muerte, todos los seres vivientes liberan cierta cantidad de la energía que los ha animado; esta energía —o el conjunto de las “almas” de todos los seres vivientes: plantas, animales, hombres— es atraída hacia la luna como por un colosal electroimán, y le aporta el calor y la vida de la cual depende su crecimiento, es decir, el crecimiento del rayo de creación. En la economía del universo, jamás se pierde nada y cuando una energía ha terminado su trabajo sobre un plano, pasa a otro plano».

«Las almas que van a la luna, poseyendo quizás una cierta cantidad de conciencia y de memoria, se encuentran sometidas allá a 96 leyes, en condiciones de vida mineral, o en otros términos en tales condiciones que ya no hay salvación posible para ellas fuera de una evolución general en ciclos de tiempo inconmensurablemente largos. La luna está “en la extremidad”, en el fin del mundo; “las tinieblas de afuera, el lloro y el crujir de dientes” de la doctrina cristiana».

«La influencia de la luna sobre todos los seres vivientes se manifiesta en todo lo que sucede sobre la tierra. La luna es la fuerza dominante, o más exactamente la fuerza motriz más cercana, más inmediata, de todo lo que se produce en la vida orgánica sobre la tierra. Todos los movimientos, todas las acciones y manifestaciones de los hombres, de los animales y de las plantas dependen de la luna y están gobernados por ella. La fina película sensible de vida orgánica, que recubre el globo terrestre, depende enteramente de la influencia de este formidable electroimán que succiona su vitalidad. El hombre, como cualquier otro ser viviente, no puede liberarse de la luna en las condiciones ordinarias de la vida. Por consiguiente, todas sus acciones y todos sus movimientos están gobernados por la luna. Si mata a otro hombre, es la luna la que lo hace; si se sacrifica por los otros, es también la luna. Todos los malos actos, todos los crímenes, todos los sacrificios, todas las hazañas heroicas, así como los más pequeños hechos y gestos de la vida ordinaria todo esto está gobernado por la luna».

«La liberación, que viene con el crecimiento de poderes y de facultades mentales, es una liberación del yugo de la luna. La parte mecánica de nuestra vida depende de la luna, está sujeta a la luna. Pero si desarrollamos en nosotros mismos la conciencia y la voluntad, y sometemos a ellas toda nuestra vida mecánica, todas nuestras manifestaciones mecánicas, escaparemos del poder de la luna».

«Otra idea que tenemos que asimilar, es la idea de la materialidad del universo considerado bajo la perspectiva del “rayo de creación”. En este universo, todo puede ser pesado y medido. El Absoluto mismo es tan material, tan ponderable y mensurable como la luna o el hombre. Si el Absoluto es Dios, esto significa que Dios puede ser pesado y medido, resuelto en sus elementos constitutivos, “calculado” y expresado en una fórmula».

«Pero el concepto de “materialidad” es tan relativo como cualquier otro. Si recordamos cómo está dividido el concepto “hombre” y todo lo que se le relaciona: bien, mal, verdad, mentira, etc., en diferentes categorías (hombre N.º 1, hombre N.º 2, etc.), será fácil para nosotros comprender que el concepto “mundo” y todo lo que se le relaciona, está dividido también en diferentes categorías. El rayo de creación establece siete planos en el mundo, siete mundos, uno dentro de otro. Todo lo que se relaciona al mundo está dividido también en siete categorías, una dentro de otra. La materialidad del Absoluto es de un orden diferente a la materialidad de “Todos los Mundos”. La materialidad de “Todos los Mundos”, es de un orden diferente a la de “Todos los Soles”. La materialidad de “Todos los Soles” es de un orden diferente a la de nuestro Sol. La materialidad de nuestro Sol es de un orden diferente a la de “Todos los Planetas”. La materialidad de “Todos los Planetas” es de un orden diferente a la de la Tierra, y la materialidad de la Tierra es de un orden diferente a la de la Luna. A primera vista es difícil captar esta idea. La gente está acostumbrada a pensar que la materia es en todas partes la misma. La física, la astrofísica, la química, métodos tales como el análisis espectral, etc., están todos basados en esta aserción. Y es verdad que la materia es siempre la misma, pero la materialidad es diferente. Y los diferentes grados de materialidad dependen directamente de las calidades y de las propiedades de la energía manifestada en un punto dado».

«La materia, o la substancia, necesariamente presupone la existencia de la fuerza o de la energía. Esto de ninguna forma significa que habría que adoptar un concepto dualista del universo. Los conceptos de materia y de fuerza son tan relativos como cualquier otra cosa. En el Absoluto, donde todo es uno, la materia y la fuerza también son uno. Pero en este caso, la materia y la fuerza no se toman como principios reales del mundo en sí, sino como propiedades o características del mundo fenoménico que observamos. Para emprender el estudio del universo, basta tener una idea elemental de la materia y de la energía, tal como nos la muestran las observaciones inmediatas por medio de los órganos de los sentidos. Lo que es “permanente” se considera como material, como materia, y los “cambios” que intervienen en el estado de lo que es permanente, o de la materia, se llaman manifestaciones de fuerza o de energía. Todos estos cambios se pueden considerar como resultado de vibraciones o de movimientos ondulatorios que parten del centro, es decir, del Absoluto, y van en todas direcciones, entrecruzándose, chocando, fusionándose unos con otros, hasta el fin del rayo de creación, donde todos se detienen».

«Desde este punto de vista, el mundo está hecho de movimientos ondulatorios o vibraciones y de materia, o de materia en un estado de vibración, de materia vibratoria. La velocidad de las vibraciones está en razón inversa a la densidad de la materia».

«En el Absoluto las vibraciones son más rápidas y la materia menos densa. En el mundo inmediatamente consecutivo, las vibraciones son más lentas y la materia más densa; de allí en adelante, la materia es aún más densa, y las vibraciones más lentas».

«Se puede considerar a la “materia” como constituida por “átomos”, considerándose como “átomos” el resultado de la división final de la materia. En todo orden de materia, se les puede considerar simplemente como partículas infinitesimales de la materia dada, que son indivisibles solo sobre el plano dado. Solo los átomos del Absoluto son realmente indivisibles. El átomo del plano siguiente, es decir del mundo 3, está hecho de 3 átomos del Absoluto; en otras palabras, es tres veces más grande y tres veces más pesado y sus movimientos son de una lentitud correspondiente. El átomo del mundo 6 está hecho de 6 átomos del Absoluto fusionados conjuntamente de alguna manera, formando un solo átomo». Sus movimientos también son de una lentitud correspondiente. El átomo del mundo siguiente está hecho de 12 partículas primordiales, y los de los mundos siguientes, de 24, de 48, y de 96. El átomo del mundo 96 es de un tamaño enorme en comparación con el átomo del mundo 1; sus movimientos también son de una lentitud correspondiente, y la materia constituida por tales átomos es más densa.

Fig. 4

«Los siete mundos del rayo de creación representan siete órdenes de materialidad. La materialidad de la luna es diferente a la de la tierra; la materialidad de la tierra es diferente a la del mundo planetario; la materialidad del mundo planetario es diferente a la del sol, etc».

«Así, en lugar de un solo concepto de materia tenemos siete clases de materia, pero nuestra concepción ordinaria de la materialidad solo abarca la materialidad de los mundos 96 y 48, y aun con dificultad».

«La materia del mundo 24 es demasiado enrarecida para ser considerada como materia desde el punto de vista científico de nuestra física y de nuestra química; tal materia es prácticamente hipotética. La materia aún más fina del mundo 12 ya no posee ningún carácter de materialidad para la investigación ordinaria. Todas estas materias, pertenecientes a órdenes variados del universo, no están dispuestas en capas separadas, sino que se entremezclan, o más bien, se interpenetran entre sí. Podemos representarnos la idea de tal interpenetración de materias de diferentes densidades partiendo de la experiencia que podemos tener de la penetración de una materia conocida por nosotros en otra igualmente conocida. Un pedazo de madera puede estar saturado de agua; el agua a su vez puede contener gas. Se puede observar exactamente la misma relación entre diferentes clases de materias en el universo entero; las materias más finas penetran las materias más groseras».

«La materia que posee las características de la materialidad que nos es comprensible, se divide para nosotros en diferentes estados según su densidad: sólido, líquido, gaseoso, y además lleva gradaciones tales como: energía radiante, o electricidad, luz, magnetismo; y así sucesivamente. Sobre cada plano, es decir, en cada orden de materialidad, pueden encontrarse relaciones y divisiones análogas entre los diferentes estados de una materia dada; pero, como ya lo he dicho, la materia de un plano superior de ninguna manera es material para los planos inferiores».

«Toda la materia del mundo que nos rodea, los alimentos que comemos, el agua que bebemos, el aire que respiramos, las piedras con las que construimos nuestras casas, nuestros propios cuerpos —cada cosa es atravesada por todas las materias que existen en el universo. No hay necesidad de estudiar científicamente al sol para descubrir la materia del mundo solar: esta materia existe en nosotros mismos, es el resultado de la división de nuestros átomos. De la misma manera, tenemos en nosotros la materia de todos los otros mundos. El hombre es, en el pleno sentido de este término, un “universo en miniatura”. Todas las materias que constituyen el universo, están en él. Las mismas fuerzas, las mismas leyes que gobiernan la vida del universo, actúan en él. Por eso, al estudiar al hombre podemos estudiar el universo entero, exactamente de la misma manera que al estudiar el mundo, podemos estudiar al hombre».

«Pero un paralelo completo entre el hombre y el mundo solo puede hacerse al tomar un hombre en toda la acepción de la palabra, es decir, al hombre total, cuyos poderes interiores han sido completamente desarrollados, Un hombre no desarrollado, un hombre que no ha llegado todavía al término de su evolución, no puede ser considerado como una imagen integral o perfecta del universo —es un mundo incompleto».

«Repitámoslo, el estudio de sí mismo debe ir a la par con el estudio de las leyes fundamentales del universo. Las leyes son las mismas en todas partes y sobre todos los planos. Pero leyes idénticas que se manifiestan en los diferentes mundos, es decir en condiciones diferentes, producen fenómenos diferentes. El estudio de la relación entre las leyes y los planos sobre los cuales se manifiestan estas leyes, nos lleva al estudio de la relatividad».

«La idea de la relatividad tiene un lugar muy importante en esta enseñanza, y más tarde regresaremos a ella. Pero ante todo, es necesario comprender la relatividad de cada cosa y de cada manifestación, según su lugar en el orden cósmico».

«Estamos sobre la tierra, y dependemos enteramente de las leyes que operan a su nivel. La tierra ocupa un muy mal sitio desde un punto de vista cósmico —es comparable a las regiones más remotas de la Siberia glacial, está alejada de todo, es fría, la vida en ella es muy dura. Todo lo que en otros lugares viene espontáneamente, o es obtenido sin esfuerzo, sobre la tierra solo puede obtenerse por medio de una labor dura. Todo debe ser conquistado, tanto en la vida diaria como en el trabajo sobre sí mismo. Sucede a veces en la vida el que un hombre obtenga una herencia, y luego viva sin hacer nada. Pero en el trabajo esto nunca sucede. Aquí todos son iguales, y todos igualmente mendigos».

«Volvamos a la Ley de Tres. Es necesario aprender a reconocer sus manifestaciones en todo lo que hacemos, y en todo lo que estudiamos. En cualquier dominio, la aplicación de esta ley nos revelará de inmediato cosas nuevas, que antes nunca habíamos sospechado. Tomen la química, por ejemplo. La ciencia ordinaria no sabe nada de la Ley de Tres y estudia la materia sin tomar en consideración sus propiedades cósmicas. Pero, al lado de la química ordinaria, hay otra, una química especial o una alquimia, si así lo quieren, que estudia la materia tomando en consideración sus propiedades cósmicas. Como se ha dicho anteriormente, las propiedades cósmicas de cada substancia están determinadas primeramente por su lugar, luego por la fuerza que actúa a través de ella en el momento dado. Pero independientemente de su lugar, una substancia dada experimenta grandes cambios en su naturaleza misma, según la fuerza que se manifiesta a través de ella. Cada substancia puede ser conductora de una u otra de las tres fuerzas, y en consecuencia puede ser activa, pasiva o neutralizante. Y puede no ser ni activa, ni pasiva, ni neutralizante, si no hay fuerza que se manifieste a través de ella en el momento dado, o bien si se le enfoca independientemente de su relación con la manifestación de las fuerzas. De esta manera cada substancia aparece, por así decirlo, bajo cuatro aspectos o estados diferentes. Respecto a esto se debe notar que, cuando hablamos de materia, no hablamos de los elementos químicos. La química especial de la que hablo considera a cada substancia como un elemento que tiene una función separada, aunque sea la más compleja. Solamente así se pueden estudiar las propiedades cósmicas de la materia, porque todos los compuestos complejos tienen su propio significado, o su propio fin cósmico. Desde este punto de vista, un átomo de una substancia dada es la cantidad más pequeña de esta substancia que retiene todas sus propiedades químicas, físicas y cósmicas. Por consiguiente, el tamaño del “átomo” de diferentes substancias no es igual. Y, en ciertos casos, un “átomo” puede aun ser una partícula visible a simple vista».

«Los cuatro aspectos o estados de toda substancia tienen nombres definidos».

«Cuando una substancia es conductora de la primera fuerza, es decir, de la fuerza activa, se la llama “Carbono”, y como al carbono de la química, se la designa con la letra C».

«Cuando una substancia es conductora de la segunda fuerza, o fuerza pasiva, se la llama “Oxígeno”, y como al oxígeno de la química se la designa con la letra O».

«Cuando una substancia es conductora de la tercera fuerza, o de la fuerza neutralizante, se la llama “Nitrógeno”, y como al nitrógeno de la química, se la designa con la letra N».

«Cuando se considera una substancia sin relación con la fuerza que se manifiesta a través de ella, se la llama “Hidrógeno”, y cómo al hidrógeno de la química, se la designa con la letra H».

«Las fuerzas: activa, pasiva y neutralizante, se designan con las cifras 1, 2 y 3, y las substancias con las letras C, O, N y H. Estas designaciones tienen que ser comprendidas».

—¿Corresponden estos cuatro elementos a los cuatro antiguos elementos de la alquimia: el fuego, el agua, el aire, la tierra?, preguntó uno de nosotros.

—«Sí, corresponden, dijo G., pero no los tendremos en cuenta. Más tarde comprenderán por qué».

Lo que había oído me interesó mucho, ya que conectaba el sistema de G. con el de Tarot, que en un momento dado me había parecido como una posible clave del conocimiento oculto. Además, esto me mostraba la relación de tres a cuatro, que era nueva para mí, y que no había sido capaz de comprender cuando estudiaba el Tarot. El Tarot está netamente basado en la ley de cuatro principios. Hasta ahora, G. solo había hablado de la ley de tres principios. Pero ahora yo veía cómo el tres pasaba a cuatro, y comprendía la necesidad de esta división, siempre que se presente a nuestra observación inmediata la división de la fuerza y de la materia. «Tres» se relaciona a la fuerza y «Cuatro» a la materia. Naturalmente había un sentido más profundo que todavía permanecía oscuro para mí; sin embargo, las pocas indicaciones dadas por G. prometían mucho para el futuro.

Agregaré que estaba muy interesado por los nombres de los elementos: «Carbono», «Oxígeno», «Nitrógeno» e «Hidrógeno». Aquí debo hacer notar que G., aunque había prometido positivamente explicarnos por qué estos nombres habían sido escogidos en vez de otros, nunca lo hizo. Más tarde volveré otra vez a estas denominaciones. Los esfuerzos que hice para establecer su origen me hicieron comprender muchos aspectos del sistema de G., así como de su historia.

Durante una reunión a la cual se había invitado a un gran número de personas que todavía no habían oído a G., se planteó esta pregunta:

—¿Es o no inmortal el hombre?

—«Trataré de contestar a esta pregunta, dijo G., pero les advierto que eso no se puede hacer de manera plenamente satisfactoria, con los elementos que la ciencia y el lenguaje ordinario ponen a nuestra disposición».

«Usted pregunta si el hombre es inmortal o no».

«Contestaré a la vez sí y no».

«Esta pregunta tiene numerosos aspectos. Primero, ¿qué significa inmortal? ¿Habla usted de la inmortalidad absoluta, o admite usted diferentes grados? Si por ejemplo, después de la muerte del cuerpo subsiste algo que vive aún un cierto tiempo, conservando su conciencia, ¿puede esto ser llamado inmortalidad o no? En otras palabras, a su parecer, ¿cuánto tiempo debe durar tal existencia, para ser llamada inmortalidad? ¿No implica esto entonces la posibilidad de una inmortalidad “diferente” según los hombres? Y tantas otras preguntas. No digo esto sino para mostrar cuán vagas son palabras tales como “inmortalidad” y cuan fácilmente pueden engañarnos. De hecho nada es inmortal. Dios mismo es mortal. Pero la diferencia entre Dios y el hombre es grande, y naturalmente Dios es mortal de manera diferente a la del hombre. Sería mucho mejor sustituir la palabra “inmortalidad” por las palabras “existencia después de la muerte”. Contestaré entonces que el hombre tiene posibilidad de existencia después de la muerte. Pero la posibilidad es una cosa, y la realización de la posibilidad es otra».

«Examinemos ahora de qué depende esta posibilidad, y lo que significa su realización».

G. resumió en pocas palabras todo lo que ya había sido dicho sobre la estructura del hombre y del mundo. Reprodujo el esquema del rayo de creación (Fig. 3) y el de los cuatro cuerpos del hombre (Fig. 1). Pero con respecto a los cuerpos del hombre, introdujo un detalle que no había dado antes. Recurrió otra vez a la comparación oriental del hombre con un carruaje, un caballo, un cochero y un amo, y volviendo al esquema, añadió:

—«El hombre es una organización compleja. Está formado de cuatro partes que pueden estar conectadas, no conectadas, o mal conectadas. El carruaje está conectado al caballo por las varas, el caballo al cochero por las riendas, y el cochero a su amo por la voz de su amo. Pero el cochero debe oír y comprender la voz del amo, debe saber cómo conducir; y el caballo debe estar adiestrado a obedecer a las riendas. En cuanto a la relación del caballo con el carruaje, debe estar correctamente enganchado. De esta manera, entre las cuatro partes de esta compleja organización existen tres relaciones, tres conexiones (ver Fig. 5a). Si una sola de ellas presenta algún defecto, el conjunto no puede funcionar como un todo. Las conexiones entonces no son menos importantes que “los cuerpos”. Al trabajar sobre sí mismo, el hombre trabaja simultáneamente sobre los “cuerpos” y sobre las “conexiones”». Pero se trata de dos clases de trabajo. «El trabajo sobre sí debe comenzar por el cochero. El cochero es el intelecto. A fin de poder oír la voz del amo, ante todo el cochero no debe estar dormido —se debe despertar. Luego, puede suceder que el amo hable un lenguaje que el cochero no comprenda. El cochero debe aprender este lenguaje. Cuando lo sepa, comprenderá a su amo. Pero esto no basta, debe también aprender a conducir el caballo, a engancharlo, a alimentarlo, a cuidarlo, y a mantener bien el carruaje— porque no serviría de nada el que comprenda a su amo, si no está en condiciones de hacer algo. El amo da la orden de partida. Pero el cochero es incapaz de marchar porque no ha alimentado al caballo, no lo ha enganchado, y no sabe dónde están las riendas. El caballo representa las emociones. El carruaje es el cuerpo. El intelecto debe aprender a gobernar las emociones. Las emociones siempre arrastran al cuerpo. Éste es el orden en que se debe llevar el trabajo sobre sí. Pero fíjense bien: el trabajo sobre los “cuerpos”, es decir sobre el cochero, el caballo y el carruaje, es una cosa. Y el trabajo sobre las “conexiones”, es decir, sobre la “comprensión del cochero” que lo une a su amo, sobre las “riendas” que lo conectan al caballo, sobre las “varas” y los “arneses” que conectan el carruaje con el caballo —es algo totalmente diferente».

«Sucede a veces que los cuerpos están en excelente estado, pero que las “conexiones” no se establecen. Entonces, ¿de qué sirve toda la organización? Como sucede con los cuerpos no desarrollados, la organización total es entonces inevitablemente gobernada desde abajo. En otras palabras: no por la voluntad del amo, sino por accidente».

«En el hombre que tiene dos cuerpos, el segundo cuerpo es activo con relación al cuerpo físico. Esto significa que la conciencia en el “cuerpo astral” tiene pleno poder sobre el cuerpo físico».

G. puso el signo (+) sobre el cuerpo astral, y el signo (—) sobre el cuerpo físico (Fig. 5c).

«En el hombre que tiene tres cuerpos, el tercero, es decir el “cuerpo mental”, es activo con relación al “cuerpo astral” y al cuerpo físico; esto quiere decir que la conciencia en el “cuerpo mental” tiene pleno poder sobre el “cuerpo astral” y sobre el cuerpo físico».

G. puso el signo (+) sobre el «cuerpo mental», y el signo (—) sobre el «cuerpo astral» y el cuerpo físico, ambos reunidos por un corchete (Fig. 5c).

«En el hombre que tiene cuatro cuerpos, el cuerpo activo es el cuarto. Esto significa que la conciencia en el cuarto cuerpo tiene pleno poder sobre el “cuerpo mental”, el “cuerpo astral” y el cuerpo físico».

G. puso el signo (+) sobre el cuarto cuerpo, y el signo (—) sobre la unión de los otros tres (Fig. 5 c).

«Como ustedes ven, dijo, hay cuatro situaciones totalmente diferentes. En un caso, todas las funciones están gobernadas por el cuerpo físico. Éste es activo; con relación a él, todo el resto es pasivo (Fig. 5 b). En otro caso, el segundo cuerpo tiene poder sobre el cuerpo físico. En el tercer caso, el “cuerpo mental” tiene poder sobre el “cuerpo astral” y sobre el cuerpo físico».

Y en el último caso el cuarto cuerpo tiene poder sobre los tres primeros. Ya hemos visto que en el hombre que no tiene sino el cuerpo físico se puede establecer entre sus diversas funciones, exactamente el mismo tipo de relación que existe entre los diferentes cuerpos. Las funciones físicas pueden gobernar al sentimiento, al pensamiento y a la conciencia. El sentimiento puede gobernar a las funciones físicas. El pensamiento puede gobernar a las funciones físicas y al sentimiento. Y la conciencia puede gobernar a las funciones físicas, a los sentimientos y al pensamiento.

«En el hombre que tiene dos, tres y cuatro cuerpos, el cuerpo más activo es también el que vive más tiempo, en otras palabras, es “inmortal” en relación a un cuerpo inferior».

Dibujó de nuevo el diagrama del rayo de creación, y al lado de la tierra, colocó el cuerpo físico del hombre.

—Éste es el hombre ordinario, dijo, el hombre número 1, 2, 3 y 4. Solo posee el cuerpo físico. Cuando este cuerpo muere, no le queda nada de dicho cuerpo. El cuerpo físico está compuesto por elementos terrestres, y con la muerte, regresa a la tierra. Polvo es y al polvo volverá. Para un hombre de este género, es imposible hablar de ninguna clase de inmortalidad. Pero si un hombre posee el segundo cuerpo (colocó el segundo cuerpo en el diagrama, paralelamente a los planetas), este segundo cuerpo está formado por elementos del mundo planetario, y puede sobrevivir a la muerte del cuerpo físico. No es inmortal en todo el sentido de la palabra, porque después de un cierto tiempo, muere a su vez. Pero en todo caso, no muere con el cuerpo físico.

«Para un hombre que posee el tercer cuerpo (colocó el tercer cuerpo en el diagrama, paralelamente al sol), este cuerpo compuesto de elementos del sol, puede existir después de la muerte del “cuerpo astral”».

«El cuarto cuerpo está formado por elementos del mundo estelar, es decir elementos que no pertenecen al sistema solar, y por consiguiente, si se ha cristalizado dentro de los límites del sistema solar, no hay nada dentro de estos límites que pueda destruirlo. Esto significa que un hombre que posee el cuarto cuerpo es inmortal dentro de los limites del sistema solar».

«Ahora ven por qué es imposible contestar de primera intención a la pregunta: ¿es o no inmortal el hombre? Un hombre es inmortal, otro no lo es, un tercero trata de llegar a ser inmortal, un cuarto se imagina ser inmortal, y sin embargo no es sino un pedazo de carne».

Cuando G. iba a Moscú, nuestro grupo se reunía sin él. Guardo el recuerdo de varias conversaciones. Giraban alrededor de la idea del milagro, y del hecho de que el Absoluto no puede manifestar su voluntad en nuestro mundo, que esta voluntad se manifiesta solamente bajo la forma de leyes mecánicas, y que ella misma no puede manifestarse en violación a estas leyes.

Yo no sé cuál de nosotros fue el primero en recordar una anécdota bien conocida pero poco respetuosa, en la que vimos al instante una ilustración de esta ley.

Se trataba de la historia del viejo seminarista, que en su examen final, no comprendía todavía la idea de la omnipotencia divina.

—Bien, deme un ejemplo de alguna cosa que el Señor no pueda hacer, dijo el obispo examinador.

—«Es muy simple, su Eminencia, contestó el seminarista, todos sabemos que ni el Señor mismo puede ganar a un as de triunfo con un dos ordinario».

Nada podía ser más claro.

Había más sentido en esta tonta historieta que en mil tratados de teología. Las leyes de un juego son la esencia misma del juego. La violación de estas leyes destruiría el juego entero. Es tan imposible que el Absoluto interfiera en nuestra vida y sustituya con otros los resultados naturales de causas accidentalmente creadas por nosotros, o fuera de nosotros, como que un dos le gane al as de triunfo. Turgueniev escribió en alguna parte que todas las oraciones ordinarias pueden reducirse a ésta: «Señor, haz que dos y dos no sean cuatro». Esto es lo mismo que el as de triunfo del seminarista.

En otra ocasión hablamos de la luna y de su relación a la vida orgánica sobre la tierra. Y uno de nosotros encontró un excelente ejemplo para ilustrar esta relación.

La luna es la pesa de un reloj de péndulo. La vida orgánica corresponde a su mecanismo, que es puesto en marcha por las pesas. Las pesas jalan la cadena que pasa alrededor de la rueda de engranaje, que pone en movimiento las pequeñas ruedas del reloj y sus agujas. Levántese la pesa y el reloj se detendrá inmediatamente. Asimismo la luna es una pesa gigantesca, suspendida a la vida orgánica y que la hace andar. Sean cuales fueren nuestros actos, buenos o malos, inteligentes o estúpidos, todos los movimientos de las ruedas y de las agujas de nuestro organismo dependen de esta pesa que continuamente ejerce su presión sobre nosotros.

Personalmente estaba muy interesado por la cuestión de la relatividad considerada en relación a lugar, quiero decir al lugar en el mundo. Ya había llegado desde hacía tiempo a la idea de una relatividad dependiente de la interrelación de magnitudes y de velocidades. Pero la idea de lugar en el orden cósmico era enteramente nueva para mí, así como para todos los demás. Cuánto me extrañó, al convencerme poco después que esto era lo mismo; en otras palabras cuando comprendí que la magnitud y la velocidad determinaban el lugar, y que a su vez el lugar determinaba la magnitud y la velocidad.

Recuerdo otra conversación más que tuvo lugar en el mismo período. Le preguntaron a G. sobre la posibilidad de un lenguaje universal.

—«Es posible un lenguaje universal, dijo G., pero la gente no lo inventará jamás».

—¿Por qué?, se le preguntó.

—«Primero, porque ya ha sido inventado desde hace mucho tiempo, respondió G. Luego, porque la capacidad de comprender y de expresar ideas en este lenguaje depende no solo del conocimiento de este lenguaje, sino también del ser. Diré aún más. No hay uno, sino tres lenguajes universales. El primero, lo podemos hablar y escribir permaneciendo a la vez dentro de los limites de nuestro propio lenguaje. La única diferencia está en que los hombres, cuando hablan su lenguaje ordinario, no se comprenden entre ellos, pero en este otro lenguaje sí se comprenden. En el segundo lenguaje, el lenguaje escrito es el mismo para todos los pueblos; observen, por ejemplo, las cifras y las fórmulas matemáticas; los hombres siguen hablando su propio lenguaje, no obstante cada uno comprende al otro, aunque el otro hable un lenguaje desconocido. El tercer lenguaje, escrito o hablado, es el mismo para todos. En este nivel, la diferencia de lenguajes desaparece enteramente».

—¿No es esto lo mismo que ha sido descrito en los Hechos como el descenso del Espíritu Santo sobre los Apóstoles, cuando comenzaron a comprender todos los lenguajes?, preguntó alguien.

Ya había notado que tales preguntas siempre irritaban a G.

—«Yo no sé, no estuve allí», dijo.

Pero en otras ocasiones, alguna pregunta oportuna conducía a explicaciones nuevas e inesperadas.

Durante una conversación, se le preguntó si había cualquier cosa que fuese real, o que permitiese alcanzar algo real en las enseñanzas y ritos de las religiones existentes.

—«Sí y no, dijo G. Imaginen que estemos aquí un día hablando de religiones y que la sirvienta Masha oiga nuestra conversación. Naturalmente la comprenderá a su manera, y repetirá a Iván el conserje lo que recuerde; Iván lo comprenderá también a su manera, y repetirá lo que recuerde a Pedro, el cochero de la casa contigua. Pedro se va al campo, y cuenta en el pueblo lo que hablan estos señores de la ciudad. ¿Piensan ustedes que lo que cuente conservará alguna semejanza con lo que hemos dicho? Tal es precisamente la relación entre las religiones existentes y lo que fue en su origen. Tenemos las enseñanzas, las tradiciones, las oraciones y los ritos, no de quinta mano, sino de vigésimo quinta, y naturalmente casi todo ha sido desfigurado hasta el punto de llegar a ser irreconocible; lo esencial se ha perdido hace mucho tiempo».

«Por ejemplo, en todas las confesiones cristianas, la tradición de la última Cena, la última comida de Cristo con sus discípulos, desempeña un papel importante. Las liturgias y toda una serie de dogmas, de ritos y de sacramentos tienen aquí su origen. Esta tradición ha dado lugar a cismas, a separaciones de Iglesias, a la formación de sectas. Cuántos han perecido por haber rehusado aceptar tal o cual interpretación. Pero es un hecho que nadie comprende verdaderamente lo que Cristo hizo con sus discípulos en aquella velada. No hay explicación que se parezca, aun aproximadamente, a la verdad; primero porque el texto mismo de los Evangelios ha sido muy desfigurado por los copistas y los traductores; luego porque habían sido escritos para los que saben. Para los que no saben, los Evangelios no pueden explicar nada. Mientras más se esfuerzan por comprenderlos, tanto más se hunden en el error».

«Para comprender lo que sucedió durante la Cena, es indispensable conocer primero ciertas leyes».

«¿Se acuerdan ustedes de lo que dije sobre el cuerpo astral? Resumámoslo brevemente. Los hombres que tienen un “cuerpo astral” pueden comunicarse entre sí, a distancia, sin recurrir a medios físicos. Pero para que tales comunicaciones lleguen a ser posibles, aquéllos deben establecer algún “lazo” entre sí. Con este propósito, si se separan, los que se alejan llevan consigo a veces un objeto perteneciente a la persona con la cual desean permanecer en relación, preferiblemente un objeto que haya estado en contacto con su cuerpo de modo que haya podido ser penetrado por sus emanaciones. De la misma manera, para mantener una relación con una persona muerta, sus amigos tienen la costumbre de conservar objetos que le han pertenecido. Estos dejan en cierta forma, un rastro detrás de ellos, algo como hilos o filamentos invisibles, que permanecen tendidos en el espacio. Estos hilos ligan el objeto dado a la persona —viva o muerta— a la que pertenecía este objeto. Los hombres tienen este conocimiento desde los tiempos más remotos, y se han servido de él en las formas más variadas».

«Pueden reconocerse sus rastros en las costumbres de muchos pueblos. Ustedes saben por ejemplo que muchos de ellos practican el rito de la hermandad de sangre. Dos o más hombres mezclan su sangre en la misma copa y beben de esta copa. Luego son considerados como hermanos de sangre. Pero el origen de esta costumbre debe buscarse en un plano más profundo. Primitivamente, se trataba de una ceremonia mágica para establecer un lazo entre “cuerpos astrales”. La sangre tiene cualidades especiales. Algunos pueblos, por ejemplo los Judíos, atribuyen a la sangre un significado particular y propiedades mágicas. Ustedes comprenden ahora, que según las creencias de ciertos pueblos, si se establece un lazo entre “cuerpos astrales” la muerte no lo quebranta».

«Cristo sabía que tenía que morir. Esto había sido decidido de antemano. Él lo sabía y sus discípulos lo sabían también. Y cada uno de ellos conocía el papel que tenía que desempeñar. Pero al mismo tiempo, querían establecer un lazo permanente con su Maestro. Con este fin, Cristo les dio su sangre a beber, y su carne a comer. De ninguna manera era pan ni vino, sino su verdadera carne y su verdadera sangre».

«La Última Cena fue un rito mágico, análogo a una “hermandad de sangre” para establecer un lazo entre “cuerpos astrales”. Pero ¿dónde está quien aún pueda encontrar en las religiones actuales, el rastro de esto y comprender su sentido? Hace mucho tiempo que todo ha sido olvidado y que se ha substituido el sentido original con interpretaciones enteramente diferentes. Las palabras permanecen, pero su significación se ha perdido desde hace siglos».

Esta conversación, y sobre todo su final, provocaron muchas conversaciones en nuestros grupos. Muchos se sentían repelidos por lo que G. había dicho sobre Cristo y sobre la Cena; otros por el contrario, sentían en esto una verdad que nunca hubiesen podido alcanzar por sí mismos.