TE VEO MUY BIEN, TRIS

No sé si recuerdo lo que me hizo reír, pero lo dijo Zeke y era para morirse. El Pozo se balancea a mi alrededor como si estuviera en un columpio. Me agarro a la barandilla para mantener el equilibrio y beberme el resto de lo que hubiera en esta botella.

¿Ataque a Abnegación? ¿Qué ataque? Apenas lo recuerdo.

Bueno, en realidad es una mentira, pero nunca es demasiado tarde para acostumbrarse al placer de mentirse a uno mismo.

Veo una cabeza rubia moviéndose entre la multitud y bajo la mirada para encontrarme con el rostro de Tris. Por una vez no lleva varias capas de ropa, ni el cuello de la camisa pegado al gaznate. Le veo las formas… «Para», me regaña una voz en mi cabeza antes de que pueda proseguir con la idea.

—¡Tris! —exclamo, y la palabra sale sin poder detenerla, sin tan siquiera intentarlo.

Me acerco a ella sin hacer caso de las miradas de Will, Al y Christina. Es fácil, porque sus ojos son más brillantes, más intensos que antes.

—Pareces distinta —digo.

Pretendía decir «mayor», pero no quería sugerir que antes pareciera joven. Puede que no tenga curvas en los mismos lugares que las mujeres de más edad, pero nadie podría mirarla a la cara y ver a una niña. Ninguna niña es tan feroz.

—Y tú —responde—. ¿Qué haces?

«Beber», pienso, pero es probable que ya se haya dado cuenta.

—Coquetear con la muerte —contesto, riéndome—. Beber cerca del abismo. Seguramente no es buena idea.

—No.

No se ríe, parece recelosa. ¿Recelosa de qué? ¿De mí?

—No sabía que tuvieras un tatuaje —comento, examinando su clavícula. Veo tres pájaros negros sencillos que parecen volar sobre su piel—. Es verdad, los cuervos.

Quiero preguntarle por qué se ha tatuado uno de sus peores miedos en el cuerpo, por qué quiere llevar encima la marca de su miedo para siempre en vez de ocultarla, avergonzada. A lo mejor no está avergonzada de sus miedos como yo de los míos.

Miro hacia Zeke y Shauna, que están junto a la barandilla, hombro con hombro.

—Te pediría que vinieras con nosotros, pero se supone que no debes verme así.

—¿Cómo? —pregunta—. ¿Borracho?

—Sí…, bueno, no. —De repente, ya no me parece tan gracioso—. Real, supongo.

—Fingiré que no lo he visto.

—Muy amable por tu parte.

Me acerco más de lo que pretendía y le huelo el pelo, noto la fresca, suave y delicada piel de su mejilla contra la mía. Me avergonzaría por actuar tan tontamente, por ser tan directo, si ella se retirara, aunque fuera por un segundo, pero no lo hace. Todo lo contrario: se acerca un poco más.

—Te veo muy bien, Tris —le digo, porque no estoy seguro de que sepa lo bien que está, y debería saberlo.

Esta vez, se ríe.

—Hazme un favor y aléjate del abismo, ¿vale?

—Claro.

Sonríe, y me pregunto por primera vez si le gusto. Si es capaz de sonreírme cuando estoy así…, bueno, quizá le guste.

Sí que sé una cosa: para ayudarme a olvidar lo horrible que es el mundo, la prefiero al alcohol.