Willow se recuesta sobre el tilo que hay en los jardines del instituto y cierra el libro con un profundo suspiro. Lleva media hora intentando leer, pero es inútil. Es incapaz de concentrarse. En lugar de ver las páginas que tiene delante, no puede quitarse de la cabeza la imagen de su pobre hermano.
Tiene miedo de lo que pueda ocurrir la próxima vez que hablen. ¿Se delatará con la mirada? Ella sabe perfectamente que David no hubiera querido tener ningún testigo en aquel momento. Había algo tan profundamente… bueno, íntimo es la única palabra que lo podría describir… algo tan íntimo en su tristeza y en el consuelo que Cathy le daba.
Por primera vez, tener que ir al instituto ha sido un alivio. Ha salido de casa especialmente temprano esta mañana para evitar encontrarse con ninguno de los dos, esperando poder olvidar lo que vio al no tener que enfrentarse a la cara de David y a sus ojos rojos esta mañana.
¡Sí, exacto!
Pero saltándose el desayuno no ha conseguido nada más que tener el estómago vacío. Porque, a pesar de que hace un día precioso, y a pesar de tener un rato libre para sentarse al aire libre a leer, no puede evitar pensar en David. Ella ya sabía que su hermano estaba sufriendo, claro que lo sabía, pero verle así…
Incluso ahora le cuesta creer que haya ocurrido esto. Desde el accidente David se ha mostrado tan contenido, tan reservado, que verle en ese estado de desesperación… En fin, aún le cuesta creerlo.
El estómago le da un vuelco al recordar cómo intentó animarle con falsos cumplidos. ¿Cómo había podido ser tan ingenua y estúpida? ¿Cómo podía pensar que nada de lo que ella pudiera hacer u ofrecer pudiera ayudarle después del infierno en el que ella misma lo ha metido?
Willow se odia a sí misma por lo que le ha hecho a su hermano. Pero, aún más que eso, se odia a sí misma por ser tan egoísta. Porque, después de presenciar su crisis, es consciente de que su primera preocupación debería ser por él. Pero en lugar de eso solo puede pensar en que, si él es capaz de dar rienda suelta a sus sentimientos de ese modo…
¿Por qué es siempre tan frío y distante conmigo ?
Willow levanta la mirada. Un grupo de estudiantes que acaba de llegar al jardín le llama la atención. Entre ellas reconoce a alguna compañera suya de clase.
—¡Eh, Willow! ¿Qué tal va todo? —le pregunta una de las chicas—. Tirando. —Willow esboza una pequeña sonrisa a la chica. Se llama Claudia. Willow no sabe mucho de ella, solo puede decir que ha sido simpática con ella un par de veces, y le agradece el detalle.
—¿Quieres venirte un rato con nosotras? —Claudia se sienta en la hierba. Inclina un poco la cabeza y sonríe a Willow con amabilidad.
No. Willow no quiere sentarse con ellas. Quiere quedarse bajo el tilo y tratar de leer. Pero no ha tenido mucha suerte con eso y, de todos modos, ¿cómo podría decir que no? Claudia está siendo agradable, sonaría extraño rechazar la invitación, y tiene la sensación de que ella ya parece bastante rara.
Willow se levanta y se dirige lentamente hacia el grupo. No sabe muy bien qué hacer o qué decirles. Si esto hubiera ocurrido hace un año, ni siquiera hubiera esperado a que la invitaran. Hubiera sido lo más natural del mundo acercarse a Claudia y presentarse al resto de chicas. Pero ahora… No es exactamente que sea una chica tímida, es más bien que ha olvidado cómo comportarse cuando está con otra gente.
Pero hay algo más, piensa Willow mientras Claudia se aparta para hacerle un sitio. Se pregunta si la invitación es tan inocente como parece. Todo el mundo sabe que ella es una chica diferente. Bueno, aparte de todo lo demás, es la nueva, y con eso basta para que surjan todo tipo de preguntas, incluso de las más inocentes. Sin embargo, Willow está convencida de despertar un interés bastante más siniestro, debe haber cientos de rumores circulando sobre ella. Seguro que hay gente que sabe que ha perdido a sus padres. Seguro que hay gente que sabe que ella ha matado a sus padres. Por el momento nadie le ha preguntado nada directamente, pero está segura de que todos quieren saber su historia.
A Willow le resulta muy duro no sentir ansiedad cuando se sienta con ellas. Al hacerlo, es como si abriera una puerta. En cualquier momento, las preguntas que tanto teme pueden empezar. Así que, en lugar de relajarse y disfrutar del sol y de una inocente charla con otras chicas, espera, con tensión, lo que puede ocurrir.
—Si entro en primera opción, me tino el pelo de rojo —comenta la morena que está sentada junto a ella.
—Perdona, pero no veo qué tiene que ver una cosa con la otra —contesta otra chica. Willow la reconoce. Esta chica sí que es pelirroja. Es la que Willow estuvo mirando tan fijamente el otro día, justo antes de su batacazo en clase. Es la que tenía una herida en el brazo. La que Willow pensaba que podía ser una alma gemela—. Y de todos modos —prosigue la pelirroja—, ¿por qué quieres cambiarte de color?
—Bueno… —La morena se estira en la hierba y se cubre los ojos con una gorra—. Si entro en primera opción mis padres estarán tan contentos que no les importará si me tino el pelo. Además, me gusta ese color. Deberías sentirte alagada.
—Es cierto, Kristen, es muy llamativo —dice Claudia.
—¿Habéis traído algo para comer? —pregunta la morena bajo la gorra de béisbol. Willow puede ver su nombre escrito en los libros de texto que hay junto a ella: Laurie.
—Tengo una chocolatina de ayer en alguna parte —contesta Kristen, y comienza a rebuscar en su mochila.
—Gracias, pero creo que paso —replica Laurie riendo—. ¿Y tú? Te llamas Willow, ¿verdad? —Laurie levanta la gorra y asoma un ojo hacia ella—. Supongo que no tendrás nada más apetecible, ¿no?
—No, yo… nada —contesta Willow con voz entrecortada.
—¿Por qué no cortas el rollo y vas a por cruasanes? —Claudia mira el reloj.
—No tengo tiempo —contesta Kristen. Se vuelve hacia Willow para ver si tiene algo que decir al respecto.
Willow intenta sonreír, pero no le sale. Parece más bien que haga una mueca. Evita la mirada de Kristen y se pone a mirarse los zapatos.
—Willow —dice Claudia, mientras se abanica con una libreta—. ¿Qué clases haces? Aparte de historia, quiero decir. —Willow y ella van juntas a clase de historia a cuarta hora.
—¡Oh! ¿Y a quién le importa? —se queja Laurie desde debajo de la gorra—. No te ofendas, Willow, pero estoy hasta aquí del instituto —comenta haciendo un gesto con la mano por encima de la cabeza—. Tú no eres del último curso, ¿verdad? Este año solamente pienso en el instituto. ¿Qué voy a hacer el año que viene? ¿Qué actividad extracurricular debería hacer este último semestre para mejorar mi informe? Ya he tenido suficiente. ¿No podemos cotillear o algo así?
—Solamente intentaba dar conversación —replica Claudia amablemente, replica mientras le da un golpe a Laurie con el pie—. Solo intentaba ser educada, ya sabes, Laurie, saber algo de Willow.
—Claro —asiente Laurie—. No pienses que no me interesas, Willow. Me muero por saber cómo crees que quedaré de pelirroja.
Pero Willow se salva de tener que darle las gracias a la autentica pelirroja, Kristen. —Vamos, Laurie, tú siempre estás dispuesta a hablar de este tipo de cosas. Ahora pasas de esto porque sabes que tu primera opción es una apuesta segura. Tienes el mejor promedio de toda la gente que conozco. —Kristen ha encontrado la chocolatina y le da un bocado—. No tienes nada de qué preocuparte.
—Pero eso no es lo único importante —protesta Laurie—. No soy ninguna eminencia en ninguna de mis primeras opciones. Actualmente no basta con las notas y la media. —Laurie, Kristen tiene razón —replica Claudia—. Tu media es tan buena que todo lo demás da igual. Además, has hecho tantas actividades complementarias que es como si el Papa en persona hubiera venido a bendecir tu informe. Yo sí que tengo problemas. —Frunce el ceño mientras se recoge el pelo en una coleta—. O sea, no es solamente que mis notas no sean tan buenas sino, que ¿qué más he hecho yo?
—Quizá deberías repetir los exámenes —sugiere Laurie—. ¿Y tú, Willow? ¿Vas a hacer algún curso preparatorio este año?
—Valen mucho la pena —asiente Kristen.
Willow sabe que debería decir algo. Cualquier cosa. Se siente mucho más incómoda ahí sentada en silencio, pero ¿qué les puede decir? ¿Un curso de preparación para los exámenes preuniversitarios? Nada podría parecerle menos importante.
Por supuesto, si las cosas no hubieran cambiado tanto, ahora mismo estaría pensando en apuntarse a uno de esos cursos. Pero las cosas han cambiado. ¿La universidad? ¿Y por qué no la luna? Si se pone a pensar en lo que hará después del instituto, lo único que le preocupa es que David tendrá que poner la casa a la venta para poder pagar sus estudios.
Existe un enorme abismo que la separa de todas estas chicas. Y lo sabe porque ella antes estaba al otro lado. Desearía con todas sus fuerzas poder conectar con ellas, pero simplemente ha olvidado cómo hacerlo.
Willow trata de encontrar algo que decir, lo que sea. En ese momento, Kristen hace una bola con el envoltorio de la choco-latina y alarga el brazo para guardarlo en la mochila. Por un segundo, se le puede ver la marca que le llamó la atención a Willow el otro día.
—¿Tú te co…? —salta Willow antes de poder reaccionar. No solamente es que la voz le ha salido casi en grito, sino que es peor…
Pero ¿qué estoy diciendo?
—Quiero decir, ¿tú te co…?
¡Dios santo!
¿Puede salvar la situación? El resto de chicas la están mirando fijamente, tiene que decir algo.
Te cortas, te cortabas, te cortaste, ¿cómo narices puede acabar ahora la frase? Willow mira a su alrededor, mira a Kristen y entonces se le ocurre…
—¿Te comprarías un gato?
Es mejor que cortarse a sí misma, ¿no?
—Quiero decir si… —Willow hace una pausa y cierra los ojos. Si se queda así, ¿se levantarán todas y se marcharán? Imposible. Ella no tiene tanta suerte. Será mejor que acabe lo que ha empezado—, si tú… si tú…
¿Qué? ¡¿Que si ella qué?!
—Si te gustan los gatos, si te comprarías uno —logra decir después de un momento. La chica la mira, sorprendida.
¡Bien! Por poco…
Willow siente que le arde la cara. ¡Y eso que se había sentado con ella para no parecerles rara!
—La verdad es que no —le contesta Kristen—. De hecho, soy alérgica. —Se gira hacia Laurie—. Por cierto, que la crema que me pasaste me ha provocado una irritación terrible. —Se sube la manga y comienza a rascarse con fuerza. Entonces Willow se da cuenta de que lo que tanto le había llamado la atención es, realmente, un rasguño. Y nada más. Lo más probable es que se lo haya provocado la misma Kristen al rascarse. Incluso ahora, mientras la mira, puede ver cómo la chica se arranca un par de costras.
A diferencia de las cicatrices que surcan los brazos de Willow, estas heridas son totalmente inocentes. Esta chica es tan alma gemela suya como cualquiera de las otras que están sentadas en el grupo.
Como cualquier otra persona en cualquier lugar—. ¿Y quieres saber mi opinión o algo así? —Kristen se coloca bien la camisa y mira a Willow—. ¿Estás… Estás pensando en comprarte un gato? —Habla despacio, como si se dirigiera a alguien que no habla muy bien su lengua. Intenta ser simpática, pero está claro que piensa que Willow es tonta. Es peor, no puede evitar percatarse de las miradas de sorna que comparten las oirás chicas.
—Bueno —dice Laurie. Aparta la gorra y se incorpora, apoyándose sobre un brazo—. Mi hermana hace de voluntaria en un refugio de animales abandonados, por si quieres que te ayude a conseguir un gato.
Willow asiente. Se da cuenta de que todas piensan que es rara. Intentarán ser amables y le darán consejos para conseguir un gato, pero a sus espaldas se llevarán las manos a la cabeza y darán gracias de no estar locas como ella. A lo mejor, hasta le cuentan a la gente que han estado charlando con la nueva. No, no saben su historia, pero está claro que es rara… Tal vez hasta se inventen algún que otro rumor.
—Perdonad. —Willow se pone en pie. No puede estar más tiempo sentada con ellas—. Tengo que…
—¿Que qué? No se le ocurre ninguna excusa. Pero tampoco importa demasiado. ¿Es su imaginación o se alegran de que se marche? Al fin y al cabo la habían invitado por educación. —Nos vemos en historia —consigue decir Willow—. Claro —asiente Claudia. Willow avanza todo lo rápido que puede a través del jardín hacia el edificio. Aún le queda algo de tiempo antes de la siguiente clase. Pero no sabe dónde ir. Ni la biblioteca ni la cafetería le parecen una buena opción.
No sabe adonde ir, pero sabe perfectamente lo que quiere hacer.
Sin embargo, le preocupan un poco los detalles prácticos. Tiene ya tantas marcas en los brazos que se podría jugar a unir los puntos. Va a tener que esperar a que se le curen algunos cortes antes de volver a ensañarse. ¿Y en las piernas? Lleva tejanos, ¿cómo podría llegar a las piernas? Y si se lo hace en la barriga, ¿se le enganchará el jersey? Willow sacude la cabeza. Debería haberlo tenido en cuenta. Mañana se pondrá una camisa de botones.
Pero, en su desesperación, pensar en esos detalles ya le ayuda a calmarse y a olvidar la vergüenza que acaba de pasar, lo mal que ha sonado todo ese asunto del corte de pelo gratis. Incluso está a punto de olvidar lo triste que resulta que no vaya a apuntarse a un curso de preparación para los exámenes preuniversitarios.
Willow se dirige con determinación hacia el baño, pero dentro le espera una decepción, porque no está vacío. Hay dos chicas fumando. Otra actividad ilícita, aunque mucho más aceptada.
Willow no sabe muy bien qué hacer. Puede esperar a que se vayan, pero es imposible saber cuánto rato van a estar. Mientras Willow piensa en estas cosas, la chica que está más cerca de ella apaga el cigarro en la pila y se enciende otro.
—¿Quieres uno? —le ofrece, mostrándole el paquete.
Willow niega con la cabeza. Resulta irónico, podría perfectamente dedicarse a fumar, ¿por qué no? Pero los cigarrillos, aunque son perjudiciales, también producen placer y además…
Nicotina, eso tarda años en hacerte daño…
Cruza la puerta, que se cierra tras ella. Willow mira arriba y abajo del pasillo, que está completamente vacío.
Empieza a caminar. No sabe hacia dónde. Ni siquiera sabe adonde conduce este pasillo. Solo sabe que necesita moverse o explotará.
Cada vez se mueve más rápido. Le duelen las piernas y se da cuenta de que está corriendo a toda velocidad pasillo abajo. ¡Al diablo con las normas! Le duelen las costillas por el jadeo y por los golpes de la mochila contra su espalda.
Eso es bueno, todo este tipo de cosas son buenas. No tanto como la cuchilla, pero suficientemente molesto como para mantenerla distraída.
Por desgracia, los pasillos no son eternos y la resistencia de Willow tiene un límite. Está furiosa, furiosa, y cuando llega al final se encuentra a sí misma delante de un muro de ladrillos. Si no fuera un estereotipo, empezaría a darle puñetazos a la pared.
Si no fuera un estereotipo y no fuera tan difícil ocultar heridas en las manos.
En lugar de eso se derrumba frente a la pared, siente que se le van a salir los pulmones por la boca. Está en silencio, intentando concentrarse en el dolor de sus costillas, en la posibilidad de que la carrera por el pasillo no haya abierto alguna de las heridas de la pierna.
Con cuidado, se frota la pantorrilla con el pie para sentir si tiene alguna herida abierta. ¡Bingo! Willow baja la mirada. Una pequeña mancha de sangre empieza a extenderse por la tela de sus vaqueros. No es mucho, no es algo que el resto de gente pueda notar pero…
De repente nota una mano en el hombro. Una voz inquisitiva. Willow se gira y se topa con la cara de su profesor de física, el señor Moston.
Parece preocupado.
Willow no quiere hablar con él. Lo que quiere es poder concentrarse en el dolor que le produce la herida de la pierna. Incluso intenta avivarlo tocándose la herida con la punta de la zapatilla. Pero por desgracia, no puede. En algún lugar de sus entrañas sabe que, si no hace un esfuerzo ahora, habrán consecuencias: una charla con un profesor, un sermón. Puede que hasta citen a su hermano. Lo más seguro es que citen a su hermano. Solo de pensarlo, Willow vuelve a la realidad.
—Willow, ¿estás bien? —Su tono de voz es empático, amable y solícito. ¿Es sincero?
No sabría qué decir. Últimamente ha habido tanta gente que le ha hecho la misma pregunta en el mismo tono, que ya no sabe qué pensar.
Ha llegado un punto en el que no soporta este tono.
—¿Estás bien? —El profesor repite la pregunta y Willow hace un esfuerzo por no reírse de lo absurda que suena. ¿Por qué la gente solo te pregunta si estás bien cuando es evidente que no lo estás?
—¿Puedo hacer algo por ti? —continúa.
A Willow le preocupa que lo próximo sea ofrecerse a acompañarla a la enfermería, o incluso peor, llamar a David. Mejor será que empiece a hablar, y rápido.
—No, gracias —logra responder finalmente—. Estoy bien, de verdad. Solo estaba un poco… —No termina la frase, esperando que Moston ya se dé por satisfecho de oírla hablar y no le pida respuestas más convincentes.
—¿Quieres acompañarme a preparar el laboratorio de física? —le pregunta el señor Moston. Se dirige a ella como si se tratara de una niña de cinco años y él le estuviera ofreciendo un helado. Es evidente que la intención de él es buena, pero la situación le sobrepasa. El señor Moston es un chico joven, probablemente sea más joven que David. Willow ha oído decir que este es su primer trabajo como profesor. Está segura de que nunca ha tenido que tratar con una alumna con su misma problemática.
A Willow le da igual que el señor Moston no sepa cómo ayudarle. Le basta con que él no sepa todos los detalles de su situación. Probablemente solo la considera una chica frágil. Quizás hayan dado un toque de atención sobre ella en la sala de profesores: Dadle tiempo, no le presionéis, necesitará espacio…
—Vale. —Willow consigue contestar en pocos segundos—. Te ayudo a montarlo. —Al fin y al cabo, su siguiente clase es física, y no tiene nada que hacer. No tiene adónde ir. Willow se incorpora. Puede notar una gota de sangre que le baja por la pierna y tiene que concentrarse en seguir al profe-sor hacia el laboratorio.
Moston abre la puerta y Willow entra en el aula, que huele a cerrada. La clase aún no ha empezado, pero ya hay una chica allí, chapuceando en el laboratorio.
—¡Hola, Vicki! ¿Cómo va el experimento? —le pregunta Moston.
La chica levanta la mirada sobresaltada.
—Mmm… Bueno, no está perfecto —habla tartamudeando, se nota que está nerviosa—, pero creo que esta vez me va a salir.
—De acuerdo —asiente el señor Moston—, en ese caso te dejo que trabajes. —Se pone a rebuscar entre sus papeles con el ceño fruncido—. Willow —levanta la mirada— pensaba que llevaba los deberes de la semana pasada corregidos, pero parece que me los he dejado en el despacho. ¿Quieres acompañarme o estarás bien aquí?
—Estaré bien —asegura Willow, pero se siente avergonzada. La está tratando como si ella fuera un caso especial y, aunque seguramente lo sea, no tiene ninguna intención de gritarlo a los cuatro vientos. Se gira hacia Vicki, pero por suerte la chica está demasiado ocupada con su trabajo para prestarles demasiada atención. Seguramente ni siquiera ha oído nada.
Willow tira su bolsa sobre la mesa. El señor Moston se va y ella se sienta en uno de los taburetes con un suspiro. Ahora ya puede volver a explorar la herida que tiene en la pierna.
Apoya la barbilla en las manos y mira distraída cómo Vicki va de aquí para allá. Es importante mantener una expresión tranquila, que su cara no la delate. Tiene que parecer que no está haciendo nada por debajo de la mesa. Tiene que parecer que no está intentando abrirse la herida, no tiene que notarse que está manchando la punta de la zapatilla de sangre.
Se siente como una mujer haciendo piececitos con su amante por debajo de la mesa.
Le duele la pierna. Es sorprendente que una herida de cinco centímetros pueda dolerle tanto. Realmente, es fácil abrirla antes de que se cure, solo hay que encontrar algo liso, como la punta de la zapatilla, e intentar abrirla unos centímetros más.
Ahora que ya tiene su dosis, ahora que el dolor fluye por su sangre como una droga, Willow ya puede pensar en otras cosas. Intenta fijarse en lo que hace Vicki pero el experimento en el que trabaja no le suena de nada. Se pregunta si debería reconocer lo que está haciendo. A lo mejor también va mal en esta clase.
—¿Qué estás haciendo? —le pregunta Willow—. Eso no será parte de los deberes de esta semana, ¿no?
—¡Ah, no! —Vicki apunta algo en su cuaderno de laboratorio sin levantar la vista—. Solo lo hago para subir nota. Casi… casi suspendí el año pasado y este semestre tengo que ponerme las pilas. —Se sonroja un poco al contarle esto—. Moston me ha dicho que haciendo un par de trabajos por mi cuenta podría conseguirlo. —Vicki cierra el cuaderno bruscamente y casi tira una parte del material del equipo.
—¿De qué va el experimento? —le pregunta Willow. La pierna ya le duele bastante y, por tanto, ya la puede dejar en paz.
—Oh, estoy intentando pillar lo de la aceleración bajo gravedad. O sea, ¿qué más da? Yo lo único que quiero es… Hola, Guy. —Vicki corta la frase al oír que se abre la puerta. Antes de girarse Willow sabe que debe de tratarse del mismo Guy que conoció en la biblioteca. Claro que podría ser otro. Él no va a su clase de física, así que no hay ninguna razón para que sea él, pero ella sabe que sí lo es. ¿Y qué? No tiene nada de lo que avergonzarse. Después de todo, a él no le ha preguntado nada de gatos.
—¡Hola, Vicki! Willow. —Les sonríe—. ¿Está Moston por aquí? Quería entregarle un informe del laboratorio.
—Volverá enseguida —responde Vicki. Ata un peso a un cilindro metálico y hace que se balancee.
Willow no puede evitar pensar que no cabe duda que Vicki necesite trabajos extra. La chica no se entera de nada. No hace falta ser un experto para darse cuenta de que el experimento está tan mal montado que se aguanta con alfileres. La pequeña bolita de metal se balancea peligrosamente junto a unas probetas. Algunas de ellas, llenas de líquido, deben ser parte del trabajo de otra persona.
Está a punto de sugerirle a Vicki que coloque las probetas lejos de su experimento, pero antes de llegar a pronunciar una palabra el peso ya ha chocado contra una de ellas. Willow ve cómo algunas de las probetas caen al suelo con un gran estruendo y quedan hechas añicos. Un líquido azul viscoso empieza a extenderse por las baldosas. —¡Oh, Dios mío! —exclama Vicki.
—No es tan terrible. —Guy intenta consolarla mientras se acerca a valorar los daños. —¿Que no? —Vicki le mira con escepticismo—. ¿Estás loco? ¡Es un desastre!
Solamente estoy haciendo este ejercicio porque estoy muy atrasada respecto al resto de la clase. Lo último que necesito es cargarme el experimento de otra persona. ¡Me va a matar!
—Quizá deberíamos limpiarlo antes de que vuelva Moston —afirma Willow mientras se aproxima a ellos, cojeando un poco—. Espera. —Coge unas esponjas que hay junto al fregadero y le pasa una a Guy—. Tenemos que ir con cuidado con los cristales. —Se coloca a cuatro patas y empieza a limpiar el líquido azul.
—¡Oh! ¿Para qué? —gimotea Vicki, retorciéndose las manos.
A Willow le sorprende que la chica esté a punto de llorar. ¿Es que no sabe que un par de probetas rotas y un experimento de física fallido no son razón para llorar? Willow se pone de cuclillas y sostiene la esponja sin hacer nada mientras observa a la chica. ¿De verdad que no se da cuenta de lo afortunada que es al poder decir que lo peor que le puede pasar en su vida es cargarse parte del material del laboratorio?
Lágrimas, auténticas lágrimas empiezan a brotar de los ojos de Vicki y a caerle por las mejillas.
¿Por unas probetas rotas?
Willow no se lo puede creer. No puede evitarlo, a lo mejor debería ser más benévola, pero no puede sentir nada más que desprecio por alguien tan débil.
—¿Qué está pasando aquí?
El señor Moston acaba de entrar. Está detrás de Willow observando el estropicio que hay en el suelo.
Los tres se quedan callados por unos minutos. Vicki ha logrado apartar la cara para que Moston no se dé cuenta de que está llorando.
Willow se da cuenta de que Vicki está haciendo acopio de valor para explicarle la verdad al señor Moston.
—Ha sido todo culpa mía.
Willow se sorprende al oír su propia voz.
Tira la esponja al suelo y se pone en pie para mirar al señor Moston a la cara.
—Le pedí a Vicki que me enseñara el experimento —continúa Willow, evitando deliberadamente encontrarse con las miradas de Guy y Vicki—. Intentaba ajustar el peso y mientras estaba en ello. —Willow señala el suelo con la mano— parece ser que se me cayó todo.
Willow no sabe muy bien por qué ha salido en defensa de Vicki. Tal vez sea porque piensa que ella, como es la chica nueva, no puede meterse en problemas. O tal vez porque sabe que Moston ya está suficientemente preocupado por ella para hacerle pasar un mal rato. O quizá sea porque, si es honesta consigo misma, se da cuenta de que lo que le inspira Vicki no es desprecio.
Es envidia.
Porque, si lo piensa detenidamente, ¿realmente es tan horrible que lo peor que pueda ocurrir en la vida de Vicki sean unas cuantas probetas rotas? ¿No deberían ser así las cosas?
No hace tanto que unas probetas rotas también podían ser lo peor que le podía ocurrir a Willow…
—Está bien —asiente Moston lentamente—. No os preocupéis de limpiarlo, no quiero que os hagáis daño con los cristales rotos. Parece que tú ya te has cortado en la pierna, "Willow.
Willow se sorprende. Debe haberse abierto la herida aún más de lo que pensaba. Espera que no le sugiera ir a la enfermería.
—Em… No es nada, de verdad. Me lo he hecho antes… afeitándome las piernas —balbucea, y se pone roja.
¿Afeitándome las piernas?
—Si tú lo dices… —contesta Moston con escepticismo—. De todos modos, no quiero que nadie más se corte. Voy a buscar a alguien de mantenimiento para que se encargue de esto. Guy, ¿puedes acompañarme? —Recoge el informe de laboratorio que tiene Guy en la mano—. No quiero que llegues tarde a tu próxima clase, pero voy a necesitar ayuda para llevar material.
—No pasa nada —responde Guy a Moston, aunque Willow puede sentir que no le quita los ojos de encima—. De todos modos, tengo una hora libre.
Los dos salen del laboratorio, y Vicki y Willow se quedan a solas.
—No puedo creerme lo que acabas de hacer —dice Vicki. En sus ojos brilla una especie de admiración.
Willow no ha cargado con las culpas para ganarse la admiración de la chica. Pero la mirada de Vicki, en fin, es difícil no sentirse ni que sea un poco bien… Hacía mucho tiempo que nadie la miraba sin sentir lástima.
—Olvídalo —contesta Willow, encogiéndose de hombros—. Yo ya sabía que no me iba a caer ninguna bronca —dice con una sonrisa a Vicki mientras regresa a su asiento—. Claro, ya lo sé —dice Vicki, siguiéndola—. Bueno, aparte de que tú no has provocado varios desastres en el laboratorio como yo, Moston no te haría pasar un mal rato por nada del mundo. Debe de sentirse mal por ti, ya sabes, con todo eso de que no tienes padres.
—¿Perdón? —Willow está buscando una tirita en su bolsa, porque no quiere que nadie más se percate de la herida que tiene en la pierna, pero se detiene en seco y mira a Vicki a la cara.
—Porque tú eres huérfana, ¿no? ¿Tus padres no murieron el año pasado o algo así? ¿Verdad? Seguramente puedes aprovecharte de eso hasta que te gradúes.
Willow se siente como si le acabaran de pegar una bofetada. La frase que Vicki acaba de soltar casualmente acaba con los buenos sentimientos que empezaban a aflorar en su interior. Esta chica le ha defraudado, al igual que las otras.
Aunque, en realidad, no debería enfadarse. Vicki no habla con malicia. Simplemente es demasiado insensible para darse cuenta, es tan torpe hablando como manejando el equipo del laboratorio.
El señor Moston y Guy regresan con un montón de material. Un grupo de estudiantes entran tras ellos. La clase va a empezar.
Willow mira cómo Guy ayuda al señor Moston a organizar-lo todo. Piensa en el modo en que él reaccionó cuando se lo dijo.
Se quedó pálido. No le salió con las frases típicas. No le dijo nada cruel. No había nada que decir y tuvo suficiente sentido común para no hacerlo.
Willow se siente tan agradecida al recordarlo que desearía poder levantarse y decírselo, seguirle cuando salga de clase y explicarle cuánto ha significado para ella que fuera tan considerado.
Por un instante sus miradas se encuentran. Willow nota que se está sonrojando pero no sabe muy bien por qué. Seguramente él no tiene ni idea de lo que está pensando y, de todos modos, aquello ya está pasado. Ella no tiene ninguna intención de agradecerle nada, o ni siquiera de hablar con él. Ya ha aprendido la lección. Lo mejor será no hablar con nadie de momento.
Es incapaz de hablar con la gente, y por lo visto, los demás lo pasan igual de mal hablando con ella.
Si vuelve a hablar con Guy, es posible que él ya no sea tan amable. Quizás haya oído cosas sobre ella que le hayan hecho cambiar de idea, o a lo mejor es, simplemente, que aquel día en concreto se sentía así.
Sea lo que sea, nunca lo sabrá. Sin embargo, cuando lo ve salir, se le hace un nudo en el estómago. Se da cuenta de que es la única persona que ha conocido en los últimos siete meses que no ha dicho algo estúpido o insensible sobre el hecho de que sus padres estén muertos.
Y también el único que ha hablado de Tristes trópicos con ella.