Parte principal del sumario 306/1870

Tomo XII

FOLIO 2197. Instancia al juez de José López Cerezo, preso en Madrid por supuesta tentativa de asesinato a Prim. El escrito cita a Tomás García Lafuente, encausado por lo mismo. Dice un tal López que éste, García Lafuente, resultó convicto y confeso de la tentativa de asesinato, y a pesar de ello fue puesto en libertad.

Tomo XIII

FOLIO 2266. Donde se dice que existen motivos de incomunicación para José María Pastor.

Tomo XV

FOLIO 4269 Y SIGUIENTES. Declaración de Esteban Sanz Leza. Que no estaba dispuesto a asesinar a Prim, como le proponía Ruperto Merino. Alude a la víspera del asesinato, cuando cayó preso en una reunión con tres personas, dos de ellas identificadas como Tomás García y José Genovés. Añade que llevaban unos trabucos. Implica a otro, Martín Arnedo. El declarante añade que le pareció haber oído a Ruperto que le ofrecía o bien mil duros a cada uno o para repartirlos entre los tres. Por lo visto, intervenían también otras personas de Valencia.

En cuanto al dinero que recibían por el atentado, desconocía de quién procedía, y sólo sabía que les llegaría por conducto del tal Ruperto Merino.

Estaba previsto que fueran al Prado, a una revista militar, con el fin de identificar al general Prim. Pero, según testimonio del declarante, no llegaron a hacerlo, al haber desfilado muy deprisa.

No recordaba lo siguiente: que en una reunión en la plaza «del Dos de Mayo» entre el declarante, Martín Arnedo y López, que hablaba con un tal Solís, se fijó la fecha del asesinato para antes del día 15. Asimismo se habló de una cantidad, ocho mil reales.

Tomo III

FOLIO 1002. Se encuentran motivos racionales para considerar que don José María Pastor es presunto culpable del delito de asesinato de Prim. Se decreta la prisión.

FOLIO 1008 Y SIGUIENTES. Relación de detenidos, comparecientes ante el juez: Ángel González, Enrique Duro Gamazo, José Antonio Andreu, Juan Martí, José María Pastor, Francisco Córdoba, López y otros…

FOLIO 1027. Detención del sospechoso Miguel Pastor Casaez, el Majo de los Trabucos.

FOLIO 1037. Comparecencia del médico forense para informar al juez del grave estado del herido en el atentado de Prim, su ayudante, Ángel González Nandín.

Tomo XVI

FOLIO 4295. Solicitud de baja en el servicio del coronel Felipe Solís y Campuzano, al que se le atribuye ser el capitalista que financió el atentado. La solicitud es de 1871, un año después de cometido el asesinato.

FOLIO 4339. Diligencias para averiguar el domicilio en Madrid de personajes vinculados a la trama, entre ellos Felipe Solís, el duque de Montpensier, José López y otros.

Tomo XVII

FOLIO 4494 Y SIGUIENTES. Declaración de José López, donde se le pregunta por Felipe Solís, por unas letras por importe de veinte mil reales. Se cita a Topete y al duque de Montpensier.

FOLIO 4534 Y SIGUIENTES. Parte del auto donde se comentan las pretensiones de Montpensier al trono de España.

En el anverso del citado folio se cita a Enrique Sostrada en su viaje a Madrid, con el objeto de cobrar los giros comprometidos y la necesidad de asesinar al marqués de Castillejos.

En esos veintitantos folios, resulta llamativa —y, creemos, de interés— la lectura del folio 4551, donde el resultado del juez precisa que observa motivos racionalmente fundados, graves, para imputar a don Felipe Solís como uno de los presuntos culpables de la muerte violenta del marqués de Castillejos. Se insiste en obtener pruebas y documentos que inculpan a Solís y al duque de Montpensier, del que el primero es ayudante.

Tomo XXI

FOLIO 5313 Y SIGUIENTES. Consideraciones acerca del auto de prisión de Clemente Escobar, Roque Barcia y José Pastor, todos ellos sospechosos.

Tomo XXIII

FOLIO 5538 Y SIGUIENTES. Declaración de don Juan Bautista Topete, ex ministro de Marina. Recibió carta certificada de un sujeto desconocido, apellidado Jause, en la que le rogaba remitiese otra adjunta para el duque de Montpensier.

Tomo XXII

FOLIO 5441. Reproducción de una hoja impresa por las dos caras, fechada en julio de 1871 y firmada por José López, alias Jáuregui, alias Madame Luz, desde la cárcel, en contestación al secretario del duque de Montpensier, quien publicó un comunicado en el diario La Época. El señor López acusa al secretario del duque de Montpensier: Solís, con dinero del duque, introdujo la perturbación entre los partidos. Ya en septiembre de 1870, en el domicilio del duque, se conspiró para derribar a Prim. Hay que añadir que también estorbaban Sagasta y otros políticos, y que Solís estaba al frente del complot.

Añade López que no es un delator y que lleva siete meses preso sin justificación, víctima, según aduce, de una delación. López acusa, en esa hoja impresa, al secretario del duque de Montpensier como el principal culpable del complot para asesinar a Prim.

FOLIO 5451. Instrucción para que se investigue la posible complicidad en el crimen de varios individuos: José Montesinos, Paco Huertas, José Guisasola y Ramón Armella.

Volumen I

Primera pieza de la causa.

FOLIO 658. Carta que recoge la confidencia de que Ángel González, en cuyo domicilio se albergaban algunos de los procesados, fue el intermediario elegido por los conjurados para cometer el atentado.

FOLIO 783 Y SIGUIENTES. Reproducción de varias páginas de la revista republicana federal La Federación Española, dirigida por Roque Barcia, al que se vincularía como uno de los inductores del atentado. En la primera página y siguientes, bajo el epígrafe «El asesinato de don Juan Prim. Revelaciones», se inserta un pormenorizado relato sobre el magnicidio firmado por el citado Roque Barcia, quien defendía a los republicanos y los excluía como posibles autores del atentado, aunque a él mismo se le considera sospechoso. (Se ha descubierto que gran parte del relato es una fabulación). Relata Barcia la sesión parlamentaria del día de autos, donde un diputado habló de fusiles en los pasillos, y Prim se lo recriminó. Otro diputado le increpó: «A cada cerdo le llega su San Martín». Prim pronunció esta frase: «Cuidado, tendré la mano muy dura». Cinco minutos después de esas escenas, el general fue objeto del atentado mortal.

Añade que fueron tres los trabucos utilizados en ese ataque al coche del general y que luego se escucharon otros tres disparos desde el otro lado, el de la izquierda. Serían seis los atacantes, más otro colocado frente a las Cortes. Y un octavo, y un noveno… Barcia teoriza con que pudieran participar más forajidos en esa acción. Especula que los malhechores desaparecieron con la mayor calma. Que pudo no existir la vigilancia debida, que los asesinos guardaron sus trabucos bajo sus capas y que uno de ellos puso su mano manchada de pólvora sobre una pared en la calle de Alcalá. La policía, en lugar de preservar la mancha, la borró.

Parece cierto que la viuda de Prim guardaba una carta en la que se decía «Estamos satisfechos de nuestra obra…». Se alude al general Serrano, que se pudo librar de otro atentado parecido porque cambió de coche.

Añade Barcia que si no se hubiese traído al rey Amadeo, Prim no estaría muerto. Y sólo acierta a escribir que algún misterio, alguna mano negra ha mediado en este magnicidio. Los partidos nada tuvieron que ver; fue el instinto, la obra de un asesino. Barcia admite ser adversario de Prim, al que juzgó severamente.

FOLIO 822 Y SIGUIENTES. En páginas siguientes y sin foliación, auto dictado contra los presos José López Pérez y Ruperto Merino Alcalde, José María Pastor y otros.

FOLIO 13 (numeración que no se corresponde con la de este volumen I, sino al auto judicial o tal vez pieza primera). Declaración del médico de guardia de la casa de socorro donde fue atendido el ayudante de Prim, Ángel González Nandín.

FOLIO 23 Y SIGUIENTES. Declaración de González Nandín, ayudante de Prim. Vio, camino de la calle Alcalá, a tres embozados que sacaron de sus capas unos trabucos para atentar contra el coche en el que viajaba junto a Prim. Relata con detalle el atentado.

FOLIO 47. Curioso escrito desde la Secretaría de Orden Público, firmado por Rojo Arias, donde éste da cuenta al juez de que ha llamado, para que se presente en su despacho, a Andrés Valencia, inspector del distrito de Buenavista; al responsable, en definitiva, del orden en las calles donde ocurrió el suceso. El inspector se presentó casi tres horas después de cometido el atentado, declarando que en su distrito no había advertido novedad. El señor Rojo Arias lo mandó directamente a la cárcel.

FOLIO 71. Escrito del inspector Galo Ortega al gobernador civil, sobre un sujeto al que vieron seguir a uno o varios guardias y sobre otro relacionado con Paúl y Angulo.

Volumen II

FOLIO 136 Y SIGUIENTES. Declaración de los médicos forenses el 31 de diciembre de 1870 (cuatro días después del atentado). Los folios son de muy difícil lectura a causa de la caligrafía y la tinta.

FOLIO 151. Escrito del inspector Galo Ortega que da cuenta de la detención de Clemente Marimón del Río por conocérsele ideas republicanas y sospechar que en su casa se han celebrado reuniones para concretar el plan del atentado.

FOLIO 153. Otro escrito de Galo Ortega dirigido al gobernador de Madrid en el que comunica haber detenido a Juan Rodríguez Trío por haber manifestado gran disgusto por que Prim no hubiera muerto en el acto.

FOLIO 183. Reproducción de la portada y la contraportada del diario El Imparcial del lunes 2 de enero de 1871. Dicha publicación se declaraba liberal, de línea progresista, y por tanto lamentaba profundamente la desaparición del ilustre general Prim. Sin embargo, pese a ello alababa asimismo al duque de la Torre (posible interesado en ocupar el puesto de Prim) y al almirante Topete, que sería su sucesor.

El regente, Serrano, elogiaba públicamente a Prim, sin aludir, por supuesto, a su rivalidad.

Informa El Imparcial de que amigos íntimos de Prim han abierto una suscripción para ofrecer cuanto se recaude al que descubra a los asesinos del que llaman su malogrado caudillo. Llevaban reunidos 20 000 duros (100 000 pesetas, importante cifra en aquella época).

FOLIO 268. Informe del inspector Galo Ortega en el que dice haber capturado a Vicente Álvarez, cajista de imprenta y trabajador de El Combate a las órdenes de Paúl y Angulo, quien manifestaba un odio mortal hacia Prim. El detenido, que acompañaba a este último al Congreso, decía que para arreglar la situación sólo eran necesarios, puñal en mano, tres hombres para acabar con cada ministro. El inspector concluye que cree que el detenido no sólo es cómplice del asesinato, sino que es sabedor de toda la conspiración.

Volumen III

FOLIO 418. Declaración de Juan Francisco Moya, ayudante de Prim. Relata pormenores del atentado y la más que posible identificación de uno de los asesinos, el diputado José Paúl y Angulo. El declarante manifiesta haber identificado a un grupo que hablaba con Paúl y Angulo, entre los que cita a Claudio Escarpizo.

FOLIO 454. Detención de Urbano Rozas, sospechoso al que se acusa de haber permitido que Francisco Huertas, uno de los principales supuestos autores del magnicidio, huyera cuando iba a ser apresado.

FOLIO 502. Testimonio de Juan Moreno Benítez, diputado y ex gobernador civil. Conocía a Prim, estuvo en su casa la víspera de su muerte y obtuvo —supuestamente— la confidencia de labios del general de que había reconocido al que disparó primero, de breve estatura, delgado, moreno, quien pronunció esta frase: «¡Fuego, puñeta, fuego!» A Prim le pareció —siempre según refería Juan Moreno— que ese sujeto era el diputado José Paúl y Angulo, a cuyas órdenes estaban los que le acompañaban y le dispararían tres o cuatro veces. Podrían ser hasta nueve o diez asesinos quienes habían salido de una taberna inmediata al lugar de los hechos. Refiere, supuestamente, otro comentario del general Prim acerca del posible encubrimiento de los criminales y de la existencia de un periódico como El Combate, que venía predicando desde hacía tiempo el asesinato político como medio de llegar al triunfo de la doctrina. Invectivas que cesaron dos días antes del atentado, cuando los mismos responsables publicaron una hoja de la redacción afirmando que abandonaban la pluma para empuñar el fusil.

FOLIO 6230. (Así figura numerado en el sumario, cuando debiera corresponder, en razón de hojas anteriores, al número 653. En adelante, este volumen n.º III seguirá a partir de este folio 6230 con la sucesiva numeración hasta el 6296).

FOLIO 6247. Exhorto para recibir declaración, entre otras personas, al duque de Montpensier.

Volumen IV

FOLIO 6308 Y SIGUIENTES. Declaración de los sospechosos Manuel Torregrosa, Antonio Cremades y Martín Arnedo. Se reunían a diario, llevando siempre sus trabucos. Por lo que se infiere, debían de estar enterados de que se iba a cometer un atentado contra el general Prim. Se deduce que eran los que en noviembre prepararon el fallido atentado contra Prim, especie de ensayo de lo que al mes siguiente sería el asesinato.

FOLIO 6315 Y SIGUIENTES. Diligencias de careo entre los procesados José López y José Genovés. Ambos, quedó probado, viajaron hasta Madrid, mediado octubre de 1870, llamados por Tomás García, quien proporcionó ciertas cantidades de dinero.

Se dice que del grupo que con los citados iba a tomar parte del atentado (se supone que el primero, el de noviembre), uno de ellos llevaba un trabuco de Tomás García y que Manuel Torregrosa portaba siempre un revólver.

Manifiesta José López que el 14 de noviembre no estuvieron ni Cremades ni Torregrosa, quienes se habían marchado de Madrid.

Hablaron de «ejercitar el hecho que los tenía en Madrid», a la puerta del palacio de la Regencia, haciendo volar el tren y con ocasión de una cacería en Daimiel, impidiendo el libre paso del coche del general Prim con otros de plaza que se atravesarían en la calle para mejor dispararle… (Aunque su redacción parezca algo oscura, este relato ante el juez se ha transcrito literalmente, relacionándolo con la salida de Prim del Congreso).

José López negaba haber asistido a una reunión previa con un caballero llamado Solís, de nombre Felipe, proveedor del delito.

Únicamente estuvieron en la reunión clave para el atentado Enrique Sostrada, Pedro Acevedo, Tomás García y Ruperto Merino. Parece que Sostrada era uno de los miembros de la conjura.

Más adelante, uno de los declarantes, Genovés, sí admite que en esa reunión estaba el tal Solís, en la cacería de la Virgen de la Almudena. García afirmó repetidas veces ser quien daba el dinero a José López, con el que su grupo se sostenía en Madrid.

FOLIO 6354 Y SIGUIENTES. Declaración de Martín Arnedo. Se cita una carta del que se cree fue el asesino de Prim. El apellidado Genovés afirmaba que José López y «demás consortes» en esta causa habían pagado la muerte de su compañero Tomás García. Hay testigos de esa confesión, que tuvo lugar en la cárcel donde se hallan los encausados.

FOLIO 6441. Reproducción de un suelto impreso por Felipe de Solís y Campuzano, se supone que a sus expensas, dirigido al director del diario La Época. Su extensión: dos páginas y cuarto.

Dice no ser hombre de partido, ajeno a la política. Con treinta y cinco años se dio de alta en la milicia. Desde 1858 recuerda estar a las órdenes del duque de Montpensier como ayudante de campo. Recuerda que estaba al lado de Montpensier cuando éste fue desterrado desde julio de 1868 hasta noviembre de 1870. Insiste en ser objeto de persecución y de indignos ataques.

El escrito —redactado seis meses después de la muerte de Prim— contiene opiniones como que el crimen fue imputado primero a los republicanos, después a los carlistas, luego a los moderados y republicanos unidos y más tarde a los montpensieristas. Concluye diciendo que le echan en cara ser el director de tan famosa hazaña del crimen. Insiste en que ha estado seis meses acompañando a Montpensier «en la persecución que ha sufrido». Refiere que la prensa ha aireado que se hubiera dictado auto de prisión contra él y que no se le encontró por haberse ausentado.

Cita a quien parece llamarse López, aunque usa otros nombres distintos, un sargento del que dice intervino en los sucesos del cuartel de San Gil «el 22 de julio célebre» y que pretende ahora unir su supuesto crimen con el informe del atentado de la calle del Turco. Confiesa este coronel Solís que es innegable que él no podía sacar ventaja con la muerte de Prim.

Da a entender que después de la votación en el Congreso el 16 de noviembre para elegir un nuevo rey (Amadeo de Saboya) nada afectaría ya al duque de Montpensier, «cuya causa estaba ya juzgada».

Concluye Solís su comunicado, fechado el 16 de julio de 1871, desde un paradero desconocido para la justicia, que lo reclamaba como principal sospechoso e inductor del atentado.

Reproducción de otro suelto de Felipe Solís, de una página y media, impresa por él mismo, que se inserta en el sumario antes del folio 6444. Lleva como titular «Respuesta al señor López». Alude a una hoja escrita por López desde la cárcel del Saladero, donde se encuentra.

Solís subraya que tiene fundados motivos para no presentarse ante los tribunales. Dice que el duque de Montpensier «no es el inspector, ni el director, ni la influencia que dirige las acciones de sus partidarios».

Comenta que no es tiempo aún de que el país se entere de ciertos sucesos ocurridos desde agosto de 1868 hasta noviembre de 1870. «Ya llegará su publicación».

Dice comprobar que se le quiere ligar al asesinato de Prim, en su calidad de secretario del duque de Montpensier. Rechaza tener un cargo cerca del duque, tal y como se le atribuye en la Gaceta de Madrid, donde se publicó su busca y captura. Recuerda cuanto le imputaba el tal López, que no sólo quería acabar con Prim, sino con Sagasta, Zorrilla y Rivero.

Parece que López, republicano, fue a ofrecer sus servicios «a uno que ambicionaba ser rey» (no podía ser otro que el duque de Montpensier). A López lo apresan y lamenta no haber podido avisar a Prim (su jefe de filas de partido) de lo que se tramaba contra él.

A Solís quisieron prenderlo, en un pueblo donde se encontraba con su familia, dos oficiales y veintidós guardias civiles. Consiguió zafarse y ocultarse; se extrañó de esa acción para detenerlo. Al saberse perseguido por la justicia, no tiene dudas de que ha sido delatado por López. Éste —según la versión de Solís— era amigo y estaba relacionado con Prim, pero también quiso ofrecer sus servicios al duque de Montpensier.

Recuerda Solís que en su casa madrileña de la calle de Fuencarral recibió «por los meses de octubre o noviembre» un par de cartas firmadas por un tal Jáuregui (el mismo José López) en las que le pedía dinero. En caso de no recibirlo, lo delataría como cómplice en el conato de asesinato tramado contra el general Prim. Solís afirma que no le contestó.

Comenta que a la muerte de Prim regresó a Madrid para llevar una carta de pésame a la duquesa viuda del general de parte de los duques de Montpensier.

El tal Jáuregui volvía a la carga desde la cárcel, pidiendo a Solís más dinero, con nuevas amenazas. No era el primero que lo hacía. Jáuregui era el mismo López de siempre, y estaba en la misma prisión que Solís. Y su pretensión era establecer una relación con él. Solís recuerda que el día del asesinato se encontraba en Castilleja de la Cuesta desde hacía algún tiempo.

Desestima tajantemente las acusaciones de López, pretendiendo que Solís quisiera matar a Prim para así colocar al duque de Montpensier en el trono de España.

FOLIO 6514. Informe sobre si el asesinato de Tomás García Lafuente tiene alguna relación con el atentado contra Prim.

Tomo LXXVII

(A pesar de su avanzada numeración, aquí empieza el sumario).

FOLIO 1. Se inicia el sumario con un escrito de la Secretaría de Orden Público. El documento, dirigido a Francisco García Franco, juez de primera instancia de Madrid, estaba firmado por Ignacio Rojo Arias a las ocho y cuarto de la noche (sic) del 27 de diciembre de 1870 (es decir, tres cuartos de hora después de cometerse el atentado).

FOLIO 3 Y SIGUIENTES. El juzgado se constituye en la sede del Gobierno Civil. Comparece quien dijo estar la noche del atentado de servicio en la calle de Leganitos. Citaba a varios agentes de Orden Público y a un individuo que dijo: «Yo soy el que le ha tirado al general Prim dos balas envenenadas y le ha dado en el hombro».

FOLIO 6 Y SIGUIENTES. Declaración del sargento Felipe Pérez y Salgado, a las tres y media de la madrugada del 28 de diciembre de 1870 (es decir, ocho horas más tarde del atentado). El declarante manifiesta encontrarse a las nueve de la noche del día anterior, junto a un compañero, en una tienda, La Riojana, a la que llegó un desconocido, quien al poco rato intervino en la conversación que aquéllos mantenían con el dueño. La charla fue alargándose hasta llegar a la confesión del desconocido, quien aseguró saber de buena tinta todo lo que había ocurrido (se refería al atentado). Los dos sargentos y el desconocido salieron de la tienda. Éste afirmó ser republicano y dijo «le he pegado dos balazos al general Prim con esta pistola, cuyas balas estaban envenenadas, y si no ha muerto morirá». Quien tal confesión hizo dijo llamarse Benito Pérez, y añadió su dirección en Madrid.

Tomo XXVIII

FOLIO 5859 Y SIGUIENTES. La Gaceta de Madrid publica el primer edicto relativo a la citación judicial de Antonio de Orleans, duque de Montpensier, y de sus secretarios. Se publica un segundo edicto para que comparezcan Felipe Solís y Campuzano, Enrique Sostrada y otros.

FOLIO 5917 Y SIGUIENTES. Escrito judicial para que Juan Bautista Topete amplíe su declaración acerca de si conserva la carta que recibiera de Daniel McPherson, acusándole recibo de la que le remitió para el duque de Montpensier, en cuyo caso se le invita a que la entregue.

Tomo XXIX

FOLIO 5939. Carta a Francisco Cubillos remitida por el presidente del Gobierno provisional. La firma resulta casi ilegible, pero se supone que es del general Serrano.

FOLIO 5969. Otra requisitoria. Tercer y último edicto por el que el juez instructor llama y emplaza a Felipe Solís y Campuzano, Enrique Sostrada, Pedro Acevedo y el señor Gravin para que en el término de diez días comparezcan en la cárcel de la villa de Madrid.

FOLIO 5986. Tras estudiar el informe de varios peritos calígrafos, el juez de la causa resuelve dictar un auto por el que excarcela a Roque Barcia, aunque señale que su inocencia no está del todo probada.

Tomo XXXI

FOLIO 6063. Reproducción de un impreso firmado por José López desde la cárcel del Saladero. En el anverso figura este titular: «Asesinato de don Juan Prim. Segunda contestación al secretario de Montpensier».

López recrimina a Solís que esté huido y no acuda a los tribunales que reclaman su presencia para testificar sobre lo que sepa sobre el asesinato de Prim.

Cita a Faustino Jáuregui, que en nombre de una sociedad secreta se ofreció al duque de Montpensier para contribuir a elevarle al trono de España.

Continúa López recordando las citas de Jáuregui con el duque en dos domicilios de éste en Madrid (calles de Fuencarral y Jacometrezo).

Se veían, previamente citados, a las nueve de la noche; casi todos los días entre el 3 y el 20 de junio de 1870. A Jáuregui le entregarían veinte mil reales para trabajos preparativos.

Se citan encuentros en otra calle con un tal Fernando Pérez, con quien se convenían unas claves. Se pregunta quién estuvo en Barcelona y para qué el 14 de julio de tal año. Hubo por medio unas letras bancarias.

Encuentros de Jáuregui y Solís. De Valencia llegaron a Madrid varios bultos.

Cacería en Daimiel con el duque de Montpensier. Prim y su visita a Aranjuez. «La borrascosa conferencia que tuvo con los que habían de asesinar a don Juan» y el retraso en llevar tan infame crimen.

Cruce de cartas entre Solís y Jáuregui. Éste cayó preso el 15 de noviembre de 1870.

¿Jáuregui le pidió a Solís desde la cárcel fondos bajo la amenaza de denunciarlo?

López acusa a Solís de abandonar el destino de unos presos, a los que él había comprometido.

¿Quién era Jáuregui y qué relación tenía con José López? Solís debía saberlo.

El citado autor del impreso echa en cara a Solís que éste y el duque de Montpensier han perdido su honor. López se defiende de las acusaciones vertidas contra el partido republicano, al que pertenece. Se dice que Prim sabía que había intentos de asesinarle… «si bien no conocía a los ejecutores»; «… el general Prim pudo aplastar a sus asesinos y su muerte se debe nada más que a su caballerosidad y a su ciega confianza».

López escribe que, siendo republicano y amigo de Prim, se sumó a la conspiración para, como enemigo de la monarquía, descubrir a «los verdugos de mi patria».

López reproduce una carta que escribió al duque de Montpensier el 26 de marzo de 1871 firmada por Jáuregui. (Luego, ¿José López era Jáuregui? Parece que sí, porque López dice ser quien escribió tal carta).

FOLIO 6068 Y SIGUIENTES. Carta dirigida al juez firmada por Antonio de Orleans, duque de Montpensier. Se refiere a un edicto promulgado para que se presente a declarar: arguye que no ha recibido citación alguna en sus domicilios, ni en el palacio sevillano de San Telmo, ni en el Congreso de los Diputados, al que pertenece (aunque no asista a sus sesiones al haber sido expulsado de España hace tiempo).

Manifiesta estar dispuesto a ayudar a que se descubra a los autores del crimen de Estado y que se le puede encontrar fácilmente en Francia. Alude a que en esos días ha de atender el mal estado de una de sus hijas. Firma su carta desde Aguas Buenas, el 10 de agosto de 1871.

Tomo XXXII

FOLIO 6210. Declaración de Santiago Ocaña referida a una conversación de vecindad en San Martín de Valdeiglesias. Cita a El Carbonería como autor de la muerte de Prim, y al final refiere la sospecha de que el atentado fue dirigido por Paúl y Angulo.

FOLIO 6224. El juez continúa las requisitorias en la busca y captura de los sospechosos Paco Huertas, Ramón Armella, Urbano, Pozas, José Guisasola y otros.

Tomo XXXIII

FOLIOS 6661 Y 6676. He aquí una de las declaraciones más importantes, a nuestro parecer. La efectúa Eustaquio Pérez Cano, de cuarenta y tres años, pintor de brocha gorda, residente en Madrid. La fecha de su deposición es el 30 de septiembre de 1871.

Se trata de un pormenorizado relato en el que comienza diciendo estar al servicio de Quintín Rodríguez, quien le hizo entrar en la Sociedad del Tiro Nacional, a cuyo directorio pertenecía Rodríguez.

Su jefe en dicho trabajo animó a Pérez a participar en una acción en favor de la República, para lo cual debía reclutar a una veintena de hombres. El 20 de diciembre de 1870 se reunieron para preparar la acción que tendría lugar al día siguiente. Así lo hizo el declarante, quien en el día señalado advirtió algo que le indujo a pensar que el fin de la trama en sí no era que la República se instaurara en España. Procuró advertir a sus hombres de que se alejaran del lugar, en las inmediaciones del Congreso, tal como hizo él. Se marchó a su casa, donde tendría noticia por un recién llegado del atentado contra Prim.

FOLIO 6708 Y SIGUIENTES. Diligencia del careo entre varios sospechosos, presos todos ellos, efectuado el 8 de octubre de 1871.

Los que declaran son: Ruperto Merino, José Genovés, Martín Arnedo, Esteban Sáenz y Mateo Ventura.

Los citados Genovés y Merino recordaron a su contrario, Mateo Ventura, cómo era cierto que en la noche del 14 de diciembre de 1870 estuvieron en la calle del Barquillo, esquina a la de Alcalá, para cometer el atentado contra Prim. Todos los presentes más Tomás García, José López, Pedro Acevedo y Enrique Sostrada, diseminados en grupos para no infundir sospechas.

El declarante (Mateo Ventura) llegó a primera hora con dos trabucos que entregó a Ruperto Merino al no disponer de capota para esconderlos, temiendo ser visto por la policía.

FOLIO 6714 Y SIGUIENTES. Declaración de Manuel Lestón Barceló, zapatero. Dijo que desde la fecha del atentado no ha visto a Paúl y Angulo, ni a Paco Huertas, ni a José Montesinos, ni a Ramón Armella. Que en los barrios bajos de Madrid se comentaba que tales sujetos se habían marchado a Estados Unidos. Se decía, también, que el atentado era cosa de José Paúl, sobornado con el dinero del duque de Montpensier. Añadió el declarante que «el Paco Huertas» estaba bastante tronado, y le imputó el asesinato en unión con Paúl y Angulo.

Tomo XXXIV

FOLIO 6749. Declaración sin firma alguna de quien fue a visitar a la cárcel a José López (puede que fuera, apuntamos nosotros, Luis Blanco, pues así consta en la declaración de López en su ampliación indagatoria ante el juez), que relata a través de un amigo que fue invitado a una reunión en una sociedad secreta en la cual se le ofreció la oportunidad de prestar un gran servicio a la patria a cambio de ser muy bien recompensado: «Cuatro mil duros a cada uno», fue el ofrecimiento que les hizo el señor Solís. A la reunión, entre otros, acudieron Paúl y Angulo, Manuel Lestón, Félix Martínez, Vicente Lázaro…

Como fuera, sigue declarando el supuesto Luis Blanco, que no aceptaron la proposición, comenta, para «que desaparecieran Zorrilla, Rivero y, especialmente, el señor Prim». Fueron amenazados de muerte si revelaban aquellos propósitos. En la noche del asesinato de Prim, el declarante dice «vimos a Paúl y dos más que iban con capas, nosotros sin sospechar nada…», hasta que en el café de Zaragoza tuvieron noticia del magnicidio.

Tomo XXXV

FOLIO 7079 Y SIGUIENTES. Carta, suponemos que dirigida al juez instructor, firmada por Manuel Lestón, Victoriano Durán, Félix Martínez y Vicente Lázaro. En la larga misiva implican al tantas veces citado José López, que les fue presentado en la cárcel del Saladero por un amigo común, el escritor y periodista Luis Blanco.

Quedaron de acuerdo en que colaborarían con López en distintos trabajos, indagaciones, hasta dar con los asesinos de Prim. López les aseguró que cobrarían «cada uno diez mil reales de mi bolsillo». También les prometió que cuando acabara la causa o él saliera de prisión les presentaría a la duquesa viuda de Prim, quien de seguro los gratificaría con cuarenta mil reales. En el escrito, los susodichos firmantes se quejaban de que López había incumplido sus promesas.

Por cierto, López les aseguró que no les pasaría nada si declaraban, en caso de ser necesario, que Paúl y Angulo y Francisco Huertas les habían ofrecido entrar en una sociedad secreta con el objeto de matar a Prim. Asimismo, López les entregó una lista que, afirmó, contenía los nombres de los asesinos del general.

La lista en cuestión tenía estos nombres: Paúl y Angulo, Benito Rodríguez, Francisco Huertas, Antonio Camacho, Ramón Armella, Luis Villanueva, Francisco Villanueva (Pacorro), José Martínez, José Masá y Juan Monferrer.

FOLIO 7085. Declaración de los ya citados Durán, Martínez, Lestón y Lázaro. Dijeron haber sido buscados por Huertas unas veces, por Monferrer o por otros de los apuntados en esa lista de presuntos asesinos, quienes les proponían ingresar en una sociedad secreta con el fin de cometer el magnicidio; y que por conducto de Paúl y Angulo recibirían dinero a cuenta del duque de Montpensier. «No sólo para asesinar a Prim sino para sostener El Combate, como órgano para levantar los ánimos». Se cita la cifra de cinco mil duros, de los setenta mil que Paúl poseía procedentes de Montpensier.

Otro de los supuestos inductores, cómplice de Paúl y Angulo, apellidado Ubillos, los emplazó varias veces para reunirse en el café de Zaragoza. Incluso se vieron el 27 de diciembre de 1870, poco después del atentado contra Prim.

Termina la declaración en la que los citados en primer lugar aseguran haber recibido amenazas de muerte de Monferrer, Camacho y Ubillos. También dan cuenta de una carta de Huertas para que asesinen al diputado y escritor Blanco, José López y todos aquellos que se hubiesen constituido en sociedad para indagar sobre quiénes mataron a Prim.

En los folios que siguen declaran Victoriano Durán, Félix Martínez y Lestón, ratificando su escrito antes mencionado.

FOLIO 7100 Y SIGUIENTES. Declaración de José López, quien niega haber entregado lista alguna a los antes mencionados (Durán y los demás), que fueron a verle a la cárcel para hablar sobre los que él creía eran los asesinos de Prim.

Tomo XXXVI

FOLIO 7183 Y SIGUIENTES. Escrito del juzgado de Albacete, en causa criminal seguida contra Pascual García Mille (alias Dupont, alias Escarpín, alias Grillero, alias el Rojo de la Prieta), al que se conoce asimismo como Manuel León Poveda.

El citado se fugó del Gobierno Civil de Madrid, se alojó en casa de un tal José Molina, en la calle de Segovia, 13, donde concurrían por la noche Manuel García, Rafael Porcel y Blanco y un tal Tomás.

En el transcurso de una de esas reuniones, el declarante confesó haber escuchado a José Molina que él y sus amigos trataban de asesinar a Juan Prim y al ministro Rivero, para lo cual tenían que comprar dos caballos maestros. Se habló de recibir un dinero. Tras un minucioso y detallado relato del declarante acerca de lo que perpetraban aquellos sujetos, añadía que el referido Porcel iba a ir a Sevilla «a hablar con un personaje de alta categoría».

Interesante es la cita que se transcribe acerca de que Porcel confiaba en que, en caso de ser detenido por su trama, sería indultado «pues ya sabía que José María Pastor le había presentado dos veces al general Serrano».

Quiso Porcel implicar al declarante Pascual o Manuel León, pero éste le respondió que quería a Prim por haberle indultado de la pena de cadena perpetua, y además le había dado cinco napoleones en Tetuán, y al ministro Rivero le quería también por haberle dado quince duros.

Tan minuciosa declaración, que ocupa varios folios, reúne testimonios del declarante acerca de la relación que unía a José María Pastor con el grupo mencionado y con algunos otros sujetos.

(Lo novedoso es que en tan larga declaración se cita al general Serrano).

El declarante afirmaba que José María Pastor, Rafael Porcel y los restantes llevaban trabucos cortos y revólveres cuando se reunían en aquella casa madrileña de la calle de Segovia. Es casi al final de su intervención cuando el declarante afirma que Rafael Cortés les confiesa que el personaje que tenía que ver en Sevilla era el duque de Montpensier.

Tomo XXXVIII

FOLIO 7604. Providencia del juez instructor Muntión para que se recojan declaraciones de Rafael Porcel con referencia a la causa que se instruye con motivo de los disparos hechos a Ruiz Zorrilla. Este último, ministro de Fomento, sufrió un atentado tras la muerte de Prim.

Tomo XXXIX

FOLIO 7646. Declaración de José López. Entre otras cosas, dijo al juez que también había usado el nombre de Juan Rodríguez López y otros, y que el verdadero era Juan José Rodríguez López. El juez instructor solicitó al juzgado del pueblo natal del susodicho una partida de nacimiento para aclarar la verdadera identidad.

FOLIO 7721. El promotor fiscal, a la vista del escrito anterior, apela para proceder contra el duque de Montpensier.

FOLIO 7724. Nuevo escrito del promotor fiscal al juez instructor. En dos folios, por ambas caras, explica su razonamiento en la apelación que sigue para el procesamiento y cárcel contra el duque de Montpensier.

Tomo XLI

FOLIO 7829. Escrito al juez por el que se le informa de que se halla en prisiones militares, desde un día (no puede leerse) de septiembre de 1872, el teniente coronel Felipe Solís.

Disposición para un careo entre Felipe Solís y José López (o sea, Juan Rodríguez López).

Se habla del duque de Montpensier, de diversos domicilios de éste, de encuentros de López (que utiliza varios nombres supuestos) con Solís, por una entrega de mil duros, una carta-orden para Barcelona, la entrega de una carabina-ametralladora…

No se pusieron de acuerdo respecto a la entrevista en casa del duque de Montpensier (12 de septiembre de 1870); Solís propuso a López «quitar la vida al general Prim para elevar al trono de España al duque de Montpensier».

Tampoco hubo acuerdo en el careo referente al envío a Badalona de dos letras por mil duros. Ni en cuanto a posteriores entregas de dinero que López aseguraba existieron o de sus promesas, en cualquier caso, de haberlas recibido.

Solís también negó haber entregado (en nombre de Montpensier, claro), el 16 de noviembre de 1870, la importante cantidad de cinco mil duros (veinticinco mil pesetas, ciento cincuenta euros de hoy, pero hace ciento cuarenta años una cifra considerable) a Enrique Sostrada (uno de los principales sospechosos en el atentado de noviembre). Tras el careo, en el que, insistimos, cada cual se mantuvo en sus declaraciones del pasado, fueron trasladados a la cárcel.

Dijo Solís conocer a José López, pero negó tener amistad o relación con él desde la época en que López declaraba haber concertado para la comisión del delito que se seguía en esa causa. Negó haberle entregado ni mandado dinero alguno. En folio deteriorado parece desprenderse que sí le proporcionó Solís a López algunas pequeñas cantidades para atender gastos de viaje y pago de trabajos «para estar al corriente de las maquinaciones de varios partidos políticos».

Se determina que Felipe Solís pase a prisión incomunicada. Pide tener un letrado que lo defienda. Transcurre el mes de septiembre de 1872.

Ampliación de la declaración de Felipe Solís. Dijo que en concepto de administrador de la casa de Montpensier y de los fondos de ella entregó a Jáuregui (recordemos que Jáuregui es en realidad José López, es decir, Juan José Rodríguez López) las cantidades que en su anterior declaración ha manifestado, no conservando cuenta de ello.

Reconoció Solís que el llamado Jáuregui tenía una pequeña sociedad con objeto de emplear toda clase de medios para elevar al trono al duque de Montpensier.

Reconoció ser ayudante del duque de Montpensier en otro tiempo y que, no viviendo ya el duque en Madrid (es posible que trasladado a Francia), él, Solís, sí se quedó en Madrid para atender la casa de Montpensier.

Añadió que despidió a Jáuregui al enterarse de sus malos antecedentes, y que si lo trató antes fue como a tantos otros que en tiempos revolucionarios se valían del espionaje para proporcionar noticias.

López y otros sujetos fueron encarcelados (a razón del intento de asesinato, el primero, en diciembre de 1870). Solís dijo haberse marchado de Madrid «hacia el 23 o 24 de diciembre», hacia Sevilla, y desde allí a Castilleja de la Cuesta, que fue donde se enteró de la tentativa de asesinato de Prim, «o mejor dicho, el atentado contra su vida». Allí permaneció Solís hasta que por orden del duque volvió a la corte para dar el pésame a la viuda de Prim. Eso fue el 2 de enero de 1871. Regresó a Sevilla. Pidió el retiro del servicio, pasó a Mahón, desconociendo que se le buscara desde instancias judiciales.

Con fecha del 19 de septiembre de 1872, el juez instructor se ratifica en su decisión de mantener encarcelado en prisión militar incomunicada a Felipe Solís, por entender que existen suficientes motivos fundados para considerarlo culpable del asesinato del general Prim.

Tomo XL

Nos encontramos con los folios sin numeración, lo que nos impide seguir señalando en adelante dónde se encuentra tal o cual escrito.

Declaración del preso Pascual García Mille. Dice reconocer a una serie de sujetos relacionados con el atentado. (Hay folios muy deteriorados). El promotor fiscal inicia unas apelaciones a instancias de la viuda de Prim contra José López Pérez y otros consortes. (Folios muy dañados, la lectura se hace muy difícil). Se cita el nombre del duque de Montpensier como presunto autor, si no material al menos del complot. El fiscal pedía la prisión del duque y la pertinente extradición al hallarse en Francia, pero el juez instructor las denegó.

El intento de captura de Joaquín Fenellosa Segura no da resultados. Desde la subsecretaría del Ministerio de Gobernación se hace hincapié en la orden del ministerio para extremar el celo en su búsqueda. Ruperto Merino, otro sospechoso, declara nuevamente ante el juez; se declara inocente y pide ser excarcelado. En un escrito del juez instructor puede leerse claramente su nombre; se llama Pantaleón Muntión Pereira.

Folios finales del presente tomo XL

Declaración de Felipe Solís ante el juez: cuarenta y nueve años, coronel retirado de infantería, sin vecindad fija, natural de Madrid. Últimamente vivía con su madre en Villafranca de los Barrios (Badajoz), tras un tiempo oculto en Londres, y allí fue detenido por un oficial de la Guardia Civil.

Dijo que la causa por la que se fugó al extranjero fue para con toda libertad reunir (en Londres) los datos que necesitaba para hacer frente a las calumnias contra él, sobre todo la principal: que era el autor del asesinato de Prim, lo que negó de plano. Ayuno de recursos, tuvo que abandonar Londres y retornar a España. Declaró que el día del asesinato de Prim se hallaba en Castilleja de la Cuesta, en unión del duque de Montpensier, en una casa de campo.

Se refirió a Faustino Jáuregui (nombre utilizado por el falso José López), individuo que se presentó en el mes de febrero de 1870 en la casa palacio del duque de Montpensier en la calle de Fuencarral de Madrid. Solís lo atendió por indicación de éste.

Jáuregui le dijo que se estaban efectuando trabajos por parte del bando carlista y republicano, con quienes estaba en relaciones, «para que éstos no pudiesen impedir la propaganda que hacía a favor del señor duque a la elevación del trono de España», por cuya causa él (Jáuregui) trabajaba asimismo. Jáuregui le dijo a Solís en aquella entrevista que era el autor de unas cartas dirigidas al duque firmadas por Madame Luz.

Tras la entrevista, Jáuregui quedó, según él, encargado del espionaje de republicanos y carlistas, entregándole Solís media tarjeta (especie de contraseña, suponemos, para futuros encuentros). Solís recordaba haberle entregado al conocido como Jáuregui, en una casa de la calle de Jacometrezo, cierta cantidad de dinero.

En las preguntas del juez salió a relucir el nombre de Manuel Angulo, coronel retirado de artillería residente en Barcelona, quien pudo haber recibido una carta-orden de Solís para que atendiera a su portador, que pudo ser el llamado Fernando Costa (supuestamente cómplice de Jáuregui).

Solís recordó que, mediado agosto de 1870, Jáuregui se le presentó con una carabina ametralladora, expresándole que se podían adquirir muy baratas, hasta el número de cinco o seis mil, a lo que le contestó el declarante que el señor duque no trataba de armas sin ejército, ignorando qué fue del arma que llevaba Jáuregui.

No recordaba Solís haberle entregado a Jáuregui mil reales.

Ignoraba Solís por lo que le preguntaba el juez: que si en septiembre de 1870 dio orden a Manuel Angulo, de Barcelona, de poner en un banco dos depósitos de quince mil duros cada uno.

Comentó, sin precisar fechas (septiembre o primeros de octubre), que se le presentó Jáuregui. Sabedor Solís de que aquél tenía antecedentes desfavorables, lo despidió, prohibiéndole que se volviera a presentar. Añadió Solís que no tenía por qué tratar sobre la elevación al trono del duque por medio de la fuerza, ni menos echar mano del crimen.

No reconoció haber enviado mil duros en dos letras a Barcelona, ni la autoría de una carta, ni que se encontrara de nuevo con Jáuregui en el obelisco de la plaza del Dos de Mayo.

Sí que afirmó Solís haber recibido a Enrique Sostrada, en casa del duque de Montpensier, al que no conocía y que llegó presentándose en nombre de Jáuregui.

Negó conocer a los encausados Pedro Acevedo, Ruperto Merino, José María Pastor y otros.

Tomo XLIII

Nueva ampliación de la indagatoria de Juan Rodríguez, José López, que es uno de los encausados que más veces aparecen en el sumario y que sigue en la cárcel desde el mes de noviembre de 1870, acusado del atentado fallido contra Prim. Los documentos les serían remitidos al juez instructor que, advertimos, ahora es otro: José González. El tercero, a fecha de diciembre de 1872.

Tomo XLVI

Por ser pieza separada, la numeración de los folios corresponde a una distinta a la de tomos anteriores. En cuanto a las fechas de todas las diligencias, corresponden a noviembre de 1870; es decir, al primer intento de asesinato de Prim. Se desprende de las declaraciones la implicación de tales sujetos. Uno de ellos, Tomás García (folio 103 y siguientes), dice que llegó a poner en conocimiento de Prim la trama para asesinarle, lo que hizo comentándolo con un antiguo conocido suyo, el coronel ayudante del general, Juan Prats.

FOLIO 110 Y SIGUIENTES. Declaración de José Genovés. Éste ya identifica a Enrique Sostrada, antiguo amigo suyo, «quien le indica que en Madrid había un negocio sobre cuyos detalles le enteraría en esta capital, del cual podría resultar beneficiado el declarante». Obtendría un buen destino y se les suministraría dinero a él y a su familia.

Resulta que «el don Enrique les manifestó que el negocio consistía en asesinar al Excmo. señor don Juan Prim», para lo cual debía buscar algún amigo de confianza, comprometiéndose «el don Enrique a facilitar las armas y dinero que fuesen necesarios».

Se cuantificó la cifra de diez pesetas diarias y cinco mil duros «en pago de recompensa del hecho, después que se hubiera consumado».

José Genovés dio conocimiento de lo antedicho a su amigo, Tomás García, el cual le propuso la aceptación por parte de ambos de las ofertas y compromisos que había hecho Enrique Sostrada, «con el ánimo deliberado de no cumplir la ejecución del atentado y sí, por el contrario, de enterarse de todos los detalles del complot», cobrar el dinero ofrecido e informar de todo ello al general Prim, por medio de su ayudante, el coronel Juan Prats.

Enrique Sostrada solía reunirse, acompañado de José López, con los antedichos. Se juntaban todas las noches en varias plazas madrileñas: de Santa Ana, de Oriente, del Rey… Solían merodear por los alrededores del Ministerio de la Guerra (en cuyas dependencias residía Prim), desde donde salía y volvía a diario el general.

A los antes declarantes se les habían unido en el complot otros sujetos: Ruperto Merino, Esteban Sáenz y Martín Arnedo, los conocidos como «los riojanos». A las reuniones con Sostrada y López los sicarios iban armados con trabucos, armas proporcionadas por Sostrada, quien también les entregó un baúl para poder esconderlas.

El proyecto del atentado consistía en descargar los trabucos contra la ventanilla del coche y los caballos a la salida o entrada de Prim en algún teatro, el Congreso, su casa o cualquier otro punto. Los sicarios se separarían después del atentado para reunirse luego (tal era el proyecto) con Enrique Sostrada y cobrar lo ofrecido por éste. Los sicarios presentarían una contraseña.

El golpe estaba asegurado. Saldrían a la calle diez o doce batallones al grito de «¡Viva Montpensier!» y «¡Abajo el Gobierno!». El que cayera preso sería rescatado por «los directores principales».

El proyecto no se realizó porque el declarante (Genovés) y su amigo (García) se habían propuesto evitarlo. Iban dando pesquisas falsas (se supone que a quien los había contratado, Sostrada) sobre las idas y venidas del general Prim y citaban la noche del estreno en el Teatro Español de la comedia Los dos Napoleones, al que se intuía que iba a asistir Prim: ellos informaron de que no acudiría a sabiendas de que iba a hacerlo, como así fue.

Añadía Genovés que si en su ánimo hubiera estado matar a Prim, lo podría haber hecho con la información que tenían sobre los itinerarios del general. Tomás García, el cómplice de Genovés, se reunió varias veces con el ayudante de Prim para tenerlo al corriente.

José Genovés declaró que los directores del complot eran Enrique Sostrada y José López. De Sostrada decía que era valenciano y muy elegante y que tenía mucho dinero y domicilio.

Siguiendo el relato de Genovés, los ejecutores del proyecto iban a ser Ruperto Merino, Esteban Sáenz y Martín Arnedo, bajo la inmediata inspección de Tomás García y del declarante, Genovés. No apuntó más nombres de los conjurados, e ignoraba de dónde procedía la financiación del atentado. Recordaba que la contraseña de los sicarios era un pedazo de cartón blanco. Daba también otros datos precisos sobre su identidad. FOLIO 164 Y SIGUIENTES HASTA EL 173. Ampliación de la indagatoria de José López.

Declaró que Tomás García estuvo recorriendo varios pueblos de las provincias de Alicante y Valencia en los meses de agosto y septiembre de 1870, «preparando los ánimos para un próximo levantamiento revolucionario».

Supo que se preparaba un atentado contra Prim, pero descartó que Enrique Sostrada estuviera involucrado en el complot. En ese proyecto, aseguraba, había tenido participación «un tal Acevedo, amigo y jefe de Tomás García». Añadía saber que Tomás García se había desplazado a Madrid con José Genovés y dos personas más.

Citaba una reunión de los antes nombrados con el tal Acevedo en la plaza del Dos de Mayo. Acusaba a Tomás García y a José Genovés de ser los sospechosos de planear el atentado contra Prim «desde la muerte de un hermano del Genovés».

Iban a presentarse ante el general «manifestándole cartas antiguas del mismo con el expediente de la cesantía de empleo que disfrutó García y en una de las conferencias cortar la cabeza al general en su misma casa». Lo acusaba también de que iba a llevar «una enorme cuchilla en forma de cruz».

Seguía la acusación de López: Tomás García y José Genovés llamarían a tres o cuatro personas «para realizar el atentado contra el general Prim» entre el 12 y el 15 de octubre (de 1870, se entiende). Este proyecto de matar a Prim en su casa falló —siguiendo las declaraciones de López—, y los implicados siguieron reuniéndose en una casa del número 13 de la calle del Júcar, donde se hospedaban García y Genovés.

Tomo XLVII

Continúa la pieza separada de la causa general.

FOLIO 235. Declaración de Celestino Rabanal acerca de las armas que se encontraron en la casa de huéspedes, en la habitación ocupada por los encausados Martín Arnedo y Esteban Sáenz.

Tomo LII

Testimonio extraído de la causa del asesinato para la apelación interpuesta por el preso y procesado Pedro Acevedo Peris. Este tomo contiene la parte primera con los folios numerados del 1 al 96, inclusive.

En los primeros folios se alude a la tentativa de asesinato de Prim, el 14 de noviembre de 1870, causa en la que está implicado Pedro Acevedo, procesado y preso.

En relato pormenorizado se da cuenta del complot con individuos procedentes de Valencia y otros reunidos en Madrid que frecuentan el café de Fornos y otros cafés céntricos, donde preparan el atentado. Se habla de la espera que tales sujetos llevan en la confianza de que «el Francés» les proveerá de fondos para cometer su acción criminal.

De las indagaciones de las fuerzas del orden público resultó que fueron detenidos José López Pérez, Tomás Carratalá, Ruperto Merino, Esteban Sáenz y Martín Arnedo.

FOLIO 48. Declaración de José Genovés. Aludió que pretendía ver al ministro de la Gobernación, Nicolás María Rivero, para asuntos relacionados con su destino profesional. No consiguió aquella entrevista, pero sí pudo hablar con el presidente del Consejo de Ministros, Prim, en un momento en que descendía de su coche. Dijo no conocer a José López y «sus consortes». Sólo tenía trato con Tomás García. Negó asimismo tener armas.

FOLIO 52. Ampliación de las declaraciones de Tomás García. Dijo que se le presentó un día «un sujeto llamado don Enrique por si quería tomar parte de una trama que había preparado para asesinar a Prim». (El tal don Enrique no podía ser otro que Enrique Sostrada, que preparaba el atentado para favorecer las pretensiones del duque de Montpensier al trono de España).

Prosiguiendo la declaración de Tomás García, fueron varios los días en los que el grupo encargado de matar a Prim siguió al general en sus desplazamientos, sin encontrar el momento adecuado. Confesaba haber sabido proceder a tiempo cuando, creyendo que en un carruaje iba Prim, resultó que iba el ministro Rivero o, en otra ocasión, la condesa de Reus (esposa del general Prim).

Decía Tomás García ignorar quién financiaba aquel intento de magnicidio. Sin embargo, sí admitía haber recibido estipendios de manos de Enrique (Sostrada) y de José López, entre cien y doscientos reales, entre otras cantidades, amén de una diaria.

Añadió Tomás García su interés, con ayuda de su amigo Genovés, de poner en antecedentes al coronel Prats (uno de los ayudantes de Prim) del atentado que se preparaba.

FOLIO 57. Otra ampliación de declaración de José Genovés. Quería modificar otra anterior. Dijo que en Valencia se entrevistó con su antiguo amigo Enrique Sostrada, quien le indicó que «en Madrid había un negocio sobre cuyos detalles se enteraría en la capital».

Sostrada lo animaba a tomar parte en ese «negocio», pues le resultaría beneficioso a efectos políticos y personales: si accedía, gozaría de un buen destino y de dinero.

Genovés acabaría sabiendo que «el negocio» consistía en asesinar a Prim, para lo cual precisaría contratar a gente de su confianza. Sostrada suministraría armas y dinero para todos. A Genovés le aseguraba diez pesetas diarias y cinco mil duros cuando se consumara la acción. Los confabulados en el complot debían gritar esta consigna: «¡Viva Montpensier y abajo el Gobierno!»

FOLIO 82 Y SIGUIENTES. Ampliación de indagatoria de José López. Citaba el declarante las hojas sueltas de un cuaderno, donde anotaba asuntos relacionados con aquella sociedad secreta, que enviadas por carta deberían tener como destinatario al duque de Montpensier. Esa carta tendría antes otro destinatario: el almirante Juan Bautista Topete. Especulaba el declarante con la idea de que Topete era «uno de sus más consecuentes partidarios» (de Montpensier). Parece ser que hubo correspondencia postal entre José López y el duque de Montpensier.

FOLIO 89 Y SIGUIENTES. Continuando José López la declaración, se refería a los dos depósitos que, desde un banco de Barcelona, le había mandado Manuel Angulo, «dinero del duque de Montpensier». Cada uno de esos envíos, de quince mil duros, «para los trabajos revolucionarios», cantidad fragmentada en dos «para no llamar la atención» y que «correspondía a los compromisos adquiridos por el declarante». Implicaba López al secretario de Montpensier, Felipe Solís, recordando que ya le había entregado cinco mil reales.

Atribuía López a Felipe Solís esta frase: «Es preciso deshacerse desde luego del principal obstáculo que es el general y más adelante, si era preciso, de los señores Sagasta, Ruiz Zorrilla y Rivero».

López, a preguntas del juez, declaró que la sociedad secreta, según sus estatutos, «estaba dispuesta a todo y se buscarían hombres a propósito» para ejecutar lo preciso. Dejó fuera de esos propósitos criminales a Manuel Angulo, quien a lo sumo dijo estar dispuesto a batirse pero que «no servía para matar ni buscar a nadie que lo hiciese».

Según López, la sociedad secreta también procuraría «proponer la intranquilidad general» con motines en sentido republicano en los puntos donde fuera posible, poniendo generales adictos a las tropas para conseguir un pronunciamiento, proclamando al duque de Montpensier rey de España si la ocasión era propicia. «La desaparición del señor don Juan Prim sería la señal del movimiento». López continuó atribuyendo a Felipe Solís aquella trama: «El general don Rafael Izquierdo por una parte y los señores de la junta del duque por la suya darían un manifiesto como señal». Se formarían comités y se conseguirían los hombres que «hubieren de dar muerte al general Prim».

Solís les hizo partícipes (según López) de que «sin hacer desaparecer a dicho general [Prim] era imposible llegar al resultado que se apetecía».

Abordó López la cuestión con Sostrada y Acevedo, «conformes en procurar la muerte de Prim».

López se comprometió a reclutar en Madrid a tres o cuatro hombres que pensaba pedir a La Rioja (se refería a los tantas veces citados Merino, Sáenz y Arnedo); también buscarían «hasta doce o quince en Valencia». Tenía «la palabra de don Felipe Solís, que dijo no tuviese reparo en el dinero, pues que había cuanto se necesitase».

Tomo LIII

Parte segunda del testimonio extraído de la causa general de Pedro Acevedo Peris. Prosigue la ampliación de declaración de José López Pérez. La fecha es del 1 de junio de 1871.

FOLIO 101 Y SIGUIENTES. Hubo un proyecto de cometer el atentado contra Prim colocando barriles de pólvora debajo de los raíles del ferrocarril, a algunos kilómetros de la estación del Mediodía (Atocha), para prender su mecha en cuanto pasara el tren en el que viajara el general. Acevedo —siguiendo siempre la declaración de López— compró una arroba de dicha pólvora. El asunto no prosperó porque, mientras discutían sobre él, el general regresó a Madrid.

Tomás y Genovés propusieron algo más audaz: ir al propio despacho del general y matarlo, tras pedir una audiencia para ser recibidos. Utilizarían una navaja grande o un cuchillo en forma de hoz. Tampoco ese proyecto cuajó. Los antes citados pidieron una audiencia, pero no les fue concedida. Visto esto, discutieron sobre si dispararle a la entrada o a la salida del Ministerio y en otros puntos de los alrededores.

Pensaban atentar contra Prim sirviéndose de unos trabucos, que en número de cinco se compraron por mediación «del Vicente Sostrada y Acevedo en la armería de la Cava Baja». Dijo el declarante el precio de esos trabucos, que recogerían al día siguiente Ruperto Merino y Martín Arnedo, llevándoselos dentro de un saco, en coche, a la casa de Acevedo y Sostrada.

Los sicarios encargados de atentar contra Prim fueron varias noches a intentar llevar a cabo su propósito. Se fijó la fecha definitiva: el 14 de noviembre de 1870.

No pudo consumarse el plan porque el general entró en su carruaje por un camino distinto al previsto por sus presuntos posibles asesinos.

Al día siguiente serían detenidos José López Pérez, los tres de La Rioja (Merino, Sáenz y Martín Arnedo), Genovés y García.

En su declaración, López vuelve a insistir en que en el mes de septiembre anterior él, Sostrada y Acevedo convinieron en Barcelona ejecutar a Prim. Le citan dos cartas que debían llegar a manos de Felipe Solís, pidiéndole veinte mil reales, y si fuera posible cuarenta mil «para poder traer a los hombres de la ejecución».

FOLIO 108 Y SIGUIENTES. Donde López insiste en que Felipe Solís suministraba dinero a la partida de los contratados para matar a Prim. Primero cuatro mil reales, luego otros doce mil (a través de Manuel Angulo, en Barcelona) para adquirir unas ametralladoras y a los cuatro o cinco días cuatro mil reales más, por cuenta del propio Solís.

Solís les echó en cara que habían tenido ya tiempo y ocasiones para acabar con Prim y marcó la fecha tope del 15 de noviembre para hacerlo de una vez por todas. López añadió que, después de ese rapapolvo, Solís les entregó cuatro mil reales más.

(La fecha límite para matar a Prim, el 15 de noviembre de 1870, no era baladí: al día siguiente se votaba en el Congreso la elección del monarca que reinaría en España, y Solís, en nombre de Montpensier, quería jugar su carta).

López atribuía a Solís frases parecidas a ésta: «Al duque de Montpensier no le importaría pagar millón más o millón menos con tal de llegar al trono». Si eso sucedía, el duque cumpliría con lo pactado (con los asesinos de Prim, por supuesto), como todo un caballero.

Los sicarios, y en nombre de ellos Tomás García, pretendían que se estipulasen esas elevadas cantidades, que se depositasen para asegurarse de que cobrarían una vez cumplido su siniestro encargo. De modo que le pidieron a Solís que les adelantase su salario del crimen, fijándolo en cincuenta mil duros.

Siempre según el testimonio de López, Solís se mostró conforme. Para los tres de La Rioja la gratificación sería de quince mil duros.

En la tesitura de buscar un depositario de esos fondos, que se pagarían al consumarse el atentado, se apuntó a José Paúl y Angulo. Mencionado éste, López señaló que lo consideraba «un republicano fanático». Los propios republicanos (por extraño que parezca) apoyaban la candidatura del duque de Montpensier (al menos José López así lo afirma en su declaración). Hasta el periódico que había fundado Paúl y Angulo, El Combate, defensor del republicanismo, estaba financiado por Montpensier (según afirmaba López).

Que El Combate defendiera los intereses de un aspirante al trono de España, siendo órgano del ala radical del republicanismo, sólo puede explicarse, según declaró José López, porque esa publicación «tenía por objeto excitar a la rebelión».

López, Sostrada, Acevedo y García tenían convenido que, una vez cometido el crimen, cada cual escapase por donde pudiera, fuera de Madrid; incluso refugiándose en casas de prostitutas.

FOLIO 542 Y SIGUIENTES. No se han probado los cargos contra Roque Barcia y Nicolás Eduarte.

Tampoco contra el procesado José María Pastor y otros acusados de celebrar reuniones para llevar a efecto la muerte de Prim. La acusación parte de Francisco Ciprés Janini, un cabo del Batallón de Cazadores de Barcelona trasladado a la corte, quien dijo haber escuchado a dos de los sospechosos, Navarro y Peláez, «que lo habían hecho bien pero que les pagaron mal». Pastor había manifestado que Ciprés hizo denuncias falsas contra el general Serrano, el duque de Montpensier, su ayudante (Solís), por instigación del coronel Del Amo.

Tomo LV

Los procesados, según resolución del juez, probaron en su mayor parte que estuvieron en distintos puntos a la hora en que se cometió el delito.

El juez atribuye a José López unas notas, que éste reconoció como suyas, donde decía poseer, o haber poseído a 14 de febrero de 1873, valores nominales por valor de un millón de reales depositados en el Banco de España. El juez recuerda que José López y su cuñado, Ruperto Merino, han sido ya condenados a dieciocho años de presidio por los delitos de falsificación de documentos y estafa. El auto del juez instructor acoge la sentencia por la cual son puestos en libertad todos los procesados hasta la fecha, exonerados de todos los cargos, incluso los fallecidos o rebeldes (caso, por ejemplo, de Enrique Sostrada), a quienes el juez no encuentra probados los hechos que se les imputan.

La única excepción es la de José López (Juan Rodríguez López), Esteban Sáenz y Martín Arnedo, a quienes se les condena a seguir en prisión por la tentativa de asesinato.

(Recordemos que esa tentativa fue la de noviembre de 1870 y que de sus autores materiales no se sabe nada. Ni siquiera Paúl y Angulo, a quien todas las fuentes históricas consideran como el que abrió fuego contra el general, sería condenado en rebeldía). Aquel auto llevaba fecha de 31 de diciembre de 1877. Es decir, siete años después del magnicidio.

El auto antedicho abarca un buen número de folios de este tomo LV, desde el 502 hasta el 574, y merece estudiarse. (Sabido es que desde la muerte de Prim hubo varios jueces instructores en el caso que fueron siendo relevados sin que en el sumario, claro está, consten las causas. Así, al final de este tomo LV leemos que el juez, a fecha de 7 de enero de 1874, se llama José González Martínez. Por el contrario, quien firmó en 1877 el auto antes comentado fue Sabino Ruiz de Lope).

Tomo LVIII

El juez dicta el sobreseimiento de cuanto se acusa a los procesados Ruperto Merino, Clemente Escobar, Tomás García Lafuente (fallecido) y Tomás Carratalá, y asimismo a Cayetano Domínguez. Y firma el fiscal en Madrid, a 29 de febrero de 1876, Joaquín Vellando.

Tomo LXIX

Folleto La cuestión Montpensier, contra su candidatura al trono de España, por José Benítez Caballero.

El contexto del folleto que encabeza estas líneas combate las ideas que representa el duque de Montpensier. Se utiliza ironía y grandes dosis de crítica. El inicio del folleto no puede ser más explícito, al recordar que el señor don Antonio Abad de Orleans y de Borbón es «por obra y gracia de su hermana política [la reina Isabel II, ya destronada] infante de España, capitán general de los Ejércitos Nacionales, caballero de la Orden del Toisón de Oro, gran Cruz de Carlos III e Isabel la Católica y otras varias gracias y mercedes…».

El autor del folleto indaga en los antecedentes de la familia de Orleans, poniendo en duda esa herencia de sangre de la dinastía francesa. Sostiene que el padre del duque de Montpensier, el que fue rey de los franceses, Luis Felipe, en realidad era hijo de un carcelero italiano, Lorenzo Chiappini, al que conoció aquél. Instalado en Italia con su suegra, Luis Felipe, el abuelo de Montpensier, buscaba un heredero varón al que ponerle su nombre, pues de lo contrario sería desposeído de sus cuantiosos bienes. Se hizo amigo del tal Chiappini, cuya esposa estaba embarazada, y acordaron un pacto (imaginamos que a cambio de una ventajosa dádiva). Si la mujer del carcelero alumbraba un varón y la condesa de Joinville —esposa de Luis Felipe— una hembra, intercambiarían los bebés. Y parece que así sucedió. El varón del carcelero sería en su día «el rey de Francia, padre del duque de Montpensier. Con esa lectura, el autor del folleto proseguía sus argumentos para rebajar las ínfulas reales del pretendiente al trono de España.

El duque de Montpensier representa en España a la coalición liberal que preparó y realizó el alzamiento de septiembre y por eso, con mucha propiedad, se le ha llamado el rey de la revolución».

Tomo LXXII

DOCUMENTO 534. Se trata de un diario manuscrito de veinte páginas, escritas por ambas caras, que comenzamos a leer sin saber a quién pertenece ni quién lo escribió. Se incorporó al sumario, por supuesto. En el inicio encontramos la fecha: 5 de diciembre de 1870.

Entre chismorreos de que «el regente ha tomado de palacio todo lo que ha podido», de ventas de telas y de unas jaulas (asunto que no acertamos a saber de qué se trata), leemos que «Abascal y Ducazcal [el de aquella Partida de la Porra] están de acuerdo hace tiempo para dar al regente todo lo que pida a fin de desprestigiarle… El mismo Abascal ha cogido en palacio unos papeles que siendo interesantes han ido a París a venderlos a la reina Isabel… Estaban en un escondite, al lado de una chimenea». (Creen que el regente, Serrano, los guardaba para hacer frente a alguna amenaza o para sacar dinero).

Se implica al duque de Montpensier y a un comisionista que debía cobrar 8500 y 6500 reales. Acto seguido leemos en el diario «… suponiendo que yo estaba en Extremadura». (¿No será el diario de Felipe Solís y Campuzano, ayudante del duque de Montpensier, que tenía casa en Extremadura?)

En la página 4: «Vino la carta para adquirir las novedades, parece que también en Sevilla se ha tratado de comprometer al duque de Montpensier por agentes de Prim».

«Serrano tiende a hacerse jefe del Partido Unionista otra vez y ha procurado suplantar a Prim con el rey. No parece que estén muy contentos en las esferas oficiales con lo que el nuevo rey ha expulsado».

La Época indica algo de fusión dinástica en una correspondencia a Sanlúcar (el duque de Montpensier tenía casa en Sanlúcar de Barrameda).

(Llegados a este punto, página 4 del diario, estamos casi convencidos de que el autor del mismo no puede ser otro que Felipe Solís y Campuzano).

«El regente comprende la situación y ha escrito al rey de Italia que venga cuanto antes de manera que no haya tiempo de organizar la resistencia». (Eso lo escribe el autor del diario el 12 de diciembre de 1870, quince días antes del atentado de Prim, y diecinueve antes de que desembarque Amadeo de Saboya en Cartagena).

12 de diciembre. «He visto al general Zapatero, están dispuestos a todo, y se lamenta de que no haya una fórmula que una a todos los monárquicos de la dinastía».

«Reunión de Topete, Cantero, Ríos Rosas, Pastor y yo. Empezó Topete encareciendo de parte del duque la conveniencia de organizarse. Siguió don Antonio Ríos diciendo que era preciso unirse todos para evitar que el partido conservador de la revolución lo forme Serrano o los Cánovas y que iba a reunir mañana a los ex ministros, fieles al duque de Montpensier… Pastor intervendría para atacar al Gobierno de Prim. Topete tomó de nuevo la palabra para aludir a las complicaciones que se le presentarían al nuevo rey».

«El regente había escrito a los reyes de Italia que vinieran pronto pues se levantaba la tormenta y se vio en este hecho el que empezaba la lucha con don Juan Prim, lo cual se acentuaba cada día más».

«Serrano quiere reunir a los dispersos de la Unión para hacerse el jefe y ponerse enfrente de Juan Prim; de esta lucha debe salir la ganancia. Aprestarse pues a la lucha».

16 de diciembre de 1870. «Topete es acechado por el regente para que se una a él y le ayude a que pueda tomar la recompensa nacional. Topete se niega».

«Prim no ha querido que se consolide la revolución… Pues entonces la haremos nosotros». «Serrano quiere ser jefe del partido conservador y jugársela a Prim».

«Un amigo me ha dicho la intriga que en el Saladero [cárcel] se está formando entre los que aparecen cogidos como deseosos de matar a don Juan Prim». (Ya nos quedan pocas dudas de que el diario es de Felipe Solís y Campuzano, coronel ayudante del duque de Montpensier).

23 de diciembre. Pi y Margall ataca ferozmente a Prim en la sesión del Congreso. Topete es ovacionado cuando amenaza con renunciar a su cargo y retirarse a la vida privada al no poder ya ver feliz a la patria y para no servir al nuevo rey. Todos los periódicos aplauden a Topete.

24 de diciembre. «El regente está también furioso, pues no organiza». «Cada día que pasa se va demostrando más la antipatía al nuevo rey». El diario acaba el 26 de diciembre de 1870. La víspera del atentado que le costó la vida al general Prim.