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Los secretos de la momia de Prim

La momia de Prim tiene los ojos abiertos. Son de cristal y de una calidad impresionante. Nadie que conozca ha visto nunca nada igual. Parece que el general vaya a romper a hablar. Y lo cierto es que su cuerpo porta un mensaje, como el de la botella que lo transporta a lo largo del tiempo. Ciento cuarenta y dos años después nos cuenta que sufrió el martirio de ser asesinado, como en una tragedia de Shakespeare, a manos de los criminales más poderosos que soñarse pueda, quienes no pudieron acabar con él en la calle del Turco pero lo remataron mezquinamente, herido e indefenso, en su propia cama.

En el caso que nos ocupa contamos con la ventaja de que el cuerpo se encuentra en un estado de conservación extraordinario. La momificación completa, uno de los denominados procesos conservadores del cadáver, se caracteriza por una deshidratación intensa del cuerpo. Para que un cadáver se momifique de manera espontánea «influyen las condiciones ambientales, el sexo del individuo y la causa de la muerte», resalta la doctora María del Mar Robledo. «Por ejemplo —continúa—, una muerte que ha cursado con grandes hemorragias favorece la momificación. Recordemos las importantes lesiones por armas de fuego que presenta el cadáver del general Prim y la elevada pérdida de sangre a consecuencia de estas lesiones, que se evidencian en las ropas que llevaba en el momento de sufrir el atentado. Esta conservación permite el estudio de las lesiones que presenta el cadáver, tanto externas como internas a nivel óseo».

Hasta ahora no se había desarrollado ningún estudio antropológico forense que se pueda comparar con la magnitud del examen de los restos del general Juan Prim y Prats. «La búsqueda de candidatos se da a nivel mundial, y por la documentación se tiene constancia de que este cuerpo comprende unas condiciones globales compatibles, tanto en los acontecimientos previos al fallecimiento (ante mórtem) como en los posteriores al fallecimiento (post mórtem), así como en los procesos de embalsamamiento, con un solo candidato en todo el mundo: el cuerpo momificado del decimosexto presidente de los Estados Unidos de América, Abraham Lincoln, asesinado el año 1865».

Momificación completa

Como científicos, a veces hay que aliviarse y descansar humanamente. Tener presente que examinamos al presidente del Consejo de Ministros de España, ministro de la Guerra, gobernador de Puerto Rico, diputado, general Juan Prim y Prats. Y se agradece que su fuerte naturaleza haya producido el encuentro con María del Mar Robledo y Ioannis Koutsourais, quienes estudian su cuerpo. Los investigadores se sienten recompensados si le han ofrecido un poco de descanso. Los acusaron de haber cobrado treinta monedas de plata, como hace dos mil años. Los romanos pagaban entre otros a los traidores. Como se sabe, los miembros de la Comisión no cobramos nada: hacerle justicia fue nuestra única recompensa. «General, seguramente, si hubiéramos coincidido en el tiempo en el que estaba vivo —se dicen María del Mar y Ioannis—, hubiéramos compartido el interés por los caballos y las armas. Para nosotros ha sido un honor haberle servido».

Como decíamos antes, este estudio es un hecho histórico, único, como el propio general Juan Prim y Prats. Él hizo historia y escribió muchos de sus capítulos. Nosotros tratamos de hacerle justicia.

«Tiempo después —cuentan los investigadores— pudimos comprobar que el cuerpo se encontraba en perfecto estado de conservación para su estudio. Aun estando los restos en el interior de un féretro de plomo que dejaba visible sólo el tercio superior del cuerpo, esta parte superior podía observarse perfectamente debido a que tenía en esa zona una placa de vidrio. Al retirar ésta, y a pesar de los persistentes olores que inundaban la estancia del tanatorio donde nos encontrábamos, pudimos distinguir el característico aroma de un cadáver momificado. En ese momento crucial del estudio, y presentes los responsables de su custodia y las autoridades del municipio, procedimos con nuestro trabajo. Uno de los exámenes fue el tacto del cuerpo del general. Primero la parte inferior del cuerpo, la expuesta; después, se procedió a que la antropóloga forense introdujera la mano en el interior del sarcófago de plomo. Dicha exploración nos permitió profundizar sin proceder a la apertura del sarcófago, incluso se pudo llegar hasta la zona de los tobillos, comprobando que los miembros inferiores se encontraban en muy similar grado de conservación al del resto del cuerpo, lo que nos confirmó que el conjunto estaba en perfecto estado para su estudio, ya que presentaba una momificación completa. Se tomó la decisión de proceder a la apertura del sarcófago».

HOSPITAL UNIVERSITARI SANT JOAN, REUS. 28 DE SEPTIEMBRE DE 2012, 19.30 HORAS. El eminente doctor que dirige el examen forense pasea nervioso por el pasillo. Han encontrado una estaca entre los muslos de Prim.

Un equipo de entrenados y competentes restauradores del Centre de Restauració de Béns Mobles de Catalunya, a las órdenes de su directora, la elegante y gentil Àngels Solé, se afanan ataviados con sus monos blancos de criminólogo en la habitación en la que tratan de extraer el cuerpo embalsamado del general del último de los tres ataúdes en el que fue enterrado. Primero, se abrió la segunda caja, un catafalco de madera con signos masónicos. Como ya se sabe, el general Prim era masón, y lo más sorprendente es que casi todos sus asesinos también lo eran. Es el crimen más misterioso y caro de la historia de España.

Los conservadores del Patrimoni Cultural de Catalunya tratan de causar el menor daño en el precioso ataúd y por supuesto en el cuerpo, que además de ser embalsamado en su día para exponerlo a la curiosidad del público, allá por 1870, ha sufrido un proceso de momificación como consecuencia de haber permanecido encerrado en una caja de plomo que con el tiempo se ha oxidado y vuelto tóxico.

Con infinito cuidado, el restaurador observa que lo que creía que era una estaca para sujetar la momia es en realidad un frasco que contiene un líquido ambarino. No parece tener nada más, pero resulta misterioso. El frasco está historiado con una badana de cuero. Enseguida hallan otros dos frascos debajo de cada una de las axilas. Sin duda, componen un misterio del pasado. Son como un mensaje secreto en tres botellas. O los pequeños frascos masónicos que representan el maíz, el vino y el aceite, que fueron utilizados en rituales para santificar los tres elementos.

Prim está tendido sobre un almohadón con uniforme de capitán general. Los frascos formaban una pirámide; es como el gesto del retrato del Salón de Plenos del Ayuntamiento de Reus, del pintor y farmacéutico Josep Llovera i Bofill, donde el general compone el gesto masónico con los dedos de la mano derecha.

Consultan al catedrático de Medicina Legal, un sabio con algo de sobrepeso que reina sobre la estancia como el capitán de un barco en su puesto de mando. Dice que aquello puede responder a un ritual masónico. Uno de los frascos contiene un trozo de lo que parece un hueso, así como algo que podría haber formado parte de una víscera. Los tres frascos se envuelven y se destinan al laboratorio. El proceso de sacar a Prim del catafalco se parece mucho al acto de abrir una gigantesca lata de sardinas, hasta el punto de que los restauradores van cortando el plomo con unos alicates enormes y, finalmente, con una sierra radial. Todos los presentes se cubren con las mascarillas a fin de protegerse del plomo.

HOSPITAL UNIVERSITARI SANT JOAN, REUS. 19.45 HORAS. El doctor más joven de los cuatro forenses de la Comisión de Investigación Prim, que me honro en presidir, ya lo ha adelantado al mundo: se trata de aplicar las técnicas más avanzadas del siglo XXI a un misterio del siglo XIX. Hay que extraer la momia y desnudarla para someterla a una serie de pruebas médicas: radiología, TAC, observación macroscópica… Es el primer retrodiagnóstico criminológico que se hace en Europa. Los restos del general serán examinados hasta que revelen los secretos que guarda. Hace ciento cuarenta y dos años que fue enterrado y el misterio de sus heridas sigue abierto.

El forense ha observado la idoneidad del magnífico hospital de Reus, el enorme Sant Joan, moderno y muy bien dotado. Un sueño para la investigación. Por sus largos pasillos corren los robots que reparten —ellos solos— medicación, ropa y comida por las habitaciones. Un pasajero del tiempo podría empezar a correr en los salones del palacio de Buenavista, donde residía Prim cuando fue asesinado, y seguir haciéndolo por estos pasillos kilométricos como símbolo de la distancia entre los dos siglos, aquí hermanados. El doctor libera las manos del general después de apreciar que en la derecha le ha sido amputado el dedo anular. Trabaja en primera línea, resoplando a través de la mascarilla. La directora Àngels Solé sale a evacuar consultas con el catedrático, que, privilegio de sabio, no viste el aséptico mono blanco de los restauradores y criminólogos sino pantalón y jersey. Yo la imito para no recargar la habitación: impoluta, aislada de los pacientes y, dado que estamos en un hospital asistencial en plena actividad, vigilada por un equipo especialista en infecciosos que adopta todo tipo de precauciones y asepsias.

La rubia Àngels, con su gran poder de convicción, trata de sugestionar al doctor para que no se desvista al general. Resulta muy arriesgado: podría estropearse el vestuario e incluso dañar a la momia. El doctor tuerce el gesto, bondadoso pero inflexible. Y es quien manda: la momia ha de estar desnuda para llevar a cabo las pruebas científicas. Se trata de averiguar si Prim sufrió heridas incompatibles con la vida, lo que significaría que murió entre dos y, como máximo, seis horas después del momento en que recibió los disparos. Resignada, la directora Solé vuelve a la habitación y ordena abrir las costuras de la casaca del general. Poco a poco, bajo la camisa se revela una piel negra brillante, de la consistencia del cuero. El cuerpo está muy bien conservado y permitirá el trabajo de análisis científico que se ha previsto.

HOSPITAL UNIVERSITARI SANT JOAN, REUS. 20.00 HORAS. La ilustre criminóloga Carmen Balfagón se afana en recoger muestras del ataúd —parecen migajas de pan— a fin de encontrar uno de los incisivos del general, que al parecer se ha perdido. Para ello aísla las muestras que atesora con el consejo del catedrático. Balfagón es un alto cargo administrativo, muy competente y eficaz, que además aprovecha el fin de semana para cultivar su pasión investigadora en el ámbito universitario. Se asegura de que se mantenga la cadena de custodia.

Pasadas las ocho se presenta el alcalde Carles Pellicer. Todo lo que aquí se ve habría sido imposible sin el coraje y la determinación de este joven político. Su respaldo al proyecto Prim ha colocado al Hospital Universitari Sant Joan y a la ciudad de Reus en primer plano. Quiere asegurarse de que todo va bien y de que los investigadores cuentan con todo lo necesario. Ésta es una investigación en la que el dinero está absolutamente controlado: los científicos no cobran nada —lo hacen movidos por el deseo de otorgar un papel relevante a la investigación en España— y los políticos recortan y adelgazan el presupuesto con el fin de que el proyecto sea posible. Se reutilizan las mascarillas, se economiza con los medios, se vigila y se recorta el gasto. Ni la Universidad ni el Ayuntamiento de Reus pueden permitirse derroche alguno. La momia de Prim ha sido por fin liberada de su caja de plomo, que queda abierta y cortada por sus bordes como si se hubiera empleado un gran abrelatas.

El alcalde de Reus observa la gran herida del hombro. Según la autopsia original, tenía seis centímetros de diámetro. Ahora, la momificación la ha acortado y constreñido: mide unos tres centímetros de ancho y otros tantos de profundidad. Es posible que conserve alguna bala dentro. Se comprobará que no. El sumario afirma que la del hombro es mortal ut plurimum, es decir, «mortal de necesidad». Debió de sufrir una hemorragia que empapó la ropa que vestía, así como la seda de la tapicería del coche en el que fue asaltado.

El sábado 29, a primera hora de la mañana, la momia de Prim entra en el TAC. El complejo aparato convertirá su cuerpo en un ente tridimensional y revelará todos sus secretos. La Comisión Prim aún estudia los resultados.