—No me pregunten por qué me asaltó la idea en el ensayo de Lorette —dijo Ellery, una hora más tarde, en el despacho de Wasser, delante del abogado, Harry Burke, el inspector y Roberta—. Tal vez sea porque canta, ¿entienden? ¡Y la música es el secreto!
—¿De qué? —rezongó el inspector Queen—. ¿De qué hablas, hijo?
—De la c a r a. Del mensaje que dejó Gloria cuando agonizaba.
—¿Qué tiene que ver la música con esto?
—Todo —afirmó Ellery, que debido a sus nervios no podía estar sentado y se paseaba por el despacho de Wasser como tratando de esquivar un ataque de avispas—. No sé cómo he podido estar tan ciego. Todo estaba en esas cuatro letras. Y observe que he dicho letras y no palabra. O mejor debiera decir notas y no letras.
—Tenga en cuenta, señor Queen —gruñó Wasser—, que estoy sumido en un mar de confusiones.
—Yo le sacaré de ese mar, señor Wasser: En ocasiones como ésta es como si hubiese tomado diez whiskys y luego, varias bocanadas de aire fresco… Mire. Gloria Guild escribió la palabra c a r a espaciadamente. Era evidente que se refería a la persona que la mató. También era evidente, cada vez más, como lo prueban mis dolores de cabeza, que se trata de una palabra clave en la que el rostro del asesino no significa nada en absoluto. Naturalmente, se impone una pregunta. ¿Y si no fuera una palabra clave?
El inspector frunció el ceño.
—Pero si no es una palabra clave…
—Exactamente. Si no es una palabra clave, ¿qué clase de pista es? Esto exigía un nuevo cálculo. Pensé en todo lo que humanamente podía ser. Y resultó tan claro, que nadie reparó en ello. Ya que si no se trata de una palabra clave se convierte sencillamente en una pista compuesta de cuatro letras del alfabeto inglés. No forman una palabra sino una secuencia, con otra clase de referencia.
—¿Un código? —sugirió el viejo.
—No me interrumpas cuando vuela mi fantasía, por favor. ¿Dónde estaba…? Ah, sí Cuando se empieza a pensar así, inmediatamente sorprende que Gloria escribiese estas cuatro letras como letras o caracteres individuales. Las separó: c, a, r y finalmente a. Cierto, el espaciado era una característica de su caligrafía en general; y para complicarlo más, escribió las letras en forma impresa. Pero una vez se piensa en cara de manera diferente que en una palabra completa, todo resulta claro.
—Yo no lo veo tan claro —dijo el escocés—. ¿En qué consiste esa claridad?
—Bueno, ¿qué sabemos de las ocupaciones de Gloria? Por una parte, sus actividades artísticas, dedicada toda su vida a la música, por otra, que en su retiro se dedicó afanosamente a la resolución de crucigramas y jeroglíficos. ¿No es así? Entonces, pensemos en cara en términos de musicología y jeroglíficos. Un jeroglífico musical.
Hubo un silencio, musical e intrigado. Ellery estaba radiante, y como siempre en tales ocasiones se hallaba lleno de euforia. Su padre, Wasser y Burke no daban señales de inteligencia. Roberta West sonreía como si comprendiese algo; sus ojos luminosos chispeaban bajo sus cejas leonadas… pero finalmente exclamó:
—Yo estudié música de niña, por lo que debería comprender lo que usted quiere decir, Ellery, pero no lo capto.
—¿Qué puede significar cara[15] en música, Roberta?
—¿Cara?
—No, no cara. Piense sólo en las cuatro letras por separado. Son letras, Roberta. Musicales.
—Oh… ¿quiere decir que la c, la a, la r y la a son notas?
—Naturalmente. ¿Y qué notas?
—¿Qué notas?
—En el pentagrama…
—Si tuviera un papel pautado…
—¿Me permite, señor Wasser?
Ellery cogió una libreta del escritorio, sacó su bolígrafo y trazó unas líneas. Cuando exhibió lo hecho, todos vieron que había esbozado el dibujo de un pentagrama:
—Aquí tenemos un pentagrama con el signo de la clave de sol. Roberta, muéstrenos dónde deben ir las letras, empezando naturalmente por la fa.
Roberta cogió el papel y el bolígrafo y, tras unos instantes, escribió algo.
—Ahora, ponga también las notas.
La joven obedeció.
—Miren —Ellery paseó el papel a su alrededor. Lo que todos vieron fue:
—De modo que son notas —refunfuñó el inspector Queen—. Y supongo que la señorita West las ha colocado en su debido lugar. Bien, ¿qué más, hijo?
—Un pentagrama se compone de cinco líneas, con cuatro espacios. ¿Dónde ha colocado las notas, Roberta? ¿En las líneas o en los espacios?
—En los espacios.
—Exactamente. Lo cual significa entre líneas.
Ellery hizo una pausa triunfal.
—¿Y si lo aclaras un poco más, Ellery? —gruñó el inspector—. No sé a qué te refieres, hijo. Tendrás que deletrearlo mejor para que mi pobre inteligencia…
—Espere —Harry Burke se asía a los brazos de su butaca—. Quiso decirnos que mirásemos entre líneas.
—¡Un puro para el caballero! —rió Ellery—. Sí, éste es el mensaje musical de Gloria Guild. Mirar entre líneas.
Hubo otro silencio.
—¿Qué líneas? —saltó el inspector—. ¿De dónde?
—Oh, éste es el dilema.
—¡Su Diario!
—Lógico, papá; aunque no razonable. Recuerda el poco espacio que queda entre las líneas de su apretado Diario. Apenas queda el menor sitio. Hubiese tenido que poseer el talento del tipo que escribió el Padrenuestro en la cabeza de un alfiler para meter algo más entre aquellas líneas tan juntas.
—Pues ¿dónde? ¿En uno de sus libros?
—Improbable. Hay centenares en su biblioteca.
—No pudo ser entre las líneas de algo escrito —meditó Burke—, por estas razones. Ni tampoco de algo impreso. Pero tiene que tratarse de algo mecánico, donde el espaciado sea apreciable y regular…
—Exacto, Harry.
El escocés se iluminó con una sonrisa.
—¡Algo escrito a máquina! ¿Dejó algo mecanografiado?
—No es necesario que fuese algo escrito por ella.
—¡Su testamento! —gritó Wasser—. ¡Dios mío, su testamento!
—Ésta fue también mi conclusión —asintió Ellery—. Por esto organicé esta reunión en este despacho. Cuando usted, señor Wasser, leyó el testamento a los herederos de Gloria, nos dijo que el original se hallaba en el Tribunal correspondiente y que leía una copia. Yo la reconocí como la que encontré en la caja metálica del apartamento de la difunta. La propia copia de Gloria. ¿La tiene aún en sus archivos?
—Naturalmente.
—Entonces, me gustaría echarle un vistazo.
Mientras aguardaban a que la secretaria fuese en busca de la copia, Ellery observó:
—Existe otro motivo para sospechar que la copia del testamento de Gloria es el lugar secreto donde se halla el mensaje entre líneas: la larga lista de donativos para beneficencia. Cuando escuché su lectura ya me pareció peculiar. ¿Por qué tomarse la molestia de hacer la lista de tantos donativos individuales? Habría sido mucho mejor dejar una cantidad, y establecer que los albaceas podían distribuirla a su discreción. Pero la especificación de los donativos uno a uno tenía una finalidad, hacer que el documento fuese mucho más largo, dejando así más espacio para el mensaje secreto. Ah, gracias —díjole Ellery a la secretaria que le entregaba el documento pedido—. Un momento, por favor. ¿No hay un tostador eléctrico en la otra sala?
—Sí, señor. El señor Wasser nos permite desayunarnos en la oficina. Por esto lo tenemos allá.
—Déjemelo, por favor.
La joven lo trajo y Ellery lo conectó a un enchufe de la pared. Dejó el aparato sobre el escritorio y lo puso en marcha.
—Esto es mejor que una cerilla ¿eh? —comentó Ellery, animadamente—. Bien, veamos si el viejo adivino sigue en pleno rendimiento.
Mantuvo la primera hoja del testamento por encima del calor del tostador, moviéndola atrás y adelante de vez en cuando. Todos los demás se habían agrupado a su alrededor, alargando el cuello.
En los espacios entre las líneas, apareció la inconfundible escritura de Gloria Guild.
—¡Maldito sea yo! —gruñó Harry Burke.
—Alguien exclamará lo mismo —afirmó el inspector—. Con toda seguridad, ahora llegaremos a alguna parte en este condenado caso.