Capítulo 18

La Policía adopta el procedimiento universal de enviar algunos agentes a los funerales en un caso de asesinato u homicidio, de acuerdo con la teoría magnética de que el criminal se siente arrastrado hacia su víctima hasta el último momento. El inspector Queen, por tanto, envió a sus muchachos al cementerio de Long Island. Ellery se burlaba de estos métodos. No poseía la mentalidad tradicional de la Policía. Respecto a él, ya conocía al asesino, sino con pruebas, sí por una corazonada; además, no tenía estómago para soportar las payasadas del viudo. Lógicamente, era casi seguro que la dama del velo no acudiría al sagrado recinto. Armando se lo impediría.

—Ha podido telefonearle para prohibírselo —razonó Burke en el desayuno—. ¿No has oído hablar de las maravillosas escuchas telefónicas que se hacen en este país?

—No soy ningún malvado ni me gustan las triquiñuelas —replicó Ellery, llevándose a la boca un bocado de huevo frito y jamón canadiense—. Por otra parte, dudo que Armando sea tan negligente. Si no me equivoco, Velo Violeta tiene órdenes para una larga temporada. Estoy mucho más interesado en la lectura del testamento.

—¿Quiénes asistirán?

—La única a la que no conozco es Selma Pilter, la agente teatral de Gloria. Lo cual me recuerda, Harry, que sería mejor ponernos ya en contacto con ella.

Sacó un teléfono de la alacena de la cocina y marcó un número.

—¿Felipe? ¿Existe la tenue posibilidad de que el señor Kipley esté levantado? Habla Ellery Queen.

—No sé. Iré a ver, señor.

—Un país encantador —murmuró Burke consultando su reloj.

Poco después, la voz del periodista resonó con estridencia en el oído de Ellery.

—Maldita sea, chico, ¿es que no duermes nunca? ¿Se trata del caso Guild? ¿Alguna novedad?

—Temo que no, pero necesito una información.

—Dirás: más información. ¿Cuándo se producirá lo del quid pro quo?

—A su debido tiempo, Kip —trató Ellery de calmarle—. ¿Sabes algo de la agente teatral de Gloria? Selma Pilter…

—¿Sé algo de la Esfinge de Egipto? Ni la menor murmuración, si te refieres a esto. Y si piensas que el falso conde la ha rondado, olvídalo. Hasta ese tipo puede trazar una línea divisoria. Selma es una momia egipcia.

—¿Qué edad, Kip?

—Cuatro mil años, si se cuentan bien. Si estás ciego, unos sesenta. También fue cantante. Hace muchos siglos. Pero no gustó, se retiró y de dedicó a la carrera del tanto por ciento. Y en esto sí es estupenda. Convirtió a Gloria en millonaria.

—Lo sé. ¿Hay algo más sobre ella que valga la pena?

—Bueno, ella y Gloria eran muy amigas. Jamás hubo entre ambas esas disputas que los agentes teatrales suelen sostener con los artistas. Por un lado, Selma no es ninguna amenaza para otra mujer; y por otro, es una mujer muy competente en su profesión. ¿Qué más? Aparte de la agencia, casi siempre está sola. Si tiene una existencia propia, la oculta celosamente. Es muy lista.

—¿Cómo? ¿En qué sentido?

—Es muy profunda.

—Gracias, Kip.

—¿Cuándo podré darte a ti las gracias, amigo?

Era temprano para asistir a la lectura del testamento. William Maloney Wasser resultó ser un individuo gordo, ancho, de aspecto sosegado, con una corbata de lazo y un tic nervioso, que pareció fascinar a Harry Burke.

—En realidad, no puedo decir que conociera mucho a Gloria Guild —manifestó el abogado, mientras los tres aguardaban la llegada de los demás, a su vuelta del funeral—. Todos mis tratos con ella se efectuaron por mediación de Selma Pilter, que, dicho sea de paso, es una joya en su profesión. Selma y Gloria deseaban que alguien manejase sus negocios. Selma últimamente me ha enviado a muchos cliente suyos.

—O sea que usted llevaba poco tiempo como abogado de Gloria.

—Unos quince años.

—Ya. ¿Tuvo otros abogados antes?

—Sí, la firma Fenniman y Gouch. Ella utilizaba los servicios de Willis Fenniman. Pero falleció el viejo Willis y a Gloria no le gustó Gouch; solía decir que jamás podrían cantar juntos —Wasser parecía más divertido que irritado por el interrogatorio de Ellery Queen—. ¿Debo entender que estoy complicado en un asesinato?

—Es la costumbre, señor Wasser. Perdóneme. Además, usted ya ha sido investigado. El departamento de Policía ha descubierto que usted y su firma son intachables, puros como lirios.

Wasser sonrió y fue entonces cuando su secretaria anunció la llegada de los herederos que habían asistido al entierro.

—Otra pregunta, señor Wasser —añadió rápidamente Ellery—. ¿Significa algo para usted la palabra cara?

—¿Qué palabra?

C a r a.

—¿En relación con este caso?

—Efectivamente.

Wasser sacudió negativamente la cabeza.