Capítulo 9

En el taxi, camino del Depósito, Ellery dijo de pronto:

—Ahora que estamos lejos del ojo de águila de mi padre, ¿por qué no me cuentas el motivo de vuestra conferencia de antes?

—Oh, eso… —Burke parecía abstraído—. No quise mencionarlo antes de consultar con el viejo —sonrió brevemente—. Recuerda que estoy en un país extranjero, y que siempre, en tal caso, hay que proceder de acuerdo con el protocolo de los nativos. Pero me dijo que no importaba.

El escocés se retrepó en el asiento.

—Tiene que ver con el caso que me trajo aquí la primera vez. La señorita… No, la señora Armando acudió a Scotland Yard para preguntar si podían encontrar a cierta joven, sobrina suya, llamada Lorette Spanier. Como no se trataba de ninguna delincuente ni persona perdida, sino simplemente de localizar a una pariente cuyo paradero Gloria ignoraba, el Yard no tenía jurisdicción sobre el asunto, por lo que el comisario Vail me traspasó el trabajo, tal como ya te conté. Efectué los arreglos financieros con la señorita Guild (¡maldita sea, no me acostumbro a llamarla señora Armando!) mediante una conferencia telefónica, y puse manos a la obra.

La base de la búsqueda, continuó explicando Burke, no fue nada especial. Los familiares de Gloria en Minnesota habían muerto, y su única pariente viva, una hermana menor, se había casado con un granjero inglés, yéndose a vivir a Gran Bretaña. Tanto la hermana como su marido fallecieron en un accidente de aviación muchos años atrás, en unas vacaciones de verano, dejando sólo a una niña, su hija, que en la actualidad contaría unos veinte años.

—Por lo visto, Gloria nunca tuvo gran intimidad con su hermana —siguió Burke, entre bocanadas de humo—, según lo que me contó, ya que desaprobaba el matrimonio de su hermana, y perdió simplemente la pista de la niña. Pero ahora deseaba encontrarla.

—Ya —murmuró Ellery—. Parece como si hubiese buscado una heredera.

Burke se quitó la pipa de la boca.

—No lo había pensado. Tal vez fue ésta su idea.

—¿Cómo se puso Gloria en comunicación con el Yard?

Burke miró fijamente a Ellery.

—Por carta. Vail me la entregó. Por favor, ¿qué importa eso?

—¿Correo aéreo? —insistió Ellery.

—Claro.

—¿Recuerdas cuándo llegó la carta?

—El cuatro de diciembre.

—Más interesante y hasta significativo tal vez. La página con la palabra invisible del último Diario lleva fecha del primero de diciembre, y Gloria envió la carta al Yard pidiendo la localización de su sobrina el cuatro. Lo que significa que debió escribir la palabra invisible casi al mismo tiempo que escribió la carta.

—¿Crees que existe una relación entre la palabra cara y la sobrina?

—Por desgracia, no quiero decir nada —replicó Ellery con tristeza—. Sólo estoy hurgando entre varias posibilidades. ¿Hallaste a la chica? Supongo que sí.

—Claro.

—¿Dónde?

—En Nueva York —sonrió Burke—. Irónico, ¿verdad? Seguí el rastro de Lorette Spanier desde un orfanato de Leicestershire, en los Midlands, donde se crió después de la muerte de sus padres, hasta un piso del West Side neoyorquino, a sólo tres kilómetros de su tía. Y tuve que venir desde Inglaterra para encontrarla.

»La única dificultad la tuve en Inglaterra, ya que allí me costó varias semanas seguir su rastro hasta el orfanato. Allí me informaron del lugar adonde se había marchado, aunque no conocían la dirección exacta ni lo que hacía… Como era mayor de edad era libre y en el orfanato no tenían ningún control sobre sus movimientos.

»Cuando llegué a Nueva York pedí la ayuda de Centre Street, que me envió al Departamento de Personas Desaparecidas, donde no pudieron ayudarme porque la chica no figuraba como desaparecida en ningún lugar de Estados Unidos. Y entonces, no sé por qué, fui a ver a tu padre. ¿Es que tu padre tiene un dedo en cada uno de los pasteles de la Policía de Nueva York? Porque parece más un autobús que un hombre.

—Sí, es como una aspiradora al vacío para todo —admitió Ellery distraídamente—. Lorette Spanier. ¿Se escribe con una n o con dos? ¿Está casada?

—Con una. Y no está casada, es muy joven. Unos veintiuno, quizás unos veintidós. Sí, podría estar casada, de acuerdo, pero hay algo terriblemente virginal en ella. Y antimasculino, no sé si me comprendes.

—No.

—No tiene tiempo para perderlo con hombres.

—Ya —asintió Ellery, sin entenderlo muy bien—. ¿Cómo se gana el sustento?

—Cuando llegó a Estados Unidos se colocó de secretaria; por entonces, había mucha demanda de secretarias bonitas e inglesas. Ella necesitaba el trabajo para poder vivir. Pero lo que realmente deseaba Lorette era entrar en el mundillo del espectáculo, según me contó. Tiene buena voz, para cantar «pop», claro está, con un estilo bastante personal.

—¿Como Gloria? —preguntó Ellery de repente.

—Bastante igual, según me dijeron, si bien yo no esté calificado para comprender esta clase de música. Personalmente, me gusta la música de Haendel y Mendelssohn. Los oratorios, las corales…

—Herencia —murmuró Ellery.

—¿Cómo?

—Aparentemente, lo lleva en la sangre. Esto debió gustarle mucho a Gloria. ¿Ha debutado la joven?

—Sí. Consiguió unas cuantas actuaciones retribuidas. Esto la animó para dedicarse plenamente a la música. Actuó en algunas salas de fiesta de tercera categoría… aunque por temporadas muy cortas, según tengo entendido. Es muy independiente… del tipo que nunca se queja, con el labio superior contraído, muchas sonrisas… en fin, ya sabes. Me vi obligado a admirar su carácter.

—¿Por qué vino a Estados Unidos?

—Bueno, Ellery… ¿no es aquí donde se ganan los dólares? Fíjate en los Beatles.

—Fíjate tú —replicó Ellery.

—No, gracias —repuso Burke. Luego, añadió—: Es una joven práctica.

—¿Y no buscó a su famosa tía?

—¡Cielos, no! Quería abrirse camino por sí sola.

—¿No intentó encontrar a la única hermana de su madre?

—Me contó que ignoraba por completo dónde podía estar su tía. Por cuanto sabía, lo mismo podía estar en Pago-Pago. No, en realidad, se trató de una simple coincidencia.

—No tanto. ¿Dónde, si no, hubiera vivido Gloria Guild? ¿Y adónde mejor podía ir que a Nueva York una aspirante al teatro y al cine? ¿Asististe a la entrevista entre tía y sobrina?

—Sí. Pero costó un poco reunirías. Le expliqué a Lorette por qué la había buscado, y me encontré con otra tarea entre manos: tuve que convencer a la chica para que visitase a la señora Armando.

—¿Cuándo ocurrió esto?

—No conseguí localizar a Lorette hasta última hora de la tarde del treinta… miércoles. La llevé a cenar y pasé casi toda la velada charlando con ella, tratando de convencerla para que me acompañara. No sentía ningún afecto particular hacia su tía… Ésta sólo era un nombre para ella cuando era niña, y al morir sus padres, debido al silencio de Gloria, hasta ese nombre se esfumó. Cuando entró en el orfanato era muy pequeña.

—¿Amargada?

—¿Qué quieres decir?

—¿Te pareció que estaba amargada o resentida por la negligencia de su tía?

—En absoluto. Es una joven muy cabal esa chica. Dijo que no se imaginaba por qué su tía se preocupaba por ella al cabo de tantos años. Sólo deseaba continuar sola y abrirse camino. Como he dicho, me costó toda la velada convencerla para que me acompañara. Lo cierto es que yo ignoraba por qué la señora Armando deseaba verla, de modo que tuve que presentarle a la joven unos argumentos poco convincentes.

Ellery se echó a reír.

—De forma que tú y papá trabajasteis juntos —dejó de reír—. ¿A qué hora fuisteis tú y la chica al apartamento de Gloria el miércoles, Harry?

—A las diez y cuarto, aproximadamente —Burke se había quitado de la boca la pipa apagada y buscaba, en el taxi, un cenicero donde vaciarla. Mas no había ninguno, por lo que se lo metió todo en el bolsillo—. Fue una entrevista extraña. Lorette no ayudó en absoluto; al fin y al cabo, Gloria era para ella una perfecta desconocida. Y la señora Armando no supo expresar, satisfactoriamente, por qué no la había buscado antes; en realidad, lo dijo de forma tan poco convincente que decidí marcharme. De todos modos, mi labor había finalizado. La señora Armando me acompañó hasta la puerta y me entregó un cheque. Yo le había telefoneado que íbamos hacia su apartamento, y ella tenía ya el cheque a punto. Salí de allí, como ya te he dicho antes, a las once y cinco minutos, aproximadamente. Fui al aeropuerto, y el avión despegó a la una en punto… pero tuve que regresar, como ya sabes, cuando el inspector Queen me lo pidió en el telegrama.

—Así que dejaste solas a Gloria y a Lorette —reflexionó bruscamente Ellery—. Y a Gloria la mataron a las doce menos diez…

—Creo que Lorette declaró que se había marchado de allí mucho antes de esa hora —replicó Burke—. Naturalmente, según me contó tu padre, la interrogaron y su declaración pareció dejarla al margen de toda duda. Pero tengo entendido que hoy volverán a interrogarla, por lo que ya podrás juzgar por ti mismo.